Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
3
4
5
Serie:
GUfAS TÉCNICAS
Directores:
6
7
LIDIA MARTÍN TORRALBA MANUEL MUÑOZ LÓPEZ
8
9
10
11
PARTE 1
1.1. Presentación
Apéndice de la Parte 1
PARTE 11
12
Capítulo 3. La habilidad para escuchar: la escucha activa
13
7.3. ¿Cómo hacer una crítica sana?
Apéndice de la Parte II
PARTE III
11.1. A-mbiente
11.2. C-ontacto
11.3. E-valuación
14
11.5. C-omprensión de la crisis
1 1.6. A-ctivar
11.8. SE-guimiento
Clave de respuestas
Bibliografía
15
16
17
18
1.1. Presentación
Nadie duda hoy en día de la omnipresencia de los obstáculos, el sufrimiento y las crisis
en la vida cotidiana, sean éstos de mayor o menor envergadura. Nadie escapa, por
supuesto, de pasar por circunstancias adversas en algún momento de su existencia. Y
esas circunstancias no tienen por qué ser necesariamente catástrofes, accidentes o
dramas familiares, sino situaciones que se perciben como excesivamente demandantes y
que se viven con angustia por parte del individuo.
Por otra parte, cada vez es menos cuestionada la necesidad de recurrir a otros que
puedan prestar asistencia o ayuda ante esas situaciones, amortiguando de alguna manera,
con su intervención, los efectos que se derivan de la circunstancia problemática y
previniendo otras posibles complicaciones añadidas.
Las primeras ayudas que se reciben frente al dolor, profesionales o no, son
especialmente relevantes. Pero curiosamente, y a pesar de esa relevancia, han sido
frecuentemente olvidadas, incluso subestimadas por parte de los profesionales y de la
literatura especializada, quizá debido a que no se han considerado parte del proceso
terapéutico formal o protocolario que desarrollan los profesionales de la asistencia, sean
éstos psicólogos, médicos, enfermeros, trabajadores sociales, voluntarios, etc. Pareciera
que hay un vacío fuera de lo que es una intervención puramente "oficial". Y no debería
de ser así. De hecho, cada vez son más las investigaciones que insisten en la importancia
de las intervenciones tempranas no estructuradas, como veremos a lo largo del presente
capítulo.
19
Aquí es donde entran en juego, precisamente, los Primeros Auxilios Psicológicos (en
adelante PAP), en el momento en que la persona afectada por un problema toma el
contacto inicial con quien le asiste en primera instancia, sea profesional o no, hasta el
momento en que se empieza la intervención formal, si ésta tiene lugar (entendiendo por
intervención formal una evaluación profunda del problema, la formulación de una
hipótesis explicativa que nos permita trabajar y las técnicas terapéuticas que se pongan en
marcha de acuerdo con dicha hipótesis). Sería además un gran reto, tal y como ya se ha
hecho desde la medicina o la enfermería, trasladar a la población general de forma más
exhaustiva ciertos principios terapéuticos en este sentido, de manera que puedan contar
con, al menos, una formación básica en PAP que permita asistir mucho mejor y de
manera más inmediata cualquier incidencia que pudiera surgir, al margen de que
posteriormente pueda ser atendida por un profesional de la asistencia.
A menudo esa intervención en PAP durará lo que dure el primer contacto. Si se hace
desde una consulta psicológica quizá dure una hora, pero es posible y recomendable que
para que la intervención sea adecuada y coherente haya un "después", ya sea en forma
de llamada telefónica, un nuevo contacto posterior o una intervención formal desarrollada
por el profesional indicado.
Esta guía pretende, de forma práctica y sencilla, pero también rigurosa y sistemática,
abordar los aspectos más importantes cuando es un profesional el que proporciona esa
primera ayuda, sea en una consulta como tal, o cuando esa asistencia tiene lugar fuera de
ella. Psicólogos, médicos, trabajadores sociales, voluntarios y cualquier otra ocupación
que tenga entre sus objetivos prestar esa ayuda en situaciones problemáticas deberá
tener, por tanto, en cuenta, los principios terapéuticos que pretenden exponerse a lo largo
de estas páginas.
20
sistematicidad, favoreciendo una buena aplicación de este tipo de intervención.
Se consideran PAP aquellas primeras intervenciones que, sin ser estrictamente formales,
se producen ante cualquier circunstancia que la persona afectada percibe como
desbordante y que tienen como objetivos principales amortiguar los primeros efectos de
la situación, proporcionar recursos de contención ante la misma y prevenir que el cuadro
empeore.
Muñoz, Ausín y Pérez-Santos (2007) los definen como "un grupo de intervenciones
psicológicas tempranas, breves y prácticas orientadas a paliar y prevenir los efectos
psicológicos de los eventos traumáticos a corto, medio y largo plazo".
Es interesante notar que, si bien los PAP pueden aproximarse en ciertos aspectos a
otros campos como la intervención en crisis, el debriefing (más relacionado con la
expresión emocional relativa a situaciones traumáticas) o incluso la terapia cognitivo-
conductual, son cualitativamente algo diferente a éstos, aunque aprovechen elementos
característicos de estas formas de intervención (Muñoz, Ausín y Pérez-Santos, 2007).
Los PAP no son una forma de intervención estructurada, pero es imprescindible que
sea llevada a cabo con calidad y esmero. De no producirse adecuadamente, puede
incluso ser contraproducente para el individuo o cerrar las puertas a una posterior
intervención siendo ésta necesaria.
21
Es importante hacer algunas consideraciones respecto a algunos aspectos de estos
objetivos:
a)El objetivo que inicialmente va a primar sobre los demás es el relacionado con la
conexión emocional. Para ello es necesario que haya lugar para la expresión de las
propias vivencias con sus correspondientes implicaciones y una predisposición a la
escucha activa por parte de quien recibe la información. Sin ella, la persona no se
sentirá comprendida ni percibirá a quien le ayuda como cercano y de confianza.
Mientras haya desconfianza hacia quien pretende asistir, los beneficios
terapéuticos de la interacción quedarán limitados. Habilidades como la escucha
activa y la empatía serán imprescindibles en este punto.
•Por poner un ejemplo, si al narrar los sucesos ocurridos la persona percibe que
quien pretende ayudarle puede usar esa información de forma inadecuada, lo
más fácil es que no cuente toda la información relevante, con lo que tampoco
será posible hacer un análisis adecuado de la situación y las pautas que se
propongan serán probablemente inadecuadas.
22
capaz de ordenar las ideas, eliminar dramatismos innecesarios y vislumbrar las
primeras alternativas de solución.
c)Cuando este análisis realista tiene lugar, se está más cerca también de conseguir el
objetivo de prevenir el daño físico o psicológico, ya que el pensamiento emocional
tiene menos probabilidades de ocurrir y por lo tanto, será más fácil que la persona
tome sus decisiones en función de los hechos comprobables que constituyen la
realidad de su crisis y no de lo que siente a raíz de ella, evitando decisiones
erróneas o incluso temerarias.
23
proporcionar a la persona cierta sensación de control sobre sus circunstancias y el
adecuado manejo del malestar. Orientaremos, por tanto, los esfuerzos de
afrontamiento por parte de la persona para un mejor resultado. Las aportaciones
de la psicología cognitivo-conductual son muy útiles en este sentido.
•Por ejemplo, cuando la persona está excesivamente preocupada por una reciente
crisis financiera, pueden proporcionársele técnicas del control de la
preocupación como el tiempo basura o el adecuado uso de distracto res, de
forma que pueda percibir que no está a merced de pensamientos incontrolables
y que existen alternativas para retomar cierto grado de normalidad en su vida.
f)Quien proporciona a una persona los PAP debe tener también presente la posibilidad
de que la persona necesite una ayuda más sostenida en el tiempo y de repercusión
más amplia sobre la situación. Cuando esto es así, es importante informar al sujeto
de las razones que justifican esa orientación, consistente en derivarle hacia un tipo
de intervención más estructurada y profunda o hacia un profesional que pueda
abordar con más criterio y conocimientos su problema particular.
g)Prevenir que la situación empeore tiene que ver, sobre todo, con detectar posibles
riesgos que puedan haber pasado desapercibidos para el paciente, orientándole
hacia acciones que puedan serle beneficiosas y llamando su atención sobre
aquellas que puedan suponer una complicación añadida a la crisis.
En un caso como éste es importante detectar que una baja por depresión
puede ser claramente contraproducente, así como dedicar ese exceso de
tiempo libre en una actividad que, más que ayudarla a enfrentar su nueva
realidad, la mantiene en su deseo de negarla. Una intervención de PAP
adecuada intentará minimizar el riesgo que supone para esta persona que tome
esa baja e intentará orientar su actividad hacia alternativas de afrontamiento
24
más saludables. Así mismo, recordará a esta madre la importancia de cuidar
su cuerpo respe tando sus comidas, incluso cuando no le apetezca comer y a
pedir ayuda a su médico de cabecera si fuese necesario, para evitar males
mayores.
Dada la variedad de situaciones y ámbitos en los que pueden ser aplicados los PAP, este
tipo de intervención va irrevocablemente unida a una gran importancia de cara, no sólo a
los aspectos más clínicos de esta forma de asistencia, sino también en lo que tiene que
ver con las consecuencias sociales de proporcionar de manera adecuada este tipo de
servicio.
Aunque hay pocas referencias explícitas al término PAP como tal, lo cierto es que
este concepto ha estado relativamente presente en la bibliografía especializada.
25
dirigidas las intervenciones. Se habla, entre otros, de "supervivientes" o "trauma" y los
estudios se centran en circunstancias como desastres, violaciones o ataques terroristas,
por mencionar algunas.
Por poner un ejemplo, Slaikeu, en esta misma línea, recoge como principales sub-
metas de los PAP el proporcionar apoyo, reducir la mortalidad y enlazar con fuentes de
asistencia, objetivos que quedan claramente ligados a sucesos que ponen en peligro, no
sólo la estabilidad o el equilibrio del individuo, sino incluso su integridad física o su vida.
Así pues, no debe perderse de vista la noción de que, aunque por razones obvias los
PAP hayan estado ligados en la práctica a circunstancias de crisis o catástrofe, su
aplicación no está, ni mucho menos, limitada a estas situaciones.
Pero, si bien en estas situaciones, las catástrofes y las crisis de especial envergadura,
pueden y deben aplicarse los principios elementales de los PAP, no es menos cierto que
cualquier otra circunstancia en la que el individuo pueda percibirse como incapaz de
afrontar o en que vea comprometido su funcionamiento normal requerirá también la
aplicación de los mismos principios, aunque no la de muchas de las otras formas de
intervención que sí se utilizarían en circunstancias de dimensiones más dramáticas.
26
expuestos.
Ahora bien, la aplicación de los PAP, tal y como se plantea desde esta guía, queda
ampliada también a situaciones más sencillas, más cotidianas, pero que igualmente
pueden poner "en jaque" a quien las sufre y hacer necesaria una intervención temprana
para su mejor resolución. Así, serán también objeto de aplicación de los PAP situaciones
cotidianas percibidas como estresantes, crisis personales (por ejemplo, la muerte de un
familiar, problemas financieros, una ruptura sentimental...) e incluso transiciones vitales
(el afrontamiento de la paternidad o la crisis de la media vida). En todas ellas el individuo
puede ver comprometida su estabilidad y su capacidad para evaluar y reaccionar ante la
situación, siendo evidente la necesidad, en muchos casos, de una asistencia clara,
concreta y concisa, orientada a la resolución de la crisis.
Puede ser clarificador para entender mejor el concepto y las aplicaciones de los PAP,
así como su relación con otros tipos de intervención, introducir el elemento temporal.
Para ello, remitimos al lector al cuadro 1.2, que relaciona los diferentes tipos de
intervención con el momento de actuación después del suceso, teniendo en cuenta
también qué personas proporcionan la asistencia (Muñoz, Ausín y Pérez-Santos, 2007).
Los PAP deberían, pues, ser aplicados tanto por profesionales de la salud mental
como por parte de otros profesionales que hayan sido formados previamente para ello.
Pueden tener lugar en la calle, en un hospital, en una consulta profesional, en el epicentro
de una catástrofe... en definitiva, en cualquier lugar donde pueda darse una situación que
desestabilice al individuo. No hay, pues, ni un escenario ni un personal específico y
exclusivamente designado para ello, aunque es recomendable poseer una cierta formación
al respecto.
Ahora bien, en cuanto al valor que los PAP puedan tener dentro de la labor de las
profesiones sanitarias en general, se hace necesario establecer una estructura asistencial
en la cual los PAP tuvieran su justo papel. En definitiva, una forma de atender a las
personas que verdaderamente pusiera en lugar prioritario su bienestar (no sólo en
términos exclusivamente físicos) y en el que no primen sobremanera otro tipo de
parámetros sería el objetivo esencial para proporcionar un buen servicio de ayuda. Estos
27
otros parámetros mencionados (por ejemplo, la rapidez en el servicio, aspectos
económicos varios, una profesionalización cada vez mayor...) son necesarios a efectos
prácticos, pero deberían siempre ser manejados sin perder de vista que lo personal
debería siempre colocarse en un lugar privilegiado. Tal tipo de servicio daría lugar a una
serie de beneficios evidentes de cara al sistema asistencial en general, al bienestar social y
la percepción que los individuos tienen respecto a la manera en que reciben asistencia en
los momentos especialmente problemáticos de su vida. Todo ello, enmarcado en una
forma de funcionamiento que vaya mucho más allá del modelo biomédico, que
frecuentemente aborda el sufrimiento físico sin considerar que el sufrimiento psicológico
debe ser igualmente tratado.
28
A menudo la queja de los pacientes tiene que ver justamente con estas cuestiones: la
falta de delicadeza y comprensión por parte de los profesionales que les atienden, la
rapidez excesiva con que son tratados y la percepción de que son asistidos de forma más
mecánica que humana, cercana y empática. Ciertamente, se abordan de manera clara las
cuestiones del sufrimiento físico. La pregunta es: ¿se abordan con el mismo cuidado los
aspectos relacionados con el sufrimiento derivado de esos problemas, de esas
29
situaciones?
Éste sería justamente el papel de los PAP dentro de la asistencia sanitaria: poder
hacer frente de manera eficaz, no sólo a las cuestiones puramente relacionadas con el
sufrimiento físico, sino también siendo capaces de abordar los asuntos más relacionados
con el dolor psicológico. ¿Qué temen las personas más allá de lo puramente físico? ¿Qué
esperan, además de la información estrictamente técnica tras un diagnóstico difícil? ¿Qué
sienten ante una intervención quirúrgica o un tratamiento agresivo? ¿A qué van a hacer
frente y cómo pueden enfrentarse eficazmente a la situación que les toca vivir? Son
cuestiones, todas ellas, relacionadas con circunstancias en las cuales hay un dolor físico,
por supuesto, un sufrimiento relacionado con el cuerpo mismo, pero ese sufrimiento en
las personas trasciende de lo estrictamente corporal. De hecho, para ser capaces de
abordar adecuadamente el dolor físico es necesario tener un cuidado y una capacitación
psicológica, humana, de la cual es (o debería) ser también responsable el sistema
sanitario. Por supuesto, puede optarse por la decisión de mantener en compartimentos
estancos ambos tipos de sufrimiento, pero, a pesar de lo muy abordado que está el tema
de la dualidad mente-cuerpo, la realidad sigue trayéndonos una y otra vez a la misma
cuestión: las personas sufrimos y, salvo en raras ocasiones, sufrimos como un todo.
Cuando el cuerpo sufre, la mente le acompaña, igual que ocurre cuando la mente se
duele, siendo capaz, incluso, de traer al cuerpo enfermedades o dolencias de variada
índole. Así pues, se anima desde estas líneas a considerar a la persona de forma
completa para poder ser capaces de proporcionar unos buenos PAP, también desde el
sistema de salud.
30
de presentación del asistente, los cimientos de una adecuada alianza terapéutica y la llave
para garantizar una mayor probabilidad de que los términos de la intervención (actual y
posterior, humanos y técnicos) sean los adecuados.
Por otra parte, ocurre también a menudo que los pacientes que acuden a las consultas
no necesitan o buscan una intervención estructurada, sino una valoración inicial, una
confirmación de si la manera en que están abordando su situación es la adecuada o no,
una serie de pistas, cierta orientación para encaminar su afrontamiento en una u otra
dirección. Es decir, tanto si la intervención deriva en una forma estructurada o no, los
PAP siempre están presentes en la consulta o en el contacto asistencial. Tal es la
importancia de estas intervenciones tempranas.
Fuera de las consultas psicológicas, en los primeros contactos con otros profesionales
de la asistencia, también debieran estar presentes los principios que rigen los PAP.
Cuando una persona acude a una consulta médica por una dolencia, o al despacho de un
trabajador social, o recibe atención de un enfermero, espera de manera implícita que se
le aporten esos PAP, en especial cuando las situaciones son especialmente complejas. El
enfermo de cáncer, quien teme la confirmación de un diagnóstico o la persona que está al
borde de una operación quirúrgica no sólo espera, sino necesita para un adecuado
afrontamiento de su situación cierta comprensión y empatía por parte de su asistente,
cualquiera que éste sea.
En todo orden de cosas, tan amplia es la necesidad y el campo de actuación para los
PAP que, a menudo, pueden ser incluso abordados, con mayor o menor acierto, por
parte de personas que simplemente están en el momento justo en el lugar indicado, sin
que medie una formación específica previa. Sería recomendable, de cara a estas
situaciones, poder poner a disposición de la población general una serie de principios
básicos que orienten este tipo de intervenciones espontáneas, tal y como se hace desde
otros campos sanitarios, cuando se enseña a las personas primeros auxilios para
proporcionar ayuda ante situaciones médicas básicas. Esta formación minimizaría
muchos de los errores más típicos al orientar ante el sufrimiento, dando lugar a
intervenciones eficaces desde los momentos más tempranos de la crisis.
Parece, pues, que los PAP adecuadamente entendidos deberían ocupar un lugar
esencial en cualquier intervención, ya sea en catástrofes, en crisis o ante situaciones
cotidianas, ya sea aplicados por psicólogos, médicos o trabajadores sociales, ya sea en el
sistema sociosanitario público o a través de ayudas individuales o de tipo privado. El
objetivo de las intervenciones son personas, seres humanos que sufren y se duelen ante
31
situaciones que les desbordan. Ofrecer una asistencia inicial sólida no puede convertirse,
pues, en una simple opción, sino en una urgente necesidad.
Los ámbitos de utilización y la variedad del personal que puede aplicar los PAP
resultan ir, por tanto, mucho más allá de lo que en principio podría parecer. Estas
intervenciones tempranas son susceptibles de ser usadas por cualquier profesional de la
asistencia formado adecuadamente al respecto ante cualquier situación que el sujeto
pueda percibir como desbordante. Es obvio que en función del tipo de problemática del
individuo, la persona encargada de proporcionar esos PAP será una u otra. Incluso puede
ocurrir y, de hecho, es bastante habitual, que la persona que atienda en primera instancia
al individuo no sea un profesional de la asistencia, sino incluso un familiar, un amigo o un
testigo del suceso que desencadena la crisis. De ahí la importancia de acercar muchos de
los contenidos de los PAP a quienes quedan fuera del ámbito puramente asistencial, ya
que cualquiera puede encontrarse ante una situación en la cual tenga que prestar esa
primera ayuda, aun sin ser profesional.
Cuadro 1.3. Ámbitos de aplicación de los PAP y personas que podrían proporcionarlos
32
Es interesante valorar algunos ejemplos como los que se presentan en el cuadro 1.3
para entender mejor esto último.
El gran inconveniente de que sean personas sin formación específica las que intenten
aplicar los PAP es que, en muchas ocasiones, las intervenciones suelen ser absolutamente
bienintencionadas, pero al faltar el conocimiento sobre los principios básicos de atención
33
personal es fácil cometer errores, poner en marcha intervenciones que puedan ser más
contraproducentes que beneficiosas. No es infrecuente que cuando un paciente llega a la
consulta de un profesional no presente únicamente las consecuencias directas de su
problema concreto, sino también los "efectos colaterales" derivados de unos PAP mal
aplicados por personas de su entorno, que con el mejor de los deseos, han pretendido
ayudar, pero han agravado la situación o no han podido amortiguar los efectos iniciales
de la situación conflictiva.
34
35
2.1. Estresores y variables moduladoras de los efectos del estrés
36
en peligro su propio bienestar personal".
Las situaciones que generan estrés, los estresores, tienen que ver generalmente con
eventos o circunstancias excepcionales, generadoras de cambios, que el sujeto se ve
obligado a abordar con los mismos recursos con los que contaba hasta ese momento,
pero que a menudo pueden resultar ineficaces o insuficientes para los nuevos parámetros
de la situación. De ahí la sensación de impotencia: lo que hasta ahora servía, ya no es útil
y la necesidad de buscar nuevas fórmulas que permitan abordar la nueva situación es
imperiosa. Si no hay cambio y elaboración de nuevos recursos, simplemente no se
resuelve adecuadamente el problema.
Todos estos cambios pueden dar lugar a variados problemas de salud (los llamados
trastornos psico-fisiológicos) y una serie de con ductas que, con todo y estar orientadas a
afrontar las nuevas circunstancias, pueden ser nocivas para el individuo. Nos referimos,
por ejemplo, a malos hábitos de salud (como podrían ser el consumo de sustancias o
dejar de comer y dormir), adoptar conductas impulsivas como forma de afrontamiento
(por ejemplo, pobre análisis de la situación antes de actuar o comportamientos de riesgo),
o al ya mencionado razonamiento emocional, entre otros.
Esta realidad obliga a tener en cuenta un concepto más que es determinante de cara a
una buena resolución de los acontecimientos y es el de afrontamiento. Se habla
básicamente de dos tipos de afrontamiento, el afrontamiento activo (que tiene que ver
con conductas directamente orientadas a la resolución del problema) y evitativo o pasivo
(que al contrario del primero, no valora como prioritaria una búsqueda de soluciones ante
la situación problemática, sino que más bien espera a que las situaciones o sus
37
consecuencias desaparezcan por sí mismas).
Todavía hoy el ya clásico modelo de Lazarus y Folkman (1984) ofrece una buena
panorámica de los procesos psicológicos implicados en el afrontamiento del estrés. De
esta forma, ante la potencial aparición de una respuesta de estrés, los PAP tendrán un
papel fundamental consistente, básicamente, en contribuir a una adecuada valoración de
38
las demandas y los recursos ante la situación, (factores relacionados con la evaluación
primaria y secundaria, en definitiva), así como la inteligente elección de las mejores
formas de afrontamiento de cara a un resultado eficaz. Desarrollará, por tanto, una labor
paliativa de los primeros efectos que la reacción de estrés haya podido producir en el
individuo, pero tendrá, ante todo, un gran peso como intervención preventiva de
consecuencias perjudiciales mayores sobre el sujeto y su entorno.
