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Introducción:

Elías profeta de Israel del siglo IX. Su nombre aparece en el Antiguo


Testamento en hebreo como eµléÆyyaÆhuÆ y eµléÆyyaÆ, en
griego como leiou, y en el Nuevo Testamento como Åleias. Que
significa “Yah es él” o “Jehová es mi Dios”.

Además de la referencia a Elías en 1 Reyes 17:1 como el “tisbita”,


que era de los moradores de Galaad”, no existe información sobre su
origen. Esta referencia, incluso, es oscura. El texto masorético
sugiere que aunque Elías residía en Galaad, el lugar de su nacimiento
era otro (quizás Tisbé de Neftalí). La Septuaginta tiene en sus
registros el nombre ek thesboµn teµs galaad, lo que indica Tisbé de
Galaad. Tradicionalmente se lo ha considerado como un lugar ubicado
a unos 13 kilómetros al norte del Jaboc. Lo que podemos afirmar es
que Elías fue, uno de los mas grandes profetas que Dios levanto en la
antigüedad, y su espíritu y fervor son dignos de imitar, pero difíciles
de comparar e igualar.

El ministerio de Elías:

El ministerio profético de Elías está registrado en 1 Reyes 17–19; 21;


2 Reyes 1–2. Estas narraciones están escritas en el hebreo clásico
más puro “de un tipo que difícilmente pueda encontrarse después del
siglo VIII” No podrían haber durado mucho tiempo en forma oral.
Describen su ministerio en el reino del norte durante la dinastía de
Omri.

Elías era contemporáneo de Acab y Ocozías, y por la posición de la


narración del arrebatamiento 2 Reyes2 y la respuesta a la pregunta
de Josafat en 2 Reyes 3:11, llegamos a la conclusión de que su
arrebatamiento se produjo probablemente en la época del comienzo
del reinado de Joram en Israel aproximadamente. La dificultad que
presenta a esta conclusión 2 Crónicas 21:12–15 posiblemente pueda
resolverse interpretando que el tan controvertido versículo de 2
Reyes 8:16 habla de una corregencia de Josafat y Joram, reyes de
Judá, o considerando la carta como un oráculo profético escrito antes
de su arrebatamiento.

El ciclo de Elías presenta seis episodios en la vida del profeta: su


predicción de sequía y su posterior huida, el encuentro en el monte
Carmelo, la huida a Horeb, el incidente de Nabot, el oráculo acerca de
Ocozías, y su traslado o arrebatamiento. Con excepción del último,
todos se refieren básicamente al choque entre la adoración de Jehová
y Baal.

El Baal de estas historias es Baal-melcart, la deidad protectora oficial


de Tiro. Acab impulsó esta variante fenicia del naturismo religioso de
Canaán después de su casamiento con la princesa tiria, Jezabel 1
Reyes 16:30–33, pero fue Jezabel la que tuvo la mayor
responsabilidad por el exterminio sistemático del culto a Jehová y la
propagación del de Baal en Israel 1 Reyes 18:4, 13,

19; 19:10- 14.

Elías aparece en el primer episodio (1 Reyes 17) sin introducción, y


después que hizo llegar a Acab el oráculo anunciándole una sequía se
aleja de la jurisdicción de este rey, primero al uadi Querit, al este;
elohísta del Jordán, y de allí a Sarepta (la actual Sarafend debajo de
Sidón todavía preserva el nombre y domina las ruinas de este antiguo
puerto sobre el Mediterráneo). Elías se mantuvo en forma milagrosa
en ambos lugares, y mientras se encontraba en Sarepta hizo un
milagro de curación (1 Reyes 17:17–24).

El segundo episodio, tres años más tarde (1 Reyes 18:1), compárese


Lucas 4.25; Santiago 5:17, que siguen la tradición judía, narra el
cese de la sequía una vez eliminado el culto a Baal en el monte
Carmelo. La sequía impuesta y retirada por la palabra de Jehová fue
un reto a la soberanía de Baal sobre la naturaleza. Elías pone de
manifiesto el desafío, y la supremacía de Jehová y queda
espectacularmente demostrada. El culto a Baal en el monte Carmelo
no fue totalmente exterminado.

