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ECLESIOLOGÍA

II. IGLESIA COMO COMUNIDAD

LAICO
La teología del laico estaba en pañales. Se entendía al laico como extensión de la jerarquía. Esa
mentalidad está superada. Trabajando primero los laicos, podemos ver que la jerarquía está en
función del laicado.
De la teología del laicado se empieza a hablar por el año 1940. Los laicos eran entonces lo que no
eran jerarquía ni religiosos. La idea es ir superando eso.
Laico viene de “laos” quiere decir pueblo. Puede haber una definición de laico en el que entremos
todos.

A la hora de hablar ya sea de la teología de los laicos como de la teología de la jerarquía el Concilio
va a optar por la mirada de los “munus”. Tenemos a Cristo y hay tres oficios clásicos que ve en
Jesucristo: santificador (sacerdote), profético (profeta), real (rey).

Aplicando estas tres nociones a Cristo, es sacerdote como ofrenda de sí mismo al Padre, la relación
intertrinitaria de filiación se expresa cuando el Hijo se hace hombre, se expresa históricamente con
una relación de ofrenda, vivir siempre de cara al Padre, con el punto culminante de esa ofrenda en
la cruz, eso es expresión de una relación eterna, cuando el Hijo resucita sigue siendo sacerdote.
Cristo es profeta en el sentido de que habla en nombre de Dios, alguien que anuncia el Reino y
denuncia todas las desviaciones que se habían hecho, la función de enseñar.
Cristo es rey en el sentido que es el Señor, esto fue revolucionario en el cristianismo primitivo, en el
mundo romano Kyrios era el César, decir que el único Kyrios es Jesucristo quiere decir que el César
no es Kyrios, encontramos en el Génesis que el hombre debe “dominar” la creación, es regir en
función del plan de Dios, no es para que el hombre haga lo que se le antoja, sino para que la creación
llegue a la plenitud que Dios quiere. Decir que Jesucristo es “mi Señor” es afirmar que es la máxima
autoridad de su vida.
Los tres oficios se vinculan entre sí. Cada uno se incluye en el otro.

Esto que se le aplica a Jesucristo, se le aplica a la Iglesia en su conjunto. Después se le va a aplicar a


los laicos y la jerarquía en sentidos distintos.
La Iglesia en su conjunto es pueblo sacerdotal, está llamado a vivir de cara a Dios. Vemos el oficio
santificador, que todo el pueblo está llamado a vivir de cara a Dios en beneficio a ofrecer a Dios su
ofrenda, intercediendo también por todo el mundo, estamos en el “negocio” de consagrar, santificar
el mundo. En la eucaristía se actualiza el oficio sacerdotal.
La Iglesia tiene el deber de enseñar, de evangelizar. Jesucristo mismo dio el mandato: “enséñeles a
custodiar lo que les he enseñado”. Se hace por medio de palabras, de obras, intrínsecamente unidas,
la DV también habla de las instituciones. Es un oficio del conjunto de la Iglesia.
Hay un oficio real, la Iglesia en su conjunto tiene este oficio, en el sentido que interviene en la historia
para que pase lo que Dios quiere que pase. Ahí hay una institución que dice que sabe lo que Dios
quiere que pase y por eso obra. En el fondo hay un discernimiento, un convencimiento de que Dios
quiere esto. Es en la medida de que la Iglesia está llamada a perpetuar el plan de Dios para los
hombres. La actuación en la historia de forma tal que la historia avance en el plan de Dios. En el
fondo la Iglesia es política, interviene en el plano social para establecer el plan de Dios.

Esto que es del conjunto de la Iglesia, cómo se aplica a los laicos particularmente y a la jerarquía.
Todos los bautizados estamos llamados a ejercer estos tres oficios, de forma diferente.
Vamos a analizar dos documentos: LG y ChL.

LG 31 Con el nombre de laicos se designan aquí todos los fieles cristianos, a


excepción de los miembros del orden sagrado y los del estado religioso aprobado
por la Iglesia. Es decir, los fieles que, en cuanto incorporados a Cristo por el bautismo,
integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes, a su modo, de la función sacerdotal,
profética y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el
pueblo cristiano en la parte que a ellos corresponde.

