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Ecumenismo: alguna nociones de eclesiología

P. Luis Montes VE
Para entender la noción de ecumenismo de la Iglesia es necesario conocer lo que
enseña la Iglesia sobre Sí misma. Muchas veces las incomprensiones se deben a
desconocimiento de las verdades básicas. Damos aquí algunos elementos tomando
textos del Magisterio.

Algunas nociones sobre la Iglesia

Enseña el Concilio Vaticano II, en el decreto Unitatis Redintegratio:

Unidad y unicidad de la Iglesia

Después de levantado en la cruz y glorificado, el Señor Jesús envió el Espíritu que


había prometido, por medio del cual llamó y congregó al pueblo de la Nueva Alianza,
que es la Iglesia, en la unidad de la fe, de la esperanza y de la caridad, como enseña
el Apóstol: Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como habéis sido llamados a una
sola esperanza, la de vuestra vocación. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo
(Eph 4,4-5).

Para establecer esta su santa Iglesia en todo el mundo hasta el fin de los siglos,
Cristo confió al Colegio de los Doce el oficio de enseñar, gobernar y santificar. Entre
ellos eligió a Pedro, sobre el cual, después de la confesión de fe, decretó edificar su
Iglesia; a él le prometió la llave del reino de los cielos y le encomendó, después de la
profesión de su amor, el confirmar a todas las ovejas en la fe y el apacentarlas en la
perfecta unidad, permaneciendo eternamente Jesucristo mismo como piedra angular
definitiva y pastor de nuestras almas.

Jesucristo quiere que por medio de los Apóstoles y de sus sucesores, esto es, los
Obispos con su cabeza, el sucesor de Pedro, por la fiel predicación del Evangelio y
por la administración de los sacramentos, así como por el gobierno en el amor,
operando el Espíritu Santo, crezca su pueblo; y perfecciona así la comunión de éste
en la unidad: en la confesión de una sola fe, en la celebración común del culto divino
y en la concordia fraterna de la familia de Dios.

Este es el misterio sagrado de la unidad de la Iglesia en Cristo y por Cristo, obrando


el Espíritu Santo la variedad de las funciones. El supremo modelo y supremo
principio de este misterio es, en la trinidad de personas, la unidad de un solo Dios
Padre e Hijo en el Espíritu Santo (UR 2).

Ya desde los comienzos surgieron escisiones en esta una y única Iglesia de Dios, las
cuales reprueba gravemente el Apóstol como condenables; y en siglos posteriores
nacieron disensiones más amplias, y Comunidades no pequeñas se separaron de la
plena comunión de la Iglesia católica, a veces no sin culpa de los hombres de una y
otra parte.

Las Iglesias y Comunidades separadas, aunque creemos que padecen deficiencias, de


ninguna manera están desprovistas de sentido y valor en el misterio de la salvación.
Porque el Espíritu de Cristo no rehúsa servirse de ellas como medios de salvación,
cuya virtud deriva de la misma plenitud de gracia y de verdad que fue confiada a la
Iglesia católica.

Sin embargo, los hermanos separados de nosotros, ya individualmente, ya sus


Comunidades e Iglesias, no disfrutan de aquella unidad que Jesucristo quiso dar a
todos aquellos que regeneró y convivificó para un solo cuerpo y una vida nueva, y
que la Sagrada Escritura y la venerable Tradición de la Iglesia confiesan. Porque
únicamente por medio de la Iglesia católica de Cristo, que es el auxilio general de
salvación, puede alcanzarse la total plenitud de los medios de salvación. Creemos
que el Señor encomendó todos los bienes de la Nueva Alianza a un único Colegio
apostólico, al que Pedro preside, para constituir el único Cuerpo de Cristo en la
tierra, al cual es necesario que se incorporen plenamente todos los que de algún
modo pertenecen ya al Pueblo de Dios. Este pueblo, durante su peregrinación
terrena, aunque permanezca sometido al pecado en sus miembros, crece en Cristo y
es guiado suavemente por Dios, según sus secretos designios, hasta que llegue gozoso
a la entera plenitud de la gloria eterna en la Jerusalén celestial (3).

