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CAUSAS DE LA TUBERCULOSIS

El contagio de tuberculosis ocurre cuando la persona sana inhala microscópicas gotas de


saliva procedentes del enfermo (llamadas aerosoles), que se generan cuando este tose o
estornuda. Estas gotas con bacterias tienen un tamaño muy pequeño y llegan a zonas
profundas del pulmón de la persona sana, donde podrían proliferar dando lugar a la
enfermedad. Aunque el pulmón es el principal órgano en el que se desarrollan los daños,
hay otras localizaciones del organismo que pueden verse afectadas (ver apartado tipos de
tuberculosis).

En los lugares espaciosos, bien ventilados o al aire libre, el contagio es complicado. Esto
se debe a que, aunque las gotitas minúsculas pueden quedar suspendidas cierto tiempo
en el aire, terminan por diseminarse y perder su capacidad infectiva. Pero en los lugares
cerrados, mal ventilados, estas gotas pueden acumularse en el ambiente, alcanzando una
gran concentración y facilitando así la inhalación de las mismas. Es por este motivo que
en las regiones o zonas en las que se vive en condiciones de pobreza o hacinamiento es
más plausible el contagio de tuberculosis.

Aunque hay factores que determinan la probabilidad del contagio, como las horas
compartidas con el paciente en espacios cerrados, la virulencia de la bacteria
(Mycobacterium tuberculosis), o la propia susceptibilidad de la persona sana, se acepta
que contraer la enfermedad no es fácil, y que hace falta un contacto prolongado para que
exista un riesgo real de contagio (de manera orientativa, se suelen determinar unas seis
horas).

No todo el que contrae la bacteria desarrollará la enfermedad. Se calcula que el 90% de


los pacientes permanecerán sin desarrollarla, ya que su sistema inmunitario conseguirá
destruir las bacterias o mantenerlas controladas (infección latente). Sin embargo, estas
personas darán positivo en las pruebas de contacto con la bacteria.

Solo el 10% de las personas que sufren el contagio enfermará. La manifestación de la


enfermedad suele acontecer en los dos años posteriores al contagio (la bacteria crece
muy lentamente). Si en ese tiempo no se producen síntomas de tuberculosis, el riesgo
disminuye, pero no desaparece nunca; aumentando de nuevo en edades avanzadas, o
ante la aparición de enfermedades que comprometan el sistema inmunitario del paciente.

Precisamente, las personas que padezcan alguna enfermedad que haya debilitado su
sistema inmune (seropositivos, diabéticos, etcétera), los afectados de malnutrición, los
ancianos y los niños son los grupos poblaciones con mayor riesgo de contagio de
tuberculosis activa.
TUBERCULOSIS

La tuberculosis (TB) es una infección producida por una bacteria de la familia de las
micobacterias; principalmente, Mycobacterium tuberculosis (aunque hay otras
micobacterias que pueden producir la enfermedad: Mycobacterium africanum, M. bovis,
M. canetti, y M. microti). Habitualmente provoca tos, fiebre, expectoración, en ocasiones
con sangre, cansancio e incluso pérdida de peso.

La tuberculosis también es conocida como bacilo de Koch, en referencia a su forma


alargada y a su descubridor, Robert Koch, que consiguió, en 1882, aislar la bacteria de las
flemas expulsadas por los pacientes con síntomas similares. De esta forma, pudo
demostrar que era contagiosa y, separando a estos pacientes de las personas sanas (la
conocida cuarentena) se impedía la diseminación de la bacteria.

Hablar de tuberculosis hoy en día nos retrotrae a tiempos pasados, pero, aunque se trata
de una infección prevenible, es todavía la segunda enfermedad infecciosa más importante
a nivel mundial (tras el SIDA) y una de las que más muertes produce, a pesar de los
adelantos en el diagnóstico y la eficacia de los tratamientos. Según datos de la
Organización Mundial de la Salud (OMS), se calcula que en 2013 enfermaron de
tuberculosis más de 8 millones de personas –al menos 500.000 eran niños–, de los cuales
murieron como consecuencia de la enfermedad 1,2 millones de personas. La mayoría de
estas cifras corresponden a países poco desarrollados y de economía pobre.

No obstante, se estima que en torno al 95% de las muertes por tuberculosis tiene lugar en
países en vías de desarrollo, siendo una de las principales causas de fallecimiento entre
las mujeres de entre 15 y 44 años. 22 países aglutinan el 80% de casos nuevos cada año
(sobre todo del África Subsahariana y sur-sudeste de Asia), según la OMS, y ningún país
del mundo ha conseguido erradicar por completo la enfermedad.

En España, es poco probable contraer la bacteria –se registra una media de 13,1 casos
nuevos por 100.000 habitantes y año, según el informe del grupo de estudio de
micobacterias de SEIMC (GEIM)–, pero, aun así, cualquiera es susceptible de ser
contagiado. De hecho, los últimos datos publicados por el GEIM, reflejan que en 2012 se
notificaron 6.046 casos de tuberculosis respiratoria, aunque si se tienen en cuenta los no
notificados la cifra puede superar los 12.000. De esta manera, la tuberculosis se sitúa
como la tercera enfermedad de declaración obligatoria en incidencia, sólo superada por la
gripe y la varicela.

