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1. BIOGRAFÍA:
Doctor en Filosofía de la Universidad de Madrid (1904) con su obra Los terrores del
año mil. Crítica de una leyenda. Entre 1905 y 1907 realizó estudios en Alemania:
Leipzig, Núremberg, Colonia, Berlín y, sobre todo, Marburgo. En esta última, se vio
influido por el neokantismo de Hermann Cohen y Paul Natorp, entre otros.
De regreso a España es nombrado profesor numerario de psicología, lógica y ética
de la Escuela Superior de Magisterio de Madrid (1909), y en octubre de 1910 gana
por oposición la cátedra de metafísica de la Universidad Central, vacante tras el
fallecimiento de Nicolás Salmerón.
En 1910 se casa con Rosa Spottorno. En 1911 nació su primer hijo, Miguel Ortega
Spottorno, quien será médico. En el año 1914 nace en Madrid su hija, Soledad
Ortega Spottorno, quien en 1978 creó la Fundación José Ortega y Gasset, de la que
será su presidenta de honor. En 1918 nació su hijo José Ortega Spottorno, que fue
ingeniero agrónomo y fundador del periódico El País.
Colaborador del diario El Sol desde 1917, donde publica bajo la forma de folletines
dos obras importantes: España invertebrada y La rebelión de las masas. En 1923
funda la Revista de Occidente, siendo su director hasta 1936. Desde esta
publicación promoverá la traducción y comentario de las más importantes
tendencias filosóficas y científicas en nombres tales como: Oswald Spengler, Johan
Huizinga, Edmund Husserl, Georg Simmel, Jakob von Uexküll, Heinz Heimsoeth,
Franz Brentano, Hans Driesch, Ernst Müller, Alexander Pfänder, Bertrand Russell y
otros.
Ortega y Gasset ejerció una gran influencia en la filosofía española del siglo XX no
sólo por la temática de su obra filosófica, sino también por su estilo literario ágil,
descrito por algunos como próximo al Quijote, que le permitió llegar fácilmente al
público general.
3. Histórico
EN EL MUNDO
Durante este siglo nace el cine, el cubismo de Picasso. Las grandes empresas
alemanas comienzan a barrer varios sectores de mercado europeos mientras que
en América los estadounidenses desbordan a Francia en la producción del
automóvil.
Crece el movimiento obrero, y como consecuencia nacen el Partido
Socialdemócrata de Alemania y el Partido Laborista británico. Francia ya se ha
convertido definitivamente en el modelo de estado burgués, democrático y laico,
mientras que en Rusia estalla la Revolución de Octubre.
EN ESPAÑA
Pero España no queda al mismo nivel que estas potencias. De hecho, más que
ganar territorios, los pierde, en el desastre del 98, comenzando así una nueva época
de crisis política e ideológica.
Ésta pasará por distintas formaciones de gobierno. Comienza con la etapa del bienio
social azañista, un periodo de numerosas reformas de toda índole; tras esta etapa
llega el bienio radical-cedista, caracterizado por la anulación de las reformas
anteriores y una serie de medidas de represión para las distintas revoluciones, entre
ellas la Revolución de 1934.
FILOSÓFICO
4. ORTEGA Y SU TIEMPO
EL SIGLO XX:
Tampoco los progresos tecnológicos están aún en condiciones de hacer que las
industrias de cabecera, con grandes inversiones de capital, constituyan la parte
decisiva de la producción; es la construcción la que, con 283 000 trabajadores en
1910, cuenta con la mayoría del sector secundario en población activa, seguida de
las confecciones y de la industria textil, lo que no significa signo alguno de
modernización. Se trata de un país que exporta productos agrícolas y materias
primas minerales y que importa fibras textiles para su industria y maquinaria; la
aparición de grandes empresas, la importancia creciente de las sociedades
anónimas, coincide con una vasta red de mini empresas casi artesanales.
Sí, rodaban los ferrocarriles y también unos cuantos automóviles por polvorientas
vías que más parecían caminos de herradura que carreteras; había elecciones y
parlamento, pero con "trampa"; la modernización de la prensa diaria (los 100 000
ejemplares de El Imparcial y otros tantos de ABC, la entrada en liza del vaticanista
El Debate), con nuevas técnicas de información y difusión, hacían pensar que el
inmovilismo era más aparente que real. La gran sacudida de la guerra mundial (que
entonces llamaron europea) habría de dar la respuesta a este interrogante.
LA PROCLAMACIÓN DE LA II REPÚBLICA
Las instituciones estaban al borde del abismo cuando se creó el vacío político de la
caída de Primo de Rivera, sin que sirvieran ya para nada los viejos partidos de turno
defenestrados en 1923 y olvidados por la opinión pública. Que el propio rey echase
mano del jefe de su casa militar (el general Berenguer, condenado por la catástrofe
de Annual y amnis tiado por el propio rey); que en el palacio de Liria, mansión de
una figura de pro de la Grandeza de España, el duque de Alba, se reuniese el
anfitrión con los más eminentes políticos del bloque dominante, y que allí se
decidiese retornar a la vida constitucional de 1923, como si no hubiera pasado nada
y poner al citado general al frente de un gobierno de hombres procedentes del
conservadurismo y del mundo de los negocios; que la gobernación del Banco de
España se confiara al banquero que participaba en más consejos de administración
de todo el país (el conde de Gamazo); que a otro grande de España, presidente de
las Potasas de Suria y de Marismas del Guadalquivir (el marqués de Hoyos), le
designase el rey alcalde de Madrid y miembro del Consejo de Estado, mientras se
hacía venir de Marruecos al general Emilio Mola para ocupar la Dirección General
de Seguridad, y otro general "africano" José Sanjurjo, continuaba de director de la
Guardia Civil; que el hombre de confianza del marqués de Comillas (vizconde de
Güell) y de Acción Católica, Carlos Martín Alvarez, siguiese de gobernador civil de
Madrid; y que el abogado de la Casa Real (y financiero) Leopoldo Matos y un
profesor de los infantes (Tormo) fuesen también ministros daba al nuevo gobierno
un aspecto que alguien definió como de "tertulia palatina".
