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SABER ESCUCHAR, SABER HABLAR

El otro día viví de nuevo el placer de asistir a una conferencia de Manuel Campo Vidal. Amigo experto, amable y
lúcido con quien he tenido el placer de coincidir en más de una ocasión. Manuel habla con claridad, con gran
pedagogía. Su maestría es el arte de comunicar. Es una buena persona, y un excelente profesional.
De su exposición me quedé con varias ideas, pero una me pareció muy interesante, por simple, poderosa y rele-
vante. Dijo: “En España se nos enseña en la escuela a leer y a escribir, pero no se nos enseña a escuchar, ni
tampoco a hablar”. Me pareció atinada esta reflexión. Lo triste es que no todos aprovechan las lecciones sobre el
leer y el escribir. Pero si además no hay una habilidad en la escucha ni en el habla, la cosa se complica mucho. El
arte de la oratoria, de saber exponer, y también el arte de la escucha activa, son esenciales para cualquier profe-
sión.
Sí, saber escuchar es una maestría. Y también lo es saberse expresar. No son dones. Como todo, son habilidades
que requieren un cultivo, un trabajo, una ejercitación perseverante, consciente y activa.
Si nuestros políticos, por ejemplo, supieran de verdad escuchar y hablar (no me refiero a hablar otros idiomas, el
inglés, por ejemplo, que nos haría ganar enormes puntos en la diplomacia internacional, ya que es mucho más
difícil la complicidad y la empatía con un intérprete de por medio) otro gallo nos cantaría y evitaríamos el desastre
de la permanente falta de diálogo y confrontación entre las diferentes opciones ideológicas representadas en el
Parlamento.
La palabra es el arma más poderosa, dijo Raimundo Lulio, hace muchos años, cargado de criterio y sentido co-
mún. Palabras que gestionan la realidad. Somos humanos gracias al don del uso de la palabra. Orador viene de
oración, oración viene de orar. Quién habla bien, quien es un buen orador, invita al otro a orar, a conectarse con-
sigo mismo, a escuchar también su propia voz. De ahí la importancia de saber hablar. Pero para ello, antes es
esencial saber escuchar. Escuchar para hablar bien. Hablar bien para llegar al alma del otro. Nada menos. Nada
más.
Gracias, Manuel, por tus lúcidas reflexiones. Bellas palabras.
Escuchemos, conversemos.

SABER ESCUCHAR PARA SABER HABLAR

Muchas veces habrás estado hablando con otras personas y no has sabido cómo hacer para dominar la conversa-
ción. No es difícil, solo hace falta paciencia. La suficiente como para dejar que tu interlocutor hable a su gusto,
incluso por los cuatro costados, mientras tú le escuchas.

Piensa que quien domina una conversación no es quien está hablando, sino quien está escuchan-
do. Escuchar te permite conseguir una gran cantidad de información que no lograrás mientras hablas. Por
ejemplo, podrás saber sobre los gustos de tu interlocutor y sus posibles debilidades y fortalezas.
Si escuchas detenidamente, toda esa información te va a permitir saber cosas de quien está hablan-
do, te podrás hacer una composición de lugar y conocer mejor al otro.
Luego, te resultará mucho más fácil negociar con esa persona porque tú dispondrás de una informa-
ción de la que él carece; desventajas de hablar por los codos. Así que si, por ejemplo, tienes que negociar te
va a resultar mucho más fácil que a la otra parte porque has estado recibiendo información del otro.
Él, que se lo ha pasado en grande hablando de sí mismo pero que no ha obtenido información rele-
vante sobre ti, está en desventaja.
Volviendo al tema del carisma al que me he referido en otras ocasiones. Si tú quieres ser carismático tienes
que aprender las destrezas de los grandes escuchadores; la principal de ellas, aunque parezca de Perogru-
llo, es escuchar. Y después saber sacar la información adecuada y de interés de esa conversación.
Por eso no interrumpas nunca al que te está hablando, le harás sentirse mal y dejarás de recibir información.
Bueno, he dicho nunca y quería decir casi nunca. Hay ocasiones en las que nuestro interlocutor es tan
insufriblemente pesado que hay que huir de él a toda prisa. Pero eso sí, debemos huir con elegancia.
Si vas a interrumpir, porque consideras que debes hacerlo, intenta que sea en un momento en el
que haya terminado una frase, para que no dé la sensación de que le dejas con la palabra en la boca.
Piensa que la gente te va a asociar con los sentimientos y sensaciones que provocas, por lo que debes intentar
evitar crear asociaciones negativas; no hagas que se sientan mal o equivocados.
Y cuando te llegue el turno de hablar intenta ser lo más claro y gráfico posible. Procura utilizar imáge-
nes, metáforas y lenguaje rico para transmitir y convencer con un mensaje carismático.
No olvides que la ventaja de una persona carismática es que deja de ser persona para convertirse en
personalidad.

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