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Friedrich Nietzsche

SOBRE LA UTILIDAD
Y EL PERJUICIO
DE LA HISTORIA
PARA LA VIDA
[II INTEMPESTIVA]

Edición, traducción y notas


de
Germán Cano

BIBLIOTECA NUEVA
Sobre la utilidad y el perjuicio
de la historia para la vida

«Vom Nutzen und Nachteil


der Historie für das Leben»

(Febrero de 1874)

Friedrich Nietzsche
Prefacio

«Por lo demás, me es odioso todo aquello que única-


mente me instruye, pero sin acrecentar mi actividad o
animarla de inmediato». Con estas palabras de Goethe, a
modo de un Ceterum cerneo expresado enérgicamente, qui-
1

siera comenzar nuestra consideración sobre el valor o la


inutilidad de la historia. En ella se describirá en realidad
por qué la enseñanza sin vivificación, por qué el saber en
el que se debilita la actividad y por qué únicamente la
historia como
preciosa superfluidad del conocimiento y
artículo de lujo ha de resultamos, según las palabras
de Goethe, seriamente odiosa, pues todavía nos faltaría lo
más no ser lo superfluo sino enemigo de
necesario, al
lo necesario. Es cierto que necesitamos la historia, pero
la necesitamos de un modo distinto a la del ocioso male-

Se trata de una alusión a la célebre frase de Catón Ceterum cen-


1

seo esse delmdam («por otra parte, soy de opinión de que


Carthagínem
Cartago debe destruirse») con la que éste solía concluir cualquier dis-
curso o tópico hasta que finalmente incitó a los romanos a emprender
la tercera guerra púnica. Posiblemente esta referencia la proporcione
Plutarco y sus Vidas paralelas (véase nota 42). Por otro lado, las palabras
de Goethe provienen de una carta dirigida a Schiller el 19 de diciem-
bre de 1798. Puede consultarse para ello: (A. Ruest, ed.) Briejwechsel
zwischen Schiller und Goethe (1794-1805), Berlín, Hermann See-
mann, 1900.

37

tiempo, su cultura histórica, como algo perjudicial, como


ducado en el jardín del saber, pese a que éste contemple
defecto y carencia de esta época. Porque creo, incluso,
con desprecio nuestras necesidades y las considere rudas y
carentes de gracia. Esto quiere decir que necesitamos la
que todos nosotros sufrimos una ardiente fiebre histórica
historia para la vida y para la acción, aunque, en reali- y que, como mínimo, deberíamos reconocer que la sufri-
dad, no para su cómodo abandono, ni para paliar los
mos. Si, como dijo Goethe, cultivamos nuestros vicios si-
efectos de una vida egoísta y de una acción cobarde y
multáneamente al lado de nuestras virtudes2 y si, como

,

deshonesta. Sólo en la medida en que la historia sirve a


cualquiera sabe, una virtud hipertrofiada como así me
la vida queremos servirla nosotros, aunque exista una ma-
parece que es el sentido histórico de nuestro tiempo
nera de practicarla y una apreciación de la misma por la puede muy bien llegar a convertirse en causa del posible
deterioro de un pueblo como un vicio hipertrofiado, en-
que la vida se atrofia y degenera: un fenómeno cuyos cu-
riosos síntomas hay que llevar ahora a la experiencia de
tonces se me debe permitir exponer estas opiniones con

nuestro tiempo de un modo tan necesario como doloroso. toda libertad. Tampoco, dicho sea esto sin ánimo de ex-
culpación, debería silenciarse que las experiencias que
Me he esforzado por explicar una sensación que me
ha atormentado con bastante frecuencia; me vengo de provocaron estas torturantes sensaciones proceden de mí
ella entregándola a luz pública. Tal vez exista alguien
mismo, y que sólo mediante la comparación con otros
que, motivado por tal descripción, me explique que tam- tiempos, en concreto, sólo en tanto discípulo de la Anti-

bién conoce dicha sensación, pero que yo no la he senti- güedad, sobre todo de los griegos, he llegado a tener ta-
les experiencias intempestivas como hijo de este tiempo
do de un modo suficientemente natural y auténtico y,
actual. Una experiencia a la que tengo derecho por tan-
por tanto, no he sabido expresarla con la debida seguri-
dad y madurez de experiencia. Puede que éste sea el to a causa de mi trabajo como filólogo clásico. Porque no

caso; pero la gran mayoría dirá que éste no es sino un sabría qué sentido tendría la filología en nuestra época si

sentimiento totalmente falso, antinatural y abominable, no fuera el de actuar intempestivamente dentro de ella.
cuando no absolutamente ilícito. En realidad, con esta Dicho en otras palabras: con el fin de actuar contra y
sensación me he mostrado indigno de tan poderosa por encima de nuestro tiempo en favor, eso espero, de
un tiempo futuro.
orientación histórica del presente, tal y como es conoci-
da desde hace dos generaciones entre los alemanes. De
cualquier modo, en tanto que me atrevo con la descrip-
ción natural de mi sentimiento, intento estimular más
que dificultar el beneficio general, pues de este modo
ofrezco a muchos la oportunidad de alabar la anterior 2
Goethe, J. W., «Dichtung und Wahrheit» III, 13, en Samtliche
orientación temporal ya mencionada. Por mi parte, sin Werke, München, Deutscher Tachenburch, 1977. Hay traducción cas-
embargo, obtengo algo a mi entender de más valor que tellana de las Obras completas (Madrid, Aguilar, 1957, trad. Cansinos
Assens). Desde ahora, salvo cuando se diga lo contrario, esta referen-
tales conveniencias: el hecho de estar instruido pública-
cia será la utilizadapara las obras de Goethe. Por otro lado, una in-
mente sobre nuestro tiempo y ser consciente de esta si- teresante visión general de la posición goethiana frente a la historia,
tuación en su justa medida. tremendamente presente a lo largo de la intempestiva, la ofrece la
Esta meditación es también intempestiva porque intento obra ya clásica de F. Meinecke El historicismo y su génesis (México,
comprender algo de lo que con razón se enorgullece este F.C.E., 1993, págs. 379-495).

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cadena siempre le acompaña. Es asombroso: ahí está el
1 instante presente, pero en un abrir y cerrar de ojos desa-
parece. Surge de la nada para desaparecer en la misma

Contempla el rebaño que pasta delante de ti: ignora lo nada. Sin embargo, luego regresa como un fantasma per-
que es el ayer y el hoy, brinca de aquí para allá, come, des- turbando la calma de un presente posterior. Continua-
cansa, digiere, vuelve a brincar, y así desde lá'mañana a la mente sesepara una hoja del libro del tiempo, cae y se
noche, de un día a otro, en una palabra: atado a la inme- aleja aleteando para,de repente, volver al seno del hom-
diatez de su placer y disgusto, en realidad atado a la estaca bre. Entonces, al mismo tiempo que el hombre dice «me

del momento presente y, por esta razón, sin atisbo alguno acuerdo», envidia animal que olvida inmediatamente
al

de melancolía o hastío. Ver esto se le hace al hombre duro, mientras observa cómo ese instante presente llega a morir
porque él precisamente se vanagloria de su humanidad realmente, vuelve a hundirse en la niebla y en la noche
frente a la bestia y, sin embargo, fija celosamente su mira- desapareciendo para siempre. Así vive el animal de ma-
da en su felicidad 3 Porque él, en el fondo, únicamente
.
nera no histórica (unhistorisch), pues se aparta del tiempo de
quiere esto: vivir sin hartazgo y sin dolores como el animal, modo similar a un número que no deja como resto nin-
aunque lo quiera, sin embargo, en vano, porque no lo quie- guna fracción fantástica y aparece completa y absoluta-
re tal y como lo quiere éste. Así el hombre pregunta al ani- mente como lo que es, pues no puede ser otra cosa que
mal: ¿por qué no me hablas de tu felicidad y únicamente sincero. Por el contrario, el hombre intenta levantarse con
me miras? El animal quiere responderle y decirle: «esto todas sus fuerzas de ese gran y pesado lastre que es su pa-
pasa porque siempre olvido lo que quisiera decir». Enton- sado. Este no hace sino aplastarle hacia abajo o doble-
ces, también se olvidó de esta respuesta y calló, de modo garle hacia los lados, obstaculizando su marcha como un
que el hombre se quedó asombrado. peso invisible y oscuro que aparentemente alguna vez
Pero también se asombró de sí mismo por no poder puede rechazar, como él hace demasiado gustosamente
aprender a olvidar y depender siempre del pasado; y es delante de sus semejantes, a fin de despertar su envidia.
que cuanto más lejos vaya, cuanto más rápido corra, esa Por razón no puede sino emocionarle, como si de un
esta
paraíso perdido se tratase, ver un rebaño pastando o al
niño que juega en confiada inconsciencia entre las cercas
3
Aunque no sea citado, Nietzsche recoge esta contraposición en- del pasado y el futuro sin tener aún que rechazar nada de
tre el animal que vive felizmente el presente y el hombre agobiado por su pasado. Sin embargo, ese juego un día tendrá que ser
el paso del tiempo del poeta italiano Giacomo Leopardi, en concreto perturbado, pues demasiado pronto será invocado por el
del poema «Canto nocturno de un pastor en Asia». A tenor de sus si-
pasado. En ese momento aprenderá la palabra «fue», esa
militudes con otras importantes referencias espirituales de Nietzsche
(Hólderlin, Schopenhauer), no puede despreciarse la influencia del po-
máxima que aparece al hombre para recordarle, por me-
eta italiano, sobre todo en lo referente a la temática de la «fragilidad dio de la lucha, el sufrimiento y el tedio, lo que es en el
del genio». En El gay saber 92, por ejemplo, Leopardi es considerado, fondo su existencia: un imperfectum que nunca llega a rea-
junto a Merimée, Emerson y Walter Savage, uno de «los maestros en lizarse de modo completo. Todo ello hasta que un buen
prosa del siglo». Nietzsche poseía en su biblioteca la traducción alema-
día la muerte, finalmente, traiga el ansiado olvido, sustra-
na de R. Hamerling (Hildburghausen 1866), Gedichte von Giacomo Leo-
pardi, Destacar, por último, que el poema vuelve a ser transcrito en el
yendo la posibilidad del presente
y del existir y presen-
fragmento postumo KSA Vil, 30 (2). tando el sello de ese conocimiento que enuncia que la

40 41
existencia es un ininterrumpido haber sido, algo que vive esta corriente del devenir. Como ese discípulo consecuen-
negándose, consumiéndose y contradiciéndose continua- te de Heráclito, apenas se atrevería ya a levantar un
mente 4 .
dedo 6 Y es que en toda acción hay olvido, de igual modo
.

Si loque hace aferramos y estimulamos a los vivien- que la vida de todo organismo no sólo necesita luz sino
tes a la vida es la felicidad, la aspiración a la renovada fe- también oscuridad. Un hombre que sólo sintiera por en-
licidad, posiblemente ningún filósofo tenga más razón que tero históricamente se asemejaría, por tanto, a alguien
el cínico, pues la felicidad de animal es la prueba vivien- obligado a prescindir^ del sueño o a un animal que tuvie-
te de la razón de los derechos del cínico. La más pe- ra que vivir condenado continuamente a rumiar. Es posi-
queña dicha, siempre que no se interrumpa y nos haga ble vivir casi sin recuerdos, e incluso vivir feliz, como
felices, es incomparablemente una felicidad mayor que muestra ejemplo del animal, pero es completamente
el

cualquier tipo de dicha que sólo se manifieste rapsódica- imposible vivir en general sin olvidar. O, para explicar mi
mente, es decir, como capricho o loca ocurrencia en me- tema de modo más sencillo: existe un grado de vigilia de ru- ,

dio del puro displacer, deseo o carencia. Pero en las más mia, de sentido histórico, en el que se daña lo vivo para finalmen-
,

pequeñas y grandes dichas hay algo que hace que la feli- te, quedar destruido, tanto en un pueblo, en una cultura o en un
cidad sea tal: el poder olvidar o, dicho de manera más hombre .

erudita, la capacidad de poder sentir de manera no histó- Para determinar este grado, y, sobre este fundamen-
rica, abstrayéndose de toda duración. Quien es incapaz to, los límites en los que el pasado ha de olvidarse para

de instalarse, olvidando todo lo ya pasado, en el umbral no convertirse en sepulturero del presente, se JendríaLque
del presente, quien es incapaz de permanecer erguido en conocer exactamente el grado de fuerza plástica de un
un determinado punto, sin vértigo ni miedo, como una hombre, de un pueblo o de una cultura; quiero decir: esa
diosa de la victoria, no sabrá lo que es la felicidad o, lo fuerza para crecer por sí misma, ese poder de transfor-
que es peor, no hará nunca nada que haga felices a los mar y asimilar lo pasado y extraño, de sanar las heridas,
demás. Imaginemos el caso extremo de un hombre al que de reemplazar lo perdido, de regenerar las formas des-
se le hubiera desposeído completamente de la fuerza de truidas... Existen hombres que poseen esta fuerza en un

olvidar, alguien que estuviera condenado a ver en todas grado tan bajo que, a través de una única vivencia, de
partes un devenir5 Ese hombre no sería capaz de creer
.
un único dolor, como resultado de una única pequeña
más en su propia existencia, ya que vería todas las cosas injusticia o de un minúsculo rasguño, se desangran incu-
fluir separadamente en puntos móviles. Se perdería así en rablemente. Pero también existen, al contrario, los invul-
nerables a los más salvajes y horribles accidentes de la

4
Esta idea no tanto biológica como «temporal» de vida puede
verse en El gay saber 26: «Vivir significa deshacerse continuamente de
algo en uno mismo que quierefmorir — .Vivir significa ser cruel e ine-
6
Nietzsche se refiere aquí a G radio quien pensaba que, dado que
xorable contra todo cuanto se hace débil y viejo en nosotros, y no sólo no puede existir un juicio verdadero sobre algo que está siempre cam-
éñ nosotros
5

[. .] ».
.
biando, uno no debería decir nada, sino tan sólo mover un dedo. Véa-
se Aristóteles, Metafísica, libro IV, 1010 al2 (Madrid, Gredos, 1990.
Puede compararse con esto el célebre cuento de Borges, «Funes
el memorioso», en Ficciones (Madrid, Alianza, 1997). Trad. Valentín García Yebra).

42 43
vida e incluso a los hechos de su propia maldad hasta el extraña, llegará al ocaso enfermo y agotado demasiado
extremo de que en medio de ellos, o poco después, lle- prematuramente. La jovialidad, la buena conciencia, la
gan a un regular bienestar y a una conciencia tranquila. alegríaen él actuar, la confianza en el futuro todo ello —
Cuanto más poderosas son las raíces de la naturaleza depende, tanto en un individuo como en un pueblo, de
más interior de un hombre tanto mayor cantidad de pa- que exista una frontera, un límite que separe aquello que
sado logra apropiarse o apresar. Y si se piensa en la más- es claro y capaz de ser abarcado desde una perspectiva
poderosa y enorme naturaleza jamás imaginada, tendre- de todo lo que es oscuro y no visiblemente iluminado;
mos que reconocer que no existiría para ella ningún tipo pero también depende de que se sepa justa y oportuna-
de limitación histórica que pudiera actuar sobre ella de mente tanto qué olvidar como qué recordar, del podero-
modo agobiante y peijudicial, pues atraería todo lo pa- so instinto para distinguir en qué momento es necesario
sado, propio y extraño hacia sí, lo asimilaría sentir de modo histórico o no histórico. Ésta es precisa-
y lo trans-
formaría en sangre 7 Lo que una naturaleza semejante no
.
mente la tesis propuesta a la reflexión del lector: que lo
llega a dominar, lo sabe olvidar, dejando esto simple- ahistórico y lo histórico son en igual medida necesarios para la sa-
mente de existir; de este modo, el horizonte permanece lud de un individuo, de un pueblo o de una cultura.
cerrado, completo en sí mismo. Nada recordará que exis- En este sentido, cualquiera puede entender esta ob-
ten más allá de ella hombres, pasiones, doctrinas servación: por mucho que sentimiento
y fines la ciencia y el
distintos. Ésta es una ley general: todo lo vivo sólo pue- histórico de un hombre sea muy limitado, por mucho
de ser sano, fuerte y productivo en el interior de un ho- que su horizonte sea tan estrecho como el de los habi-
rizonte. Si es incapaz de trazar a su alrededor tal hori- tantes del valle de los Alpes, por mucho que manifieste
zonte, o, por otra parte, demasiado solipsista como para en cada juicio una injusticia y en cada experiencia la
poder integrar su propia perspectiva en el interior de una creencia errónea de ser el primero en formularla, este
hombre, pese a todas sus injusticias y errores, conserva-
rá una insuperable salud y vigor y alegrará cualquier
mirada. Sin embargo, muy cerca de éste, otro hombre
7
En toda la segunda intempestiva están muy presentes las alusio-
nes a la escritura estoica de los hypomnemata. La comparación de las mucho más justo e ilustrado caerá enfermo y se debili-
metáforas del cuerpo y de desarrolladas posteriormente en
la digestión ,
tará, porque las líneas de su horizonte siempre se des-
este ensayo, con la cuestión de «la escritura de sí» era un tema muy plazan continuamente y porque no logrará liberar de
común en Séneca. La escritura, por tanto, y el trabajo de uno mismo las demasiado delicadas redes de sus justicias y verdades
con uno mismo han de transformar las cosas vistas u oídas «en fuer-
zas y en sangre» (in vires in sanguinem). Véase Séneca.: Cartas a Lucillo,
un robusto querer y desear. Ya hemos visto, en contra-
,

Madrid, Gredos, 1994, especialmente cartas 2 y 84. Trad. Ismael posición a esto, a ese animal que habita de manera to-
Roca. Aquí Nietzsche pone del mismo modo en relación la cuestión de talmente ahistórica y casi en el interior de un horizon-
la falta de estilo con el exceso de lectura
y el cambio continuo, pues éste te unidimensional, pero que vive en una cierta dicha,
dispersa y favorece la stultitia (la agitación del espíritu, la inestabilidad
por lo menos ajeno al hastío y al fingimiento. Por con-
de la atención, el afán curioso de novedades), pero también destaca el
siguiente, tendremos que dictaminar que la capacidad
contraste entre el valor positivo concedido a la posesión de un pasado
del que se puede aprender y disfrutar y la actitud incierta
de poder sentir de manera no histórica es mucho más
y perturba-
da del espíritu vuelta hacia el futuro. Para este tema: Foucault, M.: importante y originaria en la medida que constituye el
«L'écriture de soi», en Dits et écrits IV, Gallimard, 1994, págs. 415-430. fundamento sobre el que puede en general desarrollar-

44 45
se y crecer algo justo, sano y grande, algo, en definiti- injusto del mundo, pues es estrecho, desagradecido con
va, auténticamente humano. Lo ahistórico es, pues, se- el pasado, ciego frente a los peligros, sordo a los avisos,
mejante a una atmósfera envolvente en la que se desa- algo así como un pequeño torbellino en un mar muer-
rrolla únicamente vida, pudiendo ésta desaparecer si to de noche y olvido. Y, pese a todo, este estado (ahis-
esta atmósfera se destruye. Es verdad que el hombre tórico y contrahistórico de principio a fin) es el seno
sólo llega a ser hombre en tanto que pensando, refle- donde no sólo nace una acción injusta, sino toda acción
xionando, comparando, separando y sintetizando limita justa. Y ningún artista logrará su imagen pretendida,
ese elemento ahistórico, y en tanto que forma en el in- ningún jefe militar su victoria, ningún pueblo la libertad
terior de esa envolvente nube un poco de claridad lu- anhelada, sin antes haberla deseado y anhelado en un
minosa y resplandeciente, es decir, mediante esa fuerza estado ahistórico de este tipo. Así como, según las pala-
de utilizar el pasado como instrumento para la vida, bras de Goethe 8 el hombre que actúa siempre carece
,

transformando lo acontecido en Historia nueva. Pero de conciencia, así éste, también desprovisto de la ayuda
no es menos cierto que, por medio del exceso histórico, del saber, habrá de olvidar lo principal para centrarse
el hombre deja, por el contrario, de serlo. Por eso, sin en lo único que le importa y ser injusto frente a lo que
esa envoltura de lo ahistórico, no habría nunca llegado permanece a su espalda sin reconocer más que un úni-
a ser hombre ni se atrevería a comenzar siquiera a ser- co derecho: lo que debe realizarse en ese momento. De
lo. ¿Dónde se encuentran esos hechos que el hombre es este modo, cualquier hombre que actúa ama su acción
capaz de realizar sin antes haber ingresado en esa capa infinitamente más de lo que en realidad merece ser
vaporosa de lo ahistórico? O para dejar de lado las amada9 Y las mejores acciones acontecen en semejante
.

imágenes e ilustrarlo mejor con un ejemplo: imagínese exceso de amor, por más que, en cualquier caso, sean
un hombre arrastrado e impulsado por una pasión ha- indignas de este amor y su valor sea incalculable.
cia una mujer o hacia un ideal... ¡Qué cambiado está su Cualquiera que esté en la posición de olfatear y res-
mundo! Mirando hacia atrás se siente ciego, si mira a pirar repetidamente esta situación de atmósfera ahis-
su alrededor, para percibir lo extraño, lo oye como un tórica en la que se origina cualquier gran acontecimiento
sonido sordo sin ningún significado. Todo lo que él per- histórico, podría ser capaz entonces, en tanto ser cog-
cibe en general nunca lo percibió tan realmente, tan noscente, de elevarse a ese punto de vista suprahistórico
10
palpablemente cercano, colorido, vibrante e iluminado, (überhistorisch) ya descrito por Niebuhr como un posi-
como si ahora él comprendiera el mundo con todos sus
sentidos. Y es que todas sus. apreciaciones han cambia-
do y desplazado su valor de antaño; incluso no es capaz 8
«El hombre de acción es siempre inconsciente, nadie tiene cons-
de apreciar ya algunas cosas porque apenas puede sen- que observa», Palabras de Goethe en Sprüche in Prosa,
ciencia, salvo el
tirlas. En este momento se pregunta si no habría sido recogidas en Gedanken aus Werken (F. Bruckmann, Munich, pág. 80).
9
hasta ahora un mero bufón de extrañas palabras y de En esta reivindicación del papel positivo de la «pasión», Nietzs-
che coincide con Hegel y, en cierta medida, con la filosofía de la his-
extrañas opiniones; se maravilla de que su memoria gire
toria de Kant, quien opinaba que sin pasiones egoístas la humanidad
sobre un mismo círculo incansablemente y, sin embar-
nunca progresaría.
go, esté tan débil y cansada para dar un único salto fue- 10
Se refiere al historiador alemán y especialista en el imperio ro-
ra de este círculo. Es éste, desde luego, el estado más mano Barthold Georg Niebuhr: Su obra Historia de Roma había sido

46 47
* ble resultado de la observación histórica. «Al menos Son aquellos de los que dice David Hume irónica-
para una cosa —dice éste — es útil la Historia, si se
,
mente:
la concibe con claridad y en detalle: para darnos
cuenta de que los más grandes y excelsos espíritus de And Jrom the dregs of lije hope to receive, what the first

nuestra raza humana ignoran de qué modo tan arbi- spnghtly running could not gwe u .

trario y casual su visión ha llegado a dar forma a lo


que ven y a lo que exigen ver violentamente a cual- Llamémosles hombres históricos. Su mirada fija en el
quiera. Y decimos violentamente porque la intensidad pasado los empuja hacia el futuro, estimula su valor para
de su conciencia es excepcionalmente grande. Quien medirse más tiempo con la vida, enciende en ellos la es-
no conoce esto de modo claro y general y no lo ha peranza de que la justicia vendrá, de que la felicidad se
comprendido, es avasallado por la idea de la apari- encuentra detrás de una montaña que tendrán que esca-
ción de un poderoso espíritu que lleva la suprema pa- lar. Creen estos hombres históricos que el sentido de la

sión a una forma determinada». Podría entonces lla- existencia saldrá cada vez más a la luz en el transcurso de

marse «suprahistórico» a semejante punto de vista un proceso, de ahí que sólo miren hacia atrás para, a tra-
(überhistorisch), puesto que quien lo adoptase no podría vés de la consideración de los procesos anteriores hasta el
ya sentir completamente ninguna tentación de seguir momento actual, comprender el presente y aprender a
viviendo y cooperando en la marcha de la Historia, desear el futuro de manera más intensa; pero no saben
ya que habría reconocido finalmente la única condi- hasta qué punto es ahistórica su manera de pensar y ac-
ción de cualquier suceso histórico: la ceguera e injus- tuar en la Historia y en qué medida su ocupación histó-
ticia de los hombres que actúan. Es más: incluso se rica no es un instrumento del conocimiento puro sino de

habría curado por fin de la tentación de tomar a la la misma vida.

historia de ahora en adelante demasiado en serio. Ha- Pero esa pregunta cuya primera respuesta ya hemos
bría aprendido de cualquier hombre, de cualquier vi- oído bien pudiera ser contestada de otra manera. ¡Con un
vencia, sea entre griegos o turcos, en una hora del si- «no» de nuevo, por supuesto!, pero con un «no» argu-
glo i o xix, a responder a la pregunta de cómo y para mentado de otra manera. Con ese «no» del hombre su-
qué se vive. Si alguien preguntara a sus conocidos si prahistórico que no ve la salvación en el proceso, para
desearían volver a vivir otra vez los últimos diez o quien, más bien, el mundo está completo y logra su fin en
veinte años, comprobaría fácilmente cuál de todos cualquier momento particular. Pues, ¿qué podrían diez
ellos estaría preparado para ese punto de vista su- años más enseñar que no hayan enseñado los diez ante-
prahistórico. Y es que, efectivamente, todos contesta- riores?

rían que no, aunque argumentarían ese «no» de dife-


rentes maneras. Alguno, quizá, esperando con con-
fianza que «los próximos veinte años fuesen mejores».
11
«Y de las heces de la vida, esperan recibir lo que la primera y
vivaz carrera dar no pudo». La cita que a su vez reproduce Hume pro-
viene de John Dryen (Aureng-Zebe, Acto IV, escena I.) y es recogida
alabada por Goethe como ejemplo combinado de crítica e intuición. por Nietzsche de Diálogos sobre la religión natural, parte (hay traducción X
Muy posiblemente Nietzsche conociera tal referencia. castellana de Carmen García Trevijano en Madrid, Tecnos, 1994).