Todo esto lo supo ver Ortega y Gasset varios meses después en su histórico artículo
"El error Berenguer" publicado en El Sol del 14 de noviembre de 1930. "Berenguer
no es el sujeto del error, sino el objeto", se dice allí. El famoso artículo, que termina
con las palabras Delenda est Monarchia, no es sino el diagnóstico de la crisis de
Estado ya imparable: "La continuidad de la historia legal se ha quebrado. No existe
el Estado español. ¡Españoles, reconstruid vuestro Estado!". En realidad, lo que
Ortega advierte no es la ruptura de la continuidad legal (que se había producido no
sólo en 1923, sino también en 1874 y en 1868, etc., puesto que nuestra historia
constitucional está hecha de esas rupturas) sino la ineficacia y fragilidad del Estado,
cuyos aparatos podían quebrarse en cualquier momento y cuya hegemonía
ideológica había descendido a cerca de cero.
Las memorias de Mola, como las del marqués de Hoyos, de Gabriel Maura o del
general Berenguer son irrecusables testimonios de aquella crisis de Estado. Las
memorias del general amnistiado tienen, a veces, acentos de confesión:
desamparados, como estábamos, de la opinión, discutido el supremo apoyo que
habría de darnos la autoridad moral indispensable; sin ser dueños de los medios
coactivos necesarios; entibiada la confianza en el Régimen, y contagiada la mayoría
de sus servicios en la duda de su vitalidad... Entre huelgas, manifestaciones y
protestas, el Régimen caminaba visiblemente hacia el despeñadero.
La victoria de Berenguer tuvo mucho de pírrica; los mismos partidos del bloque
dominante, con Romanones y Cambó en cabeza, se negaron a participar en el
mecanismo preparado por Berenguer para unas elecciones legislativas. El 14 de
febrero el rey sustituía al fracasado Berenguer por un gobierno presidido por el
almirante Aznar y dirigido de hecho por Romanones, que detentaba la cartera de
Estado; gobierno (de "encerrona" lo calificó Gabriel Maura) que era como un
microcosmos de las oligarquías políticas y socioeconómicas que habían dominado
desde finales del siglo xix.
A los pocos días, el Consejo supremo de Guerra y Marina ponía en la calle a los
miembros del Comité revolucionario, recibidos entre aclamaciones. En Madrid, la
batalla entre los estudiantes de la Facultad de San Carlos (Medicina) y la Guardia
Civil dividió a los ministros; La Cierva quería que los guardias tomasen la Facultad
por asalto, pero se opusieron el ministro de Instrucción (Gascón) y el de
Gobernación, presionados ambos por el claustro de profesores. Este último ordenó
a la fuerza pública que se retirase. Al día siguiente, la huelga ganaba en todas las
Universidades del país y se recrudecían las manifestaciones de masas.
El Gobierno había convocado elecciones municipales. Se formaron candidaturas de
conjunción republicano-socialista y la consulta electoral tomó enseguida el
significado de un referéndum en favor o en contra de la monarquía.
En la tarde del 12 de abril ya se sabía que el resultado había sido favorable a los
republicanos en 41 de las 50 capitales de provincia y en todas las aglomeraciones
urbanas importantes. Gobierno y aparatos del Estado se desplomaron en menos de
48 horas. Al atardecer del 14 de abril los miembros del Gobierno provisional de la
República, que difícilmente se abrían paso entre una multitud enfervorizada que los
aclamaba, entraron por la puerta grande del Ministerio de la Gobernación; la
Guardia Civil presentó armas en posición de firmes.
5. OBRAS
EL BOSQUE
PROFUNDIDAD Y SUPERFICIE
Esta meditación se relaciona íntimamente con el bosque y como que el
bosque fue algo general y ahora se nos empieza a hablar un poco más
explícito. Ahí nos dice que gracias a que los arboles cubren el bosque,
el bosque existe. La invisibilidad hace que una cosa pueda cambiar o
sea una cosa nueva. Muchas personas que están en una posición
secundaria logran su plena expansión. En la vida se necesita tanto la
ultimidad como la primacía. Hay personas que no alcanzan a distinguir
o describir lo profundo y que no comprenden que haya varias especies
de claridad. Lo profundo es esencial que se esconda u oculte debajo de
lo superficial. Muchas veces desconocemos que cada cosa tenga su
propia condición y no la condición que nosotros queremos exigirle. Así
como la profundidad necesita ocultarse, la superficie necesita a quien
ocultar.
