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Trabajo final

Seminario X: Aproximaciones a la Ciencia de la lógica (Prof. Albizu)

Carrera Filosofía

Escuela de Humanidades

Universidad Nacional de San Martín

Pedro Tenner
Introducción

El presente trabajo tiene como propósito resumir la manera en que Hegel da cuenta de los
tres momentos de la esencia: la identidad, la diferencia y la contradicción. El problema se
encuentra tratado en el capítulo segundo (titulado “Las esencialidades o las
determinaciones de reflexión”) de la sección primera de la “Doctrina de la esencia” (que a
su vez conforma el segundo libro de la Ciencia de la lógica).

Hegel inicia su examinación resumiendo lo concluido hasta entonces: “La reflexión es


reflexión determinada; con ello, la esencia es esencia determinada, o sea esencialidad.”1
Hegel señala que la esencia no es simplicidad inmediata, sino negativa. Es decir que se trata
un “un movimiento a través de momentos diferentes” y de una “absoluta mediación
consigo”.2 Ahora bien, en cuanto que la reflexión es el “parecer” de la esencia dentro de sí
misma y que la esencia parece dentro de sus momentos, “son ellos mismos,
determinaciones reflexionadas dentro de sí”.3 Hegel se propone entonces examinar cada
uno de los momentos. Así, el autor señala que “La esencia es, primero, simple referencia a
sí misma; pura identidad […] En segundo lugar, la determinación propiamente dicha es la
diferencia […] En tercer lugar, en cuanto contradicción, la oposición, dentro de sí misma,
reflexiona para sí y regresa a su fundamento”.4 Así, Hegel delinea tres momentos: la
identidad, la diferencia y la contradicción. En lo que sigue resumiremos el examen que
Hegel realiza de cada uno de ellos.

I. La identidad

Como señalamos, el primer momento de la esencia es la identidad. Hegel comienza su


estudio señalando que “la esencia es la simple inmediatez en cuanto inmediatez asumida.”5
El filósofo observa que en el momento de la identidad, toda referencia a otro ha
desaparecido en la “pura autoigualdad”. En tanto que la esencia es “igual a sí misma dentro
de su absoluta negatividad”, ella es “simple identidad consigo”.6 Hegel se preocupa por

1
Hegel, WL, 257.
2
Ibíd.
3
Ibíd., 258.
4
Ibíd., 258.
5
Ibíd., 260.
6
Ibíd.

1
distinguir la igualdad consigo de la esencia de aquella del ser o la nada. La igualdad
consigo de la esencia es tal que “en cuanto que se produce como unidad, no es un
restablecimiento a partir de otro, sino este puro producir desde y hacia sí mismo: la
identidad esencial”.7 De allí concluye Hegel que no se trata de una identidad abstracta,
resultado de un negar relativo, sino que “el ser y toda su determinidad se ha asumido, no
relativamente, sino en sí mismo”.8 La identidad abstracta es captada meramente por la
reflexión externa; el esfuerzo de Hegel, en cambio, se dirige a captar la identidad como “ser
simple negatividad refiriéndose a sí”.9 Es esta negatividad simple del ser en sí lo que Hegel
reconoce como la identidad misma, la cual, al menos en este sentido, “sigue siendo lo
mismo que la esencia”.10

Ahora bien, este carácter negativo de la pura autoigualdad, en la que se ha suprimido toda
referencia a otro, hace de la identidad una “negación absoluta […] un no ser y una
diferencia que desaparece en su surgir, o un diferenciar por el cual nada viene
diferenciado”.11 Así, la diferencia está presente en la identidad, pero no como refiriéndose
al no ser del otro (lo cual, como señala Hegel, implicaría la supresión del otro y de la
diferencia misma), sino como “un no ser que es el no ser de sí mismo: un no ser que no
tiene su no ser en un otro, sino en sí mismo”.12 Se trata entonces de la diferencia que se
refiere a sí o reflexionada, es decir, de la diferencia absoluta.