Tenemos la clásica definición por la negativa. En muchos textos cuando se hablan de laicos se excluye
a los que no han sido ordenados. Aquí se opta por una presentación de la Iglesia tríptica. Una
“congregación laical” es una que en principio no hay sacerdotes. Después de hacer la definición por
la negativa intenta entrar por la afirmativa. Participan de la triple función, y participando de esta
parte hacen la parte que le corresponde.

El carácter secular es propio y peculiar de los laicos. Pues los miembros del orden
sagrado, aun cuando alguna vez pueden ocuparse de los asuntos seculares incluso
ejerciendo una profesión secular, están destinados principal y expresamente al
sagrado ministerio por razón de su particular vocación. En tanto que los religiosos, en
virtud de su estado, proporcionan un preclaro e inestimable testimonio de que el
mundo no puede ser transformado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de las
bienaventuranzas. A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el
reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios.

“Índole secular”, “asuntos temporales” son lo propio de los laicos. Temporal y secular es un hilo fino
que hay que especificar, es muy amplio. Es todo el campo de las relaciones humanas, de la
construcción de la sociedad, a ese campo nos referimos con la secularidad. Tiene que ver con la
participación en el mundo de la economía, de la política, de la sociedad. Y a ellos le corresponde
gestionar esos asuntos y ordenándolos según Dios. Mediante su trabajo están ejerciendo su función
sobre todo real de ordenar esa realidad según Dios, una función transformadora del mundo. El laico
es el que va transformando las realidades temporales de forma tal que el mundo funcione como
Dios quiere que funcione. La santificación del trabajo es algo que recién entra en el magisterio ahora.
Mi trabajo es una colaboración con la obra de Dios. “A los laicos corresponde, por propia vocación,
tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios”
su respuesta al llamado de Dios para ser santos que todo funcione como Dios quiere que funcione.
Implica la formación para ser competente en tu ámbito, es fundamental.

LG 33 Los laicos congregados en el Pueblo de Dios e integrados en el único Cuerpo


de Cristo bajo una sola Cabeza, cualesquiera que sean, están llamados, a fuer de
miembros vivos, a contribuir con todas sus fuerzas, las recibidas por el beneficio del
Creador y las otorgadas por la gracia del Redentor, al crecimiento de la Iglesia y a su
continua santificación.
Ahora bien, el apostolado de los laicos es participación en la misma misión salvífica
de la Iglesia, apostolado al que todos están destinados por el Señor mismo en virtud
del bautismo y de la confirmación. Y los sacramentos, especialmente la sagrada
Eucaristía, comunican y alimentan aquel amor hacia Dios y hacia los hombres que es
el alma de todo apostolado. Los laicos están especialmente llamados a hacer presente
y operante a la Iglesia en aquellos lugares y circunstancias en que sólo puede llegar a
ser sal de la tierra a través de ellos. Así, todo laico, en virtud de los dones que le han
sido otorgados, se convierte en testigo y simultáneamente en vivo instrumento de la
misión de la misma Iglesia en la medida del don de Cristo (Ef 4,7).
Misión particular es llegar donde especialmente sólo pueden llegar ellos.

Además de este apostolado, que incumbe absolutamente a todos los cristianos, los
laicos también puede ser llamados de diversos modos a una colaboración más
inmediata con el apostolado de la Jerarquía, al igual que aquellos hombres y mujeres
que ayudaban al apóstol Pablo en la evangelización, trabajando mucho en el Señor
(cf. Flp 4,3; Rm 16,3ss). Por lo demás, poseen aptitud de ser asumidos por la Jerarquía
para ciertos cargos eclesiásticos, que habrán de desempeñar con una finalidad
espiritual.
Así, pues, incumbe a todos los laicos la preclara empresa de colaborar para que el
divino designio de salvación alcance más y más a todos los hombres de todos los
tiempos y en todas las partes de la tierra. De consiguiente, ábraseles por doquier el
camino para que, conforme a sus posibilidades y según las necesidades de los
tiempos, también ellos participen celosamente en la obra salvífica de la Iglesia.

Hay una determinada misión que le es propia. Además, pueden ser asumidos por la jerarquía para
determinadas tareas. En esas tareas, y sólo en esas tareas sí actúan como brazo largo de la jerarquía.
En su misión principal no dependen de la jerarquía.