PROFUNDIDAD Y SUPERFICIE
ARROYOS Y OROPÉNDOLAS
RESTAURACIÓN Y ERUDICIÓN
CULTURA MEDITERRÁNEA
EL CONCEPTO
Cuando ya hemos pensado algo y sabemos qué onda con ese algo cae
debajo de nuestro poder.
Es un hecho que los productos mejores de nuestra cultura contienen
una inseguridad.
Una cultura es lo firme frente a lo indeciso, lo fijo frente a lo huidero, es
lo claro frente a lo oscuro; la cultura no es toda la vida sino sólo el
momento de seguridad, de firmeza, de claridad. El concepto fue
inventado como instrumento para asegurar la espontaneidad vital.
PARÁBOLA
EL ESPECTADOR
Contiene una temática diversa. Con prólogo de Gaspar Gómez de la
Serna, apareció en 1970, como la cuarta entrega de la Biblioteca
básica Salvat. El artículo de mayor interés es Campos de Castilla. El
pensador se presenta ejemplar y acertado cuando dice: "
El Valor (ética) que damos a muchas realidades no lo merecen éstas
por sí mismas; si nos ocupamos de ellas es porque existen ...
Su existencia, no ellas, tiene valor". En esa breve cita, se encuentra
una reflexión de dimensión universal y eso es lo que hacen los
moradores de los Andes: la Pachamama es reverenciable porque
existe, ella vive.
ESPAÑA INVERTEBRADA
En España invertebrada, José Ortega y Gasset se propuso analizar la
crisis política y social de la España de su época. Aplicando el método
de la razón histórica, realizó un estudio del proceso general de
integración y descomposición de las naciones, así como la explicación
de fenómenos característicos de la historia de España. Según Ortega,
la desarticulación de España como nación radica en la crisis histórica
de su proyecto de vida en común: era la propia España el problema
primero de cualquier política. La acción directa de determinados grupos
sociales, los pronunciamientos, los regionalismos y los separatismos
(empezando por la propia Castilla), son reflejo de un proceso de
desintegración que avanza en riguroso orden dice el filósofo, desde la
periferia al centro, de forma que el desprendimiento de las últimas
posesiones ultramarinas parece ser la señal para el comienzo de una
dispersión interpeninsular. Todo su planteamiento convierte este libro
en un clásico del pensamiento español, que hoy adquiere plena
actualidad por el original y certero análisis que ofrece del problema
capital de España: los nacionalismos particularistas. Federico Trillo
confirma en su prólogo la trascendencia del diagnóstico de Ortega y la
validez de sus propuestas
Para poder decidir sobre lo que va a hacer o ser, "el hombre debe
poseer algunas convicciones sobre las cosas que le rodean o los otros
hombres". Por ello, el hombre debe "estar siempre en alguna creencia,
y que la estructura de su vida depende primordialmente de las creencias
en las que esté, siendo los cambios decisivos de la humanidad los
relacionados con los cambios de creencias, en su intensificación o
debilitación".
b) La razón histórica.
c) La experiencia de la vida.
6.2. EL PERSPECTIVISMO
¿Qué nos quiere decir Ortega con esta frase? Todos los comentadores de su obra
suelen referirse a ella como el núcleo de su pensamiento, una frase en la que Ortega
nos ofrece el descubrimiento de que la vida del hombre está inmersa en un conjunto
de elementos que constituyen su "circunstancia". La misma cita de la Biblia y la
referencia a la escuela platónica han sido tomadas como las dos circunstancias
históricas y culturales en las que se halla inmerso el hombre occidental: la tradición
judeo-cristiana y la filosofía griega. Pero el circunstancialismo de Ortega no se limita
a ese conjunto de elementos que, desde perspectivas históricas, culturales y
sociales, nos constituyen, sino que incluye también en nuestra "circunstancia"
cualquier otro elemento de la vida cotidiana, particular y propio del sujeto al que le
afecta y que, con tanto derecho como los anteriores, le constituye en su
individualidad radical y originaria. La consecuencia será que no hay ningún dato de
la realidad, por particular que se pueda considerar, que pueda quedar fuera de la
reflexión filosófica. En clara oposición, pues, a su objetivismo inicial, Ortega
coincidirá con otras corrientes filosóficas del siglo XX, como el vitalismo, el
existencialismo o la fenomenología, en la consideración de la vida cotidiana como
material esencialmente filosófico, hasta el punto de intentar convertir dicha reflexión
en su método filosófico. Habrá que partir de las cosas que nos son próximas, de las
cosas que nos rodean, para poder retomar en su plena significación las reflexiones
filosóficas "tradicionales".
¿Qué ocurre entonces con la verdad? Ortega se opone a las pretensiones del
racionalismo acerca de la existencia de una verdad absoluta, ajena a lo temporal, a
lo circunstancial, y afirmará justamente lo contrario: la verdad se da siempre desde
las circunstancias en las que el yo se ve inmerso, desde su propia vida. La realidad
es siempre captada desde las circunstancias del yo, y la verdad consistirá en saber
dar cuenta de esa realidad desde esas circunstancias (que son circunstancias
vitales) en las que se halla inmerso el yo. El ejemplo de la sierra del Guadarrama le
sirve para ilustrar su posición de un modo muy gráfico: mirada la sierra desde Madrid
no es lo mismo que mirada desde Segovia. ¿Cuál es la mirada verdadera, la visión
verdadera? No tiene sentido esta pregunta, como si se pretendiera tener una visión
"única" de las dos vertientes que no es posible bajo ninguna consideración. Quien
mira la sierra desde Madrid tiene una visión tan verdadera de ella como quien la ve
desde Segovia, por lo que las dos perspectivas de la sierra son verdaderas. Sin
embargo, dice Ortega, las dos miradas, las dos perspectivas, se complementan,
siendo cada una de ellas distinta e insustituible. Es precisamente esa
complementariedad de las perspectivas lo que aleja la posición perspectivista de
Ortega del relativismo y el escepticismo.