Hegel considera otra forma de la argumentación: si la identidad es “reflexión que va dentro


de sí misma”, lo es sólo en cuanto “repeler interior”.13 En tanto este repeler es inmediato y
se recoge dentro de sí, constituye a la identidad como la diferencia idéntica consigo. Pero la
diferencia sólo puede ser idéntica consigo en cuanto no es identidad, sino “absoluta no
identidad”.14 Y a su vez, la no identidad sólo puede ser absoluta en tanto no contiene nada

7
Ibíd.
8
Ibíd.
9
Ibíd., 261.
10
Ibíd., 260.
11
Ibíd., 261.
12
Ibíd., 262.
13
Ibíd.
14
Ibíd.

2
de su otro (i.e., en cuanto no está en relación con ningún otro), es decir, en cuanto es
“absoluta identidad consigo”.15

Así, Hegel concluye que la identidad es en ella misma absoluta no identidad. Ahora bien, el
autor señala que la identidad es la reflexión íntegra; pero en cuanto que, además de ser
absoluta no identidad, ella es también la determinación de identidad, ocurre que la
identidad se pone como su propio momento dentro de la reflexión, “como ser puesto, a
partir del cual ella es el retorno a sí”.16 De esa manera, como reflexión íntegra y como
momento de la reflexión, la identidad es un momento de ella misma, y sólo así es ella
“determinación de la simple igualdad consigo misma, frente a la diferencia absoluta”.17

II. La diferencia

En su tratamiento de la diferencia, Hegel realiza una subdivisión en tres partes: la


diferencia absoluta, la diversidad y la oposición. En lo que sigue las examinaremos una a
una.

La diferencia absoluta

Hegel inicia el apartado señalando que “la diferencia es la negatividad que la reflexión tiene
dentro de sí”.18 De esta manera, es el momento esencial de la identidad misma, la cual, en
cuanto negatividad de sí misma, “se determina y es diferente de la diferencia”.19 Se trata
aquí entonces de la diferencia absoluta, en y para sí, es decir de la diferencia de la esencia.
Esta diferencia absoluta debe considerarse, como enfatiza Hegel, simple. El autor nos
recuerda que se trata aquí de la diferencia de la reflexión, en oposición al “ser-otro del
estar”.20 Mientras que un estar y otro estar se encuentran determinados a estar uno frente a
otro y tienen, cada uno de por sí, un ser inmediato, “lo otro de la esencia es lo otro en y

15
Ibíd.
16
Ibíd.
17
Ibíd.
18
Ibíd., 266.
19
Ibíd.
20
Ibíd.

3
para sí, no lo otro en cuanto algo distinto encontrado fuera de ella”.21 Se trata entonces de la
simple determinidad en sí.

Ahora bien, en tanto se trata de la diferencia en sí, no hay una referencia a la diferencia de
un otro, sino que la diferencia se refiere a sí misma: “ella no es ella misma, sino su otro”.22
Pero en tanto lo diferente de la diferencia es la identidad, se debe concluir que la diferencia,
en cuanto no es ella misma, sino su otro, es a una vez ella misma y la identidad. La
diferencia está constituida por la diferencia y la identidad. De esa manera, al igual que la
identidad, la diferencia es el todo y uno de sus momentos. Hegel señala al respecto que
“hay que considerar esto como la naturaleza esencial de la reflexión y como el determinado
protofundamento de toda actividad y automovimiento”.23 Tanto la diferencia como la
identidad se convierten en momento de sí mismas porque, en cuanto reflexión, “son la
referencia negativa a sí mismas”.24

