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Sí, Trump sí es un verdadero e inminente

peligro.
Un peligro para Estados Unidos, para México y para el Mundo, un peligro tanto o más
grave que el que representó Hitler.

Mauricio Márquez Murrieta

Acabo de leer el prólogo a la edición española de la que tal vez sea ya la obra magna de Slavoj Zizek,
Menos que nada, dedicada al movimiento español PODEMOS, y en él al hablar Zizek en un aparente
anacronismo del Auténtico Amo, dice (Y me disculpo de entrada por la extensión de la cita):
"Constantemente bombardeados por "libres elecciones" impuestas [yo diría, más bien forzada;
"impuesta" me parece una traducción inadecuada, ya que Zizek constantemente se refiere a la "elección
forzada", que no es lo mismo], forzados a tomar decisiones para las que la mayor parte de la veces no
estamos adecuadamente cualificados (o no poseemos suficiente información sobre ellas), cada vez
vivimos más nuestra libertad como una carga que causa una ansiedad insoportable. Somos incapaces de
romper con este círculo vicioso por nosotros mismos y nos vemos como individuos aislados, puesto que
cuanto más libremente actuamos más nos vemos esclavizados por el sistema: necesitamos ser
"despertados" de este "sueño dogmático" de falsa libertad desde fuera, por la sacudida de una figura del
Amo".
"Había un rastro de una auténtica llamada del Amo incluso en el lema de Obama en su primera campaña
presidencial: "Yes, we can!". Se abría así una nueva posibilidad. Pero, podría argüirse, ¿no hizo Hitler
algo formalmente similar? ¿No fue su mensaje para el pueblo alemán “Sí, podemos …” –matar a judíos,
aplastar la democracia, actuar de un modo racista, atacar a otras naciones –?
Un análisis más detallado nos muestra inmediatamente la diferencia: lejos de ser un auténtico Amo,
Hitler fue un demagogo populista que cuidadosamente jugó con los oscuros deseos del pueblo. Podría
parecer que, al hacer esto, Hitler siguió el famoso lema de Steve Jobs: “Muchas veces, la gente no sabe
lo que quiere, hasta que se los muestras”. Sin embargo (…) cuando se le preguntó cuánta investigación
maneja Apple sobre lo que quieren sus clientes, replicó: “Ninguna. Saber lo que quiere no es trabajo del
cliente…nosotros averiguamos lo que queremos”. Nótese el giro sorprendente de esta argumentación:
después de negar que los clientes saben lo que quieren, Jobs no continúa con la esperada inversión
directa “es nuestra tarea (la tarea de los creativos capitalistas) averiguar lo que quieren los clientes y
entonces “mostrárselo” en el mercado”. En vez de eso, continúa con “averiguamos lo que nosotros
queremos”. Este es el modo en que funciona un auténtico Amo: no intenta adivina lo que quiere la
gente; simplemente obedece su propio deseo, de modo que es decisión del pueblo decidir si le seguirán.
En otras palabras, su poder surge de su fidelidad a su deseo, de no comprometerlo. Ahí reside la
diferencia entre un auténtico Amo y, por ejemplo, un líder fascista o estalinsita que finge saber [o querer
saber] (mejor que el pueblo mismo) lo que el pueblo realmente quiere (lo que es realmente bueno para
ellos), y está entonces dispuesto a imponerlo sobre el pueblo, incluso contra su voluntad”.
De este extracto del texto de Zizek quiero resaltar antes que nada dos cosas: 1) si bien es necesario
entender su noción del Amo tanto desde la perspectiva Hegeliana como desde la psicoanalítica
(particularmente la de Lacan), ella nos ha de servir sobre todo para desecharla sin caer en la falsa
alternativa liberal. Los seres humanos crecemos dentro de órdenes simbólicos que a un nivel tan
profundo como inefable nos presentan al y ante el mundo como gobernado por un orden trascendente
que le otorga garantía, y la figura del Amo, al menos como yo la entiendo, no es más que ese fantasma
(en el sentido lacaniano) que sostiene la realidad y la dota de un mínimo sentido. Nos libramos de la
figura del Amo cuando nos damos cuenta de que no existe tal garantía de la realidad sino que recae en
cada uno de nosotros, mediante un acto ético radical, apostar por tal sentido, si bien al hacerlo,
performativamente accedemos a una dimensión en la que al mismo tiempo nos percatamos de que,
aunque tal acto es absoluta y radicalmente personal, al realizarlo logramos superar la singular
separatidad que nos conforma y adquirimos conciencia del modo forzosamente compartido y solidario
de estar en el mundo, de la radical ilusión implicada en nuestra comprensión de nosotros mismos como
individuos atomatizados, que sin embargo, nunca nos abandona, puesto que cada individuo está, como lo
escribiera alguna vez en otro texto, irremediablemente “cargado de particularidades sobredeterminadas
por las múltiples generalidades contradictorias que lo hacen formar parte de colectividades que, sin
anularlo, lo trascienden”.
La noción de Amo Auténtico a la que alude Zizek no se refiere Amo fascista totalitario que como Hitler
y Stalin usurpa la voluntad del pueblo mediante el simulacro de personificarla, incitando y
aprovechando la frustración de la gente a su favor y en pos de sus propios objetivos. El Amo Auténtico
al contrario se erige como tal para devenir innecesario, se constituye en el mediador evanescente que,
como el psicoanalista, sirve únicamente como sujeto supuesto saber y querer a fin de confrontar al
individuo con el abismo de su libertad y hacerlo cobrar consciencia de que no existe otro Amo que el
que él mismo se ha impuesto, que no es otro sino él mismo quien gobierna su vida y puede, por lo tanto,
hacerse cargo de la misma. ¿Por qué recurrir entonces a la figura del Amo con su carga autoritaria y
jerárquica? Esta es precisamente la parte en la que no concuerdo con Zizek y que a mi gusto explica el
error que a mi entender cometió a la hora emitir su opinión sobre la posible victoria de Trump. Los seres
humanos no requerimos más Amo que nosotros mismos, lo que no significa que el individuo se gobierne
arbitrariamente a sí mismo, sino que no podemos eludir el acto ético mediante nadie más que uno mismo
elige el tipo de vida y relación con los demás que quiere tener y por el que ha de trabajar
constantemente.
