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Los tipos. Existen varios virus de la hepatitis (A, B, C, D y E), que pueden causar
infección e inflamación aguda, grave o crónica del hígado, pudiendo a largo plazo
llevar a la cirrosis y cáncer del hígado.
Las formas de transmisión son por contacto sexual sin protección, transfusión de
sangre o productos sanguíneos infectados, los procedimientos médicos invasivos
con equipos contaminados y la transmisión de la madre durante el parto.
Después de la epidemia de ébola que acabó hace solo unos meses y del brote
actual de zika, que está en pleno auge en Sud y Centroamérica y que ha llegado a
la mismísima Miami Beach en Florida, poniendo en riesgo su industria turística,
este brote de fiebre amarilla supone un nuevo peligro de diseminación
internacional de una enfermedad infecciosa grave, para la que no tenemos
tratamiento pero sí vacuna, aunque en cantidad totalmente insuficiente si no se
consigue contener y se propaga a más países y a territorios de gran densidad de
población, sobre todo a zonas urbanas.
Por otro lado, los desplazamientos masivos de personas, por viajes o por
migraciones provocadas por guerras, sequías, hambrunas o catástrofes naturales,
las condiciones de vida precarias de cientos de millones de seres humanos, con
malnutrición, deshidratación, falta de agua potable, deficiente saneamiento,
hacinamiento, carencia de asistencia sanitaria, falta de vacunas y medicamentos,
la tendencia imparable de la especie humana a concentrarse en megalópolis,
donde los microorganismos encuentran millones de víctimas potenciales en muy
poco espacio, a diferencia de las poblaciones rurales, muy extendidas por el
territorio, así como el transporte global de mercancías y la contaminación
ambiental brutal, provocan la diseminación de patógenos y sus vectores, la
introducción de especies exóticas que compiten y desplazan a las autóctonas.
Todo ello está desestabilizando las relaciones entra las especies establecidas a lo
largo de milenios con consecuencias catastróficas. Además de las epidemias
mencionadas, ha habido brotes de paludismo en Europa, de hecho hace unos
meses la OMS volvió a declarar la zona geográfica europea libre de paludismo,
cuando ya lo había hecho hace unas décadas, pero había vuelto y, ahora mismo,
hay un alerta en diversas zonas de Grecia, por casos importados, pero entre los
que podría haber también alguna transmisión local.
Las abejas melíferas están despareciendo, y ello podría poner en peligro incluso
nuestra propia supervivencia, ya que son las responsables de la polinización de
muchas de las plantas que cultivamos para nuestra alimentación y la de nuestra
cabaña ganadera. Y están desapareciendo por una infección parasitaria y la
contaminación con determinados pesticidas.
Los olmos europeos se han casi extinguido por una combinación de una infección
por un oomiceto (organismos parecidos a los hongos) y un escarabajo. Los
cangrejos de río autóctonos europeos están en grave peligro por la infección por
un hongo introducido junto con los cangrejos de río americanos y por la
depredación de esos mismos parientes americanos, más agresivos. Los salmones
salvajes desaparecen de las zonas donde hay piscifactorías, porque se infectan
con gérmenes procedentes de sus hermanos criados en cautividad. Las focas, las
nutrias marinas y también algunas especies de delfines y ballenas, hace años que
vienen presentando infecciones por gérmenes propios de animales terrestres,
infecciones favorecidas por las nuevas condiciones ambientales causadas por el
calentamiento del agua marina.
Nosotros mismos nos vemos afectados por este desequilibrio global. El virus del
SIDA procede, con toda probabilidad, de un virus similar de los monos, que saltó
la barrera entre especies y nos contagió. El virus del Ébola parece ser propio de
murciélagos y la infección humana sería excepcional, pero debido a la alta
contagiosidad entre personas, cuando afecta territorios con gran densidad de
población se producen epidemias con miles de afectados y muertos. Hemos
eliminado el virus de la viruela, pero de vez en cuando aparecen en África casos
de personas contagiadas con el virus de la viruela de los monos.
En los próximos años este problema no hará sino empeorar. Solo si cambiamos
radicalmente nuestra relación con el entorno y con nosotros mismos podremos
empezar a solucionarlo, en caso contrario, cada vez tendremos epidemias más
extensas y más graves, de enfermedades nuevas y de enfermedades antiguas. El
tifus exantemático, la peste bubónica, el cólera, la lepra, siguen existiendo, están
agazapados, pero nada impediría que pudieran volver si se dan las condiciones
adecuadas. La tuberculosis sigue entre nosotros, y con la amenaza de la
resistencia a los antibióticos puede convertirse en una emergencia sanitaria
mundial. Y el SIDA, el paludismo, las filariasis linfáticas, la esquistosomiasis, el
sarampión, la tosferina, el tétanos, la difteria y tantas otras siguen dispuestas a
volver en cuanto les demos la más mínima oportunidad.