Hegel enfatiza que no se trata aquí de que la diferencia posea una referencia a un otro fuera
de sí. Por el contrario ella es unidad de sí y de la identidad, de manera que “en ella misma
tiene a su otro, a la identidad.”25 En el mismo sentido, la identidad no se pierde al entrar en
la determinación de diferencia, como si fuera una referencia a su otro (i.e., a la diferencia)
sino que se conserva como referencia a sí. Como señala Hegel, “la diferencia tiene ambos
momentos: la identidad y la diferencia; ambos son así un ser puesto, una determinidad
puesta. Pero, dentro de este ser puesto, cada uno es referencia a sí mismo.” Ahora bien,
ambos momentos son reflexiones dentro de sí. La identidad es de inmediato el momento de
la reflexión dentro de sí, mientras que lo otro, la diferencia, es la diferencia reflexionada.
De esta manera, Hegel introduce el siguiente punto de su investigación: “en cuanto que la
diferencia tiene dos momentos tales que son ellos mismos reflexiones dentro de sí, es
diversidad.”26

21
Ibíd.
22
Ibíd.
23
Ibíd.
24
Ibíd.
25
Ibíd.
26
Ibíd., 267.

4
La diversidad

Hegel enfatiza ese ser diversidad de la diferencia: “lo diferenciado tiene consistencia como
lo diverso mutuamente indiferente”.27 En tanto lo diverso es idéntico consigo, la identidad
constituye su “suelo y elemento”, de manera que lo diverso sólo es dentro de su contrario,
la identidad. Los momentos de la diferencia (la identidad y la diferencia misma) son
diversos en cuanto reflexionados dentro de sí mismos, es decir, en cuanto refiriéndose a sí.
Considerados de este modo, están dentro de la determinación de la identidad, y en cuanto se
refieren sólo a sí no están mutuamente determinados. La diferencia les es exterior, puesto
que no son en ellos mismos diferentes. Son entonces “diversos en general: indiferentes
tanto uno frente al otro como frente a su determinidad.”28

Se trata aquí en un principio de la reflexión exterior, es decir, de la diferencia solamente


como un ser puesto. Hegel reitera que, en cuanto que la identidad y la diferencia son el todo
de la reflexión y uno de sus momentos, no son solamente ellas mismas, sino la unidad de
ellas mismas y su otro; de allí que “la determinidad de ser solamente identidad o solamente
diferencia no es sino algo cancelado”.29 En tanto cada una es reflexión dentro de sí, es
también su negación. Se trata entonces de un doble respecto: la reflexión dentro de sí y la
determinidad en cuanto negación o el ser puesto, el cual “es la reflexión exterior a sí, la
negación en cuanto negación”.30

Hegel explicita: “la reflexión en sí es la identidad, pero determinada, o sea dándole igual la
diferencia”.31 La reflexión en sí consiste en la identidad como reflexionada dentro de sí
misma. Se trata de la identidad como una única reflexión de ambos momentos (la identidad
y la diferencia), en la que ambos momentos son ellos mismos reflexiones dentro de sí. La
identidad tiene en ella misma la diferencia pero como diferencia indiferente; es decir que en
la identidad reflexionada (la reflexión en sí) los momentos de la reflexión están como una
diversidad en general. Por el contrario, la reflexión externa “es la diferencia determinada de

27
Ibíd.
28
Ibíd.
29
Ibíd.
30
Ibíd., 268.
31
Ibíd.

5
esos mismos momentos”.32 Aquí los dos momentos de la reflexión están puestos
exteriormente y son determinaciones existentes que no son en y para sí. Entendidas de esta
manera exterior, la identidad es la igualdad y la diferencia la desigualdad. Ambas son en
cuanto ser puesto, por lo que ninguna de ellas es en y para sí: “la identidad o no identidad
como igualdad y desigualdad es el respecto de un tercero, respecto que cae fuera de
ellas.”33