El tercer episodio (1 Reyes 19), que describe la huida de Elías a


Horeb a fin de librarse de la ira de Jezabel, es particularmente
significativo. Horeb era el monte sagrado en el que se manifestó el
Dios del pacto de Moisés, y el viaje de Elías a este lugar representa el
retorno de un profeta leal, pero descorazonado, a la fuente misma de
la fe por la cual había luchado. Aparentemente la comisión final en 1
R. 19:15–18 fue sólo parcialmente cumplida por Elías.

Los reinados de Hazael y Jehú en Siria e Israel, respectivamente,


están registrados en el ciclo de Eliseo. El incidente de Nabot (1 R. 21)
ilustra y justifica el principio arraigado en la conciencia religiosa de
Israel, el principio de considerar que la tierra que poseía una familia o
clan israelita era un don de Jehová, y que no reconocerlo y no
respetar los derechos del individuo y la familia en el seno de la
comunidad del pacto traería como consecuencia el juicio. Elías surge
como el campeón de las poderosas demandas éticas de la fe mosaica
que tan significativamente faltaban en el culto a Baal.

El quinto episodio en 2 R. 1 continúa ilustrando el choque entre


Jehová y Baal. La dependencia de Ocozías del dios de la vida de Siria,
Beelzebú (Beel-zebul en los textos de Ras Shamra), que significa
“Señor de las moscas”, probablemente fuera una forma de ridiculizar
a la deidad siria, provoca el juicio de Dios (2 Reyes 1:6-16). Un juicio
de fuego también cae sobre los que trataron de resistir la voz de
Jehová atacando a su profeta (2 R. 1:9–15). El arrebatamiento de
Elías en un torbellino le da un toque dramático al final de su
espectacular carrera profética. La exclamación de Eliseo (2 Reyes
2:12) se repite en 2 Reyes 13:14 con referencia a sí mismo.

Se pueden hacer dos observaciones sobre la importancia de Elías.


Primero, que sigue la tradición veterotestamentaria de la profecía
extática que proviene de los días de Samuel, y también que es un
precursor de los rapsodistas o profetas escritores del siglo VIII. Su
nexo con la tradición anterior se ve en que, en primer lugar, es un
hombre de acción, y sus movimientos determinados por el Espíritu
desafían la predicción humana. En el fondo de la obra de Elías siguen
existiendo las escuelas proféticas de la época de Samuel. Su nexo con
los profetas posteriores se basa en su constante esfuerzo por hacer
volver a su pueblo a la religión de Moisés, tanto en la adoración de
Jehová como único Dios, como en la proclamación del modelo
mosaico de justicia para la comunidad. En ambos sentidos anticipa
los oráculos más completos de Amós y Oseas. Esta defensa de la fe
mosaica por parte de Elías se apoya en varios detalles que sugieren
un paralelo entre Elías y Moisés.

El retorno de Elías a Horeb es bastante evidente, pero también está el


hecho de que a Elías acompaña y sucede Eliseo, como en el caso de
Moisés y Josué. Este paralelo es bastante notable. No sólo hay un aire
de misterio en torno a la muerte de Moisés, sino que su sucesor
aseguró la fidelidad de Israel al participar del mismo espíritu que
poseía Moisés, y al demostrar su capacidad para el cargo por medio
de un cruce milagroso del río. El relato del arrebatamiento reproduce
este modelo con bastante precisión. También el hecho de que Dios
responde a Elías con fuego en dos ocasiones parece llevarnos de
vuelta a la exhibición de la presencia y el juicio de Dios en el fuego en
las narraciones del éxodo. No es de extrañar, entonces, que en el
pensamiento hagádico judío se considere a Elías como el equivalente
de Moisés. En segundo lugar, se habla de que su ministerio había de
ser restablecido “antes que venga el día de Jehová, grande y
terrible”, era un tópico común de discusión durante el ministerio de
Jesús (Marcos 8:28).

Bibliografía

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