48' 49
Los hombres suprahistóricos nunca han estado de hoy queremos más bien satisfacemos con nuestra igno-
acuerdo entre ellos sobre si el sentido de la enseñanza es rancia desde el fondo de nuestros corazones y volvemos
la felicidad o la resignación, la virtud o la penitencia; hombres activos, hombres de progreso, veneradores del
pero, opuestos a todos los modos de considerar el pasado, proceso. Puede ser que nuestra estima por lo histórico
son bastantes unánimes en la aceptación de la siguiente sólo sea un prejuicio occidental. ¡Mientras no nos quede-
tesis: el pasado y el presente son uno y el mismo, esto es, mos quietos y progresemos como mínimo dentro de este
típicamente semejante en toda su diversidad y, como ora- prejuicio...! ¡Mientras aprendamos cada vez más que se
nipresencia de tipos eternos, una estructura estática de va- debe impulsar la historia desde los fines de la vida...\ De
lores inmutables y de eterno significado. Así como cientos este modo no nos importaría ser inferiores a los hombres
de lenguajes diferentes corresponden a las necesidades tí- suprahistóricos, poseedores de mayor sabiduría que noso-
picamente fijadas del hombre, y al igual que alguien que tros... Porque mientras pudiéramos estar seguros de pose-
comprendiera estas necesidades no sería capaz de apren- er más vida que ellos nuestra ignorancia tendría de cual-
der nada nuevo de todos estos lenguajes, así el pensador quier modo mucho más futuro que toda su sabiduría.
suprahistórico ilumina toda la Historia de los pueblos y Y para que con ello no quedara ninguna duda sobre el
los individuos desde dentro, revelando de manera clarivi- sentido de esta contraposición entre vida y conocimiento,
dente el significado original de los diferentes jeroglíficos, quisiera proponer ser ningún tipo de rodeos algunas tesis,
eludiendo, lenta y hasta cansinamente, el incesante flujo ayudándome a su vez de un modo de proceder bien pro-
de los nuevos signos escritos. ¿Cómo no iba éste, en la bado desde hace tiempo.
abundancia infinita de lo acontecido, a desembocar en Un fenómeno histórico pura y completamente conoci-
la saciedad, en la sobresaturación, incluso en el hastío vi- do, así como reducido a ser un fenómeno cognoscitivo es,
tal? Tal vez el más osado esté dispuesto a decir a su pro- para quien lo conoce de esta forma, algo muerto: porque
pio corazón las siguientes palabras de Giacomo Leopardi: reconoce allí la ilusión, la injusticia, la pasión ciega y, en
general, todo el horizonte terrenalmente oscurecido que
Las cosas no merecen
la tierra. Hiel y tedio
tus latidos, ni es digna de suspiros rodea a ese fenómeno y — justo en ello— también su po-
der histórico. Este poder se ha convertido ahora, para
la vida es, nada más, y fango el mundo
quien lo ha conocido, en algo impotente, aunque tal vez
Cálmate 12 .

no fuera así para él en cuanto ser vital.


La Historia, pensada como ciencia pura y convertida
Pero dejemos a los hombres suprahistóricos (iiberhisto-
en soberana, sería para la humanidad una especie de con-
rische Menscken) su sabiduría y también su hastío. Porque
clusión de la vida, un ajuste final de cuentas. Sólo si la
educación histórica va acompañada de una poderosa y
nueva corriente vital, de una cultura en devenir, por
12
Poema de Giacomo Leopardi titulado A se estesso («A sí mis- ejemplo, cuando es dominada y guiada por una fuerza su-
mo»), en Antología poética (edición y traducción de Eloy Sánchez), Va-
Recogemos dicha traducción del po-
perior — y entonces no domina y guía únicamente ella
lencia, Pre-Textos, 1988, pág. 87.
ema. Aunque se desconoce la fecha exacta de composición, es muy misma — es algo saludable y prometedora de futuro.
probable que Leopardi compusiera este desesperado poema en 1833, La historia, en la medida en que sirve a la vida, está
después de una importante ruptura sentimental. al servicio de un poder no histórico y, por tanto, en esta

50 51
subordinación, no puede — ni debe ser — nunca una cien- bio
14
,
por ejemplo, define la historia política como la justa
cia pura, como es el caso de
matemáticas. Así, la pre-
las
preparación al gobierno de un Estado, asícomo una
gunta de hasta qué punto la vida necesita, en general, es- maestra extraordinaria que, a través del recuerdo de los
tar al servicio de la historia es una de
preguntas y pre-
las infortunios de los otros, nos exhorta a soportar con firme-
ocupaciones más elevadas en lo referente a la salud de un
za las veleidades de la fortuna. Por eso, quien aquí haya
hombre, de un pueblo o de una cultura, porque existe aprendido a reconocer el sentido de la historia, le ha de
una situación de sobresaturación histórica que desmenuza molestar profundamente observar a todos estos viajeros
la vida y provoca su degeneración, al mismo tiempo que
curiosos o pedantes micrólogos escalar sobre las pirámides
de la misma historia.
de los grandes pasados; allí donde busca las incitaciones a
la emulación y a la superación de uno mismo, no desea
encontrarse a ese ocioso que, ansioso de distracciones o de
sensaciones, vaga de un lado a otro como por entre los te-
2
soros artísticos guardados en una galería. Para que el
Pero que la vida necesita el servicio de la historia es hombre activo, en medio de estos ociosos débiles y deses-
algo que debe comprenderse tan claramente como la te- peranzados, en medio de estos aparentes hombres activos
sis —que se demostrará más tarde —
de que un exceso de — en realidad, compañeros excitados y ruidosos no se —
historia daña a lo viviente. En un triple sentido pertenece desanime y sienta hastío, ha de interrumpir la marcha ha-
la historia al ser vivo: le pertenece como alguien que ne- cia su meta, mirar detrás de sí y tomar aliento. Una meta
que alguna dicha, quizá no la suya propia, a menudo,
es
cesita actuar y esforzarse, como alguien que necesita con-
servar y venerar, y, finalmente, como alguien que sufre incluso, la de un pueblo o la de toda la humanidad. Así,
y
necesita liberarse. A
esta trinidad de relaciones corres- mediante la utilización de la Historia, logra escapar de la
ponden tres maneras de abordar la historia. Así se distin- resignación. En general, no recibe ningún salario, excepto,

guirá una historia monumental, una anticuaría y una crítica. quizá, la gloria, es decir, la expectativa de ocupar un sitio

La Historia pertenece, sobre todo, al que quiere actuar, de honor en el templo de la historia, donde él mismo pue-
al poderoso, a aquel que mantiene una gran lucha de ser maestro, consuelo y advertencia. Pues su manda-
y ne-
cesitamodelos, maestros o consuelo, mientras que, parale- miento reza así: lo que fuera capaz una vez de dar una
lamente, no es capaz de encontrarlos ni entre sus camara- mayor dimensión y una realidad más hermosa al concep-
das ni en su presente. Así, por ejemplo, perteneció a Schi- to de «hombre», 'ha de estar también eternamente presen-
te, tiene que ser posible eternamente. Que los grandes mo-
11er. Nuestro tiempo es tan malo, como dijo Goethe, que
el poeta no encuentra a su alrededor ninguna naturaleza mentos en la lucha de los individuos formen una cadena,
adecuada 13 Teniendo en cuenta
. al hombre activo, Poli-
que en ellos se una la cadena de montañas de la humani-
dad a través de milenios, que lo más alto de un momento
histórico hace mucho tiempo acontecido siga siendo para
13
Eckermam, 21,de julio de 1827 (hay trad. caste-
Conversaciones con
llana a cargo de J. en México, Porrúa, 1984). En la primera con-
Bofill
sideración intempestiva ya Nietzsche destacaba las observaciones de
Goethe sobre la importancia del entusiasmo en la historia y su abso- 14
Polibio.: Historias. Libros xvi-xxxix, Madrid, Gredos, 1983.
luta carencia en el filisteísmo dominante. Trad. Manuel Balasch.

52 53
mí aún lo más vivo, claro y grande: éste no es sino un ramente no más que aquello que les hubiera atormentado
pensamiento fundamental en la creencia en la humanidad, en forma de escoria, basura, vanidad, animalidad... y que
esa humanidad que tiene su correspondencia en la exigen- ahora cae en el olvido después de que durante tanto tiem-
cia de una historia monumental. Justo en esta exigencia de po hubiera sido expuesto a su desprecio. Pero una cosa sí
que lo grande deba ser eterno, se desencadena la lucha vivirá: el monograma de su existencia más propia, una
más terrible, pues todo lo restante que todavía vive dice obra, una acción, una iluminación poco frecuente, una
que no. «Lo monumental no debe emergen», ésta es la creación. Vivirá porque ninguna posteridad puede pres-
consigna opuesta. La sorda rutina, lo pequeño y más bajo, cindir de esto. En esta forma más refinada, la fama es, sin
todo lo que envuelve los rincones del mundo como una at- embargo, algo más que el bocado más exquisito de nues-
15
mósfera pesada alrededor de lo grande, se precipita sobre .tro amor propio, como la ha llamado Schopenhauer es, ;

ello para frenarlo, engañarlo, moderándolo y asfixiándolo más bien, la creencia en la correspondencia y continuidad
en el camino que lo grande ha de recorrer hacia la in- de lo grande en todas las épocas, una protesta contra el
mortalidad. Sin embargo, este camino se desarrolla a tra- cambio de generaciones y su transitoriedad.
vés de cerebros humanos, a través de los cerebros de ani- ¿De qué forma, pues, sirve al hombre del presente la
males angustiados y contingentes en los que continuamen- consideración monumental del pasado, la ocupación con
te se presentan las mismas necesidades y que, con lo clásico e infrecuente de tiempos anteriores? Simple-
esfuerzo, apartan por poco espacio de tiempo su propia mente: extrae de ella la idea de que lo grande alguna vez
ruina. Sobre todo éstos quieren sólo una cosa: vivir a cual- existió, que, en cualquier caso, fue posible, y, por lo tanto,
quier precio. ¿Quién podría sospechar en ellos esa difícil también quizá sea posible de nuevo. Así, recorre anima-
marcha de antorchas de la historia monumental por me- do su camino, pues la duda de si no querría lo imposible,
dio de la cual únicamente pervive lo grande? Y sin em- que se le presentaba en sus horas más débiles, ha queda-
bargo, de vez en cuando, algunos se despiertan de un do apartada ya de su paso. Supóngase que alguien cree
modo tal que, en una mirada a la grandeza del pasado y que no se necesitan más de cien hombres productivos,
fortalecidos por tal visión, se sienten tan animados como si educados y desenvueltos en un espíritu nuevo, para aca-
la vida humana fuera un asunto grandioso y como si fue- bar con toda esa cultería (Gebildetheit) 16 que está hoy de
ra incluso el fruto más bello de una amarga planta el sa-
ber que en alguna temprana edad alguien había sido or-
gulloso y fuerte ante esta existencia, pero, al mismo tiem-
15
«Considerada eudaimónicamente, entonces la fama no es más
po, también otro había sido profundo, otro misericordioso
que más peregrino y delicioso bocado de nuestro orgullo y vanidad»
el
y compasivo, y todos ellos dejando como testamento una (Arthur Schopenhauer, Parerga und Paralipomena, en Samtliche Werke, ed.
lección: que el que vive lo más bello no da importancia a Wolfgang Freiherr von Lohneysen, Frankfurt am Main, Suhrkamp,
la existencia. Si el hombre común toma este lapso de tiem- 1986, vol. IV, pág. 475). Hay trad. cast. de M. Parmeggiani y
po melancólica y ávidamente, los otros sabían cómo, en su M. Crespillo (Málaga, Ágora, 1997).
16
Gebildetheit. Utilizo aquí la traducción que, siguiendo a Quevedo,
camino a la inmortalidad y a la historia monumental, ha-
ya realizara Andrés Sánchez Pascual para la edición de la primera «in-
bía que mostrar una carcajada olímpica o, como mínimo, tempestiva» (Consideraciones intempestivas /, Madrid, Alianza, 1988, pági-
una elevada soma. A menudo descendían a la tumba con na 27, nota 5). Por otro lado, la crítica al «siglo culto» (XIX) ya era
ironía— pues, ¿qué habría que enterrar de ellos? Segu- — . un tema constante en Burckhardt.

54 55
:

moda en Alemania, ¡cómo le tendría que fortalecer com- tendrían efecto en todas las épocas. Lo que se celebra en
probar que la cultura del Renacimiento se alzó sobre los las fiestas populares y en días de recuerdos religiosos o
hombros de un grupo de tal centenar de hombres! militares es propiamente un «efecto en sí» semejante: éste
Y, no obstante, para aprender del mismo ejemplo in- es elque no deja ningún descanso a los ambiciosos y es
mediatamente algo nuevo, ¡qué arbitraria y vaga, qué ine- como un amuleto en el corazón para los emprendedores,
xacta sería esa comparación! ¡Cuántas diferencias han de aunque no como el connexus histórico de causas y efectos
ser dejadas a un lado para que actúe ese efecto lleno de que, completamente conocido, sólo demostraría que nun-
vida! ¡Con cuánta violencia hay que obligar a la indivi- ca podría salir nada absolutamente semejante en el juego
dualidad del pasado a subsumirse dentro de un esquema de datos del futuro y del azar.
general y quebrar así sus asperezas y líneas precisas en Mientras el alma de la historiografía resida en las
aras de la armonía! Es en el fondo, lo que una vez fue po- grandes iniciativas que un hombre poderoso puede extraer
sible, no podría presentarse como posible por segunda de ella, mientras el pasado tenga que ser descrito como
vez, a menos que los pitagóricos tuvieran razón en creer algo digno de ser imitado, como imitable y posible por se-
que, en una misma constelación de los cuerpos celestes, gunda vez, corre, ciertamente, el peligro de ser torcido un
debería repetirse lo mismo sobre la tierra, incluso hasta poco, de ser embellecido y así aproximado a la libre in-
llegar a lo más pequeño e individual. De modo que cada vención; incluso hay tiempos que no son capaces de dis-
vez que los astros tuvieran entre sí una determinada posi- un pasado monumental y una ficción mítica,
tinguir entre
ción, un con un epicúreo y César sería
estoico se uniría porque de un modo u otro pueden ser deducidos los mis-
asesinado y, en otra situación, Colón descubriría Améri- mos impulsos. Cuando la consideración monumental del
ca. Sólo si la tierra una y otra vez recomenzara su drama pasado domina sobre las otras maneras de considerar la
de nuevo después del quinto acto, si fuera cierto que el y la crítica, sufre el pasado
historia, esto es, la anticuaría
mismo encadenamiento de motivos, el mismo deus ex ma- de ese mismo daño grandes partes de éste se olvidan, se
china la misma catástrofe, se repitieran en determinados
, desprecian, constituyéndose algo parecido a una corriente
intervalos, entonces el poderoso tendría derecho a desear gris continua en la que sólo hechos particulares previa-
la historia monumental en una completa veracidad icónica, mente adornados se alzan como archipiélagos aislados.
es decir, desear cada factum en propiedad y particularidad En las infrecuentes personas que esto es perceptible suce-
concreta, probablemente hasta que los astrónomos no se de ante nuestros ojos algo antinatural y prodigioso, algo
convirtieran otra vez en astrólogos. Hasta entonces, la his- semejante a esa cadena dorada que los discípulos de Pitá-
toria monumental no necesitará esa completa veracidad: goras querían reconocer en su maestro. Y es que la his-
aproximará lo que no es semejante, generalizará y, final- toria monumental engaña a través de analogías: median-
mente, igualará, pero siempre atenuando las diferencias te similitudes seductoras atrae al hombre poderoso a la
de los motivos e intenciones con el fin de —
y al coste de temeridad, al entusiasta al fanatismo, y, si se piensa com-
las causae— presentar los effectus de forma monumental, pletamente esta historia en las manos y cabezas de egoís-
esto es, de manera ejemplar y digna de imitación. Enton- tas con talento y de malhechores exaltados, termina-
ces, sin exagerar, podría llamarse a la historia monumen- rán destruyéndose reinos, asesinándose príncipes, instigán-
tal,en tanto que prescinde en lo posible de las causas, dose guerras y revoluciones y aumentándose de nuevo el
una colección de «efectos en sí» o de acontecimientos que número de los «efectos en sí» históricos, esto es, de los

56 57
efectos sin suficientes causas. Baste esto como recuerdo toria. Su por el contrario, les revela que el arte
instinto,

del daño que monumental puede originar bajo


la historia podría ser asesinado por el propio arte: lo monumental
el mando del hombre poderoso
y activo, sea éste bueno o no debe nacer otra vez, y para esto sirve precisamente lo
malo... ¿Qué ocurrirá entonces cuando se apoderan y va- que posee autoridad monumental del pasado. Así es
la

len de ella los impotentes e inactivos? como son los conocedores del arte que quieren suprimir
Tomemos el ejemplo más sencillo y frecuente. Imagí- el arte en general: comportan como médicos cuando,
se

menos artísticas o totalmente no ar-


nese a las naturalezas en el fondo, se fijan en la mezcla de los venenos mientras
armadas y enfundadas en esta historia artística
tísticas adiestran su lengua y su gusto para explicar por qué su
monumental: ¿contra quién lanzarían ahora sus armas? refinamiento rechaza insistentemente lo que se les ofrece
Pues contra sus tradicionales enemigos, los espíritus pode- como elemento artístico nutritivo. Porque ellos no quieren
rosamente artísticos, en realidad contra los auténticamen- que lo grande vuelva a surgir. Su procedimiento es decir:
te veraces de esa historia: los que son capaces de apren- «¡mirad, lo grande ya está ahí!», pero en realidad lo gran-
der para la vida y traducir lo que han aprendido en una de que ya está ahí les importa tan poco como lo que pue-
práctica más elevada. A éstos se les obstaculiza el camino da volver a surgir. De esto da testimonio su vida. Por
se les enrarece la atmósfera cuando alguien con justa di- esto, la historia monumental no es sino la máscara bajo la
y
en actitud idólatra alrededor de un monu-
ligencia baila que en ellos su odio contra lo poderoso y grande de su

mento de algún gran pasado entendido de modo parcial, tiempo se hace pasar por la satisfecha veneración de lo
como si se quisiera decir: «¡mirad!, éste es el arte verda- poderoso y grande de épocas pasadas, disfraz bajo el que
deramente real, ¡qué importan los que se transforman y el sentido propio del estudio histórico se invierte en lo

quieren algo!». Aparentemente, incluso, este tropel baila- opuesto. El hecho de que ellos sepan esto de manera
rín parece poseer el monopolio del «buen gusto», pues el consciente o no es lo mismo, pues actúan en cualquier
creador siempre ha estado en desventaja frente a quien caso como si su lema fuese: «dejad a los muertos enterrar
17
sólo ha observado como espectador sin además ponerse a los vivos» .

manos a la obra. De este modo, en todos los tiempos, el Cada uno de modos de hacer historia se jus-
estos tres

políticode sofá ha sido más inteligente, más justo y sen- tifica únicamente en un suelo y bajo un único clima,

sato que el hombre de estado que gobernaba. Pero si el mientras que en cualquier otro crece como una mala
uso del voto popular y las mayorías numéricas se trasla- hierba que es capaz de asolar todo a su paso. Cuando el
daran al ámbito del arte y se obligara al artista igual- hombre que quiere crear algo grande necesita el pasado,
mente a defenderse ante un foro de inactivos estéticos,
puede apostarse que sería condenado; pero no a pesar de,
sino justamente a causa de que sus jueces han proclamado
solemnemente el canon del arte monumental (es decir, de 17
Ya el propio Goethe (Esbozo de prólogo a Dichtung md Wahrkeit)
acuerdo con la explicación dada: el arte que «ha produ- manifestaba que «La Historia, incluso la mejor, tiene siempre algo de
cadavérico, olor a sepultura». La razón real por la que el erudito o el
cido efecto» en todos los tiempos). En cambio, todo el
historicista es incapaz de comprender adecuadamente los hechos históri-
arte aún no monumental, por actual, carece de, en pri- cos es la de que el «hecho» es algo todavía vivo en el presente mien-
mer lugar, necesidad; en segundo lugar, de pura inclina- tras que el erudito, por así decirlo, lo «momifica» y lo agota enten-
ción; y tercero, precisamente, de esa autoridad de la his- diéndolo como algo «superado», definitivamente «muerto».

58 59
,

se adueña de éste por medio de la historia monumental; bres. «Aquí se ha podido vivir —
se dice a sí mismo —
porque se puede vivir; aquí se podrá vivir, porque somos
a quien, por el contrario, le gusta perseverar en lo habi-
tual y venerablemente antiguo, cuida lo pasado como his- duros y no es fácil que nos quebremos de repente». De
toria anticuaría; y sólo al que una necesidad del presente esta manera, con este «nosotros», él mira por encima de

le oprime el pecho la vida efímera, curiosa e individual para sentirse para


y quiere arrojar toda esa carga fuera
sentirse dentro del espíritu de la casa, su generación, su
de sí a cualquier precio, tiene necesidad de criticar, esto
es, de una historia que enjuicie y condene. Del transplante ciudad. Ocasionalmente hasta saludará al alma de su pue-
irreflexivo de estos cultivos proceden algunos desastres: el blo como a su propia alma, incluso a través de anchos,
crítico sin necesidades, el anticuario sin piedad, elcono- oscuros y confusos siglos. Éstos son su dones y virtudes:
cedor de lo grande sin la capacidad de poder hacer algo una capacidad de empatia, de adivinación, una capacidad
grande, son algunos ejemplos de tales cultivos convertidos de olfatear huellas casi extinguidas, un instintivo leer co-
en mala hierba, cultivos extrañados de su materno suelo rrectamente el pasado por más que se haya escrito enci-
natural y, por tanto, degenerados. ma, una rápida capacidad de comprensión de los palimp-
sestos, e incluso de los polipsestos... Con estos dones
Goethe se detuvo ante el monumento de Erwin von
3 Steinbach, desgarrándose los velos históricamente extendi-
dos entre ellos a través de la tempestad de su sentimien-
También en segundo lugar, al
la Historia pertenece, to. contempló por primera vez la obra germana «in-
Allí
18
que conserva y venera, al que, repleto de confianza y fluyendo a partir de la recia y dura alma alemana» Ese .

amor, lanza una mirada hacia atrás, al lugar de donde mismo rasgo y un significado semejante guió a los italia-
proviene, en donde se ha formado. Por medio de esta pie- nos del Renacimiento, despertando de nuevo en sus poe-
dad paga su agradecimiento por su existencia. Cuidando tas el antiguo genio itálico «para una prodigiosa conti-

con mano solícita lo que existe desde antiguo, no quiere nuación del antiguo sonido de cuerda», como ha dicho
19
sino conservar las condiciones en las que nació para los Jacob Burckhardt Pero este sentido histórico anticuario
.

que tengan que nacer después de él, y así sirve a la vida.