En la reflexión externa, entonces, lo diverso queda referido a la igualdad y la desigualdad;


estas determinaciones, a su vez, no están referidas unas a otras, sino que ambas están
referidas a un tercero. Según Hegel, la manera en que la reflexión externa separa a la
igualdad y la desigualdad al referirlos a la misma cosa es por medio de “lados y respectos”.
Ahora bien, Hegel señala que “por esta su separación de una respecto de la otra, empero, lo
único que hacen es asumirse la una a la otra.” Si bien los “lados y respectos” debieran
evitar la contradicción y disolución de ellas, la igualdad y desigualdad quedan precisamente
por este mismo medio destruidas. Esto es así porque son, la una con respecto a la otra,
referencias, “consistentes en ser la una lo que la otra no es […]; en cuanto determinaciones
de la diferencia, cada una es lo que ella es en cuanto diferente de su otro”.34 Pero a su vez,
cada una es indiferente a la otra, cada una es igual a sí misma, de manera que “la diferencia
ha desaparecido, ya que ellas no tienen ninguna determinidad la una frente a otra; o sea,
cada una es, con esto, solamente igualdad.”35

Se trata aquí entonces de un respecto indiferente, es decir, de la diferencia exterior. La


respectividad indiferente de la igualdad y desigualdad se da en la comparación. En el ir de
una a otra, la comparación hace que la igualdad y la desigualdad “desaparezcan la una
dentro de la otra, y es de hecho la unidad negativa de ambas.”36 Pero esta unidad negativa,
como Hegel ha señalado, es la naturaleza de la igualdad y la desigualdad mismas. Así, cada
una es un respecto subsistente de suyo, pero lo es sólo en cuanto que se constituye a partir
de la mutua diferencialidad. Hegel indica entonces que “en cuanto momentos de la
reflexión externa y en cuanto exteriores a sí mismos, la igualdad y desigualdad desaparecen

32
Ibíd.
33
Ibíd.
34
Ibíd., 269.
35
Ibíd.
36
Ibíd.

6
conjuntamente dentro de su igualdad.”37 Ahora bien, la igualdad y desigualdad lo son no de
sí mismas, sino de un tercero. La reflexión en sí está puesta en ellas como fuera de ellas. En
cuanto que lo igual no es lo igual de sí mismo y lo desigual tampoco es de sí mismo, sino
de algo desigual a él (y por ende es él mismo lo igual), resulta que lo igual y lo desigual son
ambos lo desigual de sí mismo. Con ello, Hegel concluye que “cada uno es esta reflexión, a
saber, que la igualdad es ella misma y la desigualdad; y que la desigualdad es ella misma y
la igualdad.”38

Al hablar de igualdad y desigualdad, se trata siempre del lado del ser puesto frente a lo
comparado o lo diverso, en cuanto reflexión externa frente a la reflexión en sí. Ahora bien,
Hegel señala que “la reflexión que es en sí es la referencia a sí sin negación, la abstracta
identidad consigo; con ello, justamente, el ser puesto mismo”.39 De esa manera, lo
meramente diverso pasa por el ser puesto a la reflexión negativa: “lo diverso es la
diferencia meramente puesta: la diferencia, pues, que no lo es; la negación, pues, de sí en
ella misma”.40 El ser puesto (la igualdad y la desigualdad) regresa por la reflexión en sí a la
unidad negativa consigo. De esta manera, Hegel introduce la siguiente sección de su
estudio: “la diversidad, cuyos lados indiferentes son, precisamente en la misma medida,
sólo sencillamente momentos en cuanto momentos de una sola unidad negativa, es la
oposición.”

La oposición

Hegel continúa su examen señalando que “la reflexión determinada, la diferencia, tiene su
acabamiento dentro de la oposición”.41 La misma es, como señalamos, la unidad de la
identidad y de la diversidad. En tanto sus momentos son diversos dentro de una sola y
misma identidad, están, según Hegel, contrapuestos.

