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Jacques-Alain Miller, NIÑOS VIOLENTOS (2017)

La violencia (en el niño o en quien sea) ¿es un síntoma (desplazamiento de la pulsión), o bien se
produce cuando falta ese desplazamiento (Ersatz)? El surgimiento de la violencia ¿no testimonia
acaso que no hay una sustitución de goce? La legalización del goce se paga con sintomatización;
el goce siempre está desplazado. La violencia que no es síntoma no resulta de la represión: marca
que la represión no operó. La violencia seria satisfacción de la pulsión de muerte. El odio está del
lado de Eros; es un lazo fuerte con el otro, un lazo social eminente. La violencia está del lado de
Tánatos; es el goce del contra uno. En Freud, Eros fabrica el Uno, vincula, y Tánatos deshace los
Unos, desliga. Violento es quien rompe y encuentra satisfacción en ello. Hay que interrogar ese
goce y “el puro deseo de destrucción”, así como el acto gratuito, sin dejarnos hipnotizar por la
causa. Hay una violencia sin porqué, que es su propia razón –falla del proceso de represión o
fracaso de la metáfora paterna. Tal vez la violencia del niño anuncie una psicosis en germen. ¿Es
una violencia sin frase, pura irrupción de la pulsión de muerte, goce en lo real? ¿O bien ese goce
está simbolizado o es simbolizable? Que sea puro goce en lo real no es signo necesario de psicosis,
sólo traduce un desgarro en la trama simbólica. Hay que buscar las huellas de la paranoia precoz,
sin olvidar que el niño nace bajo la égida de la paranoia (eso habla de él). A esta visión determinista,
en la que el Otro puede asignar al niño el lugar de violento, se contrapone el sujeto indeterminado.
La violencia es histérica si tiene valor de demanda de amor o de queja por la falta-en-ser (registro
de Eros); en ese caso, sustituye la satisfacción no advenida de la demanda de amor, y es síntoma.
Otro es el caso cuando la violencia remite a un fracaso de la represión o a una falla en la defensa.
Cabe distinguir la violencia como surgimiento de una potencia en lo real y la violencia simbólica
inherente al significante y apoyada en la imposición de un significante-amo. Cuando esa
imposición falta, el sujeto puede encontrarle un Ersatz marcándose a sí mismo, violentando su
cuerpo –lo cual es, hoy, síntoma de la perturbación del orden simbólico heredado de la tradición
(una “psicosis civilizacional normal”, con suplencia). Si la violencia es sinthome (modo de gozar),
no habrá que arremeter contra ella, pues no corresponde al analista ser guardián de la realidad
social. No olvidemos que hay una rebeldía sana que debemos acoger.

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