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Segun Art. 25 - Ley 9.

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Expte.Nro: P-98.916/16 --------------- PROTOCOLO DIGITAL --------------- Mendoza, 28/09/2018 12:49:04

CARATULA: "F/C MINATI KRIER, QUIROGA PERRELLI Y MANZANO BECACECCI POR


HOMICIDIO... (DR. COUSSIRAT)"

Oficina: PD018602 - Segundo Tribunal Colegiado (usuario) Primera Circuns.


FUNDAMENTOS DE SENTENCIA

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Expte. N° P-98.916/16

“Fc. c/ MINATI KRIER, Cristian Damián, QUIROGA PERRELLI, Claudio Sebastián y MANZANO
BECACECCI, Juan Orlando, p/ HOMICIDIO AGRAVADO...” y su acumulado N° P-86.364/16.

FUNDAMENTOS

SENTENCIA N° 164

Constituido este Segundo Tribunal Penal Colegiado, en ejercicio de jurisdicción colegiada integrada por los
Sres. Ministros, Conjueza Dra. María Alejandra RATTO, Dr. Carlos Manuel DÍAZ y Jorge Alfredo Coussirat,
Jueces de Cámara, con la Presidencia del último de los nombrados, atento lo prescripto por los Arts. 45, 46,
414, 415 y concordantes del Código Procesal Penal, para tratar la presente causa N° P-98.916/16 “Fc. c/
MINATI KRIER, Cristian Damián, QUIROGA PERRELLI, Claudio Sebastián y MANZANO
BECACECCI, Juan Orlando, p/ HOMICIDIO AGRAVADO...” seguida contra Cristian Damián
MINATI KRIER, de 31 años de edad, argentino, hijo de Jorge Adrian y de Miriam Noemí, nacido en
Mendoza el 30/10/1986, soltero, tiene una hija de 7 años de edad con Daiana Janet Zapata, comerciante por su
cuenta, tiene un almacén que es de la familia, con estudios secundarios incompletos hasta 9° año, con
domicilio en Barrio La Esperanza M-C C-16 de Godoy Cruz (actualmente alojado en Penitenciaría Provincial)
D.N.I. N° 32.572.162, Claudio Sebastián QUIROGA PERRELLI: de apodo “Pollo”, argentino, hijo de
José Miguel y de Miriam Delia, nacido en Mendoza el 20/09/1986, soltero, estuvo en pareja con Paola
Gonzalez, tiene tres hijos, primarios completos, changarín, con domicilio en calle Martín Zapata N° 375 de El
algarrobal, Las Heras (actualmente alojado en Penitenciaría Provincial) D.N.I. N° 32.571.585, tenía una
adicción hace dos años atrás, ha tenido condenas anteriores y Juan Orlando MANZANO BECACCECI: de
42 años de edad, argentino, hijo de Antonio (f) y de María Teresa (f), nacido en Mendoza el 25/02/1977,
soltero, en concubinato, tiene dos hijos que vivían con el antes de ingresar a Penitenciaria, agricultor,
comerciante de verduras, de apodo “Juanito”, con estudios primarios completos, con domicilio en calle
Lavalle N° 10630 de El Algarrobal, Las Heras (actualmente alojado en Penitenciaría Provincial) D.N.I. N°
26.155.503; y su acumulada N° P-86.364/16 seguida únicamente contra Claudio Sebastián QUIROGA
PERRELLI.

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Luego de la audiencia de debate y oídos los alegatos de la señora Fiscal, Dra. Orieta Daniela CHALER, del
Dr. Lucas Patricio SOLER y Dra. Gemina VENIER SOLER defensores de MINATI KRIER, de la Dra.
Ximena MORALES, subrogante de la Dra. Cristina SANCHEZ, Titular de la Decimo Octava Defensoría de
Pobres y Ausentes por la defensa de QUIROGA PERRELLI, del Dr. Esteban GIRONE defensor de
MANZANO BECACCECI y de los Dres. Lucas LECOUR representante del Querellante Particular por la Sra.
Roquelina Elizabeth AVILA, se plan−tea−ron las siguientes cuestio−nes a resolver:

PRIMERA CUES−TIÓN: ¿Está probada la materialidad del hecho, la autoría y respon−sabi−lidad del
pro−cesa−do?

SEGUNDA CUES−TIÓN: ¿Qué cali−fi−cación legal co−rres−ponde?

TERCE−RA CUES−TIÓN: ¿Cuál es la pena apli−cable en el caso concre−to?

CUAR−TA CUES−TIÓN: Cos−tas

PRIMERA CUESTIÓN

El doctor Jorge A. Coussirat dijo:

Causa N° P- 98.916/16

En el sub lite se ha traído a juicio a Cristian Damián Minati, Claudio Sebastián Quiroga y Juan Manzano,
acusados de haber participado en la muerte de la víctima de autos, es decir, de Daiana Janet Zapata Avila. La
acusación que los alcanza se encuentra contenida en el requerimiento de citación a juicio de fs. 1007/1028, el
que debe tenerse aquí por reproducido en todos sus términos “brevitatis causae”, con las salvedades que hizo
la señora Fiscal durante el desarrollo de la audiencia y que constan en el audio. En primer lugar, especificó
que la muerte de la víctima debía considerarse producida entre el 21 y el 23 de septiembre y, en segundo
lugar, modificó la acusación como se verá en el párrafo siguiente.

Luego de la audiencia de debate, consta en el audio correspondiente la incorporación de la prueba


oportunamente ofrecida por las partes y, también, los alegatos conclusivos de contenido acusatorio, tanto del
Ministerio Público como de los representantes de la parte querellante y también los de los letrados defensores
de cada uno de los encartados. Cabe dejar aquí aclarado que la doctora Chaler, tal como adelantó en la
audiencia, postuló la acusación en base a un hecho diverso (art. 392 del Código Procesal Penal) cuyos
alcances surgen no solamente del audio (ver fs. 1318 vta.) sino también de la desgrabación del mismo (fs.
1339). A su turno, el doctor Lecour por la querella manifestó que por su parte él mantiene la acusación
originaria, discrepando de ese modo con la acusación oficial.

Así las cosas y adentrándome en el análisis de los hechos objeto del proceso, debo señalar inicialmente dos
cuestiones que aparecen como indiscutibles. En primer lugar, la muerte violenta de la víctima, a causa de una
profusa hemorragia descripta en la necropsia de fs. 379/381, en particular a fs. 381 vta., como “shock
hipovolémico por herida de proyectil de arma de fuego”. Dicho informe técnico, concluyente y no discutido
en momento alguno, se encuentra además apoyado por numerosos testimonios vertidos en la audiencia y que
constan en el audio de la misma. La segunda de las cuestiones indiscutibles es que los tres acusados han
prestado libremente declaración y todos ellos, con las precisiones que más adelante efectuaré, han reconocido
que de una u otra manera han estado relacionados con aquella muerte violenta.

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Dicho lo anterior, afirmo que es a partir de esas declaraciones de los inculpados y de la valoración que de ellas
he de formular, que puede dilucidarse el caso más allá de toda duda razonable. Lo expuesto no quita que los
testimonios que también señalaré vienen a dar apoyatura a la solución del caso.

Comienzo por afirmar que a mi ver la declaración del acusado Claudio Sebastián Quiroga es la que más datos
certeros aporta en relación a las circunstancias previas a la muerte de Daiana Janet Zapata en tanto que la del
acusado Cristian Damián Minati lo hace respecto al modo en que se le causó la muerte. Por lo tanto, los
aportes que Quiroga hizo vienen a poner de resalto la intervención que a cada uno de ellos y a Manzano, les
cupo en el hecho y encajan perfectamente tanto con la prueba instrumental como con la testimonial que iré
señalando.

La afirmación precedente indica a las claras que desecho por improcedente la pretensión de la doctora Venier
en lo relativo a que la declaración de Quiroga no puede valorarse en tanto ella y el doctor Soler, como
defensores de Minati, no han podido controlarla. Sostengo la improcedencia de esa pretensión por cuanto la
declaración de Quiroga, como medio de defensa, carece en lo absoluto de la naturaleza de aquellas
testimoniales que a partir del conocido fallo “Benítez” de la Corte Suprema de la Nación, sólo pueden
valorarse si las defensas han tenido oportunidad de controlarlas y confrontarlas. Así lo entiendo porque resulta
evidente que las manifestaciones del inculpado Quiroga han sido espontáneas, se han producido dentro del
proceso sin vicio alguno y ante la presencia de su defensora (fs. 142/143). Esto es evidentemente así si se
anota que a fs. 140 se le hicieron conocer a Quiroga todos sus derechos y a fs. 141 se le formuló la imputación
formal con la asistencia de su Defensora Oficial. No hay en consecuencia razón alguna que impida su
valoración. Se ha limitado a ejercer su derecho de defensa y carece entonces de relevancia que la defensa de
un coimputado no haya podido controlarla.

Ahora bien, dije que la declaración de Quiroga es trascendente. Lo es, ante todo, por las circunstancias en las
que declaró y luego, por lo que ha dicho. Respecto a las circunstancias en que ha declarado, porque si bien se
mira, Quiroga lo ha hecho apenas un día después de que se encontrara el cadáver de Janet Zapata. Sobre todo,
es trascendente porque su declaración no es otra cosa que una reiteración de lo que, agobiado por la situación,
le contó con anterioridad a su mujer (Paola Lourdes González), testigo a la que luego he de referirme. Esa
confesión extrajudicial a su mujer y luego la judicial ante el Ministerio Público se han producido en forma
absolutamente espontánea y como consecuencia de un deseo manifiesto de Quiroga de exponer la situación
que había vivido. Nótese al respecto que a su mujer le contó su versión de los hechos al menos dos días antes
de que se encontrara el cuerpo de la víctima y cuando no se tenía la menor idea de su muerte. Es más, lo que
le contó a Paola González fue la piedra angular del hallazgo posterior del cuerpo.

Y es trascendente esa declaración también por lo que ha dicho, porque él ha afirmado que trabajaba en el
lavadero de papas del coimputado Manzano y que un día llegó un hombre en un auto azul. Apunto aquí que
ese hombre del auto azul no era otro que Cristian Minati ya que éste ha reconocido ser el propietario de un
Renault 19 de ese color y así lo han dicho también los testigos, entre ellos Roquelina Ávila (madre de la
víctima) e incluso el coprocesado Manzano (fs. 797/1000). Pues bien, Quiroga manifestó que aquel hombre
(Minati) habló en esa ocasión con Manzano y de inmediato éste le ordenó que fuera a hacer un pozo fuera del
predio del lavadero, en un descampado cercano en el que “…tiran restos de pollos, cabezas y patas, y ahí va la
gente a recogerlos para los perros…” (sic). Agregó Quiroga que Manzano no le indicó para qué era el pozo,
ya que únicamente le ordenó que lo hiciera, pero que él no pensó nada malo y que recién se enteró de para qué
era cuando, días después, por el noticiero se enteró que era para enterrar a una persona. Puntualizó además
que hizo el pozo en presencia de Manzano y de Minati puesto que habían ido en el auto del primero de ellos
hasta el lugar en que lo hizo, coincidiendo en esto con la declaración de Minati. Que los dos nombrados
conversaban mientras él cavaba con la pala que le había provisto Manzano. Y que luego de hecho el pozo
volvieron al lavadero donde recibió el pago diario y se retiró, no volviendo nunca más al lavadero de papas,
dado que Manzano nunca más lo fue a buscar para trabajar.