Hegel sostiene que los momentos de la oposición son el ser puesto dentro de sí
reflexionado, o la determinación en general. Es decir, estos momentos son la igualdad y la
desigualdad. En cuanto que cada uno de estos momentos está reflexionado dentro de sí,

37
Ibíd., 270.
38
Ibíd.
39
Ibíd.
40
Ibíd.
41
Ibíd., 272.

7
ocurre que cada uno es la unidad de igualdad y desigualdad. Así, cada momento constituye
el todo: “el momento es el todo en la medida en que contiene igualmente su otro
momento”.42 Sin embargo, como cada momento (en tanto un momento otro) existe de un
modo indiferente, resulta que cada momento “contiene la referencia a su no ser y es
solamente la reflexión dentro de sí, o sea el todo como refiriéndose esencialmente a su no
ser.”43

Hegel introduce entonces los conceptos de lo positivo y lo negativo. Lo positivo es la


igualdad consigo, reflexionada dentro de sí, que contiene dentro de ella misma la referencia
a la desigualdad. Lo negativo, por su parte, es la desigualdad que, dentro de ella misma,
contiene la referencia a su no ser, o sea la igualdad. Esto implica que lo positivo y lo
negativo, como lados de la oposición, son subsistentes de suyo: “subsistentes lo son en
cuanto reflexión del todo dentro de sí, y pertenecen a la oposición en la medida en que es la
determinidad la que, en cuanto todo, está reflexionada dentro de sí.”44 Esta subsistencia de
suyo les permite constituir la oposición, determinada en sí. Debido a que cada uno es sí
mismo y su otro, no tienen su determinidad en un otro, sino dentro de sí mismos. Así, cada
uno asume dentro de sí a su ser otro: “su no ser es sólo un momento dentro de él”.45 Ahora
bien, ocurre que el ser puesto ha devenido ser, en cuanto que tiene una consistencia
indiferente. Cada uno contiene lo otro de sí como momento, pero como el no ser de aquel
otro en el cual cada uno está también contenido como momento. Así, “cada uno es
solamente en la medida en que su no ser sea, y ello, además en una respectividad
idéntica.”46

De esta manera, como momentos absolutos y subsistentes de la oposición, lo positivo y lo


negativo están contrapuestos en general: cada uno es solamente lo contrapuesto del otro.
Esto implica que ambos son negativos uno frente a otro: “cada uno es así, en general, en
primer lugar, en la medida en que el otro es.”47 Pero en segundo lugar, cada uno es en la

42
Ibíd., 273.
43
Ibíd.
44
Ibíd.
45
Ibíd.
46
Ibíd.
47
Ibíd., 274.

8
medida en que el otro no es, es decir, “él es lo que es por el no ser del otro”. 48 Estos dos
momentos constituyen, sin embargo, una sola mediación: la de la oposición en general.
Sólo dentro de ella son ellos seres puestos. Hegel señala, sin embargo, que “en la medida en
que su determinidad de ser positivo o negativo constituye su ser puesto uno frente al otro,
no está entonces cada lado determinado en él mismo.”49 De esa manera, la determinidad de
cada lado sólo es determinada en general: si bien a cada lado le conviene una de las
determinidades de negativo y positivo, éstas pueden ser trocadas una por otra.

Ahora bien, Hegel observa que lo positivo y negativo no son solamente un algo puesto, sino
que además su ser puesto (su referencialidad) está recogido dentro de cada uno. Así, cada
uno es en él mismo positivo y negativo. Y de hecho, “es dentro de esta reflexión de lo
contrapuesto dentro de sí donde por vez primera lo positivo y negativo son tales”.50 Por ello
es que cada uno es una unidad subsistente de suyo, una unidad consigo que es para sí. Así,
el ser puesto de lo positivo lo es en cuanto asumido, en tanto que lo positivo es lo no
contrapuesto, “la oposición asumida, pero como lado de la oposición misma.”51 Lo positivo
está en efecto determinado en referencia a un ser otro, pero preservando su naturaleza de no
ser puesto. De esta manera, lo positivo “es la reflexión dentro de sí que niega al ser otro”.52
Pero de la misma manera, lo negativo ya no es ser puesto o momento, sino que es un ser
subsistente de suyo, así “la reflexión que niega lo positivo está determinada a excluir de sí a
este su no ser”.53 Asimismo, lo negativo como reflexión absoluta lo es como ser-puesto
asumido, es decir como en y para sí, y como descansando positivamente sobre sí mismo.
En cuanto reflexión dentro de sí, niega su referencia a otro. De esa manera, la referencia a
su otro (lo positivo, subsistente de suyo) es un excluirlo de sí.

