Sei sulla pagina 1di 5

Pontificia Universidad Javeriana

Facultad de Filosofía
Seminario de énfasis: Gesto, cuidado y responsabilidad
Miguel Camilo Pineda Casas
21 de abril de 2017

PROTOCOLO: LA CONFESIÓN DE LA HISTORIA

En nuestro primer acercamiento a la obra de Derrida, Dar la muerte, nos encontramos con
dos aspectos fundamentales: el secreto y el misterio. El secreto es representable, tematizable;
mientras que el misterio es irrepresentable y abisal, una relación con la alteridad radical. El
secreto es la posibilidad de guardar algo en el interior, lo que supone la noción de interioridad,
pero aun así no agota el misterio. Nos encontramos también con que el misterio introduce la
muerte, pero ¿por qué se liga el problema del misterio a la muerte?, ¿cómo se puede dar esta
relación? Estas fueron las preguntas que guiaron el desarrollo de la sesión del 7 de abril de
2017, de la cual este texto pretende dar cuenta en sus aspectos más generales.

Para dar respuesta a nuestras preguntas directrices tuvimos como recurso el


pensamiento de Patocka y evidentemente el de Derrida. En Patocka recordamos el problema
de la responsabilidad como el perderse a sí mismo, como un estado de caída. La
responsabilidad nos va llevando poco a poco al problema de lo orgiástico como experiencia
de un rapto más allá de uno mismo. Así las cosas, podemos entender a la historia como giros
dentro de la estructura fundamental entre lo orgiástico y sus intentos de dominación.
Entonces, la historia surge de ese intento por librarse de la naturaleza orgiástica y reclamar
al individuo como un sujeto responsable que puede y debe dar cuenta de su propia existencia
por medio de la libertad.

La historia es historia de la responsabilidad, del dilema de las posibilidades humanas


que están a disposición de sujetos libres para que decidan sobre ellas. Pero para poder decidir
sobre las posibilidades, el hombre debe asumirse a sí mismo. Ahora bien, a lo largo de la
historia vemos al menos dos intentos marcados de la liberación de lo orgiástico: el platonismo
y el cristianismo. En el platonismo encontraremos que se ese esfuerzo de liberación se traduce
en interiorización de lo orgiástico, mientras que en el cristianismo se desarrolla como
represión.
En el platonismo el intento por liberarse de lo orgiástico se da por vía interior. El
dominio de lo orgiástico se da incorporándolo por medio de una ruptura con el mundo
sensible asumiendo lo orgiástico como asunto de otro orden, de otro nivel en tanto que se
incorpora en el sujeto. Así las cosas, el rapto de lo bello y lo erótico dirigen al bien como
idea, como algo que se da interiormente, por medio de un diálogo del yo consigo mismo, lo
cual nos va anunciando la posibilidad de conciencia.

Ahora bien, la relación con el bien es una relación impersonal. El bien es considerado
un objeto de conocimiento; un objeto inteligible y por tanto representable, una entidad en
función de la cual se establece el diálogo consigo mismo. No obstante, el hecho de que se
pueda representar y comprender no significa que el misterio quede agotado, pues no se puede
comprender o dominar completamente. Entonces, lo orgiástico es algo que nos excede, que
va mucho más allá de nosotros de una manera tan radical que nunca podría ser completamente
dominado.

En cuanto al anuncio de la responsabilidad en el platonismo nos vamos abriendo a la


paradoja de la responsabilidad. La acción responsable es aquella que está guiada por la
ciencia, por el conocimiento que, como vimos anteriormente, conduce a la idea del bien; por
ello es que, en vía negativa, el mal es entendido como ignorancia. Esta acción guiada por la
teoría ha sido conducida por el ejercicio que hace el alma de discriminación y acuerdo con
un saber, por un alma que con ese ejercicio se cuida a sí misma. Con todo, un alma que se
cuida a sí misma es aquella que lo hace asumiéndose, asumiendo la vida y por tanto la muerte.

La responsabilidad, entonces, implica el lado teórico como un ejercicio interior de


cuidado del alma sobre ella misma, pero el acto responsable implica también un salirse de sí
mismo. El actuar, la praxis, es exponerse a los otros y a aquello que se rehúsa a ser reducido
por la teoría. La praxis es el salirse de sí mismo puesto que se enfrenta a la singularidad de
la acción, a la apropiación que hace el sujeto de sí mismo para poder actuar. Entonces, la
singularidad del individuo es irrepresentable teóricamente puesto que la teoría trabaja con
conceptos, con lo más general. Entonces, como vemos, la responsabilidad supone la teoría,
pero también supone el actuar dónde la teoría no ocupa lugar. Esta es la paradoja de la
responsabilidad, actuar responsablemente es ser también ser irresponsable en cierto modo.
Este punto lo abordaremos un poco más adelante.

Página 2 de 5
Ahora bien, hay algo que la historia tiene que confesar. Confesar es un término
religioso que implica de cierto modo que hay una falta, una culpa. Entonces, la historia debe
confesar dos cosas: 1) su relación con la religión y 2) la responsabilidad histórica. En cuanto
a la confesión de la relación historia-religión podemos decir que es una relación fundamental
entre responsabilidad y fe1. Esta relación supone el esfuerzo de llegar a la ciencia, y un salto
a la fe que se puede evidenciar con el cristianismo. Entonces, la historia tiene que confesar
que está basada también en la fe, en algo no objetivo, no representable.