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Preguntado Quiroga respecto al pago por su labor dijo que como a él le pagaban por día y hacía lo que le
ordenaban, aquel pozo estaba dentro de lo que eran sus tareas diarias y por lo tanto cobró por el día y no en
forma especial por el pozo. Precisó que le pagaban unos doscientos pesos y una bolsa de papas por día. Esto lo
afirmó ya al día siguiente de su aprehensión y con la presencia de su defensa técnica.

Según se desprende de los dichos de Quiroga, el pozo fue hecho antes del veinte de setiembre del año 2016.
Este dato relevante tiene base en que Quiroga cumple años el 20 de setiembre y por lo tanto es razonable que
una fecha indudablemente significativa para él le permita señalar el momento preciso en que hizo el pozo. En
otras palabras, lo hizo antes del día de su cumpleaños. Tanto es esto así que detalló que su cumpleaños se lo
festejaron en la “…casa de su papá…” y estaba “…toda su familia…”. Y que fue antes del 20 de setiembre se
desprende de que, además, Quiroga señala que justamente ese día 20, mientras celebraba su cumpleaños,
Manzano fue a la casa de su padre y le hizo saber que un “…amigo pagaba quince mil pesos para matar a la
mujer y si yo me animaba a matar a la mujer por quince mil pesos y yo le dije que no…” (sic). Aquí cabe
agregar un elemento de juicio significativo y es que luego de esa negativa de Quiroga a intervenir en la muerte
de la mujer, Manzano no lo buscó más para ir a trabajar al lavadero, como ya señalé.

El crédito que le asigno a los dichos de Quiroga, amén de las razones que ya he dado, deriva de que, ante todo
se trata de una versión verosímil y que no se advierten razones para estimar como posible que Quiroga haya
mentido. No tenía necesidad de hacerlo, en nada se beneficiaba con esos dichos y no hay razón alguna que
permita pensar en que intentó cargar las tintas falsamente sobre alguien.

Pero además de lo señalado aquellos dichos de Quiroga encuentran apoyatura en un sinnúmero de otros
elementos probatorios. Primero, en que efectivamente él trabajaba al día en el lavadero de Manzano. Segundo,
que es cierto que Minati es propietario de un auto azul. Tercero, que Quiroga cumple años el 20 de setiembre
tal como surge de sus datos identificatorios. Cuarto, que como ya señalé, su versión concuerda con la que días
antes de declarar le hizo conocer a su mujer. Quinto, su mujer, Paola González, afirmó en la audiencia que su
esposo (Quiroga) llegó en la madrugada del día 21 de setiembre a su casa, ingresó a la misma a pesar de
existir prohibición judicial de acercamiento y tuvieron una discusión y pelea, yéndose Quiroga del lugar.
Agregó que cree que el viernes siguiente (esto es, el día 23 de setiembre), en horas de la tarde, él volvió al
domicilio alcoholizado y fue allí que le contó que le habían pedido que hiciera un pozo y que luego se había
enterado por los medios que era para enterrar a una mujer. Aparece aquí la circunstancia que también aporta la
testigo referida a que, a Quiroga, lo que primero se le pidió fue que hiciera un pozo y días después se enteró
“por el noticiero” de la desaparición de la mujer, cuando todavía no se había encontrado el cadáver. Dijo la
testigo Paola González que lo vio asustado por eso y porque pensaba que le podían echar la culpa a él de la
muerte.

Como puede verse, la testimonial de González concuerda en lo esencial con la declaración de Quiroga. Y no
puede dejar de tenerse en cuenta que los dichos de aquella se produjeron en primera instancia en forma
espontánea, el 26 de setiembre a las 19,49 horas (fs.79/80) y antes de que tuviese lugar la aprehensión de
Quiroga, hecho que se produjo el día 27 de setiembre a las 22.30 (fs. 245). Amén de lo dicho, en sexto lugar,
como elemento corroborante de la versión de Quiroga, debe computarse el testimonio de María del Carmen
Gutiérrez Salas. Esta testigo, prima de la mujer del acusado Quiroga, afirmó que en la semana del hecho le
envió un mensaje a Paola para ver cómo estaba y ella le contestó que había tenido problemas con el marido.
Luego, el día 26 le envió otro mensaje y ahí fue cuando se enteró de que Quiroga estaba involucrado en algo
que tenía que ver con la desaparición de la chica “…de Maipú…”. Agregó la testigo que no lo podía creer,
que se sintió muy mal y que por tal razón llamó a su hermana Lorena Eugenia Gutiérrez y fue ésta la que en
definitiva llamó a la Policía.

Tal como se ha probado con las declaraciones señaladas y se desprende también de la prueba instrumental
incorporada en autos, efectivamente la investigación del caso tomó el rumbo correcto a raíz de ese llamado y
de los datos que se aportaron no sólo en cuanto a Quiroga y los otros dos encausados, sino también respecto al

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lugar en el que estaba enterrado el cadáver. Debo acotar aquí que la referencia a la “…chica de Maipú…” tal
como quedó aclarado en la audiencia se debe a que por aquellos días en Mendoza se produjeron tres hechos
similares y en uno de ellos se encontraba involucrada como víctima una mujer de aquél departamento
provincial. Es pues una confusión sin mayor importancia probatoria.

La secuencia entonces es: Quiroga hace un pozo antes del día 20 de setiembre a pedido de Manzano quien a
su vez recibió el encargo de Minati. El pozo lo hizo en el predio inculto aledaño al lavadero de Manzano y en
presencia de éste y de Minati. El 20 de setiembre Manzano busca a Quiroga y le dice que hay un ofrecimiento
de quince mil pesos para matar a una mujer, oferta no aceptada por Quiroga. Éste, alcoholizado y asustado, le
cuenta a su mujer el día 23 de setiembre que días antes hizo el pozo a pedido y que luego ha relacionado ese
pozo con la muerte de una mujer que se ha mencionado en los medios de comunicación. Paola González, muy
preocupada, en una conversación telefónica, le hace saber a su prima María del Carmen Gutiérrez, el día 26 de
setiembre, lo que le contó el acusado. A su vez, la prima se lo cuenta a una hermana (Lorena Eugenia
Gutiérrez) que fue quien llamó ese día a la autoridad policial.

Volviendo a los elementos de juicio que dan credibilidad a la versión de Quiroga, en séptimo término debe
computarse que él dijo que para cavar el pozo utilizó una pala que le fue provista por Manzano. Confrontada
esa afirmación con la declaración del último nombrado (fs. 997/1000), en ella se advierte que Manzano
reconoce que en su lavadero tiene palas y zapas en un galpón, pero él mismo agregó que dicho lugar está
cerrado y que sólo él tiene la llave de acceso. Es este un indicio más de que la versión de Quiroga resulta
veraz. Sin perjuicio de ello, en octavo lugar debe acotarse aquí que también Minati ha hecho referencia en su
declaración a que fue con herramientas de Manzano que se hizo el pozo. Además, y contabilizándolo como
noveno elemento concordante con la versión de Quiroga, se ha probado, como se verá, que Minati y su mujer
se llevaban mal, que habían tenido más de una separación, que Minati la celaba y que sospechaba de la
existencia de un tercero y, finalmente que existía una relación de conocimiento entre Minati y Manzano.

En décimo lugar, Quiroga ha afirmado que antes de su cumpleaños Manzano le informó que podía obtener
quince mil pesos si mataba a una mujer. Ese ofrecimiento de dinero se ha visto corroborado por los dichos de
Juan Zapata. Éste, que reside en la Patagonia, en la audiencia afirmó que dos semanas antes vino a Mendoza a
llevarse a un pariente de nombre Alan y que lo llevó al sur. Allí se enteró por boca de Alan, que trabajaba para
Manzano, que éste le había ofrecido dinero para hacer el pozo y él no quiso. Agregó Zapata que luego se
enteró que a posteriori Quiroga había hecho el pozo para la chica, lo que motivó su enojo debido a que nadie
había informado sobre las peticiones de Manzano.

En onceavo lugar, su hermano José Luis Quiroga confirma la versión del acusado en el sentido de que fue
Manzano quien le pidió que hiciera un pozo y que no sabía cuál era la finalidad del mismo.

A lo dicho en cuanto a la credibilidad de Quiroga debo apuntar que no hay razón alguna, ninguna, que permita
suponer que Quiroga ha mentido. En tal sentido, cuando él le cuenta lo sucedido a su esposa, aún no se tenía
ningún dato respecto a la muerte de Janet Zapata y, mucho menos, el lugar en el que había sido enterrada. Por
lo tanto, la parcial autoincriminación que él efectúa y el señalamiento de Manzano y Minati carece, según lo
probado, de toda intencionalidad aviesa. Tengo el convencimiento de que ha dicho la verdad en lo sustancial y
más allá de alguna imprecisión en su relato.

Del mismo modo, los dichos de la esposa del acusado y de María del Carmen Gutiérrez ponen de resalto
algunas divergencias con el relato de Quiroga sobre todo respecto a la autoría de la muerte de la víctima. Pero
a mi modo de ver, esas divergencias son sólo el resultado del escaso nivel intelectual y socio-cultural de las
dos mujeres, sumado fundamentalmente a que la gravedad de los hechos, a la conmoción que les produjo y al
modo en que se fueron comunicando, por mensajes y por vía telefónica. Ello ha permitido que se generen las
diferencias en el relato. Pero lo que resulta indiscutible es que, en lo sustancial, Quiroga ha dicho cosas que
luego se han visto corroboradas. Así, relacionó el pozo que había hecho y el lugar en el que lo hizo con la

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desaparición de Janet Zapata; mencionó a Minati y a Manzano y ambos, con las diferencias que se aprecian en
sus respectivos dichos, han terminado por aceptar su relación con el hecho. Y de igual modo resulta
indiscutible que fue Quiroga quien por primera vez contó a su mujer la existencia del pozo, el lugar del mismo
y la relación con la mujer desaparecida. Tampoco hay duda de que la prima de Paola González conoció
aquellos datos de boca de la nombrada y que ella a su vez los trasladó a Lorena Gutiérrez. Por último, el
hecho de que tanto Paola González como María del Carmen Gutiérrez atribuyan a Manzano la calidad de
autor del homicidio carece de valor convictivo frente a la confesión del propio Minati y del resto de los
elementos de juicio que ponen de resalto el móvil del homicidio, del modo en que luego se analizará.