La posesión del acervo heredado cambia de sentido en ta-
les almas, pues son más bien poseídas por éste. Lo pe-

queño, lo limitado, lo caduco y lo caído en desuso recibe


18
Hace referencia al ensayo de Goethe «Von deutscher Bau-
kunst» («Sobre arquitectura alemana») dedicado a Erwm von Sein-
su propia dignidad e inviolavilidad en la medida que el
bach. La cita en cuestión se encuentra cerca del final de este breve en-
alma conservadora y veneradora del hombre anticuario se sayo.
traslada a estas cosas y en ellas prepara un nido acogedor. 19
No puede subestimarse la importante influencia de Jacob
La Historia de su ciudad se convierte para él en su pro- Burckhardt (1818-1897), por otro lado también ferviente admirador de
la filosofía schopenahueriana, a lo largo de todas las Intempestivas y,
pia Historia; así comprende el significado de ese muro, la
en especial, en ésta sobre el problema de la Historia. Nietzsche
puerta almenada, el concejo municipal, la fiesta del pue-
hace aquí referencia al libro Die Kultur der Renaissance in Italien, Leipzig,
blo como un diario ilustrado de su juventud, encontrán- ,E. U. Seemann, 1901 (La cultura del renacimiento en Italia, Torrejón de
dose a sí mismo en todo ello: su fuerza,, su diligencia, su Ardoz, Akal, 1992, trad. Teresa Blanco, vol. I.). Los cursos universita-
placer, su juicio, su necedad, incluso sus malas costum- rios de Burckhardt —material que luego sería publicado en sus Consi-

60 61
venerador tiene su más alto valor allí donde sobre con- — pasado; de modo que también aquí observamos lo que ya
diciones en las que un hombre o un pueblo vive de ma- hemos apreciado en la historia monumental, a saber: que
nera modesta, severa, incluso miserable —
se difunde un el pasado mismo sufre tan pronto como la historia sirve a

sencillo y conmovedor sentimiento de placer y satisfac- la vida y es dominada por impulsos vitales. Dicho por
ción, como, por ejemplo, cuando Niebuhr responde con medio de una imagen un tanto libre: el árbol siente sus
ingenua sinceridad que en el páramo y en el brezal, en- raíces más de lo que puede verlas, pero este sentimiento
tre campesinos libres, se vive plácidamente teniendo una mide toda su grandeza según la grandeza según la gran-
historia, pero sin un arte al que echar de menos. Porque, deza y fuerza de sus ramas visibles. Y si el árbol puede
¿cómo podía servir la historia de modo mejor a la vida equivocarse en esto, ¡cómo no ha de equivocarse acerca
que atando y vinculando estrechamente a la patria y sus de todo el bosque que se encuentra en tomo suyo, de este
costumbres tradicionales a las generaciones y pueblos más bosque del que sólo sabe y siente algo en la medida que
desfavorecidos, convirtiéndoles en sedentarios e impidién- éste mismo le frena o le desafía! El sentido anticuario de
doles así vagar por tierras extrañas en su búsqueda de lo un hombre, de una comunidad o de todo un pueblo po-
mejor, cuando no en su lucha por éstas? veces se ob- A see siempre un limitadísimo campo de visión. No percibe
serva como obstinación e insensatez lo que hace al indi- la mayor parte de las cosas, y lo poco que ve lo ve de-
viduo aferrarse a tal compañía y ambientes, a esta peno- masiado cercano y aislado; no es capaz de medirlo y, por
sa costumbre, a este monte pelado, pero, sin embargo, es tanto, lo considera todo de igual importancia. Es decir:
la insensatez más provechosa y saludable para la totali- atribuye a lo singular una importanciaexcesiva. Por tan-
dad, como lo sabe cualquiera que haya tomado concien- to, no existen para las cosas del pasado ni diferencias de

cia de los terribles efectos asociados a ese placer aventu- valor ni proporciones que las juzguen comparativamente,
rero de la emigración, principalmente en las desbandadas sino siempre sólo dimensiones y proporciones de las cosas
de pueblos enteros, u observe de cerca la situación de un del pasado en referencia al individuo o pueblo que mira
pueblo que haya perdido la fidelidad a su pasado y esté hacia atrás bajo la perspectiva anticuaría.
expuesto a un incesante afán cosmopolita de descubri- He aquí siempre próximo un gran peligro: finalmente
miento y búsqueda de lo más nuevo. El sentimiento llega el momento en el que todo lo viejo y lo pasado que
opuesto, el placer que el árbol siente en sus raíces, ese entra en esta perspectiva visual se toma como igualmente
gozo de no saberse mero producto de la arbitrariedad y digno de veneración, repudiándose y desechándose sin
de la contingencia, sino flor y fruto que ha crecido de un respeto, por contra, todo lo que no reconoce el carácter
pasado, y, por tal razón, justificado en su existencia: he venerable de lo viejo, es decir, todo lo que es nuevo y está
aquí lo que ahora se define preferentemente como senti- en continuo cambio. De este modo, incluso los griegos to-
do histórico propiamente dicho. leraron el estilo hierático de sus artes plásticas al lado de
No es éste, en efecto, el estado en el que el hombre es- un arte más libre y grandioso; es más: posteriormente no
taría más capacitado para descomponer científicamente el sólo toleraron las narices alargadas y la sonrisa glacial,

sino que hicieron de ello todo un refinamiento. Cuando


se petrifica el sentido de un pueblo de tal modo, cuando

deraciones sobre la historia universal también fueron de gran importancia


la historia sirve a la vida pasada socavando la vida poste-
para Nietzsche. rior y suprema, cuando el sentido histórico no conserva

62 63
redado...),cuando se considera la suma de piedad y ve-
ya la vida, sino que la momifica, entonces muere el árbol
neración por parte del individuo y de las generaciones, a
de manera antinatural: pereciendo lentamente de la copa
a las raíces, para, finalmente, atacar a la misma raíz. La uno no le puede dejar de resultar una temeridad o inclu-
so un sacrilegio reemplazar tal antigüedad por una nove-
historia anticuaría se petrifica justamente en el momento
en que la frescura vital del presente ha dejado ya de ani- dad y oponer a tal suma de piedades y veneraciones acu-
muladas a través del tiempo, lo que deviene y es actual
marla y entusiasmarla. Allí donde la piedad decae, los
(gegenwartig).
eruditos subsisten sin ella en medio de una rutina donde
todo se convierte en un autocomplaciente egoísmo que
Aquí se hace visible la necesidad que tiene el hombre,
al lado de los modos monumental y anticuario, de consi-
gira alrededor de sí mismo. Acaso también se observa el
derar con frecuencia el pasado desde una tercera perspec-
penoso espectáculo de un ciego afán de coleccionar, de
tiva: la crítica, y también ésta, de nuevo, al servicio de la
un incansable empeño por juntar todo lo que una vez
vida. Es menester que el hombre, para poder vivir, tenga
existió: el hombre se envuelve en una atmósfera llena de
la fuerza destruir liberarse del pasado, así como que
pobredumbre. A través de esta manera anticuaría de con- y
siderar la historia, incluso sólo se consigue rebajar dones
pueda emplear dicha fuerza de vez en cuando. Esto lo

consigue llevando el pasado a juicio, instruyendo su caso


superiores y nobles aspiraciones al nivel de una insaciable
curiosidad; con frecuencia, a veces, se cae tan bajo que
de manera dolorosa, para, finalmente, condenarlo, ya que
ésta se da por satisfecha con cualquier alimento y hasta
todo pasado es digno de ser condenado, pues así aconte-
llega a devorar con placer el polvo de las bagatelas bi-
ce en las cosas del hombre, siempre envueltas en las fuer-
zas y debilidades humanas. Pero no es aquí la justicia la
bliográficas.
Pero aunque no acontezca esta petrificación, aunque que aquí lleva las cosas humanas a juicio; y aún menos la
la historia anticuaría no pierda el fundamento sobre el clemencia la que pronuncia el veredicto. Es únicamente
la vida quien aquí se expresa, ese poder oscuro e incitan-
que puede enraizarse para la salud vital, siempre acecha-
te, ese poder que con insaciable afán se desea a sí mismo.
rá el peligro en el caso de que logre dominar e invadir los
otros modos de considerar la historia. La historia anti-
Su sentencia es siempre implacable, siempre injusta, por-
cuaría únicamente es capaz y entiende de conservar la vida,
que nunca ha fluido de ninguna fuente pura del conoci-
pero no de engendrarla. Por esta razón, subestima siem- miento; pero, en la mayor parte de los casos, resultaría la
sentencia igual aunque la pronunciara la misma justicia,
pre lo que es cambiante, porque ella carece completa-
mente de instinto para esto —
a diferencia de la historia
porque «todo lo que nace merece perecer, por eso sería
mejor que nada naciese» 20 Se necesita mucha fuerza para
monumental, por ejemplo. De este modo no hace sino .

obstaculizar ese impulso poderoso hacia lo nuevo, llegan-


poder vivir y poder olvidar en qué medida la vida y el he-
do a paralizar al hombre de acción, quien, como tal, no cho de la injusticia son una misma cosa. El mismo Lute-
ro había opinado una vez que el mundo se había origi-
tendrá más remedio que violar ciertas devociones. El he-
cho de que algo sea viejo produce la exigencia de que
tenga que ser inmortal, pues cuando uno considera, a lo
largo de la experiencia de su existencia, todo lo que ha 20
J. Goethe, Fausto, parte I. Palabras de Mefistófeles en
W. von
tomado el carácter de antigüedad (una vieja costumbre una de primeras escenas en el estudio de Fausto (Madrid, Cáte-
las
dra, 1991, pág. 144. Trad. José Roviralta).
del padre, una creencia religiosa, un privilegio político he-

65
64
nado por un olvido de Dios y que si éste realmente hu-
gular saber efectivamente que esa primera naturaleza alguna
biera pensado en la «artillería pesada», no lo habría crea-
vez fue una segunda naturaleza y que cualquiera segunda
do. Sin embargo, ocasionalmente, la misma vida que ne-
también la destrucción temporal de naturaleza triunfante también será algún día primera.
cesita el olvido exige
este olvido; entonces queda claro qué injusticia puede lle-
gar a ser, por ejemplo, la existencia de alguna cosa, sea 4
un privilegio, una casta, una dinastía..., es decir, en qué
Éstos son los servicios que la historia es capaz de prestar
medida esta cosa reclama su decadencia. Entonces sejxin-
sidera críticamente el pasado mientras sus raíces son ani-
a la vida.Todo hombre o pueblo necesita, según sus metas,
quiladas con pasando cruelmente por encima
el cuchillo,
fuerzas y necesidades, un cierto conocimiento del pasado,
bien sea como historia monumental, anticuaría o crítica,
de cualquier tipo de piedad. Es éste siempre un proceso
pero no como una manada de pensadores meramente limi-
peligroso, en realidad peligroso para la vida misma; y los
tados a la observación pura de la vida, ni como individuos
hombres y las épocas que sirven así a la vida, juzgando y
hastiados a quienes únicamente puede satisfacer el saber y
aniquilando un pasado, son siempre peligrosos y están ex-
para los que el aumento del conocimiento es la meta en sí
puestos al peligro, porque en la medida que somos el re-
sultado de generaciones anteriores, también somos el
misma, sino siempre sólo para el fin de la vida y, por tan-
to, bajo el dominio y conducción superior de tal objetivo.
resultado de sus aberraciones, pasiones y errores; no es
Pues ésta también es la relación natural de un tiempo, de
posible liberamos completamente de esta cadena. Pese a
juzgar estas aberraciones y estimamos emancipados de ellas,
una cultura, de un pueblo con la historia motivada por su
hambre, regulada por el grado de necesidad y contenida
el hecho es que no puede eliminarse que también procede-
En a una lucha por la inmanente fuerza plástica. Que el conocimiento del
mos de ellas. el mejor de los casos, llegamos
pasado, finalmente, sólo se desea en cualquier época al
entre la naturaleza heredaday precedente y nuestro conoci-
servicio del futuro y el presente, pero no para la debilitación
miento, tal vez también a una lucha entre una nueva y ri-
gurosa disciplina y lo heredado y aprendido del pasado;
de este último ni para el desarraigo de un futuro lleno de
vitalidad es un hecho tan simple como la verdad misma y
plantamos entonces una nueva costumbre, un nuevo instinto,
convence inmediatamente incluso a quien para ello no se
una segunda naturaleza, y de ese modo la primera termina
deje conducir por la demostración histórica.
por atrofiarse. Se trata del intento de darse a posteriori un
pasado del que se quiera proceder frente al pasado del que
Y ahora echemos una mirada rápida a nuestro tiem-
po: nos asustamos, huimos hacia atrás... ¿Dónde ha que-
efectivamente se procede, un intento que es siempre peligroso,
no sólo porque es difícil encontrar un límite a la negación dado toda esa claridad, toda la naturalidad y pureza de
esa relación entre la vida y la historia? ¡Qué confuso y
del pasado, sino porque las segundas naturalezas son, en la
exagerado! ¡Con qué inquietud se agita este problema
mayor parte de los casos, más débiles que las primeras. Es
ante nuestros ojos! ¿Seremos culpables nosotros, los ob-
frecuente que exista un conocimiento de lo que es bueno sin
servadores? ¿O se habrá transformado realmente la cons-
realizarlo, porque se conoce lo que es mejor, pero sin la po-
telación de vida e historia a causa de la interposición en-
sibilidad de llevarlo a la práctica. Pese a todo, aquí y allá se
tre ellos de un poderoso astro enemigo? Que otros de-
logra la victoria, y para los luchadores, para los que se sir-
ven de la historia crítica, no deja de existir un consuelo sin- muestren si estamos equivocados o no, pero nosotros
diremos lo que nos parece ver: se ha interpuesto en me-
66
67
dio, en efecto, un astro, un deslumbrante y poderoso as- dad más característica del hombre moderno: el singular

tro que ha transformado realmente la constelación... a contraste entre un mundo interior al que no correspon-
causa de la ciencia ,
a causa de la exigencia de que la historia deba de ningún tipo de exterioridad y una exterioridad a la
ser ciencia . Hoy ya no reina exclusivamente la vida ni domi- que no corresponde ningún mundo interior, una contra-
na el saber sobre el pasado, sino todo lo contrario: todos los posición, por otro lado, desconocida por los pueblos an-
límites han sido derribados y todo «lo que fue alguna vez» tiguos. El conocimiento que se toma en exceso, sin
se abalanza sobre los hombres. Y también hacia atrás, don- hambre, incluso sin necesidades, deja ya de obrar como
de existe el devenir, todas las perspectivas se han desplaza- un motivo transformador que impulsa hacia afuera y
do hacia el infinito. Ninguna generación hasta ahora ha permanece oculto en un mundo interior ciertamente caó-
percibido un espectáculo como éste que ofrece ahora la tico que el hombre moderno, con curioso orgullo, llama
ciencia del devenir universal, por otro lado tan imposible de su propia espiritualidad. Se dice, incluso, que se posee el
apresar con la mirada. En efecto, pero ello se nos ofrece ade- contenido y que se carece de la forma, pero esto es en
más con la peligrosa osadía de su lema: jiat veritas pereat vita21 . todo ser vivo un contraste completamente impertinente.
Figurémonos el proceso espiritual que aquí se origina Por esta razón, nuestra formación moderna no es algo
en el alma del hombre moderno. El saber histórico flu- que esté «vivo», porque no se la puede comprender sin
ye continuamente de inagotables fuentes, lo extraño e este contraste, es decir, no se trata de una formación
inconexo se agolpa, la memoria abre todas sus puertas, real, sino tan sólo de un tipo de saber secundario sobre
aunque sin abrirse nunca suficientemente; la naturaleza la formación, pues se detiene en los pensamientos sobre
se esfuerza hasta el límite para recibir, ordenar y honrar la formación, en los sentimientos sobre ésta, pero sin
a estos extraños invitados, pero estos mismos están en producirse ninguna decisión formativa al respecto. Por el
lucha unos con otros y, por lo tanto, parece imprescin- contrario, lo que es realmente motivo y lo que se mani-
dible vencerlos y superarlos para no perecer justamente fiesta exteriormente como acción aparente, no significa a
en esta lucha. Poco a poco, la adaptación a un hogar menudo mas que un convencionalismo indiferente, una
tan desordenado, tumultuoso y beligerante se convierte triste falsificación o una grosera mueca. En el mundo in-

gradualmente en una segunda naturaleza mientras, al terior descansa, incluso, una sensación parecida a la de
mismo tiempo, queda fuera de toda duda que esta se- esa serpiente que, después de haberse tragado conejos
gunda naturaleza es mucho más débil, agitada y, de énteros, reposa tranquilamente al sol y evita cualquier
principio a fin, más enferma que la primera. En suma, tipo de movimiento salvo el estrictamente necesario. El
el hombre moderno arrastra sobre sí una inmensa canti- proceso interior es ahora el asunto mismo, la formación
dad de indigestas piedras de conocimiento que, en oca- propiamente dicha. El que pasa de largo por aquí sólo
siones, también crujen en su estómago, como se dice en desea una cosa: que tal formación no perezca de indi-
el cuento
22
En virtud de este crujir se delata la propie-
. gestión. Pensemos por ejemplo en la imagen que un
griego tendría ante la visión de nuestra formación. Este

21
no tardaría en apreciar que para los hombres recientes
«Que triunfe la verdad, aunque perezca
«culto» e «históricamente culto» se parecen de un modo
la vida».
22
Nietzsche se refiere aquí al célebre cuento de Jakob Grimm Der
suben Geisskin («Los siete cabritos y el lobo»). Véase Mar- tal que se diría que tan sólo son distintos en el número
Woíf und die

chen der Brüder Grimm (ed. A. Schmitz, München, Hueber, 1987). de palabras. Si éste expresase su idea de que alguien

68 69
llegar a la insensibilidad ante la barbarie. La memoria
puede ser muy «culto» y carecer completamente de for-
únicamente se excita cada vez ante lo nuevo y así fluyen
mación histórica, la gente creería no haber entendido
nuevas cosas dignas de saberse que pueden ser dispues-
nada y agitaría despectivamente su cabeza. Y es que ese
tas aseadamente en los cajones de dicha memoria. La
conocido pueblo de un pasado no demasiado remoto, el
cultura de un pueblo como antítesis de esta barbarie ya
griego, en su período de mayor poderío, mantuvo un te-
ha sido definida alguna vez del modo que aquí vengo
naz sentido ahistórico. Si por medio de un encanta-
exponiendo con algún derecho como unidad del estilo
miento tuviera un hombre de nuestro tiempo que regre- 23
artístico en todas las expresiones vitales de un pueblo .

sar a esa época, muy posiblemente encontraría a los


Esta definición no debe malentenderse como si se trata-
griegos muy «incultos», con lo cual el secreto meticulo-
se de un contraste entre barbarie y estilo bello. El pueblo
samente guardado de la formación moderna ciertamen-
denominado «culto» debe ser en cualquier tipo de reali-
te se destaparía a la risa pública. Porque nosotros, los
dad una unidad viviente y no disociarse miserablemente
modernos, no tenemos nada propio: sólo llenándonos
entre un interior y un exterior, un contenido y una for-
hasta el exceso de tiempos antiguos, costumbres, artes,
ma. Por eso, quien quiera alentar y aspirar a la cultura
y conocimientos, llegamos a ser algo
filosofías, religiones
de un pueblo, alentará y aspirará a esta unidad suprema
dignos de consideración, esto es, como enciclopedias
y trabajará con otros para destruir esta moderna
«culte-
ambulantes, que es como nos calificaría tal vez un anti-
ría» en aras de una formación verdadera. Asimismo, se
guo heleno perdido en nuestro tiempo. Sin embargo, el
atreverá a reflexionar sobre el modo de restablecer la sa-
valor de las enciclopedias reside en su contenido, no en
lud de un pueblo trastornado por la historia y sobre la
lo que se escribe sobre ellas o en lo que se encuentra en
manera de volver a encontrar sus instintos y, con ello, su
las tapas o en la cubierta. De esta manera, toda la for-
honradez.
mación moderna es esencialmente interior; por fuera, el
Ahoraquisiera hablar simplemente de nosotros, los
encuadernador ha puesto algo así como «manual de for-
alemanes del presente, quienes sufrimos esa debilidad de
mación interior para bárbaros exteriores». En realidad,
la personalidad y esa contradicción entre formas y con-
esta contraposición entre un interior
y un exterior hace tenido más que ningún otro pueblo. En general, la for-
que lo exterior sea todavía más bárbaro de lo que ten-
ma es para nosotros un mero convencionalismo, un dis-
dría que ser necesariamente en el caso de un pueblo
fraz, un fingimiento, y, por lo tanto* si no se la odia, en
bruto que sólo desarrollara desde sí sus rudas necesida-
cualquier caso, tampoco se la ama. Aún más correcto se-
des. Pues, ¿qué medio le queda a la naturaleza para do-
ría decir que nosotros no sólo tenemos un extraordina-
minar lo que se impone de manera tan excesiva? Sólo
rio temor a la palabra «convencionalismo», sino también
un medio: acogerlo tan fácilmente como sea posible con
a la cuestión misma. Por este temor abandonó el alemán
el fin de eliminarlo
y expulsarlo con rapidez. Esto da lu-
gar a que se origine el hábito de dejar ya de tomar las
cosas en serio, una «débil personalidad» en virtud de la
23 primera In-
cual lo real, lo existente, causa sólo una leve impresión. Aquí Nietzsche está aludiendo a la temática de su

Finalmente, en su exterioridad, uno se vuelve cada vez tempestiva, centrada en la crítica a ese «filisteísmo» burgués represen-
tado por el filósofo David Strauss. Véase nuestra introducción a este
más acomodaticio e indiferente, ensanchándose el arries-
ensayo.
gado abismo entre contenido y forma hasta el punto de
71
la escuela de los franceses, dado que quería ser más na-
tural y, por consiguiente, más alemán. Pero ahora pare- alejado lomás posible de este peligro.- Algo de razón
ce haberse equivocado con este «por consiguiente». Es- siempre tendrá un extranjero cuando nos reproche
capado de la escuela del convencionalismo, se dejaba que nuestra interioridad es demasiado débil y desor-
llevar cómo y dónde la venía en gana, y básicamente no denada para actuar externamente y darse una forma.
hacía otra cosa que imitar de manera negligente y arbi- Ciertamente puede, aunque de un modo extraño,
traria lo que antes imitaba meticulosamente y, a menu- mostrarse sensiblemente delicada, seria, poderosa,
do, con éxito. Incluso hoy todavía vivimos, frente a cordial, bondadosa, quizás incluso ser más rica que la
tiempos anteriores, dentro de un convencionalismo fran- interioridad de otros pueblos, pero como algo com-
cés incorrecto y descuidado: así lo muestra todo nuestro pleto en sí permanece débil, ya que todas esas bellas
pasear, detenemos, nuestra conversación, vestido y vida fibras no están anudadas con un poderoso nudo. De
de hogar. Creyendo retornar a lo natural, se abrazaba este modo, la acción visible no manifiesta la totalidad
sólo la dejadez, la comodidad y la más mínima autosu- y la autorrevelación de esta interioridad, sino tan sólo
peración. Si uno se da una vuelta por una ciudad ale- una tentativa débil y torpe de alguna de estas fibras
mana —y la compara con la peculiaridad nacional de por querer aparentemente valer como totalidad. Por
las ciudades extranjeras —
se comprobará todo este ne-
,
esta razón no debe ser juzgado el alemán por sus ac-
ciones, al mismo tiempo que sigue permaneciendo
gativo convencionalismo: todo está sin colorido, gastado,
mal copiado, abandonado, todos los hombres siguen su también completamente oculto como individuo des-
propia voluntad, pero no una voluntad fuerte, rica en pués de cualquier acción. A éste se le debe medir,
reflexiones, sino de acuerdo con las leyes prescritas, por como ya es conocido, por sus pensamientos y senti-
un lado, por la precipitación general y, por otro, por la mientos y por cómo éstos se expresan ahora en sus li-
búsqueda general de comodidades. Una prenda de ves- bros. Pero son precisamente estos libros los que desde
tir cuya invención no suponga un quebradero de cabe- hace poco nos despiertan dudas sobre si esa famosa
za, cuya colocación no lleve mucho tiempo, es decir, interioridad no reposa en un pequeño e inaccesible
una prenda de vestir prestada del extranjero y copiada templo. Sería terrible pensar que ésta pudiera desapa-
lomás negligentemente posible: esto vale para los ale- recer un buen día y que únicamente la exterioridad,
manes inmediatamente como aportación al traje regio- esa orgullosa, parca y torpemente perezosa exteriori-
nal alemán. Ellos rechazan el sentido de la forma con dad, permaneciera como signo distintivo de lo ale-
franca ironía, puesto que ya se tiene el sentido del con- mán. Sería casi tan terrible como si esa interioridad
tenido: ¿no son ellos, después de todo, el pueblo famoso pudiese ser falseada, pintada y maquillada y transfor-
de la interioridad? mada en comediante o en algo mucho peor sin dar-
embargo, un peligro famoso en esta in-
Existe, sin nos cuenta. Esto ha sido bien observado por alguien
terioridad: el peligro de que el contenido mismo que como Grillparzer que, situado aparte y entregado a
se supone que no puede ser visto completamente pue- sus reflexiones, parece suponerlo desde su experiencia
da en algún momento evaporarse; externamente nadie de autor de teatro dramático. «Nosotros sentimos abs-
se daría cuenta de esto ni de su anterior existencia, tractamente —dice — Apenas sabemos ya cómo se
.

pero piénsese en cualquier caso en el pueblo alemán expresan los sentimientos entre nuestros contemporá-
neos; les atribuimos una expresividad de sentimiento
72
juicio y el gusto de los individuos, esto no es, desde lue-
que ha dejado de ocurrir hoy en día. Shakespeare nos go, una compensación para este espíritu, pues le ator-
ha echado a perder todo lo moderno» 24 .
menta en cierto modo tener que dirigirse únicamente a
Cierto, éste es un caso particular, acaso generalizado una secta y dejar de ser necesario dentro de un pueblo.
con demasiada precipitación, pero, ¡qué terrible sería Quizás prefiera entonces enterrar su tesoro al sentir has-
esta generalización como algo ya autorizado si estos ca- tío por verse protegido por tal secta cuando su corazón
sos particulares se impusieran con frecuencia al observa- rebosa compasión con todos. Pero el instinto del pueblo
dor! ¡Qué desesperada sonaría esta frase!: nosotros, los ya no va más a su encuentro; le es inútil entregar sus
alemanes, sentimos de manera abstracta. ¡La historia nos brazos llenos de anhelo. ¿Qué le queda ahora sino vol-
ha corrompido!... Una frase que sin duda destrozaría de ver su odio entusiasmado contra este obstaculizador des-
raíz cualquier tipo de esperanza en una cultura nacional tierro, contra las vallas erigidas por esa llamada educa-
futura, ya que toda esperanza de este tipo nace de la cre- ción del pueblo y así, al menos, enjuiciar como juez
encia en la autenticidad e inmediatez del sentimiento todo aquello que para él, el viviente y creador de la
alemán, de la creencia en su incólume interioridad. vida, es destrucción y degradación? De tal modo, él
¿Qué puede ya esperarse y creerse si esta fuente de fe y cambia la alegría divina del que crea y ayuda por la
esperanza se enturbia, si la interioridad ha aprendido a profunda intuición de su destino, finalizando como co-
dar saltos, a bailar, a maquillarse, a expresarse de ma- nocedor solitario, como sabio saciado. He aquí el espec-
nera abstracta y egoísta y a perderse a sí misma gra- táculo más doloroso. Quien lo observe reconocerá una
dualmente? ¿Cómo el gran espíritu productivo encontra- necesidad sagrada. Se dirá que aquí se necesita ayudar
rá aún tolerable permanecer al lado de un pueblo que a restablecer esa excelsa unidad en la naturaleza y alma
ha dejado de estar seguro de su propia interioridad y de un pueblo, que aquella escisión entre la interioridad
que se disgrega en «cultos» con una interioridad torcida golpes de
y la exterioridad debe desaparecer bajo los
y extraviada e «incultos» de interioridad inaccesible? martillo de dicha urgencia. Pero, ¿a qué tipo de medios
¿Cómo puede este espíritu soportar que la unidad del debe éste recurrir? Quizá lo que le queda como su más
sentimiento popular se pierda, si él además sabe que este profundo conocimiento: expresarlo, difundirlo, propa-
sentimiento justamente ha sido falseado y coloreado por garlo a manos espera cultivar esta necesi-
llenas. Así él
aquellos que se hacen llamar la parte culta del pueblo y dad. De esta fuerte necesidad se originará alguna vez la
reivindican para sí el derecho de genios del arte nacio- acción más poderosa. Y
para que no se tenga ninguna
nal? Incluso si aquí y allá se ha refinado y sublimado el duda de dónde tomo el ejemplo de tal urgencia, de esta
necesidad, de ese conocimiento, debo aquí expresamen-
te dejar constancia de mi testimonio, que no es otro que
el de la unidad alemana en su sentido más elevado, unidad
24
Curiosamente, pese a la persistente influencia de las ideas «neo-
rromán ticas» de Wagner, el «clasicismo» y las ideas de Grillparzer por la que nos esforzamos aún más ardientemente que
son una presencia constante en los apuntes postumos en torno a este
por la reunificación política: la unidad del espíritu alemán y
ensayo. Nietzsche poseía el tomo IX dedicado a la estética de los Sam-
(Deutsches Verlagshaus Bong, Berlin, 1872) de este dra- de la vida después de la destrucción de la contraposición entre for-
tliche Schriften

mático austríaco. La importancia de Grillparzer en esta segunda in- ma y contenido, interioridad y convencionalismo.
tempestiva puede comprobarse en una carta a Rohde: «¡él es casi
siempre uno de los nuestros!» (7. 12. 1872).

