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Ahora bien…
No obstante lo que recién dijimos, y que a muchos les podrá parecer una lista de
razones sensatas para estudiar el latín, debemos plantearnos la cuestión de si es
necesario que estudiar latín deba tener una utilidad del todo. Nuestro mundo moderno
de rápidas innovaciones y constantes presiones profesionales y económicas
naturalmente nos hacen querer buscar una utilidad tangible a todo lo que hacemos.
Pero hay cosas que, sencillamente, carecen de esa utilidad.
¿Qué utilidad tiene aprender a tocar un instrumento musical, si no deseamos
dedicarnos a la música profesionalmente? ¿Qué utilidad nos deja ir a un museo? ¿O a
un parque de atracciones? ¿Qué utilidad nos deja buscar amistades, relaciones,
familia? ¿Qué utilidad nos deja irnos de paseo a la montaña, a la playa? Hay cosas que
sencillamente sirven para alimentar esa parte de nuestro espíritu que no busca el lucro
o el éxito profesional. Hay cosas que nos hacen sentir llenos, gozosos y completos, y
que difícilmente pueden darse explicaciones de “porqué”s o “para qué”s en palabras.
Cada uno podrá sentir el arte a su manera. Para mí, el latín me ha ofrecido una dicha
difícil de describir. Me siento más humano y más completo, y siento que conozco mejor
quién soy y de dónde vengo… y así, adónde voy. Esta es la utilidad máxima del latín,
creo yo, y a la vez no representa ninguna utilidad práctica. Nos hace reflexionar sobre
nuestra humanidad y sobre nuestra identidad, y nos permite acercarnos al pensamiento
de personas que han vivido a lo largo de los siglos, que han sufrido nuestros pesares,
disfrutado nuestras alegrías y observado nuestra historia.
El latín nos permite sentarnos a leer lo escrito por sabios e ignorantes de tiempos
pasados. Nos permite reírnos con ellos, y llorar también. Nos permite cuestionarlos,
criticarlos, pelearnos con ellos, pedirles perdón y perdonarlos, y llevarlos con nosotros
en nuestras vidas… y a la vez percatarnos que siempre han estado allí.
El latín es la disciplina humanística por excelencia. Es la disciplina básica que permitió
a artistas, filósofos, científicos, políticos y hombres religiosos discutir y enseñar por
siglos. Es la base de nuestra lengua; su cultura es la base de la nuestra.
Y creo que es digno de nosotros conocer nuestro pasado a través de esta lengua bella
y compleja, que luego de más de dos mil años sigue siendo nuestra herencia
inmemorial.
- José A. Castro