Recapitulando, la versión de Quiroga no solamente es coherente y detallada, sino que además concuerda con
los elementos de juicio que he señalado. En definitiva, cuando su propia conciencia y el miedo lo pusieron en
situación de tener que contar la situación en la que estaba, se la hizo conocer a su mujer. Y ésta, angustiada
por lo conocido y por las noticias periodísticas del momento, le contó lo sucedido a su prima y ésta a su vez a
su hermana, la que anotició a la Policía, la que pudo constatar que efectivamente, el pozo existía; estaba en el
lugar en el que se indicó; en su interior se halló el cadáver de la víctima; dicho cadáver presentaba disparos de
arma de fuego tal como han manifestado Manzano y Minati en sus declaraciones.

Bien mirada, la declaración de Quiroga apunta a que el autor de la muerte fue Minati. Habiéndolo reconocido
además el nombrado, no son necesarias otras precisiones para determinar la autoría de Cristian Damián Minati
en la muerte de su mujer, esto es, Daiana Janet Zapata. Sin embargo, no puede dejar de contabilizarse que
Manzano también ha manifestado (fs. 997/1000) que ha sido Minati el autor de los disparos letales y que ello
lo supo por boca del propio Minati. Se trata así de elementos de juicio irrefutables.

Ahora bien, en sus declaraciones tanto Minati como Manzano han tratado de mejorar su situación procesal
intentando, ya sea victimizarse debido a las actitudes y conductas de Janet Zapata (Minati) o minimizar su
intervención (Manzano). Por lo tanto, los dichos de ambos se apartan de las afirmaciones de Quiroga, pero a
mi criterio y por lo que diré, no le quitan crédito al último nombrado.

¿Qué ha dicho Minati en la audiencia? Minati en su declaración ha expuesto una relación de pareja en la que
él aparece como un devoto marido y luego casi como víctima de su propia esposa. Señaló que la conoció en la
escuela y que luego la volvió a encontrar formando pareja. “Yo la amaba” dijo, pero hubo de reconocer que
habían estado separados más de una vez y que en una de las ocasiones esa situación duró “unos meses”,
inclusive la cuestión fue judicializada debido a las diferencias por dinero. Afirmó que en esas separaciones él
se iba a lo del abuelo que vivía muy cerca. Reconoció que tenían peleas pero que vivían juntos y que “no le
impedía juntarse con su familia”. He transcripto esta última frase porque entiendo que resulta muy expresiva
en cuanto al carácter de Minati y a su modo de relacionarse con su mujer. En efecto, dijo la frase
entrecomillada como si ella fuese la palmaria demostración de que él era bueno, liberal y permisivo con su
mujer. Pero, bien mirada la susodicha expresión, ella es demostración cabal de que Minati consideraba que
estaba dentro de sus derechos de marido permitirle o no a su mujer tener relación con su familia.

Volviendo a la declaración de Minati, sostuvo que sí era celoso pero reiteró que no le impedía ver a su familia.
Incluso dijo que no le tenía celos al padrino de su hija (Sebastián Cabrera), cosa que éste ha desmentido como
se verá, ya que el testigo mencionado expresamente dijo que sí le tenía celos.

También señaló el acusado que no fue él sino “mi familia” la que le clausuró el acceso al baño a Janet y a su
pequeña hija durante la separación.

Luego de ese introito referido a la normalidad de la relación, Minati se introdujo en el relato de lo sucedido el
día del hecho. Recordó que aquel 21 de setiembre, en horas de la tarde, luego de tener relaciones íntimas en su
domicilio, Janet y él fueron a “La Barraca” a fin de encontrarse con una mujer que iba a preparar una mesa de
dulces para el futuro cumpleaños de su hija Isabella. Acoto aquí que la espontánea manifestación de la

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existencia de relaciones queda puesta en entredicho debido a la situación de crisis en que la pareja se
encontraba y, sobre todo, si se cree en lo que también dijo Minati referido a que sólo unas horas después Janet
se “mensajeaba” cariñosamente con un tercero, cosa que se ha acreditado también por los dichos del testigo
Núñez Pilot. Entiendo que esa referencia al contacto sexual previo a ir a “La Barraca” es un rasgo ganancial
más de la versión de Minati.

Agregó el nombrado en su declaración, que se encontraron con la mujer de la mesa de dulces (María Soledad
Fossati), convinieron sobre el tema, él le pagó la suma de dos mil pesos y se retiraron del lugar. Todo esto ha
sido confirmado por Fossati en su testimonio. Manifestó Minati que mientras estaban en la reunión Janet
permanentemente estaba con el teléfono. Al salir de “La Barraca” (de la mano dijo que lo hicieron, aportando
otro dato ganancial), subieron a su auto y como él tenía que ir a lo de Manzano por una cuestión de su negocio
de verdulería, lo llamó por teléfono y fueron hacia allá. Minati dijo que en el trayecto Janet siguió
permanentemente con el celular y que lo miraba a él de reojo. Por eso, antes de llegar que le “manoteó” el
teléfono, bajó del auto y vio los mensajes de Núñez y también fotos. Tengo el convencimiento de que éste es
otro aspecto ganancial de los dichos del acusado. Lo entiendo así porque no creo que haya tenido el tiempo
suficiente para manipular el celular, leer los mensajes y ver las fotos en los pocos segundos que pueden haber
pasado desde que bajó del auto hasta que Janet se le acercó y comenzó a golpearlo, tal como él mismo afirmó
al declarar.

Lo digo porque Minati agregó que Janet también se bajó y comenzaron a forcejear junto al vehículo, aunque
luego contradictoriamente dijo que no hubo forcejeo, sino que Janet le pegaba con el palo en la cabeza y que
él solamente se defendía, en otro intento de victimizarse. A tal punto es esto así que llegó a afirmar que su
mujer “…era grandota...”, pretendiendo dar a entender que él se encontraba prácticamente en inferioridad de
condiciones, lo que a todas luces carece de credibilidad sobre todo porque Minati es un hombre joven y
fornido como pudo apreciarse en la audiencia.

Sostuvo Minati que ella le pegó (primero dijo que con una rama; luego que fue con un palo); que lo golpeó
desde atrás en la cabeza y en uno de los brazos; que se cayó al suelo y que allí ella lo seguía golpeando e
insultando. Fue así que no sabe cómo tenía el arma estando en el suelo, que en un momento le ha disparado
mientras Janet estaba frente a él; que cree haber efectuado dos disparos y que ella estaba en el suelo, no
sabiendo cómo ha pasado. Que la habló, la acarició y no respiraba. Dijo haberla dejado en el lugar y retornado
a su casa a darle de cenar a su hija, acostándose luego sin poder dormir en toda la noche pensando en qué iba a
hacer. Al día siguiente dijo haber ido a llevar a su niña a la escuela y luego fue al lugar, quedándose junto al
cuerpo un buen rato, retirándose después a lo de su suegra a quien le informó de la desaparición de Janet,
contándole que ello había ocurrido al salir de la “Barraca” y luego de que Janet le dijera que iba a ir al centro.

Hay otro dato de carácter ganancial en los dichos del acusado. Ha afirmado que a su suegra (Roquelina Ávila)
el día 22 de setiembre, le dijo que fueran a hacer la denuncia pero que ella le dijo que no. Esto ha sido
tajantemente desmentido por aquélla, la que incluso da la versión opuesta señalando que fue Minati el que
sostenía que debían esperar al menos 48 horas para efectuar la denuncia.

Agregó Minati en su declaración que al otro día (es decir, el 23 de setiembre) después del mediodía, le pidió
ayuda a Manzano solicitándole que hicieran un pozo para enterrar a Janet. Durante la misma declaración
luego agregó que no sabía si había sido el 22 o el 23 de setiembre. Expuso que ellos (por Manzano y Quiroga)
hicieron el pozo y que después él fue a buscar el cuerpo, lo puso sobre una frazada que utilizaba cuando iba a
buscar verdura, lo subió al auto (aunque luego dijo que no cargó el cuerpo en ningún auto y que solamente lo
arrastró) y lo llevó solo, arrastrando el cuerpo unos doscientos metros hasta el pozo y la enterró. Manifestó
además que Claudio hizo el pozo y que las palas eran de Manzano ya que ellos las llevaron. Sostuvo no haber
pagado a Manzano, pero no sabe si éste le pagó o le dio algo a Quiroga.

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Esta declaración aparece como amañada y tendiente a asumir toda la responsabilidad por la muerte de su
mujer, sin que de ello hayan tenido conocimiento previo ni Quiroga ni Manzano, pero a la vez, poniéndose en
una muy especial situación rayana con la emoción violenta, cosa que intentó destacar el doctor Soler como
luego se verá.

La prueba reunida desmiente en gran medida las predichas afirmaciones de Minati, ante todo en lo referido a
la normalidad de la relación, a la no existencia de reiteradas separaciones y a la inexistencia de maltrato
psicológico. El testimonio de Roquelina Zapata, madre de la víctima, tiene especial importancia porque ella
durante los primeros días de la desaparición de Janet fue la que defendía con más ahínco a Minati a quien
consideraba como un hijo. Sin embargo, reconoció los reiterados problemas de pareja, señalando la
judicialización del caso por problemas de alimentos durante una de las separaciones que duró entre seis y
ocho meses. Y también recordó la clausura del baño razón por la cual Janet y su hija debían trasladarse hasta
la casa familiar para higienizarse. Aclaró que el baño se lo clausuraron los padres de Minati y que pretendían
echarla porque nunca la aceptaron. Sintetizó la situación manifestando que “había distanciamiento en la
pareja” pero que vivían en el mismo departamento. Recordó también una salida a bailar de Janet con Romina
Giménez pocos días antes de la desaparición, cosa que a Minati le había disgustado a punto tal que hablaba
muy mal de Romina, a la que descalificaba y le echaba la culpa de todo. En este sentido recordó la testigo
Zapata que en una de las salidas a buscar a Janet luego de desaparecida, Minati le volvió a comentar lo de la
salida a bailar con “esa mina a la que le gusta la joda” (sic).

Como puede verse, el testimonio de Roquelina Zapata pone a la luz una relación de pareja que dista mucho de
la que pretendió dibujar el acusado. Y no es ese testimonio el único puesto que Mauro Zapata, hermano de
Janet, recordó que al comienzo la pareja era normal, pero al poco tiempo empezaron a existir problemas
derivados de que el departamento en que vivían era chico y por cuestiones relacionadas con la actitud
restrictiva de Minati para los gastos de vestimenta de la hija. En una de las ocasiones que se separaron ella fue
a vivir a la casa de una amiga y en otra de las veces le clausuraron el acceso al baño. Afirmó el testigo tener la
convicción de que Minati la intimidaba y señaló que cada vez que él iba a visitar a su hermana el acusado se
ponía molesto y nervioso al punto de que él dejó de frecuentarlos. Dijo, sin embargo, que nunca vio que
existiera violencia física o amenazas, lo que viene a demostrar el grado de objetividad del testigo. Pero
también expuso que la celaba con amistades de toda la vida y que, hasta que ella pudo empezar a trabajar, la
tenía sometida económicamente. Incluso a Minati le molestaba que trabajara vendiendo cosméticos y que
tuviera otro trabajo con un sueldo fijo.