75
74
hombre cansado de historia. Parece casi imposible que
pueda ser arrancado un tono musical completo y poderoso
de tales cuerdas, aunque se las pulse con fuerza; enseguida
La sobresaturación histórica de una época me parece se extingue el sonido, al momento se debilita evaporándo-

que es peligrosa y enemiga de la vida en cinco aspectos: se de modo delicadamente histórico. Dicho moralmente: ya

en primer lugar, tal exceso produce ese cortlraste del que no conseguís retener lo más elevado, vuestras acciones no
ya hemos hablado entre lo interior y lo exterior por me- son más que golpes repentinos, no truenos que retumban.
dio del cual se debilita la personalidad; en segundo lugar, Aunque se lleve a cabo lo más grande y maravilloso, nin-
da origen a la creencia de poseer la virtud —la más rara gún sonido resonará en el Orco
25
puesto que el arte huye
,

de todas — del sentido de la justicia, en un grado superior cuando inmediatamente cubrís vuestras acciones bajo el
al de otras épocas; por otro lado, igualmente, se pertur- techo protector de lo histórico. Al que quiera entender,
ban los instintos de un pueblo y se impide llegar a la ma- calcular y comprender en ese momento dónde, con pro-
durez al individuo, no menos que al conjunto de la so- funda emoción, debiera determinarse lo incomprensible
ciedad; también crece esa peijudicial creencia de cual- como sublime puede llamársele «racional», pero sólo en el
quier época de estar en la vejez de la humanidad, de ser sentido en el que Schiller hablaba del entendimiento de
los seres racionales
26
éstos no siempre ven ni escuchan
mero descendiente y epígono; y, finalmente, cae la época :

algo que ven y escuchan los niños, pero justo este


en una peligrosa actitud irónica sobre sí misma, pasando sí

«algo» es lo más importante. En no compren-


tanto que
de ésta a una aún más peligrosa: el cinismo. Actitud ésta
que evoluciona hacia una acción egoísta que, paralizando den esto, su comprensión es más infantil que la del niño
al principio, termina destruyendo las fuerzas vitales. y más ingenua que la del ingenuo (y esto pese a las mu-
Regresemos ahora a nuestra primera tesis: el hombre chas e inteligentes arrugas de su rostro apergaminado y
moderno padece de una personalidad debilitada. Del mis- pese a la virtuosa destreza de sus dedos para desenredar
lo enmarañado). Esto no quiere decir otra cosa que lo
si-
mo modo que el romano de la época imperial se convir-
guiente: este tipo de hombre ha perdido y destruido su
tió en un no-romano en vista de ese universo que perma-
necía a su servicio, del mismo modo que se perdió dentro instinto;ya no puede, confiando en el «animal divino»,
de esa corriente extranjera que le inundaba y degeneraba dejar más las riendas cuando su entendimiento vacile y
bajo ese carnaval cosmopolita de dioses, costumbres y ar- conduzca su camino a través de desiertos. De este modo,
el individuo se vuelve pusilánime e inseguro, y,
dejando
tes, así ha de ocurrirle a ese hombre moderno que se per-

mite continuamente la organización por parte de sus ar- de creer en sí mismo, se hunde en su ensimismamiento,
tistas históricos de la fiesta de la exposición universal. Se en su mundo interior, lo que significa que del amontona-
ha convertido en un espectador que disfruta y deambula
por todos lados, arrojado a una situación en la que, in-
cluso, ni grandes guerras ni grandes revoluciones apenas 25
En las creencias populares griegas Orco era el demonio de la
pueden cambiar algo durante un momento, ya que toda- muerte, figura poco diferenciada del infierno y la morada de los
vía no ha finalizado la guerra cuando es inmediatamente muertos.
vendida en cientos de miles de papeles impresos y servida 26
Referencia a su obra Die Worte des Glaubens (1798) en Gesammelte
como recientísimo medio de excitación al paladar del Werke, Aufbau-Verlarg, Berlín, 1954.

76 77
do caos del que aprende no resulta ninguna acción hacia
el exterior. Lo que se enseña no se transforma en vida. Si evitar así quepersonalidades llegasen a ser «libres», esto
las

se observa una vez más esta exterioridad, uno percibe en- es, verídicas consigo mismas y con los demás, tanto en la

seguida cómo esta expulsión de los instintos por medio de palabra como en los hechos! Sólo en virtud de esta vera-
la historia ha convertido a los hombres casi en puras abs- cidad saldrá a la luz del día la indigencia y la miseria in-
terior del hombre moderno y podrán entonces el arte y la
tracciones y sombras: nadie se arriesga como persona,
sino que se enmascara como hombre culto, como sabio, religión presentarse como verdaderas ayudas, en lugar de

poeta, o como político. Si se toca tales máscaras y se las todo ese convencionalismo y mascarada tras los que se ocul-
toma en serio y no como una farsa —porque todas ellas tan medrosamente, y así implantar de manera conjunta
pretenden ser reales — uno se encuentra de repente en
,
una cultura que corresponda a sus verdaderas necesidades
que no sólo enseñe a engañarse sobre estas necesidades,
sus manos con tan sólo trapos y parches de colores. Por y
como hace la formación general en la actualidad, conver-
esta razón, no nos debemos dejar engañar más y debemos
dirigimos a ellas de manera diligente: «¡quitáos las cha- tida por esta razón en una mentira cambiante.
quetas o sed meramente lo que intentáis parecer!». Nadie ¡En qué situación tan antinatural, artificial y, en cual-
que posea esa seriedad de espíritu aspirará más a ser Don quier caso, tan indigna ha de caer en este tiempo que su-
fre de la formación general la más veraz de todas las cien-
Quijote, pues tendrá otras cosas más importantes que ha-
cias, la diosa desnuda más sincera, la filosofía! En este
cer que luchar contra esas presuntas realidades. De cual-
quier modo, habrá que fijarse muy bien en cada máscara mundo de obligada uniformidad exterior, ésta no es ya
gritándole: «¡Alto! ¿Quién va?» y arrojar la máscara al sino el monólogo erudito del paseante solitario, pieza de

suelo. Cosa curiosa ésta: se debería pensar que la historia


caza del individuo, secreto de alcoba o chisme insustan-
cial entre académicos ancianos y niños. Nadie se atreve a
anima a los hombres, sobre todo, a ser sinceros, incluso a
filosofía consigo mismo, nadie vive fi-
cumplir la ley de la
ser locos sinceros, y, ciertamente, éste ha sido siempre su
losóficamente con esa sencilla fidelidad que obligaba al
efecto salvo ahora.La formación histórica y la chaqueta
del burgués universal dominan simultáneamente. Pese a hombre antiguo, dondequiera que estuviera y cualesquie-
que nunca se ha hablado de una manera tan enfática de ra que fueran sus impulsos, a comportarse como estoico

la «personalidad libre», lo cierto es que no se ven «perso- en el caso de haberse ya comprometido filosóficamente
27
nalidades», ni mucho menos «libres», sino más bien hom- con la StoaHoy todo filosofar moderno está limitado de
.

manera aparentemente erudita, policial y políticamente,


bres cubiertos medrosamente detrás de la categoría de lo
universal. Y que el individuo se ha replegado a su in-
es
por gobiernos, iglesias, academias, costumbres y por la
terioridad, ya no se descubre ni rastro fuera de él. Por
propia cobardía de los hombres. Todo se reduce al suspi-
ro: «¡ojala!» o al conocimiento «érase una vez...» Dentro
ello se puede dudar de si pudieran existir en general cau-
sas sin efectos. ¿O es que debería necesitarse una raza de
de los límites de la formación histórica, la filosofía no po-
eunucos como vigilantes del gran harén del mundo histó- see ya ningún derecho en el caso de que pretenda aspirar

rico? A éstos realmente les sienta muy bien la pura obje- a algo más que a un saber replegado hacia el interior y
tividad. ¡Si casi parece que su única tarea fuese la de vi-
gilar y custodiar la historia para que sólo pudieran salir
de ella más que historias, pero ningún acontecimiento, y
27 doctrina del estoicismo.
Referencia a la Stoa, esto es, la

78
79
carente de cualquier efecto. Si el hombre moderno en ge- lira la luz. Si ellos son hombres, lo son sólo para quien
neral fuera únicamente valiente y decidido, si no fuera in- es capaz de «penetrar en ellos muy profundamente». Para
cluso en sus animosidades meramente un ser interior, él cualquier otro, éstos son otra cosa: ni hombres, ni dioses,
la desterraría. Sin embargo, él así se da por satisfecho dis- ni animales, sino figuréis formadas históricamente, esto es,
frazando pudorosamente su desnudez. Ciertamente, se formación absoluta, imagen, forma sin ningún contenido
piensa, se escribe, se publica, se habla y se enseña filoso- demostrable, por desgracia, sólo forma mala y, además,
fía; dentro de este límite casi todo se permite, aunque úni- uniforme. Así, quisiera que se comprendiera y se conside-
camente en el ámbito de los negocios; en la llamada vida, ra mi tesis: sób las personalidades fuertes pueden soportar b his-

por el contrario, todo sucede de manera diferente: aquí toria; bs débiles son barridos completamente por elb Esto se debe
.

sólo una cosa se permite, mientras que todo lo demás sen- a que la historia confunde el sentimiento y la sensación
cillamente es imposible, pues así lo requiere la formación donde éstos no son lo suficientemente fuertes para medir-
histórica. Uno se pregunta entonces: ¿son éstos aún hom- se con el pasado. Quien no se atreve ya más a confiar en
bres, o acaso máquinas de pensar, escribir y hablar? sí mismo e involuntariamente pide consejo a la historia
Goethe una vez dijo de Shakespeare: «nadie como él para comprender sus sentimientos «¿cómo debo sentir —
ha despreciado tanto el traje material; conoce muy bien aquí?» —
se convertirá progresivamente, por puro temor,
,

el traje interior del hombre y aquí todos se asemejan. Se en un actor que representa un papel. Incluso, la mayor
dice que él había representado magníficamente a los ro- parte de las veces, muchos papeles diferentes y, por lo
manos. Yo no comparto tal idea: éstos son más bien in- tanto, de manera pobre y superficial. Gradualmente desa-
gleses habituales, aunque, por supuesto, son hombres, parece así toda posible congruencia entre el hombre y su
hombres de arriba a abajo, hombres en cualquier caso a ámbito histórico; vemos por ejemplo a pequeños chavales
quienes sienta bien la toga romana» 28 Pues bien, me pre-
. indiscretos tratar a los romanos como si éstos fueran sus
gunto si sería siquiera posible presentar a nuestros actua- iguales o hurgar y excavar en los restos de los poetas grie-
les literatos, hombres del pueblo, funcionarios o políticos gos como si estos corpora29 estuvieran también preparados
como romanos. Creo que sería bastante difícil, pues éstos para su disección y fueran vilb 30 como son acaso sus pro-
,

no son hombres, sino sólo compendios encamados y, por pios corpora literarios. Supongamos que alguien se ocupa
abstracciones concretas. Si ellos tienen un ca-
así decirlo, de Demócrito, siempre me pregunto: ¿Por qué no Herá-
rácter yuna manera propia de ser, lo cierto es que se en- clito? ¿O Filón? ¿O Bacon? ¿O Descartes? Y así sucesiva-
cuentra de un modo tan escondido que apenas puede sa- Y por otro lado: ¿por qué un filósofo? ¿Por qué
mente...
no un poeta, un orador? Y, ¿por qué tiene que ser un

28
Se refiere al artículo de Goethe, J. W.: «Shakespeare und kein
Ende» («Shakespeare, una cuestión inacabada»). En este artículo, Goe- 29
Nietzsche juega aquí con la palabra latina corpora (plural de cor-
the muestra que la peculiaridad de Shakespeare consiste en el hecho pus que pueda significar «cuerpo», bien de un ser humano o de una
de que vinculaba con entusiasmo «lo antiguo» con «lo nuevo», al equi- colección de obras literarias). Este critica que los jóvenes diseccionen
deber y el querer dentro de caracteres individuales. Al unir de
librar el como fueran meros «cuerpos»
los poetas griegos sí viles y materiales.
este modo «lo antiguo» y «lo moderno», Shakespeare constituía para Véase nota 7.
Goethe un modelo insuperable. 30
Material vil, insignificante, desecho.

80 81
obra y su probable desarrollo ulterior, en ese momento, di-
griego? ¿Por qué no un inglés, un turco? ¿No es el pasa- cha obra se colocará al lado de otras con vistas a la com-
do suficientemente grande para encontrar en él algo que paración en cuanto a la elección y tratamiento de su mate-
no os haga aparecer tan ridiculamente arbitrarios? Como rial: se diseccionará, despedazará, se recompondrá sabia-
ya he dicho, éste no es sino un linaje de eunucos. Para el mente y será amonestada y reprendida en su conjunto.
eunuco, una mujer es como cualquier otra, justo sólo una Aunque parezca algo totalmente sorprendente, uno siempre
mujer. La «mujer en sí»: lo eternamente inaccesible. Así se topará con esa manada de investigadores históricos neu-
pues, es totalmente indiferente lo que persigáis con tal de trales echando un vistazo al autor desde la lejanía. Al ins-
que la misma Historia quede preservada como algo agra- tante resuena el eco, pero siempre como a
«crítica», pese
dable y «objetivo», en realidad por gentes que no pueden que poco antes este crítico ni siquiera había soñado en la
por sí mismos hacer Historia. Y del mismo modo que el posibilidad de este acontecimiento. En parte alguna se llega
31
«eterno femenino» nunca os arrastra hacia las alturas, así a un efecto, sino siempre tan sólo a una crítica;
y la crí-
así vosotros lo arrastráis hacia abajo y, como «gente neu- tica, por su parte, no produce tampoco ningún efecto, sino
tral», consideráis también la Historia como algo «neutro». tan sólo experimenta de nuevo otras críticas. Al mismo
Pero como no quiero que con esto se crea que yo com- tiempo se ha convenido generalmente en considerar muchas
paro en serio la Historia con lo «eterno femenino», me críticas como efectos de algo, pero pocas críticas como sín-
expresaré de una manera mucho más clara y rotunda; es toma de fracaso. En el fondo, incluso en los casos que hay
más, considero a la Historia, por el contrario, como «lo «efectos», todo sigue igual que antes: durante cierto tiempo
eterno masculino», sólo que para quienes son «histórica- se charla de algo realmente novedoso, luego, de nuevo, al-
mente cultos» «de cabo a rabo» tiene que ser bastante in- guna novedad, y, mientras tanto, se hace lo que siempre se
diferente que sea lo uno o lo otro. Éstos no son ni «hom- ha hecho. La formación histórica de nuestros críticos no
bre» ni «mujer», ni siquiera algo «común» entre ambos, permite ya más que se llegue a ningún efecto en sentido
sino sólo «neutralidades» o, dicho de modo erudito, jus- propio, es decir, a un efecto sobre la vida y la acción. So-
tamente «lo eternamente objetivo». bre la más negra escritura aplican enseguida su papel se-
Una vez que tales personalidades han quedado extingui- cante, sobre el más encantador dibujo garabatean unas
das según la manera ya descrita por esta perpetua carencia gruesas pinceladas que deben ser vistas como correcciones.
de subjetividad, o, como se suele decir, objetividad, nada es Una vezmás y todo ha terminado. Pero ya nunca se detie-
capaz de afectarlas por más tiempo. Si ocurre algo bueno o ne su pluma crítica, pues, habiendo perdido los críticos todo
justo, ya sea un hecho, una poesía o música, enseguida este su poder sobre ella, en lugar de obedecer ya órdenes, es
ahuecado hombre de cultura pasará de largo ante la obra ahora ésta quien dirige sus acciones. Precisamente en este
en cuestión y preguntará por la historia del autor. Si éste ya desenfreno de efusividad crítica, en esa falta de dominio so-
ha creado algo más, inmediatamente buscará la interpreta- bre ellos mismos, en eso que los romanos llamaban impoten-
ción de la trayectoria que hasta ahora lleva recorrida dicha tia, se revela la debilidad de la personalidad moderna
32
.

32
Nietzsche vuelve a recoger temas muy comunes a la moral de
estoicos y epicúreos. Lo importante es que la lectura y la escritura sean
31
Alusión a las dos últimas lineas del Fausto, parte II (ob. cit., pá- un arte de la verdad que combine la autoridad tradicional de la cosa
gina 432).

83
82

tiembla al alzar la balanza; implacable frente a sí mismo,


6 añade una pesa tras otra; sus ojos no se engañan cuando
los platillos de la balanza suben y bajan. Ni siquiera su
Abandonemos esta debilidad y dirijámonos mejor ha- voz se endurece o se quiebra cuando pronuncia su sen-
cia uno de esos alabadísimos poderes del hombre moder- tencia. Si fuera un gélido demonio del conocimiento, pro-
no con la embarazosa cuestión de si tiene derecho,en vir- pagaría a su alrededor una atmósfera glacial de majestad
tud de su conocida «objetividad» histórica, a denominar- tan sobrehumana (übermenschlwh) y terrible que tendríamos
se poderoso, esto es, justo, en un grado mayor al hombre más motivos para temerle que venerarle. Pese a ello, el
de otros tiempos. ¿Es cierto que esta objetividad tiene ser sólo hombre y, sin embargo, intentar ascender desde
como origen una acrecentada necesidad y exigencia de la duda venial hacia la rigurosa certeza, de la tolerante
justicia? ¿O acaso se suscita como efecto de otras causas indulgencia al imperativo «tú debes», de la rara virtud de
totalmente distintas, produciendo la apariencia de que la la generosidad a la muchísimo más rara de la justicia, el
justicia es la auténtica causa de este efecto? ¿No nos lleva asemejarse ahora a ese demonio sin ser desde un princi-
esta engañadora objetividad más bien a formamos un no- pio otra cosa que un pobre hombre, y, sobre todo, el te-
civo y más que autocomplaciente prejuicio sobre las vir- ner que pagar en todo momento su humanidad y consu-
tudes del hombre moderno? Ya Sócrates mantenía que mirse trágicamente en esta virtud imposible, todo esto lo
imaginarse la posesión de una virtud que realmente no se eleva a una solitaria altura como el ejemplar más respetable
poseía era un mal cercano a la locura; y, ciertamente, de la especie humana; pues quiere la verdad, pero no sólo
una imaginación mucho más peligrosa que la ilusión como conocimiento frío y sin consecuencias, sino como
opuesta: padecer de un error, de una carencia. Porque, aquella jueza que ordena y castiga. Quiere así la verdad,
gracias a esta ilusión, aún quizás es posible ser mejor, pero no como la posesión egoísta del individuo, sino
pero por esa imaginación el hombre o una época se ha- como sagrada autorización para poder desplazar y
la
cen continuamente peores, es decir, en este caso, mucho cambiar de sitio todos los límites de las propiedades egoís-
más injustos. tas. La verdad, dicho brevemente, como tribunal del
En verdad, nadie obtiene nuestra alabanza en un gra- mundo, pero de ningún modo como presa atrapada y
do más alto que quien posee el impulso y la fuerza de la placer del individuo cazador. Sólo en la medida en que el
justicia. Pues en ésta se reúnen y ocultan las más altas e veraz posee esta voluntad incondicionada de ser justo hay
infrecuentes virtudes, de modo parecido a un mar inson- algo grande en ese anhelo de verdad que, en todas par-
dable que recibe y acoge distintas corrientes de diversos tes, es glorificado irreflexivamente. Sin embargo, ante la
lados. La mano del justo, dispuesta a hacer justicia, no mirada obtusa, toda una serie de muy diferentes impulsos,
tales como la curiosidad, el miedo al aburrimiento, la en-
vidia, la vanidad, el impulso del juego —impulsos todos
ellos que nada tienen que ver con la severdad— ,
con-
ya dicha con la particularidad de las circunstancias que determinan su
funden con ese anhelo de verdad que tiene su raíz en la
uso. «Poco importa —dice Epicteto (Conversaciones con Arriano, I, 17)
justicia. De este modo parece ser que el mundo está lle-
que se haya leído o no todo Zenón o Crisipo: poco importa que se
haya captado exactamente lo que han querido decir y que no sea ca- no de aquellos que «sirven a la verdad», cuando, sin em-
paz de reconstruir el conjunto de su argumentación». Véase nota 7. bargo, en realidad, es la virtud de la justicia escasamente

84 85
reconocida, casi siempre odiada a muerte, y el ejercicio
de las virtudes aparentes es venerado y domina sin disi-
taly una excitabilidad de sentimiento que en realidad
nada humano le es completamente ajeno; las más dife-
mulo. Pocos son los que en verdad sirven a la verdad,
rentes épocas y personas resuenan en su lira según tonos
porque sólo son pocos los que tienen la pura voluntad de
ser justos y, entre estos, algunos menos la fuerza de poder
análogos. Se ha convertido en una especie de passium re-
sonante que, por medio de su sonido, actúa sobre otros
ser justos. No basta tener solo la voluntad. Por ello, los
passiva, hasta llenar toda la atmósfera de una época de ta-
más terribles padecimientos ha venido justamente entre
los hombres del impulso de justicia sin la fuerza de juicio.
les ecos sutilmente entrelazados. Me parece, sin embargo,

De ello se deduce que el bienestar general nada exigiría que en cierto modo percibe sólo los tonos armónicos su-
periores de cada tono histórico principal y original, pero
más que esparcir tanto como sea posible la semilla del jui-
no sea confundido con que la fuerza y poderío del original deja de adivinarse ya
cio, con el fin de que el fanático
en este etéreo tañido agudo y débil de cuerda. Es más: si
el juez ni el ciego afán de juzgar con la fuerza conscien-
el tono original despertaba fundamentalmente acciones,
te que posee el derecho a hacerlo. ¿Dónde se encontrará
necesidades, temor, este tañido ahora nos arrulla
un medio de implantar juicio? De ahí que siempre que se y nos
convierte en gozadores blandengues; es como si la Sinfo-
habla a los hombres de verdad y de justicia permanezcan
nía Heroica 33 se hubiera dispuesto para dos flautas
eternamente en un vacilante indecisión, preguntándose si y para
el uso de fumadores de opio adormecidos 34 Por esta cir-
les habla el fanático o el juez. Se debe, por tanto, perdo-
.

cunstancia podemos ya medir en qué grado se desarrolla


nar a los que siempre han saludado con especial benevo-
entre estos virtuosos la exigencia suprema del hombre
lencia a aquellos «servidores de la verdad» que no po-
moderno, la justicia pura y elevada. Esta virtud nada tie-
seían ni la voluntad ni la fuerza de juzgar y se ponían a
ne que ver con algo agradable, no conoce arrebatos de
la tarea de buscar el conocimiento «puro», «sin conse-
excitación, es dura y terrible. ¡Qué lugar tan insignifican-
cuencias» o, más claramente, la verdad sin ningún tipo de
te ocupa incluso la magnanimidad, virtud característica
resultados. Hay muchas verdades indiferentes, incluso hay
de algunos y poco frecuentes historiadores, dentro de la
problemas cuyo juicio correcto no cuesta ninguna supera-
escala de las virtudes en comparación con ella! Algunos
ción (Überwindung) y, menos aún, autosacrificio. Por tanto,
en este terreno concreto, carente de peligros e indiferen-
más logran llegar sólo a la tolerancia, hasta dejar como
te, no es difícil para un hombre conseguir llegar a ser un
válido lo que no puede negarse, hasta la explicación y
embellecimiento mesurado y bien intencionado, suponien-
frío demonio del conocimiento. Incluso si en épocas par-
ticularmente propicias toda la cohorte de sabios e investi-
do de manera inteligente que el inexperto revestirá con la
virtud de la justicia lo que se cuenta en general del pasa-
gadores se transformaran en tales demonios, aún sería por
desgracia totalmente posible que dicha época careciese,
do sin acentos duros y sin expresión de odio. Sin embar-
de una rigurosa y gran justicia; dicho brevemente que ca-
reciese del núcleo más noble del así llamado impulso a la
verdad. 33
Se menciona aquí la tercera sinfonía de Beethoven, La Heroica.
Ahora coloqúese ante nuestros ojos al virtuoso históri- 34
La
historia, en concreto el historicismo positivista como elemen-
co del presente: ¿es éste el hombre más justo de su tiem- to «narcótico», en un tema que Nietzsche trata a menudo. Véase por

po? Es verdad que ha formado dentro de sí una sutileza ejemplo la cuarta intempestiva Richard Wagner en Bajreuth, en concreto
el apartado IV.

