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Transferencia, Trauma y erotización en pacientes adictos a drogas

Teresita Ana Milán

La cuestión del rol desencadenante de un duelo traumático en relación a


la adicción a drogas, en el sentido de un reconocimiento de la función “auto-
terapéutica” de las adicciones, cobra valor en las situaciones de duelo
patológico o traumático. El recurso a actuar parece derivarse de la dificultad en
simbolizar estas rupturas precoces. El carácter traumático de los duelos en la
adolescencia, como la precocidad de ciertas rupturas, se constituirían en
acontecimientos no integrables, no simbolizables. Paralelamente a las
tentativas de integración psíquica, se expresa la envidia y la culpa junto con el
actuar que sería una manera de intentar repetir el trauma. La tendencia al
actuar deviene un modo de funcionamiento, pero esta repetición no tendría por
función arribar a una auténtica integración psíquica.
En la adicción a drogas se ignora estar alienado dentro de una relación
con el objeto donde la droga es todo y fuera del tiempo, por eso estos
pacientes no hablan sobre su dolor de vivir, su dificultad de sentirse
comprendidos o realmente vivos porque no lo saben, debido a que no han sido
contenidos en un vínculo previsible en tiempo y espacio. Sin darse cuenta del
impacto que producen sus palabras, tampoco ellos advierten que ocupan un
espacio psíquico en la mente de los otros quienes están vivos, existen y por lo
tanto no necesitan nada. Mientras que el sujeto de este malestar, hace intentos
por resucitar y estar también vivo, pues se experimenta muerto por culpa de un
mundo que le niega su derecho a la vida.
Todos los sujetos de la muestra de nuestras investigaciones clínicas han
tenido algún tipo de interferencia o trastorno en su desarrollo infantil, han
pasado por experiencias de separaciones traumáticas, problemas en la
aceptación de límites, las conductas autoagresivas, las conductas de riesgo,
los abandonos precoces, la violencia familiar, el alcoholismo. Las imagos

“Transferencia, Trauma y erotización en pacientes adictos a drogas”, en Trimboli, A. y


otros, compiladores, “Trauma, Historia y Subjetividad”, ISBN 978-987-23478-3-3, 1ª
ed., AASM, Asoc. Argentina de profesionales de Salud mental, Buenos
Aires, 2010, 189-190; 544 p.; 28X20 cm. – (Serie conexiones). www.aasm.org.ar
parentales han perdurado asociadas a contenidos idealizados y persecutorios y
a funciones no continentes, signadas por la ruptura y la discontinuidad. El vacío
y el déficit de las funciones parentales es proporcional al déficit en la
interiorización de las mismas lo que favorece las conductas transgresoras.
En la clínica estos pacientes nos desafían desde el propio cuerpo, que
se exhibe en su superficie, tatuado, adelgazado, engordado, alcoholizado,
dopado, excitado o exigido al movimiento incesante de las prácticas deportivas
de alto riesgo adictivo. El cuerpo captura la mirada para no dejar ver la
interioridad que oculta, para no permitir acceder a la intimidad y su
entrelazamiento con la sexualidad y la muerte. Cuerpo al servicio de ejercer un
dominio de autosuficiencia que transgrede los límites del tiempo bajo la
fantasía de vivir dentro de un círculo hermético pero protector, armado sobre un
fondo de ruptura y de traumatismos por los efectos adictivos. Se evita así
establecer un vínculo profundo e íntimo que introduzca una brecha en la
relación pasional con la droga, que es justamente lo que el paciente adicto
ignora al estar alienado dentro de una relación con el objeto donde la droga es
todo y fuera del tiempo.
Sobre el trauma, Green (1997) plantea que éste no se limita a la acción
excesiva violenta de una excitación sexual prematura e impuesta, sino que
residiría más bien en la ausencia de una respuesta del objeto a una situación
de desvalimiento que mutila para siempre al yo porque conserva un núcleo
primitivo (“Hilflosigkeit”), que se reactivará a la menor ocasión durante toda la
vida. La contratransferencia y la empatía del analista permitirán contactar con
las secuelas del trauma para seguir la cadena de transformaciones y
desplazamientos. Green agrega que la problemática del dolor asociado al goce
y a la humillación, el maltrato del otro, nos dicen algo sobre la posibilidad de un
pasado traumático en el que trauma, erotización y narcisismo aparecen
intrincados. La elucidación del dolor, la intrincación de dolor y goce,
tradicionalmente ligada al campo de la perversión en el área del
sadomasoquismo, puede también referirse más ampliamente al narcisismo.

También la exacerbación del dolor puede conducir a un dolor erotizado, a


la manera de una vía facilitada. Una misteriosa mezcla de dolor y goce podría
ser sugerida en un punto de encuentro que incluye trauma y narcisismo. En el

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análisis de estos pacientes se revela una extrema sensibilidad al rechazo del
objeto y su dificultad para aceptar la alteridad del otro, que llevan a la
construcción de “un simulacro de otro”, de una ficción subjetivante en la que
pretende ser sujeto activo de una escena que lo tuvo a título de mero objeto del
deseo ajeno. En el intento de escapar al sometimiento del goce del otro el yo
podría dar paso a sentimientos de incapacidad y aun de maldad, originando
insultos y humillaciones hacia sí mismo. Tal vez, la amenaza de inexistencia
se cierne como una espada de Damocles y frente a la cual: “la erotización
representa, en ciertos casos, una tentativa desesperada de remontar el
sufrimiento traumático” (Green, 1997, p. 172).