De igual modo la testigo Florencia González Moya afirmó en la audiencia que era amiga de Janet y que cada
vez que se encontraban ella le comentaba que no estaban bien, que estaban separados pero que vivían juntos.
Agregó (cosa que otros testigos también han referido y consta en el audio) que el domingo anterior a la
desaparición de Janet estuvieron las dos en un cumpleaños al que las llevó y las fue a buscar Minati. En el
trayecto, dijo la testigo, Janet hizo referencia a que estaban separados, aunque lo dijo con cierta
superficialidad; y a ello Minati nada dijo. Recordó que cuando desapareció Janet, Minati fue a su casa y luego
de comunicarle la novedad le preguntó “si había otro". Nótese aquí que esa referencia a un tercero se la hizo
Minati a Florencia González cuando él ya había matado a su mujer.

Coincidentemente, la testigo Julieta Garay, amiga de la víctima, hizo referencia a que tenían una “relación
complicada”, que habían estado separados, que ella supo de peleas con insultos y maltrato psicológico. Por
ello le llamaba la atención que él “siempre” la llevaba a todos lados y la traía y que para ella no era por ser
atento sino para tenerla controlada. Agregó que el día 18 de setiembre, fecha en la que se juntó con Janet, ésta
le contó que estaban separados, aunque seguían viviendo juntos. Asimismo, señaló que su amiga le contó que
se mensajeaba con un ingeniero de Malargüe y que tenía miedo de que Damián (por Minati) se hubiera dado
cuenta porque entre los mensajes había fotos “subidas de tono”.

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Por su parte, Romina Giménez (a quien ya he mencionado con anterioridad), compañera de trabajo de la
víctima, dijo durante su declaración que no se trataba de un matrimonio estable y que durante las reiteradas
separaciones seguían viviendo en el mismo inmueble, el que formaba parte de la casa familiar de Minati, a
punto tal que compartían el baño, siendo esa situación la que permitió que le clausuraran el acceso al mismo a
Janet. Agregó que en una ocasión le preguntó por qué no se separaban y Janet le contestó que “porque había
trabajado mucho por su hogar” y había adquirido muchos de los elementos que lo conformaban. La testigo
Giménez agregó dos datos de importancia en relación al tono del desenvolvimiento de la pareja
Minati-Zapata. En primer lugar, recordó que hubo un episodio violento en una ocasión en la que estaban
separados. Llegó ella al trabajo “angustiada y llorando” y le comentó que un muchacho la había dejado a unos
metros y que Damián estaba en la puerta del lugar de trabajo. “Ahí la llamó y mostrándole un arma le dijo que
la iba a matar”. En razón de esa situación Janet estuvo muy mal y no quería volver a la casa. El segundo dato
al que me vengo refiriendo es la afirmación de la testigo en cuanto a que ya sea que estuviesen juntos o
separados, “Minati constantemente la llevaba y la buscaba al trabajo” como forma de controlarla.

De igual modo la testigo referida afirmó que salió a cenar y luego a bailar con Janet, las dos solas, según cree,
el 2 de setiembre. Al salir Janet lo llamó para que Minati las fuera a buscar y sostuvo que, aunque habían
bebido, no estaban alcoholizadas. Y señaló que le llamó mucho la atención que Janet tuvo que explicarle
detalladamente y punto por punto todo lo que habían hecho.

Otro testimonio que desdice la relación normal de pareja entre acusado y víctima es el de Johana Ruiz. Afirmó
que meses antes invitó a un asado a Janet y su marido y que en el curso de la reunión comentaron con Janet la
posibilidad de salir solas y Damián dijo “…en un cajón la iban a velar…” si hacía eso. Se tomó a modo de
broma a pesar de que la relación de pareja no era la mejor y había discusiones por celos, por dinero, por cómo
era ella (desenvuelta, alegre y que siempre llamaba la atención), o por cómo se vestía. Dijo Ruiz que la quería
todo el mundo y eso a él lo molestaba y generaba que hubiese “violencia verbal y psicológica”. Expresó su
creencia de que seguían juntos sólo por la hija.

La crisis de la pareja ya mentada queda acreditada, además, con los dichos de Daniel Núñez Pilot quien
reconoció que durante los meses de agosto y setiembre de 2016 mantuvo contacto con Janet Zapata, amiga de
una hermana suya, con la que había tenido una relación sentimental de cinco o seis meses varios años atrás.
Agregó el testigo que mantuvieron comunicación vía Facebook, intercambiando fotos, alguna en ropa interior:
y que ella le contó que estaba separada, aunque seguían viviendo en la misma casa por la hija. Se le hizo
recordar que la última comunicación que tuvieron no fue el 20 de setiembre sino el 21 (ver fs. 81) y que
estuvieron mensajeándose hasta las 20,49, quedando cortado el contacto a partir de ese momento.

El episodio amenazante mencionado por Johana Ruiz y tomado como broma fue recordado en la audiencia por
el esposo, Marcos González. Puntualizó que en aquella ocasión escuchó a Minati decir “…a cajón cerrado te
van a velar si salís …”.

Tampoco lo deja bien parado a Minati la declaración de Pamela Valladares. Afirmó que cuando desapareció
Janet fue a la casa de Minati y éste le dijo “…vos sabés como es ella…”, “…se debe haber ido con un
hombre…”, cosa que a ella le pareció muy extraña puesto que jamás Janet se iría dejando a su hija Isabella ya
que la adoraba y vivía por ella. Además, Valladares aportó un dato de importancia ya que, con la intención de
ubicar a su amiga, consiguió que un hermano suyo le bajase en su celular tres aplicaciones que permiten
ubicar a otro celular y que las tres “daban como que el celular de Janet estaba en la casa de Minati”. Hizo
referencia también a problemas de pareja a permanentes celos de él y a que “la tenía por p…”. En lo que
concierne a la ubicación del celular de Janet, la afirmación de la testigo concuerda perfectamente con que
Minati ha reconocido en su declaración que tuvo el celular en su poder. Y, sobre todo, concuerda con el
indiscutible hecho de que ha sido la doctora Venier quien, durante el desarrollo del debate aportó la memoria
del referido celular, la que había sido preservada por Minati.

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En lo atinente al valor de los dichos de Minati y al descrédito en que lo dejan los testigos, otro tanto ocurre
con el testimonio de Sebastián Cabrera, padrino de la hija de Minati. Afirmó que era celoso al punto de tenerle
celos al testigo agregando que, estando ya detenido en Contraventores, su familia lo dejó solo y cuando el
testigo concurrió al domicilio familiar a preguntar las razones la hermana de Minati le dijo “dejálo, dejálo, él
sabe lo que ha hecho…”. Es decir, Minati era tremendamente celoso y ya desde el primer momento la
reacción de su propia familia pone de resalto que tenían conocimiento de lo sucedido.

También sobre el carácter sumamente celoso y las separaciones de la pareja hizo precisiones la testigo María
Elba Nieto, conocida por razones de vecindad tanto de Minati como de Janet Zapata.

En suma, no aparece como un buen esposo, cariñoso y protector tanto de su mujer como de su hija y, por el
contrario, los testimonios lo muestran como un hombre serio, callado, introvertido, celoso, capaz de ejercer
violencia psicológica sobre su mujer y agobiarla económicamente al mismo tiempo que le ponía trabas para
que pudiese trabajar. Los episodios de bloqueo del baño son harto elocuentes respecto a los extremos a los que
Minati llegó para presionar a su mujer. No resulta fácil explicar ni entender cómo un hombre hecho y derecho
impida que su mujer y su hija puedan acceder al baño para higienizarse basado en la existencia de problemas,
discusiones o peleas en la pareja. Esto es válido ya sea que la decisión del bloqueo la haya tomado él o haya
sido dispuesta por algún miembro de su familia. Su actitud, tanto en un caso como en el otro resulta
demostrativa de un desprecio enorme por su mujer y por su hija y de ninguna manera lo muestran como
esposo y padre cariñoso y dedicado al bienestar de su familia. La frialdad emocional de la que da cuenta el
informe de fs. 715 y que han referido muchos de los testigos, en particular los familiares de la víctima y las
amigas de ésta, dan razón de aquella actitud absolutamente anormal y despojada de toda afectividad.

Cabe agregar aquí que aquella introversión, seriedad, falta de interés en salidas sociales y carácter celoso
destacados por los testigos, se ven corroborados ampliamente por los informes técnicos que corren agregados
a fs. 472 y 715. Ya en el primero de ellos se destaca que tiene juicio crítico conservado, es consciente y
responsable de sus actos y su relato es claro y coherente manipulando información de manera ganancial. En el
segundo informe mencionado se reitera la condición ganancial del relato, pero se precisa un rasgo que fue
perceptible durante toda su declaración en la audiencia: oculta y manipula información “…de manera
ganancial, direccionando la entrevista a situaciones que lo colocan como víctima de la situación…”, tendiendo
a colocar la responsabilidad en el afuera. Se agregan como rasgos de personalidad, introversión, inmadurez,
impulsividad, hostilidad encubierta, irritabilidad, escasa tolerancia a la frustración, advirtiéndose frialdad
emocional y falta de compromiso emocional. Estos rasgos, unidos a otros que también destaca el informe,
llevan al perito a concluir que puede generar comportamientos que lleven a protagonizar situaciones de riesgo
de violencia.

Yendo ahora al análisis del modo en que se produjo la muerte de Janet Zapata a manos del acusado Minati y
teniendo en cuenta lo que hasta aquí he señalado, afirmo que de ninguna manera se ha probado que Minati
haya reaccionado impulsado por un “impromptus” de furia derivado de advertir los constantes mensajes de su
mujer por celular el día que la mató. Ni por el hecho de que, al revisar el teléfono móvil haya encontrado fotos
subidas de tono. Por el contrario, sus celos persistentes, los reiterados problemas de pareja, las separaciones
anteriores y la que se encontraban cursando al día del hecho, más allá de vivir en la misma casa, ponen de
resalto que la idea de matar ya estaba en la mente de Minati, aún cuando no la había concretado. Al respecto
no puede dejar de tenerse en cuenta que según he relatado, han existido previamente conductas que
demuestran que la idea de muerte rondaba en la cabeza del encartado. La primera, cuando la amenazó de
muerte, arma de fuego en mano, frente a su lugar de trabajo, tal como sostuvo la testigo Romina Giménez. Y
la segunda cuando afirmó que si salía sola la iba a matar, como recordaron Johana Ruiz y Marcos González.
Si algo más debe señalarse en punto a esta cuestión del pretendido raptus de violencia es que le creo a Quiroga
cuando afirmó que días antes de la muerte de la víctima (antes del 20 de setiembre) fue que le encomendaron
hacer un pozo. Y que ya el 20 de setiembre Manzano le ofreció dinero para matar a una mujer.