Lo que me lleva a la segunda cosa que me inspiró el texto citado de Zizek: al contrario de muchas
personas que reducen los aspavientos fascistoides de Trump a una mera treta electoral, pienso, con
Adolfo Gilly, que Trump es efectivamente no sólo un fascista sino sobre todo un nazi.
El Amo Totalitario manda el mensaje de “sí, podemos”, pero el “sí podemos” del mensaje nazi es muy
diferente al liberal democrático y al socialista emancipatorio. ¿No es acaso nazi el mensaje de Trump,
que al igual que como lo apunta Zizek en su prólogo, le dice a la gente “Sí, podemos …” [pero] matar a
[mexicanos], aplastar la democracia, actuar de un modo racista, atacar a otras naciones”? ¿No es acaso
su verdadero mensaje uno que le dice a la gente “se vale que te dejes llevar por tus impulsos asesinos, se
vale que discrimines, que agredas, que violes, que atropelles, abuses, mates…se vale todo lo que
quieras”. ¿No esta Trump, al igual que Hitler, “lejos de ser un auténtico Amo, [sino] un demagogo
populista que cuidadosamente [juega] con los oscuros deseos del pueblo?
¿Por qué? ¿En qué sostiene Trump esta permisividad? En nada salvo en la ambición y el deseo mismos,
“Puedes porque quieres”, pervirtiendo el mensaje ético de Kant que apuntaba “Du kanst den du solst” (si
tú puedes, entonces debes) que, pese al dejo totalitario que ya Lacan y el mismo Zizek reconocieron en
el este último, apuntaba al gesto ético de la libertad que instaba al hombre a seguir su voluntad pero
donde la libertad era para Kant la “buena voluntad”, la voluntad que al quererse a sí misma reconoce en
el otro la libertad del quererse a sí mismo y, por lo tanto, la necesidad trascendental de sólo querer
aquello que mediante la buena voluntad uno quiera que se convierta en Ley para todos, uno mismo
incluido. De tal forma se vuelva imposible querer como ley la destrucción puesto que implicaría
aceptarla para sí mismo.
Trump como buen nazi rompe con toda ética o, más bien, pervierte la ética pasando desde una ética de la
responsabilidad, del bien y la justicia, a una ética de la libertad irrestricta e irresponsable, del mal, una
ética que reduce todo imperativo al de “hazlo porque puedes”.
Dijo recientemente Mújica que el verdadero peligro no era Trump sino sus seguidores. No estoy de
acuerdo. Me parece que son definitivamente Trump y su séquito el verdadero, real e inminente peligro,
como lo fueron Hitle, Himmler, Goebbles, Goering y compañía hace ya 90 años. Son ellos los que han
explotado tan cínica como astutamente, tan descarada como desvergonzadamente, la frustración, la rabia
y el resentimiento que más de 30 años de política neoliberal han generado en Estados Unidos entre la
población blanca de bajos recursos, ignorante y profundamente prejuiciada, y la han dirigido, al igual
que hiciera Hitler en los 20’s y 30’s del siglo pasado, contra un enemigo conveniente, explotando el
goce obsceno de la fantasía ideológica estadounidense del “american way of life”. Como lo apunté hace
ya 13 años en mi artículo “Entre la democracia y el imperio. La suspensión de la ética y el goce obsceno
de Bush”:
“[Puedes ser que] Estados Unidos esté lejos de ser un país fascista y su sociedad lejos de encontrarse
atemorizada por la fragmentación ocasionada por el mundo capitalista. Por el contrario, ella es su
producto más acabado y su principal representante. Sin embargo, el discurso empleado por Bush,
particularmente después del 11 de septiembre, encierra una gran dosis de contenidos y figuras retóricas
que pueden ser identificadas con el fascismo, y a la situación actual pueden encontrársele serias
semejanzas con lo mencionado en la cita de arriba. ¿Acaso no podríamos sustituir al judío del discurso
fascista nazi con el árabe fundamentalista en el discurso fascista de Bush? ¿No sustituyó el
fundamentalismo árabe, desde fines de los 80 y principios de los 90, al comunismo como el enemigo
fundamental del modo de vida americano, la “democracia y la “libertad” made in U.S.A.? ¿No resulta
claro que los antagonismos sociales que se intenta “suturar” (para emplear el concepto lacaniano
utilizado por Zizek) a través de la construcción fantasmática del Mal en el discurso Bushiano, son los
del resquebrajamiento social y la contradicción económica ocasionados por el capitalismo financiero?
¿No se está utilizando el fundamentalismo árabe –dependiendo de las circunstancias, también el wet
back mexicano/centroamericano, el coreano, la mafia china, el narcotraficante (siempre colombiano,
mexicano, cubano o negro) –como el otro culpable de los males que aquejan Norteamérica,
convirtiéndolo en aquel que le impide alcanzar la “armónica”sociedad ideal (idéntica a sí misma) a la
que está “destinada”? (…) La ley manifiesta con respecto a la cual se regulan las relaciones en cualquier
sistema social, está siempre acompañada por una ley superyóica oculta que constituye su sostén
fantasmático. Es decir que, para que la ley pública funcione requiere de un suplemento no reconocido
abiertamente que la sostenga simultáneamente más allá y más acá de su contenido visible. Como afirma
Zizek, “lo que mantiene unida a una comunidad en su nivel más profundo no es tanto la identificación
con la ley que regula el circuito “normal” cotidiano de la comunidad, sino más bien la identificación con
una forma específica de transgresión de la ley (en términos psicoanalíticos, con una forma de goce
específica)”. Cualquier individuo de una comunidad “...sería efectivamente excomulgado, percibido
como “no uno de nosotros” en el momento en que abandone la forma específica de trasgresión que
caracteriza a esta comunidad ...” (Zizek, Slavoj. El acoso de las fantasías, Siglo XXI, México, 1999:7)
(…) La trampa de este simulacro radica en la exclusión de un elemento esencial: el de la ganancia para
el que lo sostiene, el de la “ocultación” de sus intereses reales y su transmutación en intereses de la
mayoría. El gran engaño radica en que la verdadera usurpación del poder, el real atropello de la Cosa
Nacional, es Bush quien la está llevando a cabo, mediante la simulación del robo del goce por parte del
otro intransigente y la amenaza destructiva que encarna”.