LG 34 Dado que Cristo Jesús, supremo y eterno Sacerdote, quiere continuar su


testimonio y su servicio por medio de los laicos, los vivifica con su Espíritu y los
impulsa sin cesar a toda obra buena y perfecta.
Pues a quienes asocia íntimamente a su vida y a su misión, también les hace partícipes
de su oficio sacerdotal con el fin de que ejerzan el culto espiritual para gloria de Dios
y salvación de los hombres. Por lo cual los laicos, en cuanto consagrados a Cristo y
ungidos por el Espíritu Santo, son admirablemente llamados y dotados, para que en
ellos se produzcan siempre los más ubérrimos frutos del Espíritu. Pues todas sus obras,
sus oraciones e iniciativas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el cotidiano trabajo,
el descanso de alma y de cuerpo, si son hechos en el Espíritu, e incluso las mismas
pruebas de la vida si se sobrellevan pacientemente, se convierten en sacrificios
espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo (cf. 1 P 2, 5), que en la celebración de la
Eucaristía se ofrecen piadosísimamente al Padre junto con la oblación del cuerpo del
Señor. De este modo, también los laicos, como adoradores que en todo lugar actúan
santamente, consagran el mundo mismo a Dios.

La función sacerdotal, santificadora, hay un texto bíblico que es clave, la de “ofrecer sacrificios
espirituales”, sacado de 1 Pe 2,5. ¿Qué le ofrendan a Dios? Específicamente lo dice, son sus trabajos
de la vida cotidiana, de la vida familiar, todos sus esfuerzos por transformar el mundo. Es como Caín
y Abel que le ofrecen a Dios un sacrificio de su trabajo. Dedicándoselo a Dios como un regalo a Dios.
Hay una espiritualidad del trabajo, espiritualidad de la vida cotidiana, todo es una ofrenda a Dios
que el laico lo une en la celebración de la eucaristía. El sacerdote ofrece al Padre el sacrificio de Cristo
en la cruz, pero a ese sacrificio se une el sacrificio que van haciendo cada uno de los integrantes de
esa comunidad. En ese sentido ofrecen su sacerdocio. El sacerdocio ministerial está para hacer
posible el sacerdocio de todo el pueblo.

LG 35 Cristo, el gran Profeta, que proclamó el reino del Padre con el testimonio de la
vida y con el poder de la palabra, cumple su misión profética hasta la plena
manifestación de la gloria, no sólo a través de la Jerarquía, que enseña en su nombre
y con su poder, sino también por medio de los laicos, a quienes, consiguientemente,
constituye en testigos y les dota del sentido de la fe y de la gracia de la palabra
(cf. Hch 2, 17-18; Ap 19, 10) para que la virtud del Evangelio brille en la vida diaria,
familiar y social. Se manifiestan como hijos de la promesa en la medida en que, fuertes
en la fe y en la esperanza, aprovechan el tiempo presente (Ef 5, 16; Col 4, 5) y esperan
con paciencia la gloria futura (cf. Rm 8, 25). Pero no escondan esta esperanza en el
interior de su alma, antes bien manifiéstenla, incluso a través de las estructuras de la
vida secular, en una constante renovación y en un forcejeo «con los dominadores de
este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos» (Ef 6, 12).

Estamos en la dimensión profética, y sobre todo subraya que enseña con el ejemplo de vida. En la
mirada del Concilio termina siendo el oficio real el más importante. La forma específica de enseñar
el Evangelio es con la función real. Eso no quiere decir que en los diálogos y que puedan testimoniar
explícitamente. Lo fundamental es en la tarea transformadora social. Por eso dice también “en un
forcejeo con los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos”.

En esta tarea resalta el gran valor de aquel estado de vida santificado por un especial
sacramento, a saber, la vida matrimonial y familiar. En ella el apostolado de los laicos
halla una ocasión de ejercicio y una escuela preclara si la religión cristiana penetra
toda la organización de la vida y la transforma más cada día. Aquí los cónyuges tienen
su propia vocación: el ser mutuamente y para sus hijos testigos de la fe y del amor de
Cristo. La familia cristiana proclama en voz muy alta tanto las presentes virtudes del
reino de Dios como la esperanza de la vida bienaventurada. De tal manera, con su
ejemplo y su testimonio arguye al mundo de pecado e ilumina a los que buscan la
verdad.