86
derse generalmente esta palabra como un estado en el
go, sólo una fuerza superior puede juzgar, mientras que la que el un acontecimiento en todos
historiador contempla
debilidad no puede sino tolerar fingir hipócritamente for- sus motivos y consecuencias con una pureza tal que no ha
taleza y desplazar la justicia del lugar del juez a un mero de ejercer ningún efecto sobre su subjetividad. Nos referi-
espectáculo teatral. Todavía queda una terrible species de mos a ese fenómeno estético, a ese desligamiento libera-
historiadores,de carácter riguroso, sincero y eficiente, dor de uno mismo y de los intereses personales en el que
aunque de cabeza estrecha: aquí se encuentra justamente el pintor, en medio de un paisaje tormentoso bajo rayos

presente tanto la buena voluntad de actuar con justicia y truenos, o sobre un mar embravecido, contempla allí la
como el páthos de juzgar, pero todos sus fallos están equi- imagen que tiene en su interior, es decir, sumergiéndose
vocados, casi por las mismas razones por las que lo son completamente en las cosas. Sin embargo, es mera su-
las sentencias judiciales de los jurados corrientes y comu- perstición creer que la imagen que las cosas muestran en
nes. ¡Qué improbable es un talento histórico frecuente! un hombre inmerso en tal estado reproduciría fielmente
Y prescindiendo aquí de todos esos egoístas encubier-
esto, la esencia empírica de las cosas. ¿O es que las cosas en
tos y miembros de partido que disimulan su juego sucio ese momento por medio de su actividad intrínseca, por
bajo un rostro supuestamente objetivo. Incluso prescindi- así decirlo, se copian, se reproducen y se retratan foto-
mos también de esas gentes totalmente irreflexivas que es- gráficamente mismas como sobre un passivum puro?
ellas
criben bajo el nombre de historiadores con la ingenua Esto sería mitología, incluso mala mitología. Además se
creencia de que justamente su tiempo posee la razón en olvida que justo ese momento es el momento creativo más
todas las opiniones corrientes y que escribir conforme a poderoso y espontáneo en el interior del artista, un mo-
dicho tiempo significa lo mismo que ser justo, una creen- mento de composición de índole superior cuyo resultado
cia, por otro lado, en la que vive cualquier religión y de será acaso un cuadro artísticamente verdadero, no históri-
la que por ahora nada más hay que decir en este terreno. camente verdadero. Pensar la Historia objetivamente de
Estos ingenuos historiadores denominan «objetividad» jus- este modo tiene que ver con el trabajo silencioso del escri-
tamente a medir las opiniones y acciones del pasado des- tor dramático, es decir, pensar todo en sus relaciones, en-
de las opiniones comunes del momento presente: aquí tretejer los aspectos aislados y singulares con la totalidad,
ellos encuentran el canon de todas las verdades. Su tra- partir con la presuposición, en el caso de que no la haya,
bajo es adaptar el pasado a la trivialidad del tiempo pre- de que las cosas están dispuestas según un plan unitario...
sente (zeitgemass) mientras, por el contrario, llaman «sub- Así como el hombre teje su red sobre el pasado y lo do-
jetiva» a cualquier historiografía que no tome como ca- mina, así se expresa también su impulso artístico, pero no
35
nónicas aquellas opiniones comunes y normales ¿No se . su impulso hada la verdad y hacia la justicia. Y es que la
introduce ya una cierta ilusión incluso en la interpreta- justicia y la objetividad no tienen mucho que ver entre sí.
ción más elevada del término «objetividad»? Suele enten- Incluso se podría pensar en un tipo de historiografía que
no contuviera en sí misma ni un ápice de la verdad empí-
rica común y que, sin embargo, pese a todo, reclamara con
toda legitimidad el título de «objetividad». Incluso Grill-
35
Resulta difícil no percibir aquí la polémica personal de Nietzs-
parzer se atreve a decir esto: «¿Qué es la Historia sino la
che con la filología clásica de su tiempo representada por la figura pa-
radigmática de Wilamowitz y las objeciones de éste a su presunta fal- forma en la que el espíritu del hombre se mide con los
ta de objetividad en El nacimiento de la tragedia.

89
88
acontecimientos que le son incomprensibles, une elementos que
que todos los impulsos y acciones humanas están sujetos al
sólo Dios sabe si guardan relación entre sí, sustituye lo in-
comprensible por algo comprensible, introduce sus concep-
silencioso y a menudo imperceptible, aunque poderoso e
inexorable, curso de las cosas». En tal frase uno no obser-
tos de una finalidad externamente orientada en un conjun-
va tanto una enigmática verdad cuanto una simple false-
to que seguramente sólo admite finalidades internas y fi-
dad, de manera parecida al dicho de ese jardinero de la
nalmente supone la memo del azar donde seguramente
corte que cita Goethe: «acaso se puede forzar a la natura-
actuaron miles de pequeñas causas? Todo hombre tiene su 38
leza, pero nunca obligarla» o a esa leyenda de barraca
necesidad particular, de modo que millones de direcciones ,

de feria de la que habla Swift «aquí puede verse el elefan-


corren paralelamente, se entrecruzan en líneas rectas y cur-
te más grande del mundo, exceptuándole a él mismo».
vas, se desafían, se frenan, se impulsan hacia atrás y hacia
Pues, después de todo, ¿cuál es la oposición entre la acción
adelante, asumiendo su carácter azaroso para el resto y así,
descontando las influencias de los acontecimientos natura- y el impulso humano y la marcha de las cosas? Me llama
la atención generalmente que tales historiadores como el
les, imposibilitan la demostración de una necesidad envol-
36 que acabamos de citar dejan de enseñar y adoctrinar tan
vente y omniabarcante de lo que acontece» Sin embar-.

pronto como generalizan y muestran su sentido de la debi-


go, ¿no vuelve a salir esa «necesidad» a la luz como resul-
lidad en oscuridades. En otras ciencias las generalizaciones
tado de esa «objetiva» visión délas cosas? Este es un
son desde luego lo más importante, en tanto que contienen
presupuesto que cuando se expresa como dogma por los
leyes. Pero si enunciados como los descritos tuvieran que
historiádores sólo puede adoptar una forma curiosa. Schi-
valer como leyes, entonces habría que responder que el tra-
11er, por ejemplo, tiene una conciencia bastante clara de lo
bajo del historiador desaparecería, pues lo que en general
que es propiamente subjetivo en este supuesto cuando dice
en tales enunciados permanece como verdad, exceptuando
del historiador: «fenómeno tras fenómeno empieza a sus-
ese resto oscuro e irresoluble del que hemos hablado, es
traerse de la aproximación ciega, de la libertad sin leyes y
algo bien conocido e incluso trivial, algo que cualquiera
a integrarse como un miembro adecuado en un todo ar-
puede percibir en el ámbito más limitado de experiencia.
mónico que en realidad sólo existe en su representación» 37 Pero,
, ,
.

Por esta razón molestar a pueblos enteros y emplear en ello


por el contrario, ¿qué se debe pensar de la siguiente afir-
largos años de trabajo sería algo semejante a acumular en
mación artificialmente oscilante entre la tautología y el
el terreno de las ciencias naturales experimento tras expe-
contrasentido de un famoso y virtuoso historiador, por otra
rimento, después de que del tesoro presente de los experi-
parte introducida tan inocentemente?: «no se puede negar
mentos pudiera derivarse ya hace mucho tiempo la ley.
Precisamente, para Zóllner39 las ciencias naturales están
,

36
Véase nota 24.
37
En 1879 Friedrich Schiller llegó a ser profesor en la Universi-
dad de Jena. Esta cita recogida por Nietzsche data del mayo (días 26
38
Carta de Goethe a Schiller de febrero de 1798). Véase
y 27 de ese mes) de este mismo año durante su lectura inaugural: Was
(21

heisst tund zu welchem Ende sludiert man Unwersalgeschichte (hay traducción


nota 1.
39
castellana a cargo de L. Camarena: «Qué significa, y con vistas a qué La obra La naturaleza de las cometas (Leipzig, 1872) del astrofísico
final se estudia Historia Universal» en Escritos de fibsqfia de la Historia ,
alemán Johann Karl Friedrich Zóllner (1836-1882) con su crítica a la
Universidad de Murcia, 1991, págs. 1-17). «superficialidad científica» de sus colegas fue una de las lecturas im-
portantes de Nietzsche en este período. Como sugiere Janz (tomo II,

90
aquejadas de este exceso de experimentación sin sentido. más seca se supone más justa. Se llega incluso al punto de
Si el valor de un drama debe residir únicamente en su suponer que precisamente a quien no le interesa en absoluto
pensamiento principal y en su conclusión, este mismo un momento del pasado es el más adecuado para descri-
drama no sería sino un camino lo más largo, tortuoso y birlo. De este modo se comportan frecuentemente los fi-

cansado hacia su meta. Así pues, espero qu^Ja Historia lólogos con los griegos: éstos no les interesan en lo más
no reconozca su sentido en los pensamientos generales, mínimo, o, lo que es lo mismo, a esto se le llama «obje-
algo así como su flor y su fruto, sino que precisamente su tividad». Allí donde justamente lo más elevado y poco fre-
valor resida en parafrasear con ingenio un tema conoci- cuente tiene que describirse, es donde tiene lugar justo el
do, incluso habitual, una melodía cotidiana, en elevarlo y más ostentoso e intencionado desinterés, el flojo artificio
exaltarlo como símbolo universal y así dejar entrever en de esta buscada motivación objetiva. Algo escandaloso,
el tema original todo un mundo de profundo sentido, po- sinceramente, sobre todo cuando lo que impulsa realmen-
der y belleza. te a esta indiferencia que se comporta de manera «obje-
Claro que para este fin se necesitaría, sobre todo, una tiva» no es otra cosa que la vanidad. Por lo demás, en el
gran potencia artística, un creativo elevarse por encima caso de tales autores, el juicio ha de determinarse lo más
de las cosas, un abismarse amoroso en los datos empíri- cercano al principio bajo el cual todo hombre posee un
cos, una poética elaboración de tipos dados para esto— grado más elevado de vanidad cuanto menos entendi-
sí se requiere «objetividad», si entendemos ésta como una miento tiene. No, ¡por lo menos, sed honestos! No bus-
propiedad positiva. Sin embargo, la «objetividad» a me- quéis la apariencia del poder artístico que realmente coin-
nudo no es más que una palabra: en lugar de esa oscura cide con la objetividad, no busquéis la apariencia de jus-
calma relampagueante en el interior e inmutable externa- ticia si no estáis llamados a la terrible llamada del hombre
mente del ojo artístico, no aparece más que la exagera- justo. ¡Como si la tarea de cualquier época fuese tener
ción de la calma, de modo similar a como la falta de pátkos que ser justa con todo lo que una vez fue! Existen tiem-
y de fuerza moral suele a veces disfrazarse de fría y pe- pos y generaciones que nunca tienen derecho a ser jueces
netrante contemplación. En ciertos casos incluso, la abso- de épocas pretéritas. Sólo a los individuos, y realmente a
luta trivialidad de la experiencia, el pensamiento más co- los más excepcionales, les corresponde tan incómoda mi-
mún que sólo por aburrimiento causa la impresión de sión. ¿Quién les obliga a juzgar? Y además: ¿podríais ser
tranquilidad y serenidad, osa legitimarse como ese estado justos aunque quisierais? Como jueces, tendríais que per-
artístico en el que el sujeto calla y se vuelve totalmente manecer por encima de lo que tiene que ser juzgado; sin
imperceptible. Es entonces cuando se busca, ante todo, lo embargo, sólo habéis llegado después. Los invitados que
que en general no llama la atención y cuando la palabra llegan los últimos a la mesa consiguen los últimos lugares,
¿queréis tener los primeros?Haced entonces, como míni-
mo, más elevado y más grande; tal vez así tengáis efec-
lo
tivamente un sitio, aunque vengáis los últimos.
Los diez años de Basilea 1869/1879, Madrid, Alianza, 1981, págs. 190-
Sólo desde la juerga más poderosa del presente tenéis el derecho
191. Trad. Jacobo Muñoz), la obra de Zóllner, catedrático en Leipzig
desde 1866, aportaba una crítica a la «popularización» de la ciencia y
de interpretar el pasado, sólo a través del máximo esfuerzo de
a la falta de presupuestos epistemológicos de los científicos que coinci- vuestras propiedades más nobles adivinaréis lo que es dig-
día con algunas de las ideas de Nietzsche. no de saberse del pasado, lo que es digno de ser conser-

92 93
del presente podréis comprenderlo. Ahora se explica la
vado y lo que es grande. ¡Lo semejante se descubre por extraordinaria y profunda influencia de Delfos, sobre todo
medio de lo semejante! De lo contrario, no haréis otra porque los sacerdotes délficos eran buenos conocedores
cosa que descender el pasado a vuestro nivel. No creáis a del pasado. Pero ahora conviene saber que sólo el que
ninguna historiografía que no brote la cabeza de los espí- construye el futuro tiene derecho a juzgar el pasado. Mi-
ritus poco frecuentes. Siempre os daréis cuenta de qué rando hacia adelante, marcando una gran meta, domina-
clase de espíritu es si necesita expresar una generalidad o réis al mismo tiempo ese desbordante impulso analítico
decir de nuevo algo ya conocido. El auténtico historiador que devasta vuestro presente e imposibilita cualquier tran-
debe poseer la fuerza de volver a formular lo ya conoci- quilidad, cualquier pacífico crecimiento y maduración.
do como algo nunca antes visto y anunciar lo general de ¡Levantad a vuestro alrededor la valla de una redonda y
una manera tan sencilla y profunda que haga pasar lo enorme esperanza, de un esperanzado anhelo! Formad
profundo como simple y lo simple como profundo. No se una imagen que sirva de modelo al futuro y olvidad esa
puede ser al mismo tiempo un gran historiador, un artis- absurda superstición de ser epígonos. Reflexionando sobre
ta y una cabeza hueca. Por ello, no debe, pues, menos- esa vida futura tenéis mucho que inventar e imaginar;
40
preciarse a esos trabajadores que acarrean, acumulan y pero no preguntéis a la Historia que os muestre el
clasifican montañas de datos porque no puedan llegar a «cómo» y el «porqué». Por el contrario, si os adentráis en
ser en realidad grandes historiadores. Sin embargo, no la vida e Historia de los grandes hombres, aprenderéis de
sólo no se los debe confundir con éstos, sino que han de ella que el supremo imperativo es alcanzar la madurez y
ser considerados como compañeros y auxiliares al servicio huir de esa impuesta educación paralizante de nuestro
del maestro, algo parecido a como los franceses solían ha- tiempo, que precisamente concibe su utilidad en impedi-
blar, con más ingenuidad de la que es posible entre ale- ros alcanzar dicha madurez con el fin de dominar y ex-
41
manes, de los historiens de M. Thiers Éstos trabajadores
.
plotar a los inmaduros. Y cuando pidáis biografías, que
deben convertirse poco a poco en eruditos, pero no pue- no sean ésas que dicen: «el señor tal y cual y su tiempo»,
den llegar por tanto a ser nunca maestros. Un gran eru- sino aquellas que lleven títulos como «alguien que luchó
dito y un gran cabeza hueca: esto ciertamente se observa contra su tiempo». Saciad vuestras «limas con Plutarco y,
de manera más habitual bajo un mismo sombrero. creyendo a sus héroes, atreveos a creer en vosotros mis-
Por consiguiente: la Historia es escrita por el hombre mos 42 Con un centenar de hombres educados de mane-
.

experimentado y reflexivo. Quien carezca de una expe- ra no moderna, es decir, maduros y habituados a lo he-
riencia superior y más vasta que los demás no podrá sa- roico, toda la ruidosa seudoformación de este tiempo po-
ber interpretar el pasado, pues éste es siempre un orácu- dría quedar reducida en la actualidad a un eterno
lo: sólo como arquitectos del futuro y como conocedores silencio.

40
Esta idea se desarrolla más extensamente en la sección sexta de
Más allá del bieny del mal (§ 204-213), «Nosotros, los doctos».
41 42
Louis Adolphe Thiers (1797-1877), político, historiador y perio- Referencia a la obra de Plutarco Vidas paralelas, Madrid, Gre-
dista francés, cuya obra Histoire du consulat et de l'empire, fue publicada dos, 1996 (trad. Aurelio Pérez).
en veinte volúmenes entre 1845 y 1862.
95
94
como una completa falsificación. Pero una historia que
7
únicamente destruye y que no se guía por un impulso
constructivo inmanente, convierte, a la larga, a sus instru-
Cuando el sentido histórico gobierno sin límite alguno y mentos en deformidades antinaturales, porque tales hom-
desarrolla todas sus consecuencias, desarraiga el porvenir, bres destruyen las ilusiones,
y «quien destruye la ilusión
pues destruye las ilusiones y retira a las cosas existentes la
dentro de sí y en los otros, le castiga la naturaleza como
atmósfera en la que pueden vivir. La justicia histórica,
el más severo tirano» 43 Es cierto que durante un buen
.

aunque se practique efectivamente y con una mentalidad tiempo quizá alguien pudiera ocuparse de la historia de
pura, es, por esta razón, una virtud terrible, porque ella un modo completamente inofensivo y descuidado, como
siempre socava y lleva a la perdición a todo lo vivo: su si esa ocupación fuera tan buena como
cualquier otra. La
juzgar es siempre un destruir. Si detrás del impulso histó- reciente teología, en particular, parece haberse relaciona-
rico no obra ningún impulso constructivo, si no destruye do con la Historia de un modo puramente ingenuo, sin
y despeja el solar para construir la casa de un futuro vi- apenas darse cuenta de que con ello muy probablemente,
viendo en la esperanza sobre el terreno liberado, si la jus-
y muy en contra de su voluntad, permanezca al servicio
ticia domina únicamente, entonces el instinto creador se
del écrasez voltaireano 44Que nadie suponga que detrás de
.

debilita (entkraftet) y se desmoraliza. Una religión, por todo esto se esconden nuevos
y poderosos instintos cons-
ejemplo, transformada en un saber histórico bajo el do- tructores. De lo contrario, se haría pasar entonces a la lla-
minio de la justicia pura, una religión, comprendida de mada asociación protestante por el seno materno de una
modo estrictamente científico, acaba por ser destruida al nueva religión y tal vez al jurista Holtzendorf (el editor
final de este camino. La razón reside en que toda verifi- y
prologuista de esa demasiado famosa Biblia protestante)
cación histórica saca continuamente a la luz tanta false- por San Juan a orillas del Jordán. Posiblemente, durante
dad, grosería, inhumanidad, tanta violencia y carencia de cierto tiempo, la filosofía hegeliana, todavía influyente en
sentido que, necesariamente, ha de disiparse ese clima de las viejas cabezas,pueda ayudar a promover la difusión
ilusión lleno de piedad por el pasado que es indispensable
de esa ingenuidad, de modo que se diferencie la «idea del
para poder y querer vivir. Por el contrario, sólo en el
amor, sólo envuelto en la ilusión del amor y en razón de
una creencia incondicional en lo perfecto y lo justo, logra
crear el hombre. A cualquiera que se le obligue a renun- 43
Cfr. W. von Goethe, Schiften zur Natur und
J. Wissenchaftslehre,
ciar a este amor incondicional se le cortan las raíces de su fragmento líber die Natur, en Artemis —
Gedenkausgabe der Werke, Briefe
fuerza: se secará, es decir, se volverá insincero. Con res- und Gedenkausgabe der Werke, Briefe und Gesprdche, ed. Emst Beuder, Zü-
rich und Stuttgart, 1948, Vol. 16, pág. 923. La cita también
pecto a tales efectos, la historia se contrapone al arte. se en-
cuentra en E. von Hartmann, Philosophie des Unbewussten, Berlín 1869
Y sólo si la historia soporta transformarse en obra de arte,
pág. 620.
es decir, transformarse en una creación artística, podrá 44
Écrasez ¡'infáme, (literalmente): «¡aplastad al infame!». Palabras
quizás mantener o incluso despertar tales instintos. Una con lasque Voltaire solía a menudo finalizar sus misivas. Este lema,
historiografía semejante sería experimentada, sin embar- registrado, por ejemplo, en una carta a D'Alembert del 28 de noviem-
bre de 1 762, representaba una crítica de la superstición
go, como una contradicción con
tendencia analítica y
la y del fanatis-
mo que impedían el progreso del pensamiento racional por lo tan-
antiartística de nuestra época, pues se experimentaría y,
to, de la Iglesia católica.

96
97
cristianismo» de sus muchas e inadecuadas «formas apa- gaje erudito de lo biográfico
y que, obligados al sistema
rentes» y se intente convencer de que el «capricho de la de tortura de la crítica histórica, se les exponga a res-
Idea» no es otro que manifestarse en formas cada vez ponder a mil preguntas inoportunas 46 ¿No se destruye o, .

más puras hasta que consigue la forma en verdad más como mínimo, se paraliza prematuramente aquello que
pura, transparente y apenas perceptible en el cerebro del aún no se ha extinguido en sus efectos vitales, cuando
45
actual theologus liberalis vulgaris Pero cuando' se oye a los
. esta curiosidad se enfoca sobre incontables micrologías
«cristianos más puros de todos» hablar sobre la impureza de la vida y sus obras y se buscan problemas cognosciti-
de los cristianos antiguos, el oyente profano tiene a me- vos allí donde se debería aprender a vivir
y a olvidar to-
nudo la impresión de que este discurso en realidad no dos los problemas? Imaginad algunos de esos biógrafos
trata del cristianismo, sino más bien de... bien, ¿qué de- modernos trasladados al nacimiento del cristianismo o a
bemos pensar cuando encontramos al cristianismo defini- la reforma luterana: su sobria y pragmática curiosidad
do por «el más grande teólogo del siglo» como la religión bastaría justamente para imposibilitar cualquier actio in
47
que permite «compenetrarse con todas las religiones rea- distans espiritual, del mismo modo que el animal más
les e incluso algunas posibles» y cuando se dice que la mísero puede llegar a impedir el nacimiento del roble
«verdadera Iglesia» es aquella que «es una masa fluida y más poderoso devorando su brote. Y es que todo lo vivo
sin contornos en la que cada parte se encuentra a veces necesita a su alrededor una atmósfera, una aureola llena
aquí y a veces ahí y en la que todo se mezcla tranquila- de misterio. Si se le retira esta envoltura, si se condena a
mente»? Entonces, vuelvo a decir, ¿qué debemos pensar una religión, a un arte, a un genio, a girar como un as-
de todo esto? tro sin atmósfera, no nos deberíamos sorprender si acon-
Lo que se puede aprender del cristianismo, esto es, tece su petrificación y se seca, convirtiéndose en estéril.
que bajo los efectos de un tratamiento histórico algo se Sucede así con todas las cosas grandes, «que nunca se lo-
deforma y se convierte en antinatural, convirtiéndose en gran sin cierta ilusión», como dice Hans Sachs en Los
algo definitivamente histórico mediante un tratamiento maestros cantores48 .

justo que lo descompone y, por lo tanto, destruye, puede Pero cualquier pueblo, incluso cualquier hombre que
aplicarse a todo lo que aún tiene vida. Lo que vive deja pretenda llegar a la madurez, necesita una semejante ilu-
de vivir en cuanto empieza a diseccionarse; sufre los do- sión envolvente, tal nube protectora y veladora. Pero hoy
lores de su enfermedad cuando empieza a convertirse en nuestra época odia la misma madurez, porque se honra
objeto de las prácticas de disección histórica. Hay hom-
bres que creen en una reformada y revolucionaria fuerza
sanitaria de la música alemana entre alemanes: sienten
con indignación y consideran como una injusticia cometi- 46
Curiosamente, como he dicho ya en la introducción, ésta es la
da contra lo más vivo de nuestra cultura que hombres única referencia indirecta a Wagner en el ensayo: su obra escrita so-
como Mozart o Beethoven sean sometidos a todo el ba- bre Beethoven en 1870 como pretexto del centenario de su naci-
miento.
47
Acción a distancia (en la distancia).
Hans Sachs canta estos versos en el acto II de la ópera de Wag-
ner Die Meistersinger von Niimberg (Los maestros cantores de Nuremberg), Bar-
45 común.
El teólogo liberal celona, Daimon, 1982, trad. Ángel F. Mayo).

98 99
más a que a la vida. Es más, todo el mundo se
la historia en pútridos montones» 49 en el alma juvenil, que ésta sólo
vanagloria de que hoy en día «la ciencia comience a do- sabe salvarse mediante una premeditada abulia, aunque
minar sobre la vida». Puede que se llegue a esto, pero lo en una conciencia más fina y fuerte su efecto sea otra sen-
cierto es que una vida dominada de tal manera no posee sación: el hastío. El hombre joven se ha convertido en
ningún valor, porque es mucha menos vida y garantiza apátrida y duda de todas las costumbres y conceptos.
mucha menos vida para el futuro que la antigua vida do- Ahora sabe algo: en otras épocas fue distinto, no importa
minada no por la ciencia, sino por instintos y poderosas lo que él sea. Sumido en una melancólica insensibilidad,
imágenes llenas de ilusión. Pero, como hemos dicho ya, asiste al paso delante suyo de opinión tras opinión, com-

nuestra época no debe ser en ningún caso la época de las prendiendo las palabras y el ánimo que impulsaban a
personalidades acabadas, maduras y armónicas, sino la Hólderlin mientras leía la obra de Diógenes Laercio sobre
época del trabajo común, preferiblemente útil. Esto signi- las vidas y doctrinas de los filósofos griegos: «también he

fica únicamente que los hombres deben ser encauzados experimentado aquí de nuevo lo que ya me encontré al-
dentro de los fines del tiempo; deben trabajar, antes de gunas veces ya, a saber, que lo pasajero y mudable de los
ser maduros, en la fábrica de las utilidades generales para pensamientos y sistemas humanos casi me pareció más re-
no llegar nunca a ser maduros; éste no sería sino un lujo saltablemente trágico que los destinos a los que habitual-
que sustraería al «mercado de trabajo» una gran cantidad mente se les llama reales» 50 No, no es ciertamente nece-
.

de fuerza. Se ciega a algunas aves para que su canto sea sario para la juventud ese estudio histórico arrollador,
más hermoso; no creo que el canto de los hombres ac- aturdidor y violento, como lo demuestra el ejemplo de los
tuales sea más bello que el de sus abuelos, pero sí sé que antiguos y lo manifiestan en su grado más peligroso los
se los ciega a edad más temprana. Y el medio, ese infa- modernos. Considérese ahora, por ejemplo, ese estudian-
me medio que se utiliza para cegarles, es luz demasiado lu- te histórico, heredero de ese afectado estilo tan demasia-
Se arrastra al
minosa, demasiado repentina, demasiado oscilante. do prematuramente formado y aparecido ya casi desde su
joven a través de milenios; a muchachos que no com- niñez. Se le ha convertido ya en el poseedor del «méto-
prenden nada de una guerra, de una acción diplomática do» de su propio trabajo, del enfoque justo y del aire no-
o de una acción política, se les considera dignos de intro- ble a la manera del maestro. Un capítulo totalmente ais-
ducirles en la Historia política. Pero del mismo modo que lado del pasado ha caído víctima de su agudeza y del mé-
el hombre joven corre por la Historia, corremos nosotros,

los modernos, a través de las galerías de arte y escucha-


mos conciertos. Acaso se siente que una cosa suena dis-
tinta de la otra, que algo actúa de un modo distinto al 49
Cita de Schiller y su obra de 1798 Der Taucher (El buceador).
otro, pero perder progresivamente este sentimiento de ex- Véase nota 26.
50
trañeza (Befremdung), no sorprenderse en exceso de nada, La hace referencia a la correspondencia de Friedrich Hol-
cita

dejar que todo tenga el mismo valor... a eso se le llama derlin: «Carta a Isaak von Sinclair», 24 de diciembre de 1798 (Corres-
pondencia completa, Madrid, Hiperion, 1990. Trad. H. Cortés
precisamente sentido histórico, formación histórica. Para y A. 1 £\-
te). Nietzsche aquí está criticando esa idea de la historia basa^Cren"
decirlo sin ningún tipo de paliativos: la masa de lo que ejemplos repetidos, gestos de tipos ideales, que se repiten májy (le
irrumpe históricamente es tan grande, lo extranjero, bár- las diferencias temporales, esto es, de algún modo, la idea <k£b, histo-

baro y violento penetra tan poderosamente, «acumulado ria, magistra vitae ciceroniana. |j
?