Por lo demás, si todas las perspectivas tienen validez, en cuanto tales, eso nos lleva
a reconocer el papel de otros seres humanos en la construcción de la verdad, dado
que su perspectiva, aunque aparentemente opuesta a la mía, es necesaria para
alcanzar el conocimiento de esa verdad "objetiva". A diferencia de lo que ocurría en
la primera fase de su pensamiento, el individualismo no es ya un obstáculo para la
consecución de la objetividad, sino un elemento necesario para ello. Si aplicamos
el perspectivismo al campo de lo moral y lo social, se pone de manifiesto la
necesaria tolerancia como valor fundamental para el ser humano, en la medida en
que cada cual ha de ser capaz de reconocer el carácter "complementario" de las
perspectivas ajenas, de la diferencia y la individualidad de los demás, como factor
esencial de convivencia social, subrayando así el carácter parcial y complementario
de toda perspectiva.
6.3. EL RACIOVITALISMO
La propuesta racio-vitalista
Por lo demás, todo ello se da en el tiempo, por lo que la dimensión histórica del
hombre es inseparable del circunstancialismo, lo que nos conduce al núcleo del
último pensamiento orteguiano, la relación entre la vida y la historia, plasmada en el
concepto de razón histórica en el que se concretiza la noción orteguiana de razón
vital. La naturaleza del hombre es, fundamentalmente, histórica. Eso supone afirmar
que no hay una naturaleza humana inmutable: el hombre es, en cada época, en
buena medida, lo que hereda de sus antepasados, herencia que se puede
consolidar y aumentar, transmitiéndola a las generaciones futuras, o dilapidar.
En suma, que el hombre no tiene naturaleza, sino que tiene (...) historia. O, lo que
es igual, lo que la naturaleza es a las cosas, es la historia -como res gestae- al
hombre. (Obras completas, 6, pág. 41)
Pero ¿qué es esto? ¿Con qué hemos topado indeliberadamente? Eso, ese hecho
radical de alguien que ve y ama y odia y quiere un mundo y en él se mueve y por él
sufre y en él se esfuerza -es lo que desde siempre se llama en el más humilde y
universal vocabulario "mi vida". ¿Qué es esto? Es, sencillamente, que la realidad
primordial, el hecho de todos los hechos, el dato para el Universo, lo que me es
dado es... "mi vida" -no mi yo solo, no mi conciencia hermética, estas cosas son ya
interpretaciones, la interpretación idealista. Me es dada "mi vida", y mi vida es ante
todo un hallarme yo en el mundo; y no así vagamente, sino en este mundo, en el de
ahora y no así vagamente en este teatro, sino en este instante, haciendo lo que
estoy haciendo en él, en este pedazo teatral de mi mundo vital -estoy filosofando.
Se acabaron las abstracciones. Al buscar el hecho indubitable no me encuentro con
la cosa genérica pensamiento, sino con esto: yo que pienso en el hecho radical, yo
que ahora filosofo. He aquí cómo la filosofía lo primero que encuentra es el hecho
de alguien que filosofía, que quiere pensar el universo y para ello busca algo
indubitable. Pero encuentra, nótenlo bien, no una teoría filosófica, sino al filósofo
filosofando, es decir, viviendo ahora la actividad de filosofar como luego, ese mismo
filósofo, podrá encontrarse vagando melancólico por la calle, bailando en un dancing
o sufriendo un cólico. 0 amando la belleza transeúnte. Es decir, encuentra el
filosofar, el teorizar como acto y hecho vital, como un detalle de su vida y en su vida,
en su vida enorme, alegre y triste, esperanzada y pavorosa.
Lo primero, pues, que ha de hacer la filosofa es definir ese dato, definir lo que es
"mi vida", "nuestra vida", la de cada cual. Vivir es el modo de ser radical: toda otra
cosa y modo de ser lo encuentro en mi vida, dentro de ella, como detalle de ella y
referido a ella. En ella todo lo demás es y será lo que sea para ella, lo que sea como
vivido. La ecuación más abstrusa de la matemática, el concepto más solemne y
abstracto de la filosofa, el Universo mismo, Dios mismo, son cosas que encuentro
en mi vida, son cosas que vivo. Y su ser radical y primario es, por tanto, ese ser
vividas por mí, y no puedo definir lo que son en cuanto vividas si no averiguo qué
es "vivir". Los biólogos usan la palabra "vida" para designar los fenómenos de los
seres orgánicos. Lo orgánico es tan sólo una clase de cosas que se encuentran en
la vida junto a otra clase de cosas llamadas inorgánicas. Es importante lo que el
filósofo nos diga sobre los organismos, pero es también evidente que al decir
nosotros que vivimos y hablar de "nuestra vida", de la cada cual, damos a esta
palabra un sentido más inmediato, más amplio, más decisivo. El salvaje y el
ignorante no conocen la biología, y, sin embargo, tienen derecho a hablar de "su
vida" y a que bajo ese término entendamos un hecho enorme, previo a toda biología,
a toda ciencia, a toda cultura -el hecho magnífico, radical y pavoroso que todos los
demás hechos suponen e implican. El biólogo encuentra la "vida orgánica" dentro
de su vida propia, como un detalle de ella: es una de sus ocupaciones vitales y nada
más. La biología, como toda ciencia, es una actividad o forma de estar viviendo. La
filosofía, es, antes, filosofar, y filosofar es, indiscutiblemente, vivir - como lo es
correr, enamorarse, jugar al golf, indignarse en política y ser dama de sociedad. Son
modos y formas de vivir.
