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Ficción hegemonía y conspiración en L.C.

Vea, dijo, los políticos les creen a los científicos (Perón – Richter) y los científicos les creen a los
novelistas (Russo- Macedonio Fernandez). Los científicos son grandes lectores de novelas (…) los
únicos que se toman en serio la incertidumbre de la realidad y la forma de un relato. (…) El resto
del mundo se dedica a creer en las supersticiones de la televisión.

(…) Habia que influir sobre la realidad y usar los métodos de la ciencia para inventar un mundo
donde un soldado que se pasa treinta años metido en la selva obedeciendo ordenes sea imposible o
al menos deje de ser un ejemplo de convicción y de sentido del deber reproducido, en otra escala,
por los ejecutivos y obreros y los técnicos japoneses que viven esa misma ficción y a quienes todos
presentan como los representantes ejemplares del hombre moderno. (…)

La inteligencia del Estado es básicamente un mecanismo técnico destinado a alterar el criterio de


realidad. Hay que resistir. (…) Ve, dijo y levanto la mano con un gesto que abarcaba arboles y las
islas lejanas, hay micrófonos y cámaras ocultas y policías por todos lados, todo el tiempo nos
vigilan nos graban y yo no sé si usted mismo es de veras un periodista o si es un espia o las dos
cosas a la vez. No importa, no tengo nada que ocultar, ellos saben dónde estoy y si no vienen es
porque ya estoy fuera de la ley. El Estado conoce todas las historias de todos los ciudadanos y
retraduce esas historias en nuevas historias que narran el Presidente de la Républica y sus ministros.
La tortura es la culminación de esa aspiración al saber, el grado máximo de la inteligencia
institucional. El Estado piensa así, por eso la policía fundamentalmente tortura a los pobres, solo a
los que son pobres o son obreros o estan desahuciados y se ve que son negros, los torturan los
policías y los militares y muy excepcionalmente han torturado a gente que pertenece a otra clase
social y en esos casos se han desatado grandes escándalos como pasó con el estudiante Bravo
torturado por Amoresano y Lombilla en la época del general Perón, porque cuando se deciden a
torturar a gente de rango un poco más elevado se produce un escándalo y en esos años, después que
el Ejercito actuó atacado por el rencor homicida y el pánico fueron torturados y brutalizados
hombres, mujeres y niños pertenecientes a clases distinguidas de la sociedad, todo se denunció y se
supo y si bien, por supuesto, la mayor parte de los asesinados han sido obreros y campesinos,
tambien fueron ejecutados sacerdotes, estancieros, industriales, estudiantes, y al final tuvieron que
retroceder ante la presión internacional, que acepta como un dato de hecho que se masacre y se
torture a los humillados del campo y a los pobres, a los desgraciados afiebrados de los ghettos y de
los barrios bajos de la ciudad, pero reacciona cuando se trata de ese modo a los intelectuales y a los
políticos y a los hijos de las familias acomodadas, porque en general estos ya colaboran
espontáneamente y son un ejemplo y adaptan sus vidas a los criterios de realidad establecidos por el
Estado, sin que sea necesario torturarlos. Los otros harían lo mismo, los desesperados y los
humillados, pero no pueden porque los han arrasado y acorralado y aunque quieran y se esmeren ya
no pueden actuar como un ciudadano japonés modelo, que trabaja quince horas por día y siempre
saluda con una leve inclinación milenaria al gerente de la empresa.

Tienen todo controlado y han fundado el Estado mental, dijo Russo, que es una nueva etapa en la
historia de las instituciones. El Estado mental, la realidad imaginaria, todos pensamos como ellos
piensan y nos imaginamos lo que ellos quieren que nos imaginemos. Por eso me gusta el modo en
que Ritcher se infiltro en el Estado argentino, infiltro su propia imaginación paranoica en la
imaginación paranoica de Perón y le vendió el secreto de la bomba atómica. Solo el secreto porque
la bomba jamás existió…

(…)

La narración,me decía él, es un arte de vigilantes, siempre están queriendo que la gente cuente sus
secretos, cante a los sospechosos, cuente de sus amigos, de sus hermanos. Entonces, decía él, la
policía y la denominada justicia han hecho más por el avance del arte del relato que todos los
escritores a lo largo de la historia.

(L. C. A,

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