Trece años después estamos volviendo a vivir lo mismo que con Bush, pero esta vez redoblado y de la
mano de un líder auténticamente nazi que llevará a Estados Unidos y al mundo – a México en primer
lugar y antes que nada – a catástrofes humanitarias que no hemos visto desde la infame década nazi que
prefiguró la Segunda Guerra Mundial.
Al respecto, ayer observé un video de un norteamericano medio, anglosajón, muy probablemente red-
neck, celebrando la victoria de Trump el día de las elecciones. Quedé estremecido, no había imaginado
el placer y alegría que provocó la victoria de Trump en este sector de la población; no había aquilatado
la profundidad del resentimiento hacia la degradación que han sentido de su vida y que ahora Trump
está orientando –de nuevo igual que Hitler en la Alemania de la posguerra – en contra de los mexicanos,
de los latinos de todo lo que puede epitomizar lo que desde su ignorancia no son ellos y les ha estado
robando su “American Drem”.
Es muy preocupante y no podemos quedarnos con las manos cruzados mientras lo que nos ha parecido
uno de los peores sucesos criminales de la humanidad vuelve a suceder, esta vez aquí, en casa, contra los
nuestros.
Zizek dijo hace 15 años a propósito del ataque a las Torres Gemerlas de Nueva York:
“Either America will persist in, strengthen even, the attitude of "Why should this happen to us? Things
like this don't happen HERE!", leading to more aggressivity towards the threatening Outside, in short: to
a paranoiac acting out. Or America will finally risk stepping through the fantasmatic screen separating it
from the Outside World, accepting its arrival into the Real world, making the long-overdued move from
"A thing like this should not happen HERE!" to "A thing like this should not happen ANYWHERE!".
America's "holiday from history" was a fake: America's peace was bought by the catastrophes going on
elsewhere. Therein resides the true lesson of the bombings: the only way to ensure that it will not
happen HERE again is to prevent it going on ANYWHERE ELSE”.
Pues bien, Estados Unidos –que no América, América es más grande y mucho más que este país del
norte que, como dijera mi papá, es el único país del mundo que cree no sólo que es el único país del
mundo sino que cree que es todo un continente cuando sólo es un parte, ni siquiera la primera, de él – no
sólo no aprendió la lección sino que está a punto de repetir a una escala inimaginable sus peores errores.
No nos equivoquemos, Trump es un peligro inminente y real, y el mundo tiene que cerrar filas para
detenerlo si no queremos sufrir las consecuencias.

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