Por tanto, el problema radical de la filosofía es definir ese modo de ser, esa realidad
primaria que llamamos "nuestra vida". Ahora bien, vivir es lo que nadie puede hacer
por mí -la vida es intransferible-, no es un concepto abstracto, es mi ser
individualísimo. Por vez primera, la filosofía parte de algo que no es una abstracción.
2. LA CONCEPCIÓN DE LA VIDA
Pero ahora quisiera antes de concluir dejar un poco más avanzada la definición de
"nuestra vida". Hemos visto que es un hallarse ocupándose en esto o lo otro, un
hacer. Pero todo hacer es ocuparse en algo para algo. La ocupación que somos
ahora radica en y surge por un propósito -en virtud de un para, de lo que
vulgarmente se llama una finalidad. Ese para en vista del cual hago ahora esto y en
este hacer vivo y soy, lo he decidido yo porque entre las posibilidades que ante mí
tenía he creído que ocupar así mi vida sería lo mejor. Cada una de estas palabras
es una categoría y como tal su análisis sería inagotable. Resulta según ellas que mi
vida actual, la que hago o lo que hago de hecho, la he decidido: es decir, que mi
vida antes que simplemente hacer es decidir un hacer -es decir mi vida. Nuestra
vida se decide a sí misma, se anticipa. No nos es dada hecha -como la trayectoria
de la bala a que aludí el día anterior. Pero consiste en decidirse porque vivir es
hallarse en un mundo no hermético, sino que ofrece siempre posibilidades. El
mundo vital se compone en cada instante para mí de un poder hacer esto o lo otro,
no de un tener que hacer por fuerza esto y solo esto. Por otra parte, esas
posibilidades no son ilimitadas -en tal caso no serían posibilidades concretas, sino
la pura indeterminación, y en un mundo de absoluta indeterminación, en que todo
es igualmente posible, no cabe decidirse por nada. Para que haya decisión tiene
que haber a la vez limitación y holgura, determinación relativa. Esto expreso con la
categoría "circunstancias". La vida se encuentra siempre en ciertas circunstancias,
en una disposición en torno -circum- de las cosas y demás personas. No se vive en
un mundo vago, sino que el mundo vital es constitutivamente circunstancia, es este
mundo, aquí, ahora. Y circunstancia es algo determinado, cerrado, pero a la vez
abierto y con holgura interior, con hueco o concavidad donde moverse, donde
decidirse: la circunstancia es un cauce que la vida se va haciendo dentro de una
cuenca inexorable. Vivir es vivir aquí, ahora -el aquí y el ahora son rígidos,
incanjeables, pero amplios. Toda vida se decide a sí misma constantemente entre
varias posibles. Astra inclinant, non trahunt -los astros inducen pero no arrastran.
Vida es, a la vez, fatalidad y libertad, es ser libre dentro de una fatalidad dada. Esta
fatalidad nos ofrece un repertorio de posibilidades determinado, inexorable, es decir,
nos ofrece diferentes destinos. Nosotros aceptamos la fatalidad y en ella nos
decidimos por un destino. Vida es destino. Espero que nadie entre los que me
escuchan crea necesario advertirme que el determinismo niega la libertad. Si, lo que
no creo, me dijese esto, yo le respondería que lo siento por el determinismo y por
él. El determinismo, en el mejor caso es, más exactamente, era una teoría sobre la
realidad del Universo. Aunque fuese cierta no era más que una teoría, una
interpretación, una tesis conscientemente problemática que era preciso probar. Por
lo tanto, aunque yo fuese determinista no podría dejar que esa teoría ejerciese
efectos retroactivos sobre la realidad primaria e indubitable que ahora describimos.