Ahora bien, Hegel concluye de todo ello que lo positivo y negativo lo son no sólo en sí,
sino también para sí. Son en sí cuando se hace abstracción de la referencia mutuamente
excluyente que acabamos de observar, es decir, cuando se los toma solamente según su
determinación. Como señala Hegel, “dentro de esta determinación, cada uno se limita a

48
Ibíd.
49
Ibíd.
50
Ibíd.
51
Ibíd.
52
Ibíd., 275.
53
Ibíd.

9
atenerse al momento abstracto de este ser reflexionado”.54 Sin embargo, como observa
Hegel, que lo positivo y lo negativo sean en sí implica a su vez que la contraposición es la
determinación propia de los lados de la oposición, en lugar de ser meramente un momento
o pertenecer a la comparación. Lo positivo y lo negativo no son en sí fuera de la referencia
a otro, sino que es la referencia excluyente la que constituye la determinación o el ser en sí
de ellos. En ese sentido, son a una vez en y para sí.

III. La contradicción

De lo dicho en la sección anterior, Hegel concluye que “en cuanto que la determinación de
reflexión subsistente de suyo [i.e., lo positivo y lo negativo] excluye a la otra en el mismo
respecto en que la contiene –y por ello es subsistente de suyo– excluye de sí, dentro de su
subsistencia, su propia subsistencia.”55 Así, la subsistencia de ambas determinaciones
depende del excluir su subsistencia; sin referencia alguna a algo exterior, cada
determinación consiste en ser ella misma y en excluir de sí su determinación negativa.
Hegel señala entonces que cada determinación es la contradicción.

Hegel hace notar que la diferencia en general ya es en sí la contradicción. En efecto, ella es


“la unidad de momentos tales que solamente son en medida en que no son uno, y la
separación de momentos tales que solamente son en cuanto separados dentro de la misma
referencia.”56 Pero lo positivo y lo negativo son la contradicción puesta. Esto es así porque,
en cuanto que son unidades negativas, cada una es su propio poner, es decir, cada una es el
asumir de sí y el poner de su contrario.

Examinado más de cerca, lo positivo es el ser puesto que no es referencia a otro (porque
está reflexionado dentro de la igualdad consigo). De esa manera, su consistencia depende
de asumir y excluir el ser puesto. Ahora bien, en tanto que su acto de poner la identidad
consigo resulta del acto de excluir lo negativo, lo positivo es la contradicción de convertirse
a sí mismo en lo negativo de algo, es decir, en eso que él excluye de sí. Ésta es, según
Hegel, la contradicción absoluta de lo positivo. Pero ella es también la de lo negativo. Lo
negativo tiene la determinación de ser lo no idéntico, es decir, de excluir la identidad.

54
Ibíd.
55
Ibíd., 279.
56
Ibíd.

10
Ahora bien, él es el ser puesto en cuanto reflexionado dentro de la desigualdad consigo
(i.e., el opuesto de lo positivo). Pero en cuanto que lo negativo es él mismo lo desigual, su
reflexión es su referencia a sí mismo. Es decir, es idéntico consigo. De esa manera, Hegel
concluye que lo negativo “es esto: ser idéntico consigo frente a la identidad y, con esto,
excluirse así mismo de sí por su reflexión excluyente.”57 Es, en efecto, la misma
contradicción que lo positivo, aunque, según el autor, lo positivo es la contradicción
solamente en sí, mientras que lo negativo es la contradicción puesta.

Hegel observa que, dentro de esta reflexión auto-excluyente, lo positivo y lo negativo son
“el transitar o, más bien, el trasponerse de sí en su contrario”.58 Así, la contradicción –
llevada a cabo en ese incesante desaparecer de los contrapuestos dentro de ellos mismos–
constituye la más próxima unidad: el cero. Pero en tanto que en la contradicción también
esta lo positivo, y no sólo lo negativo, ocurre que la reflexión que se excluye a sí misma es
al mismo tiempo reflexión ponente. De esa manera, el resultado de la contradicción, como
veremos, no es solamente cero.