100 101
todo aprendido; ya ha producido, es más, si lo decimos decir claramente: «cuanto más rápidamente aceleréis la
con orgullosas palabras: él ha «creado». Se ha convertido, ciencia también antes la destruiréis». Es el mismo proce-
por medio de su acción, en servidor de la verdad y en se- so que esa gallina que, de manera no natural, perece por
ñor en el ámbito universal de la historia. Si ya de mu- ser obligada a poner huevos con inusitada rapidez. Es
chacho estaba «preparado», ahora estará «supreprepara- cierto que la ciencia en los últimos decenios se ha desa-
do», pero sólo se necesita sacudirle y la sabiduría caerá rrollado de manera sorprendentemente rápida, pero ob-
como caída del cielo. Ahora bien, una sabiduría podrida servad al mismo tiempo también a los doctos, esas galli-
que aloja un gusano en cada manzana. Creedme: si los nas exhaustas. En realidad no son naturalezas «armóni-
hombres trabajan así en la fábrica de la ciencia y deben cas», sólo cacarean más porque ponen huevos más a
llegar a ser útiles antes de que maduren, en breve la mis- menudo. Desde luego que los huevos son cada vez más
ma ciencia quedará tan arruinada como los esclavos utili- pequeños (aunque los libros sean cada vez más gruesos).
zados demasiado pronto en esa fábrica. Lamento tener Como resultado último y natural de todo esto se consigue
que emplear la jerga de los esclavizadores y de los em- la querida por todos «popularización» (junto con la «fe-
presarios para servirme de descripción de unos comporta- minización» e «infantilización) de la ciencia, lo cual no es
mientos que deberían ser pensados libres de toda utilidad otra cosa que ajustar el traje de la ciencia al cuerpo del

y fuera de toda necesidad de la existencia, pero involun- «público medio», si se me permite utilizar la actividad del
tariamente brotan de mis labios las palabras «fábrica», sastre en el idioma de los sastres. Ya Goethe veía en esto
«mercado de trabajo», «oferta», «rendimiento» — y toda un abuso y exigía que las ciencias actuaran sólo a través
esa terminología relacionada con el egoísmo — cuando se de una elevada práxis sobre el mundo exterior51 Las anti- .

busca un retrato de la más joven generación de doctos. guas generaciones de sabios tenían muy buenas razones
La honrada mediocridad se vuelve cada vez más medio- para considerar que dicho abuso era algo gave y molesto.
cre, la ciencia en su sentido económico cada vez más útil. Pero los jóvenes sabios, por su parte, tienen también bue-
Realmente sólo en este único punto son esos doctos pro- nas razones para tomar esto a la ligera, pues ellos mis-
piamente sabios, en verdad más sabios que todos los mos, exceptuando un estrechísimo campo de este saber,
hombres del pasado, puesto que en todos los aspectos res- son ese «público medio» y llevan dentro sí esas necesida-
tantes, dicho esto con prudencia, son infinitamente distin- des. Les bastar sentarse cómodamente para conseguir
tos. No obstante, reclaman honores y ventajas para sí abrir también su pequeño ámbito de estudio a esa hete-
como si el Estado y la opinión pública estuvieran obliga- rogénea necesidad popular de curiosidad. Para este có-
dos a valorar la nueva moneda como la antigua. Los ca- modo acto se reivindicará después el nombre de «modes-
rreteros han hecho entre sí un contrato de trabajo y de- ta condescendencia del docto hacia su pueblo», cuando,
cretado — en virtud de que cada carretero es proclamado en el fondo, este docto nunca ha llegado más alto, aun-
un genio — que el genio es algo superfluo. Probablemen-
te una época posterior a ésta percibirá, al examinar sus
construcciones, que han sido resultado de un trabajo co- 51
Maximen und Reflexionen 694. Recogida a su vez de obra Wil-
mún, pero no resultado de un proyecto común. A los que
la
helm Meisters JYandersjahren, «Betrachtungen im Sinne der Wanderer» (1829).
siempre tienen en la boca el grito de batalla y de sacrifi- Hay traducción castellana. (Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister en
cio «¡división de trabajo!», «¡cerrad las filas!», se les ha de Madrid, Espasa Calpe, 1967).

102 103
que no como «docto», sino como «pueblo». Cread voso- general escepticismo, de que es un gran absurdo y una
tros el concepto de «pueblo»: nunca podréis imaginarlo superstición el creerque la educación de un pueblo tenga
lo bastante noble y elevado. Si tuvieseis un concepto que ser tan predominantemente histórica como la actual;
elevado de «pueblo», seríais también misericordiosos con puesto que justamente los pueblos más poderosos en sus
él y os cuidaríais mucho de ofrecerle vuestras mezcladas obras y actos vivieron de otro modo y educaron de otro
aguas como bebida revitalizadora y refrescante. En el modo a su juventud. Pero a nosotros nos conviene este
fondo, lo valoráis pobremente, porque no podéis tener calificativo de absurdos y de supersticiosos así reza la —
de su futuro una estimación verdadera y fundada con se- objeción escéptica — . A nosotros, los últimos llegados, los
guridad, y así os comportáis como pesimistas prácticos, últimos y anémicos rebrotes de poderosas y alegres gene-
quiero decir, como hombres que, guiados por la sospe- raciones, en algún momento se nos tendrá que aplicar la
cha de un ocaso, se vuelven indiferentes y ajenos al bien profecía de Hesíodo: un día los hombres nacerán con los

ajeno e incluso al suyo propio. ¡Con tal de que la tierra cabellos grises y Zeus destruirá esta generación tan pron-

nos mantenga a nosotros! Y si no nos quiere mantener, to como ese signo sea perceptible a sus ojos
52
. Y es que la

lo mismo da — así ellos sienten y viven su existencia formación histórica es realmente también una especie de
53
irónica. canosidad desde la infancia y los que desde niños llevan
tal signo tienen que llegar a la instintiva creencia de la ve-

jez de la humanidad. A la vejez corresponde, efectivamente,


8 una ocupación crepuscular, mirada retrospecti-
esto es, la
va, el balance completo, la conclusión, la búsqueda de
Puede acaso parecer desconcertante — aunque no con- consuelo en lo ya sido, el recuerdo... en suma, la forma-
tradictorio— que atribuya a esta época, que acostumbra ción histórica. Pero el género humano es algo tenaz y
perseverante y no quiere ser considerado desde perspecti-
de manera tan ruidosa y arrogante a echar las campanas
id vuelo sobre su formación histórica, una especie de con- vas milenarias, ni desde cientos de miles de años en sus
ciencia irónica de sí misma, una especie de vago anhelo del huellas —hacia atrás y hacia adelante —
es decir, en modo

que, en el fondo, no cabe sentirse tan orgulloso: una es- alguno quiere ser considerado, en su totalidad, a través del
pecie de temor que quizás pronto acabe con todo el es-
pectáculo del conocimiento histórico. Un enigma seme-
jante en relación a personalidades particulares nos lo ha
ofrecido Goethe con su singular caracterización de New- 52
Nietzsche hace aquí una referencia al «mito de las edades» con-
ton, ya que encuentra en el fondo de la esencia de éste obra de Hesíodo (versos 106-201) en Obras
tenido en la Trabajos y días
(o, mejor dicho, en las cimas) «una vaga sospecha de su fragmentos, Gredos, 1978. Trad. A. Pérez.
y
error». Algo parecido a la expresión observable en mo- 53
Referencia al célebre de la Filosofía del derecho de Hegel: «La fi-
mentos concretos de una conciencia reflexiva y enjuicia- losofía llega demasiado tarde para enseñarle al mundo lo que debería
ser [...] Guando se vuelve gris, una forma de vida ha envejecido ya: y
dora que ha logrado una cierta mirada irónica sobre la
con el gris no puede volverse joven otra vez, sino sólo ser comprendi-
necesaria naturaleza que le es inherente. Así justamente
da. La lechuza de Minerva emprende su vuelo cuando las sombras del
se encuentra en los hombres de una gran y elevada cul- crepúsculo han caído» (Grundlinien der Philosophie des Rechts, Frankfurt
tura histórica la conciencia, apaciguada a menudo por un am Main, Suhrkamp Verlag, 1970, pág. 28).

104 105
infinito punto atómico que es el hombre individual. ¿Qué sión de la vida terrenal, que condena a todos los vivos a
significan algunos milenios (o, dicho de otro modo, el vivir en el quinto acto de la tragedia, estimula, en efecto,

transcurso de treinta y cuatro vidas humanas consecutivas las fuerzas más profundas y nobles, pero también es ene-
de sesenta años de duración cada una) para poder hablar, miga de todo nuevo cultivo, de todo intento osado, del
al comienzo de tal tiempo, de «juventud» o, al final, de deseo libre y se opone a cualquier vuelo rumbo a lo des-
«vejez de la humanidad»? ¿No se encuentra más bien, conocido, porque ella no sabe de amor ni de esperanza.
dentro de esta paralizante creencia en una humanidad ya Sólo contra su voluntad acepta el movimiento de lo que
moribunda, el malentendido, heredado desde la Edad deviene, pero para apartarlo a un lado o sacrificarlo a
Media hasta aquí, de una idea cristiano-teológica: el pen- tiempo como posible seducción de la existencia o engaño
samiento del próximo fin del mundo, del temido y espe- sobre su valor. Lo mismo que los florentinos hicieron bajo
rado juicio final? ¿No se disfraza acaso esa idea, en virtud el influjo de las exhortaciones a la penitencia de Savona-
de la intensificada necesidad histórica judicial, como si rola, cuando organizaron ese incendio sacrificial de cua-
nuestro tiempo, el último de los posibles, estuviese autori- dros, manuscritos, espejos y máscaras, lo quisiera hacer el
zado a celebrar mismo ese juicio universal sobre todo
él cristianismo con cualquier cultura que incite a seguir as-
lo pasado, juicio que la creencia cristiana de ningún pirando y siga como lema ese memento vwere. Y cuando
modo esperaba del hombre, aunque sí del «hijo del hom- esto no es posible hacerlo por el camino correcto, sin ro-
bre»? Antaño, este memento mori, recordado a la humani- deos, esto mediante prepotencia, lo logra asociándose
es,

dad tanto como al individuo, no sólo era una espina que con la formación histórica, la mayor parte de las veces in-
atormentaba continuamente, sino la cima de la ciencia cluso sin tener consciencia de ello; y, desde entonces, ha-
y
conciencia moral medievales. El lema opuesto de los blando su propio lenguaje, rechaza, encogiéndose de
tiempos recientes, memento viveré54 suena, para decirlo
,
hombros, todo lo que deviene, extendiendo sobre ello el
abiertamente, todavía bastante tímido, no brota a voz en sentimiento de lo completamente tardío y epigonal, en
grito y tiene algo de insincero. La humanidad sigue fir- una palabra, el sentimiento de la canosidad desde la in-
memente asentada sobre este memento mori y lo delata a fancia. Esa consideración profundamente austera y seria
través de su necesidad histórica universal. El saber, pese a sobre el sin sentido de todo acontecer y sobre la situación
sus poderosos aletazos, no ha podido todavía lanzarse al de madurez, dispuesta para el juicio final del mundo, se
aire libre; ha quedado un profundo sentimiento de deses- ha volatilizado en la conciencia escéptica de que, en cual-
peranza que toma ese matiz histórico que ha oscurecido quier caso, es bueno conocer todo lo acontecido, porque
ahora toda educación y formación superiores. Una reli- es demasiado tarde para hacer nada mejor. Así convierte
gión que, de todas las horas de la vida humana, tiene a el sentido histórico a sus servidores en pasivos y retros-
la última por la más importante, que predice la conclu- pectivos; sólo cuando, por un olvido momentáneo, ese
sentido se suspende, la fiebre histórica del enfermo se
transforma en actividad; pero, tan pronto como la acción
se suspende, la consideración analítica diseca la acción,
impidiendo cualquier efecto influyente para despellejarla,
54
Muy posiblemente Nietzsche recoge este lema del Wilhelm Meis-
de Goethe, donde se expresa esta misma finalmente, en «historia». En este sentido vivimos aún en
ter, idea: «Gedenke zu leben»
(¡No te olvides de vivir!). Véase nota 51. la Edad Media: la historia no es hoy sino una teología en-

106 107

i
cubierta, del mismo modo que la veneración con que el pre un pueblo de epígonos; con todo nuestro saber supe-
profano ajeno a la ciencia trata a la casta científica es una riory con nuestras creencias siempre somos sucesores del
veneración heredada del clero. Lo que antes se daba a la viejomundo; incluso también los que se oponen hostil-
Iglesia se da ahora, aunque en menor escala, a la ciencia. mente respiran continuamente, cerca del espíritu del cris-
Pero si se da realmente algo, es a la Iglesia realmente a tianismo, el inmortal espíritu de la formación clásica. si Y
quién se debe, y no al espíritu moderno, qué más bien, al alguien consiguiera separar estos dos elementos del aire
lado de otros buenos atributos, es conocido por ser algo vitalque envuelven al hombre interior, no quedaría cier-
tacaño, ya que en lo referente a la noble virtud de la ge- tamente mucho para que su vida espiritual se extinguiera
nerosidad deja todavía mucho que desear. por ello». Pero aun cuando nosotros quisiéramos tranqui-
Tal vez no guste esta observación, tal vez incluso se la lizamos gustosamente con ser epígonos y descendientes de
subestime tanto como el intento de deducir nuestro exce- la Antigüedad, aunque nos decidiésemos sólo a aceptar
so de historia de ese medieval memento morí y de la deses- esto en un sentido enfáticamente grande y serio y reco-
peranza que el cristianismo lleva en el corazón frente a nociésemos en este énfasis nuestro privilegio único y emi-
todos los tiempos futuros de la existencia terrenal. ¡Que nente, tendríamos necesariamente que preguntamos, pese
una explicación mejor sustituya la aquí presentada con a todo, si debería consistir eternamente nuestro destino en
ciertas reservas por mí! Hay que decir que el origen de la ser alumnos de una Antigüedad en declive. Algún día, acaso, nos
formación histórica —
y de su íntima y radical contradic- será permitido depositar, paso a paso, nuestra meta en un
ción contra el espíritu de un «tiempo nuevo», de una lugar más alto y más lejano; en algún momento debería-
«conciencia moderna» —tiene que ser en justicia reconoci- mos tener el derecho de concedemos el privilegio de ha-
do históricamente. La historia tiene que solucionar el mis- ber recreado en nosotros mismos, por medio de nuestra
mo problema de la historia, el saber tiene que volver con- historia universal, de manera tan fructífera y grandiosa, el

tra sí mismo su propio aguijón. Este triple tiene que es el espíritu de la cultura alejandrino-romana. De este modo,
imperativo del espíritu del «nuevo tiempo», si es que en nuestra más noble recompensa sería la de imponemos
éste realmente hay algo nuevo, poderoso, prometedor ahora la tarea aún más poderosa de aspirar a retroceder
y
original.¿O acaso será cierto que nosotros, los alemanes, más allá y detrás de este mundo alejandrino y buscar
dejando de lado a los pueblos latinos, tenemos que estar nuestros modelos por medio de una mirada valiente en el
condenados, en los asuntos superiores de la cultura, a ser mundo originario de la Antigüedad clásica: el mundo de
siempre «epígonos» (Nackkommen), por la simple razón de lo excelso, de lo natural y de lo humano. Pero allí encontra-
que no podríamos ser otra cosa? Ejemplo de ello es la si- remos también la realidad de una formación esencialmente (¡históri-
guiente frase digna de reflexión pronunciada por Wilhelm ca, una formación, pese a ello, o, mejor dicho, gracias a
ello, rica y

Wackemagel55 nosotros, los alemanes, somos desde siem-


:
llena de vitalidad. Aunque nosotros, los alemanes, no fuéra-

mos otra cosa que epígonos, entendiendo por esto una


formación semejante a una herencia de la que apropiar-
55 se, nada sería más grande y digno de nuestro orgullo
que
Cari Heinrich Wilhelm Wackemagel (1806-1869) fue, junto aja-
kob Grimm, uno de los germanistas de mayor importancia de su tiem- ser justamente epígonos y herederos.
po. La referencia puede provenir de Abhandlungen zur deutschen Literatur- Por todo ello, se debe decir esto y nada más que esto:
geschichü (Kleinere Schriftm, Bd 2, hg. von Moritz Heyne, Leipzig, 1873). que el pensamiento, a menudo desagradable, de ser epí-

108 109
gono, puede, pensado desde un punto de vista superior, losalemanes a hablar de «proceso universal» y a justificar
garantizar igualmente grandes efectos
y un deseo de futu- su propia época como el resultado necesario de este «pro-
ro repleto de esperanzas, tanto en el individuo como en ceso del mundo». Tales consideraciones también han co-
un pueblo: en la medida que nosotros nos comprendamos locado a la Historia en un lugar hegemónico en lugar de
efectivamente como herederos y descendientes de los pa- otros poderes espirituales como son el arte y la religión,
dres clásicos y prodigiosos, viendo en ello nuestro honor en la medida que representa la «dialéctica de los espíritus
y estímulo. Pero no, por consiguiente, como pálidos y de pueblos» y el «juicio universal».
los
anémicos últimos herederos (Spatlinge) de razas más pode- Se ha llamado a esta Historia entendida hegeliana-
rosas que como meros anticuarios y sepultureros de dichas mente, no sin cierta soma, la marcha de Dios sobre la tie-
razas llevan una vida gélida. Tales últimos herederos vi- rra, un Dios, sin embargo, que se ha fabricado, por lo de-
ven, en efecto, una existencia irónica: la destrucción pisa más, en la Historia. Pero este mismo Dios se ha hecho a
los talones a su curso vital, se estremecen ante transparente e inteligible dentro de la serena he-
mismo
ésta cuan- sí

do gozan del pasado, pues no son más que memorias vi- geliana y ya ha ascendido todos los posibles escalones dia-
vientes, aunque, sin embargo, su recuerdo, sin
herederos, lécticos de su devenir hasta su autorrevelación: de modo
no tiene ningún sentido. De este modo, les abraza la tal que para Hegel el punto máximo y final del proceso
sombría sospecha de que su vida es injusta, puesto que universal coincidía con su propia existencia berlinesa. En
ninguna vida venidera podría darles justicia. realidad, Hegel habría tenido que decir que todas las co-
Imaginemos que tales últimos herederos (Spatlinge), de sas que vinieran detrás de él tendrían propiamente que
repente, cambian esta resignación por una insolencia mi- valorarse sólo como mera coda musical del rondó históri-
tad irónica, mitad dolida; pensemos que a voz en grito co-universal; aún más exactamente: como algo superfluo.
empiezan a proclamar que la raza está en su cénit, pues Ciertamente, él no lo dijo. Sin embargo, sí que implantó
sólo ahora el saber se sabe a sí mismo
y se ha revelado; en las generaciones penetradas por su doctrina esa admi-
entonces tendríamos un espectáculo que nos mostraría, ración por el «poder de la Historia», que, en la práctica,
como en un símbolo, el significado enigmático de una de- se transforma, a cada instante, en admiración desnuda
terminada filosofía muy conocida para la formación ale- por el éxito y conduce a la adoración divina a lo dado.
mana. Creo que en este siglo no ha existido ninguna va- Adoración a lo dado para la cual se ha ensayado, de
riación o giro peligroso de la formación alemana que
no modo general, la muy mitológica, y por lo demás, muy
se haya vuelto peligroso a raíz de la influencia, hasta
el alemana, expresión de «amoldarse a lo dado». Quien ya
momento enorme, de esta filosofía, la hegeliana. En rea- ha aprendido a doblar su espalda y asentir con la cabeza
lidad, paralizante
y molesta es la creencia de ser un vás- al «poder de la Historia», termina por otorgar finalmente
tago tardío de los tiempos. Consecuencias terribles un «sí» mecánico-chinesco a cualquier poder, sea éste sólo
y des-
tructivas tienen que aparecer cuando una creencia seme- un gobierno, una opinión pública o una mayoría numéri-
jante, de repente, a través de un vuelco audaz, se diviniza ca, moviendo sus miembros exactamente al compás de
como el verdadero sentido y fin de todo lo acontecido an- cualquier «poder». Si cualquier éxito conlleva una necesi-
teriormente, cuando toda la miseria conocida se eleva a la dad racional, si todo acontecimiento es una victoria de la
consumación y cumplimiento de la Historia universal. Se- lógica o de la «Idea», entonces no nos queda otra opción
mejantemodo de considerar las cosas ha acostumbrado a que arrodillamos y aceptar la escala de los «éxitos». ¿No

110 111
existirían más mitologías dominantes? ¿Estarían las reli- la Historia, como apologistasde lo efectivamente dado,
giones a punto de extinguirse? ¡Mirad solamente la reli- diréis: expresó todo lo que permanecía dentro de él; en
gión del poder histórico!, ¡Prestad atención a los sacerdo- una vida más larga, hubiera creado lo bello tan sólo
tes de la mitología de la Idea
y sus rodillas desolladas! como belleza idéntica y del mismo modo, no como una
¿No están todas las virtudes en el séquito de esta nueva belleza nueva. Así sois vosotros, abogados del diablo, por-
fe? ¿O no se produce la anulación del sujeto cuando el que hacéis del éxito, del factum, vuestro ídolo, pese a que
hombre histórico se transforma
en espejo objetivo? ¿No es el factum siempre es estúpido y, en todos los tiempos, se ha
acaso generosidad renunciar a todo poder en el cielo
y en parecido más a un becerro que a un dios. Como apologis-
la tierra para adorar a cualquier poder como poder en sí? tas de lo dado, la Historia os susurra además ignorancia,
¿No es acaso justicia tener siempre en las manos la ba- pues sólo porque no sabéis lo que es una natura naturanf 1
lanza de las fuerzas, observando cuidadosamente de qué como Rafael, no hacéis nada por enteraros de lo que fue
lado se incüna lo más fuerte y pesado? ¡Qué escuela de
y no será más. Acerca de Goethe, últimamente alguien ha
beneficios es tal consideración de la historia! Tomarlo recientemente querido adoctrinamos diciéndonos que lle-
todo objetivamente, no enfadarse por nada, no amar, gó exhausto a los ochenta y dos años. Yo mismo acepta-
comprenderlo todo...! ¡Qué suave y dúctil vuelve esto! In- ría, sin embargo, con mucho gusto, algunos años del «ex-
cluso cuando alguien que se ha formado en esta escuela hausto» Goethe a cambio de un carromato repleto de
se indigna y enfada en público es observado con com- existencias frescas y ultramodernas para tomar aún parte
placencia, pues se sabe que sólo ha opinado artística- en diálogos como los que Goethe mantuvo con Ecker-
mente y que si es con ira et studium es, sin embargo, sine mann58 , y, de este modo, mantenerme a resguardo de to-
56
ira et studvo .
das estas doctrinas conformes a la época (zeitgemáss) de los
¡Qué de pensamientos anticuados tengo frente a
tipo legionarios del momento. ¡Qué pocos tienen, frente a se-
talcomplejo de mitología y virtud en el corazón! Sin em- mejantes cadáveres, derecho a la vida! Que muchos vivan
bargo, han de salir a la luz pública, aunque la mayoría se
y esos pocos no vivan más no es más que una brutal ver-
mofe de ellos. Así, pues, he de decir: la Historia recalca dad, es decir, una estupidez irremediable, un torpe «así
siempre: «eso fue una vez»; la moral dice: «no debéis» o es» frente al imperativo moral «así no debería ser». ¡Sí,
«no deberíais haber hecho esto». De este modo se trans- frente a ese imperativo moral! Porque háblese de la vir-
forma la Historia en compendio de la inmoralidad de lo tud de la que se hable, ya se la justicia, la generosidad, el
dado. ¡Cuánto se engañaría el que considerara la Historia valor, la sabiduría o la compasión del hombre, en todas
como juez de esta inmoralidad de lo efectivamente dado! partes éste es virtuoso en tanto que se rebela frente a ese
Por ejemplo, es ofensivo a la moral que un Rafael tuvie- poder ciego de los hechos, frente a la tiranía de lo real y
ra que morir a los treinta y seis años de edad. Un ser se- se somete a leyes que no son las que rigen las fluctuacio-
mejante no debería morir. Si queréis acudir en ayuda de

56
En este caso Nietzsche nos remite (sirte ira et studio: sin indigna- 57
Naturaleza creativa a diferencia de natura naturata o naturaleza
ción ni compromiso) a la famosa frase de Tácito (Armales, I, Madrid, creada.
Gredos, 1980. Trad. J. L. Moralejo Famosa) que describía su aproxi- 58
Cfr. J. W. von Goethe, Conversaciones con Eckermann. Véase
mación a la historia romana. nota 13.

