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–¿Significa que no puedo pedir nada que desee?

¿Me estás diciendo que


rezar por algo en realidad aleja ese algo de nosotros?

Esta es una pregunta que ha sido respondida a través de los siglos, y que ha sido
respondida cada vez que se ha formulado. Pero no habéis escuchado la
respuesta, o no queréis creerla.
Responderé de nuevo, con palabras de hoy, en un lenguaje actual, de la siguiente
manera:
No tendréis lo que pedís, ni podéis tener nada de lo que queráis. Y ello porque
vuestra propia petición es una afirmación de vuestra carencia, y al decir que
queréis una cosa únicamente sirve para producir esa experiencia concreta – la
carencia – en vuestra realidad.”
Por lo tanto, la oración correcta no es nunca de súplica, sino de gratitud.
Cuando dais gracias a Dios por adelantado por aquello que habéis decidido
experimentar en vuestra realidad, estáis efectivamente reconociendo que eso
está ahí… en efecto. La gratitud es, pues, la más poderosa afirmación dirigida
a Dios; una afirmación a la que Yo habré contestado incluso antes de que me la
formuléis.
Así pues, no supliquéis nunca. Antes bien, agradeced.

–Pero ¿qué ocurre si yo agradezco algo a Dios por adelantado, y luego eso no
aparece nunca? Eso podría llevar al desencanto y a la amargura.

La gratitud no puede utilizarse como una herramienta con la que manipular a


Dios; un mecanismo con el que engañar al universo. No podéis mentiros a
vosotros mismos. Vuestra mente sabe la verdad de vuestros pensamientos. Si
decís “Gracias, Dios mío, por esto y lo otro”, y al mismo tiempo está claro que
eso no está en vuestra realidad presente, estáis suponiendo que Dios es menos
claro que vosotros, y, por lo tanto, produciendo esa realidad en vosotros.
Dios sabe lo que vosotros sabéis, y lo que vosotros sabéis es lo que aparece en
vuestra realidad.

–Pero entonces ¿cómo puedo estar realmente agradecido por algo, si sé que
eso no está presente?

Fe. Si tienes aunque sólo sea la fe equivalente a un grano de mostaza, moverás


montañas. Sabrás que eso está presente porque Yo digo que está presente;
porque Yo digo que, incluso antes de que me preguntes, habré respondido;
porque Yo digo, y os lo he dicho de todas las maneras concebibles, a través de
cualquier maestro que me puedas mencionar, que, sea lo que sea lo que queráis,
si lo queréis en Mi nombre así será.
–Sin embargo, hay tanta gente que dice que sus oraciones han quedado sin
respuesta…

Ninguna oración – y una oración no es más que una ferviente afirmación de lo


que ya es – queda sin respuesta. Cualquier oración – cualquier pensamiento,
cualquier afirmación, cualquier sentimiento – es creador.
En la medida en que sea fervientemente sostenido como una verdad, en esa
misma medida, se hará manifiesto en vuestra experiencia.
Cuando se dice que una oración no ha sido respondida, lo que realmente ocurre
es que el pensamiento, palabra o sentimiento sostenido de modo más ferviente a
llegado a ser operativo. Pero lo que has de saber – y ese es el secreto – es que
detrás del pensamiento se halla siempre otro pensamiento – el que podríamos
llamar Pensamiento Promotor -, que es el que controla el pensamiento.
Por lo tanto, si rogáis y suplicáis, parece que existe una posibilidad mucho
menor de que experimentéis lo que pensáis que habéis decidido, puesto que el
Pensamiento Promotor que se halla detrás de cada súplica es el de que en ese
momento no tenéis lo que deseáis. Ese Pensamiento Promotor se convierte en
vuestra realidad.
El único Pensamiento Promotor que puede ignorar este pensamiento es uno
fundado en la fe en que Dios concederá cualquier cosa que se le pida, sin falta.
Algunas personas poseen este tipo de fe, pero muy pocas.
El proceso de la oración resulta mucho más fácil cuando, en lugar de creer que
Dios siempre dirá “sí” a cada petición, se comprende intuitivamente que la
propia petición no es necesaria. Entonces la oración se convierte en una
plegaria de acción de gracias. No es en absoluto una petición, sino una
afirmación de gratitud por lo que ya es.
Deja de Decir “Yo Quiero”, y Empieza a
Decir “¡Tengo!”

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