Guerrero Barona (1996) enumera algunas de ellas, como son el cambio o la novedad
en la situación, la falta de información e incertidumbre, lo fácil o difícil que pueda ser
predecir qué ocurrirá, la ambigüedad de la situación, la inminencia de lo que se teme o
espera, cuánto dure, la intensidad del acontecimiento desencadenante o el estado físico y
psicológico previo del organismo.
Las reacciones que se derivan de una respuesta de estrés son muy variadas
39
dependiendo de factores personales y especialmente del factor tiempo. En el cuadro 2.2
se presentan algunas de las que aparecen con más frecuencia. Estas reacciones no son
nocivas para el organismo, siempre que se den dentro de unos parámetros normales, ya
que ayudan al individuo a adaptarse al cambio. Considerar, pues, las respuestas de estrés
en términos exclusivamente negativos sería un error. Sólo serán perjudiciales para la
salud o el funcionamiento del organismo aquellas que se derivan de una situación
excesivamente prolongada en el tiempo o de acusada intensidad. En estos casos, la
respuesta es cualitativa y cuantitativamente diferente y somete al organismo a un
agotamiento que puede ser tremendamente perjudicial de no abordarse adecuadamente.
40
41
Las personas, ante situaciones de estrés, tienden a presentar, además, ciertas
reacciones específicas y fuera de lo que sería su comportamiento habitual para poder
hacer frente a la nueva situación, convertirla en algo más soportable e integrarla
adecuadamente. Algunos de esos mecanismos compensatorios se presentan en el cuadro
2.3 y pueden ser también considerados reacciones normales ante una situación anormal.
Pasado un espacio de tiempo suficiente, estas conductas suelen disiparse y el individuo
puede retornar progresivamente a su plena normalidad.
42
tiene a su disposición recursos suficientes como para afrontar holgadamente sus
circunstancias, el cuerpo responde a menudo presentando diversa sintomatología psico-
fisiológica, e incluso generando o agravando trastornos de variada índole, tanto física,
como psicológica. Esta vez los síntomas pueden no ser simplemente pasajeros, sino que
pueden dar lugar, incluso, a complicaciones crónicas (cuadro 2.4).
43
Es importante, pues, que quien aplica los PAP esté familiarizado con la diversidad de
reacciones que pueden presentarse ante una situación traumática. Estas reacciones
variarán en importancia a lo largo de un amplio espectro que incluye, desde las
respuestas consideradas normales tras un suceso impactante, hasta las llamadas
respuestas de estrés agudo o incluso de índole psicopatológica más grave.
44
un accidente de tráfico. Ni él ni nadie cercano a él ha sufrido daños por el suceso, pero sí
ha visto cómo otras personas han resultado heridas en el accidente. Las primeras
reacciones de esta persona pueden ser de shock, sensación de aturdimiento, incapacidad
para tomar decisiones y reaccionar reflexivamente, llanto incontrolable... pero ninguna de
ellas tiene necesariamente por qué representar un problema a largo plazo para el
individuo. De hecho, muchas de las reacciones ante un suceso traumático pueden ser
incluso bastante espectaculares, pero no tienen por qué revestir ninguna gravedad. Al
contrario, permiten a la persona adaptarse e integrar el suceso que acaba de vivir. El
sujeto puede recibir una intervención en PAP, pero el asistente en principio deberá
considerar estas reacciones dentro de una cierta normalidad, sin que ello suponga ningún
tipo de alarma.
Así pues, tan importante es considerar el cuadro de síntomas que presenta el afectado
como también el factor tiempo que lo acompaña. De hecho, tras el evento impactante
pueden delimitarse una serie de fases que podrán orientar al asistente en PAP para
comprender cuáles son las principales necesidades y posibilidades del afectado y, cómo
no, sobre cuál sea también la intervención más adecuada en función del momento preciso
que se está atravesando (cuadro 2.5).
Ahora bien, independientemente del cuadro sintomatológico o del factor tiempo, hay
un asunto que hasta ahora no se ha mencionado, pero es de vital relevancia ante
cualquier intervención: los factores de riesgo. Ni todas las personas somos vulnerables a
cualquier estímulo ni lo somos por igual. Por ello, plantearse una intervención en PAP sin
considerar de manera diferencial la vulnerabilidad del individuo, es casi un fracaso
anunciado, no sólo a efectos paliativos, sino también preventivos (cuestiones, ambas,
directamente con- templadas como objetivos de los PAP). El asistente en PAP debe
recordar en todo momento su labor orientada a aminorar los, hasta cierto punto,
previsibles y potenciales efectos de los factores de riesgo y por otra parte, no menos
importante, a fortalecer los recursos personales del individuo, es decir, sus factores de
protección.
45
Cuadro 2.6. Factores de riesgo asociados con consecuencias adversas sobre la salud
mental con evidencia empírica
46
Young (2006) hace una revisión de los factores más relevantes en este sentido, que
quedan reflejados en el cuadro 2.6.
Todo esto nos lleva a considerar los efectos psicopatológicos del estrés. ¿En qué
puede derivar una situación traumática al combinarse estos elementos que hasta el
momento se han considerado? A continuación se presentan, en el cuadro 2.7, los más
47
importantes, que pasarán a ser comentados brevemente en sucesivas líneas. Esta lista no
es ni mucho menos exhaustiva. De hecho, en casos menos frecuentes, pueden incluso
presentarse reacciones somatoformes (cegueras temporales, parálisis, mutismo, sordera,
dificultades para tragar...), problemas psico-fisiológicos, desórdenes obsesivo-
compulsivos (como mecanismo para ejercer control sobre una situación que se percibe
como incontrolable) o reacciones violentas (hacia uno mismo o hacia los demás).
Cuadro 2.7. Efectos a corto plazo tras un suceso impactante (2-60 días)
Tras un suceso traumático algunas personas presentan, tal y como recoge el cuadro 2.8,
algunos de los síntomas característicos del trastorno por estrés agudo (TEA en adelante),
que están relacionados, básicamente, con disociación, re-experimentación, evitación y
activación fisiológica. Estos síntomas se presentan de forma persistente y limitante
durante un período considerable de tiempo (más de dos días y menos de cuatro
semanas), algo que no tiene por qué ocurrir con todas las reacciones iniciales al estrés.
Éstos son los criterios diagnósticos que se deben tener en cuenta.
Cuadro 2.8. Criterios diagnósticos DSM-IV-TR para el Trastorno por Estrés Agudo
(TEA)
48
En el cuadro 2.9 aparecen ciertas consideraciones de interés respecto a algunos de los
criterios diagnósticos del TEA.
49
50
Cuando se cumplen los criterios mencionados, puede estarse en condiciones de
diagnosticar este trastorno, quizá el único que puede verdaderamente diagnosticarse de
manera formal desde una intervención tan temprana como los PAP. Una intervención de
tipo tan inmediato no proporciona el marco temporal suficiente como para que otros
trastornos puedan manifestarse en sentido estricto. Lo que sí puede aparecer, en muchos
casos, son sospechas de que cierta sintomatología vaya en la línea de desembocar más
adelante en algún tipo de manifestación patológica clara. En una inter vención en PAP
podremos, entonces, detectar problemas, pero difícilmente trastornos, excepto el TEA.
Para que esta detección sea fiable y adecuada, es conveniente que quien vaya a
proporcionar los PAP sea alguien con clara formación a nivel diagnóstico y con juicio
51
clínico que le permita, por un lado, distinguir las señales de posible psicopatología, y por
otro, discernir de qué tipo de problema se está hablando para hacer una intervención lo
más certera posible.
Por poner un ejemplo, ante una clara ideación o tendencia suicida tras el trauma,
quien aplique los PAP debe saber detectar estos síntomas para poder, prudentemente,
derivar el caso a un servicio que pueda atenderle conforme a la gravedad de los signos
que presenta y que garantice una atención más prolongada en el tiempo. La intervención
en PAP consistirá, en este caso, en aportar el primer contacto de contenido terapéutico,
favoreciendo una cierta serenidad para contener el impulso suicida, proporcionar el
marco para una expresión emocional que reduzca el nivel de dramatismo en la
percepción del sujeto y no dejarle solo, garantizándole una compañía que no se limite a la
simple presencia (que puede ser adecuada en sí misma), sino que además aporte a la
intervención posterior unas bases firmes para que el trabajo con dicho paciente sea eficaz
y duradero.
52
No es el objetivo de este capítulo profundizar en el Trastorno por Estrés
Postraumático (TEP), ya que para poder diagnosticarse ha de haber pasado al menos un
mes desde el evento traumático y no será generalmente objetivo de una intervención en
PAP, a no ser que ésta se dilate en el tiempo. Ahora bien, sí es interesante hacer algunas
consideraciones con respecto a este trastorno:
a)En primer lugar, está caracterizado por tres "bloques" de síntomas, que son re-
experimentación, evitación persistente y activación fisiológica aumentada. Al igual
que en el TEA, es imprescindible la presencia de un evento traumático de
desencadene la crisis.
b)No existe posibilidad de solapamiento con el TEA porque este último tiene un plazo
máximo de un mes, mientras que el TEP sólo puede diagnosticarse cuando la
duración de los síntomas supera el mes de duración.
Son especialmente frecuentes los ataques de pánico, caracterizados por un miedo intenso
a morir, perder el control o volverse loco y por síntomas físicos muy intensos que no
pueden explicarse por causas médicas.
Los síntomas pueden presentarse de forma muy variada en función del individuo, y
entre ellos están: palpitaciones, sacudidas del corazón o elevación de la frecuencia
cardíaca, sudoración, temblores o sacudidas, sensación de ahogo o falta de aliento,
sensación de atragantarse, opresión o malestar torácico, náuseas o molestias
abdominales, inestabilidad, mareo o desmayo, desrealización (sensación de irrealidad) o
despersonalización (estar separado de uno mismo), miedo a perder el control o volverse
loco, miedo a morir, parestesias (sensación de entumecimiento u hormigueo), escalofríos
o sofocaciones.
53
No es un estado especialmente difícil de tratar, pero quien aplica los PAP debe tener
unos mínimos conocimientos necesarios, que pueden consultar en la segunda parte de
esta guía.
En este sentido, será mucho más útil abordar los diferentes síntomas que se
presenten de forma directa, sin que el objetivo en sí mismo sea, en ningún caso, el
diagnóstico.
Aunque no los recoge el DSM-IV como criterios diagnósticos en sí, son también
signos importantes de un estado de ánimo bajo la tendencia al aislamiento, la disminución
en el ritmo de actividad y el pensamiento negativista (sobre sí mismo, sobre lo que le
rodea o sobre el futuro, lo que se ha llamado la Tríada Cognitiva de la Depresión).
Cuando lo que aparece son síntomas de estado de ánimo expansivo, los más
característicos suelen ser una menor necesidad de dormir (aproximadamente unas dos o
tres horas), verborrea, pensamiento excesivamente rápido, muy alto concepto de sí
mismo, grandiosidad o incluso ideación paranoide en casos extremos. Pueden, a veces,
54
incluir compras compulsivas, juegos de azar o comportamientos sexuales aumentados y,
a menudo, de riesgo.
Frecuentemente son utilizadas como recurso para la evasión. Mientras la persona está
bajo los efectos de la sustancia, se reduce la conciencia de una realidad a la que a
menudo no se quiere hacer frente.
Quizá sea el alcohol la sustancia más utilizada en estos casos (aunque no la única). Es
una droga legal, aceptada socialmente y de fácil acceso, con lo que puede no achacarse a
su uso abusivo un especial interés. La clave está a menudo en discernir si el alcohol se
está empleando como forma de resolución de problemas, en cuyo caso es importante
proporcionar alternativas mejores para el afrontamiento.
Dado lo espectacular de estas reacciones, pueden despertar mucha alarma entre los
más cercanos al afectado, pero es importante resaltar que no son especialmente graves en
la mayor parte de los casos.
Para finalizar puede resultar de gran utilidad tratar de integrar todo lo anterior en un
esquema o modelo que, aunque necesariamente limitado, ayude a entender mejor el
55
conjunto de relaciones complejas que existen entre los distintos factores y agentes
implicados en las situaciones y procesos de estrés.
En ambas vías se parte de una serie de factores predisponentes que, junto con la
aparición del evento traumático, dan lugar a lo que ellos llaman "red del miedo", que
tiene que ver con experiencias de re-experimentación del evento y con un aumento en la
activación fisiológica. Estas respuestas son comunes ante cualquier situación traumática y
en este sentido, no deben producir alarma por sí mismas. Lo que sí supone una
diferencia de cara a un adecuado afrontamiento es la utilización de estrategias de
evitación o, por el contrario, estrategias de integración. Los autores defienden un
abordaje de la crisis que favorezca la integración del suceso y la desactivación emocional,
a la vez que plantean como desaconsejado cualquier afrontamiento de tipo evitativo o
disociativo. Los PAP adquirirían, entonces, un claro papel como potenciadores de las
capacidades del individuo justamente para conseguir este objetivo terapéutico: el de
permitir integrar de manera eficaz y adaptativa la experiencia traumática. El modelo
propuesto puede consultarse en la figura 2.1.
56
Mientras la primera manera de abordar las reacciones de estrés podría dar lugar a un
TEA o incluso más adelante, mediando el tiempo suficiente, a TEP u otros trastornos, el
fin de la segunda forma de afrontamiento, la que tiene que ver con la integración de la
experiencia traumática, da lugar a la resolución de la situación problemática. La evitación
activa, por otra parte, impide el procesamiento del material traumático, impidiendo
también, por tanto, que el afrontamiento del suceso tenga lugar con éxito y cronificando
57
en el tiempo una reacción de estrés que, de otra forma, hubiera sido puramente temporal.
En este sentido, tanto la exposición prolongada como la terapia cognitivo-conductual han
resultado ser especialmente útiles (Bryant, Harvey, Dang, Sackville y Basten, 1998).
En definitiva, el proceso que se vive desde que el individuo se expone a una situación
estresante hasta que se produce una integración de la misma en la propia narrativa y
experiencia de la persona es complejo y puede dividirse en diversas fases o momentos. Si
se consideran las propuestas revisadas anteriormente de Lazarus y Folkman (1984) y se
integran desde la perspectiva narrativa que el propio Lazarus introduce más
recientemente (1999), se puede concluir que los procesos de afrontamiento deben verse
coordinados con procesos de narrativa emocional que doten de significado a los mismos
(culpa, ira, miedo, etc.). Esta narrativa puede producirse, en sintonía con Bryant y
Harvey (1999), mediante los procesos integradores que facilitan la estructuración de los
mapas de memoria. Sin embargo, la visión sería incompleta si no se consideran los
aspectos más fisiológicos (Everly, 2002) y sociales. Estos últimos han sido tratados por el
grupo de Moos (Moos y Schaefer, 1993) de forma muy comprensiva integrándolos en un
modelo de afrontamiento y salud de gran poder intuitivo. De esta forma, se propone la
consideración de un modelo integrador que pueda servir de marco de referencia para el
abordaje de los primeros auxilios en situaciones difíciles.
58
bien puede verse dificultada por los procesos anteriores de forma que lleguen a impedir la
integración del suceso o incluso favorecer la aparición de trastornos de salud, tanto
psicofisiológicos como psicológicos en algunos casos (TEP, agorafobia, trastornos por
consumo de sustancias, reacciones psicóticas breves, depresión, etc.).
59
momentos de la de afrontamiento y desde esta perspectiva debe tener como objetivos
principales los de conseguir un control de la activación fisiológica, favorecer un control
emocional y afectivo, iniciar la integración de la experiencia mediante los procesos
narrativos y de integración cognitiva y ayudar a mantener o fortalecer los lazos sociales
que prevengan las situaciones de aislamiento. Las intervenciones post-traumáticas quedan
para más adelante si la fase de integración fracasa y llegan a aparecer trastornos de este
tipo, emocionales, de uso de sustancias o de otra índole relacionados con la experiencia
vivida.
60
61
Cuadro resumen de la Parte 1
•La amortiguación del impacto inicial de cualquier suceso que el individuo pueda percibir
como excesivamente demandante y para el cual se considere sin recursos suficientes
de afrontamiento.
Áreas de aplicación:
-Intervención en catástrofes.
-Intervención en crisis.
62
-Como motivo de consulta en sí mismo.
•El primer caso propone los PAP como elemento de intervención en crisis.
•En el último de los casos presentados, los PAP son, de manera sucinta, el motivo mismo
de consulta.
63
final de la última parte donde estos supuestos quedarán ampliamente comentados,
intentando aplicar de forma específica los principios presentados previamente.
•¿Qué intervenciones concretas se podrían poner en marcha para poder dar cobertura
psicológica inicial a los protagonistas de estas situaciones?
Caso 1
Finalmente, cuando llega el momento de que alguna persona les dé noticias, quien
resulta proporcionarlas es un miembro del equipo de la intervención (no el propio
médico) y las hace llegar de manera absolutamente breve y escueta en el propio pasillo,
donde otros familiares también esperan. "El niño ha sufrido una parada
cardiorrespiratoria" - les dice- "y no se ha podido hacer nada por él". Ante esta noticia, la
madre del niño estalla en llanto (a lo que el informador responde simplemente mirándola)
y cuando se le pregunta por más datos respecto a lo ocurrido, la respuesta es un tajante
"No puedo decir nada más".
De lo que sí les informa es de que, si quieren algún tipo de ayuda psicológica, tendrán
que pedirla en ventanilla, porque "el equipo de psicología está muy ocupado".
Caso 2
64
han sido adecuados hasta el momento en lo que tiene que ver con los objetivos de
intervención planteados, pero en las últimas sesiones se ha empezado a detectar cierto
uso abusivo del alcohol orientado a relacionarse con otros con mayor seguridad.A partir
de entonces se plantea el control del consumo como objetivo terapéutico y el
afianzamiento de otros recursos más funcionales de comunicación y habilidades sociales.
La cuestión es que, después de haber faltado la semana pasada al trabajo con motivo
de los efectos de la bebida, la situación ha estallado definitivamente en casa. Su pareja le
ha acusado muy duramente usando calificativos como "borracho", "neurótico" o "inútil' y
ha restado todo valor a los avances que Jaime había conseguido en la terapia.
Tras este episodio, Jaime llega a su consulta semanal muy afectado, con actitud
claramente derrotista y aceptando sin más los planteamientos de su pareja.
Caso 3
Adriana es una mujer que durante mucho tiempo ha venido sufriendo maltrato físico
y psicológico por parte de su pareja. Hace ya bastante tiempo que viven separados, pero
han seguido teniendo altercados una y otra vez, ya que él no parece haber asumido que
ya no están juntos. De hecho, la ha perseguido constantemente durante mucho tiempo, la
ha seguido machacando a base de insultos, descalificaciones y actos de mala fe. La llama
"inútil', "subnormal', le dice que es "basura" y que "sin él nunca va a ser nada".
A lo largo de este tiempo, ella ha venido soportando la situación como ha podido, con
una fuerza sorprendente a pesar de lo insistente y humillante que ha sido el contacto con
su ex-pareja. Pero, curiosamente, ahora que él parece desaparecer paulatinamente de la
escena, ya que ha rehecho su vida con otra mujer, ella se siente muy mal, hasta el punto
de "echar de menos que vaya detrás de ella".
65
Preguntas de auto evaluación de la Parte 1
66
4.La aplicación de los PAP debe ser realizada
67
68
Delimitar cuáles son las habilidades necesarias para poder poner en marcha unos PAP de
calidad es una cuestión fundamental antes de empezar a trabajar. Porque, aunque
cualquier profesional puede potencialmente ser de ayuda a otra persona, la calidad de
dicha ayuda dependerá en gran medida de qué habilidades se empleen en el transcurso de
la interacción.
Las habilidades en las que estas líneas van a centrarse con más énfasis son las que
Linehan (1980) denomina habilidades clínicointerpersonales, es decir, aquellas más
vinculadas con la relación o alianza terapéutica entre quien asiste y quien es asistido. Las
más conocidas son especialmente la escucha activa y la empatía, pero van a considerarse
otras varias, como las que se exponen a continuación:
•La empatía
•La aceptación
•La paciencia
•El refuerzo
69
como mucho una o dos de ellas que en cada uno se presenten de manera bastante
natural, pero la mayor parte son fruto de un proceso de aprendizaje, en el que el ejercicio
y la práctica continuados favorecen el desarrollo de la habilidad en particular. Incluso en
aquellos casos en que cierta capacidad aparece de forma natural, siempre hay aspectos
que la práctica pule y matiza, haciendo con ello que la potencia de tal herramienta sea
mayor, convirtiéndola en más eficaz y útil, en definitiva.
Ahora bien, como ya hemos dicho, ésta no es una asignatura pendiente únicamente
para nosotros, los psicólogos, sino que puede serlo para muchos de los profesionales que
desde la plataforma de su profesión asistencial no ponen en marcha capacidades y
habilidades que son básicas y fundamentales para que la atención que se presta sea
verdaderamente eficaz y adecuada. Porque es justo reconocer que en el proceso de
"profesionalizarse" muchas veces se pierde la capacidad para "humanizarse". Es en ese
momento cuando se empieza a ver a los demás como clientes o usuarios (más cercanos a
cosas, objetos, desprovistos de emoción o sentimiento) y no como pacientes (cuyo
significado, por cierto, es "que sufren, que soportan el peso del dolor" y que, por tanto,
están absolutamente ligados a la faceta más emocional y vulnerable del ser humano).
El objetivo planteado, por tanto, es doble: por un lado, alcanzar y desarrollar las
habilidades propias de una buena asistencia. Pero en segundo lugar y no por ello menos
importante, mantener dichas habilidades dentro del repertorio laboral habitual de las
profesiones ya citadas. Ser lo más impermeables posible al paso del tiempo, al desgaste
de la profesión y al cada vez más frecuente proceso de deshumanización. No nos
equivoquemos al aferrarnos a la profesión que tenemos para justificar una mala praxis
(cuántas veces se coincide con médicos o psicólogos, por ejemplo, por no mencionar
cualquier otra de las profesiones que trabajan para ayudar a personas, que sólo por el
hecho de serlo están plenamente convencidos de que no cometen determinados errores).
70
orientadas a la profundización de lo que se llaman "habilidades terapéuticas". Pero es
bastante obvio que aprobar dichas asignaturas sólo implica un conocimiento teórico (y
muchas veces, excesivamente temporal) sobre dichas habilida des. Donde realmente se
aprenden y desarrollan estas habilidades terapéuticas es en el contacto con las personas,
no en un pupitre de universidad.
Por lo cual y como consecuencia lógica de ello, quien aprueba su licenciatura pero no
aplica lo aprendido en ella, no estará en disposición de decir que tiene esas habilidades
terapéuticas tan necesarias de las que se habla aquí. O yendo un poco más allá, quizá las
tiene, pero al no ejercitarlas no suponen una verdadera ayuda, con lo que no podrán ser
consideradas como terapéuticas. No es legítimo, pues, escudarse en la profesión y en el
conocimiento académico, como si esto fuera sinónimo de buena praxis. Este libro y su
contenido tampoco tendrán verdadero sentido y eficacia si no consigue traspasar las
barreras de lo puramente teórico para empezar a manifestarse en el ámbito más práctico
del ejercicio asistencial.