Por muy determinista que sea el determinista, su vivir como tal es relativamente
indeterminado y él se decidió en un cierto momento entre el determinismo y el
indeterminismo. Traer, pues, en este plano esa cuestión equivaldría a no saber bien
lo que es el determinismo ni lo que es el análisis de la realidad primordial, antes de
toda teoría. Ni se eche de menos que al decir yo: la vida es, a la par, fatalidad y
libertad, es posibilidad limitada pero posibilidad, por tanto, abierta, no se eche de
menos que razone esto que digo. No solo no puedo razonarlo, es decir, probarlo,
sino que no tengo que razonarlo -más aún, tengo que huir concienzudamente de
todo razonar y limitarme pulcramente a expresar en conceptos, a describir la
realidad originaria que ante mí tengo y que es supuesto de toda teoría, de todo
razonar y de todo probar. (Descripción de este teatro.) A prevenir tristes
observaciones, como esta que no quiero suponer en ustedes, venía la advertencia
demasiado elemental que al principio hice. Y ahora -entre paréntesis- me permito
hacer notar que la teoría determinista, así, sin más -hoy no existe ni en filosofía ni
en física. Para apoyarme al paso en algo, a la vez, sólido y breve, óigase lo que dice
uno de los mayores físicos actuales -el sucesor y ampliador de Einstein, Hermann,
Weyl- en un libro sobre lógica de la física publicado hace dos años y medio: "De
todo lo dicho se desprende cuán lejos está hoy la física -con su contenido por mitad
de leyes y de estadísticas - en posición para aventurarse a hacer la defensa del
determinismo." Una de las mecánicas del hermetismo mental a las cuales aludía
consiste en que al oír algo y ocurrírsenos una objeción muy elemental no pensamos
que también se le habrá ocurrido al que habla o escribe y que verosímilmente somos
nosotros quienes no hemos entendido lo que él dice. Si no pensamos esto
quedaremos indefectiblemente por debajo de la persona que oímos o del libro que
leemos. Es, pues, vida esa paradójica realidad que consiste en decidir lo que vamos
a ser -por tanto, en ser lo que aún no somos, en empezar por ser futuro. Al contrario
que el ser cósmico, el viviente comienza por lo de luego, por después. Esto sería
imposible si el tiempo fuese originariamente el tiempo cósmico.
"Nuestra vida" está alojada, anclada en el instante presente. Pero ¿qué es mi vida
en este instante? No es decir lo que estoy diciendo; lo que vivo en este instante no
es mover los labios; eso es mecánico, está fuera de mi vida, pertenece al ser
cósmico. Es, por el contra-rio, estar yo pensando lo que voy a decir; en este instante
me estoy anticipando, me proyecto en un futuro. Pero para decirlo necesito emplear
ciertos medios -palabras- y esto me lo proporciona mi pasado. Mi futuro, pues, me
hace descubrir mi pasado para realizarse. El pasado es ahora real porque lo revivo,
y cuando encuentro en mi pasado los medios para realizar mi futuro es, cuando
descubro mi presente. Y todo esto acontece en un instante; en cada instante la vida
se dilata en las tres dimensiones del tiempo real interior. El futuro me rebota hacia
el pasado, este hacia el presente, de aquí voy otra vez al futuro, que me arroja al
pasado, y este a otro presente, en un eterno girar.
Estamos anclados en el presente cósmico, que es como el suelo que pisan nuestros
pies, mientras el cuerpo y la cabeza se tienden hacia el porvenir. Tenía razón el
cardenal Cusano cuando allá, en la madrugada del Renacimiento, decía: Ita nunc
sive praesens complicat tempus. El ahora o presente incluye todo tiempo: el ya, el
antes y el después.]
Reparen ustedes que de todos los puntos de la tierra el único que no podemos
percibir directamente es aquel que en cada caso tenemos bajo nuestros pies.
Antes que veamos lo que nos rodea somos ya un haz original de apetitos, de afanes
y de ilusiones, Venimos al mundo, desde luego, dotados de un sistema de
preferencias y desdenes, más o menos coincidentes con el prójimo, que cada cual
lleva dentro de sí armado y pronto a disparar en pro o en contra de cada cosa como
una batería de simpatías y repulsiones. El corazón, máquina incansable de preferir
y desdeñar, es el soporte de nuestra personalidad.
No se diga, pues, que es lo primero la impresión. Nada importa más para renovar la
idea de lo que es el hombre como rectificar la perspectiva tradicional según la cual,
si deseamos una cosa, es porque antes la hemos visto. Esto parece evidente y, sin
embargo, es en gran parte un error. El que desea la riqueza material no ha esperado
para desearla ver el oro, sino que, desde luego, la buscará dondequiera que sea
halle, atendiendo al lado de negocio que cada situación lleva en sí. En cambio, el
temperamento artista, el hombre de preferencias estéticas atravesará esas mismas
situaciones ciego para su lado económico y prestará atención, o mejor dicho,
buscará por anticipado lo que en ellas resida de gracia y de belleza. Hay, pues, que
invertir la creencia tradicional. No deseamos una cosa porque la hayamos visto
antes, sino al revés: porque ya en nuestro fondo preferíamos aquel género de cosas,
las vamos buscando con nuestros sentidos por el mundo. De los ruidos que en cada
instante llegan a nosotros y materialmente podríamos oír, solo oímos, en efecto,
aquellos a que atendemos; es decir, aquellos que favorecemos con el subrayado de
nuestra atención, y como no se puede atender una cosa sin desatender otras, al
escuchar un son que nos interesa desoímos enérgicamente todos los demás. Todo
ver es un mirar, todo oír es a la postre un escuchar, todo vivir un incesante, original
preferir y desdeñar. (...)
3. LA RAZÓN VITAL
Mas, conforme se iba tomando posesión del universo de lo racional y, sobre todo,
al día siguiente de aquellas triunfales sistematizaciones -Descartes, Spinoza,
Leibniz-, se advertía, con nueva sorpresa, que el territorio era limitado. Desde 1700
comienza el propio racionalismo a descubrir no nuevas razones, sino los límites de
la razón, sus confines con el ámbito infinito de lo irracional. Es el siglo de la filosofía
crítica, que va a salpicar con su magnífico oleaje la centuria última, para lograr en
nuestros días una definitiva demarcación de fronteras.