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Vale decir, la mala relación venía de antaño, la separación era un hecho y por consiguiente Minati no se vio
plenamente sorprendido al salir de “La Barraca” como ha pretendido. Cobra aquí relevancia el dicho de la
testigo Julieta Garay cuando recordó que Janet le había comentado que se mensajeaba con una persona, un
ingeniero de Malargüe (Núñez Pilot); que tenían fotos “subidas de tono” y que tenía miedo de que Damián
(Minati) hubiera visto todo. Es decir, Minati ya tenía sospechas fundadas de que su mujer mantenía relaciones
con un tercero. El mismo se lo dijo a algunas de las testigos (tal como ya he señalado). Y la misma Janet
pensaba que podía haberle visto el contenido de los mensajes y fotos del celular.

Aparece entonces con claridad el móvil que lo llevó matar. La situación que vivía lo fue llevando a la
convicción de que su matrimonio no iba a seguir y por lo tanto ese convencimiento le resultó intolerable y
buscó entonces la forma de castigar a quien consideraba, en primer lugar, como cosa propia y, en segundo
término, como la causante de todo el problema en el que estaba envuelto. Lo dicho, más allá de que la actitud
de Janet el día 21, tanto en “La Barraca” como al salir de allí para ir en auto a lo de Manzano, mensajeándose
reiteradamente con Núñez Pilot, haya sido la gota que colmó el vaso y lo llevó a Minati a concretar la idea que
ya se había formado en su cabeza y que había comenzado a concretar con la hechura de un pozo.

Ahora bien, he formulado ya apreciaciones en cuanto a la credibilidad de los dichos de Quiroga y Minati. En
función de ello he dado por cierto que Minati mató a su mujer, Janet Zapata como derivación de una situación
de crisis persistente de pareja en virtud de la cual estaban en vías de separación. Separación ésta de tal
trascendencia y con carácter de definitividad, que Janet Zapata había comenzado a comunicarse con una
pareja anterior. La idea que rondaba su cabeza lo llevó a contactar a un amigo o conocido de confianza
(Manzano) para que gestionara lo necesario para hacer un pozo en el que enterrar a Janet luego de que Minati
le diera muerte. También doy por ciertas las afirmaciones de Quiroga en cuanto a que hizo el pozo sin saber
para qué era y que lo hizo a requerimiento de Manzano y utilizando la herramienta que éste le proveyó,
enterándose luego de que posiblemente en ese pozo se hubiera enterrado a la víctima, cosa que finalmente
quedó acreditada con el hallazgo del cadáver.

Por otra parte, esas afirmaciones de Quiroga pueden concatenarse perfectamente con lo que dijo Minati en
cuanto a las circunstancias de tiempo y lugar en que mató a su mujer. Dijo que la mató el día 21de setiembre
después de salir de “La Barraca” cosa que concuerda con los datos que aporta la necropsia de fs. 379/381, en
la que se deja constancia de que la muerte tuvo lugar entre tres y siete días antes del comienzo de la necropsia
(26 de setiembre de 2016), es decir, entre el 19 y el 23 de dicho mes y año. Además, Minati, como ya he
dejado expuesto, dijo que la mató luego de un entredicho y forcejeo originado por la posesión del teléfono de
la víctima, utilizando para ello un arma de fuego de su propiedad, con la que le efectuó dos disparos sin poder
precisar detalladamente las circunstancias. Y que luego él procedió a enterrar el cadáver.

Debo ahora hacer referencia a la declaración de Juan Manzano que rola a fs. 997/1000. Él ha pretendido, a
diferencia de lo dicho por Quiroga, que fue el día siguiente al de la primavera, esto es, el 22 de setiembre
cuando llegó Minati a su galpón de papas, nervioso, y le dijo que necesitaba ayuda, “que le diera una mano”
porque había matado a su mujer. Ante ello Manzano afirmó que le dijo que no quería saber nada, que no
quería problemas. Sin embargo, tuvo que reconocer, contradictoriamente, que le dijo que hablara con Quiroga
y que incluso fue él mismo (Manzano) quien llamó a su empleado para ello. Pretendió también,
contradiciendo a Quiroga, que él no participó en la conversación que tuvieron y que vio que luego se fueron
los dos, aunque no sabe si se fueron juntos, agregando que el domingo siguiente (25 de setiembre) se fue de
viaje a Chile por invitación de un amigo, siendo detenido al regreso del vecino país.

Analizando esta declaración, amén de las contradicciones con las de Quiroga y Minati, se advierten
contradicciones internas. Así, luego de afirmar que cuando Minati le pidió ayuda se negó. Sin embargo, dijo
que llamó a su empleado Quiroga para que hablaran del tema. Poco más adelante se contradice y señala que
cuando le solicitó auxilio “…yo me puse nervioso y le dije que se las tomara, que yo no quería saber nada con
eso…”. De igual modo, no parece creíble que, si acababa de enterarse de que Minati había matado a su mujer,

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él mismo llamase a Quiroga para que lo ayude y entretanto él (Manzano) mientras ellos hablaban “…yo me
fui al trabajo mío…” (sic, fs. 997). Asimismo, resulta contradictorio que Manzano afirme que sólo tenía una
relación comercial con Minati, pero a renglón seguido puntualice que conocía a Janet, que sabía que la
relación entre ellos andaba mal y que Minati le había contado que “…sospechaba que le andaba poniendo los
cuernos…” (sic, fs. 997 vta.), aunque más adelante se contradice y a preguntas que le formula el letrado de la
querellante (fs. 998 vta.) sobre los problemas conyugales afirma que “…andaban mal pero nunca me
especificaba…”. Aquella afirmación originaria da la pauta de una relación mucho más cercana y profunda que
una mera relación derivada de actividad comercial, puesto que la experiencia común indica que nadie comenta
con un proveedor de mercadería que la mujer propia le es infiel. En rigor de verdad, queda claro que Minati
fue a verlo a Manzano, ya antes de la muerte de Janet y para hacer el pozo donde enterrarla, como dijo
Quiroga, debido a que entre ellos ha existido una amistad mucho más profunda.

Además, Manzano se contradijo con Minati ya que éste expresamente dijo que cuando le pidió auxilio fueron
los tres hasta donde se hizo el pozo y que la pala utilizada la proporcionó Manzano. Y también se contradijo
con Quiroga puesto que éste recordó el ofrecimiento de quince mil pesos hecho el día de su cumpleaños por
Manzano y que el último nombrado negó en su declaración.

En suma, la declaración de Manzano está constituida por una serie de afirmaciones de contenido ganancial
que tratan de obtener como resultado su total inocencia atribuyendo a Minati y a Quiroga toda la
responsabilidad en lo ocurrido. Sin embargo, como he puesto de resalto, la credibilidad de sus dichos es baja
en tanto y en cuanto se ha contradicho dentro de su misma declaración y ha incurrido en contradicciones con
Quiroga e inclusive con Minati. Además, esa actitud ganancial luce perfectamente factible si se atiende al
informe técnico que rola a fs. 984, en el que se destaca que Manzano “…se presenta con una actitud defensiva
ocultando información y poniendo de manifiesto su desprecio y falta de disposición a respetar los límites”. Se
agrega que “…Muestra tendencia a acomodar la realidad según sus intereses pudiendo manipular
información…”.

Resumiendo entonces lo que he tratado en esta primera cuestión, tengo por cierto que Minati se contactó antes
del 20 de setiembre con Manzano con la finalidad de que en las cercanías del lavadero de papas de éste, se
hiciese un pozo a fin de enterrar a su mujer. Manzano tomó activa colaboración toda vez que aceptó disponer
que un empleado suyo (Quiroga) cavase el pozo sin saber su destino, indicando el lugar en el que debía
hacerse y aportando las herramientas necesarias, concurriendo además junto a Minati, permaneciendo en el
lugar mientras Quiroga llevaba a cabo la tarea y luego volviendo los tres en el auto de Manzano hasta el
lavadero. Luego de ello, ya el 20 de setiembre Manzano, en clara demostración de que conocía no solamente
para qué se había hecho el pozo, sino que además sabía que se ofrecía dinero para consumar el hecho,
concurrió a lo de Quiroga ofreciéndole dinero para matar a una mujer cosa que el último nombrado no aceptó.
Luego de ello, el 21 y en las circunstancias que ya he mencionado, Minati mató a Janet Zapata de dos disparos
y sin que pueda determinarse la fecha exacta, la llevó hasta el lugar en el que estaba el pozo y la enterró en él.

Resta analizar como penúltimo aspecto de esta primera cuestión, si Minati y Manzano han actuado
dolosamente, es decir, con conocimiento y voluntad. Tengo la convicción de que así lo han hecho.

Minati ha tratado de ponerse en una situación casi de inconciencia cuando actuó. Sin embargo, la licenciada
Gema Lara ha sido terminante y lo ha desmentido totalmente. Afirmó que su relato es claro y coherente; que
no hay delirio alguno; que su relato es ganancial, poco preciso y dubitativo cuando se refiere a los momentos
cruciales del hecho, pero que a pesar de ello se coloca como víctima. Agregó que advirtió en Minati hostilidad
encubierta y que ella puede aflorar en situaciones de conflicto sin que exista pérdida de los frenos. Además,
señaló que en la evaluación y con las técnicas habituales no se detectaron signos que pudiesen indicar la
posibilidad de un estado de emoción violenta que perturbase la conciencia o la posibilidad de dirigir las
acciones. En punto a ello destacó que, si bien no se refirió puntualmente al hecho, fue evidente que existió
“tangencialidad en el relato” en el sentido de que lo llevaba hacia donde él quiere a pesar de las preguntas que

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se le formulaban.

Volviendo a la cuestión de la eventual existencia de emoción violenta la Licenciada Lara sostuvo que la
conmoción del ánimo lleva a que el sujeto no sea prolijo y que actúe desorganizadamente.

Las últimas afirmaciones resultan de importancia porque del mismo relato de Minati en la audiencia, más allá
de que intentó hacer creer que no sabe bien en qué momento disparó, sí pudo precisar que disparó dos veces.
Y, fundamentalmente, recordó con precisión todo lo que hizo luego de matar a Janet. A punto tal es esto así
que como ya he señalado, recordó perfectamente que después de estar un rato en el lugar, volvió a su casa, le
preparó la cena a su hija, la acostó y dijo textualmente: “…no dormí pensando en qué iba a hacer…”. Además,
dijo que se llevó el arma, el bolso de su mujer y el teléfono, al que luego le extrajo la memoria, guardándola,
en tanto que el resto delos objetos los tiró en una hijuela. No es esa la conducta de quien actúa en forma
desprolija y desorganizadamente por padecer una conmoción del ánimo

En definitiva, Minati ha actuado dolosamente al causar la muerte de Janet Zapata. Lo ha hecho con conciencia
y libertad de seleccionar la conducta a llevar a cabo.