Para terminar, estas habilidades, de las que se habla más profundamente en las
páginas que siguen, forman parte ya en muchas ocasiones del repertorio de personas que,
sin un aprendizaje académico de las mismas, las ponen en práctica, haciendo su labor
asistencial mucho más eficaz, a veces, que la de los propios profesionales. Muchos
lectores encontrarán que algunas de las cualidades de las plasmadas en esta parte ya
forman parte de su quehacer cotidiano. En estos casos, la recomendación es hilar más
fino aún si se puede, reafirmarse en lo que ya se hace bien y hacer un esfuerzo cotidiano
por mantener esos logros.
71
72
3.1. ¿Qué significa la escucha activa?
La mayoría de los seres humanos nacen con la valiosa cualidad de poder oír, pero no
siempre se usa para escuchar de forma productiva. Muchas veces se tiende a hacerlo de
forma superficial, sin prestar verdadera atención a los estímulos, a la información, a lo
que rodea a la escucha misma. En definitiva, se hace una escucha pasiva, simplemente se
oye, pero no se escucha.
Por otra parte, es una tendencia frecuente en las personas manifestar más interés por
hablar que por escuchar, a pesar de que se cometen muchos más errores por hablar de
más que por escuchar de más. Tal y como decía el filósofo Zenón de Elea, "Nos han
sido dadas dos orejas, pero sólo una boca, para que podamos oír más y hablar menos".
73
Los beneficios de escuchar a los demás de forma activa son variados. En primer lugar, al
escuchar verdaderamente a los demás se está en disposición de recoger de forma
adecuada la información que se transmite. La escucha deja de verse como el proceso
tedioso por el que hay que pasar antes de poder hablar, y se convierte en el paso
imprescindible sin el cual la ayuda no tiene sentido.
74
escuchado, apoyado y ayudado.
Básicamente se hace una distinción entre dos grandes grupos de elementos: verbales
y no verbales. El primero de ellos, como su nombre indica, tiene que ver con lo que se
dice, que en el caso de una verdadera escucha activa será muy poco, pero de vital
importancia.
El segundo de ellos tiene que ver con todos aquellos elementos que, sin ser verbales,
rodean al proceso de escucha, complementándolo y enriqueciéndolo. Es importante que
no se cometa el error de subestimarlos, ya que ante una incoherencia entre el mensaje
verbal y el no verbal, el receptor siempre se quedará con lo que le transmiten los
elementos no verbales. Se entenderá mejor con un sencillo ejemplo:
En este caso el lector puede hacerse la siguiente pregunta: ¿con qué información se
quedará la señora P? ¿Con la verbal o la no verbal? ¿Creerá el "Síííí" de su marido, o
más bien tendrá en cuenta el tono desganado y la falta de interés de su esposo por su
estupendo vestido? Porque si bien es cierto que él ha contestado positivamente, el tono
de voz, su orientación corporal y su falta de contacto ocular dicen algo completamente
diferente. Así pues, ante la incoherencia entre mensajes, las personas dan por cierto el
mensaje no verbal por encima del verbal por una sencilla razón: el mensaje no verbal es
más difícilmente falseable y por tanto, aporta más información certera acerca de las
verdaderas opiniones o intereses de los demás.
75
A continuación se valoran cada uno de los aspectos mencionados por separado.
A) Aspectos verbales
Los aspectos verbales en la escucha activa son muy limitados, pero existen.
Evidentemente, la mayor parte del tiempo el receptor va a dedicarse a escuchar, pero en
momentos muy puntuales será importante que participe de manera audible. Las
principales fórmulas verbales para la escucha activa aparecen en el cuadro 3.2.
En todas las intervenciones verbales debe cuidarse el tono y el volumen de voz, para
que sean lo más equilibrados posible.
B) Aspectos no verbales
• Postura. Es importante saber situarse cerca del emisor, a una distancia prudencial
que no invada el espacio personal, pero que tampoco indique distanciamiento, y
tener el cuerpo levemente inclinado hacia el interlocutor.
El contacto físico debe usarse con mucha prudencia. Para escuchar a alguien
no hace falta tomarle la mano o posar nuestro brazo sobre su hombro. Sólo en
casos muy excepcionales estará justificado el contacto físico como elemento de la
escucha activa (cuando el emisor lo solicita explícitamente y el receptor no se
siente violento con ello, en casos de familiares donde existe una clara confianza
76
entre los interlocutores...) y si se produce, debe ser con la previa autorización del
emisor. No sería recomendable en una relación profesional de ayuda (con un
psicólogo, o médico, por ejemplo).
• Expresión facial. El rostro y sus gestos son la primera carta de presentación cuando
se interactúa con otra persona. A través de la cara y sus movimientos los demás
pueden obtener información importantísima sobre el estado de ánimo, los
intereses, el estado físico o las intenciones de quien está pretendiendo ayudar.
Algunos aspectos como los que siguen son especialmente importantes en la
escucha activa:
77
palabras no alcanzan.
-Asentir. Este sencillo ademán es, por encima de todo, una forma de
retroalimentación que informa al interlocutor de que se sigue su conversación,
que se está entendiendo y que hay identificación con su discurso.
Intervenciones como "Ajá", "Sí", "Ya veo" o simplemente el gesto afirmativo
con la cabeza serán suficientes para dar esa información a quien en ese
momento se está expresando.
78
Por la propia definición de inteligencia, que tiene que ver con utilizar los
medios de que uno dispone para conseguir un fin, no es menos inteligente
quien pregunta o pide ayuda, sino más bien al contrario. Es una decisión poco
inteligente renunciar a un recurso tan útil como la palabra o la ayuda de los
demás sólo por alimentar una falsa idea sobre lo que ello implica.
• Saber esperar. El respeto a los turnos es un aspecto vital para que una conversación
funcione. Y dado que la paciencia no es precisamente una de las virtudes más
habituales en el ser humano, ha de hacerse un esfuerzo especial por desarrollarla,
con especial hincapié cuando se está escuchando a otra persona.
Esto implica necesariamente entender que, por mucha prisa que haya por
intervenir, la clave de esa intervención está a menudo en el tiempo que se dedique
primeramente a escuchar con esmero. Y ello inevitablemente conlleva no
interrumpir para acelerar las intervenciones, entendiendo que cada pequeña
porción de información recogida contribuye a que se pueda actuar más eficaz y
acertadamente. Así se evitará en gran medida lo que popularmente se denomina
"conversaciones de besugo", en que cada cual participa cuando y como bien le
parece, cada intervención queda absolutamente inconexa de las demás y la
sensación final suele ser de que, no sólo no se ha escuchado, sino que, además,
los implicados no se han entendido.
Para terminar, algunas consideraciones que, sin duda, son importantes para contribuir al
clima de escucha y de entendimiento en el proceso de ayuda.
79
partes de la interacción. Posiciones corporales relajadas ayudan a acompañar este
acercamiento neutral al otro (por ejemplo, no cruzar los brazos mientras se escucha, que
suele ser una postura defensiva).
Por último y no por obvio menos importante, resistir a las distracciones, tanto
internas (por ejemplo, preocupaciones), como externas (ruidos, teléfono, otras
conversaciones...) ayudará a orientar toda la capacidad atencional de que se dispone
hacia el interlocutor.
80
81
4.1. ¿Qué significa empatía?
"Empatía" significa justamente eso: ponerse en el lugar del otro, de quien padece,
intentando comprender los entresijos y las circunstancias de su situación, el problema en
sí y lo que lo rodea, identificándose hasta el punto de poder casi sentir, aunque sea por
un momento, lo que la otra persona siente. Sin esta identificación con el otro, la ayuda es
prácticamente una receta estándar, algo que muy a menudo ocurre en las consultas de los
profesionales, que podemos fácilmente caer en la tentación de escuchar cada caso, no
como único y singular, que lo es, sino como "otro más" y tratándolo como tal, es decir,
según patrones de intervención que pueden haber funcionado en otros casos, pero no
necesariamente en éste.
82
asigne su justo valor de singularidad. La frase "Creo que entiendo lo que dices" o "Yo no
lo he vivido, pero me imagino que esto debe de ser tremendo" cumplen más con estos
requisitos de empatía, honestidad y singularidad, y son más efectivas en el proceso de
ayuda.
83
aqueja a la persona (muchas veces no se sabrá encontrar la solución o no habrá ninguna
alternativa suficientemente satisfactoria), pero sí aumenta de forma importante las
probabilidades de que quien se acercó en busca de ayuda esté un poco más cerca de
cierto nivel de bienestar. La comprensión siempre acerca a los demás y no es una mala
inversión la de invertir en empatía.
La escucha activa es una de las principales maneras de demostrar empatía. Como se verá
según se avance en la comprensión de estas habilidades asistenciales, existe una relación
muy fuerte entre ellas, a veces se solapan, se sobreponen unas a otras, con lo que la
distinción entre ellas muchas veces es simplemente pedagógica. Poner en práctica los
diferentes aspectos que garantizan una escucha activa es una forma eficaz de demostrar
al otro que se comprende que necesita ser escuchado, que es un momento y una
situación difícil para la persona, que se sigue el hilo argumental de la conversación, que
se es capaz de resumir las razones que le han llevado a tal o cual acción...
84
relación empática desde los primeros momentos de la terapia que, de hecho, se ha
mantenido durante el resto de la misma. Meses después se ha visto confirmada esta
suposición, ya que, cuando se le presentaron estas líneas para pedir su
consentimiento y poder relatar lo que aquí se cuenta, su respuesta fue, textualmente,
la que sigue:".. .estoy de acuerdo en que, aunque no lo hemos hablado nunca, yo sí
que me di cuenta de ello y eso de verdad creo que te humanizó ante mí.A partir de
ese momento no se trataba de ir a un terapeuta, sino que cuando acudía y acudo es
ir a contarle mis problemas a alguien que realmente me entiende y me aconseja y
que, por lo menos, se pone en la misma situación del paciente. Encontrar eso no es
nada fácil".
85
86
5.1. Necesidad y beneficios de la expresión emocional
Nadie niega hoy en día la importancia de la faceta emocional del ser humano. La
psicología y su forma de entender el comportamiento contemplan el área emocional
como uno de los pilares de la persona y a la hora de ayudar, de intervenir ante el
sufrimiento, es indispensable tenerla en cuenta.
Las emociones suelen mantener un elevado nivel de coherencia con los otros
sistemas de respuesta, el cognitivo (pensamiento), el motor (conducta visible) y el
fisiológico (reacciones físicas ante los estímulos que nos rodean). Por poner ejemplos
sencillos, un castigo hacia un niño no se entiende si no existe detrás una emoción de ira o
enfado, el llanto suele estar relacionado con la emoción de la tristeza... pero en ocasiones
la emoción puede no ser coherente absolutamente con los otros tres sistemas de
respuesta. Se puede felicitar a alguien aunque no se esté contento por él, se puede dar un
abrazo a alguien por el que no se siente afecto...
87
necesario que en el proceso de ayuda haya en algún momento lugar para el análisis
emocional. Y esto es sólo posible mediante dos vías: la reflexión personal (que por
personal quedará fuera del alcance del terapeuta) y la conversación, en la cual sí se
puede desarrollar un interesante papel. La palabra, en definitiva, que da forma a los
sentimientos y los pensamientos, que los ordena, los encauza y nos permite comunicarlos
y manejarlos, será una importante aliada en la asistencia al que sufre.
Ahora bien, este proceso debe producirse siempre de forma voluntaria, sin que nadie
se vea forzado a ello. De no ser así, pierde gran parte de su valor. Por tanto, no se
beneficiará forzando a hablar o a manifestarse cuando no se quiere de forma voluntaria.
Más bien será positivo respetar sus tiempos y su libertad de decisión, aunque se le
recuerden los beneficios de considerar la alternativa de expresarse sin eternizar el
mutismo o la inhibición emocional.
Por otra parte, la expresión de sentimientos acerca a las personas, las hace humanas
(vulnerables y débiles, según la cuestionable opinión de muchos) y abre las puertas para
ser ayudados cuando es necesario. Quien no expresa emociones por no sentirse
vulnerable no es más fuerte; simplemente teme más las consecuencias de expresarse que
de quedarse callado (que también las tiene).
88
muchas veces de un tinte de exageración, de dramatismo, que es precisamente lo que las
hace tan potentes. Es habitual que cuando una persona expresa en palabras un
sentimiento o emoción, sobre todo en lo relacionado con los problemas cotidianos,
descubra, no sin cierto asombro, que las cosas no son tan graves, tan intensas, tan
dramáticas como uno pensaba. Y es que las emociones tienen un poder inmenso, nos
mueven, nos impulsan, nos motivan, nos frenan, nos bloquean... Y ése es el gran peligro
en épocas de crisis o sufrimiento: la persona corre el peligro de moverse o no en función
de lo que siente, no de lo que es real.
Ahora bien, para muchos, la expresión emocional sigue siendo tabú, asusta e intimida
con frecuencia, y ésa es la razón de que, en múltiples ocasiones, dicha expresión no
llegue a producirse. En definitiva, la expresión emocional muchas veces incomoda, y
como a menudo no se sabe disimular, esa reacción funciona como castigo hacia quien se
expresa, reduciendo finalmente la probabilidad de que la expresión emocional vuelva a
producirse.
Las emociones son absolutamente variadas. Probablemente ni siquiera se les haya puesto
nombre a todas, ni sea fácil identificarlas con absoluta claridad. Se solapan a menudo
entre sí, favoreciendo aún mayor confusión sobre ellas y complicando a veces la
posibilidad de ponerlas en su justo lugar. Pero están ahí, tienen su papel, incluso aunque
en ocasiones resulten desagradables.
89
dependiendo del bienestar o malestar que generan en cada cual. Algunos han intentado
concentrar todos los sentimientos o emociones posibles en una lista exhaustiva, pero las
dificultades son obvias y el consenso al respecto no termina de llegar. Lo que sí que está
claro es que la variedad es inmensa y que todas ellas, positivas y negativas, cumplen una
función.
90
Las personas se relacionan y se mueven en un delicado equilibrio entre la libertad
personal y la libertad ajena, los intereses personales y los de los demás. Pero conviene
tener en cuenta que, aunque las opiniones y las reacciones de los demás sean de interés e
importancia, no se puede siempre sacrificar el criterio personal por el criterio ajeno.
Ambos intereses deben estar a la misma altura y eso significa que a veces defender los
propios derechos no gustará a los demás. Entender que el derecho a diferir es un derecho
básico es el punto de partida para poder realizar una adecuada expresión emocional sin
miedo a la censura.
Ahora bien, el derecho a diferir debe ir acompañado de una clara conciencia del
respeto a los demás. Eso significa que habrá que buscar una fórmula que permita ambas
cosas: expresarse con claridad, asumiendo que los demás pueden no estar de acuerdo,
pero haciéndolo de manera que tal desacuerdo no sea provocado por una falta de formas
por parte de quien se expresa.
A menudo, en momentos de crisis o sufrimiento, uno puede sentirse mal con los que
le rodean, presionado por quienes intentar ayudarle, puede no querer aceptar una
invitación o tener la necesidad de pedir que le dejen a solas. En todos estos casos, será
razonable que la persona pueda ser asertiva y expresar estas peticiones de manera suave,
pero firme. Es posible que quien reciba esa expre Sión no entienda el porqué. Pero esto
forma parte de lo previsible, y como tal debe tenerse en cuenta. Por ello es importante
que también sea asertivo quien reciba el mensaje, porque lo que caracteriza
principalmente a la persona asertiva es el profundo respeto hacia los derechos de los
demás. Quien reciba estas u otras peticiones realizadas de manera asertiva puede no estar
de acuerdo con ellas, pero las respetará profundamente y actuará en consecuencia.
91
Ahora bien, se ha considerado la mejor de las posibilidades: las dos personas
actuando de manera asertiva, defendiendo sus propios derechos y respetando
absolutamente la voluntad y opinión del otro. Pero, ¿qué sucede cuando una de las dos
partes, emisor o receptor, no actúa según estos cánones?
•Si quien intenta expresar sus emociones no lo hace con una pauta asertiva, sino más
bien agresiva (por ejemplo, "¡Déjame solo!"), las consecuencias más comunes son
que quien intenta ayudarle se moleste (y con razón) e incluso que se vea privado
de la ayuda que se le había ofrecido. Quien usa un estilo agresivo como forma
habitual de interacción con los demás sufre, más pronto que tarde, las
92
consecuencias de ello: termina quedándose solo, la gente que le rodea le teme pero
no le respeta, no suele despertar ningún tipo de afecto en quienes viven cerca de él
y finalmente termina generando en los demás profundos sentimientos de rechazo.
•Quien, por el contrario, no se manifiesta de forma agresiva o asertiva, sino pasiva (es
decir, muchas veces ni se expresa o lo hace de forma ineficaz), termina
acumulando los sentimientos que no exterioriza. A menudo eso supone que,
cuando finalmente se decide o se ve obligado a expresarse (porque ya no aguanta
más o porque los demás hacen mal uso de su silencio, aprovechándose o
haciéndole actuar en contra de su voluntad) lo hace de forma agresiva,
provocando el rechazo de los que le rodean.
93
Tener una amplia red social que incluya familia, conocidos y, sobre todo, gente de
confianza, amigos, facilita mucho la expresión emocional. De hecho muchas personas
encuentran dificultades para dicha expresión porque no disponen de nadie con quien
hacerlo en su círculo cercano o no les une la suficiente confianza como para ello.
Cuando no se opta por ninguna de estas dos vías anteriores o la persona tiene una
dificultad extrema en exteriorizar sus emociones y circunstancias con alguien, aparece la
alternativa de las técnicas narrativas (escribir o contar, a menudo con lápiz y papel, lo
que se siente). En ellas, la persona puede hacer una descripción y profundización en su
situación, con los beneficios que de ello se derivan, pero sin que medie otra persona.
Esto se consi gue mediante fórmulas alternativas como grabar la propia voz (por ejemplo,
en una cinta o mp3) o escribiendo en una especie de diario. Es importante, en cualquier
caso, que lo que se siente se transforme en palabras concretas, ya que de no hacerse, de
quedarse sólo en ideas abstractas, informes, no se alcanzará uno de los beneficios
principales de la expresión emocional: la ordenación de las ideas.
Es importante hacer una breve mención a uno de los mayores peligros de quien pasa por
una época de crisis o de sufrimiento en su vida: pensar y actuar en términos emocionales.
Por poner algunos ejemplos, cuando alguien sufre la pérdida de un ser querido puede
sentir tal dolor que quiera desaparecer, provocarse la muerte. Si se da criterio
exclusivamente al sentimiento para tomar la decisión, el suicidio tiene muchas
94
probabilidades de ocurrir. Por el contrario, la mayor parte de las personas en estas
circunstancias no lo comenten porque dan su justo lugar al pensamiento racional pasado
un tiempo prudente y compensan de esta forma su emocionalidad.
Pero no siempre se actúa así. De hecho, muchas de las patologías que se tratan en las
consultas de los especialistas tienen un alto grado de pensamiento y actuación emocional.
Sin ir más lejos, en el caso de las personas que padecen anorexia, no dejan de comer
porque estén gordas, sino porque se sienten gordas y, precisamente, no contemplar en
ningún momento un criterio racional hace que sean muy resistentes a las pruebas
objetivas que se les puedan presentar (por ejemplo, la talla, su peso real, su índice de
masa corporal...).
Así pues, es importante reconocer el valor y el papel que tienen las emociones en el
complicado cuadro del ser humano, pero es vital también saber mantener un equilibrio
entre la emoción y el resto de componentes del comportamiento.
95
96
Alguien dijo una vez que las penas son menos penas si se llevan en compañía. Y en parte
tenía razón, aunque el sano equilibrio entre compañía y soledad es también un valor que
se debe tener en cuenta.
La tendencia del ser humano ante el sufrimiento es variada también en este aspecto.
Algunos, ante la crisis, prefieren estar solos, que no les molesten. Otros prefieren, por el
contrario, estar continuamente acompañados, arropados. Todo ello depende, por
supuesto, del tipo de problema del que se trate, pero en cualquier caso, la opción más
recomendable es una opción combinada.
97
Tener a otra persona cerca en momentos de crisis permite poder delegar en ella
aspectos de la propia vida que en ese momento no se pueden afrontar adecuadamente,
de forma que sea posible centrarse de forma más eficaz en la resolución del principal
problema. Por ejemplo, poder tener un familiar cerca para poder delegar en él el cuidado
de los niños cuando se tiene al cónyuge en el hospital es un ejemplo bastante claro de los
beneficios de la compañía ante una crisis.
La compañía constante puede embotar aún más a quien atraviesa por problemas y,
sobre todo, es una fuente añadida de agotamiento. Y es de enfatizar la palabra "añadida",
porque el sufrimiento en sí es agotador, produce un desgaste físico en muchos casos,
pero ante todo una erosión de tipo psicológico. Darse cuenta de esta realidad y actuar en
consecuencia aliviará, además, a la otra persona de la incómoda labor de tener que pedir
que el asistente se marche.
98
Este error, el de pretender ayudar con una compañía constante, es habitual, por
ejemplo, a la hora de visitar enfermos o a nuevos papás. Se tiende a pensar que el
enfermo requiere compañía y ánimo todo el tiempo y, si se preguntara, sería evidente
que lo que necesita esa persona es no saberse abandonado, ser consciente de que se le
tiene en cuenta, pero no estar atosigado con compañía a todas horas. En estos casos se
agradecen las visitas cortas y que sea justamente quien visita quien esté atento a las
señales oportunas para cortar la compañía y dejar a la persona sola o con su entorno más
cercano. Es importante ser sensibles en este sentido.
Estar a solas con el dolor permite analizarlo, afrontarlo, comprenderlo, descubrir las
propias reacciones, conocerse, aprender de las situaciones y prevenir futuros
sufrimientos. Sin tiempo suficiente y de calidad para estar solos con el dolor, es difícil
realizar un verdadero afrontamiento y se crean a veces dependencias innecesarias. Si no
se permite que quien sufre tenga ratos a solas, se le impide en muchas ocasiones ponerse
cara a cara con su realidad y asumirla. Un ejemplo claro es dificultar que un viudo tenga
ratos a solas, o que vuelva a vivir al domicilio conyugal (deseándolo él incluso) con el
objetivo de que no sea tan consciente de su realidad, "que lleve mejor lo que ha pasado"
o "que no se dé tanta cuenta". Esto, a la larga, le hace cerrar la herida del duelo en falso
y favorece que, más adelante, puedan aparecer problemas al respecto, que además
probablemente se presenten en forma patológica.
Quien tiene tiempo a solas con su dolor es capaz de comprobar cómo lo maneja.