Hoy vemos claramente que, aunque fecundo, fue un error el de Sócrates y los siglos
posteriores. La razón pura no puede suplantar a la vida: la cultura del intelecto
abstracto no es, frente a la espontánea, otra vida que se baste a sí misma y pueda
desalojar a aquélla. Es tan sólo una breve isla flotando sobre el mar de la vitalidad
primaria. Lejos de poder sustituir a ésta, tiene que apoyarse en ella, nutrirse de ella
como cada uno de los miembros vive del organismo entero.
Nuestra actitud contiene, pues, una nueva ironía, de signo inverso a la socrática.
Mientras Sócrates desconfiaba de lo espontáneo y lo miraba al través de las normas
racionales, el hombre del presente desconfía de la razón y la juzga al través de la
espontaneidad. No niega la razón, pero reprime y burla sus pretensiones de
soberanía. A los hombres del antiguo estilo tal vez les parezca que es esto una falta
de respeto. Es posible, pero inevitable. Ha llegado irremisiblemente la hora en que
la vida va a presentar sus exigencias a la cultura. "Todo lo que hoy llamamos cultura,
educación, civilización, tendrá que comparecer un día ante el juez infalible
Dionysos" -decía proféticamente Nietzsche en una de sus obras primerizas.
Tal es la ironía irrespetuosa de Don Juan, figura equívoca que nuestro tiempo va
afinando, puliendo, hasta dotarla de un sentido preciso. Don Juan se revuelve contra
la moral, porque la moral se había antes sublevado contra la vida. Sólo cuando
exista una ética que cuente, como su norma primera, con la plenitud vital, podrá
Don Juan someterse. Pero eso significa una nueva cultura: la cultura biológica. La
razón pura tiene que ceder su imperio a la razón vital.
8. LA REBELION DE LAS MASAS
LA MASA:
Todo el libro gira en torno a qué es la masa y por qué se considera que estamos
presenciando su particular revolución.
El hombre integrante de la masa se cree que con lo que sabe ya tiene más que
suficiente y no tiene la más mínima curiosidad por saber más. Con el paso de los
años ha perdido toda capacidad de asombro y además, desprecia todo lo que sea
superior a él. “Masa es todo aquel que no se valora a sí mismo”, dice el autor al
comienzo del ensayo, pero no se valora a sí mismo ni para bien ni para mal, sino
que lo que realmente le hace sentirse bien es pertenecer a la masa, es decir, ser
igual a los demás. Pertenecer a la masa, es por tanto, no tener iniciativas, seguir al
resto, ser normal. De este modo, en tanto y cuanto uno se da cuenta de sus
limitaciones, se puede sentir desdichado, pero no se sentirá masa.
EUROPA Y AMÉRICA:
Para comenzar con la recapitulación de los pensamientos de Ortega al respecto de
Europa y América, tengo que decir que para él, Europa está compuesta de
Alemania, Francia, Reino Unido y a veces, España, Italia y Austria. De igual modo,
América está formada tan sólo por Estados Unidos y Canadá.
En el libro se hace una clara apuesta por la hermandad de los pueblos europeos
que se podría remontar a la época romana y se dice que las guerras europeas no
han sido más que cuatro tiros y ya (si Ortega hubiese visto la Segunda Guerra
Mundial antes de escribir La rebelión de las masas...)
Igualmente dice el autor que los doscientos años de historia americana le confiere
una personalidad muy pobre y por eso se encuentra a la cola de Europa en casi
todos los aspectos. Sobre todo porque Estados Unidos es una nación formada a
partir de inmigraciones de ciudadanos occidentales y, por tanto, su cultura es una
imitación a la nuestra. Dice también que América es el paraíso de las masas dado
que es un país íntegramente formado a partir de aquéllas.
Ortega expresa alguna vez que Rusia (o la URSS de ese tiempo) es otra nación
nueva (similar en ese aspecto a los EEUU, pero con muchos matices que
diferencian ambas naciones) que no tiene la cultura suficiente como para asumir
ningún mando europeo.
Me parece especialmente importante lo que expresa el ensayista al respecto de los
nacionalismos. Ve completamente absurdo que en un mundo con tendencia a la
unidad se pretendan particiones y separatismos.
EL PRIMITIVISMO:
Hay dos capítulos del libro en los que se habla de primitivismo. Son Primitivismo y
técnica y Primitivismo e historia. Lo mejor será tratarlos de modo individual:
1. -PRIMITIVISMO Y TÉCNICA
Afirma el autor que la técnica no tiene cabida en una sociedad en la que las
personas no están entusiasmadas con los principios científicos fundamentales en
los que se basa y dice asimismo que se está viviendo en una época en la que la
ciencia avanza gracias a la inercia provocada por la época anterior y asegura que
nos estamos aproximando a un seco frenazo del que ni los propios científicos están
preparados.
Opina también que estamos asistiendo a unos años en los que la masa, de carácter
primitivo, “nada” en medio de un mundo que se puede considerar civilizado, al
menos técnicamente y explica además algo que es verdaderamente interesante.
Dice que el mayor signo de primitivismo es la opinión que se tiene actualmente de
“mientras halla dollars, habrá ciencia”, sobre todo porque América se ha puesto a la
cabeza de los últimos descubrimientos. Sin embargo él dice que los científicos
americanos se están sustentando en investigaciones europeas para realizar sus
avances oportunos y de no existir la ciencia europea, la americana no seguiría el
trabajo.