Como mencionamos, lo positivo y lo negativo son subsistentes de suyo, tanto en sí como


para sí. En un principio lo son sólo en sí pues están contrapuestos, y su serlo en sí
constituye su ser puesto. Asumido el ser puesto en su reflexión excluyente, devienen en
subsistentes de suyo para sí, subsistentes no sólo en sí, sino también por su referencia
negativa a su otro. Pero ulteriormente, por su acto de poner, se convierten en un ser puesto.
Así, “ellos se dirigen al fundamento al determinarse como lo idéntico consigo, pero
haciéndolo allí más bien como lo negativo, como un idéntico consigo que es referencia a
otro.”59 La reflexión excluyente es ella misma el asumir del ser puesto, y precisamente por
este asumir, es ella unidad que es para sí y subsistencia de suyo. Pero aquí el ser puesto, la
negación, no es solamente una referencia inmediata a otro, es decir, no es inmediatez
asumida, sino que es el ser puesto como asumido. Así, la reflexión en cuanto excluyente se
convierte en ser puesto, pero de esa manera y en la misma medida es el acto de asumir su
ser puesto. Como señala Hegel, “ella es referencia a sí, consistente en asumir; en esta

57
Ibíd., 280.
58
Ibíd.
59
Ibíd., 281.

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referencia asume ella, primero, lo negativo y, en segundo lugar, se pone como negativo.”60
Ahora bien, es sólo entonces que lo negativo es efectivamente lo negativo que la reflexión
asume: “en el acto de asumir lo negativo, ella lo pone y lo asume al mismo tiempo.”61 Así,
la determinación excluyente misma es su propio otro cuya negación ella es. En su acto de
asumir el ser puesto, ella coincide con ella misma. Tal acto es la unidad positiva consigo.
De esa manera, la subsistencia de suyo es, por su propia negación, unidad que retorna a sí.
Hegel concluye entonces que “ella es la unidad de la esencia: ser idéntica consigo por la
negación, no de un otro, sino de ella misma.”62

Según Hegel, lo dicho significa que, por su contradicción, la oposición ha regresado a su


fundamento. Cuando la reflexión excluyente convierte a la oposición subsistente de suyo en
algo negativo, ocurre que sus determinaciones, antes subsistentes de suyo, “bajan de
posición”, se convierten solamente en determinaciones. Así, el “ser-puesto” ha devenido
“ser puesto”, y ha retornado a su unidad consigo. Como señala Hegel, “él es la esencia
simple, pero la esencia en cuanto fundamento”.63 La esencia es restablecida, pero con la
determinación de ser excluyente unidad de reflexión, es decir, como “unidad simple que se
determina a sí misma como algo negativo, pero que, dentro de este ser puesto, es
inmediatamente igual a sí misma y ha venido a coincidir consigo”. 64 Así, la esencia en
cuanto fundamento es un ser puesto, sólo que devenido. Ahora bien, en tanto que lo es
como reflexión excluyente, la esencia en cuanto fundamento se excluye de sí misma, o sea,
se pone. Lo subsistente de suyo es lo negativo puesto como negativo, es decir, es algo que
se contradice a sí mismo y que, por tanto, “permanece inmediatamente dentro de la esencia,
entendida como fundamento suyo.”65

Según Hegel, entonces, el fundamento es la contradicción resuelta, pues se trata de la


esencia como unidad de lo positivo y lo negativo. La contradicción intrínseca a la oposición
está tanto asumida como conservada dentro del fundamento: “el fundamento es la esencia
como la identidad positiva consigo, pero que se refiere a sí, al mismo tiempo, como