Pone a prueba su habilidad de afrontamiento y se fortalece en el proceso. Porque,
además, es importante para quien sufre percibir que no está absolutamente dependiente
de quienes le rodean, sino que aún sigue ostentando cierta capacidad de control sobre su
situación y sobre su vida en general. Quien sufre no se convierte de repente en inútil o
incapaz, por lo que no necesita estar continuamente asistido, salvo en casos
absolutamente excepcionales. Por lo general, las crisis siguen permitiendo al individuo
conservar ciertas cuotas de independencia y quien pretende ayudar no lo hará mejor
suprimiéndolas, sino más bien al contrario, potenciándolas. Favorecer la dependencia de
quien sufre, sea lo que sea (o quien sea), no es recomendable. No existe nada más
motivador para cualquier persona que percibirse tomando el control de las riendas de su
vida y sus decisiones. Tanto más en los momentos difíciles, cuando parece que los
cimientos más básicos se tambalean.
99
margen de autonomía como para poder afrontar con los medios de que dispone la
situación que tiene delante. Cuando le falten medios, allí se debe estar presente. Mientras
no requiera la presencia de nadie, ha de permitirse que sea la persona la que intente, con
sus propios recursos, superar y resolver el problema, de manera que no se la haga más
dependiente de lo que sea estrictamente necesario.
Sólo un breve comentario sobre este punto, muy relacionado con aspectos que ya se han
comentado con más profundidad anteriormente.
Pedir ayuda es siempre una decisión inteligente. Si ser inteligente es justamente poner
los medios suficientes para conseguir un fin, pidiendo ayuda no se está haciendo ni más
ni menos que eso. ¿Humillación? Sólo para aquel que durante su vida ha albergado la
falsa creencia de que es omnipotente, que nada puede superarle y que quien necesita de
los demás para salir adelante es simplemente un inútil. Todos en algún momento de la
vida terminamos aprendiendo que estos principios son falsos. Lástima que muchos lo
hacen después de largo tiempo de haber estado aguantando en soledad un sufrimiento
que, de haber sido compartido o asistido, hubiera sido más llevadero.
La manera más eficaz y directa de pedir ayuda es, sin duda, ser honesto. Reconocer
la propia incapacidad es un ejercicio no siempre fácil, pero sin duda, valioso. Pocas
preguntas hay más sencillas que "¿Me ayudas?". Y muchas veces, cuanto más
directamente se plantea la cuestión, menos se hace esperar la respuesta.
Tanto esta cuestión como la que sigue tienen que ver directamente con la capacidad
para ser asertivos. Quien pide ayuda sabe que tiene derecho a ella y siendo asertivo
defiende este derecho. De la misma forma que quien rechaza la ayuda de otro sabe que
entre sus opciones está rechazarla, independientemente de que la otra parte no comparta
la decisión. Dado que esta posibilidad existe, la propuesta es siempre ser lo más
comprensivo y diplomático posible, ya que ningún rechazo es agradable. Una manera
100
suave de rechazar ayuda o compañía podría ser algo así: "Te agradezco la compañía,
pero la verdad es que me gustaría estar un rato a solas, si no te importa" o "Espero que
no te moleste, pero creo que ahora mismo puedo hacer esto yo solo. ¿Te parece bien que
yo mismo te llame si te necesito?". Siempre puede haber alguien que se moleste, pero
fórmulas como éstas aumentan muchísimo la probabilidad de que esto no ocurra.
101
102
7.1. Los errores de pensamiento. ¿Qué son y cómo funcionan?
Los errores cognitivos forman parte, aunque sea puntual, de la vida cotidiana de las
personas. Cualquiera puede tener razonamientos de este tipo en un momento
determinado. Por ejemplo, si nada más levantarse de la cama alguien se da un mal golpe
en la pierna, probablemente piense, "Desde luego, hoy no debería haberme levantado".
Pero este razonamiento, con todo y ser incorrecto, probablemente no supondrá un
problema para su afrontamiento cotidiano, porque rápidamente será consciente del error
de pensar de esa manera y seguirá su día como si no hubiera pasado nada. O
simplemente olvidará después de unos minutos lo que dijo y continuará con otros
asuntos.
103
cualquier esfuerzo consciente por generarlas es que son el fruto de un hábito prolongado
de pensar en términos erróneos. Se puede venir arrastrando durante años un tipo de error
de pensamiento que quizá hasta ahora no haya generado problemas, pero que, de
repente, empieza a crear un malestar tan intenso que "descoloca", por decirlo de una
manera gráfica. Pensar en términos distintos es una tarea a veces complicada porque
supone luchar contra una historia de años de pensamiento equivocado. Pero no es una
tarea imposible. Sólo habrá que sustituir un mal hábito por uno mejor, una forma de
pensar que impide avanzar por otra más ajustada a la realidad que permita al individuo
conseguir los objetivos propuestos.
Estos pensamientos a menudo descansan sobre creencias profundas que forman parte
del esquema mental que la persona tiene acerca de la vida, de lo que es importante o no,
de lo que significan ciertas cosas... Por tanto no siempre es suficiente con atacar al
pensamiento concreto que no se ajusta a la realidad, sino que es necesario profundizar y
encontrar cuál es la raíz de ese pensamiento. Las creencias profundas, de ser erróneas,
influyen negativamente de forma más amplia en todos los aspectos de la vida. Así lo
muestra este ejemplo concreto:
Laura lleva tres años trabajando para un despacho de abogados. Su labor hasta
ahora ha sido impecable y, de hecho, todos en la oficina están muy contentos con
ella. La semana pasada cometió el error de archivar unos documentos en una carpeta
equivocada. Nadie en la oficina se ha quejado al respecto, pero en Laura se ha
despertado un profundo malestar que le está llevando a preocuparse más de la
cuenta. Además se está empezando a sentir mal también como pareja, como madre,
como amiga... Sólo vienen a su cabeza "los múltiples errores que viene cometiendo
desde hace años" y cada vez está más convencida de que es una incompetente.
104
creencias se encuentran la de que "El trabajo es muy importante" y que "En la vida, las
cosas hay que hacerlas bien". En principio, no son creencias que tengan por qué suponer
ningún problema. Pero si a éstas se añaden otras como "Si cometes un error, nada de lo
que hayas hecho bien valdrá de nada" o "En la vida, si no eres el mejor no eres nadie", el
panorama probablemente sea muy diferente. Es importante considerar que, además,
estas creencias son tan generales que se refieren a todas las áreas de su vida: como
trabajadora, como hija, como madre, como pareja... No es de extrañar entonces que
Laura, de pensar así, se esté cuestionando, no sólo como trabajadora, sino mucho más
ampliamente, como persona.
Las creencias que sostienen la forma de vida de los individuos no siempre son
erróneas. Pero cuando alguna de sus creencias fundamentales está teñida por errores de
pensamiento, fácilmente todas las áreas de la vida quedan dañadas y afectadas por ello.
Éste parece ser el caso de Laura, que a raíz de un pequeño error en el trabajo se está
cuestionando en los demás aspectos de su vida, recabando información que confirme,
además, su idea de que es una incompetente.
Otro de los aspectos que caracterizan a los errores cognitivos es que tienden a ser
tremendamente parcos en palabras pero muy potentes en significado. Frases como "Mi
vida no vale nada", "No hay salida" o "Soy un inútil" concentran en pocas palabras
implicaciones muy graves que pueden condicionar seriamente la manera en que una
persona afronta sus problemas.
Este tipo de pensamiento actúa como una especie de voz insistente, intrusiva a
menudo. Suele ser injusta, alejada de la realidad, insiste en destacar casi exclusivamente
los aspectos negativos y es bastante resistente al cambio, porque mientras el pensamiento
alternativo que se usa para sustituirlo requiere un esfuerzo cognitivo para ser generado, el
de tipo erróneo surge de forma automática y sutil. Es, frecuentemente, el resultado de un
hábito de muchos años.
105
Las consecuencias de esta forma de pensar están muy relacionadas con la
cronificación de ciertos problemas psicológicos. Pensar de forma inadecuada impide que
se resuelvan los problemas de estado de ánimo, de autoestima, de ansiedad... y aumenta
la vulnerabilidad para padecerlos.
Por ello, en momentos difíciles de la vida, en que uno ya de por sí se encuentra más
expuesto a sucumbir ante determinados problemas psicológicos, es importante tener una
forma constructiva y realista de pensar. Cuando la persona por sí misma no es capaz de
reconocer los errores cognitivos que está cometiendo, puede serle útil la ayuda de quien
le socorre en la situación por la que pasa, ya que cuanto más ajustada sea su visión de la
realidad, más cerca estará de tener en su mano las armas necesarias para afrontarla con
éxito.
Ésta debe ser la búsqueda constante de quien pretende ayudar en este sentido:
favorecer un claro contacto con la realidad. No se busca gente que piense en positivo
simplemente, ni el optimismo férreo que muchos predican. Ni ese optimismo ni su
opuesto, el pesimismo, son beneficiosos en tanto en cuanto pueden estar tremendamente
alejados de la realidad. Sólo una actitud objetiva ante la realidad que a la persona le toca
vivir puede ayudarle a hacer frente con ciertas garantías.
En el cuadro 7.1 aparece una lista de los errores cognitivos más habituales.
106
1. Pensar en términos de blanco o negro. Consiste en ser extremista y no contemplar
los términos medios. En la vida es honesto reconocer que las cosas no suelen ser o
todo o nada, o blanco o negro. Entre estos dos extremos se encuentra una amplia
gama de grises que a menudo no son considerados. Y al no atender a esta gama de
posibilidades, se pierde un abanico de opciones que, de tomarse en cuenta,
reducirían considerablemente el malestar.
Pongamos un ejemplo:
En este ejemplo, Ana no está considerando que, entre vivir una vida plena de
satisfacciones junto a la persona que quiere o llevar una vida absolutamente falta
de todo aliciente, existen múltiples posibilidades que no está teniendo en cuenta.
Es cierto que ante una ruptura o separación de repente se pierde una importante
fuente de satisfacción (también a menudo una importante fuente de frustraciones
y desencantos, de ahí la separación). Teniendo en cuenta que para muchas
personas el ámbito de la pareja es muy importante (para algunas, imprescindible),
es cada vez más habitual que mucha gente piense así. Pero entre aceptar la
importancia de las relaciones de pareja para la vida de una persona y despreciar la
existencia sin ellas, hay un abismo. Existen otras facetas que no se deben olvidar:
la familia, los amigos, el ocio, el trabajo... Pensar o decir, entonces, que la vida
tras una ruptura no tiene sentido es una frase que se aleja de la realidad y que,
por tanto, debe ponerse a prueba.
107
La clave para contrarrestar este tipo de pensamiento inadecuado se encuentra
en la búsqueda constante del equilibrio, de los términos medios. Algunos
ejercicios como graduar numéricamente los acontecimientos de 0 a 100, por
ejemplo, para establecer diferentes niveles de importancia o comparar las propias
situaciones con las de otras personas para así ser conscientes de que esas
circunstancias podrían ser peores ayudan a relativizar los extremos y ver la
situación con mayor claridad y transparencia.
2. Minimizar los aspectos positivos y maximizar los aspectos negativos. En este tipo
de error la persona no sólo atiende más a los aspectos negativos desechando los
positivos o dándolos por poco importantes, sino que les concede a los primeros
una relevancia que sobrepasa con mucho la realista. Así, las consecuencias que se
derivan de ellos son "catastróficas" y con ello la persona no hace sino agravar sus
estados de preocupación o ansiedad. Esto es lo que se llama "catastrofización", es
decir, anticipar unas consecuencias negativas que son desproporcionadas para el
evento en cuestión. De alguna manera la persona magnifica, exagera, las
implicaciones de un determinado hecho.
Este sencillo caso permite ver con más claridad de qué manera se puede
minimizar lo positivo, maximizar lo negativo y catastrofizar las consecuencias que
se deriven de ello. Las implicaciones son de claro sufrimiento innecesario para
Ignacio, ya que lo que teme no se corresponde con la realidad que probablemente
se encuentre al hablar con su novia.
108
Valoremos ahora una situación diferente, por ejemplo, la de alguien que esté
afrontando un proceso de enfermedad, en el que las consecuencias pueden ser
más claramente negativas para la persona. Si a lo largo del tratamiento el paciente
prefiere ignorar sus pequeños o grandes avances, dándole sólo importancia a los
posibles retrocesos de la dolencia que padece, su capacidad de afrontamiento
quedará claramente menguada y puede incluso obstaculizar su recuperación. Se
han hecho múltiples investigaciones respecto a la actitud de afrontamiento en el
caso de pacientes de cáncer que nos dan pistas y nos orientan en este sentido.
La alternativa de pensamiento a este error cognitivo tiene que ver con aceptar
tanto los aspectos negativos como positivos que ofrecen las circunstancias por las
que se esté atravesando. Negar unos u otros no se corresponde con la realidad,
por lo que en ningún caso es recomendable ignorar los negativos para centrarse
sólo en los positivos. La realidad que nos rodea está compuesta de los dos y las
soluciones a los problemas deben tener en cuenta ambos polos para que la toma
de decisiones sea la más adecuada.
109
capacidad de seleccionar hacia qué estímulos orientamos nuestra atención. Esta
selección puede controlarse voluntariamente, pero a menudo se produce de forma
automática.
Ahora bien, otro de los problemas a los que da lugar esta visión parcial de la
realidad es que tiende a reforzar las teorías que uno mismo elabora en función de
determinados intereses o prejuicios. Por ejemplo, si uno cree que está teniendo
una enfermedad grave, puede ocurrir que atienda selectivamente a aquellos datos
que confirman su teoría ("porque así lo siento, y si lo siento, lo tengo") y
desechar las pruebas médicas que indican que está sano. Esto le llevará a una
situación muy diferente de la que tendría en caso de ser objetivo con los datos
que la realidad le ofrece y atender, no sólo a sus sentimientos o su propia
percepción, sino en especial a aquellos datos que puedan incluso contradecir su
teoría personal. La diferencia está entre sufrir innecesariamente o sufrir lo
imprescindible.
Muchas personas entienden como un riesgo asumir la realidad con sus dos
caras, la que apoya las tesis personales y la que las desmantela. Ahora bien, no
hay mayor riesgo que el que se corre cuando uno se aleja de la realidad. Porque,
al fin y al cabo, la realidad es la que es, y uno termina encontrándosela tarde o
temprano. Se puede estar preparado asumiéndola tal cual es, con sus aspectos
positivos o negativos, o se puede intentar moldear a gusto personal, pero eso no
cambia el curso de los acontecimientos.
110
que enfrentarse a alguna situación en particular, ya simplemente no quedan
fuerzas. Por esta razón la preocupación excesiva no tiene sentido. Un cierto nivel
de preocupación puede ser razonable, pero usar la preocupación o el negativismo
como forma de preparación o entrenamiento para las circunstancias negativas es
siempre una mala opción.
Cuando se intenta ayudar a quien sufre puede ser importante que, en la línea
de lo que se está diciendo, se le acerque a considerar alguno de los aspectos
positivos que su realidad pueda tener. Es cierto que hay situaciones tan graves
que a veces puede resultar difícil encontrar algo que no sea negativo. Pero hay
muchos elementos positivos que se dan por descontado y que a menudo se
escapan del análisis inicial. Tener fuerzas para seguir adelante, amigos que prestan
su apoyo, una perspectiva de solución del problema, cierto grado de salud... son
aspectos tremendamente importantes que en muchas ocasiones supondrán la
motivación que quien sufre necesita para salir adelante.
111
Claudia ha extraído y desprovisto de su contexto la frase dicha por el médico
acerca de los antecedentes del cáncer. No está teniendo en cuenta ninguna de las
muchas áreas que se han tratado en la revisión ni su buen estado de salud. Muy al
contrario, valora toda la revisión negativamente porque la pasa a través de la frase
del médico (que por otro lado el facultativo ha sacado a colación a partir de una
pre gunta de la misma Claudia). El comentario del médico sobre los antecedentes
del cáncer funciona en este caso como un filtro mental. Un filtro a través del cual
pasa el resto de la información, y que al ser negativa, tiñe el contenido del mismo
signo. Es interesante notar, además, cómo este error le lleva rápidamente a otro,
que es la catastrofización. Ha magnificado lo negativo y está minimizando los
aspectos positivos de la revisión.
Pues así es justamente como funciona este tipo de error cognitivo: se extraen
conclusiones de dudosa lógica a partir de un hecho determinado. Y a raíz de ello,
el resto de la realidad queda teñido del error cometido en ese sentido.
112
hace años tiene problemas de estómago. Por fin, después de una
larga lista de espera, van a poder operarle, algo que él quería
desde que se inició el problema. Esta misma tarde le han dado
fecha para la intervención, pero ha sabido también que no será
su médico de confianza quien le operará, sino el jefe de cirugía
del hospital donde le atienden habitualmente. Hoy casi no se ha
podido hablar con él. Está desanimado y dice una y otra vez que
"cambiar de médico le ha sentado como un jarro de agua fría" y
que "se le han quitado las ganas de operarse".
En este sencillo caso es patente cómo una buena noticia (tal como la
posibilidad de poder ser por fin operado) queda empañada por un detalle
interpretado negativamente, a partir del cual se filtra todo el resto de la
información. Además, en este caso particular, dicho detalle no es ni siquiera
negativo. A Antonio le atrae ser operado por su médico de confianza, pero no es
ninguna mala noticia que vaya a ser operado por el jefe de cirujanos de un
hospital. Simplemente no coincide con la expectativa que se había formado al
respecto y en cuanto no ha salido todo como esperaba, "nada ha salido bien".
113
lo positivo que aporta.
Uno de los momentos más delicados para tender a pensar de esta manera es,
por ejemplo, el embarazo. Para las mujeres, sin duda, una época especialmente
sensible en que la expectativa es "que todo salga bien". Usemos esta situación
como ejemplo para comprender mejor el mecanismo que subyace a esta forma de
interpretar la realidad.
En muchos casos, en los resultados de uno de los múltiples análisis a los que
una mujer se somete en estos casos aparece un dato que supone una posible
dificultad en el embarazo, por ejemplo, tener Rh negativo. El médico intenta
tranquilizar en todo momento, ya que dicha dificultad hoy en día es de fácil
solución y no supone ningún problema. En ese primer momento, la reacción
puede ser simplemente de sorpresa. Pero al cabo de un par de horas puede
suponer que la futura madre esté llorando desconsoladamente pensando en que
todo saldrá mal por ese pequeño contratiempo. Mirando hacia atrás se puede ser
consciente de que el malestar fue desproporcionado y ésta es precisamente una de
las pistas de que se pudiera estar cometiendo un error de pensamiento. Pero la
realidad es que el mismo error puede ser cometido otras veces más, ante nuevos
datos de diferentes analíticas. Ésa puede ser la tendencia personal de alguien en
momentos difíciles y es de ayuda detectarlo, para poderlo controlar y manejar
mejor en sucesivas ocasiones, ya que la realidad que se encuentra finalmente es
que la generalización realizada suele ser incorrecta. Nada de lo que uno teme que
ocurriera sucede finalmente, como era de esperar, y tanto el embarazo como el
parto discurren, en la mayor parte de los casos, con la más absoluta normalidad.
Por alguna extraña razón se suele tener más tendencia a generalizar en los
aspectos negativos que en los positivos. Se suele tener muy claro que, cuando
algo sale bien, eso no significa que todo lo demás saldrá bien. Pero, sin embargo,
no se es igual de consciente de que el hecho de que algo salga mal no implica que
todo lo demás saldrá mal. Hay entonces un claro sesgo hacia el negativismo sobre
114
el que a menudo se debe trabajar para corregirlo.
En el caso que nos ocupa, Jorge puede tener otras muchas razones por las
cuales puede haber tomado la decisión de abandonar la relación: por una tercera
persona, por aburrimiento, por no estar interesado actualmente en tener pareja...
pero no necesariamente por algún comportamiento de Marga. Mientras ella no
contemple estas otras posibilidades y siga personalizando, multiplicará su dolor al
respecto y le será más difícil afrontar su situación.
Es importante tener en cuenta que, si bien todos los actos que se realizan
implican una responsabilidad, ante los problemas éstas normalmente suelen ser
compartidas. No se puede, pues, asumir las responsabilidades ajenas como
propias. Porque si bien asumir las propias es un signo de madurez, asumir las
responsabilidades ajenas se corresponde, en muchas ocasiones, con un error de
pensamiento.
115
Pablo acaba de comprar una propiedad. Parecía que todo
había ido bien, pero las condiciones en que él ha adquirido su
inmueble le obligan a afrontar unos pagos que no va a poder
abordar. Después de investigar acerca de qué ha podido ocurrir,
descubre que, quien le asesoró para que la operación saliera
adelante, le ha comprometido con el banco en unas condiciones
poco realistas. Pablo está muy preocupado y no hace más que
decirse que "si no fuera tan tonto", estas cosas no le pasarían.
Una posible manera en que Pablo podría haber hecho una lectura más
adecuada de su caso sería considerando que, desgraciadamente, la gestoría no ha
hecho un buen uso de la confianza que ha depositado en ellos y que, lejos de
velar por los intereses de él como cliente, han velado exclusivamente por los
suyos, sin importar las consecuencias que esto le pueda acarrear. El problema no
es que Pablo sea tonto, sino que quien le ha asesorado ha actuado
deshonestamente.
116
explicación de lo ocurrido es su propia forma de ser, se entiende que es
permanente a lo largo del tiempo.
Pongamos por caso la actitud ante los exámenes: dependiendo del resultado y
del autoconcepto que se tenga como estudiante se sacan unas u otras
conclusiones. Hay quien, ante un examen suspenso dice "Me han suspendido"
(atribución externa, eximiéndose de cualquier responsabilidad al respecto),
mientras otros piensan "He suspendido" (achacándose toda la culpa por el mal
resultado).
Ante un examen aprobado, las cosas no son distintas: siempre hay quien dice
"Me han aprobado" (cuando no estaba muy seguro de sus posibilidades) o quien
exclama, con la boca llena, "¡He aprobado el examen!" (dejando bien claros los
méritos propios). En cualquier caso, como se puede observar, la forma en que se
resume o comenta un evento da bastante información acerca de la forma que se
tiene de analizar e interpretar los acontecimientos. Y dicha interpretación influye
sobre la actitud que se adoptará en consecuencia y las decisiones que se tomen al
respecto.
Por seguir con el mismo ejemplo, cuando alguien dice repetidamente "Me han
117
suspendido" o "Me han aprobado" (ambas atribuciones externas) probablemente
tenga la sensación de que, sea cual sea su conducta, el resultado final queda fuera
de su control. Se genera una cierta sensación de indefensión que en muchas
personas da lugar a no poner demasiado esfuerzo en lo que hacen (el pensamiento
de fondo puede ser "Haga lo que haga, no depende de mí el resultado, así que
¿para qué me voy a esforzar?"). Su comportamiento será probablemente muy
diferente al que desarrolle una persona cuyas atribuciones son "He suspendido" o
"He aprobado". En estos últimos casos la persona es plenamente consciente de
que su esfuerzo tiene repercusiones directas en el resultado del examen y orienta
su conducta activamente hacia el estudio.
