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Quaderns de Psicologia | 2010, Vol.

12, No 2, 117-129 ISNN: 0211-3481

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Las dos caras de la desigualdad entre mujeres y hombres:


explotación económica y libidinal1
The Two Sides of the Inequality between Men and Women: Economic and
Libidinal Exploitation

María Jesús Izquierdo


Universidad de Autònoma de Barcelona

Resumen
El propósito de este trabajo es estudiar la articulación entre la dimensión psíquica y la
socio-económica del género, con el fin de aportar elementos que ayuden a definir a la
mujer como sujeto del sexismo y a identificar en qué medida el hombre ocupa una posición
de objeto del mismo. Interesan particularmente los aspectos estructurales y argumentando
que el sexismo causa daños tanto a las mujeres como a los hombres, y por tanto no es un
problema sectorial de las mujeres, sino que tiene carácter general. Como consecuencia, la
movilización de los hombres en la consecución de la igualdad no debe fundamentarse en
principios morales, sino políticos. Las consecuencias morales cuando se apela a la búsqueda
de felicidad, a trazar un plan de vida propio, se desprenden de las políticas
Palabras clave: Género; relaciones de género; explotación; sexismo; estructura social;
estructura libidinal

Abstract
The intention of this work is to study the articulation between the psychic dimension and
the socio-economic one of gender, in order to reach elements that could help to define the
woman as subject of sexism and to identify in what measure the man occupies the position
of its object. The structural aspects are of particular interest, and the argument is that
the sexism causes hurts both to the women and to the men, and therefore it is not a secto-
rial problem of women, but it has general character. As consequence, the mobilization of
the men on the attainment of the equality must not be based on moral, but political prin-
ciples. The moral consequences when one appeals to the search of happiness, to planning
an own plan of life, come off the politics.
Keywords: Gender; gender relations; exploitation; sexism; social structure; libidinal
structure

1 A partir de la ponencia ―Lo que cuesta ser hombre: costes y beneficios de la masculinidad‖ presentada en el congreso
SARE 2007 organizado por Emakunde.
118 María Jesús Izquierdo

En un contexto de desigualdades se constatan bien distinta es suponer que la posición hom-