Reacción Terapéutica Negativa y experiencia traumática temprana

El concepto de reacción terapéutica negativa lo expuso Freud (1923)


cuando describió que hay pacientes que no toleran el progreso del tratamiento
y reaccionan en forma contraria a lo esperado, por acción del Super Yo
vinculado al sentimiento de culpa que se satisface en la enfermedad y que “no
quiere renunciar al castigo del padecer”.

H. Rosenfeld (1960) dice que las reacciones terapéuticas negativas son


comunes en los pacientes maníaco-depresivos, y son tanto o más frecuentes
durante el tratamiento de adicciones a las drogas. Rivière (1936) describió la
relación de la reacción terapéutica negativa con la manía, mientras Klein (1957)
la relacionó con la envidia. Ambos aspectos pueden observarse en el análisis
de los casos clínicos de nuestras investigaciones.

Por otra parte, tal como lo expresa H. Rosenfeld (1960) los pacientes
tienden a expresar intensos sentimientos de culpa y depresión cuando ellos
establecen un contacto más profundo con su mundo interior y pueden ocurrir
graves crisis de drogadicción cuando el análisis está progresando y
disminuyendo la disociación del yo, lo cual conduce a un agresivo acting-out.
Este resultado puede considerarse una reacción terapéutica negativa, que en
algunos de nuestros pacientes se presentó luego de una considerable
abstinencia tóxica.

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Referido al vínculo con el terapeuta, la avidez y la desesperación que
caracteriza esta etapa, a su vez, se transforman en una falsa reacción de
violencia y de odio contra el terapeuta por no tolerar el progreso del tratamiento
y reconocer su mejoría.

Es indudable la importancia que los conflictos tempranos analizados en


los casos clínicos que hemos investigado, han desempeñado en la génesis de
la reacción terapéutica negativa. En este sentido es importante el aporte de
Limentani (1981) quien considera que el paciente se defiende con la reacción
terapéutica negativa de un peligro o de una amenaza. Así la reacción
terapéutica negativa sería una forma de acting out donde se repite una
experiencia traumática temprana que estaría dirigida a defenderse de volver a
experimentar el dolor psíquico asociado a un trauma infantil. En la transferencia
con estos pacientes se analiza la fantasía de fusión con la madre, y el
sentimiento de ser separado bruscamente del analista. Desde este punto de
vista la conducta adictiva de consumo de alcohol y otras drogas en nuestros
pacientes se ubicaría en lugar de la tarea que ellos tienen que realizar con el
terapeuta. De esta manera el paciente se opone a la comunicación con el
terapeuta y evita el pensamiento; y además ataca al encuadre y a la alianza
terapéutica.

La dimensión histórica

En nuestra investigación clínica con pacientes adictos a drogas hemos


formulado, entre otras, la hipótesis de que tras la conducta de incorporación de
sustancias tóxicas subyacería una fantasía, con función defensiva, que en cada
uno de los sujetos se enraiza con su historia singular a la luz de los obstáculos
de los vínculos primarios. Cuando se comienza a reparar algo de la disociación
en el mundo espacial, estos pacientes pueden abrirse a la dimensión histórica
de la existencia, entrar en su propia historia y preguntarse acerca del aporte del
tratamiento en su desafío de cambiar para vivir sin drogas. Un nivel de
reconocimiento de los límites de su identidad lo lleva a una investigación sobre
sus orígenes y a establecer una cadena asociativa de los eslabones que le
preceden intentando relacionar el pasado con el presente. Así el paciente
intenta responder al interrogante existencial de quién es él, que resulta
fundamental para la condición humana, frente al desafío actual de cambiar para

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vivir sin drogas. El análisis personal se convierte en un proceso de
investigación histórica que rescata del olvido experiencias, anécdotas que se
resignificarán a la luz del presente en el contexto del vínculo analítico. Este
mismo proceso incluye el armando de la historia de su enfermedad y la reciente
historia de este análisis en el que se han dado diferentes etapas. Por medio del
análisis se van conectando una serie de vivencias cuyos recuerdos resultan
recíprocamente encadenados en sus asociaciones. A su vez, de las diversas
cadenas de recuerdos se derivan ramificaciones y surgen los recuerdos a la
manera de las ramas de un árbol que paulatinamente se intentan integrar y van
dejando lugar a la estructura patológica subyacente cuya psicodinamia y
significación orientarán sobre la prosecución del tratamiento.

Bibliografía
-Dupetit, S. (1983) La adicción y las drogas, Buenos Aires, Salto ediciones.
-Etchegoyen, H. (1986), Los fundamentos de la técnica psicoanalítica, Buenos
Aires, Amorrortu.
-Green, A. (1997) Las cadenas de Eros, Actualidad de lo sexual, Buenos Aires,
Amorrortu editores, 1998, p.172.
-Klein, M. (1957) “Envidia y gratitud”, O.C., Buenos Aires, Paidós, 1ª edición,
1987.
-Limentani, A. (1981) “On some positive aspects of the negative therapeutic
reaction”, International Journal of Psycho-Analysis, vol. 62, pp.379-90.
-Milán, T. A. Implicancias teórico clínicas en el abordaje psicoterapéutico del
paciente adicto a drogas, Tesis Doctoral, Biblioteca Universidad Nacional de
San Luis, 2009.
-Rivière, J. (1936) “A contribution to the analysis of the negative therapeutic
reaction”, Int. J. Psycho-Anal. 17: 304-20.
-Rosenfeld, H. (1960) “Sobre la adicción a las drogas” en Estados psicóticos,
Buenos Aires, Lumen, Hormé, 4ª edición, 2000.

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