8. La lectura del pensamiento y el error del adivino. Quien comete este error
cognitivo tiende a aplicar a su vida el famoso refrán "Piensa mal y acertarás". Su
tendencia tiene que ver con suponer o intentar adivinar lo que otros piensan sin
tener pruebas para ello y, normalmente, en términos negativos. Ya se ha hablado
de la dudosa capacidad del ser humano para adivinar lo que sucederá. Esto es
extensible también a la capacidad para conocer lo que otros pien san cuando no se
tiene fundamento para ello (y cuando aquí se habla de fundamento, no hay otro
más fiable que el que la propia persona diga lo que piensa). Un ejemplo sencillo:
"No voy a contar mi problema porque van a pensar que soy débil". ¿Cómo sabe
qué pensarán los demás? Su anticipación se basa en intuiciones, en prejuicios
quizá, pero no tiene pruebas de ello.
El error del adivino está relacionado con la lectura del pensamiento, aunque
con la leve diferencia de que el pronóstico tiene que ver, no con lo que el otro
piensa, sino con lo que ocurrirá en determinada situación (por ejemplo, "No voy a
hacer el examen porque seguro que lo suspendo").
118
En cualquier caso, esta distinción no tiene especial relevancia. Lo que sí la
tiene es tener en cuenta de manera permanente que, antes de sacar cualquier
conclusión categórica y, más aún, antes de actuar en función de esas conclusiones
sin fundamento, es imprescindible contrastar las propias suposiciones con la
realidad. La vuelta una y otra vez a los hechos, a las pruebas, es una medida
extremadamente necesaria para quien quiere minimizar lo máximo posible la
probabilidad de equivocarse. Y será siempre una orientación adecuada para quien
pretenda ayudar a otro.
119
De ahí que pensar en términos de exigencia desmesurada o perfeccionismo es
un error cognitivo. Como planteamiento, simplemente es erróneo porque se parte
de la suposición de que podrá conseguirse algo que en realidad no será alcanzado.
Con el agravante de que, hasta que finalmente se acepte ese hecho, el de la
inviabilidad de la propia meta, se habrá pasado por una frustración y un
sufrimiento innecesarios.
Otro sencillo ejemplo quizá ofrezca un poco más de luz sobre este asunto:
120
Esto es absolutamente descorazonador porque la idea de fondo que acapara la
mente del perfeccionista es que "lo que no está cien por cien bien hecho,
simplemente no está bien hecho". Y esto nos hace volver al primero de los errores
cognitivos que se han considerado en esta sección, el pensamiento del tipo "todo
o nada" que, como se planteó, no se ajusta a una realidad que, afortunadamente,
está llena de grises.
Una de las recomendaciones que más pueden ayudar a quien tiene tendencia a
exigirse demasiado está relacionada con preguntarse cuánto le exige a los demás.
121
Y en este punto hay que reconocer que muchas veces se ponen sobre los propios
hombros cargas que no se depositarían en hombros ajenos. Esta doble vara de
medir es una pista importante que debe orientar a quien ayuda a plantearse si la
persona no se está exigiendo demasiado. Si se llega a la conclusión de que sí, que
ése es precisamente el caso, lo ideal es orientar a la persona a intentar bajar el
listón, no temiendo correr ese riesgo. Entre el cero y el diez hay muchas notas
intermedias, y entre el aprobado y la matrícula de honor también. No todo en la
vida pueden ser matrículas de honor. A veces hay que optar por el notable o por
el aprobado. Y a veces se tiene la suerte de llevarse a casa un sobresaliente. Así
es la realidad y no hay otra.
El siguiente paso sería poder generar una o varias alternativas de pensamiento que se
ajusten más a los hechos comprobables. Al principio puede resultar difícil generar
pensamientos alternativos, porque como ya se ha comentado, los errores cognitivos se
generan casi de forma automática y son el fruto de muchos años de historia. En el intento
por sustituir un mal hábito por uno más adecuado hay que contar con la dificultad de que
en los inicios puede resultar algo más difícil, pero no imposible. De hecho, la experiencia
nos dice que el ejercicio continuado de esta habilidad favorece que cada vez esta tarea
sea más fácil hasta el punto de que, con práctica suficiente, lleguen a ser prácticamente
igual de automáticos que los pensamientos erróneos. Finalmente, los errores cognitivos
122
tienden a disminuir y son sustituidos por un pensamiento más adaptativo y ajustado a la
realidad.
No cualquier pensamiento alternativo vale para sustituir uno negativo. Por poner un
ejemplo, si uno se dice: "Desde luego, soy un idiota" (error de etiquetación), no vale con
que seguidamente se diga: "Qué listo soy". Generar un pensamiento alternativo no es
simplemente buscar el pensamiento contrario.
La forma de usar los pensamientos alternativos una vez que se sabe cómo generarlos
es, al detectar que a quien se está pretendiendo ayudar está teniendo pensamientos poco
razonables, se le anima a, inmediatamente, sustituir uno por otro, incluso aunque todavía
no se lo crea demasiado. La razón por la cual uno se fía tanto de los pensamientos
negativos es que se ha pasado probablemente años conviviendo con ellos y cuando algo
se repite demasiado, se termina creyendo que es cierto.
El terapeuta no debe desanimarse al ver que los efectos no son inmediatos. Como ya
se ha comentado, la lucha es contra hábitos muy enraizados en la forma de pensar de la
persona y hará falta mucha insistencia y un tiempo relativamente prolongado para que los
efectos sean claros.
Es recomendable que no sea el asistente quien dé las respuestas ni las soluciones ante
los pensamientos negativos. Lo ideal es que sea la propia persona la que genere, poco a
poco, la habilidad de poder pensar en términos más realistas. Lo que sí se puede hacer es
orientar, mediante preguntas, el razonamiento de la persona. No se le dan las respuestas,
pero se le guía en el camino hasta ellas. Esta técnica consistente en guiar el razonamiento
a través de preguntas es lo que se llama diálogo socrático. Utilicemos el ejemplo anterior
usando esta técnica:
123
A: Desde luego, soy un idiota.
A: Pues un tonto.
Una y otra vez habrá que llevar a la persona a contrastar las ideas que tiene con la
realidad. Esto puede hacerse mediante diferentes estrategias, que se comentan
brevemente en el cuadro 7.2. La lista no es exhaustiva, lo que significa que
probablemente al lector se le ocurran otras muchas formas de comprobar y relativizar los
pensamientos inadecuados. Éstas son simplemente recomendaciones que pueden ser
útiles en esta tarea que nos ocupa.
124
125
126
7.3. ¿Cómo hacer una crítica sana?
Pero quien rodea a quien sufre pretendiendo serle de ayuda, se ve a menudo en cierta
obligación de tener que ofrecer alternativas, previa crítica cariñosa, a menudo, de la
forma de pensar que la persona ha estado defendiendo hasta entonces.
Prácticamente se puede decir casi todo, sabiéndolo decir. Se trata pues, en muchos
casos, de una cuestión estratégica: cómo se proponen cambios, cómo se hace esa crítica
de forma constructiva y sin dañar a quien se tiene delante. Normalmente se habla de
habilidades como la diplomacia, la delicadeza o el tacto en términos abstractos, difíciles
de concretar. Lo que aparece en el cuadro 7.3 son algunas recomendaciones específicas
y prácticas para poder cumplir ese objetivo eficazmente evitando daños innecesarios.
127
Cuadro 7.3. Estrategias para hacer una crítica sana y eficaz
1. Elegir el momento y el lugar. Esta cuestión puede ser algo más fácil de entender si
se plantea al revés. Es decir, considerando algunas situaciones que NO son un
buen lugar ni momento para hacer una propuesta de cambio:
•Cuando alguien está claramente cansado (ya que no está en fácil disposición de
poder escuchar abiertamente).
Cuandohay otras personas delante (ya que cualquier crítica en público acentúa
sus efectos negativos).
128
es que se evitarán problemas por una mala elección de las circunstancias.
Fórmulas útiles: "Puede que no tenga razón en lo que te voy a decir, pero a lo
mejor te ayudaría considerar esta opción", "Quizá estoy equivocado pero creo
que...".
129
simplemente una crítica dura e inexacta en la que median interpretaciones de los
hechos, más que los hechos en sí.
Fórmulas útiles: cuando (por ejemplo, al llegar del médico) empiezas a hablar
sólo de los aspectos negativos, entonces te pones de mal humor y te perjudica.
Creo que quizá podría ser más útil y saludable que (por ejemplo, si además de los
aspectos negativos pudieras considerar también los positivos, como que la
analítica ha salido bien).
130
Fórmula útil: "Siento que lo que te acabo de decir te haya sentado mal. Quiero
que sepas que mi intención en ningún momento ha sido incomodarte y que he
intentado tener el máximo cuidado posible para no dañarte. Lo que más me
importa en este momento es que puedas estar bien y consideré que de esta
manera te estaba ayudando. Siento que el efecto que ha tenido sobre ti haya sido
el contrario. Discúlpame".
7. Tener en cuenta, asumir y respetar que quizá el otro no quiera cambiar. En la línea
del derecho que se ha comentado en el epígrafe anterior, las personas cuentan con
otro derecho fundamental: el de no querer cambiar la propia conducta
simplemente porque alguien lo pida. Puede ocurrir, y de hecho ocurre con bastante
frecuencia, que incluso cuando quien hace la propuesta de cambio la fundamenta
con toda clase de argumentos, no se está dispuesto a modificar el rumbo. Pero ése
es el derecho de cada cual. Un derecho que la otra parte debe respetar en todo
caso, incluso cuando no está de acuerdo.
Por esta regla de tres, quedan fuera de lugar todo tipo de reacciones infantiles
del tipo "Pues si no me vas a hacer caso, no pidas más ayuda, porque no te la
voy a dar", "Tú no estás en condiciones de decidir nada" o "¿Qué sabrás tú de lo
que te conviene?".
131
Fórmula útil: "Admiro muchísimo la manera en la que estás enfrentando tu
situación actual, calmado y sereno. Sólo te quería comentar que quizá querer
afrontar la situación tú solo te puede hacer más difícil la tarea de salir adelante. Si
quisieras considerar la propuesta de que te pueda ayudar en... a lo mejor podrías
sentirte algo más aliviado".
132
133
Los capítulos abordados hasta este punto han puesto de manifiesto las habilidades más
importantes y fundamentales a la hora de atender a una persona frente a la crisis, aunque
la revisión no es exhaustiva, y por ende, no son las únicas que han de tenerse en cuenta
para un adecuado acercamiento ante el dolor.
Este capítulo aporta algunas cuestiones relevantes respecto a otras habilidades que,
con todo y no ser las más ampliamente comentadas y tomadas en cuenta a la hora de
intervenir en Primeros Auxilios Psicológicos, tienen un peso y valor fundamentales de
cara a un adecuado apoyo y soporte emocional y racional ante la crisis. Se trata de las
tres habilidades que exponemos a continuación.
Ya en el capítulo sobre la escucha activa se hizo alguna mención sobre este aspecto, pero
es un tema lo suficientemente importante como para incidir un poco más en él.
Cuando se ofrece ayuda ante una situación es vital partir de la base de que quien se
tiene delante sigue siendo una persona que, aunque atraviese una situación de dificultad,
sigue teniendo criterios propios que deben ser respetados. Por ello está fuera de toda
lógica tomar decisiones en lugar de la persona o incluso mani pular la información para
forzar al otro a tomar, no ya sus decisiones, sino las nuestras. Y esto es muy elástico,
porque tomar decisiones por otro siempre es fácil, sobre todo teniendo en cuenta que, si
nos equivocamos, será el otro y no nosotros quien pagará las consecuencias. Tiene todas
las ventajas de tomar una decisión (sobre todo sentirse al control de la situación y
atribuirse el mérito en caso de acierto), pero ninguna desventaja, ya que será el otro
quien las sufra.
No son poco frecuentes los casos en que la persona se queja de sentirse presionada a
tomar determinada decisión por aquellos que le estaban pretendiendo ayudar. Poniendo
un ejemplo concreto: la persona que intentaba ayudar a una paciente recién separada era
también una mujer separada que no podía concebir que la otra se pudiera estar
planteando volver con su pareja después de la ruptura. La situación problemática no
presentaba razones de peso por las cuales fuera inadmisible que la pareja pudiera
134
arreglarse, pero esta persona tenía la creciente sensación de que, cuanto más cerca estaba
de arreglarse con su pareja, más lejos estaba de la persona que la asistía en su crisis. He
aquí, entonces, el asunto que se está planteando en estas líneas.
135
recordar a quien sufre que el tiempo cura las heridas y que "hace falta tiempo". Pero,
¿tiempo para qué? ¿Cuál es el verdadero valor del tiempo en el sufrimiento? ¿tiene en sí
mismo un efecto curativo sobre el dolor? ¿es acaso un anestésico? ¿o simplemente forma
parte de una frase tópica de la que se hace un uso abusivo en estos casos?
Éstos son los hechos: en la vida, todo tiene su tiempo. Cada cosa requiere tiempo: el
crecimiento, el desarrollo, la madurez, el devenir de los acontecimientos, los cambios, las
tomas de decisiones, la rectificación de los errores... Nada (o casi nada) es instantáneo. Y
el proceso curativo tampoco lo es. Y quizá no es tanto que el tiempo tenga valor curativo
en sí, sino que proporciona el escenario suficiente como para que los procesos
terapéuticos tengan lugar. Los recursos, las técnicas y sus consiguientes resultados
requieren de un margen para producirse y ése es justamente el valor del tiempo, el de
permitir que las cosas se den, se desarrollen.
En el proceso terapéutico muchos de los cambios tienen que ver con sustituir viejos
hábitos por otros nuevos, aquellos que no sirven por otros más útiles para la situación
actual. Pero el concepto de hábito está inevitablemente ligado al concepto de tiem po. No
existe hábito sin tiempo y, por ende, tampoco sustitución de hábito sin él.
Así pues, efectivamente, el tiempo cura las heridas, pero no en sí mismo, sino en
colaboración con un afrontamiento activo, en búsqueda constante del avance y de la
superación. El tiempo en sí mismo, desligado de una actitud activa por parte de quien
sufre, puede tener y tiene a menudo un efecto más bien negativo, favorece el
enquistamiento, la apatía y bloquea el avance saludable hacia el restablecimiento del
equilibrio.
Cuando se ayuda a otro ha de tenerse en cuenta todo lo analizado hasta aquí para
poder, precisamente, favorecer a quien se tiene delante con el tiempo suficiente como
para que sus heridas tengan tiempo de sanar y favorecer en la medida de lo posible un
buen aprovechamiento de ese tiempo, justamente para evitar los efectos negativos que ya
se han comentado.
136
se ajustan a una expectativa razonable. ¿Quién marca qué tiempos son los correctos para
haber superado tal o cual cosa? Y, yendo un poco más allá, ¿basándose en qué criterios?
¿No se debe este apremio muchas veces más a un cierto egoísmo por parte de quien
rodea al que sufre que de una cuestión realista? Aquí la labor del profesional tiene que
ver con reestructurar estas ideas y expectativas erróneas respecto al efecto del tiempo
sobre el dolor y amortiguar los efectos de intervenciones externas poco adecuadas.
Pero las heridas se cierran. A su tiempo, pero se cierran. Cuando se las cuida, se
vendan, aprovechando los momentos de cierto alivio para levantar la cabeza y mirar
alrededor, contemplando algo más allá del propio foco del dolor, se da lugar a que el
proceso de cicatrización se produzca. Nadie dudaría de que para que una herida cicatrice
hace falta tiempo. No porque el tiempo sea quien realiza en sí esa ardua tarea, sino
porque da lugar a que el cuerpo reaccione, a que las plaquetas realicen su función, a que
las infecciones desaparezcan, a que los medicamentos hagan su efecto... El tiempo
proporciona, pues, el escenario para la curación. Y cuando el proceso termina aparece,
no ya una herida, sino una cicatriz que, si bien es la muestra y señal de que
efectivamente tal herida existió, permite seguir adelante con la vida. Puede generar
malestar mirarla, pero se puede decir "Sucedió, pero puedo vivir con ello". Ya no se
lucha contra la herida, sino que se vive con una cicatriz.
El dolor sigue, pues, un proceso lógico. No hay un acuerdo absoluto en cuanto a las
fases, pero sí en cuanto a que en los primeros momentos la tendencia es a negar lo
sucedido (etapa de negación que, se estima, puede durar entre 48 horas y días). Algunos
se bloquean en esta fase, prefieren mirar hacia otro lado e ignorar los hechos, sin tener en
cuenta que el afrontamiento activo, aunque doloroso, es a largo plazo la opción más
cercana a la recuperación. Quien consigue superar la tentación de negar los hechos, es
137
decir, quien "coge al toro por los cuernos" y decide afrontar la situación (etapa de
confrontación), se encontrará ante emociones diversas, a veces incluso encontradas,
altibajos varios; pero todo ello, entendido como inversión, acerca cada vez más a la
posibilidad de aproximarse al momento en que se pueda decir que se ha superado la
pérdida. Este segundo período del proceso puede durar entre meses y un par de años, en
función de la pérdida de la que se esté hablando. Cuando la persona pasa finalmente por
este largo proceso de lucha, se ha llegado a la fase de recuperación. En ella, los efectos
negativos que han aparecido en etapas anteriores se han suavizado y se produce
aceptación emocional del hecho en sí. Se asumen los cambios que ha producido la
pérdida y se vive con ellos, aceptando la nueva situación.
Pero lo habitual suele ser también que, conforme va pasando un poco de tiempo y el
primer impacto del suceso ha pasado, la ayuda y los esfuerzos se van diluyendo hasta el
punto de que a veces quien sufre se siente prácticamente solo y desasistido ante la
situación por la que atraviesa.
A corto plazo es obvio que quien sufre necesita ayuda. Pero, como se comentaba en
líneas anteriores, cuando el sufrimiento o el foco que lo produce se prolongan, las
personas agradecen cierta estabilidad en la asistencia. Tan importante es la asistencia a
corto plazo, pues, como a medio y largo plazo. Por ello se recomienda que los PAP
138
tengan algún tipo de continuidad en otras posibilidades más formales de terapia o
asistencia.
Es cierto que a menudo quien presta ayuda en el momento más inicial de los
acontecimientos puede verse limitado para prolongar la ayuda indefinidamente. Por ello
quien aporta la asistencia inicial en forma de PAP debe tener presentes otras posi bles
fuentes de ayuda más prolongadas en el tiempo. Será muy importante saber orientar a la
persona hacia otras fuentes de ayuda que puedan suplir ciertas necesidades a medio y
largo plazo. La asistencia psicológica formal, otros profesionales de la asistencia o las
asociaciones mismas tienen un papel muy relevante en los casos que nos ocupan. Las
asociaciones, por ejemplo, a menudo cumplen muy bien esta función y son
especialmente útiles porque muchas de ellas garantizan una ayuda importantísima en los
distintos momentos de dolor, desde los más inmediatos a los más remotos.
139
140
Prácticamente todo en la vida supone un esfuerzo, mayor o menor, pero esfuerzo al fin y
al cabo. Y acompañando a ese esfuerzo debe estar la recompensa.
Según los principios básicos del condicionamiento operante, aquellas conductas que
son recompensadas aumentan su probabilidad de aparición en el tiempo, por lo que, ante
una conducta adecuada o que se quiera fomentar en la persona que está recibiendo
ayuda, lo ideal será aplicar recompensa para aumentar esa probabilidad de ocurrencia en
el futuro. De esta manera se generan y establecen cambios en los hábitos de
afrontamiento y resolución de las situaciones de crisis.
Por ejemplo, para una persona que esté pasando por una depresión grave o para
quien vive el duelo por la pérdida de un ser querido cuestiones tan "simples" como
levantarse por la mañana, ducharse o comer pueden suponer un verdadero quebradero
de cabeza. Para muchos son consideradas casi como metas imposibles de cumplir de
manera cotidiana. Por ello el refuerzo en los momentos difíciles tiene un valor tan
importante para el que sufre.
El refuerzo, la valoración de lo que uno hace puede ser y es, de hecho, en muchas
141
ocasiones, el motor que permite que la persona siga adelante, que saque fuerzas de
donde no las tiene para poder afrontar los retos más simples y cotidianos.
Otra de las cuestiones que merecerá la pena tener en cuenta a quien sufre es la capacidad
para superar el miedo a la humillación y decidirse a pedir ayuda. No es fácil pedirla,
porque muy en el fondo, se está más satisfecho de uno mismo cuando uno se percibe
como autosuficiente, cuando se siente que no hace falta ni nada ni nadie para salir
adelante.
Algunos van todavía más lejos y consideran que pedir ayuda es simplemente una
humillación intolerable. De éstos, muchos terminan aceptando que "solos no pueden" y
aprovechan la oportunidad que supone tener alrededor a gente que puede tenderte una
mano. Otros, sin embargo, permanecen en la decisión de afrontar su situación solos,
"caiga quien caiga".
Por ello, es digno de alabar el hecho de que la persona sea suficientemente valiente
como para tomar una sabia decisión incluso a pesar de las críticas de quienes le rodeen.
Reforzar esta actitud favorecerá que en sucesivas ocasiones la persona pida ayuda de
nuevo cuando sea necesario y ¿por qué no pensar que incluso esto pueda llevar a otros a
tomar la misma opción?
Quien se expresa, quien comparte su dolor, quien muestra sus sentimientos, permite que
los demás entren en un área íntima y privada de su vida. Depositan su confianza, en
definitiva y para quien recibe esta confianza, ésta es una decisión digna de reforzar.
No ha de darse por hecho, entonces, el hecho de que alguien abra las puertas de sus
142
sentimientos y los comparta con quien está pretendiendo ayudarle. Al contrario, ha de
apreciarse el valor que tiene esa decisión y saber agradecerlo suficientemente, no sólo
manifestándolo con palabras, que también, sino haciendo un uso adecuado y digno de
dicha confianza.
143
144
Cuadro resumen de la Parte II
✓En los PAP habilidades terapéuticas tales la escucha activa, la empatía, el adecuado
manejo y recepción de emociones o saber reforzar, entre otras, se convierten en
elementos indispensables para que un efecto verdaderamente curativo tenga lugar ante
la intervención en situaciones de crisis.
•La escucha activa. Habilidad para escuchar poniendo a disposición del afectado todos
los recursos de que se dispone (verbales y no verbales, físicos y psicológicos) para
hacer una adecuada recogida de información y conectar emocionalmente con él.
•La empatía. Habilidad por la que el terapeuta es capaz de ponerse en el lugar del
afectado e identificarse con su dolor, creando un vínculo emocional que es, de por
sí, curativo.
•La habilidad de acompañar. Habilidad para encontrar el sano equilibrio entre mantener
a la persona acompañada en aquellos momentos que lo necesita y saber respetar, a
la vez, su intimidad y su derecho a estar a solas con su dolor.
145
capacidades que el individuo posee, no tomando decisiones por él.
•La habilidad para orientar hacia un buen razonamiento. Poner a disposición del
afectado un adecuado análisis de la situación, realista, ajustado a los hechos,
procurando detectar los posibles errores cognitivos, reflexionando sobre las
consecuencias de seguir pensando en los mismos términos y generando alternativas
adecuadas, de ser necesario.