los siguientes fenómenos en el estudio de la bre sea una posición de sujeto.
situación social de las mujeres: a) se presta
Habitualmente, se espera que los hombres
considerable atención a las diferencias entre
adopten un papel activo en la pérdida de los
mujeres y hombres; b) el término desigualdad
privilegios que les reporta el sexismo. En tal
se usa predominantemente de manera des-
expectativa está implícita la pretensión de
criptiva; c) generalmente no se utiliza el con-
que sean aspiraciones morales lo que les lleve
cepto de género sino como sinónimo de sexo;
a participar activamente en la superación del
d) es infrecuente que se conciba las catego-
sexismo. No se suele considerar que también
rías mujer/hombre como relacionales, por lo
pueden ser los intereses, los móviles de los
que de una parte se estudian las mujeres y su
hombres en la eliminación del sexismo. Por-
situación, y por la otra los hombres, en este
que ser hombre no sólo reporta beneficios
caso en términos de masculinidades, y por
sino que tiene costes. La posición pública del
ello fraccionando el colectivo; e) también es
hombre va acompañada del extrañamiento de
frecuente realizar aproximaciones maniqueas
los hijos e hijas, de una sobrecarga de res-
a la desigualdad de las mujeres, en las que se
ponsabilidad por el mantenimiento de la
define a éstas como objeto o sujeto paciente
familia, que no es sino la otra cara de la
de los comportamientos de los hombres.
sobrecarga que experimentan las mujeres por
Interpretamos que el interés por la diversi- su cuidado, y que las fuerza a renunciar a un
dad, queriéndolo o no, contribuye a despoliti- proyecto de vida propio. Los hombres se
zar el sexismo, que respecto de la desigual- apropian de una patrimonio cuando se funda
dad, tan importante o más que su descripción una familia, su otra cara es que con el divor-
es estudiar los mecanismos que la hacen posi- cio se les expropia de algo que al casarse con-
ble, para lo que es imprescindible introducir sideraban suyo. El sexismo les corona como
en el análisis el concepto de explotación. pequeños señores feudales del hogar. Al
Siendo cierto que caracteriza el sexismo la mismo tiempo, la defensa de su patrimonio
correlación entre sexo y género, al utilizar cuando se ven en riesgo de perder a su mujer
ambos términos como sinónimos, se dificulta y sus hijos, los sitúa como sujetos bajo sospe-
la identificación de fracturas y cambios en la cha de unas condiciones que no han elegido y
definición de los géneros, un ejemplo de ello que sin embargo les benefician siempre y
se consta en la ley de violencia de género. Si cuando conserven el patrimonio que se les ha
se renuncia a concebir los géneros como cate- adjudicado.
gorías relacionales, se omite el modo en que
participan las mujeres en el sostenimiento de Costes y beneficios del sistema sexo
la desigualdad. Tanto las mujeres como los género
hombres tienen un papel activo en las rela- Si revisamos la abundante bibliografía produ-
ciones de explotación entre las primeras y los cida en los últimos años, se da la paradoja de
segundos y posiblemente una explicación sea que aún estando extendida la concepción de
el hecho de que la dimensión económica y la la masculinidad y la feminidad como dos
libidinal se articulan al modo de un sistema categorías relacionales, la tendencia es con-
de compensaciones y reforzamientos. siderar separadamente la situación de las
La crítica del sexismo ha ido acompañada de mujeres y los hombres. Cuando se aborda la
una narración de desigualdad, poniendo el masculinidad, reciben atención preeminente
acento, como no podía ser de otro modo, en los aspectos emocionales y subjetivos, o los
la opresión de las mujeres. Sin embargo, la ideológicos, prestando lo que a mi parecer es
narración de la desigualdad ha venido mar- una atención insuficiente a los aspectos
cada por una definición de la opresión como económicos y específicamente sociales. El
situación de la que las mujeres somos objeto, principal efecto del sexismo es la construc-
asignando a los hombres el papel de sujetos ción de las categorías mujer y hombre: las
opresores. Esa visión favorece que al hombre posiciones sociales que ocupan particular-
se le conciba además como responsable de mente en la división del trabajo, los modos de
eliminar la opresión de las mujeres. Pero una vida, y los estereotipos a partir de los cuales
cosa es afirmar que las relaciones entre las se anticipan sus capacidades y actitudes.
mujeres y los hombres son de opresión, y otra