En el 1988 hubo una exhortación apostólica específicamente dedicada a los laicos, la Christifideles
Laici. En ella se profundiza lo dicho en el Concilio. Hay una imagen bíblica que domina la exhortación,
es la imagen de la viña, el laico es como un trabajador de la viña, son llamados a trabajar en su viña
y después reciben la misma paga. Es la que domina toda la doctrina sobre los laicos. La exhortación
trabaja mucho la figura de que Cristo es la vid y los laicos los sarmientos.
En el 14 habla del lugar de los laicos en la Iglesia.

ChL 14 Dirigiéndose a los bautizados como a «niños recién nacidos», el apóstol Pedro
escribe: «Acercándoos a Él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida y
preciosa ante Dios, también vosotros, cual piedras vivas, sois utilizados en la
construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios
espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo (...). Pero vosotros sois el linaje
elegido, el sacerdocio real, la nación santa, el pueblo que Dios se ha adquirido para
que proclame los prodigios de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable
luz (...)» (1 P 2, 4-5. 9).

Es la misma cita del sacrificio espiritual.

He aquí un nuevo aspecto de la gracia y de la dignidad bautismal: los fieles laicos


participan, según el modo que les es propio, en el triple oficio —sacerdotal, profético
y real— de Jesucristo. Es este un aspecto que nunca ha sido olvidado por la tradición
viva de la Iglesia, como se desprende, por ejemplo, de la explicación que nos ofrece
San Agustín del Salmo 26. Escribe así: «David fue ungido rey. En aquel tiempo, se
ungía sólo al rey y al sacerdote. En estas dos personas se encontraba prefigurado el
futuro único rey y sacerdote, Cristo (y por esto "Cristo" viene de "crisma"). Pero no
sólo ha sido ungida nuestra Cabeza, sino que también hemos sido ungidos nosotros,
su Cuerpo (...). Por ello, la unción es propia de todos los cristianos; mientras que en el
tiempo del Antiguo Testamento pertenecía sólo a dos personas. Está claro que somos
el Cuerpo de Cristo, ya que todos hemos sido ungidos, y en Él somos cristos y Cristo,
porque en cierta manera la cabeza y el cuerpo forman el Cristo en su integridad».

Es la misma mentalidad de los “munus” u oficios.

Con la presente Exhortación deseo invitar nuevamente a todos los fieles laicos a releer,
a meditar y a asimilar, con inteligencia y con amor, el rico y fecundo magisterio del
Concilio sobre su participación en el triple oficio de Cristo. He aquí entonces,
sintéticamente, los elementos esenciales de estas enseñanzas.
Los fieles laicos participan en el oficio sacerdotal, por el que Jesús se ha ofrecido a sí
mismo en la Cruz y se ofrece continuamente en la celebración eucarística por la
salvación de la humanidad para gloria del Padre. Incorporados a Jesucristo, los
bautizados están unidos a Él y a su sacrificio en el ofrecimiento de sí mismos y de
todas sus actividades (cf. Rm 12, 1-2). Dice el Concilio hablando de los fieles laicos:
«Todas sus obras, sus oraciones e iniciativas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el
trabajo cotidiano, el descanso espiritual y corporal, si son hechos en el Espíritu, e
incluso las mismas pruebas de la vida si se sobrellevan pacientemente, se convierten
en sacrificios espirituales aceptables a Dios por Jesucristo (cf. 1 P 2, 5), que en la
celebración de la Eucaristía se ofrecen piadosísimamente al Padre junto con la
oblación del Cuerpo del Señor. De este modo también los laicos, como adoradores
que en todo lugar actúan santamente, consagran a Dios el mundo mismo».

Es la misma imagen, la ofrenda a Dios de todo lo que se hace. ¿Qué tengo para ofrecerle a Dios? Es
importante la motivación de esta espiritualidad. Siempre enseñar a no llegar a la eucaristía con las
manos vacías. ¿Qué tenés para ofrecer a Dios?