146
3.Los aspectos no verbales de la comunicación:
147
148
149
150
10.1. ¿Qué es ACERCARSE?
Esa desorganización debe ser paliada de manera temprana y eficaz para evitar
complicaciones y para proporcionar de manera lo más inmediata posible autonomía
suficiente a la persona para manejar su situación y ponerse al control de los
acontecimientos. En este sentido, es importante destacar que el objetivo del asistente
debe ser permitir a la persona afectada que cuanto antes pueda afrontar de forma activa
y personal su situación problemática, no generando niveles de dependencia innecesarios
hacia el terapeuta, que en definitiva, limiten el avance personal ante la crisis.
En el caso de los PAP, que como ya se comentó en capítulos anteriores, son un tipo
de abordaje de la situación problemática no estructurado en sí mismo, un protocolo de
intervención debe ser, además, lo suficientemente flexible y versátil como para poder ser
adaptado y aplicado con facilidad, a la vez de cumplir su función de imponer orden en el
caos del acercamiento a la crisis.
151
que se presenta en estas líneas: proporciona al asistente una orientación en su
intervención, pero esa orientación es suficientemente amplia y general como para que,
aplicado a casos distintos, pueda ser puesto en marcha también con elementos
diferenciales, desarrollando una labor tan importante como es la adaptación de los
tratamientos y las intervenciones al caso particular. Sin estas adaptaciones, las
intervenciones en PAP se convierten en "recetas" rígidas y poco útiles al problema
individual. Sin flexibilidad, en definitiva, se limita la eficacia de los PAP y de cualquier
otra intervención asistencial.
En 2006, Jacobs y Meyer hacen una revisión exhaustiva de los diferentes modelos de
PAP que han aparecido en la bibliografía especializada de los últimos años, tal y como
puede verse en el cuadro 10.1. En él aparecen los principales modelos con sus
características, que pueden además agruparse en algunas líneas maestras que se
presentan en el cuadro 10.2.
152
153
154
El protocolo ACERCARSE, diseñado por Muñoz (2004, 2006, 2008), surge ante la
necesidad de poder contar con herramientas de abordaje de la crisis eficaces y
contextualizadas a nuestra cultura (ya que, hasta el momento, los principales protocolos
eran de origen anglosajón). Como tal, es un protocolo de aplicación a población adulta y
para ser aplicado por psicólogos y otros profesionales en salud mental.
155
Ahora bien, tal y como se ha expuesto en capítulos anteriores, los PAP son
susceptibles de ser aplicados en muy diversos ámbitos y por una amplia variedad de
profesionales e incluso personas que, aunque no cuentan con una formación en PAP, se
ven casi forzados, por estar en el escenario de la crisis, a aplicarlos. El protocolo
ACERCARSE, justamente por la flexibilidad que presenta en sus líneas de orientación,
supone una herramienta útil también para ser manejada por otros profesionales de la
asistencia en las diversas situaciones en que los PAP puedan estar indicados o por
personal formado para ello.
156
persona, entendiendo que tanto el aspecto físico como el psicológico y el social tienen
relevancia y deben ser abordados de manera completa.
Por otra parte, y tal como se entiende hoy en día el comportamiento humano desde
el prisma de la psicología cognitivo-conductual, las diferentes áreas de ese
comportamiento (conducta observable, cognición, emoción y respuesta fisiológica) deben
ser tenidas en cuenta a la hora de proporcionar PAP.
Por último, es importante considerar que entre las crisis de gran magnitud y las de
menor envergadura hay diferencias sustanciales que deberán tenerse en cuenta al
considerar las fases de intervención. Por esta razón, a lo largo de los próximos capítulos
se intentará dar algunos matices diferenciales para cada una de ellas en los diversos
estadios del protocolo, así como herramientas y pautas concretas.
157
158
159
1I.I. A-mbiente
Antes de intervenir en cualquier situación, deben conocerse los principales elementos que
la componen. Debe tenerse información acerca del dónde, el cuándo, el cómo y a ser
posible, los desencadenantes de la crisis, para poder intervenir de manera estratégica.
Dado que los PAP son un tipo de intervención no estructurada, pudiera pensarse que no
es necesaria una evaluación inicial, pero no es así. Si bien en sentido estricto y formal esa
evaluación no tiene lugar, lo cierto es que el asistente no puede empezar a trabajar ni
hacerlo con inteligencia ignorando los parámetros principales de las circunstancias que
rodean al individuo.
Cuando se está ante una catástrofe, las cuestiones que se deben valorar son muy
obvias: desde cuál es el escenario de la crisis, cuánto tiempo hace que sucedió, saber si el
sujeto ha recibido ya atención o ayuda previa de otros, conocer la envergadura de la
crisis, si la persona ha estado en contacto con víctimas o heridos... En definitiva, una
gran diversidad de circunstancias que deberán tenerse presentes para poder intervenir de
manera inteligente y adaptada a la situación concreta.
Fuera del ámbito de las catástrofes y las crisis de gran envergadura, la información
acerca del ambiente la suele proporcionar el propio afectado y esto trae consigo ciertas
dificultades. Es cierto que, al ser generalmente situaciones menos graves, al menos a
160
corto plazo, o con riesgos menos claros para la integridad física del individuo, la persona
no suele encontrarse en un estado de shock tan acusado como ante los efectos de una
catástrofe. Podría pensarse, entonces, que la información que proviene del paciente es
absolutamente fiable, pero esto es un claro error. La información que el sujeto transmite
es su propia percepción de las circunstancias que está viviendo en ese momento y es
conveniente que el asistente tenga esto presente en todo momento.
A veces puede contrastarse cierta parte de la información con otras personas del
entorno del afectado y, de ser posible, es altamente recomendable. Pero en la mayor
parte de las ocasiones esto no es tan fácil y quien ofrece los PAP debe ser plenamente
consciente de que se mueve en un terreno inestable. La recogida de información
complementaria se convertirá, pues, en una necesidad a lo largo de todo el contacto con
el paciente, aunque no se produzca de manera protocolaria o estructurada, de forma que,
con el cúmulo de datos, pueda establecerse un cuadro lo más aproximado posible de lo
que está ocurriendo, teniendo en cuenta las dificultades relacionadas con la subjetividad
del individuo.
161
forma más confortable posible para exponer con libertad sus emociones, sin
sentirse coartada por la presencia de personas ajenas a su círculo cercano. Esta
cuestión es mucho más fácil ante crisis cotidianas que ante catástrofes. Cuando
hay problemas de espacio, es recomendable cuidar especialmente el tono de voz y
la disposición corporal para conseguir algo más de esa privacidad necesaria.
162
Parte de los aspectos relacionados con el ambiente, con el origen de la intervención,
por decirlo de otra forma, son los puntos de apoyo con los que cuenta la persona, sus
potencialidades, sus capacidades, que deberán ser, no sólo conocidas lo antes posible por
el asistente, sino utilizadas a favor de la víctima a la mayor prontitud. Es evidente lo
ventajoso de establecer la intervención a partir de aspectos que la persona ya tiene en su
repertorio, en vez de partir de cero cuando quizá no es necesario. Esto debe cuidarse
tanto en intervenciones de gran magnitud como en las más cotidianas. Si no se parte de
esta base, de que la persona en el momento de la crisis no sólo tiene debilidades, sino que
conserva muchas de sus facultades, habilidades y capacidades, se pierde eficacia y un
tiempo precioso en la intervención. Se trata, pues, de aprovechar lo aprovechable.
Por último y no por ello menos importante, debe conocerse también cuál es el punto
de partida para la propia persona. Esto implica determinar su nivel de afectación por el
suceso, incluso el nivel de conciencia en los casos más graves, si existe riesgo de
autolesión o daño a terceros, antecedentes psiquiátricos y otras circunstancias en la línea
de las mencionadas, para que la valoración del ambiente antes de la intervención sea lo
más ajustada posible a la situación real, favoreciendo esto una verdadera adaptación de
los parámetros de los PAP a las características concretas del entorno y la persona.
163
Por poner un ejemplo: ante un accidente de coche, un psicólogo puede verse
en situación de intervenir de forma inmediata porque se encuentra prácticamente
presente en el momento que ocurre. En este caso, es difícil poder recibir
información complementaria de otro profesional, porque probablemente sea el
primero en intervenir. Pero sí cabe la posibilidad de que algún testigo de lo
ocurrido pueda explicar el papel que el afectado ha tenido en la situación y cómo
ha reaccionado hasta el momento.
Los elementos más visibles pueden tener que ver con conductas de negación,
caos, mutismo, inmovilidad de la persona, reacciones de shock emocional... muy
relevantes y de gran valor para quien tiene que intervenir de forma temprana.
164
Estas observaciones tienen un especial valor ya que no están mediatizadas por
la presencia de ningún terapeuta, sino que se desarrollan al margen de cualquier
presencia profesional.
Cuestiones básicas como los datos personales, figuras más cercanas de apoyo
o de referencia, antecedentes psiquiátricos o eventos recientes de interés o
relevancia en la vida de la persona pueden ser interesantes de cara a
intervenciones tempranas.
11.2. C-ontacto
Ahora bien, merece la pena hacer un alto en el camino para considerar con
detenimiento un aspecto importante, y es el que tiene que ver directamente con el respeto
al dolor y al caos al que se enfrenta la persona en los primeros momentos tras el impacto,
sea éste de mayor o menor envergadura. Si algo es difícilmente cuestionable al tratar con
personas es justamente lo que sienten. Pueden fundamentar mejor o peor sus
sentimientos sobre realidades palpables o demostrables, pero sienten lo que sienten,
incluso aunque ello les pueda llevar a extremos patológicos o poco favorecedores de una
165
adecuada normalidad. Entra en juego, entonces, la cuestión del respeto al otro, a los
sentimientos y miedos del afectado, incluso aunque el asistente, desde la objetividad de
quien no atraviesa por la misma circunstancia, pueda verlo de manera muy diferente y
probablemente, mucho más acertada. Pero el respeto sigue siendo un valor necesario en
los PAP. Ya llegará el momento de analizar juntos la situación, llevando esos sentimientos
a un contraste con la realidad, pero hasta que ese momento llega (y por supuesto,
durante todo el proceso de la asistencia), el respeto es una variable vital. Tanto es así,
que sin ella los PAP no tendrán verdadero lugar, no serán eficaces.
Para terminar, es importante que quien proporciona los PAP sepa elegir
convenientemente la estrategia mediante la cual se va a producir el contacto.
166
momento la persona no tenga. Es preferible, entonces, que sea el asistente
quien dirija la conversación, al menos inicialmente, con preguntas cerradas que
sean sencillas, concretas y fáciles de responder, para poder obtener la
información más relevante acerca de lo sucedido.
•En cualquier caso, cuando se percibe que a la persona le cuesta contar lo sucedido
por sí sola, o bien cuando se detectan ciertas lagunas en la información, lo
recomendable es completar la información mediante nuevas preguntas cerradas
concisas y descriptivas, evitando acaparar el protagonismo que el afectado debe
tener en la conversación inicial.
Por explicarlo de forma más gráfica, la identificación debe ser lo más parecido
posible a hacerse uno con el afectado, de forma que éste note que se siente y
sufre, no en la misma intensidad (ya que eso es imposible), pero sí en una medida
suficiente como para que el paciente entienda que ambos juegan en el mismo
equipo y que el objetivo de quien ayuda es justamente cubrir su necesidad como
167
si fuera la propia. Ambos en una única dirección, ambos con los mismos
intereses, terapéuticamente hablando.
168
sean efectivas, la persona debe estar lista. Es una buena medida preguntar al
afectado hasta qué punto se siente capaz de poder abordar de manera
ordenada la situación. Si la persona no se encuentra aún en esa disposición, es
preferible mantener unos ciertos márgenes que permitan al individuo percibir
que sus espacios y tiempos son respetados, a la vez que le hagan conocer la
disponibilidad del asistente para ayudarle cuando se sienta preparado. Es
importante, pues, que el afectado conserve la sensación de control sobre la
situación de crisis.
-El alineamiento de contenidos tiene que ver con identificarse con un hecho, opinión,
valor o tema propuesto por el afectado. Aristóteles mismo sugería que si alguien
quería persuadir o influir en otra persona, inicialmente el primero debía
comprender el punto de vista del otro sobre el asunto en cuestión y alinearse con
esa perspectiva (o al menos no contradecirla) en los primeros momentos. No
significa que el asistente respalde completamente el posicionamiento del individuo
(ya que a menudo puede tener que aplicarse este alineamiento cuando los
planteamientos del sujeto son incluso peligrosos, amenazantes o claramente
distorsionados).
Alinearse implicará un intento por parte del asistente por difuminar los
aspectos más irreales o desestructurados del pensamiento del afectado, sin
utilizar la confrontación o el debate directo. Normalmente en estas situaciones
es recomendable usar fórmulas como "Esto que me comentas es una opción,
desde luego, aunque también existen otras, como...". De esta forma se
muestra empatía, se muestra la realidad de que existen otras alternativas de
afrontamiento a la situación y se evita la confrontación directa.
En otro orden de cosas, pero también relacionado con el concepto de alineación con
el paciente, es recomendable tener muy presentes los objetivos principales de los PAP,
169
que otorgan un especial papel a la alianza entre profesional y afectado, a la conexión
emocional entre las personas, a que haya un intercambio más allá de las simples palabras,
para que la empatía tenga lugar como elemento terapéutico en la interacción. Cuestiones
tales como sentarnos al mismo nivel que el afectado, mostrar una actitud cordial,
cercana, con una cara afable (pero sin mostrar condescendencia ni paternalismo),
demostrando un verdadero interés por lo que la persona tenga que decir, manteniendo
contacto visual con la víctima o el afectado... En definitiva, manejando en conjunto
todos los parámetros de los que se ha venido hablando a lo largo de la presente guía y
que tienen que ver también con ese concepto de alineamiento con el paciente.
A lo largo de esta etapa son muchas las oportunidades que proporciona el sujeto para
poder llegar a este posicionamiento con él. Varias de ellas ya han sido recogidas en los
capítulos dedicados a las habilidades terapéuticas en los PAP. Otras muchas que no han
sido abordadas serán manejadas por el asistente con éxito siempre que se mantenga en
mente la importancia de que la víctima no nos vea como un ente ajeno, desprovisto de
comprensión o empatía, sino como alguien que hace constantemente un esfuerzo por
identificarse y que pone en marcha los recursos necesarios para ello, favoreciendo que,
finalmente, se consigan los objetivos prioritarios para el paciente y se cubran aquellas
necesidades iniciales que, incluso, le puedan ser desconocidas.
170
(NIMH) denomina así al proceso de evaluación y selección de víctimas en función
de la necesidad de inmediatez en el tratamiento y la correspondiente derivación a
ese tratamiento (inmediato o no) según corres ponda. El objetivo de este proceso
es hacer el mayor bien posible al mayor número de víctimas.
Por tanto, el "triage" está orientado, sobre todo, a situaciones de una magnitud
considerable en los que el número de afectados es bastante importante, hasta el
punto de tener que priorizar a unos sobre otros según su grado de afectación o de
urgencia. Teniendo en cuenta esto, no será un procedimiento que se pueda aplicar
en todas las intervenciones en PAP, pero quizá sí en aquellas que se produzcan
como consecuencia de una crisis de envergadura o catástrofe.
•No a todas las personas les afectan las crisis por igual.
•No hay una única intervención estándar que sea efectiva para todos.
•Otros, sin embargo, necesitarán muy poca o ninguna. Algunos pueden incluso
rechazarla.
•La intervención que se proporcione debe estar justificada por una necesidad
real detectada.
171
Se considera que deberían recibir apoyo psicológico en primer lugar personas
que hayan estado expuestas a eventos traumáticos extremos (según la APA, vivir,
presenciar o conocer algún acontecimiento que implique muerte o daño físico o
amenazas en cualquiera de estos dos aspectos). Por otra parte, también son
consideradas de fuerte intensidad como para recibir apoyo psicológico inmediato
situaciones como algún tipo de enfermedad severa, muertes inesperadas o
violentas, guerra o terrorismo, desastres naturales o producidos por la mano del
hombre.
•Un tercer criterio tiene que ver con la lectura que la persona hace de la crisis,
que puede ser tanto o más importante que la crisis en sí. Hasta tal punto es
así, que puede ocurrir que alguien haya estado tremendamente cercano al
estímulo traumático y, sin embargo, requiera menor atención psicológica
que otro que, aun habiendo estado más alejado del epicentro de la crisis,
haga una interpretación mucho más dramática, si cabe, de la situación.
172
en la situación. Otras razones de peso para ello serían que el afectado
presentara sintomatología depresiva significativa, síntomas psicóticos o
bien conductas de afrontamiento claramente disfuncionales como ideación
o comportamiento suicida, agresiones a otros, abuso de sustancias o
automedicación, rumiación o evitación extremas o actuar de forma
excesivamente precavida.
•Una vez más, los factores de riesgo personal pueden determinar la urgencia
de la intervención sobre un individuo concreto. En ocasiones se utilizan
con este propósito pequeños cuestionarios de screening o cribado que
permitan hacer esta selección.
Se recomienda seguir los siguientes seis pasos (en Young, Ford, Ruzek, Friedman y
Gusman, 1998):
173
cualquier otra situación, con cualquier pequeña excusa para empezar una
conversación (p. ej., "¿Quieres tomar alguna cosa?" "¿Necesitas algo?" "Hace
bastante calor aquí, ¿verdad?"), evitando ser condescendiente o trivializar con
los comentarios. Se recomienda introducir el tema de la crisis sin entrar en una
descripción pormenorizada de la experiencia del paciente.
3.Acudir a los hechos. Puede ser bastante más fácil para muchas personas
describir la situación ocurrida que analizar sus propios pensamientos o
sentimientos. Utilizar preguntas como ¿Dónde estabas cuando ocurrió? ¿Qué
hiciste primero? ¿Y después? ¿Qué escuchabas, olías, veías? ¿Quién estaba
presente? ¿Recuerdas algo en especial? ¿En qué sentido te ha afectado (o crees
que te puede afectar) esto?
174
¿Qué pensaste cuando terminó todo?
5.Profundizar en los sentimientos. Dado que esta técnica tiene como objetivo
realizar una primera descarga emocional y facilitar el desarrollo de los siguientes
estadios de la intervención, hay que procurar no derivar la conversación sobre
sentimientos a análisis o debates interminables, además de intentar no generar
en el paciente una mayor sensación de vulnerabilidad que la que tenía al inicio
de la conversación. La clave en esta técnica tiene más que ver con observar las
reacciones durante la conversación, reorientar su atención hacia el momento
presente y poder así resolver problemas.
Ésta puede ser una buena oportunidad para validar y normalizar aquellas
reacciones esperables ante la situación que está viviendo y facilitar su
comprensión de la crisis. Esto le proporcionará mayor sensación de control,
aun cuando haya mucho más todavía por hacer.
175
Suele ser de especial ayuda para los afectados referirse a intentos pasados
para afrontar sucesos de su vida en los que consiguieron salir adelante y tener
a mano un listado de recursos al que poder acudir en caso de necesidad.
11.3. E-valuación
b)Por otra parte, conviene que el asistente tenga un cierto esquema mental de la
formulación del caso, es decir, antecedentes, precipitantes, aspectos principales
176
que conforman la situación problemática, variables moduladoras y anticipar las
posibles consecuencias a las que dará lugar el conflicto. En algunas ocasiones, ante
problemas cotidianos, sobre todo, puede ser también importante considerar el
beneficio secundario que pueda tener para el paciente mantener su conducta o
ciertos aspectos de la misma en el tiempo.
c)Al anticipar las consecuencias que pueden aparecer tras el problema que se esté
abordando, de alguna manera se están identificando muchas de las situaciones de
riesgo que deberán abordarse en sucesivas etapas de los PAP De la misma forma,
al identificarse beneficios secundarios de ciertos comportamientos, sabremos qué
fuentes de refuerzo deberán controlarse para resolver eficazmente ciertos aspectos
de la situación.
177
protocolo. En los PAP no se dispone del tiempo suficiente como para hacer un
pormenorizado análisis de toda la información proporcionada por la persona. Todo se
aborda prácticamente sobre la marcha de forma muy condensada. Por ello se requiere un
buen conocimiento del comportamiento humano por parte del profesional que vaya a
aplicar los PAP y un buen manejo de los principales parámetros en los que se desarrolla
este tipo de intervención.
2.No son entrevistas diagnósticas, por lo que no deben ser interpretadas como
tales, aunque sí hacen una cierta "radiografía" del estado psicológico actual del
paciente en las áreas más importantes que se van considerar.
178
3.El uso de estas entrevistas evita el uso innecesario de cuestionarios, que por el
particular enfoque de los PAP, no están especialmente recomendados.
1.Se presentan al final de esta guía dos herramientas útiles para la valoración de la
presencia o no de sintomatología del Trastorno por Estrés Agudo.
2.En esta versión abreviada, se hace referencia tanto a los síntomas más
característicos de los principales cuadrosproblema, como al aspecto temporal
necesario para considerarlos patológicos o de interés clínico.
179
2.En su uso dentro de los PAP el objetivo no es tanto pasar la entrevista
íntegramente, sino considerarla como una ayuda para poder establecer la
presencia o no de determinados síntomas relevantes.
6.A modo de muestra, en el cuadro siguiente aparecen los ítems propuestos por
esta entrevista para valorar el riesgo de suicidio.
180
f)Valoración del riesgo de suicidio. En ésta área, especialmente relevante para evaluar
en situaciones de crisis, hay varios niveles de riesgo que es importante conocer
para realizar una intervención adecuada. Aun a pesar de conocer estos niveles de
gravedad, es importante tener en cuenta que los resultados finales son difíciles de
prever. Las consideraciones más relevantes al respecto pueden consultarse en el
cuadro que aparece a continuación.
181
Otras cuestiones que deben tenerse en cuenta al haberse mostrado como
factores facilitadores de riesgo son, por ejemplo, intentos previos de suicidio,
historial de depresión, sentimientos de desesperanza, intoxicación, enfermedad
mental, estar pasando por un proceso de pérdida, vivir solo, mal estado de salud,
ser hombre, falta de creencias religiosas, pensamiento rígido, estar sometido a
estresores severos o intensos u hospitalizaciones recientes.
182
1.Si bien los PAP no son el ámbito propicio para realizar una evaluación clínica en
toda su extensión, sí merece la pena conocer cuáles de los aspectos de un
problema se consideran más relevantes de cara a poder abordarlo con cierta
eficacia.
3.Así pues, poder tener un buen esquema de evaluación como referencia puede
ayudar bastante, incluso cuando no sea el objetivo utilizarlo de manera
estructurada y estricta. En este sentido, se proponen a continuación algunos de
los elementos más importantes que deberían quedar recogidos para poder tener
una cierta estructura del caso y poder intervenir convenientemente.