Nos dice la Declaración Dominus Iesus:

Los fieles están obligados a profesar que existe una continuidad histórica —radicada
en la sucesión apostólica— entre la Iglesia fundada por Cristo y la Iglesia católica: «
Esta es la única Iglesia de Cristo [...] que nuestro Salvador confió después de su
resurrección a Pedro para que la apacentara (Jn 24,17), confiándole a él y a los
demás Apóstoles su difusión y gobierno (cf. Mt 28,18ss.), y la erigió para siempre
como « columna y fundamento de la verdad » (1 Tm 3,15). Esta Iglesia, constituida y
ordenada en este mundo como una sociedad, subsiste [subsistit in] en la Iglesia
católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él
».Con la expresión « subsitit in », el Concilio Vaticano II quiere armonizar dos
afirmaciones doctrinales: por un lado que la Iglesia de Cristo, no obstante las
divisiones entre los cristianos, sigue existiendo plenamente sólo en la Iglesia católica,
y por otro lado que « fuera de su estructura visible pueden encontrarse muchos
elementos de santificación y de verdad »,ya sea en las Iglesias que en las
Comunidades eclesiales separadas de la Iglesia católica. Sin embargo, respecto a
estas últimas, es necesario afirmar que su eficacia « deriva de la misma plenitud de
gracia y verdad que fue confiada a la Iglesia católica ».

Existe, por lo tanto, una única Iglesia de Cristo, que subsiste en la Iglesia católica,
gobernada por el Sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él. Las
Iglesias que no están en perfecta comunión con la Iglesia católica pero se mantienen
unidas a ella por medio de vínculos estrechísimos como la sucesión apostólica y la
Eucaristía válidamente consagrada, son verdaderas iglesias particulares. Por eso,
también en estas Iglesias está presente y operante la Iglesia de Cristo, si bien falte la
plena comunión con la Iglesia católica al rehusar la doctrina católica del Primado,
que por voluntad de Dios posee y ejercita objetivamente sobre toda la Iglesia el
Obispo de Roma.

Por el contrario, las Comunidades eclesiales que no han conservado el Episcopado


válido y la genuina e íntegra sustancia del misterio eucarístico, no son Iglesia en
sentido propio; sin embargo, los bautizados en estas Comunidades, por el Bautismo
han sido incorporados a Cristo y, por lo tanto, están en una cierta comunión, si bien
imperfecta, con la Iglesia. En efecto, el Bautismo en sí tiende al completo desarrollo
de la vida en Cristo mediante la íntegra profesión de fe, la Eucaristía y la plena
comunión en la Iglesia.
« Por lo tanto, los fieles no pueden imaginarse la Iglesia de Cristo como la suma —
diferenciada y de alguna manera unitaria al mismo tiempo— de las Iglesias y
Comunidades eclesiales; ni tienen la facultad de pensar que la Iglesia de Cristo hoy
no existe en ningún lugar y que, por lo tanto, deba ser objeto de búsqueda por parte
de todas las Iglesias y Comunidades ». En efecto, « los elementos de esta Iglesia ya
dada existen juntos y en plenitud en la Iglesia católica, y sin esta plenitud en las otras
Comunidades ». « Por consiguiente, aunque creamos que las Iglesias y Comunidades
separadas tienen sus defectos, no están desprovistas de sentido y de valor en el
misterio de la salvación, porque el Espíritu de Cristo no ha rehusado servirse de ellas
como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de la gracia y de
la verdad que se confió a la Iglesia ».

Tenemos entonces que Cristo fundó su Iglesia sobre Pedro y los apóstoles. A esta
Iglesia confió la plenitud de los medios de salvación. Esta Iglesia Universal vive en
las “Iglesias Particulares” es decir las Iglesias locales congregadas en torno a su
Obispo.

La Iglesia Universal es anterior, ontológicamente anterior, a todas las Iglesias


particulares. Cuando nace la Iglesia universal había sólo una Iglesia particular, la de
Jerusalén.

Con el correr de los siglos posteriores nacieron disensiones, y Comunidades no


pequeñas se separaron de la plena comunión de la Iglesia católica.

Algunos de estos grupos siguieron reunidos en torno a un obispo por lo que se


convirtieron en “iglesias particulares no en plena comunión con la Iglesia Universal”,
mientras que otros grupos al perder la sucesión apostólica y por ende el episcopado,
no pueden ser propiamente llamadas iglesias, y así las denominamos “comunidades
eclesiales”.