La participación en el oficio profético de Cristo, «que proclamó el Reino del Padre con
el testimonio de la vida y con el poder de la palabra», habilita y compromete a los
fieles laicos a acoger con fe el Evangelio y a anunciarlo con la palabra y con las obras,
sin vacilar en denunciar el mal con valentía. Unidos a Cristo, el «gran Profeta» (Lc 7,
16), y constituidos en el Espíritu «testigos» de Cristo Resucitado, los fieles laicos son
hechos partícipes tanto del sobrenatural sentido de fe de la Iglesia, que «no puede
equivocarse cuando cree», cuanto de la gracia de la palabra (cf. Hch 2, 17-18; Ap 19,
10). Son igualmente llamados a hacer que resplandezca la novedad y la fuerza del
Evangelio en su vida cotidiana, familiar y social, como a expresar, con paciencia y
valentía, en medio de las contradicciones de la época presente, su esperanza en la
gloria «también a través de las estructuras de la vida secular».

Se sigue desarrollando el mismo patrón.

Por su pertenencia a Cristo, Señor y Rey del universo, los fieles laicos participan en
su oficio real y son llamados por Él para servir al Reino de Dios y difundirlo en la
historia. Viven la realeza cristiana, antes que nada, mediante la lucha espiritual para
vencer en sí mismos el reino del pecado (cf. Rm 6, 12); y después en la propia entrega
para servir, en la justicia y en la caridad, al mismo Jesús presente en todos sus
hermanos, especialmente en los más pequeños (cf. Mt 25, 40).
Pero los fieles laicos están llamados de modo particular para dar de nuevo a la entera
creación todo su valor originario. Cuando mediante una actividad sostenida por la
vida de la gracia, ordenan lo creado al verdadero bien del hombre, participan en el
ejercicio de aquel poder, con el que Jesucristo Resucitado atrae a sí todas las cosas y
las somete, junto consigo mismo, al Padre, de manera que Dios sea todo en todos
(cf. Jn 12, 32; 1 Co 15, 28).

“Ordenan lo creado al bien del hombre” por aquello de que el pecado distorsiona las relaciones y la
dinámica del mundo, la función del fiel laico es reordenar eso en función del Reino de Dios.
El laico es un trabajador en la viña y de esos frutos los ofrece a Dios. Es una imagen la de los
trabajadores ofreciendo sus frutos a Dios.

ChL 15 Ciertamente, todos los miembros de la Iglesia son partícipes de su dimensión


secular; pero lo son de formas diversas. En particular, la participación de los fieles
laicos tiene una modalidad propia de actuación y de función, que, según el Concilio,
«es propia y peculiar» de ellos. Tal modalidad se designa con la expresión «índole
secular».

La dimensión secular es común a todos.

En realidad el Concilio describe la condición secular de los fieles laicos indicándola,


primero, como el lugar en que les es dirigida la llamada de Dios: «Allí son llamados
por Dios». Se trata de un «lugar» que viene presentado en términos dinámicos: los
fieles laicos «viven en el mundo, esto es, implicados en todas y cada una de las
ocupaciones y trabajos del mundo y en las condiciones ordinarias de la vida familiar
y social, de la que su existencia se encuentra como entretejida». Ellos son personas
que viven la vida normal en el mundo, estudian, trabajan, entablan relaciones de
amistad, sociales, profesionales, culturales, etc. El Concilio considera su condición no
como un dato exterior y ambiental, sino como una realidad destinada a obtener en
Jesucristo la plenitud de su significado. Es más, afirma que «el mismo Verbo encarnado
quiso participar de la convivencia humana (...). Santificó los vínculos humanos, en
primer lugar los familiares, donde tienen su origen las relaciones sociales,
sometiéndose voluntariamente a las leyes de su patria. Quiso llevar la vida de un
trabajador de su tiempo y de su región».

El tema de la índole secular es problemático la expresión, con esa sola expresión es difícil establecer
la diferencia, de todas formas, la intuición la vamos entendiendo, estamos hablando de personas
que están insertas en la dinámica social normal, eso implica relacionarse con los que no creen, con
lo que piensan distintos. Lo propio de los laicos no es tan fácil definirlo en palabras, pero se capta lo
que se quiere decir. La expresión “son personas que viven la vida normal en el mundo” entendemos
lo que quiere decir.