183
1.Esta forma de abordar la valoración del estado mental tras la crisis se ha
constituido como una de las más eficaces en esa labor.
•La segunda fase tiene que ver con una valoración de tipo cognitivo y
emocional. Se evalúan principalmente cuatro áreas a nivel cognitivo (a
saber: orientación, concentración, memoria a corto, medio y largo plazo y
capacidad de juicio y comprensión) y dos a nivel emocional (adecuación a
la situación e intensidad).
184
orientación en la línea que acaba de comentarse:
185
11.4. R-establecimiento emocional
La ayuda a nivel emocional es uno de los objetivos primordiales que se persiguen en los
PAP Se busca la expresión de sentimientos, pero se busca además que ésta sea
terapéutica, es decir, curativa. Para que este proceso tenga lugar, el asistente deberá
poner en marcha diferentes recursos a su alcance y tener en cuenta algunos aspectos que
se consideran a continuación.
186
acuden a un profesional, sí lo hacen con la firme determinación de que, si no hay una
expresión por su parte, el profesional difícilmente podrá intervenir. Pero para llegar a ese
punto, muchos de ellos esperan días, semanas o meses, hasta tomar la decisión, ya que
no es fácil abrirse con un desconocido en temas especialmente delicados. Ahora bien,
cuando quien tiene la iniciativa en ese acercamiento no es el paciente, sino el asistente, la
colaboración del afectado no está ni mínimamente garantizada y hay que contar con esta
dificultad añadida.
¿Qué se puede hacer al respecto? Ante una persona que no quiere ser ayudada, las
opciones quedan mucho más limitadas. No se puede forzar a nadie a que hable. Se puede
estar pendiente de la persona, se puede estar disponible (algo altamente recomendable,
para lo que habrá que ofrecer a la persona alguna forma de mantener un cierto contacto),
proporcionarle todos los recursos que esa persona admita, pero difícilmente se conseguirá
ningún efecto terapéutico obligando a hablar a alguien que no quiere hacerlo. Sería
incoherente en términos del respeto del que se ha hablado anteriormente.
Fórmulas del tipo "Entiendo que no tengas ganas de hablar en este momento y lo
respeto. Sólo quiero que sepas que cuando tengas ganas o necesidad de hablar puedes
contar conmigo o con otro compañero, si lo prefieres, y creo que te hará bien" pueden
ser útiles, ya que muestran respeto, recuerdan los beneficios de la expresión emocional y
proporcionan a la persona sensación de control sobre su decisión, algo que suele animar a
que el sujeto, en un momento dado, se decida a hablar con mayor facilidad. Además, el
asistente ha abierto opciones al no cerrar la posibilidad de que el contacto se realice con
otra persona si así se prefiere.
187
llamados ataques de pánico, una manifestación de ansiedad bastante espectacular, pero
que no reviste gravedad. En ellos, tal y como ya se comentó en el capítulo 2, la persona
experimenta una serie de síntomas muy intensos que a menudo aparecen acompañados
de miedo a perder el control, la razón o incluso la vida. En este caso, la intervención en
PAP debe pasar, necesariamente, por explicar al paciente en qué consiste este problema y
normalizar la situación en la medida de lo posible, dándole al afectado los recursos para
el adecuado afrontamiento. Las técnicas de respiración y relajación están especialmente
indicadas para estas situaciones, así como algunas de las sugerencias que aparecen en el
cuadro que se muestra a continuación.
188
Por último, es importante tener en cuenta que el restablecimiento emocional puede no
llegar de manera sencilla y que en algunos casos, simplemente no se produce en el
tiempo previsto como deseable o adecuado. En estos casos, especialmente cuando la
crisis a la que se enfrenta el sujeto tiene tintes muy dramáticos por haber sufrido alguna
pérdida muy importante, el asistente y su entorno social deben plantearse la necesidad de
cierto acompañamiento y vigilancia, de cara a proteger a la persona de una posible
conducta lesiva hacia sí misma. Habrá que presentar especial cuidado en aquellos casos
en que el afectado presenta síntomas claros de índole depresiva.
189
casos.
b) Técnicas narrativas. Cuando el afectado está abierto a ser ayudado pero no puede
ir más allá del relato en sí, es decir, presenta dificultades para abordar de manera
efectiva su faceta emocional, puede ayudarle que el asistente sugiera otras
alternativas, ya que la manera más fácil puede no ser hablar directamente con
quien pretende ayudarle. Las técnicas narrativas, en este sentido, son
especialmente útiles con personas a las que les gusta escribir, ya que permiten una
expresión emocional ordenada, clara y eficaz sin obligar al sujeto a tener que
compartir esa vivencia con una persona de carne y hueso. Evidentemente, el papel
no tiene la capacidad humana de proporcionar consuelo o retroalimentación como
respuesta a lo que se escribe en él, pero sí permite que la persona organice su
experiencia para poder expresarla en palabras y contribuir en el proceso de
desescalada emocional, restándole dramatismo a la interpretación de los sucesos.
190
clara y frontal al suceso en sí, con toda su dureza y realismo, por lo que está
especialmente indicada en estos casos, de cara a que no se prolongue en el tiempo
la respuesta de evitación.
191
relajación.
192
Cuadro 11.6. Opciones para la aplicación de la relajación isométrica
193
de sus beneficios, que en algunos casos, son prácticamente inmediatos.
Cuando las personas se ven sometidas a los efectos de la ansiedad, una de las
primeras reacciones es justamente cambiar el ritmo respiratorio, haciéndolo más
rápido o bien, más profundo. En cualquiera de esas dos posibilidades la situación
empeora, ya que sigue aumentándose la cantidad de oxígeno en el organismo.
194
Cuando estos síntomas se han reducido, a la persona le es mucho más sencillo
poder pensar con cierta claridad, con lo que estará previsiblemente mucho más
receptiva a los PAP y a las indicaciones de su asistente.
En el cuadro 11.7 puede verse un ejemplo del contenido de una típica tarjeta
de autoayuda.
La indicación para utilizar este recurso es que la persona haga uso de él cada
vez que tenga el más mínimo atisbo de malestar o angustia. De esta forma se
impide, en la medida de lo posible, dar rienda suelta a la ansiedad y entrar en lo
que, muchas veces, es un círculo vicioso de interpretaciones erróneas sobre lo
que está ocurriendo y sintomatología acorde con dichas interpretaciones.
195
Muchas de las indicaciones para este tipo de recurso y, cómo no, para las
explicaciones que el asistente debe dar al afectado respecto a su sintomatología de
ansiedad y más concretamente de pánico, quedan recogidas en el cuadro
siguiente.
196
11.5. C-omprensión de la crisis
Ante la crisis, ocurre algo parecido: la persona debe conocer los desencadenantes de
su situación actual, de su sintomatología, discernir con la ayuda del asistente cuáles de
sus reacciones entran dentro de una normalidad esperable tras la crisis y qué acciones
deben ponerse en marcha de cara a afrontar la situación problemática con éxito. Este
conocimiento otorga a quien sufre cierta sensación de control sobre su situación al sentir
que, al menos, sabe lo que le ocurre, sabe qué reacciones son normales y sabe qué se
espera de él ante esa crisis.
197
✓ Sugerencias y técnicas útiles en esta etapa
"¿La experiencia fue todo lo mala que podría haber sido? ¿podría
haber sido todavía peor?"
198
de estar abrumado y reflexionar sobre sus esfuerzos de afrontamiento."
"Una tercera fase del estrés, fase que usted experimenta en ocasiones,
es la que denomino momentos críticos en los que se siente muy
abrumado, muy estresado. (Se describe esa situación.) Sobre una escala
de 10 puntos, está usted por lo menos en el 12. Todos tenemos tales
reacciones, todos hemos pasado por esos momentos críticos en nuestra
vida". Aun más, esos momentos críticos no suelen terminar ahí. A
menudo reflexionamos después sobre esos incidentes estresantes, mientras
seguimos ahondando en ellos, perpetuándolos más al hablar con nosotros
mismos y los demás. Ésta es la fase en que uno reflexiona sobre cómo
afrontó o no logró afrontar su estrés. En estos momentos uno considera
cómo ocurrieron las cosas y cómo se enfrentó al estrés."
"Corríjame si me equivoco"
199
"¿Me he dejado algo?"
200
restablecimiento.
La información a la que se refiere este punto tiene que ver más con hacer
comprender a las personas que las crisis forman parte inherente de la vida y que
en toda crisis hay recursos, actitudes y acciones que pueden ponerse en mar cha
para poder afrontarlas adecuadamente y en muchas ocasiones, con éxito.
201
necesario explicarle en qué consisten, desmontar ideas poco razonables acerca de
lo que implica esa sintomatología y darle expectativas ajustadas a la realidad de su
situación. Todo ello, junto con unas pautas de contención de los síntomas
adecuadamente seleccionadas, dotará al sujeto de los recursos necesarios para
hacer frente a la situación de manera efectiva. Pero de nada valdrá proporcionarle
al paciente pautas de relajación y respiración si antes no entiende en qué consiste
su reacción de pánico, qué es (y qué no es) y sobre qué fundamentos se sostiene
lo que se le está pidiendo que haga para afrontarla.
Dentro de las principales recomendaciones podrían estar algunas como las que
se exponen en el cuadro siguiente:
202
203
Es recomendable que tanto las víctimas como los familiares o los propios
cuidadores se ciñan a unas ciertas normas básicas que faciliten y hagan más
efectivo el proceso de afrontamiento de la crisis (véase la sección de Material para
el Paciente).
11.6. A-ctivar
En este momento empieza la labor más directamente relacionada con la acción, ya que se
anima especialmente al afectado a empezar a planificar sus primeros pasos de
afrontamiento activo, a tomar decisiones en la línea de asumir el control sobre su
situación y promover el cambio. En este estadio el objetivo es, pues, la planificación,
mientras que el siguiente tendrá que ver con la puesta en práctica de dicho plan de
acción, poniendo al alcance del sujeto los recursos que le sean necesarios para poder
cumplirlo con una cierta garantía de éxito.
204
cuando los sucesos no son especialmente traumáticos el sujeto puede estar dedicando un
número elevadísimo de horas a preocuparse, a rumiar supuestos y potenciales soluciones
y, en definitiva a otras actividades cognitivas que, dada la limitada capacidad atencional y
de procesamiento del ser humano, le impidan centrarse en nada más. El empleo de
técnicas de control de la preocupación y de distracción está especialmente indicado en
estos casos.
205
•Planear las cuestiones personales más básicas del día a día (por ejemplo, el aseo
personal, los hábitos de comidas, un buen descanso...).
•Planificar el adecuado contacto con su red social (pueden incluso organizarse ciertos
contactos dentro de un plan de acción inmediato).
Puede ser útil que el sujeto cuente cuál es su distribución de tiempo a lo largo
de 24 horas y es interesante que en la programación semanal que se proponga
haya hábitos y rutinas que doten a la vida del paciente de cierta solidez y
estabilidad además de contemplar momentos para el ocio, el descanso, la relación
social y cierto nivel de responsabilidades y obligaciones.
b) Solución de problemas y toma de decisiones. Ésta es quizá una de las técnicas más
útiles para orientar a las personas hacia la acción, ya que permite, por una parte,
un análisis pormenorizado de la situación que proporciona al afectado sensación de
control sobre el problema y por otra, aporta buenas garantías de éxito respecto a la
adecuada elección de entre todas las posibles alternativas.
206
resolver...?". Es especialmente importante que la cuestión se plantee en este
sentido, principalmente porque orienta al afectado hacia un afrontamiento activo
que le implica y le encamina necesariamente a la acción.
207
Como ya se comentó en líneas anteriores, éste es el momento en el que la planificación
realizada en el estadio anterior se lleva a la práctica. Para que esto sea posible, a menudo
habrá que facilitarle la labor al afectado, intentando que las actividades propuestas
puedan ser realizadas a partir de las capacidades y habilidades que todavía conserva a
pesar de la crisis y supliendo la falta de recursos que la persona puede presentar debido a
la situación que le toca vivir.
Es más que probable que, para el buen desarrollo de las actividades planificadas, la
persona deba contar con la ayuda de sus más allegados, personas de su alrededor que, de
alguna manera, puedan funcionar como "coterapeutas", como apoyo al afectado para
poder cumplir los objetivos previstos. Esta ayuda puede ser incluso necesaria para las
actividades más sencillas, sobre todo al principio y en los momentos más recientes
después de eventos especialmente traumáticos o en reacciones muy agudas al evento
desencadenante de la crisis.
a) Facilitar el acceso a recursos. Cuando una persona pasa por una situación
complicada, todo, hasta las cuestiones más menudas pueden suponer una gran
dificultad. Es por ello que en este punto del protocolo se hace imprescindible
plantearse la necesidad de facilitar todo lo posible que las alternativas de solución
de problemas adoptadas a raíz del estadio anterior se lleven a cabo con ciertas
garantías.
Para ello, el terapeuta debe intentar ponerle fácil al afectado el acceso a todos
los recursos que requiera para poder materializar el afrontamiento eficaz del
208
problema en cuestión. Es obvio que esta cuestión no consiste en solucionarle
directamente el problema, pero sí en intentar que sepa cómo acceder a quien sí
puede ayudarle, que tenga apoyo social, posibilidad de colaboración por parte de
familiares, amigos u otros profesionales o un cierto seguimiento en las diferentes
fases de que pueda constar la puesta en marcha de la alternativa seleccionada.
Aquí puede ser también especialmente útil la propuesta respecto a proporcionar
formas reales de contacto con el asistente en PAP, por ejemplo, un número de
teléfono móvil.
11.8. SE-guimiento
Cuando la única intervención que se va a llevar a cabo sobre un individuo son los
PAP, es muy importante que exista este estadio de seguimiento, ya que recordemos que
los PAP son intervenciones breves que no van a permitir mantener un contacto frecuente
con el afectado. Por ello es relevante planificar al menos un contacto telefónico para
conocer la evolución del individuo y poder proponer pautas de afrontamiento si fuera
necesario. Es conveniente avisar al interesado cuando se está en estadios anteriores, de
manera que prevea ese contacto y tenga una expectativa positiva de cara a un futuro
cercano en la intervención.
El seguimiento puede tener lugar en las primeras horas después de haber tenido lugar
la intervención (especialmente cuando hablamos de eventos muy traumáticos o de
reacciones muy agudas al estrés) y bien después de días o semanas, pudiendo dar lugar
en ese tiempo a que la persona pueda ir poniendo en marcha sus recursos y sea capaz de
ir generando pequeños cambios.
209
No está de más, independientemente de que el asistente programe un contacto con el
paciente, darle la posibilidad a éste de que pueda ponerse en contacto con quien le
atendió si lo necesita. Para ello puede proporcionarse un número de teléfono móvil y
explicar claramente en qué situaciones estaría indicado que la persona pudiera utilizar ese
recurso.
En ese seguimiento el terapeuta deberá detectar la evolución del sujeto, repasar con él
las pautas que en su momento se le ofrecieron, valorar los posibles avances y retrocesos,
proporcionar nuevas pautas complementarias, prevenir recaídas y valorar si quizá la
persona está necesitando algún tipo de intervención más específica y sistemática.
2.Proporcionar al sujeto pautas adecuadas para intentar controlar los parámetros que
puedan estar impidiendo el correcto avance del afectado o, en el mejor de los
casos, cuando se confirman los avances en el sentido esperado, proporcionar las
recomendaciones oportunas para que los objetivos conseguidos no se pierdan, sino
que se mantengan en el tiempo.
210
211
Como ya se ha explicado anteriormente, la adaptación del protocolo al tipo de persona
que se tiene delante es una labor imprescindible para la eficacia de los PAP No se concibe
una intervención de este tipo (ni de ningún otro, si pretende ser verdaderamente
terapéutica) como una receta estática o inflexible que no tiene en cuenta las
características personales del individuo ni el contexto específico en el que se desarrolla su
crisis.
No es el objeto de esta guía detenerse en cada uno de los pormenores de los casos
especiales, pero sí merece la pena tener en cuenta algunas sugerencias generales, así
como algunas otras en lo referente a la atención a menores de edad. Para completar este
capítulo, en la sección de Material para Terapeuta se han incluido una serie de
recomendaciones específicas para personas con discapacidad.
•El lenguaje del asistente siempre debe estar adaptado a la capacidad del receptor.
Tanto si es un niño como si es un anciano, la manera de expresarse deberá ser
más sencilla, más pausada, aportando más ejemplos y aclaraciones que si se
tratara con un adulto medio. Es muy importante no caer en paternalismos ni
mostrarse condescendiente. La persona ha sufrido un impacto en su vida, pero no
por ello se con- vierteen alguien absolutamente incapaz.
212
• Debe tenerse en cuenta el nivel cultural y cognitivo de la persona a la que se
pretende ayudar. Es de especial relevancia usar un lenguaje claro, libre de
tecnicismos que dificulten la comprensión, y asegurarse de que la persona está
entendiendo lo que se le explica, la situación y las consecuencias que se derivan de
ello. Para esta labor el asistente debe tener en cuenta las recomendaciones dadas
en la segunda parte del libro sobre habilidades terapéuticas en los PAP.
•Ante una persona que presenta alguna discapacidad sensorial, por ejemplo con
personas invidentes o sordas, conviene que quien proporcione los PAP pudiera
tener algún tipo de experiencia en el trato con este tipo de pacientes, ya que el
abordaje requerirá cubrir ciertas necesidades especiales que no se presentan en
otros casos. El asistente debe comprender específicamente, a ser posible, la
problemática particular, para poder abordar los diferentes aspectos que se
presenten con mayor eficacia.
Las principales cuestiones que se deben tener en cuenta ante personas con
discapacidad, tanto en términos gene rales como ante casos concretos, pueden
consultarse con más detalle en el apartado de Material para el Terapeuta. Más
estrechamente relacionado con la intervención en catástrofes, entidades como la
Organización Panamericana de la Salud (2006) han elaborado listados de
recomendaciones especialmente interesantes para estas poblaciones.
•Cuando se trata con niños, es de especial relevancia priorizar la necesidad del niño
de tener cerca una figura de apoyo, alguien conocido, a ser posible un familiar,
alguien que pueda suponer un referente seguro y que le proporcione, con su
simple presencia, recursos de afrontamiento ante la crisis.
213
•Si ese referente no está presente, hay que dar prioridad a la búsqueda de una figura
de confianza para el niño, y de no encontrarse, el propio terapeuta asumirá este
rol, aunque sin pretender suplantar la verdadera figura de apoyo a ojos del
afectado. De no proporcionar una figura de referencia, la intervención puede no
resultar eficaz en absoluto, ya que la sensación de desamparo y abandono puede
bloquear su capacidad para captar y aprovechar la ayuda que se le esté brindando.
•Es especialmente recomendable que el asistente que atienda a los niños sea muy
cuidadoso en sus manifestaciones verbales y no verbales, para evitar transmitir
dramatismos innecesarios. Será de especial ayuda recordar que, en este sentido,
los niños son pequeños "radares" a nivel emocional, y que son capaces de detectar
los más insignificantes niveles de angustia o preocupación, con la dificultad de no
poder hacer muchas veces una adecuada lectura de lo que está sucediendo
realmente y del porqué de esos malestares que muestran los adultos.
-Cuanto más pequeños son los niños, más "desconectadas" parecen estar las
reacciones del menor ante el suceso desencadenante de la crisis.
-A medida que los niños van ganando en edad, tienden a referirse de manera
continuada al contenido de la situación traumática.
214
respecto al futuro y manifiestan su sensación de falta de control mediante
comportamientos de confrontación e incluso agresivos contra otros o contra sí
mismos.
215
216
Cuadro resumen de la Parte III
•Ambiente:
-Observación
•Contacto
-"Triage" psicológico
•Evaluación
-Mini Mental
217
•Restablecimiento emocional
-Técnicas narrativas
-Técnicas de relajación
-Técnicas de respiración
-Tarjetas de autoayuda
•Comprensión de la crisis
-Dar información
•Activar
-Planificación
•Seguimiento
218
aproximación al problema ordenada y flexible.
Un servicio de salud debiera tener en cuenta este tipo de asuntos para ser
verdaderamente terapéutico, no sólo a nivel físico o técnico, sino a nivel humano en
general, teniendo en cuenta los aspectos más puramente psicológicos, como la atención a
la familia que espera. Éste es uno de los asuntos sobre los que se ha hecho hincapié al
principio de esta guía, como gran asignatura pendiente de muchos centros y servicios
asistenciales.A veces un simple "El médico saldrá en breve a informarles" puede ser
suficiente para que la familia se sienta atendida, comprendida y respaldada ante una
situación de difícil espera.
219
breve y escueta en el propio pasillo, donde otros familiares también esperan.
"El niño ha sufrido una parada cardiorrespiratoria" - les dice - "y no se ha
podido hacer nada por él".Ante esta noticia, la madre del niño estalla en llanto
(a lo que el informador responde simplemente mirándola) y cuando se le
pregunta por más datos respecto a lo ocurrido, la respuesta es un tajante "No
puedo decir nada más".
Tal y como muestra este caso, atender a alguien de manera humana y acertada no
consiste simplemente en informar. De hecho, en el caso expuesto hay información veraz,
aunque tardía. Pero sobre todo hay una manera de informar que, por excesivamente fría
y distante, falta de, al menos una cierta dosis de consideración humana, perjudica más
que favorece a una familia que atraviesa, ya de por sí, una situación difícil.
•En primer lugar, sale a informar sin ser la persona responsable en primera instancia
de lo ocurrido. Esto generalmente da una mala impresión. Pudiera haber sido
mucho más favorecedor que, si verdaderamente no podía salir el médico
responsable, su ayudante o asistente pudiera anticiparle a la familia que en unos
minutos el responsable del quirófano estará con ellos para informarles. De no
hacerse así, este gesto puede ser fácilmente malinterpretado como una muestra de
cobardía o como forma de eludir responsabilidades.Y aunque claramente una cosa
no implica la otra, debe recordarse que a menudo es tan importante lo que se hace
como lo que parece que se hace.
•En tercer lugar, la reacción ante el dolor ajeno no puede ser jamás la indiferencia. No
se pretende que el asistente se eche a llorar con el afectado, pero la mejor opción
no es, desde luego, el otro extremo del espectro, sino que lo recomendable sería
220
buscar una opción intermedia. Se recomienda en estos casos emplear una buena
dosis de empatía, ya que ponerse por unos momentos en el lugar del afectado
favorecerá que el asistente rápidamente detecte de forma certera cuáles pueden
estar siendo las necesidades de quien sufre. No necesita que se le mire con
escepticismo, no necesita paternalismos, no necesita que se llore con él.
Simplemente necesita que se comprenda su dolor en ese momento, aunque sea de
forma aproximada, que se le dé su tiempo para reaccionar y que no se le juzgue.
La honestidad en estos casos es un valor altamente recomendable y supone en sí
misma una opción intermedia en la línea de las que se están proponiendo. Una
fórmula honesta y suficientemente empática en este sentido podría ser algo así:
"Entien do que es una noticia terrible y siento muchísimo su dolor. Ojalá el
resultado de la operación hubiera sido otro".