112 113
nes de la Historia. Nada así siempre contra las olas de la —en el caso de que haya todavía tiempos venideros, enten-

Historia, ya sea luchando contra esas pasiones que no didos en sentido cultural. Precisamente a este respecto
son sino la inmediata estupidez de lo dado de su exis- permanente una grave duda. Al lado del hombre moder-
tencia u obligándose a la sinceridad, mientras la mentira no se encuentra su ironía sobre sí mismo, su conciencia de
teje a su alrededor sus brillantes redes. Si la historia no vivir en un estado de ánimo historicista y algo así como
fuese más que «el sistema universal de la pasión y del crepuscular: su miedo a no poder salvar completamente
error», el hombre tendría que leerla como Goethe acon- nada de sus esperanzas y fuerzas de su juventud en el fu-
sejó leer el «Werther»
59
es decir, como si gritase: «sé un
,
turo. Aquí y allá se llega incluso más lejos: al cinismo. Un
hombre y no me sigas!» Afortunadamente, la Historia cinismo que justifica la marcha entera de la Historia e in-
también conserva la memoria de los grandes luchadores cluso del desarrollo total del mundo para el propio uso
contra la Historia, esto es, contra ese ciego poder de lo del hombre moderno, es decir, como en el canon cínico:
real, exponiéndose por ello ella misma a la acusación de todo tuvo exactamente que ocurrir como justo es ahora y
destacar justo como naturalezas propiamente históricas de ningún modo podría haber sido el hombre diferente a
aquellas que se preocupan muy poco por el «así es», como ya es; frente a este imperativo, nadie puede rebe-
para seguir más bien, con orgullo jovial, un «así debe larse. En la complacencia de un cinismo semejante, se re-

ser». Aquello que les impulsa sin cesar no es el pensa- fugia el que no puede aguantar en la ironía. Además, el
miento de llevar su linaje a la tumba, sino de fundar uno último decenio le ofrece una de sus más bellas invencio-
nuevo. Y si han nacido ellos mismos como vástagos tar- nes de regalo, una fórmula redonda y completa de este ci-
díos, existe también un modo de vivir que hace olvidar nismo; ésta alude a- una determinada manera «conforme
esto. Las generaciones venideras les conocerán como pri- al tiempo» y completamente sin inconvenientes para vivir
60
micias (Erstlinge) . «la completa entrega de ,1a personalidad al proceso del
mundo». ¡La personalidad y el proceso del mundo! ¡El
proceso del mundo y la personalidad de la pulga! ¿Esta-
9 mos condenados a oír eternamente las hipérboles de todas
las hipérboles: palabra universo, universo, universo,
la
¿Es acaso nuestro tiempo una «primicia» semejante? cuando cualquiera, sin embargo, sinceramente, debería
Efectivamente, la vehemencia de su sentido histórico es hablar del hombre, del hombre, sólo del hombre? ¿Here-
tan grande y se expresa de un modo tan universal y ab- deros de los griegos y romanos? ¿Del cristianismo? Esto
solutamente ilimitado que, por lo menos, en este punto, no es nada para esos cínicos, pero... ¡herederos del pro-
los tiempos venideros alabarán este carácter primerizo ceso del mundo, cúspide y meta del proceso del mundo!
¡Sentido y solución de todos los enigmas del devenir en
general, expresados en el hombre moderno! ¡El fruto más
maduro del árbol de la ciencia!... A esto lo llamo yo un
59
Nietzsche, claro está, se refiere aquí a la célebre novela de Goe-
sentimiento sublime. A través de esta imagen tienen que
the Die Leiden des jungen Werthers (1775) (Las penas del joven Werther, Ma-
reconocerse los primerizos de todas las épocas, aunque
drid, Cátedra, 1983, Trad. M. J. González).
60
Obsérvese cómo Nietzsche juega con los términos Spatlingy Ers- hayan venido los últimos. Nunca voló tan lejos la discipli-
tling. na histórica, aunque lo soñara; pues la Historia humana

114 115
es ahora sólo la continuación de la Historia de los ani- cupación de los moralistas, de los artistas, de los piadosos,
males y plantas, incluso en las más oscuras profundidades incluso de los hombres de estado. Pero hoy ello nos debe
del mar encuentra lo histórico-universal las huellas de sí por una vez alegrar ya que los vemos reflejado en el re-
mismo con mucosidad viviente. Sorprendida por el mila- luciente espejo mágico de un parodista filosófico en cuya ca-
gro del enorme camino que el hombre ya ha recorrido, la beza el tiempo ha tomado por fin conciencia irónica de sí
mirada vacila ante esta todavía sorprendente- maravilla, mismo llegando, en realidad, hasta «lo demencial», utili-
ante el mismo hombre moderno que capaz de com-
es zando las palabras de Goethe. Hegel nos ha enseñado
prender este camino. Se yergue éste, pues, desde la altu- que «cuando el espíritu da un salto, los filósofos también
ra y orgulloso de sentirse en la pirámide del proceso del estamos presentes» 62 Así nuestra época dio un salto a la
.

mundo y, colocando en lo más alto la clave de bóveda de autoironía, y ¡contemplad!: ahí estaba entonces presente
su conocimiento, parece gritarle a la naturaleza que le K. von Hartmann para escribir su famosa filosofía del in-
está escuchando a su alrededor: «estamos en la cima, so- consciente 63 — o, dicho más claramente, su filosofía de la
mos la cima, somos la naturaleza consumada». ironía inconsciente. Raramente una invención
se ha leído
¡Tú deliras, orgullosísimo europeo del siglo diecinueve! más graciosa y una tontería más filosófica que la de Hart-
Tu saber no ha llevado a la consumación de la naturale- mann. Quien no ha sido ilustrado por él sobre el devenir,
za, sino que destruye la tuya propia. Mide sólo durante o, más aún, no ha llegado interiormente a este orden, no
un instante tu altura como cognoscente en comparación está, en verdad, todavía a punto y maduro para serlo.
con tu capacidad de actuar. Cierto, asciendes hasta los ra- Principio y meta del proceso del mundo, desde los pri-
yos del sol del saber hacia el cielo, pero también caes ha- meros escalones de la conciencia hasta el retomo a la
cia abajo, hacia el caos. El modo que tienes de caminar, nada, incluida la tarea exactamente determinada de nues-
de escalar como cognoscente, es tu fatal destino. Tu sue- tra generación con respecto al proceso del mundo, todo
lo y todo terreno firme se retiran a lo incierto. No te que- ello queda representado en tomo a la ingeniosa e inven-
dan más apoyos en la vida, tan sólo telarañas desgarra- tada fuente de inspiración del inconsciente iluminada en
das 61 que surgen cada vez que intentas aferrarte a algo tomo apocalíptico, e imitado con una seriedad tan enga-
con tu conocimiento. Pero dejemos de hablar en tono se- ñosamente honrada, como si se tratara de una filosofía se-
rio, pues es posible decir algo más jovial. ria y no sólo de una broma. Toda esta serie de rasgos co-
Todo este desgarramiento frenético y continuo, la des- loca a su creador como uno de los primeros filósofos pa-
composición de todos los fundamentos, su disolución en rodistas de todos los tiempos. Rindamos sacrificio, pues, a
un devenir siempre fluido y disolutor, ese incansable em- su altar, dediquémosle a él, inventor de la verdadera me-
peño histórico de tejer e historiar todo aquello devenido dicina, un rizo de pelo, adoptando el modo de expresarse
del hombre moderno, esa gran araña crucera en los nu-
dos de la red cósmica... esto puede ser ocupación y preo-

62
G. W. F. Hegel, Einleitung in die Geschichte der Philosophie, ed., Jo-
hannes Hóffmeister, Félix Meiner Verlag, Hamburg, 1966 (Introducción
61
Temática ya abordada en El nacimiento de la tragedia, cap. XV: a la historia de la filosofía, Madrid, Aguilar, 1989. Trad. Eloy Terrón).
«La red del hombre teórico». 63
Von Hartmann, E.: Philosophie des Unbewussten, Berlín, 1869.

116 117
de Schleiermacher64 para mostrar admiración. Pues, ¿qué este tiempo haya progresado a una etapa cultural mucho
medicina sería más eficaz frente al exceso de formación más importante que la del nacimiento del genio». Es de-
histórica que la parodia hartmanniana de toda la Historia cir, en realidad, esa etapa del desarrollo social en la que

universal? todo trabajador «puede acceder a una confortable existen-


Si se quisiera expresar abruptamente lo que Hartmann cia con una jomada de trabajo que le permite suficiente
proclama desde de ese vaporoso trípode de la iro-
lo alto ocio para su formación intelectual». ¡Oh, picaro de todos
nía inconsciente, habría que decir que, según su opinión, los picaros!, no expresas más que los anhelos de la huma-

nuestro tiempo debe ser tal y como ya es, aunque la hu- nidad del presente, pero sabes igualmente qué tipo de es-
manidad llegue así al más perfecto hastío existencial. Algo pectro se esconde detrás de toda esta vejez de la humani-
que, desde luego, aprobamos de todo corazón. Y es que dad como resultado de esa formación intelectual encami-
toda esa espantosa osificación de la época, este febril chas- nada a pura mediocridad: el hastío. A la vista está la
la

quido de huesos —
tal y como David Strauss nos ha des- miseria, pero habrá mucha más miseria todavía, pues «a
crito ya ingenuamente como la más bella realidad
65
es — la vista está que el anticristo gana cada vez más terreno»;

justificada por Hartmann no únicamente desde atrás, ex pero esto tiene que ser así, las cosas tienen que evolucionar en
causis efficientibus, sino incluso desde delante, ex causa Jinali
66
.
este sentido, porque con todo ello estamos en el buen ca-

Desde lo alto del día del juicio final nuestro picaro ilumi- mino... del hastío existencial. «Por ello, poderosos hacia
na con su rayo de luz nuestro tiempo y allí se encuentra adelante en el proceso del mundo como trabajadores en el
con que éste ya es perfecto, pero perfecto, claro está, para viñedo del Señor, porque sólo el proceso es lo que puede
67
el que quiera sufrir en lo posible toda esta indigestión vi- conducir a la liberación» .

tal y ansíe con avidez ese día del juicio final. Esto es lo ¡El viñedo del Señor! ¡El proceso! ¡Hacia la liberación!

que Hartmann denomina «la época de la humanidad», ese ¿Quién no ve y escucha en estas palabras la formación his-
tiempo de vejez al que la humanidad ahora se aproxima. tórica que únicamente conoce la palabra «devenir», tal y

De su descripción se deduce que esta situación venturosa como se disfraza intencionalmente en esta deformidad pa-
es concebida como una época donde no habrá más que ródica diciendo, a través de esta máscara grotesca, las co-
«pura mediocridad» y donde el arte será lo que «para el sas más disparatadas sobre sí misma? Porque, ¿qué exige

corredor de bolsa berlinés es quizá, por la noche, la far- realmente esta picara llamada a los trabajadores en el vi-
sa», una época donde «el genio ha dejado de representar ñedo? ¿En qué trabajo deben avanzar poderosamente?
una necesidad de la época, porque esto significaría algo O, para decirlo en otras palabras, ¿qué cosa le queda por ha-
parecido a echar margaritas a los cerdos o quizá porque cer a estehombre históricamente formado, que ha nadado
y se ha ahogado en el río del devenir, al moderno fanático
del proceso, para cosechar, finalmente, un buen día ese
hastío, la deliciosa uva de ese viñedo? Digámoslo nosotros:
64
Friedrich Daniel Emst Schleiermacher (1768-1834), el impor-
tante teólogo y filósofo alemán e influyente pensador del protestantis-
mo del siglo xix. 67
65
Alusión a su primera intempestiva: David Esta alusión hace referencia a la conocida parábola evangélica
Strauss, el confesor y el es-

critor.
(Mateo 20, 1-16) de «los trabajadores enviados a la viña» ya utilizada
66
«Causa eficiente», «causa final» por Kant y Hegel.

118 119
no tiene otra cosaque hacer que seguir viviendo tal y
¿Contradiría esto el gran parodista alemán? Es cierto que,
como ha vivido hasta ahora, amando lo que ha amado,
él
según su explicación, nos acercamos a «ese estado ideal»,
odiando lo que ha odiado, leyendo lo que ha leído... Para
donde la raza humana hace su Historia conscientemente,
él sólo hay un pecado: vivir de manera diferente a como
pero, sin embargo, es evidente que aún estamos bastante
hasta ahora ha vivido. Y cómo ha vivido hasta ahora nos
alejados de ese ideal en el que la humanidad lea el libro
lo dice con claridad meridiana esa conocida página impre-
de Hartmann conscientemente. Si acontece esto, entonces
sa en grandes caracteres que ha sumido a esta muchedum-
ningún hombre ya pronunciará de sus labios la palabra
bre de la formación «conforme al tiempo» en un ciego en-
«proceso del mundo» sin sonreír, pues se tendrá presente
cantamiento y en un delirio loco, porque en estas frases
aquel tiempo donde se escuchaba, difundía, combatía, ve-
creía leer su propia justificación y, en verdad, su justifica-
neraba, propagaba y canonizaba el paródico evangélico de
ción apocalípticamente alumbrada. Pues a cada individuo,
Hartmann con toda la honradez de aquel «german mind»
el inconsciente parodista exigía «querer la total entrega de
e, incluso, con la «torva seriedad de la lechuza», como di-
la personalidad al proceso del mundo, por su fin, por la li-
ría Goethe. Pero el mundo tiene que seguir adelante, no
beración del mundo». Dicho en términos más claros y pre- puede alcanzarse soñando, hay que luchar por él, con-
cisos: «la afirmación de la voluntad de vivir es proclamada
quistar ese estado ideal, y sólo a través de la jovialidad
provisionalmente como la única cosa razonable; pues sólo
puede descubrirse el camino de la liberación, la liberación
en entrega total a la vida y sus dolores, aunque no a tra-
la
de esa equívoca seriedad crepuscular de lechuza. Llegará
vés de la renuncia cobarde personal y el abandono, puede
el tiempo en que dejaremos sabiamente de lado todas esas
hacerse algo por el proceso del mundo», «el anhelo del re-
construcciones de «procesos del mundo» o de la «Historia
chazo de la voluntad individual es no menos estúpido y
humana», un tiempo en el que no se considerará a la ma-
vano, incluso más estúpido que el suicidio». «El lector que
sas, sino de nuevo a los individuos, los cuáles forman una
reflexione comprenderá, sin explicaciones añadidas, cómo
especie de puente sobre la desértica corriente del devenir.
se formaría una filosofía práctica organizada según estos
Estos, lejos de continuar ningún proceso, vivirán un pre-
principios, y cómo esta filosofía no puede contener desave-
sente intemporal, porque gracias a la Historia, que permi-
nencias, sino sólo la reconciliacióncon la vida».
te tal cooperación, viven como esa república de genios de
que reflexiona comprenderá...! ¿Y se podría
¡El lector
la que hablaba Schopenhauer: un gigante llama a otro a
malinterpretar a Hartmann? ¡Qué exageradamente gracioso
través de los desiertos intersticios de los tiempos, y, sere-
es que se le malinterprete! ¿Deberían ser los alemanes ac-
namente, en medio de la ruidosa petulancia de enanos que
tuales más sutiles? Un honrado inglés echa de menos en ellos
gruñen debajo de ellos, continúa el diálogo de espíritus en
«delicacy of perception», atreviéndose a decir, incluso, que
las alturas. La tarea de la Historia consiste en ser la me-
«in the Germán mind there does seem to be something
68 diadora de éstos, prestando sus fuerzas y proporcionando
splay, something blunt-edged, unhandy and infelicitous» .

cada vez más un lugar para la producción de grandeza.


No, la meta de la humanidad no puede ubicarse en el fi-
69
nal, sino sólo en sus más excelsos ejemplares .

68
«En el espíritu alemán parece haber algo sin gracia, de corte
torpe, desmañado, impropio». 69
Referencia a la obra de Schopenhauer, Neue Paralipomema.

120
121
se empiece a comprenderte, a ti, inconsciente incompren-
Frente a esto, nuestro alegre personaje responde lo si-
dido. Pero si, a pesar de esto, tuviera que venir podero-
guiente con esa dialéctica sorprendente que es tan autén-
samente el hastío, tal y como tú has profetizado a tus lec-
tica comoadmirables son sus admiradores: «de la misma
tores, si tú tuvieses razón con tu descripción del presente
manera que
evolución
sería poco compatible con el concepto de
atribuir al proceso universal una infinita dura-
y del futuro —
y nadie como tú ha despreciado ambos, ni
ción en el pasado, porque en ese caso toda evolución ima-
con tanta náusea —
entonces estaré preparado para votar
,

con la mayoría de la manera por ti propuesta para que


ginable ya tendría que haber transcurrido, lo cual no es
exactamente el próximo sábado a las doce de la noche se
el caso de tal modo no podemos conceder
(¡oh, picaro!),
acabe tu mundo. Y que nuestro decreto concluya así: a
al proceso una infinita duración en el futuro: en ambos
partir de mañana el tiempo dejará de existir y no habrá
casos se invalidaría el concepto de evolución hacia una
más periódicos 72 Tal vez no se produzca ningún efecto y
.

meta (¡ah, otra vez picaro!) y convertiría el proceso del


hayamos decretado en vano. Bien, en ese caso al menos,
universo en algo así como el tonel sin fondo de las Da-
nos quedará tiempo para realizar un bello experimento.
naides 70 La completa victoria de lo lógico sobre lo ilógi-
.

71 Tomaremos una balanza y colocaremos sobre uno de los


co (¡picaro de picaros! ) debe, sin embargo, coincidir con
platillos el inconsciente de Hartmann y sobre el otro su
el fin temporal del proceso del universo, con el juicio fi-
proceso universal. Hay gente que cree que ellos pesarán
nal». No, espíritu claro y burlón; mientras lo ilógico reine
lo mismo, pues en cada uno de los platillos quedaría
como lo hace hoy en día, mientras, por ejemplo, pueda
igualmente una mala palabra y una buena broma. Una
hablarse aún de «proceso universal» con el asentimiento
vez que hayamos entendido la broma de Hartmann, na-
general como tú lo haces, el día del juicio está todavía le-
die usará sus palabras acerca del «proceso universal»,
jos,pues todavía existe en la tierra demasiada jovialidad,
como no sea bromeando. De hecho, ya es hora de entrar
todavía florecen no pocas ilusiones, por ejemplo, la ilusión
en batalla con un ejército entero de malicia satírica con-
de tus contemporáneos respecto a ti; no estamos todavía
tra las aberraciones del sentido histórico, contra ese delei-
maduros para ser arrastrados a tu nada, porque nosotros
te excesivo enproceso en detrimento de la existencia y
el
creemos que las cosas serán aún más alegres una vez que
de la vida, el desplazamiento irreflexivo de todas
contra
las perspectivas. Y nosotros siempre alabaremos al autor
de la filosofía del inconsciente por ser el primero en lo-

70 grar sentir con éxito lo ridículo de la representación del


Las Danaides, hijas del rey Dánao, fueron obligadas a casarse
con sus primos de Egipto. En la noche de bodas, todas excepto una, «proceso universal» y apreciarlo incluso más claramente a
Hipermestra, asesinaron a sus maridos por lo que se las condenó en el través de la peculiar seriedad de su presentación. ¿Para
Hades a rellenar con agua por toda la eternidad un tonel agujereado. qué existe el «mundo»? ¿Para qué existe la «humanidad»?
Este tema es tratado por Esquilo en la tragedia Suplicantes. También
Estas son preguntas que por ahora no nos interesan, a
Schopenhauer realiza alguna referencia a este mito. Por último, en De
Rerum Natura (III, 1007-1010), Lucrecio utiliza dicha imagen para ex-
menos que queramos ser más alegres y joviales en el es-

presar la angustia desenfrenada de la ambición en contraposición con cenario del mundo que toda la presuntuosidad de esos pe-
la vida feliz epicúrea.
Nietzsche aquí parafrasea un texto de la ópera Barbiere de Rossi-
71

ni (aquí se dice «barbero de todos los barberos»). He encontrado la re- 72


Juego de palabras entre ¿jeit (tiempo) y ^eitung (periódico).
ferencia en Janz, C. P.: Friedrich Nietzsche, vol. II, ob. cit., pág. 233.

123
122
queños reptiles llamados hombres. Por eso más bien pre- mos esto, también tendremos que reconocer que en tanto

gúntate para qué existes tú, el individuo, y si nadie pue- que existen estas leyes en la Historia, no poseen ningún
de decírtelo, entonces intenta en algún momento justificar tipo de valor, no valiendo la Historia entonces para nada.
el sentido de tu existencia a posteriori, fijando una finali- Sin embargo, es precisamente este tipo de historia el que
dad, una meta, un «para esto» un «para esto» elevado y hoy en día es más apreciada: la que toma los grandes im-
noble. Y perece en el intento —yo no conozco que exis- pulsos y fuerzas de las masas como el elemento histórico
ta mejor finalidad de la vida que perecer intentando lo más importante y fundamental y considera a todos los
grande y lo imposible: animae magnae prodigus. Si, por otro grandes hombres sólo como su más clara expresión, bur-
lado, las doctrinas del soberano devenir, de la fluidez de bujas que se van haciendo cada vez más visibles en la su-
todos los conceptos, tipos y especies, de la falta de toda perficie de la marea. De ahí que la masa tenga que en-
diferencia cardinal entre hombre y animal —doctrinas gendrar de sí misma lo grande, es decir, el orden del caos
que considero verdaderas a la vez que mortíferas — si- para, al final, naturalmente, terminar entonando un him-
guen siendo difundidas a la gente durante mucho más no a la masa capaz de producir. Entonces se llama «gran-
tiempo dentro del marco educativo actual, entonces nadie de» justo a todo aquello que ha movido durante mucho
deberá sorprenderse si esa gente sucumbe a la estrechez y tiempo a esta masa y, como se dice, ha sido «un poder
mezquindad, a la petrificación y al egoísmo, esto es, que histórico». ¿No justamente esto confundir inten-
significa
se desintegren y dejen de ser personas. Puede entonces cionalmente cantidad con calidad? Cuando una tosca
que surjan en la arena del futuro sistemas de egoísmos in- masa ha encontrado algún pensamiento perfectamente
dividuales, asociaciones con fines de explotación rapaz de adecuado, por ejemplo, un pensamiento religioso, lo de-
no asociados u otras creaciones similares de vulgaridad fiende obstinadamente, y lo continúa arrastrando a través
utilitaria. Para comenzar a despejar el terreno de estas de los siglos, debe entonces el fundador y descubridor de
creaciones se siguen escribiendo y buscando las leyes de la ese pensamiento convertirse en alguien grande. Pero ¿por
Historia desde el punto de vista de las necesidades deri- qué? Lo más noble y elevado no actúa completamente so-
vadas de las masas, esto es, según las leyes del movimien- bre las masas. El éxito histórico del cristianismo, su poder
to de las capas arcillosas más bajas de la sociedad. Sin histórico, su tenacidad y perdurabilidad históricas, todo
embargo, las masas sólo me parecen un modelo útil en esto afortunadamente no demuestra nada en cuanto a la
tres sentidos. En primer lugar, como copias borrosas de grandeza de su fundador, del mismo modo que tampoco,
los grandes hombres, aunque copias realizadas sobre un en el fondo, demostraría nada en su contra. Pero entre
mal papel y con arquetipos ya gastados; en segundo lugar, éste y una oscura y muy
ese éxito histórico se interpone
como resistencia frente a lo grande; y, en último lugar, terrenal capa de pasiones, errores, avidez de poder y de
como instrumento de lo grande. Por lo demás, ¡al diablo gloria, de fuerzas del imperium Romanum que siguen ac-
con ellas y sus estadísticas! ¿Cómo que hay leyes en la tuando. Una capa, en definitiva, de la que el cristianismo
Historia, según demuestran las estadísticas? ¿Leyes? Sí, ha recibido todo ese sabor y vestigio terrenal y que posi-
pero lo que demuestran no es sino lo general y angustio- bilitó su supervivencia en este mundo, ofreciéndole su es-

samente uniforme que es la masa. ¿Se deben llamar leyes tabilidad. Lo grande no debe depender del éxito. Demós-
a los efectos de la fuerza de la gravedad, la tontería, el re- tenes tuvo grandeza, pese a no tener éxito. Y los más pu-
medo, el amor y el hambre? De acuerdo, pero si admiti- ros y veraces partidarios del cristianismo han puesto más

124 125
en duda y obstaculizado más que promovido su éxito te- truir nudos y sordos y deseos o encauzarlos ha-
instintos
rrenal, su llamado «poder histórico», pues solían ubicarse cia un egoísmo más refinado. In summa: ahora el
hombre,
«fuera del mundo» sin preocuparse apenas por el «proce- según palabras de E, von Hartmann, puede pensar en
so de la idea cristiana». Por esta razón, la mayoría de «una instalación práctica y confortable mirando el futuro
ellos han permanecido completamente desconocidos y no serenamente dentro de esta patria terrenal». El mismo es-
mencionados en la historia. Dicho cristianamente: el dia- critor llama a este período: «la edad madura de la huma-
blo no es sino el regente y el maestro del éxito y del pro- nidad», burlándose con ello de lo que ahora se llama
greso; él es, en todos los poderes históricos, el poder pro- «hombre», como si bajo esta palabra sólo se entendiese
piamente hablando y por ello lo seguirá siendo en lo este desilusionante egoísmo; luego, profetiza que después
esencial, pese a que esto pueda sonar mal en los oídos de de tal «edad madura» vendrá además una correspondien-
una época que está acostumbrada a la divinización del te «edad anciana» que la completará. Profecía manifiesta-
éxito y del poder histórico. Pues ésta se ha ejercitado, mente descalificadora a través de su burla de nuestros an-
efectivamente, en bautizar de nuevo a las cosas e, inclu- cianos contemporáneos, pues habla de esa perspectiva
so, en cambiar de nombre al mismo diablo. Esta es cier- madura desde la que éstos «rememoran todos sus desor-
tamente la hora de un gran peligro: los hombres parecen denados sufrimientos desencadenados a lo largo de su
estar a punto de descubrir que el egoísmo de los indivi- vida pasada y comprenden la vanidad de las, hasta aho-
duos, de los grupos o de las masas ha sido en todos los ra, presuntas metas de sus esfuerzos». No nos engañemos:

tiempos la palanca de los movimientos históricos. No sólo a esta madurez humana formada históricamente con este
nadie se intranquiliza con este descubrimiento, sino que astuto egoísmo no corresponde sino una ancianidad que
se decreta: «el egoísmo debe ser nuestro Dios». Con esta con repugnante avidez e indignidad se aferra a la vida e,
nueva fe se dispone con intencionalidad manifiesta a ins- incluso, un último acto en el que
tituir la Historia futura sobre el egoísmo: debe ser sólo un

egoísmo inteligente, uno que se imponga a sí mismo al- Concluye esta Historia singularmente cambiante/ como se-
gunda total olvido,/ sin ojos, sin dientes, sin gusto ni
gunas restricciones con el fin de establecerse sobre una infancia,

nada 73
base duradera; un egoísmo que, por esta razón, estudie la
.