En efecto, los fieles laicos, «son llamados por Dios para contribuir, desde dentro a modo
de fermento, a la santificación del mundo mediante el ejercicio de sus propias tareas,
guiados por el espíritu evangélico, y así manifiestan a Cristo ante los demás,
principalmente con el testimonio de su vida y con el fulgor de su fe, esperanza y
caridad». De este modo, el ser y el actuar en el mundo son para los fieles laicos no
sólo una realidad antropológica y sociológica, sino también, y específicamente, una
realidad teológica y eclesial. En efecto, Dios les manifiesta su designio en su situación
intramundana, y les comunica la particular vocación de «buscar el Reino de Dios
tratando las realidades temporales y ordenándolas según Dios».

Si hay que memorizarse una cosa de lo que es un fiel laico sería: buscar el Reino de Dios tratando
las realidades temporales y ordenándolas según Dios.
Precisamente en esta perspectiva los Padres Sinodales han afirmado lo siguiente: «La
índole secular del fiel laico no debe ser definida solamente en sentido sociológico,
sino sobre todo en sentido teológico. El carácter secular debe ser entendido a la luz
del acto creador y redentor de Dios, que ha confiado el mundo a los hombres y a las
mujeres, para que participen en la obra de la creación, la liberen del influjo del pecado
y se santifiquen en el matrimonio o en el celibato, en la familia, en la profesión y en
las diversas actividades sociales».

Es porque el mundo, la viña es lugar de la manifestación de Dios, son los laicos que trabajan allí y es
un lugar de la presencia de Dios.

ChL 20 El fiel laico «no puede jamás cerrarse sobre sí mismo, aislándose
espiritualmente de la comunidad; sino que debe vivir en un continuo intercambio con
los demás, con un vivo sentido de fraternidad, en el gozo de una igual dignidad y en
el empeño por hacer fructificar, junto con los demás, el inmenso tesoro recibido en
herencia. El Espíritu del Señor le confiere, como también a los demás, múltiples
carismas; le invita a tomar parte en diferentes ministerios y encargos; le recuerda,
como también recuerda a los otros en relación con él, que todo aquello que le
distingue no significa una mayor dignidad, sino una especial y complementaria
habilitación al servicio (...). De esta manera, los carismas, los ministerios, los encargos
y los servicios del fiel laico existen en la comunión y para la comunión. Son riquezas
que se complementan entre sí en favor de todos, bajo la guía prudente de los
Pastores».

Viene de vuelta el tema de que cada laico tiene una tarea, que no es realizada aisladamente, sino en
inter-relación, y en continuo intercambio de dones, en un continuo inter-enriquecerse. Todo lo que
sea espacios de agrupación en los que los laicos puedan vivir su identidad y compartir sus
experiencias, experiencias también de Dios los van potenciando su vocación y misión.
Lo fundamental es su respuesta a la vocación de Dios es gestionar lo temporal según Dios, participar
del triple oficio de Cristo, hay un primado del oficio real.

FAMILIA
“Familia, Iglesia doméstica” ¿qué tiene que ver la familia con la Iglesia? Muchas cosas que decimos
de la Iglesia se dice también de la familia. Muchas imágenes de Iglesia tienen que ver con la “familia
de Dios”. ¿Qué relación hay entre Iglesia y alianza? La Iglesia como sujeto de la nueva alianza, la
alianza era un vínculo, Dios diviniza al sujeto de la nueva alianza de forma tal que el sujeto estaba
penetrado por Dios y nosotros formamos parte de la vida de Dios. ¿Qué relación hay entre la alianza
y familia? Uno de los aspectos es que toda familia nace de un vínculo de alianza.
Esto está trabajado de la exhortación Familiaris Consortio.

FC 13 En efecto, mediante el bautismo, el hombre y la mujer son inseridos


definitivamente en la Nueva y Eterna Alianza, en la Alianza esponsal de Cristo con la
Iglesia. Y debido a esta inserción indestructible, la comunidad íntima de vida y de
amor conyugal, fundada por el Creador, es elevada y asumida en la caridad esponsal
de Cristo, sostenida y enriquecida por su fuerza redentora.
En virtud de la sacramentalidad de su matrimonio, los esposos quedan vinculados uno
a otro de la manera más profundamente indisoluble. Su recíproca pertenencia es
representación real, mediante el signo sacramental, de la misma relación de Cristo con
la Iglesia.
Esta expresión que usa la FC para hablar de la vinculación de los esposos “la recíproca pertenencia”
de los esposos es una relación que también muestra la mutua donación del Padre al Hijo.

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