60
Ibíd.
61
Ibíd.
62
Ibíd., 282.
63
Ibíd.
64
Ibíd.
65
Ibíd.

12
negatividad […] y la esencia es fundamento en cuanto idéntica consigo y positiva dentro de
esa su negación.”66 Hegel concluye señalando que “dentro de su ser puesto o negación, la
esencia está más bien, por vez primera, reflexionada dentro de sí, y es idéntica consigo.”67

Así, Hegel propondrá el principio de que “todas las cosas son en sí mismas
contradictorias.”68 Según Hegel, la contradicción es más profunda y más conforme a
esencia que la identidad. Ésta última, enfrentada a la contradicción, no es más que la
“determinación de lo inmediato simple, del muerto ser, mientras que la contradicción es la
raíz de todo movimiento y vitalidad.”69 Sólo aquello que contenga dentro de sí mismo una
contradicción tiene impulso y actividad. Hegel se opone así a la idea tradicional de que la
contradicción es una contingencia del pensar subjetivo, que debe ser corregida. Por el
contrario, Hegel señala que hasta la experiencia más común muestra una multitud de cosas
contradictorias, y que lo son en sí y no en una reflexión exterior. Pero además, el autor
observa que la contradicción no debe ser considerada como una anomalía. Al contrario, ella
es “lo negativo dentro de su determinación conforme a esencia, el principio de todo
automovimiento, el cual no consiste sino en una exposición de la contradicción misma.”70

Así, según Hegel, el automovimiento o impulso no es otra cosa que el hecho de que “algo,
dentro de sí mismo, y la carencia, lo negativo de sí mismo, se da en uno y el mismo
respecto.”71 La identidad abstracta consigo, en cambio, no ofrece vitalidad alguna; para ello
debe ir fuera de sí y ponerse a sí misma como siendo otra cosa, i.e., debe entrar en
contradicción. De hecho, para Hegel lo viviente sólo lo es en la medida en que contiene
dentro de sí la contradicción, y de hecho en la medida en que puede acoger y soportar la
contradicción dentro de sí. En tanto el fundamento es contradicción, aquel existente que no
sea capaz de contener dentro de sí mismo la contradicción –es decir, no sea capaz de
rebasar su determinación negativa dentro de su determinación positiva, y de mantener
firmemente la una dentro de la otra–, no será unidad viviente ni fundamento, sino que irá al
fundamento y perecerá en él. Según Hegel, de hecho, el pensar especulativo consiste

66
Ibíd.
67
Ibíd., 283.
68
Ibíd., 286.
69
Ibíd.
70
Ibíd., 287.
71
Ibíd.

13
precisamente en mantenerse en la contradicción, en lugar de dejar dominarse por ella y que
a través de ella se disuelvan las propias determinaciones (como le ocurre al representar).

De su tratamiento de la contradicción, Hegel concluye que no es inmediatamente una falta


de una cosa el hecho de que se le pueda señalar una contradicción. Por el contrario, “cada
determinación, cada cosa concreta, cada concepto es esencialmente una unidad de
momentos diferenciados y diferenciables que, por medio de la diferencia determinada,
esencial, pasan a ser contradictorios.”72 Pero el carácter contradictorio se disuelve en nada
y regresa a su unidad negativa. La cosa, el sujeto o el concepto son entonces esa unidad
negativa misma, es decir, algo en sí mismo contradictorio, pero precisamente por ello, la
contradicción disuelta; son entonces el fundamento, que contiene y porta sus propias
determinaciones. Hegel concluye entonces que “las cosas finitas, en su indiferente
multiplicidad, son por tanto en general esto: ser en sí mimas contradictorias, estar rotas
dentro de sí y regresar a su fundamento.”73 Finalmente, habiendo alcanzado la conclusión
de que la esencia se determina así misma como fundamento, Hegel procederá a examinar el
fundamento en el capítulo tercero, que excede los límites de nuestro trabajo.

Bibliografía

Hegel, Ciencia de la lógica [trad. Félix Duque], UAM, Madrid, 2011.

72
Ibíd., 289.
73
Ibíd.

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