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Sermón N°5: La disciplina de la meditación

Por: Jorge Betancur

Hoy continuamos con nuestra serie de sermones que hemos titulado “La celebración de la disciplina
cristiana”

En el sermón de introducción a esta serie, entendimos que las disciplinas espirituales son aquellas
prácticas que se encuentran en las escrituras que promueven el crecimiento espiritual entre los que creen
en el evangelio de Jesucristo.

El propósito de practicar las disciplinas es llegar a ser como Jesús. Entonces las disciplinas espirituales son
para el crecimiento de la piedad.

La primera disciplina para la piedad que desarrollamos fue “La disciplina del estudio de la Palabra”. En el
estudio de la Palabra, Dios nos habla de sí mismo. En el estudio de la Palabra aprendemos los caminos y
la voluntad del Señor. En el estudio de la Palabra nos enteramos de la manera en que Dios quiere que
vivamos.

La segunda disciplina para la vida cristiana que desarrollamos fue “La disciplina de la oración” La oración
no está establecida para que Dios se informe de nuestras necesidades, sino para que el creyente tome
clara conciencia de sus necesidades y muestre una humilde dependencia de Él. La oración debe ser un
encuentro con Dios en conversación sincera.

La tercera disciplina que expusimos fue “la disciplina del ayuno”. El ayuno tiene que centrarse
perdurablemente en Dios. Tiene que ser iniciado por Dios y ser ordenado por él. El ayuno nos recuerda
que nuestro sustento está en Dios. La comida no es lo que nos sustenta. Es Dios en Cristo. El ayuno debe
ser un deleite. Se trata de alimentarse de la plenitud de cada bendición divina asegurada para nosotros
en Cristo.

En esta mañana comprenderemos la cuarta disciplina cristiana para la piedad que es “La disciplina de la
meditación”.

En la sociedad contemporánea nuestro adversario se especializa en tres cosas: ruido, premura y


multitudes. Si él puede mantenernos empeñados en la cantidad y en la muchedumbre, descansará
satisfecho.

Si esperamos movernos más allá de las superficialidades de nuestra cultura -incluso de nuestra cultura
religiosa-, tenemos que estar dispuestos a descender a los silencios recreadores, al mundo de la
meditación cristiana.

¿Qué es lo primero que se le viene a la mente cuando se piensa en la meditación?

Cuando hacemos esta pregunta, inevitablemente se levantan las cejas en actitud interrogante. “¿Yo pensé
que el grupo que se llama Meditación Trascendental era el que trataba este asunto de la meditación?”
El hecho de que la meditación sea una palabra extraña a nuestros oídos es un triste comentario sobre el
estado espiritual del cristianismo moderno. La meditación ha sido siempre una parte clásica y
fundamental de la devoción cristiana, una preparación decisiva para la oración y una obra conjunta con
ella.

Como cristianos hemos descuidado esta disciplina tan importante para la vida cristiana, porque tenemos
una cosmovisión de ella según lo que el mundo entiende de ella.

En la cosmovisión del mundo, hay un anhelo de ser librado de las cargas y los dolores de esta vida y ser
absorbido en la bienaventuranza suspendida y sin esfuerzo del Nirvana. La identidad personal se pierde
en una mancomunidad de conciencia cósmica. El desprendimiento es la meta final de la religión oriental.
Es un escape de la rueda miserable de la existencia. No hay Dios al cual unirse ni del cual oír.

La meditación cristiana va mucho más allá de la idea del desprendimiento. Es llenar nuestra mente con la
verdad de Dios e interiorizar y asimilar estar verdades y conscientemente adherirnos a ellas para la vida
diaria.

Donald Whitney “La meditación es pensar profundamente en las verdades y realidades espirituales
reveladas en las Escrituras, o en la vida desde una perspectiva bíblica, con el propósito de entender,
aplicar y orar.”

[1] Entonces, que es la meditación como disciplina cristiana.

La palabra hebrea para “meditar” literalmente significa “susurrar”. Refleja la manera en que estudiaron
los rabinos, repitiendo en un murmullo las palabras que leían.