Por otra parte, Manzano se ha conducido con total conocimiento de los alcances de su intervención en el
hecho y sin ninguna cortapisa o traba a la libertad de toma de decisiones. Ello es así puesto que actuó a pedido
de Minati quien le solicitó como favor que colaborara con él haciendo lo necesario para cavar un pozo,
eligiendo el lugar, ordenando a un empleado que lo hiciera, poniendo a disposición las herramientas
necesarias y llevando y trayendo en su vehículo tanto a Minati como a Quiroga hasta y desde el lugar en el
que se hizo la excavación. Hizo todo lo señalado, no después de la muerte de Janet Zapata, como él y Minati
han pretendido, sino que llevó a cabo aquellas conductas facilitando el posterior accionar de Minati.
Indudablemente no podía desconocer, dado que sabía de la mala relación de la pareja y conocía las sospechas
de Minati respecto a la existencia de un tercero en discordia, que el pedido de excavación del pozo era el paso
previo a la muerte de la víctima. Y si alguna duda pudiese quedar, el hecho de que fue él mismo (Manzano)
quien hizo el ofrecimiento de dinero a Quiroga para que actuara como sicario despeja el horizonte y deja en
claro que actuó dolosamente.

Finalmente, tengo la convicción, por las razones que he dado, que Quiroga al momento de prestar su
intervención en el hecho efectivamente desconocía la finalidad por la que se le pidió que cavara el tantas
veces mencionado pozo en el que fue encontrado el cadáver de Janet Zapata. Cuanto menos, existen fundadas
dudas de que estuviese en conocimiento de que, días después, fuese enterrada allí la infortunada víctima del
sub judice. No hay ninguna prueba que lo señale a él como participando en una actividad preparatoria de un
homicidio. Ningún testigo lo señala de ese modo. Ni siquiera Minati en su poco creíble versión lo apunta
como conociendo previamente que el homicidio iba a cometerse. Dado lo anterior y a diferencia de lo que he
afirmado respecto a Minati y a Manzano, Quiroga debe ser absuelto en esta causa del delito que se le atribuye.

Quedan así expuestas mis razones en lo que concierne a las circunstancias de tiempo, modo y lugar y también
lo relacionado con la participación de los acusados en el hecho objeto del proceso.

Causa N° P- 86.364/16

Se ha traído a debate al acusado Claudio Sebastián Quiroga acusado de ser el autor responsable de los hechos
de los que da cuenta el requerimiento de citación a juicio de fs. 110/115, el que debe tenerse aquí por
reproducido “in totum” en mérito a la brevedad.

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Luego de la audiencia, incorporada en legal forma la prueba oportunamente ofrecida por las partes, tal como
consta en el audio pertinente, el Ministerio Público mantuvo en todas sus partes la acusación, estimando
probados los hechos objeto del proceso y afirmando que la calificación de los mismos es la de Amenazas
simples en concurso real con Lesiones leves dolosas agravadas por el vínculo, en concurso ideal con Lesiones
leves dolosas por mediar violencia de género. En lo atinente a la pena que pretende, la señora Fiscal señaló
que iba a tratar dicha cuestión en forma conjunta con la de la causa conexa en la que también se encuentra
acusado Quiroga.

Por su parte la señora Defensora Oficial expuso las razones por las cuales entendía probados tanto el hecho
como la autoría de su defendido Quiroga. Señaló en tal sentido que la prueba ha sido correctamente analizada
por el órgano acusador y en consecuencia sólo se limitó a solicitar que, atendiendo a las características
personales del acusado y a las circunstancias de tiempo, modo y lugar del hecho, se le imponga una pena de
un año de prisión.

Así las cosas y analizando la prueba rendida, tengo el convencimiento pleno de que los hechos objeto del
proceso se han acreditado más allá de toda duda razonable. En efecto, ya el acta de procedimiento de fs. 1
pone de resalto un detalle pormenorizado de lo ocurrido aquél día 14 de agosto del año 2016. Esas constancias
han sido debidamente ratificadas por el personal policial actuante según se desprende de fs. 3 y 4 de autos.
Los auxiliares Córdoba y Franco no han dudado en exponer su concordancia con lo que se dejó sentado en la
audiencia. El segundo nombrado, como se aprecia en el audio, recordó que a raíz de un llamado del CEO se
constituyeron en el domicilio de calle Martín Zapata 375 de El Algarrobal, departamento Las Heras, siendo
que allí una señora los anotició de que Paola Lourdes González había sido amenazada en ese lugar por el
acusado, manifestándole entre insultos que la iba a matar por haberle sido infiel. Agregó el testigo que cuando
ellos llegaron ya no estaban los actores del entredicho porque el encartado, además, se había llevado a la
víctima a la fuerza en una moto, alejándose del lugar.

A lo dicho cabe agregar el relato que efectúa Paola González (fs. 7/9) en donde, con lujo de detalles expuso
como fue que comenzó la discusión con su pareja. En definitiva, sus dichos no son otra cosa que una
repetición, punto por punto, de aquello que quedó asentado en el acta de procedimiento de fs. 1 y en la
denuncia ut supra mencionada.

Debo señalar además que el informe de examen físico que corre agregado a fs.47 detalla lesiones
perfectamente compatibles con el relato que efectúa la víctima y que surge del acta de procedimiento. Dichas
lesiones, según el facultativo interviniente, por sus características tienen una evolución e incapacidad para el
trabajo inferior a un mes. Debo además señalar que, como bien destacó la doctora Chaler en su alegato
conclusivo, las fotografías agregadas a la causa permiten apreciar con detalle las características de las lesiones
faciales (fs. 11/12).

Se ha probado también la existencia de una relación de pareja entre acusado y víctima a punto tal que tienen
hijos en común. Y, en cuanto a esa relación, el detalle de las amenazas y las frases vertidas por Quiroga son
buena prueba de ella ya que le manifestó a Paola González que la culpable de todo era ella por haberlo
“cuerniado” (sic); luego le dijo a la madre de su pareja que él no se merecía eso que “…le hizo…” (en
referencia a su esposa Paola), para por último decirle a la víctima cuando se encontraban ya en un
descampado hasta el que la había llevado a la fuerza “…si te dejo viva es porque se lo prometí a mis hijos…”.

Finalmente, el informe de fs. 46 pone de resalto la existencia de un relato claro y detallado, destacándose la
ausencia de rasgos de mitomanía. Dicho relato es además indicador de una situación de violencia intrafamiliar
y de género.

Lo hasta aquí señalado me permite afirmar que el día 14 de agosto del año 2016, el acusado Claudio Quiroga
se hizo presente en el domicilio habitado por su esposa Paola Lourdes González y sus tres hijos. Una vez allí

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le pidió que saliera del inmueble para hablar con ella y cuando la mujer salió comenzó a insultarla en alta voz
y a proferir amenazas de muerte en contra de ella. Ante los gritos, del interior de la casa salieron el hijo menor
de la pareja y la madre de la víctima. Quiroga se dirigió hacia su suegra manifestándole que él era buena
persona y que no merecía lo que le había hecho su esposa, refiriéndose a que le habría sido infiel. A pesar de
que el niño y la suegra trataron de tranquilizarlo el acusado golpeó en la frente, la cara y la nariz a su mujer.
En esos momentos le exigió que sacara una moto del interior de la vivienda y cuando el vehículo fue sacado,
volvió a golpear a la víctima, intentando ahorcarla con la remera que vestía (la que se había sacado).
Enfurecido, la obligó a subir a la moto y a conducirla mientras él usaba el acelerador, alejándose del lugar
hasta un descampado en el que prosiguió con las amenazas hasta que advirtió la llegada de un móvil policial,
motivo por el que se dio a la fuga.

Recapitulando, los hechos motivo de acusación, tal como han afirmado la señora Fiscal y la señora Defensora
oficial, han quedado plenamente acreditados más allá de cualquier duda razonable. En otras palabras, la
prueba permite arribar a la certeza como estado subjetivo del Juez que permite el dictado de una sentencia
condenatoria en relación a los hechos cometidos por Claudio Sebastián Quiroga Perrelli y de los que ha
venido acusado.

Lo dicho es lo que entiendo probado más allá de toda duda razonable.

Queda así formulado mi voto en lo concerniente a la primera cuestión en las dos causas que conforman el sub
lite.

Por sus fundamentos, los doctores Carlos Manuel Díaz y Alejandra Ratto adhieren al voto precedente.

SEGUNDA CUESTIÓN

El doctor Jorge A. Coussirat dijo:

Causa N° P- 98.916/16

Respecto al encuadre típico que corresponde a los hechos que he dado por ciertos en esta causa, comienzo por
señalar que me veo precisado a discrepar tanto con la señora Fiscal como con el representante de la parte
querellante. La primera ha postulado que los hechos configuran, en el caso de Minati, autoría del delito de
Homicidio calificado por el vínculo, por configurar femicidio y por el uso de arma de fuego a la letra del
artículo 80 incs. 1° y 12° y artículo 41 bis del Código Penal. Y ha considerado que Manzano y Quiroga
resultan ser partícipes secundarios en los mencionados delitos.

El segundo ha sostenido en cambio que los hechos motivo del proceso se han producido de forma tal que
Minati resulta ser instigador del delito de Homicidio agravado por el vínculo, por constituir femicidio y por
haberse utilizado arma de fuego, en tanto que a Manzano y Quiroga les endilga la coautoría de la muerte de
Janet Zapata resultando el homicidio agravado por el uso de arma y por haberlo cometido por precio.

Mi postura divergente con la de la doctora Chaler resulta parcial. Si bien coincido con ella en que el autor de
la muerte fue Minati y que su conducta homicida se agrava por la existencia del vínculo de pareja, por
configurar femicidio y por haberse utilizado un arma de fuego; y coincido también en la participación
secundaria que le cupo a Manzano, entiendo que no puede endilgársele a éste la agravante de femicidio ni la
del uso de arma de fuego. Volveré sobre ello.

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Por otra parte, discrepo en lo que concierne a la situación de Quiroga. Tengo el convencimiento de que en
manera alguna se ha acreditado que haya participado en el hecho puesto que él, según lo probado, se ha
limitado a hacer un pozo a pedido de su patrón, antes de que ocurriera la muerte de la víctima y sin saber que
la excavación tenía como fin el posterior entierro del cadáver.

Con el doctor Lecour discrepo puesto que habiéndose probado que el autor de los disparos mortales fue
Minati, de ninguna manera puede considerárselo instigador. Y el citado letrado en sus alegatos conclusivos (y
ello consta en el audio), en modo alguno pudo dar razones convincentes de que Manzano y Quiroga fueran
coautores del homicidio de Janet Zapata. No aportó ninguna prueba, ningún elemento de juicio que dé
fundamento a su tesis. En tal sentido no hizo mención alguna respecto a las razones por las cuales los
considera coautores del homicidio.