2. -PRIMITIVISMO E HISTORIA
A más progreso, más complicada resulta la vida. Sin embargo, no surgen más
cabezas con las capacidades suficientes como para solucionar los problemas que
acaecen y a las que hay no se les permite llegar al poder.
Para terminar con el primitivismo, dice Ortega que, a pesar de considerar sus
pensamientos apolíticos, el fascismo y el bolchevismo son ideologías primitivistas
si tenemos en cuenta que no tienen fundamentos históricos, y esa es la causa de
su inminente caída.
EL PACIFISMO:
Las opiniones sobre el pacifismo las vierte Ortega en el epílogo para los ingleses.
Por lo pronto, conviene expresar la idea que tiene el autor sobre el pacifismo, que
es la siguiente:
NOTA: En este resumen a menudo parece que las cosas las escribo yo, y me
gustaría recordar que no es así, sólo es la síntesis del libro. Simplemente sucede
esto por no querer reiterar en las palabras “Ortega”, “el autor”...
Tras la lectura del libro La rebelión de las masas, cabe plantearse las siguientes
preguntas:
¿Existe la masa hoy día? ¿Pertenezco yo a la masa? ¿O bien son términos
anticuados propios de principios de siglo?.
Mi profesor de literatura del año pasado, Víctor Pérez, hizo una pequeña encuesta
a principios de curso. Fue preguntando uno a uno ¿Y tú, cómo eres?. Lo
“desgarrador” del asunto es que la mayoría de la gente simplemente respondía: “yo
soy normal”, sin ni siquiera matizarse a sí mismos. Hay que suponer que es una
reacción lógica de la inseguridad del momento ¿O no?
El ser humano, por naturaleza, se siente tan a gusto en el grupo que hace casi
cualquier cosa por continuar perteneciendo al mismo. Nos infunde más seguridad
estar cómodamente alojados en un conglomerado ya que si todo el mundo se
equivoca, rectificar es más fácil, mientras que si nos equivocamos nosotros de forma
aislada, perdemos el respaldo del resto.
La disección que realiza Ortega del hombre-masa nos recuerda bastante a lo que
consideramos ignorante en filosofía: persona que cree que ya conoce todo lo que
necesita saber y no busca más entendimiento. Se cree que ya lo ha visto todo y no
se sorprende ante nada... Y todo el mundo sabe que ignorantes ha habido siempre,
no se puede negar.
Sin embargo, creo que el hombre-masa del que habla Ortega se puede aplicar
perfectamente a su época porque en esos momentos el auge económico estaba
provocando la proliferación de una nueva clase social -la clase media- que no tenía
la madurez necesaria para dirigirse a sí misma debido a la escasa educación que
había recibido y suponía un peligro potencial ya que podían ser manipulados.
Propone entonces Ortega un estado gobernado por los mejores. Pero no por los
mejores en el sentido de los aristócratas, tal y como alguno interpretó, sino por las
mejores cabezas escogidas entre todas las personas. Concretando, estamos
hablando de un modelo elitista que tiene por característica que la elite está
constituida por la elite real. Si lo analizamos fríamente, la idealización de este
sistema político provocaría un Estado perfecto. Lo que me desalienta del asunto es
que es exactamente lo que pasa con el comunismo, la dictadura, la democracia...
Para terminar con el tema de las masas, debo decir que Ortega dedicó demasiado
tiempo a pensar en los nocivas que resultan y nada a plantear la posible solución,
o al menos, decirnos cómo podemos vivir en el mundo sin pertenecer a las mismas.
Está claro que cuando el autor escribió que América estaba a remolque de Europa,
no había visto el imperio comercial que ha formado Estados Unidos en nuestros
días. De todas maneras, sus argumentos son bastante valiosos porque tiene razón
en algunas cosas, sobre todo en las referentes a los temas culturales. Desde luego
América tiene mucho que envidiar a Europa en materia de cultura, tradición e
historia.
Me parece un poco pobre la panorámica que tiene el autor del mundo: para él sólo
cuentan cuatro o cinco naciones de Europa y dos de América. Lo cierto es que la
riqueza de la historia y cultura de otros países, como China, aportan diversidad al
planeta (y la diversidad es riqueza). Además, excluye de todo movimiento
internacional a Japón, nación que ya en esa época se estaba volviendo poderosa.
Ortega cae en alguna ocasión en considerar al Estado como una perfecta unión
entre personas que buscan tener más poder, no obstante no acierta a pensar que
la realidad de algunas naciones es que se han formado por haber sido anexionadas
a la fuerza a algún Imperio y luego se han independizado conjuntamente con otro
pueblo y se han acabado fusionando, o han sido simples incorporaciones a otro país
por la fuerza...
Creo que si Ortega hubiera visto el dolor que sufrieron los esclavos negros de
Norteamérica, que no habían perdido ninguna guerra ni nada, sólo constituían una
sociedad menos evolucionada que la occidental, no habría escrito con la ligereza
que escribió su tesis sobre la esclavitud. La libertad es uno de los derechos básicos
que tenemos todos los seres humanos y la privación de aquélla me parece muy
grave.
A pesar de que este Ortega habla bastantes veces de la pérdida de los valores
morales, lo cierto es que a él mismo se le olvidan los más básicos con demasiada
frecuencia.