La historia está basada en un misterio fuera de toda representación, en un don que al


ser recibido se crea la percepción de tener una deuda, pero una deuda que nunca será saldada
porque el don no puede ser pagado. Esta es otra falta, otra culpa de la historia. Tiene que
confesar que está también basada en un salto de fe y que por eso mismo siente culpa al no
poder corresponder al misterio pagando la deuda. La deuda no puede ser pagada porque no
es característico de un dos ser pagado con otra cosa o con otro don. El don es gratuito y no
admite reciprocidad; es lo que se dona, lo que se da gratuitamente. Sin embargo, es inevitable
que al recibir algo no se sienta la necesidad de retribuirlo; por eso el don debe ser oculto, el
donador se retira al donar, incluso no debería saberse exactamente qué es lo que fue donado.
Este es el caso de Dios, Dios se retira en la creación a donarnos algo que no sabemos
exactamente qué es, algo que no podemos devolver o pagar.

Más aun, el don está ligado a la muerte y a la responsabilidad. Dios da la vida, pero al
darla se retira, se borra. Dios muere para darse a los otros, pero esta relación con la muerte
es una relación con la nada, una nada que efectivamente es nada pero que nos representa eso
que falta y aunque no estando su ausencia permanece. Entonces, la historia está ligada con el
duelo, hay una pérdida de algo, no sabe de qué, de ese don que no sabemos qué es; es un
duelo permanente, la imposibilidad de dejar ir lo que ya se ha ido. En suma, la historia tiene
que confesar su relación con la fe, su deuda, la culpa y el duelo. La fe, entonces, es lo que
permite establecer un diálogo con lo absolutamente otro; cuya confesión no se puede cerrar,
no se puede cerrar ese misterio que asedia a la historia, porque no se puede conceptualizar o
superar sin más.

1
La historia de Europa es la historia del cristianismo y el cristianismo en la historia de la responsabilidad, por
tanto, la historia de Europa es la historia de la responsabilidad basada en la fe.
Página 3 de 5
La segunda confesión de la historia, la responsabilidad histórica que permanece
siempre abierta, nos coloca de nuevo a la paradoja de la responsabilidad. La responsabilidad
es un misterio orgiástico que no se deja anular o dominar completamente. De ahí que la
historia al estar ligada a la fe esté siempre abierta, y, por tanto, sea de cierta manera
irresponsable al actuar bajo elementos que escapan a la comprensión teórica.

Ahora bien, todo lo anterior nos ayuda a comprender el porqué de la relación entre
muerte y misterio. La historia es historia de la relación con la alteridad radical, y la
responsabilidad surge en el momento en que es necesario responder apelando a la
singularidad marcada por la finitud. La muerte individualiza, nos define como un ser
totalmente singular. Entonces, la responsabilidad está ligada a la muerte. Ser responsable es
hacerse cargo de la propia vida, de la propia muerte.

La muerte misma es un misterio, no la podemos representar o conceptualizar, no


sabemos nada sobre ella y no nos deja opción para hacerlo. De tal modo que hacerse cargo
de la muerte es hacerse cargo de un misterio. Es un misterio también la libertad, aquello que
escapa a las relaciones causales de la naturaleza y nos obliga a decidir para actuar y a
hacernos responsables. Ahora bien, la decisión es un momento de locura, de rapto, es un
momento orgiástico debido a que decidimos y actuamos por entusiasmo, por ese no saber,
ese salto al vacío de la acción, que es irresponsable en medio de nuestro intento de
responsabilidad. En ese sentido es que la responsabilidad es siempre irresponsable, en el
actuar contemplando lo que sabemos, pero bajo la necesidad de lo que debemos hacer y lo
que efectivamente hacemos. El decidir, entonces, es también un misterio que tiene una
relación con la muerte en la medida es que dejarse ir más allá de sí mismo; decidir y actuar
es casi que un dejarse morir constantemente al hacer una cosa y no tal otra basados, en cierta
medida, por un salto de fe. Así, ser responsable es decidir asumiendo la muerte como algo
que nos interpela todo el tiempo pero que nosotros no podemos interpelar u objetivar bajo
una teoría de conocimiento.

Finalmente, como conclusiones de la sesión están que la responsabilidad es una forma


de apropiarse de la vida y la muerte, pero que la responsabilidad es también irresponsabilidad
en la medida en que existe la tensión en lo práctico y lo teórico, entre el saber y el no saber,
por tanto, la acción descansa en el misterio de la libertad. También vimos dos esfuerzos

Página 4 de 5
históricos por superar lo orgiástico, con el platonismo vimos la incorporación de lo orgiástico
sin que este quede suprimido del todo; por su parte, el cristianismo trata de reprimir lo
orgiástico, pero es sublimado en términos de una persona que me interpela en una relación
asimétrica. Sin embargo, estos puntos quedan abiertos; lo aquí dicho es la puerta de entrada
al estudio más detallado de cada uno de estos elementos que iremos examinando en las
próximas sesiones.

Bibliografía
Derrida, Jaques. (2000). Dar la muerte. Trad. Cristina de Peretti y Paco Vidarte. Barcelona: Paidós.
Patocka, Jan. (1998). “sobre si la civilización técnica es una sociedad en decadencia y por qué”. En
Ensayos heréticos sobre la filosofía de la historia. Trad. Alberto Clavería. Editorial península.
Franco, David. (2007). Secretos de la civilización europea. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana.

Página 5 de 5

Potrebbero piacerti anche