Es por eso que el Concilio afirma que “la Iglesia Católica subsiste en la Iglesia
Católica”. El término “subsiste” tiene, en este contexto, una significación más amplia
que “es”. Le da especial riqueza a este tema, y nos permite explicar el ecumenismo.
Significa que en la Iglesia Católica se encuentran todos los elementos de salvación y
significa también que en otras iglesias se encuentran también algunos medios, aunque
no plenos, de salvación.

En la medida en que estos elementos se encuentran en las demás Comunidades


cristianas, la única Iglesia de Cristo tiene una presencia operante en ellas.
Tenemos la Iglesia Católica y otras iglesias particulares que tienen con la Iglesia
Católica una unión parcial y en la medida en que tengan más o menos elementos de
verdad, (en las iglesias ortodoxas hay más elementos de verdad que en las
comunidades protestantes) la Iglesia de Cristo tiene una presencia operante en ellas.

Fuera de la comunidad católica no existe el vacío eclesial.

En cuanto al término “iglesias hermanas” nos enseña la Congregación para la


Doctrina de la Fe:

En sentido propio, Iglesias hermanas son exclusivamente las Iglesias particulares (o


las agrupaciones de Iglesias particulares: por ejemplo, los Patriarcados y las
Metropolías). Debe quedar siempre claro, incluso cuando la expresión Iglesias
hermanas es usada en este sentido propio, que la Iglesia universal, una, santa,
católica y apostólica, no es hermana sino madre de todas las Iglesias particulares.

Se puede hablar de Iglesias hermanas, en sentido propio, también en referencia a


Iglesias particulares católicas y no católicas; y por lo tanto también la Iglesia
particular de Roma puede ser llamada hermana de todas las Iglesias particulares.
Pero, como ya ha sido recordado, no se puede decir propiamente que la Iglesia
católica sea hermana de una Iglesia particular o grupo de Iglesias. No se trata
solamente de una cuestión terminológica, sino sobre todo de respetar una verdad
fundamental de la fe católica: la de la unicidad de la Iglesia de Jesucristo. Existe, en
efecto, una única Iglesia, y por eso el plural Iglesias se puede referir solamente a las
Iglesias particulares.

En fin, se debe también tener presente que la expresión Iglesias hermanas en sentido
propio, como es testimoniado por la Tradición común de Occidente y Oriente, puede
ser aplicada exclusivamente a aquellas comunidades que han conservado
válidamente el Episcopado y la Eucaristía.

Entre estas “iglesias particulares” y “comunidades eclesiales” se destacan:

1- Ortodoxos: con el cisma al comienzo del segundo milenio.


2- Antes de ellos un grupo grande se separa: “Antiguas Iglesias Orientales”, que
respondieron a los Concilios de Calcedonia y Efeso. Por ejemplo la Iglesia copta,
Asirios, Armenios, Etíopes.
3- Reforma protestante.

En cuanto que se separaron son “cismáticos”. En cuanto que se apartaron de algunos


dogmas de la Iglesia Católica, se les llama “herejes”. Aunque es cierto que estudiando
a fondo el problema se descubre que muchas veces, las diferencias más que
doctrinales fueron culturales. En muchos casos hubo incomprensión en cuanto a los
términos. El problema empeora por actitudes intransigentes de ambas partes.

Las dos primeras son Iglesias particulares (ortodoxa y antiguas Iglesias orientales),
que se apartaron de la comunión. No son Iglesias hermanas en comparación con la
Iglesia universal, son hijas de ella.
Pero los protestantes perdieron la sucesión apostólica. No tienen obispos y por lo
tanto no tienen sacerdotes, ni sacramentos, por eso no son Iglesias particulares, son
“comunidades eclesiales”.

De los protestantes (principalmente) se desprenden las sectas, no son comparables con


las anteriores y ni siquiera con las comunidades eclesiales de la que salieron. Son
grupos más bien fanáticos, fundamentalistas, que se apartaron de los protestantes y
que ahora en la mayoría de los casos ya no son cristianos. Ser cristiano significa creer
en la Trinidad y la Encarnación.

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