Historia precisamente para aprender a conocerse en su


modalidad no inteligente. En este estudio se ha aprendi- Pese a todo, dejemos de lado cualquiera de esos peli-
gros que se ciernen sobre nuestra vida y nuestra cultura
do que al Estado corresponde toda una particularmente
importante misión dentro de este sistema universal de por el lado de estos repugnantes ancianos sin dientes y sin
gusto, o bien por el de esos llamados «hombres» de Hart-
egoísmos a fundar: debe convertirse en el patrono de to-
dos los egoísmos inteligentes para protegerlos con su po-
mann: contra ambos queremos con nuestra dentadura
der militar y policial de todas las irrupciones de egoísmos completa defender el derecho de nuestra juventud. Porque
no inteligentes. Para este mismo fin, se tendrá cuidado de
cómo se introduce la historia — de los hombres y los ani-
males — en estas peligrosas, y por tanto incultas, masas y 73
Referencia a la obra escrita por W. Shakespeare en 1599 Asyou
capas populares trabajadoras, pues se sabe que un grani- like it (Comogustéis, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1948. Trad. Luis As-

to de formación histórica puede, en esta situación, des- troria), acto II, escena VII.

126 127
no nos cansaremos desde nuestra juventud de defender el más; ha olvidado la vergüenza superflua y se acerca paso
futuro frente a esos iconoclastas esforzados en destruir las a paso a ese «hombre» y «anciano» de Hartmann. Ade-
imágenes del futuro. En esta lucha tendremos que hacer más, debe llegar a convertirse en ellos, pues éste es, justa-
una comprobación particularmente terrible: que los excesos mente, el sentido de la «completa entrega de la persona-
del sentido histórico que padece el presente se fomentan, animan y lidad al proceso del mundo» que ahora se exige tan cíni-
utilizan intencionalmente. Se utilizan estos excesos frente a la camente (por su fin, por la liberación del mundo, como
juventud con el fin de domarla mediante esa general ma- nos asegura ese picaro de E. von Hartmann). Ahora bien,
durez viril del egoísmo, se los utiliza para destruir la na- la voluntad y objetivo de esos «hombres», de esos «viejos»

tural resistencia de la juventud a esa iluminación transfi- de Hartmann, difícilmente será la liberación del mundo,
guración mágico-científica al servicio de ese egoísmo viril pues ciertamente el mundo sería más libre si se überase
y, al mismo tiempo pueril. Ya se sabe ciertamente lo que
de estos hombres y ancianos. Porque entonces llegaría el
la historia es capaz de lograr en virtud de una cierta pre- reino de la juventud.
ponderancia, esto se sabe muy bien. Puede llegar a desa-
rraigar los instintos más poderosos de la juventud: su fue-
go, su orgullo, el olvido de sí mismo, el amor...; puede lle- 10
gar también a apagar el calor de su sentimiento de
justicia, suprimir o reprimir lentamente la avidez de ma- ¡Al llegara este punto, pensando en la juventud, gritó:
durez por el ansia opuesta de convertirse en alguien rápi- ¡tierra!, ¡Basta ya de toda esa peregrinación ex-
¡tierra!...

damente preparado, útil, productivo; puede también que- traviada y de esa búsqueda impetuosa a través de oscuros
brar a través de la duda la sinceridad y audacia de los mares extraños! Ya se divisa en el horizonte una costa.
sentimientos; incluso es capaz de engañar a la juventud No nos importa cómo ésta sea, pues tenemos que desem-
en aquello que es su más bello privilegio: su fuerza para barcar. Y el peor puerto será siempre mejor que volver a
implantar en sí, con plenitud de fe, una idea grande y ha- dar tumbos en esa infinitud escéptica carente de esperan-
cerla brotar desde sí misma aún con más fuerza. Una zas. Desembarquemos en tierra firme; ya más tarde en-
cierta preponderancia- de la historia es capaz de hacer contraremos mejor puerto y facilitaremos el acceso a los
todo lo que hemos dicho, pues este exceso desplaza sin que vengan después.
cesar las perspectivas del hombre, transforma su horizon- Peligroso y accidentado ha sido nuestro viaje. ¡Qué le-
te y suprime esa atmósfera envolvente, sin permitir actuar jos estamos ahora de esa tranquila contemplación con la
ni sentir de nuevo de manera no histórica. Entonces, no le que al comienzo vimos nuestra nave hacerse a la mar! Si-
cabe otra salida que la de retirarse de esta infinitud del guiendo el rastro de los peligros de la historia, nos hemos
horizonte para, replegándose sobre sí mismo, encerrarse encontrado a nosotros mismos expuestos de semejante
dentro del más pequeño recinto egoísta y atrofiarse. Pro- modo a tales peligros; porque llevamos todavía en nuestro
bablemente llegue a ser inteligente, pero nunca sabio. Ha interior las mismas huellas de ese padecimiento que ha
dejado de dialogar consigo mismo para empezar a calcu- sobrevenido a los hombres de épocas recientes a causa del
lar y acomodarse a los hechos, no se subleva, parpadea y exceso de historia. Precisamente este ensayo manifiesta
comprende la necesidad de buscar su propio provecho o — no me lo quiero de ningún modo ocultar —
en su críti-
el de su partido en las ventajas o desventajas de los de- ca desmedida, en su humanidad inmadura, en el frecuen-

128 129
te tránsito de la ironía al cinismo, del orgullo al escepti- manes hasta ahora no han tenido cultura, pese a todo lo
cismo, justo su carácter moderno, el carácter propio de la que ellos puedan hablar y enorgullecerse. Estos encontra-
personalidad débil. Aún así, confío en el poder inspirador rán la complacencia general de los alemanes en su «edu-
que, a falta de un genio, conduce mi nave. Confío así en cación» justo tan increíble y estúpida como para nosotros
75
que la juventud, me haya guiado correctamente al obligar- el «clasicismo» reconocido hace tiempo de Gottsched o
76
me a protestar contra la educación histórica de la juventud del hom- la estimación de Ramler como el Píndaro alemán. Qui-
bremoderno y a sostener la tesis de que el hombre debe zá ellos juzgarán que toda esta cultura no ha sido más

aprender, saber todo, a vivir y utilizar la historia única- que una especie de saber sobre la cultura, aparte de un
mente al servicio de Se tiene que ser joven
la vida aprendida. saber bastante falso y superficial. En realidad falso y su-
para comprender esta protesta. Y, en realidad, dada la porque no sólo se sustentaba la contradicción en-
perficial

actual canosidad de nuestra juventud actual, hay que ser tre vida y conocimiento, sino porque no se acertaba a ver
bastante joven para sentir contra qué se protesta real- lo característico de la formación de los pueblos de verda-

mente. En mi ayuda quiero tomar un ejemplo. En Ale- dera cultura, a saber: que únicamente de la vida puede
mania, no hace mucho más de un siglo, se despertó en al- crecer y brotar la cultura, mientras que, entre los alema-
gunos hombres jóvenes un instinto natural para lo que se nes, se trata a ésta como una vulgar flor de papel, o se la
77
Uama poesía. ¿Se puede llegar a pensar quizás que las ge- recubre de azúcar convirtiéndola en mentirosa y estéril .

neraciones precedentes a su propio tiempo no hablaron La educación de la juventud alemana, empero, proviene
de un arte que les resultaba extraño y antinatural? Se co- de este concepto de cultura mentiroso y estéril. ¿Su meta?
noce lo contrario: que lucharon, escribieron y reflexiona- Aparentemente pura y elevada, no es en absoluto el hom-
ron con todas sus fuerzas sobre la «poesía». Palabras so- bre formado para la libertad, sino el erudito, el hombre
bre palabras, palabras, palabras... Este despertar a la vida científico, en verdad el hombre científico que con mayor

de una palabra no trajo consigo la muerte de los creado- rapidez es utilizable y que se coloca alejado de la vida
res de palabras; en cierto sentido, viven aún; pues si, para reconocerla con claridad. ¿Y su resultado? Conside-
como Gibbon 74 dice, hace falta tiempo, pero mucho tiem- raba desde el estricto punto de vista empírico, no es otro
po para que un mundo perezca, nada salvo el tiempo que la educación histórico-estética del filisteo, ese precoz
mismo, pero nada salvo mucho más tiempo, hará falta charlatán de nuevos modos que divaga sobre el Estado, la
para que en Alemania, «el país del poco a poco», un fal-
so concepto se desmorone. Sin embargo: ahora hay tal
vez cien hombres más que hace cien años que saben lo 75
Johann Christoph Gottsched (1700-1766), teórico literario y crí-
que es la poesía. Tal vez cien años después habrá de nue- tico que introdujo los modelos del clasicismo francés al gusto germáni-
vo cien personas más que habrán aprendido en este trans- co. Su obra más importante Versuch einer kritíschen Dichthmst Jur Deutschen

curso de tiempo lo que significa la cultura y que los ale- se publicó en 1730.
76
Karl Wilhelm Ramler (1725-1798), poeta alemán y director del
Teatro Nacional.
77
Alusión al prefacio del Hiperión de Hólderlin: «Quien se limite a
74
Posiblemente se refiera a la obra cumbre de este historiador: La aspirar el perfume de esta flor mía no llegará a conocerla, pero tam-
(Madrid, Tumer, 1984). Nietzsche poco la conocerá quien la corte sólo para aprender de ella» (Madrid,
decadenáa y caída del imperio romano
poseía entre sus libros también su Autobiografía. Hiperión, 1976, pág. 21. Trad. J. Munárriz).

130 131
Iglesia y el Arte, ese sensorium de miles de sensaciones, ese un sistema vital relacionado con las propias experiencias
estómago insatisfecho que no sabe lo que es hambre ni queda en realidad aturdido y asimismo anestesiado por
sed de verdad. Que esta educación con esa meta y ese re- medio de esa exuberante ilusión, como si en unos pocos
sultado es antinatural, esto lo siente sólo quien todavía no años fuera posible resumir dentro de uno mismo todas
ha sido suficientemente preparado por ella, esto sólo lo esas elevadas y extrañas experiencias de los tiempos pasa-
siente el instinto de la juventud, porque ésta aún posee el dos, por no decir de los tiempos más grandes. Se trata de
instinto natural que esta educación destroza artificial y ese mismo método que absurdamente conduce a nuestros
poderosamente. Pero quien por su parte quiera derrum- jóvenes artistas todavía en formación por los museos y ga-
bar esta educación, tendrá que hablar el lenguaje de la lerías de arte en lugar de conducirles al taller de un maes-

juventud, deberá iluminar la inconsciente resistencia de tro y, sobre todo, al único taller de la única maestra real,
ésta con la luminosidad de los conceptos, así como con- la naturaleza. ¡Cómo si la transitoriedad de ese paseante

ducirla a una conciencia que hable alto y fuerte. ¿Cómo por la historia del pasado pudiese penetrar en todas sus
logrará alcanzar tan extraño fin? técnicas y sus artes, en su rendimiento vital! ¡Cómo si la
Sobre todo mediante la destrucción de esa superstición vida misma no fuera una técnica que tuviera que ser
que cree en la necesidad de este proceder educativo. Pare- aprendida y ejercitada a fondo, sin indulgencia y de
ce como si no existiese ninguna otra posibilidad que no modo continuo si no se quiere caer en la tontería y la
pasara por nuestra molesta realidad presente. Basta para charlatanería!
ello examinar la literatura de enseñanza superior en las Platón consideraba necesario que la primera genera-
últimas décadas. Quien realice esta experiencia compro- ción de su nueva sociedad (en el Estado perfecto) fuera
78
bará con indignante sorpresa cuán grande es, pese a to- educada con la ayuda de una poderosa mentira necesaria .

das las variaciones de las propuestas y la violencia de las Los niños debían aprender a creer que todos ellos ya du-
contradicciones, la uniformidad de criterio con que se rante un largo tiempo habían vivido soñando bajo la tie-
piensa la intencionalidad educativa en su conjunto y rra, donde habían sido modelados y formados por el

cómo su resultado hasta ahora, el «hombre culto», tal y autor de la naturaleza. Imposible la rebelión contra el pa-
como ahora se entiende, se acepta descuidadamente como sado, imposible oponerse a la obra de los dioses. Vale como
el fundamento racional y necesario de toda educación fu- ley inexorable de la naturaleza que quien ha nacido como
tura. Ese monótono canon más o menos dice así: el hom- filósofo tiene oro en el lo ha hecho
cueipo; quien
bre joven ha de comenzar con un saber acerca de la cul- como guardián, sólo plata; y quien lo ha hecho finalmen-
tura, no simplemente con un saber de la vida y aún me- te como trabajador, de hierro y bronce. Como no es po-

nos con la vida y la experiencia mismas. Y, en verdad, sible mezclar tales metales, Platón explica que no debe ser

este saber sobre la formación se inculca y administra al posible tampoco perturbar el orden de las castas. La cre-
joven mediante la educación en el saber histórico. loO encia en la aetema veritas de este orden es el fundamento
que es lo mismo: llenando su cabeza con una enorme de la nueva educación y de ese Estado. No de otra ma-
cantidad de conceptos sacados en su mayoría del conoci-
miento mediato de épocas y pueblos pasados, pero no de
la intuición inmediata de la vida. Su deseo de experi- 78
La República III, 414b-415c (Madrid, Gredos, 1986. Trad. Con-
mentar algo por sí mismo y de sentir crecer dentro de sí rado Eggers).

132 133
ñera cree el moderno alemán en la aetema ventas de su edu- confiar en cualquier sensación propia todavía no traduci-
cación y de ese tipo de cultura. Pero, sin embargo, esta da en palabras..., tal vez como semejante inhóspita y ca-
creencia tiene que derrumbarse, de la misma manera que rente de vida fábrica de conceptos y de palabras tenga
se hubiera desmoronado el Estado platónico si se colocase más el derecho de decir de mí cogito, ergo sum, pero no vivo,
frente a esta mentira necesaria la necesariedad de una verdad ergo cogito. Así se me asegura el «ser» vacío, no la «vida» ver-
que el alemán no posee ninguna cultura, porque su edu- de y plena. Mi sensación originaria me garantiza sólo que
cación en el fondo se lo impide. Quiere la flor sin la raíz soy un no que soy un ser viviente; que no soy
ser pensante,
79
y el tallo, es decir, en vano . Ésta es una verdad sencilla, un un cogito. ¡Dadme primero vida, y os crearé
animal, sino
desagradable y brutal, pero una verdad necesaria y justa. a partir de ella un cultura! —
Así grita cada uno de los in-
Sin embargo, en esta verdad necesaria habrá de ser dividuos de esta primera generación, un grito en el que se
educada nuestra primera generación. Una generación que sin reconocerán todos ellos. ¿Quién les regalará esta vida?
duda será la que más sufra, porque no tendrá más reme- Ningún Dios ni tampoco ningún ser humano, sino
dio que educarse a sí misma y, en cierto modo, contra sí sólo la propia juventud. ¡Romped sus cadenas y habréis li-

misma, pues para obtener una nueva costumbre y una berado con ellas a la vida! Esta tan sólo ha permanecido
nueva naturaleza deberá desprenderse de su primera na- oculta, en una cárcel, todavía no se ha corrompido ni ex-
turaleza y de sus primeras costumbres. De tal modo que tinguido —
¡preguntaros a vosotros mismos!
podría decirse en castellano antiguo Defiéndame Dios de my, Pero esta vida liberada de sus cadenas está enferma y
es decir, «que Dios me proteja de mí mismo», en realidad tiene que curarse. Padece de muchas dolencias y no sólo
de mi naturaleza ya formada. Se tendrá que probar esta sufre del recuerdo de sus cadenas, padece y esto es lo —
verdad gota a gota, como amarga aunque poderosa me- que aquí nos interesa —
de una enfermedad histórica. El ex-
dicina, y cada individuo de esta generación habrá de su- ceso de historia ha debilitado la fuerza plástica de la vida,
perarse a sí mismo para formarse un juicio sobre aquello porque ha dejado de comprender el servicio del pasado
que como juicio general sobre todo su tiempo soportaría como un alimento vigorizante. La dolencia es terrible y,
con más facilidad. Somos gente sin formación, aún más, sin embargo, si la juventud no poseyese el don clarivi-
estamos incapacitados para la vida, para el ver y oír jus- dente de la naturaleza, nadie sabría que se trata de una
to y sencillo, para la comprensión feliz de lo más próxi- dolencia y que se ha ido perdiendo un paraíso de salud.
mo y natural y por ahora no poseemos el fundamento de Esta misma juventud adivina también, a través del clari-
una cultura porque nosotros mismos no estamos conven- vidente instinto de esta misma naturaleza, cómo este pa-
cidos de poseer dentro de nosotros una verdadera vida. raíso puede ganarse de nuevo; conoce los bálsamos y me-
Desintegrado y extraviado, dividida la globalidad de ma- dicamentos frente a esta enfermedad histórica. ¿Cómo se
nera casi mecánica en un interior y en un exterior, rebo- llaman estas medicinas?
sante de conceptos como dientes de dragón, conceptos No nos sorprendamos si son los nombres de venenos.
que engendran a su vez dragones conceptuales, además Los medios contra lo histórico se llaman lo ahistórico y lo
suprahistórico. Con estos nombres retrocedemos de nuevo
aquejado de la enfermedad de las palabras y sin poder a

los comienzos de nuestra consideración y su calma


inicial.

Con término de «lo ahistórico» designo el arte y la


el

fuerza de poder olvidar y encerrarse en un horizonte deter-


79
Véase nota 77.

134 135
'

Pero que podamos llegar a padecerlos no demuestran


minado; llamo, por otro lado, «lo suprahistórico» a los
nada contra la corrección de la terapia elegida.
poderes que desvian la mirada de lo que meramente de-
viene, dirigiéndola a lo que da a la existencia el carácter
Y
aquí reconozco la misión de esa juventud, esa prime-
ra generación de luchadores y matadores de serpientes
de lo eterno e idéntico, hacia el arte y la religión. La ciencia
— es la que hablaría de venenos —
aprecia en esa fuerza
que marcha delante de una cultura y humanidad más fe-
en poderes
liz
y bella, que no tiene de esta dicha futura y de esta be-
y estos fuerzas y poderes contrarios, pues ella lleza más que la promesa de un presentimiento. Esta ju-
sólo considera las cosas en virtud de su verdad
y correc- ventud padecerá tanto del mal como de los antídotos,
ción. La consideración científica ve en todas partes algo
pero, pese a esto, creerá poder esforzarse en una salud
que deviene, algo que es histórico, pero no algo que «es»,
algo eterno; vive, por consiguiente, tanto en una contra-
más poderosa y, en general, en una constitución más na-
tural que su generación precedente, los «hombres» doctos
dicción intrínseca con los poderes eternizantes del arte
y
de la religión, como odia el olvido, la muerte del saber; y «ancianos» del presente. Su misión es, sin embargo,
quebrantar los conceptos que ese presente tiene de «sa-
busca así superar todo aquello que limita el horizonte,
lud» y «enfermedad» y producir mofa y odio contra esos
mientras arroja al hombre al infinito e ilimitado mar de
híbridos monstruos conceptuales. El signo y garantía de
olas luminosas del devenir conocido.
su propia poderosa salud debe ser justamente esto: que
¿Puede el hombre vivir así? Del mismo modo que las
ella, esta juventud, para definir su esencia, en efecto, no
ciudades quedan desiertas y se derrumban en los movi-
mientos sísmicos, y el hombre construye fugazmente
pueda utilizar ningún concepto, ninguna consigna parti-
y daria de uso que circule como moneda de cambio con-
con miedo su casa sobre terrenos volcánicos, así la vida
ceptual del presente, sino que trate de convencerse de ese
misma se destruye, debilitándose
y desmoralizándose sentimiento vital cada vez más elevado existente en todas
cuando provocado por la ciencia qui-
el terremoto conceptual
sus horas buenas y de ese poder que dentro de ella actúa
ta al hombre el fundamento de toda su seguridad
y tran- luchando, eliminando y dividiendo. Se puede discutir que
quilidad, toda su creencia en lo que persiste
y es impere- esta juventud posea ya tal formación, pero, ¿para qué ju-
cedero. ¿Debe dominar la vida sobre el conocimiento o el
ventud esto sería un reproche? Cabe reprocharla desme-
conocimiento sobre la vida? ¿Cuál de los dos poderes es
sura e inmadurez, pero ella no es aún lo suficientemente
el superior
y decisivo? Nadie ha de dudar: la vida es el
vieja y sabia para resignarse. Ella no necesita fingir de-
poder máximo, dominante, porque un conocimiento que
fender una formación completa, pues disfruta de todos los
destruye la vida acabaría consigo mismo. El conocimien-
consuelos y privilegios de la juventud, sobre todo de la
to presupone la vida, tiene su interés también en la con-
valiente y atropellada sinceridad y del apasionado con-
servación de la vida, como todo ser lo tiene en su propia
suelo de la esperanza.
subsistencia. Así pues, la ciencia necesita una dirección y
vigilancia superiores: una doctrina de la
Sé que estos esperanzados entenderán íntimamente
salud de la vida ha de
todas estas generalidades y que traducirán su propia ex-
colocarse justo al lado de la ciencia. La tesis de esta doc-
periencia en una doctrina personalmente entendida. Que
trina de la salud rezaría así: lo ahistórico lo suprahistó-
y demás
rico son los
los se contenten mientras tanto en no percibir
medios naturales contra la invasión de lo his-
tórico en la vida. Es probable que nosotros, los enfermos
nada salvo recipientes ocultos que bien podrían estar va-
históricos, tengamos que padecer también estos antídotos.
cíos hasta que un buen día comprobasen sorprendidos

137
136
con sus propios ojos que esos recipientes están repletos y ras, semíticas, babilónicas, lidias, egipcias;
y su religión,
que los ataques, exigencias, impulsos vitales y pasiones una verdadera lucha de dioses de todo Oriente. Más o
que permanecen encajonados en estas generalidades no menos como ahora es la «cultura» alemana y la religión
podían permanecer durante mucho más tiempo ocultos. son un caos de todo lo extranjero y de todo lo anterior.
Remitiéndome a todos aquellos que dudan en este tiem- Pese a ello, la cultura helénica no se convirtió en un mero
po que saca todo a la luz, me dirijo, para concluir, a esa agregado de cosas dispersas, gracias, principalmente, a la
sociedad de esperanzados para contarles por medio de máxima apolínea. Los griegos aprendieron poco a poco a
un símbolo el camino y la evolución de su acceso a la sa- organizar el caos, de modo que, reflexionando sobre su au-
lud, su liberación de la enfermedad histórica y, con ello, ténticas necesidades y sobre sí mismos, de acuerdo con la
de su propia historia hasta llegar a ese punto donde ellos doctrina délfica, dejaron que sus necesidades aparentes se
vuelvan a estar de nuevo sanos, a practicar de nuevo la extinguieran. De este modo, tomaron posesión de sí mis-
historia y a servirse del pasado bajo el dominio de la vida mos. No permanecieron mucho tiempo siendo los abru-
en ese triple sentido: monumental, anticuaría y crítica- mados herederos y epígonos de todo el Oriente, sino que,
mente. En ese momento serán menos sabios que los «cul- tras una ardua lucha consigo mismos, por medio de la in-
tos» del presente, porque ellos habrán desaprendido mu- terpretación práctica de esta máxima, llegaron a ser enri-
cho y perdido incluso todo el placer que es objeto de cu- quecedores y acrecentadores del tesoro heredado, pero
riosidad de estos «cultos». Lo que les caracteriza también primerizos y modelos de todas las civilizaciones
precisamente, desde el punto de vista de los cultos, es su posteriores.
«falta de formación», su indiferencia y reserva frente a He
aquí todo un símbolo para cualquier individuo
muchas cosas famosas, incluso frente a lo considerado de como ha de organizar el caos que
nosotros: cada cual
gran valor. Pero ellos son, en ese momento final de la lleva dentro de sí, para llegar a reflexionar sobre sus au-
curación, de nuevo hombres, han dejado de ser meros ténticas necesidades. Su honestidad, su carácter verídico
agregados humanos — ¡lo que ya es algo! Aquí hay de
y competente se tiene que oponer en algún momento a
nuevo esperanzas. ¿No se alegra vuestro corazón, espe- esa actitud que siempre y solamente repite al hablar,
ranzados? aprender y reproducir. Se empezará, por fin, a com-
¿Y cómo llegaremos a esta meta?, os preguntaréis. El prender que la cultura aún puede ser algo muy diferen-
dios délfico os llama ya por medio de su sentencia al co- te a la decoración de la vida, es decir, en el fondo, siempre
mienzo del viaje hacia vuestra meta: «Conócete a ti mis- ese continuo fingimiento e hipocresía. Porque todo ador-
mo». Se trata de una sentencia difícil, porque ese dios no oculta lo que se adorna. De este modo, se revelará el
«no oculta ni proclama nada, no hace más que indicar», concepto griego de cultura —
en contraposición al roma-
como decía Heráclito. ¿A dónde apunta?
Hubo siglos en los que los griegos se encontraron con
no — el concepto de cultura como una nueva
, y mejora-
da physis, sin interior ni exterior, sin fingimiento ni con-
un peligro semejante al que nosotros hoy nos encontra- vencionalismo; la cultura como homogeneidad entre
mos, a saber: el de perecer por la inundación de lo ex- vida, pensamiento, apariencia y voluntad. Así se apren-
traño y pasado en la historia. Sin embargo, nunca vivie- derá por propia experiencia que aquello que permitió a
ron en orgullosa inaccesibilidad: su «cultura» fue más los griegos la victoria
sobre las otras culturas fue la fuer-
bien durante mucho tiempo un caos de formas extranje- za superior de su naturaleza moral, y que ese aumento de

138 139
veracidad tiene que ser también una exigencia prepara-
toria de la verdadera formación, aunque esta veracidad en
ocasiones pueda peijudicar seriamente a toda esa «culte-
ría» que actualmente acapara el respeto de momento
y
pueda incluso proporcionar la caída de toda esa cultura
decorativa.

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