TIPOS DE TUBERCULOSIS

A pesar de que la localización pulmonar es la más frecuente, la bacteria de la tuberculosis


puede crecer en otros muchos lugares del organismo. Es lo que se conoce como
tuberculosis localizada, ya que solo afecta a un órgano. Algunos de estos son, además
del pulmón: piel, tracto gastro-intestinal (estómago, intestino y otros órganos asociados),
riñón y cerebro. La bacteria puede alcanzar el cerebro produciendo una meningitis
tuberculosa, que es muy peligrosa y muy difícil de tratar.

La tuberculosis puede diseminarse (tuberculosis miliar o diseminada) por la sangre


alcanzando muchos órganos a la vez. Esta forma es muy grave, y suele aparecer en
personas en las que el sistema inmune está debilitado o es casi inexistente.
TRATAMIENTO DE LA TUBERCULOSIS

Esta enfermedad infecciosa puede tratarse, pero el tratamiento de la tuberculosis es largo


y un tanto complejo. Se basa en la toma de varios antibióticos durante periodos de tiempo
nunca inferiores a seis meses. Suelen combinarse dos antibióticos durante los seis meses
(isoniazida y rifampicina son los más frecuentes), pero asociando uno o dos antibióticos
más durante los primeros dos meses, para que la actuación sobre la bacteria sea más
agresiva desde el principio.

Aunque hay tratamientos estándar para la tuberculosis, el médico recetará el que


considere más adecuado para cada caso y en la dosis exacta.

CONSEJOS PARA EL SEGUIMIENTO DEL TRATAMIENTO DE TUBERCULOSIS

El tratamiento de la tuberculosis es largo y complicado, pero es muy importante tomar la


medicación todos los días y durante los meses que el médico indique. Hay mucha gente
que, en cuanto nota mejoría, abandona el tratamiento. Muchas de esas personas volverán
a desarrollar la enfermedad; y es posible que las nuevas bacterias sean resistentes a los
tratamientos convencionales, necesitándose tratamientos menos habituales o
complicándolos. La adhesión al tratamiento durante los seis meses supone una curación
completa, y disminuye enormemente el riesgo de recaer.

La medicación debe tomarse una vez al día y con el estómago vacío, preferentemente por
la mañana, ya que aumenta la absorción, tanto en cantidad como en velocidad,
incrementando la efectividad del tratamiento. No se debe ingerir nada hasta una media
hora después de tomar la medicación.

A las dos o tres semanas, se considera que el paciente deja de ser infectivo, es decir,
existe mucho menor riesgo de que otra persona se contagie por contacto con el paciente.
Habitualmente, en este tiempo el paciente es capaz de volver a su rutina diaria.

Generalmente, el tratamiento de la tuberculosis no suele requerir hospitalización. Solo en


casos graves, como la diseminación de la enfermedad o que ésta se haya establecido en
alguna localización importante (como es el cerebro), es necesario el ingreso hospitalario.
Si no hay complicaciones, el paciente puede seguir el tratamiento en casa.

Durante el tratamiento de la tuberculosis, el médico hará pruebas para conocer la


evolución de la enfermedad (repetirá el análisis del esputo y la radiografía); así como
análisis de sangre. Esto se realiza para conocer el estado de funcionamiento del hígado,
ya que algunos de los medicamentos que se emplean con mayor frecuencia para tratar la
tuberculosis pueden resultar hepatotóxicos (inducen toxicidad en el hígado). Es uno de los
principales efectos adversos, aunque generalmente de carácter leve, y en muchos casos,
la causa del abandono del tratamiento antes de tiempo. Molestias estomacales, vómitos,
coloración amarilla de la piel, son síntomas de fallo hepático. Es aconsejable no beber
alcohol durante el tratamiento. Si estos síntomas aparecen, es preciso consultar con el
médico. Si no es posible la consulta, es preferible dejar de tomar la medicación hasta que
sea posible contactar con un profesional sanitario.
DIAGNÓSTICO DE LA TUBERCULOSIS

Cuando se acude a la consulta con síntomas que pueden indicar tuberculosis, el médico
hará una serie de preguntas encaminadas a conocer la duración del problema, si el
paciente ha estado o no en contacto con enfermos de tuberculosis y durante cuánto
tiempo. Además, encargará varias pruebas para corroborar el diagnóstico de tuberculosis,
ninguna demasiado compleja, como análisis del esputo (flemas) y radiografía de tórax.

El análisis de las flemas en el laboratorio es especialmente importante (la flema es el


mecanismo de expulsión de las bacterias y, por ello, aparecerán en ella). La radiografía
mostrará el estado del paciente. Si ya han aparecido los huecos en el pulmón
mencionados en el apartado Síntomas, se considera que la enfermedad se encuentra en
una fase avanzada que requiere tratamiento inmediato, y puede significar que el paciente
es potencialmente contagioso.