•La solicitud de una mayor información es absolutamente legítima por parte de quien
sufre, en especial cuando la cantidad de datos recibida ha sido claramente
insuficiente. La falta de información genera incertidumbre y esa incertidumbre es a
la vez generadora de ansiedad. Es habitual por parte de muchos profesionales de la
salud y de la asistencia obviar información relevante para el paciente o el afectado
con el argumento de intentar protegerle. Esto no es recomendable ya que, aparte
de estar negándole uno de sus derechos fundamentales, que es el de estar
informado, agudiza la sensación de falta de control sobre la situación, fomentando
altos niveles de ansiedad y angustia en el sujeto.
221
Paradójicamente, de lo que sí les informa es de que, si quieren algún tipo de
ayuda psicológica, tendrán que pedirla en ventanilla, porque "el equipo de
psicología está muy ocupado".
En definitiva, aquellos casos en los que es necesario dar una mala noticia son, en sí
mismos, escenarios perfectos para la aplicación de PAP. Como el lector puede
imaginarse, unos PAP mal aplicados en un caso como éste no hacen más que agravar el
dolor de una familia ya de por sí tocada por la tragedia. En los profesionales que aplican
estas intervenciones, queriendo o sin querer, recae pues la responsabilidad de hacer un
buen trabajo al respecto y de paliar, en la medida de lo posible, algunos de los efectos de
la crisis sobre los afectados.
222
Tras este episodio, Jaime llega a su consulta semanal muy afectado, con
actitud claramente derrotista y aceptando sin más los planteamientos de su
pareja.
Para comprender mejor las implicaciones de no hacerlo de esta manera, puede ser
útil plantearlo de la siguiente forma: ¿Qué pensará el paciente si, ante una situación que
actualmente le tiene en jaque, que le duele y le agobia, el terapeuta simplemente mira
hacia otro lado y no se desvía ni un ápice de su estricta agenda marcada? Este hecho, en
sí mismo, implica una clara falta de comprensión y empatía por parte del asistente, por lo
que merece la pena retrasar un poco el abordaje de algunos objetivos en aras de poder
proporcionar una mejor y más completa cobertura emocional al paciente.
En este caso concreto, para aplicar adecuadamente los PAP el terapeuta deberá
escuchar con atención cómo se ha producido el suceso, de forma que pueda detectar los
aspectos más importantes para tratar en esa intervención temprana a la que va a hacer
frente. No será el momento para sermones del tipo 'Te lo dije... Ya ves que el alcohol te
iba atraer problemas...", sino que es el momento de actuar con rapidez para que la
persona tenga en su mano recursos para poder afrontar la crisis y no se pierdan los
avances que hasta el momento se puedan haber producido. Se evaluarán los aspectos
más importantes del relato del sujeto (a nivel verbal y no verbal) y el terapeuta generará a
nivel mental una hipótesis de trabajo que orientará su abordaje de la situación de forma
ordenada.
223
Una de las primeras cuestiones que el terapeuta debería haber detectado en el caso
que nos ocupa es el hecho de que Jaime está asumiendo sin más los planteamientos que
su pareja le hace en términos despectivos y poco adecuados. Habrá que intervenir
cuando llegue el momento adecuado en reestructurar las ideas irracionales que Jaime
presenta, habrá que ayudarle a reconocer los avances que consiguió, fomentando que se
mantengan, e intentando solventar los errores que se hayan estado produciendo en la
línea de conseguir nuevos avances y prevenir que el cuadro empeore.
Respecto a esta última cuestión, es conveniente que el paciente pueda llevarse a casa
alguna pauta que le ayude a paliar los efectos de la discusión que ha tenido con su pareja.
Será importante, entonces, que los PAP cuenten en este caso con un espacio dedicado a
la solución de problemas y a la planificación de la solución elegida para poder llevarla con
éxito a la práctica. En definitiva, serán abordados los estadios de activación y
recuperación del funcionamiento para fomentar el cambio en la situación y se hará una
previsión de los posibles obstáculos en la aplicación para generar también posibles
alternativas de solución.
Los PAP aplicados en una situación como ésta tendrán una duración aproximada de
una hora (lo que dure una sesión habitual de terapia), por lo que es conveniente que el
terapeuta esté bien familiarizado con estas intervenciones tempranas, conociendo los
pasos que debe seguir y dominando suficientemente las habilidades necesarias para que la
atención ofrecida sea terapéutica y eficaz. La capacidad de síntesis resulta ser una
habilidad más que deseable en estas intervenciones, así como la capacidad para un
224
análisis rápido pero ajustado de los principales parámetros de la situación.
Tal y como se presenta este caso en la consulta psicológica, la petición de ayuda son
los propios PAP: la mujer no viene por sus síntomas depresivos, o por la angustia vivida
durante este tiempo, ni siquiera de forma consciente a paliar los efectos de los malos
tratos que en su momento recibió. Adriana necesita respuestas, un análisis
pormenorizado de la situación atípica que está atravesando y, a través de ese análisis,
comprender por qué siente lo que siente. Necesita una respuesta inmediata y pautas de
afrontamiento inmediatas.
Lo primero que llama la atención del discurso de la paciente es la dureza con la que
225
se trata a sí misma. Al terapeuta le tocará, en primer lugar, la importante labor de
escuchar con detenimiento el relato de Adriana, no sólo para comprender cuál es la
situación que le ha tocado vivir, sino además, entender el complejo mecanismo por el
cual, no sólo ha aceptado el maltrato de su ex pareja durante este tiempo, sino que,
además, ella misma se somete a los mismos insultos y vejaciones a que él la sometía.Y lo
que es más, incluso duda de si todavía está enamorada de él, algo que la intranquiliza y la
desconcierta.
En una situación como ésta, nada infrecuente, por otra parte, no servirán las
respuestas fáciles. Adriana necesita, en primer lugar, que quien la atiende comprenda su
sufrimiento y las razones que la han llevado hasta el punto donde está. No es el momento
de sermones, de recordarle insistentemente lo que debería haber hecho y no hizo, ni
tampoco de culpabilizarla por achacarse a sí misma, aunque sea de manera injusta, las
humillaciones que él lanzaba sobre ella.
226
Al respecto de la preocupación última de la paciente, la de si será feliz, es de destacar
que en sí misma constituye un objetivo poco específico que, de dejarse en los mismos
términos en que ella lo plantea, generará insatisfacciones y frustraciones. En algún
momento, cuando se establezcan los objetivos concretos y se haga cierta
reestructuración, convendrá prestarle suficiente atención a este asunto y redefinirlo en
términos mucho más concretos, probablemente en el estadio de Activación y
Recuperación del funcionamiento.
Ya que las respuestas fáciles y las explicaciones rápidas no tienen utilidad, sería
conveniente que cada argumentación que el terapeuta dé a la paciente venga refrendada
también por su consenso. Alguna fórmula en este sentido puede ser "¿Qué te parece
esto? ¿Lo ves razonable? ¿Te ha pasado alguna vez que...?". No debe darse por hecho
que la hipótesis de trabajo planteada es cierta sin más y mucho menos cuando se ha
empleado un tiempo especialmente breve para elaborarla (como es el caso en los PAP).
La formulación debe resultar explicativa para el terapeuta y clarificadora para el paciente.
Si no, podrá servir para que el asistente intervenga sobre una serie de objetivos
planteados por él mismo, pero quizá no sean objetivos compartidos por el paciente, y
esto siempre restará eficacia a la intervención.
227
2.Cuando se aplica un protocolo en PAP:
228
229
230
En la siguiente sección el profesional encontrará a su disposición una variada y amplia
selección de los instrumentos y herramientas más útiles a la hora de aplicar los Primeros
Auxilios Psicológicos, desde material para una evaluación inicial sencilla pero completa,
hasta sugerencias y pautas concretas de intervención en momentos más avanzados de la
aplicación de los PAP. Pueden resultar de especial interés las recomendaciones que se
incluyen para poblaciones con distintos tipos de discapacidad y las pautas para actuar en
cada caso.
2.Notificar en persona
3.Ir acompañado
231
9.No utilizar frases hechas como "Le hemos perdido" o "Se ha ido"
10.Decir: "Lo siento, pero tengo muy malas noticias que darle [pausa] NOMBRE ha
tenido un accidente y ha muerto. [pausa] Lo siento mucho"
24.Si se puede decir algo positivo sobre los hechos decirlo ahora: "No sufrió", etc.
232
•Disminuir el impacto visual de todos los cuerpos juntos, mejor en salas individuales
o biombos
Mini-Mental
233
234
235
Tarjeta: CIERRE LOS OJOS + figura
Entrevista de detección
236
Vázquez y Muñoz, 2002
(El entrevistador llevará a cabo todas las preguntas y pasará a cada sección en aquellos
casos en que la detección resulte positiva.)
237
238
239
240
241
242
243
244
245
246
247
248
Acute Stress Disorder Scale
Esta escala autoaplicada permite obtener una medida sencilla y directa del nivel de
estrés agudo de la persona tras un evento impactante, abordando las variadas
características diferenciales de este tipo de trastorno y su sintomatología
particular.
Por favor, conteste a cada una de las preguntas acerca de cómo se encuentra desde el
suceso. Rodee con un círculo un número por cada pregunta para indicar cómo se siente.
249
250
Entrevista TEA
Criterios de inclusión:
251
252
253
254
255
256
MINI (Versión autoaplicada)
257
258
Reglas básicas para los PAP en personas con discapacidad
Ante una crisis o un evento impactante todas las personas quedan expuestas y ello
incluye poblaciones que presentan características especiales, como pueden ser
discapacidades físicas y sensoriales o, por ejemplo, limitaciones debido a su edad.
Dado que los asistentes que atienden ante una situación de crisis no siempre están
formados en el trato con estas poblaciones, se hace necesario tener en cuenta
unas mínimas recomendaciones para evitar errores innecesarios.
•No hablar a los afectados con discapacidad sobre todas las personas con
discapacidad que conocemos
•No asumir que la persona necesita ayuda y no prestarla sin preguntar antes
259
•Aclarar muy bien quién es el afectado (familia, acompañantes, intérpretes, asistentes
personales, etc.)
•No somos los culpables del uso inadecuado pero generalizado de algunas palabras
(Por ejemplo, decirle "¿Ves lo que quiero decir?" a una persona ciega)
•No tocar las ayudas personales (silla de ruedas, muletas, prótesis) sin permiso
•No tomar estas reglar al pie de la letra, ajustarse a cada persona y cada ocasión
260
•Disponer de materiales en sistemas adaptables (letras grandes <17 p., braille,
ordenador, etc.)
•Diferenciar:
•En general la comunidad sorda tiene un nivel de lectura muy bajo, pero eso no
implica retraso mental u otras dificultades
•Con intérpretes:
261
más juntos)
•Organizar muy bien las sesiones y darles listas de actividades para seguir durante y
entre las mismas
•Cuando ocurre una situación de emergencia las personas con discapacidad sufren más
los riesgos ocasionados en virtud de sus limitaciones para la movilización oportuna.
Sin embargo, las medidas de preparación frente a un posible desastre y las decisiones
que se tomen para la protección adecuada y oportuna de estos grupos de personas
antes, durante y después de estos eventos pueden significar la diferencia entre
conservar la salud y la vida, y el sufrimiento de daños físicos y emocionales mayores.
262
frente a la autosatisfacción de algunas de sus necesidades en situaciones de
emergencia.
•Elabore una lista de las entidades u organizaciones que tienen la responsabilidad primaria
por el cuidado de las personas que enfrentan retos especiales por causas físicas o
mentales y de los adultos mayores frágiles.
•Vigile que los adultos mayores tengan una ingestión de líquidos suficiente para evitar la
263
deshidratación, que en este grupo de edad se establece con mayor rapidez.
264
265
A menudo es útil para el terapeuta tener a su disposición material explicativo por escrito
para la persona a la que asiste, de manera que su labor de acompañamiento puede tener
su reflejo en documentos que permitan al paciente volver, cada vez que lo necesite, a
ciertos contenidos abordados por el terapeuta en los momentos iniciales de la crisis y que
a la vez favorezcan una mayor eficacia y duración en las pautas desarrolladas. Son
materiales que el terapeuta puede emplear para explicar al usuario algunos de los
supuestos o problemas, pero que también pueden ser entregados a la propia persona
usuaria para que los lea, estudie y comente con su terapeuta.
Una de las principales preguntas que una persona se hace al ser consciente de sus
reacciones ante un problema es si tales reacciones son normales o no, si
constituyen algún tipo de patología de la que deba preocuparse. Es importante y
tranquilizador, pues, que el asistente pueda proporcionar al paciente ciertas
explicaciones acerca de lo que le ocurre y que, además, pueda tenerlas por escrito
como material de referencia cuando lo necesite. El material que se aporta a
continuación presenta, de forma sencilla y en un lenguaje accesible, información a
este respecto que puede servir al individuo para tranquilizarse, comprender mejor
su situación y tener una expectativa más realista respecto a su estado psicológico
a corto y medio plazo.
Ahora que estás pasando por esta situación difícil probablemente estés sorprendido y
quizá angustiado al ver en ti reacciones y comportamientos que nunca habías tenido
antes. Es posible, incluso, que no sepas cómo actuar y que sientas tu mente, tus
emociones, tus pensamientos, como absolutamente desorganizados. Debes saber que
esto es normal tras un evento como el que tú has vivido, y que es lo que normalmente se
llama estrés.
Estas reacciones pueden ser muy diferentes en cada persona. Algunos sencillamente
sienten que no pueden afrontar la situación, que nada de lo que han hecho hasta ahora
les sirve para superarla y se desaniman o se angustian. Otros, incluso, reexperimentan
aspectos de lo sucedido y se asustan con facilidad, sobresaltándose, teniendo pesadillas...
(lo que se llama estrés agudo o postraumático, dependiendo del tiempo que duren los
síntomas). Muchos se aíslan, ven alterado el apetito o el sueño y se sienten
malhumorados o irritables. Tú, quizá, estés viviendo estas u otras reacciones similares.
266
Pero todas ellas y otras muchas son respuestas de tu organismo al estrés que, con la
ayuda adecuada y un cierto período de tiempo, irán desapareciendo y te permitirán
volver, poco a poco, a una normalidad más adecuada.
Para que puedas entenderlo mejor, te pondré un ejemplo: normalmente las personas
tenemos archivada en nuestra memoria toda la información que hemos ido recogiendo a
lo largo de nuestra vida respecto a cómo comportarnos en cada situación, a cómo
resolver las situaciones que nos vamos encontrando... Es como un gran archivador en el
que tenemos fichas sobre diferentes circunstancias: sobre cómo actuar en una situación
social importante, sobre cómo responder a un jefe, acerca del comportamiento en nuestra
casa o con nuestros amigos... Pero cuando algo grave ocurre, ese archivador no sólo se
tambalea, sino que puede desorganizarse completamente, mezclando las fichas y
sembrando el desorden en nuestra vida. Eso puede suponer que, cuando vayas a buscar
alguna de las fichas (o muchas de ellas), no las encuentres o que, al estar descolocadas,
te comportes de una forma inadecuada para la situación (por ejemplo, poniendo los pies
encima de la mesa en el trabajo).
Las cosas volverán a su justo orden. Ésa es la buena noticia. Pero para ello
necesitarás tomarte tu tiempo y puede que te sea útil un poco de ayuda, para conseguirlo
en menor tiempo y con más facilidad. Pero lo esperable en este momento es ese
desorden que estás viviendo.
Hay personas que, ante este desorden, prefieren ignorarlo, mirar para otro sitio y
hacer como si no pasara nada. Pero mientras tanto, el caos continúa y puede, incluso,
hacerse peor, hasta el punto de tener repercusiones muy graves para esa persona. Por
ello, es importante que comprendas que afrontar la situación es siempre la opción más
aconsejable. Porque superar un evento traumático o una situación difícil es parecido, en
cierto sentido, a cuando tomamos una comida muy pesada: es posible que nos cueste
digerirla, pero siempre será mejor digerirla que no hacerlo y que se corte la digestión.
267
Pero, también es fácil caer en el error de tomar "atajos" o simplemente dar un rodeo
y pasar de largo sin abordar el problema. Es una gran tentación, porque el estrés y sus
reacciones pueden ser tremendamente dolorosos pero, a la vez, son absolutamente
necesarios para procesar adecuadamente la situación.
Como norma general, intenta evitar soluciones rápidas que te impidan enfrentarte
cara a cara con tu dolor (como la toma de fármacos desde el primer momento, el
consumo de drogas, el aislamiento o la evitación persistente del problema). Todas ellas
proporcionan un alivio inmediato, pero enquistan las reacciones normales a la situación,
por lo que impiden que las emociones se canalicen adecuadamente desde el primer
momento y "obligan" a menudo a que luego aparezcan de forma mucho más difícil de
manejar.
Piensa en esto como en una olla a presión, que tiene una salida en su tapa
especialmente diseñada para, en el momento justo, de manera constante y dosificada, ir
dando salida al vapor que ha acumulado dentro por el efecto del calor intenso. ¿Qué
ocurriría si taponamos o eliminamos ese orificio de salida, o si lo obviamos o no lo
tenemos en cuenta? ¿Desaparece la presión o más bien se acumula más y más hasta que
la olla finalmente puede estallar y causar daños mucho mayores? La salida se dará, sin
duda alguna, pero de qué forma lo haga dependerá mucho de qué uso hagamos de la olla
en los primeros momentos tras la aparición del vapor. Puede ser más cómodo hacer
como si no pasara nada pero, sin duda, no es más seguro.
Afrontar el suceso nos ayudará (aunque con cierto dolor al principio) a poder
recordar la situación manteniendo el control en nuestras manos. Esto es justo lo contrario
de lo que ocurre cuando re experimentamos la situación traumática: las imágenes, los
recuerdos distorsionados aparecen con mucha fuerza y sin que podamos controlarlos y
esto no nos ayuda, sino que complica aún más nuestra situación y aumenta nuestro
malestar.
268
con el tiempo ha sanado y que nos permite seguir adelante.
•Los sueños y pensamientos sobre la crisis son normales, no trates de evitarlos, irán
desapareciendo con el tiempo
269
•Escucha a tu familiar atentamente
•Decirles cuándo hacen las cosas bien. El primer mes, permitir comportamientos
regresivos, "mimosos" y poco adaptativos
•No decir que los muertos son felices en el cielo, pueden llegar a querer morir para ir
con ellos
270
271
272
273
274
Aisbett, B. (2005,2.aed.): Convivir con el pánico y mejorar la autoestima. Manual de
supervivencia a los ataques de pánico. Obelisco, Barcelona.
Alemany, C. (1995): Escuchar: un arte complejo. Sal Terrae, n'1, pp. 55-65
Bisson, J.1. (2003): Single session early psychological interventions following traumatic
events. Clinical Psychology Review, 23, 481-499.
Bryant, R.A.; Harvey, A.G.; Dang, S.T.; Sackville, T. y Basten, C. (1998): Treatment of
acute stress disorder: A comparative of cognitive behavior therapy and supportive
counseling. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 66, 862-866.
Everly, G. S. y Lating, J. M. (2002): A clinical guide to the treatment of the human stress
response. Plenum Press, Nueva York.
Guerrero Baron, E. (1996): Salud, estrés y factores psicológicos. Campo abierto: Revista
de educación. 13, 49-70.
Horowitz, M. J. (1986): Stress response syndromes (2.a ed.). Jason Aronson, Nueva
York.
275
Lazarus, R. S. y Folkman, S. (1984): Stress, Appraisal and coping. SpringerPublishing
Company, Nueva York.
Millon, T. (1995): Disorders of personality: DSM-IV and beyond (2.'ed.). Willey, Nueva
York.
276
4(2), 59-84.
Spiegel et al. (1996): Dissociative symptoms in the diagnosis of acute stress disorder. En
L.K.Michelson y W.J.Ray (eds.), Handbook of Dissociation: Theoretical, empirical
and clinical perspectives (pp. 367-380). Plenum, Nueva York.
Young, B.H.; Ford, J.D.; Ruzek, J.L; Friedman, M.J.y Gusmanf, D. (1998): Disaster
Mental Health services: A guidebook for clinicians and administrators. National Center
for Post. Traumatic Stress Disorder, Menlo Park, CA.
277
Índice
Capítulo 1. Aspectos generales 17
1.2. Delimitación de los Primeros Auxilios Psicológicos (PAP) 20
1.3. Relevancia clínico-social de los PAP y ámbitos de aplicación 25
Capítulo 2. Efectos psicológicos de los sucesos vitales estresantes 34
2.2. Efectos por estrés agudo 47
2.3. Efectos por problemas de ansiedad 52
2.4. Efectos por problemas del estado de ánimo 53
2.5. Efectos por el consumo de sustancias 54
2.7. Modelos integradores de factores y agentes estresores 55
Apéndice de la Parte 1 60
Cuadro resumen de la Parte 1 62
Casos clínicos: presentación 62
Preguntas de autoevaluación de la Parte 1 65
Capítulo 3. La habilidad para escuchar: la escucha activa 71
3.2. Beneficios de la escucha activa 73
3.3. Aspectos verbales y no verbales 74
3.4. Recomendaciones generales 79
Capítulo 4. La habilidad para comprender: la empatía 80
4.2. ¿Para qué sirve la empatía? 82
4.3. ¿Cómo se consigue y cómo se demuestra? 83
Capítulo S.La habilidad para la expresión y recepción emocional 85
5.2. Emociones positivas y emociones negativas 89
5.4. Formas de expresión emocional 93
5.5. Pensamiento emocional frente a pensamiento racional 94
Capítulo 6. La habilidad de acompañar 95
6.2. Beneficios de la soledad 98
6.3. Aprender a pedir compañía, aprender a rechazar la compañía 99
Capítulo 7. La habilidad para orientar hacia un buen razonamiento 101
278
7.2. ¿Qué hacer, entonces, con los razonamientos inadecuados? 122
7.3. ¿Cómo hacer una crítica sana? 126
Capítulo 8. Otras habilidades 132
8.2. La habilidad de esperar 135
8.3. La habilidad para tener presente a la persona. La continuidad
138
en los cuidados
Capítulo 9. La habilidad para valorar los avances: la recompensa 139
9.2. Valorar el esfuerzo de pedir ayuda 141
9.3. Valorar el esfuerzo por expresarse 142
Apéndice de la Parte II 143
Cuadro resumen de la Parte II 145
Preguntas de autoevaluación de la Parte II 145
Capítulo 10. Protocolo ACERCARSE 147
10.1. ¿Qué es ACERCARSE? 149
Capítulo 1 1. Fases en el protocolo ACERCARSE 157
11.2. C-ontacto 165
11.3. E-valuación 175
1 1.4. R-establecimiento emocional 185
11.5. C-omprensión de la crisis 196
1 1.6. A-ctivar 203
11.7. R-ecuperación del funcionamiento 207
11.8. SE-guimiento 209
Capítulo 12. Dificultades y recomendaciones para casos especiales 210
279