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El socialismo cubano según Descemer

Borrador

La cuestión económica parece ser, de acuerdo con los muchos reflectores que la enfocan y su
intensidad, lo más urgente en la agenda de la sociedad cubana. Allí se entrecruzan factores
decisivos como la dualidad monetaria y cambiaria, la reforma salarial en el sector presupuestado
de la economía, la inversión extranjera y la concreción de una política razonable y definitiva hacia
el sector privado.

El hecho de que no se haya avanzado lo suficiente en su solución, se explica en su componente


político, marcado por la intención de mantener la orientación socialista del Estado. Ello implica no
alterar ciertas configuraciones como el acceso justo a bienes y servicios o la distribución de la
riqueza. En contraposición, y en una apuesta por garantizar el anhelado crecimiento económico,
hace años se viene extendiendo la invitación —vía Deng Xiaoping— a pensar que al socialismo le
sirve cualquier traje siempre y cuando genere eficiencia productiva, empleo y aumento en los
ingresos.

Los sensores del capital político de la Revolución Cubana no muestran los indicadores alcanzados
en sus primeras décadas, necesarios para rescatar y aplicar los principios de una verdadera
transformación de la sociedad. Hoy, utilizar “la palanca del interés material” para potenciar la
economía en todos sus niveles resulta ineludible. Entender lo que esto significa desde el plano
político-ideológico es vital para cualquier análisis sobre la transición socialista cubana, porque no
habría otra manera de llegar a la meta que no implique asumir la tesis guevariana —defendida
también por Fidel— acerca de la cardinalidad del factor subjetivo.

Ergo, el tipo de sociedad que nos estamos planteando es el mejor acuerdo o contrato social que
se puede lograr en el contexto actual. Se ha entendido que, o aceptamos que nuestro camino al
socialismo será impuro e imperfecto, o no sobrevivirá esta aventura a la terca realidad. Se trata de
reubicar la frontera con el capitalismo, un proceso que demanda una discusión abierta y franca
porque no hay consenso en las coordenadas finales.

El escenario político al cual se expone el país pudiera explicarse con los bandazos de la obra de
un artista descomunal como Descemer Bueno, que se debate entre la música que hace bailar el
alma o la que solo invita a mover los pies. Un día lanza “Preciosa”, y al otro nos sorprende con “La
Moto”. Siguiendo esta línea, el socialismo cubano desembocaría en una suerte de remix o fusión
donde el género musical que aporte la base lo determinará todo. Ya sabemos que el resultado
final no será fetén, pero si el socialismo —de alguna manera— sobrevive, el sacrificio habrá valido
la pena.

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