Explicitando ahora mi postura en lo que concierne a la calificación legal de los hechos, comienzo señalando
que considero a Minati autor del delito de Homicidio triplemente agravado según las previsiones de los
artículos 80 incs 1° y 11° y 41 bis del Código Penal. Las razones de las agravantes del delito de Homicidio se
encuentran en el mayor grado de reproche que merece la conducta del agente debido a que la ejecuta en
alguna de las circunstancias que el artículo 80 regula. Así lo entiende toda la doctrina y buena prueba de ello
es lo que señala Gustavo Aboso con citas de Ricardo Nuñez y Edgardo Donna, entre otros (Aboso, “Código
Penal de la República Argentina”, edit. Euros, Bs. As., segunda edición, 2014, págs. 456 y siguientes)

Reitero mi afirmación que el homicidio cometido por Minati es triplemente agravado. Agravado primero por
cuanto la víctima era su pareja desde años atrás; segundo, porque su modo de accionar constituye violencia de
género y, tercero, porque para la consecución de su finalidad criminosa utilizó un arma de fuego de su
propiedad, efectuando con ella dos disparos, uno de ellos letal.

En el sentido indicado, se ha probado por su propia confesión, que Minati disparó contra su mujer el día 21 de
setiembre del año 2016, pasadas las veinte, luego de que salieran de “La Barraca” y en el trayecto hacia la
casa de Manzano. Se ha probado y por otra parte nadie ha cuestionado, que el arma era de su propiedad y que
la tenía en el interior del vehículo. Se ha probado que los unía una relación de pareja puesto que así lo ha
reconocido el propio Minati y lo han dicho todos los testigos que conformaban el círculo familiar y de
amistades de la víctima. Y también se ha probado la situación de violencia de género como contexto de la
conducta homicida.

Esa violencia ha sido conceptualizada por el sistema normativo argentino y Graciela Medina señala,
comentando la ley N° 26485, que “…es aquella ejercida contra las mujeres por un integrante del grupo
familiar, independientemente del espacio físico donde ésta ocurra, que dañe la dignidad, el bienestar, la
integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, la libertad comprendiendo la libertad
reproductiva y el derecho al pleno desarrollo de las mujeres”. (autora citada, “Violencia de género y violencia
doméstica”, edit. Rubinzal-Culzoni, Bs. As., 2013, pág. 292). En análogo sentido y comentando el texto del
actual artículo 80 inc. 11° se ha dicho que el tipo objetivo de esa figura penal “…consiste en dar muerte a una
mujer mediando violencia de género…”. Y se agrega: “…El término mediare debe ser entendido como una
etapa previa al homicidio…” “Es decir, para que sea aplicable el agravante, la muerte debe estar precedida por
agresiones contra la mujer que reflejen un contexto de violencia de género. El contexto de violencia de género
implica un proceso de vulneración psicológica o física que sufre la víctima durante un período de tiempo
prolongado y que, en estos casos, concluye con su muerte” (Irisarri, Santiago “Violencia contra la mujer”,
edit. Astrea, Bs. As., 2018, págs. 149/150). Si ello es así, todas las apreciaciones que he efectuado al tratar la
primera cuestión vienen a poner de resalto que Minati ejercía violencia familiar o de género victimizando a
Janet Zapata.

Como último aspecto a destacar respecto al encuadre típico de la conducta de Minati, existen variados
elementos que permiten pensar en la posibilidad de la configuración de un homicidio premeditado. Sin

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embargo, teniendo en cuenta que el órgano acusador no ha hecho mención alguna a ello y lo propio ha
acontecido con la parte querellante, he de soslayar tal cuestión evitando de ese modo incurrir en violación de
la garantía de la inviolabilidad de la defensa y la consiguiente imparcialidad del juzgador.

De lo que hasta aquí llevo señalado se desprende sin hesitación alguna que descarto la pretendida emoción
violenta que, sin mayores precisiones desde el punto de vista del análisis jurídico trajo a colación el doctor
Soler en su alegato conclusivo. Digo que no aportó fundamentos válidos ni convincentes puesto que en rigor
de verdad no analizó los extremos que requiere el artículo 81 inc. 1° del Código Penal, ni en lo referido a la
prueba de la existencia de un estado de emoción violenta ni en lo atinente a la excusabilidad de las
circunstancias. Sólo ejemplificó con una anécdota paterna (que consta en el audio) y que, si bien puede tener
algún valor en lo coloquial, carece de todo rigor científico y peso jurídico.

Ahora bien, con respecto a Juan Manzano tengo la convicción de que su aporte lo pone en situación de ser
considerado partícipe secundario del delito de Homicidio agravado por el vínculo a los términos del artículo
80 inc. 1° del Código Penal. Así lo entiendo porque su aporte constituye una de las maneras previstas en la ley
para arrimar elementos que posibilitan la comisión del hecho. Lo considero participe secundario porque en
primer lugar ha existido lo que la doctrina denomina “comunidad de hecho” en tanto y en cuanto Manzano
sabía positivamente que su accionar y su aporte tenían directa relación con la causación de la muerte de Janet
Zapata. Según he dicho, sabiendo para qué se necesitaba la excavación, ordenó a su empleado Quiroga que la
hiciera, eligió el lugar para ello, llevó las herramientas que usó Quiroga, se trasladó hasta en lugar junto a
Quiroga y Minati, dio indicaciones sobre las dimensiones, presenció la apertura del pozo y volvieron luego
hasta el lavadero de papas de su propiedad. Pero, además, días después buscó quien quisiese matar a una
mujer (teniendo en cuenta el contexto no podía ser otra que la víctima de autos) ofreciendo pagar quince mil
pesos por la macabra tarea. De todo ello se desprende no sólo la comunidad del hecho sino también el otro de
los recaudos que se exige a la participación, esto es, la “convergencia intencional” en el sentido de voluntad o
conciencia de intervenir en el hecho común.

Dado lo anterior resulta evidente que en el caso de Manzano su aporte no es inocente y no es insignificante,
sino que, por el contrario, ha sido una colaboración intencional y trascendente. Al respecto y refiriéndose al
tema de los aportes que configuran la participación ha dicho Ricardo Núñez que son “…Esas contribuciones
de todas las maneras en que el hombre puede concurrir con otros al logro del fin delictivo, vale decir: con
comisiones u omisiones, aportes físicos o morales, directos o indirectos, mediatos o inmediatos, principales o
secundarios, anteriores, concomitantes o ulteriores al hecho…” (autor citado, “Derecho Penal Argentino”,
edit. Bibliográfica Omeba, Bs. As., 1964, T° II, pág. 274). Y agrega más adelante refiriéndose a la
complicidad secundaria, que ella exige acuerdo y aporte en el hecho, aunque aclara que el acuerdo en sí
mismo no es punible (obra citada, pág. 295) si no va acompañado del aporte. Y en relación a éste indica “El
aporte debe ser siempre una conducta del agente que signifique una contribución indirecta a la ejecución del
hecho, vale decir, distinta de la ejecución misma. El aporte puede estar representado por contribuciones de la
más distinta índole, por ejemplo: dar consejos o instrucciones a cualquiera de los partícipes sobre el modo,
medios u ocasión de ejecutar el delito; o procurarles los objetos o instrumentos para esos mismos fines…”
(obra citada, pág., 296). En análogo sentido Enrique Bacigalupo conceptualiza a los que él denomina
cómplices no necesarios (autor citado, Lineamientos de la teoría del delito”, edit Astrea, Bs. As., 1974, pág.
127), refiriéndose también allí a los fundamentos de la punibilidad de la participación. También Edgardo
Donna se ocupa de la complicidad en tanto participación secundaria y señala que “…el cómplice es aquél que
interviniendo de cualquier manera en el hecho, sin el dominio funcional ni con las características de autor
idóneo, participa en el hecho de otro y es cómplice”. Y agrega que la complicidad puede consistir no sólo en
ayuda material sino en consejos (autor citado, “Derecho Penal. Parte General”, edit. Rubinzal-Culzoni, Bs.
As., 2009, T° V, págs. 428/29).

Según los autores señalados, no cabe duda alguna en cuanto a que Manzano es partícipe secundario en
Homicidio agravado a la letra del artículo 80 inc.1°. Lo es porque conociendo las intenciones de Minati,

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aconsejó sobre el lugar conveniente para construir el pozo, indicó las dimensiones del mismo, aportó las
herramientas para hacerlo, llevó al operario hasta el lugar, constató la excavación y luego volvieron juntos al
lugar inicial. Ese aporte, previo a la consumación del homicidio indiscutiblemente puso a Minati en mejor
situación para el objetivo perseguido.

Dicho lo anterior, a pesar de que considero a Manzano cómplice secundario en el homicidio que acabó con la
vida de Janet Zapata, entiendo que la única agravante que lo alcanza es la que deviene de la relación parental
entre Minati y la víctima. En efecto, de su propia declaración surge que él conocía que eran pareja estable, así
como conocía las serias dificultades de la relación entre ellos. Vale decir, cuando ofreció su aporte sabía que
contribuía a la causación de la muerte de Janet Zapata a manos de quien era su pareja y con la que incluso
sabía que tenía una hija. Dicho esto, debo afirmar que a Manzano no puede atribuírsele ni la agravante del uso
de arma de fuego ni la de violencia de género. Ello es así puesto que, si bien sabía del propósito de causar la
muerte de la víctima, no se ha acreditado que supiese que ello iba a ocurrir como consecuencia de la
utilización de un arma de fuego. Y del mismo modo, tampoco se ha probado que tuviese conocimiento de la
situación de violencia familiar dentro de la que se hallaba inmersa la mujer de Minati. Repito entonces,
solamente cabe responsabilizarlo como partícipe secundario en el delito de Homicidio calificado por el
vínculo según lo regulado por los artículos 80 inc.1° y 46 de la ley penal de fondo.

Finalmente, y según lo que he venido señalando, si Claudio Quiroga sólo ha cavado un pozo a pedido de su
patrón, sin tener conocimiento del fin al que estaba destinado, ninguna duda cabe que su aporte material
carece de los elementos del tipo subjetivo del artículo 46 del Código Penal. Y lo mismo cabe decir en cuanto a
la posibilidad de considerarlo encubridor. Su falta de conocimiento, según lo he expuesto al tratar la primera
cuestión, convierten a su conducta en atípica según lo destacó con acierto su defensora doctora Ximena
Morales en su claro y preciso alegato. En definitiva, por ello es que he señalado en la primera cuestión que
debe ser absuelto, al menos por encontrarse incurso en una situación en la que debe beneficiarlo el principio in
dubio pro reo que contempla el artículo 2 del Código Procesal Penal.

Causa N° P- 86.364/16

En lo que concierne a la calificación legal que a los hechos corresponde, las partes han concordado en que
ostentan la calidad de típicos y constituyen tanto un concurso real como también uno ideal.

Llevan razón puesto que la conducta de Quiroga Perrelli permite afirmar que ha generado la lesión de dos
bienes jurídicos penalmente tutelados. En primer lugar, al inicio del altercado, sus frases en las que expresó
que iba a matar a Paola Lourdes González, unidas a su actitud violenta, han lesionado indudablemente la
libertad de la víctima ya que han sido aptas para alarmar y causar amedrentamiento a quien ha sufrido tales
manifestaciones agresivas. No puede negarse que las susodichas amenazas de muerte, en un contexto de
violencia de género como el que menciona el informe psicológico, tienen la capacidad suficiente para generar
alarma en quien las recibe. Se trata pues de un caso típico de delito de Amenazas simples.