Otra prueba muy habitual para detectar el contagio de tuberculosis es la prueba de la


tuberculina, que consiste en inyectar bajo la piel un derivado de una proteína de la
bacteria, que es inofensivo, y estudiar posteriormente la reacción de la piel. La
interpretación del resultado debe realizarla un profesional, ya que tanto el positivo como el
negativo pueden tener distintas interpretaciones. Tras la prueba, no hay que rascarse el
brazo aunque pique; en ese caso se puede aplicar una gasa fría para aliviar el picor, pero
sin tocar el pinchazo, ya que podría alterar el resultado de la prueba. Si el paciente ha
sido vacunado contra la bacteria (vacuna BCG), o ha estado en contacto con otra mico
bacteria del ambiente no-tuberculosa, puede dar positiva la reacción (Falso Positivo,
porque en realidad no presenta la infección). Por otro lado, a pesar de haber contraído la
bacteria de la tuberculosis, el resultado puede aparecer negativo (Falso Negativo) si el
contacto ha sido reciente. Suelen necesitarse entre dos y ocho semanas para que el
organismo reaccione a la prueba; por ello, suele repetirse a los dos meses, para
corroborar el resultado.

Si el médico concluye que el paciente tiene tuberculosis y que la bacteria ha permanecido


en su organismo un tiempo importante, será necesario conocer las personas con las que
se ha relacionado, para instaurar un tratamiento preventivo y tratar de impedir que la
enfermedad llegue a desarrollarse en ellas.
SÍNTOMAS DE TUBERCULOSIS

Los síntomas de tuberculosis que se tratan en este apartado corresponden a la


tuberculosis pulmonar, la más común. No obstante, no hay que olvidar que hay otros tipos
de tuberculosis, ya que puede afectar a otras zonas del organismo.

El nombre 'tuberculosis' proviene de la tendencia de la bacteria a formar granulomas o


tubérculos en los pulmones. En muchos casos, las primeras etapas de la enfermedad se
desarrollan sin síntomas. En estos casos, el diagnóstico se establece cuando se realizan
análisis al paciente para detectar la presencia de otras patologías y se descubre por
casualidad la bacteria. En estadios más avanzados, los síntomas de la tuberculosis son
bastante inespecíficos, es decir, pueden ser comunes a muchas enfermedades. Estos
suelen ser:

 Tos: es el más importante. No solo porque se trata de una patología pulmonar,


sino porque es el mecanismo de contagio más frecuente. Al ser tan común a
muchas enfermedades, en muchos casos puede que no se le conceda
importancia. Por ello, es importante que se consulte al médico cuando la tos dure
más de dos semanas.

 Expectoración: se expulsan flemas, a veces acompañadas de sangre.

 Febrícula: es una fiebre de solo unas décimas, que suele aparecer al final del día.

 Pérdida del apetito y pérdida de peso: también bastante comunes en muchas


patologías.

 Sudoración por las noches.

 Dolor en el pecho: debido a la presión que produce la infección en los pulmones.

 Fatiga y cansancio: excesivo en relación al esfuerzo realizado: la función


pulmonar puede estar comprometida, y por ello resulta dificultoso hacer llegar
oxígeno a los pulmones y, de ahí, al resto del cuerpo.

Cuando la bacteria comienza a multiplicarse en el pulmón, va colonizando el tejido. En


fases más avanzadas de la enfermedad, es muy característica la aparición de pequeños
huecos en el pulmón, facilitando que las bacterias se diseminen.
¿CÓMO PREVENIR LA TUBERCULOSIS?

La tuberculosis (abreviada como TB) es una enfermedad que afecta principalmente a los
pulmones y se transmite fácilmente a través del aire cuando una persona infectada habla,
se ríe o tose. Aunque en varios países la tuberculosis es una enfermedad extraña que
responde ben al tratamiento, todavía necesitas tomar medidas necesarias para prevenirla
en ciertos casos, en especial si tu resultado para la prueba de tuberculosis latente (una
forma inactiva de la enfermedad que afecta aproximadamente al 33% de la población
mundial) fue positivo. Comienza con el primer paso para descubrir mas sobre la
tuberculosis.

 Evita exponerte a personas con tuberculosis activa: Evidentemente la


preocupación más importante que puedes tomar para prevenir la tuberculosis es
evitar estar cerca de personas que tengan activa la enfermedad (la cual es
altamente contagiosa), en especial si eres portador de la tuberculosis latente.

 No pases demasiado tiempo con personas que sufran de tuberculosis activa, en


especial si han recibido tratamiento por menos de dos semanas. En especial, es
importante que evites estar con pacientes de tuberculosis en habitaciones cálidas
y mal ventiladas.

 Si te ves obligado a estar cerca de pacientes de tuberculosis (por ejemplo, si


trabajas en un centro de atención donde entran a las personas con esta
enfermedad) necesitas tomar medidas preventivas para que la bacteria no entre a
tu organismo, tales como usar una mascarilla.

 Si un amigo o una familiar sufren de tuberculosis activa, puedes asegurarte de


que siga estrictamente el tratamiento para ayudarlo a deshacerse de la
enfermedad y a si disminuir tu propio riesgo

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