La meditación no fue extraña a los autores de la Escritura. Por ejemplo, los salmos cantan virtualmente
las meditaciones del pueblo de Dios en la ley de Dios. “Se anticiparon mis ojos a las vigilias de la noche,
para meditar en tus mandatos” (Salmos 119:148).

El salmo que sirve de presentación para todo el Salterio, llama al pueblo a emular al varón
“bienaventurado” que “… en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche”
(Salmos 1:2).

La biblia utiliza dos palabras hebreas distintas para transmitir la idea de la meditación. En conjunto, estas
palabras aparecen en las Escrituras unas cincuenta y ocho veces. Son palabras con significados diversos:
escuchar la palabra de Dios, reflexionar en las obras de Dios, repasar las acciones de Dios, meditar en la
ley de Dios, entre otras cosas.

En cada uno de estos casos, el resultado de nuestro encuentro con el Dios vivo es un cambio de conducta.
El arrepentimiento y la obediencia son características esenciales de todo entendimiento bíblico de lo que
es la meditación. Nos indica que debemos asimilar la Palabra de Dios; debemos pensarla y aplicarla a
nuestra vida.

Esta mirada continua sobre la obediencia y la fidelidad es la que distingue con mayor claridad a la
meditación cristiana de sus contrapartes en la tradición oriental y secular.
[2] Como se lleva a cabo la meditación como disciplina cristiana.

La meditación cristiana es, en términos simples, la capacidad de oír la voz de Dios, obedecer su Palara y
aplicarla en nuestra vida diaria para que seamos bienaventurados y prosperados en todos nuestros
caminos. Es así de sencillo, me gustaría poder presentarlo de manera más complicada para aquellos a
quienes les gusta lo difícil.

Es así, que podemos decir entonces, que la meditación cristiana como toda disciplina, tiene una estructura
básica la cual debemos entender. Esta estructura básica es Oír, Obedecer, Aplicar.

Salmos 1:1-3 “1 Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de
pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; 2 Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y
en su ley medita de día y de noche. 3 Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su
fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará.”

Oír: “Ley de Jehova está su delicia” Obedecer: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de
malos” Aplicar: “Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas”.

Josué 1:8 “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él,
para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar
tu camino, y todo te saldrá bien.”

Oír: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley” Obedecer: “para que guardes y hagas conforme a
todo lo que en él está escrito” Aplicar: “porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien”

Santiago 1:25 “Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no
siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.”

Oír: “Mas el que mira atentamente en la perfecta ley” Obedecer “siendo oidor olvidadizo, sino hacedor
de la obra” Aplicar: “éste será bienaventurado en lo que hace”

[3] Finalmente, la meditación tiene un fin último de adorar a Dios.

Una vez que hayamos meditado, vamos a encontrar normalmente nuestros corazones inclinados a adorar.

La meditación conduce al deleite cuando el Espíritu Santo inclina nuestros corazones para ver y saborear
cuán glorioso es Dios.

A causa del pecado y sus efectos, nuestro corazón a menudo no se deleita en la Palabra de Dios. Estamos
tentados a dejar de leer, perder el enfoque, para pasar a otras cosas. La meditación “arrastra” nuestros
corazones a gozar de la Palabra de Dios, que es vital para nuestra fuerza espiritual y gozo.

Medita para adorar al Dios que merece toda acción de gracias y la alabanza por lo que es y lo que ha hecho
en Cristo.
[Conclusión]

James I. Packer, Hacia el conocimiento de Dios

“La meditación es la actividad que consiste en recordar, en pensar, y en reflexionar sobre todo lo que uno
sabe acerca de las obras, el proceder, los propósitos y las promesas de Dios, y aplicarlo todo a uno mismo.
Es la actividad del pensar consagrado, que se realiza conscientemente en la presencia de Dios, a la vista
de Dios, con la ayuda de Dios, y como medio de comunión con Dios. Tiene como fin aclarar la visión mental
y espiritual que tenemos de Dios y permitir que la verdad de la misma haga un impacto pleno y apropiado
sobre la mente y el corazón. Se trata de un modo de hablar consigo mismo sobre Dios y uno mismo”

Salmos 145:5 “En la hermosura de la gloria de tu magnificencia, Y en tus hechos maravillosos meditaré.”

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