Con ellas se da un concurso real de delitos a la letra del artículo 55 del Código Penal puesto que la integridad
física de la víctima también ha sufrido menoscabo. Y ese menoscabo deriva de que, en el mismo contexto de
acción, Quiroga no se limitó a expresar las frases amenazantes sino que le propinó diversos golpes que le han
ocasionado a Paola González las lesiones de las que da cuenta el informe médico de fs. 47. Estas lesiones
revisten el carácter de leves por su entidad pero se ven agravadas por el vínculo de pareja que unía al acusado
con la víctima. A su vez, las referidas lesiones se han dado, como ya señalé, en un contexto de violencia de
género, lo que como concordantemente han señalado la doctora Chaler y la doctora Morales, constituyen un
concurso ideal a los términos del artículo 54 de la ley penal de fondo.

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En suma, Quiroga debe ser considerado autor de los delitos de Amenazas simples en concurso real con
Lesiones leves dolosas agravadas por el vínculo, a su vez en concurso ideal con Lesiones leves dolosas por
mediar violencia de género. Todos ellos según las previsiones de los artículos 149 bis, primer párrafo, primer
supuesto; 55, 89 en función con el 92, 80 incs. 1° y 11° y 54 del Código Penal.

Del modo predicho, dejo articulado mi voto en lo que concierne a la segunda cuestión en las dos causas
traídas a juzgamiento.

Por sus fundamentos, los doctores Carlos Manuel Díaz y Alejandra Ratto adhieren al voto que antecede.

TERCERA CUESTIÓN

El doctor Jorge A. Coussirat dijo:

Causas N° P- 98.916/16 y P- 86.364/16

Señalo ante todo que he de tratar en conjunto la pena que corresponde imponer en las dos causas porque,
aunque Quiroga es el único involucrado en la segunda de ellas, la doctora Chaler señaló que iba a tratar el
tema de la pena en forma conjunta debido a esa circunstancia y las demás partes asintieron sin objeciones.

Respecto a la pena a aplicar en el caso concreto, la situación procesal de cada uno de los condenados debe ser
tratada de manera individualizada a fin de cumplir con los requerimientos de los artículos 40 y 41 del Código
Penal.

En lo que concierne a Cristian Damián Minati Krier, teniendo en cuenta la naturaleza de la pena prevista para
el delito por el que se lo condena, poco puede señalarse. En efecto, el artículo 80, para cualquiera de los tipos
penales que prevé, establece la pena de prisión perpetua sin permitir ninguna opción de pena temporal salvo
en su último párrafo, para los casos del inc. 1°, habiendo quedado claro que esa especial situación no se ha
dado en el sub lite, a punto tal que ninguno de sus letrados defensores la ha traído a colación. Por lo tanto,
solamente cabe imponer a Minati Krier la pena de prisión perpetua tal como han solicitado la señora Fiscal y
el doctor Lecour en sus alegatos conclusivos. En otras palabras, en razón de que la conducta de Minati Krier
queda atrapada tanto por los incisos 1° y 11° del artículo 80, como por las previsiones del artículo 41 bis del
Código Penal, sólo puede concluirse en la imposición de la pena de prisión perpetua.

Respecto a Juan Orlando Manzano Becaccesi, he dicho que resulta autor del delito de Homicidio agravado por
el vínculo en grado de cómplice secundario. Resultan entonces de aplicación las previsiones de los artículos
80 inc.1° y 46, último párrafo del Código Penal. De esto deriva que la escala penal dentro de la que debe
llevarse a cabo la individualización judicial de la pena parte de un mínimo de diez años y alcanza a un
máximo de quince. Desde el aspecto objetivo, Manzano ha tomado parte en un hecho de los más graves que
pueden cometerse. Cierto es que su intervención ha sido secundaria pero no es menos cierto que ha actuado
con frialdad, con desprecio por la vida ajena y guiado solamente por una muy mal entendida lealtad hacia un
amigo. Queda claro que su aporte, si bien desde el punto de vista jurídico encuadra en el tipo del artículo 46,
lo que amengua el reproche, además queda de alguna manera constreñido por el hecho de que Minati tenía
decidida la muerte de su mujer y que de todos modos hubiese buscado el modo de cumplir con su miserable
objetivo.

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Por otra parte, y desde el aspecto subjetivo, Manzano es un hombre de edad madura (49 años a la fecha del
hecho), de muy escaso nivel socio-cultural y menguado nivel educativo dado que sólo terminó la escuela
primaria. Al respecto cabe señalar lo que se expone en la Exposición de Motivos del Proyecto de 1891 que fue
el que incluyó a la educación como uno de los parámetros mensuradores de la pena. Se dijo allí: “…no se
discute la influencia de la buena educación en el desarrollo de la moralidad y de las sanas tendencias del
individuo…Tampoco se discute el influjo pernicioso y el poder desmoralizador de la mala educación”.

A ello debe agregarse que se trata de un hombre con familia constituida, padre de dos hijos, arraigado en el
medio y con profesión de comerciante establecido. Además, según consta en autos, no tiene antecedentes
penales y es ésta su primera condena (fs. 1266/1267). En definitiva, todos estos parámetros de tono subjetivo,
resultan minorantes y tienden a dejar en claro que el grado de reproche que estimo merece Manzano por su
accionar debe concretarse en la pena de diez años de prisión.

Bueno es recordar en este punto palabras de Hilda Marchiori (“Las circunstancias para la individualización de
la pena”, en Opúsculos de Derecho Penal y Criminología, N° 3, edit. Marcos Lerner, Córdoba) cuando señala
que dos son los parámetros en base a los cuales debe determinarse la pena concreta. Primero, las
circunstancias referidas a la conducta delictiva. Segundo, la personalidad del delincuente. Y en su análisis
afirma que es necesario tener una visión integral de todos los elementos que señala el artículo 41 porque es la
única forma de fijar un reproche que cumpla con las finalidades de la pena.

En el sub examen, además de lo ya dicho, no puedo dejar de tener en cuenta que la participación secundaria de
Manzano lo es en un hecho de suma gravedad. Pero no puede olvidarse tampoco que la entidad de su aporte al
daño que el delito ha causado es de baja intensidad. Y en lo atinente a la peligrosidad, bien recuerda Marchiori
en su obra recién citada (pág. 29) que no es lo mismo un joven que incurre en un delito grave luego de
presentar reiterados desbordes y problemas de conducta que un hombre de edad madura que comete un delito
sin que antes se hubiese encontrado en una situación irregular y que, según lo probado, nunca antes ha
transitado el camino del delito.

Resta analizar la situación de Claudio Sebastián Quiroga Perrelli con el objetivo de determinar la pena que
corresponde imponerle. Debo iniciar puntualizando que necesariamente debo apartarme de la pretensión de la
Fiscalía por cuanto en la primera de las causas he votado por la absolución por el beneficio de la duda,
quedando entonces únicamente en pie la condena en la segunda de las causas y por los delitos que he dejado
sentados al tratar la segunda cuestión, esto es, Amenazas simples en concurso real con Lesiones leves dolosas
agravadas por el vínculo en concurso ideal con Lesiones leves dolosas mediando violencia de género. El
concurso de delitos que queda así conformado determina una escala penal que parte de un mínimo de seis
meses y alcanza a un máximo de cuatro años.

Dentro de esa escala estimo justa la pena de un año de prisión de efectivo cumplimiento. A tal conclusión me
lleva el hecho de que Claudio Quiroga es un hombre joven (32 años al momento del hecho), con una familia
conformada por su mujer y tres hijos, en la que existen graves disfuncionalidades, cosa que le ha generado no
sólo la judicialización sino también denuncias. Además, es un hombre inculto, con muy escaso nivel
educativo, sin trabajo estable ya que medra con el escaso dinero que obtiene de “changas”. A lo dicho debe
agregarse que es un hombre estragado por el alcohol y las drogas según lo ha manifestado su propia esposa
(Paola González) en el curso de su testimonio. Si bien es cierto que tiene ya dos condenas anteriores, no puede
dejar de tenerse en cuenta que el hecho que motiva hoy su condena deriva de su conflictiva relación familiar y
dado el contexto en que su conducta fue desplegada, resulta claro que configura un exceso en cuanto a obtener
estabilidad en la relación de pareja. Ya en el requerimiento acusatorio se advierte que actúa herido por una
supuesta infidelidad, al punto de que le reclama por ello a su propia suegra, frente a su esposa. Y luego,
teniendo a su mujer a su merced, se limita gritarle la amenaza de que no la mata porque se lo ha prometido a
sus hijos. Lo dicho pone de resalto que en el caso concreto la peligrosidad demostrada, si bien existe, no es de
elevado grado.

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Es este el contenido de mi voto en lo que concierne a la tercera cuestión.

Por sus fundamentos los doctores Carlos Manuel Díaz y Alejandra Ratto adhieren al voto del señor Ministro
preopinante.

CUARTA CUESTIÓN

El doctor Jorge A. Coussirat dijo:

Resultando condenatoria la presente sentencia con respecto las personas sometidas a proceso, estimo que se le
deben imponer las costas del mismo a MINATI KRIER y MANZANO BECACECCI conforme al art. 29
inc. 3º del Código Penal, a tenor de lo establecido en el art. 556 del Código Procesal Penal (ley 6.730).

Frente a la conclusión absolutoria respecto de QUIROGA PERRELLI a la que se arriba en la respuesta a la


primera de las cuestiones planteadas en autos principales N° P-98.916/16 no corresponde imposición de
costas al imputado. Respecto de los autos acumulados N° P-86.364/16 no obstante resultar condenatoria la
sentencia dictada contra el imputado de mención, habiendo sido asistido en el ejercicio de su defensa por un
Defensor Oficial, estimo se debe EXIMIR del pago de costas del presente juicio al mismo, conforme los Arts.
556 y 557 de la Ley N° 6.730, Código Proce−sal Penal.

Asimismo existe una labor profesional desarrollada por los Doctores Lucas Patricio F. SOLER y Gemina
VENIER defensores de MINATI KRIER; Esteban GIRONE defensor de MANZANO BECACECCI, Lucas
LECOUR, Juan DANTIACQ y Mercedes DUBERTI en representación del querellante particular
ROQUELINA ELIZABETH AVILA, la que ha sido valuada por el Tribunal y deberá ser satisfecha por los
beneficiarios de la misma (art. 585 del C.P.P., Ley N° 3.641).

Así VOTO en lo referido a la cuarta cuestión.

Por sus fundamentos los doctores Carlos Manuel Díaz y Alejandra Ratto adhieren al voto que precede.

Por lo que quedaron redactados los fundamentos de la Sentencia N° 164 cuya parte resolutiva obra a fojas
1336/1337 de los presentes Autos N° P-98.916/16.

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OGAP Tribunal Colegiado Segundo

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