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Una característica adicional es la crítica de la únicos que entran en esta categoría), o bien
concepción de la masculinidad como una los hegemónicos y los cómplices. Según el
categoría universal, proponiendo en su lugar primer criterio, se estaría sugiriendo que la
la noción de masculinidades, para señalar que relación de dominación se establece entre los
pese haber un modelo hegemónico de mascu- hombres hegemónicos respecto del conjunto
linidad, todos los hombres no son iguales. Se de las mujeres y una parte importante de los
ha extendido la noción de masculinidad hombres, aquellos cuya masculinidad tiene un
hegemónica, concepto para el que Raewyn carácter subordinado. Siguiendo la segunda
Connell es un referente obligado, concreta- tipología, lo que se señala es la existencia de
mente, Connell y James Messerschmidt formas de dominación directas o indirectas,
(2005), se refieren a ese concepto señalando una parte de los hombres la ejercerían direc-
que no se trata de un concepto estadístico, tamente, mientras que aquellos cuya mascu-
sino que tiene carácter normativo, se trata linidad se tipifica como cómplice se benefi-
del modo de ser hombre que se valora social- ciarían de la opresión aunque no opriman
mente y actúa como punto de referencia para directamente, siendo el objeto de dominación
los hombres, a la vez que legitima ideológi- el conjunto de las mujeres. Las consecuencias
camente la subordinación de las mujeres res- de optar por una u otra concepción son consi-
pecto de los hombres. Para estos autores la derables, siguiendo el primer criterio, una
masculinidad hegemónica se distingue de parte de los hombres podrían ser definidos
otras masculinidades, particularmente las como aliados objetivos de las mujeres,
masculinidades subordinadas. Dado que los siguiendo el segundo, no cabe una política de
hombres se benefician del patriarcado aunque alianzas.
no ejerzan una versión dura de la dominación
Una segunda consideración, en este caso refe-
masculina, su masculinidad podría ser desig-
rida al propio concepto de hegemonía, nos
nada masculinidad cómplice. Es ese el sentido
orienta a poner el punto de mira en los aspec-
en que el concepto de hegemonía se hace más
tos culturales e institucionales. Es decir,
poderoso, la hegemonía masculina no implica
aquellos aspectos superestructurales que con-
violencia por más que se puede sostener
tribuyen a estabilizar el funcionamiento de la
mediante la fuerza sino que se fundamenta
estructura social sin necesidad de apelar al
principalmente en el uso de la persuasión.
ejercicio de la coerción física.
El concepto de hegemonía masculina se cons-
Otra de las referencias inexcusables cuando
truyó junto con el de hegemonía femenina,
se tratan las relaciones de dominación en
que pronto pasó a ser denominada feminidad
términos de un sistema de opresión consen-
enfatizada, con el propósito de evidenciar
tido es Pierre Bourdieu (1998/2000) al que se
que en un orden de género patriarcal la
refiere como dominación masculina. En este
segunda se encuentra en posición asimétrica
caso, la violencia simbólica ocupa un lugar
de respecto de la primera. Lamentablemente,
fundamental, y consiste en definir a la mujer
tal como señalan Connell y Messerschmidt
como pasiva y el hombre como activo. Para
(2005, p. 848), se trata de un concepto que se
Bourdieu la dominación masculina crea, orga-
ha abandonado en las investigaciones sobre
niza, expresa y dirige el deseo de posesión,
los hombres y las masculinidad, olvidando que
de dominación erotizada de las mujeres por
la categoría género tiene un carácter relacio-
parte de los hombres, y en las mujeres el de-
nal, por lo que la definición social de los
seo de dominación masculina como subordi-
patrones de masculinidad, sean reales o ima-
nación erotizada que llevada al límite es el
ginarios, tiene lugar por contraposición con
reconocimiento erotizado de la dominación.
un modelo también real o imagino de femini-
Previamente, autoras y autores como Kate
dad.
Millet (1970/1975), Gayle Rubin (1975/1986),
Tiene importantes implicaciones clasificar los Connell (1987), o Catharine Mackinnon
hombres en el par de categorías que nos pre- (1989/1995), por mencionar algunas de las
sentan estos autores, aquellos cuya masculi- referencias más relevantes, ya habían reco-
nidad es hegemónica y aquellos cuya masculi- nocido la centralidad de la organización de la
nidad podría ser definida como subordinada sexualidad en el sistema de opresión basado
(posición que generalmente se asocia a los en el sexo.
hombres homosexuales aunque no sean los

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Conviene subrayar que el uso del concepto de no impide reconocerles objetividad, enten-
hegemonía, sitúa la problemática que esta- dida como la representación de una realidad
mos tratando en la esfera política. Michèle dada hecha desde una cierta posición —obje-
Barret (1994/2003) lo refiere a la organiza- tiva— de sujeto, sean las mujeres, la sociolo-
ción del consentimiento ―el proceso que cons- gía crítica, el pensamiento liberal, etc. Mien-
truye formas subordinadas de conciencia sin tras que en el proceso de conocimiento, el
recurrir a la violencia ni a la coerción‖ sujeto hace un reconocimiento de la alteridad
(1994/2003, p. 266). Mientras que si nos refe- que constituye su objeto, elaborando intelec-
rimos a la dominación femenina como lo ha- tualmente sus impresiones desde un marco
cer Bourdieu, no se puede omitir el impacto conceptual, en el proceso imaginativo, es
psíquico. En cualquiera de los dos casos, lle- expresionista, dice más del sujeto conocedor
gamos a la conclusión como lo hacen Julia que del objeto de conocimiento.2
Kristeva (1979/1995) o Judith Butler
Podemos abordar el sexismo construyendo
(1997/2001), junto con las autoras y autores
una categoría imaginaria de opresor que sería
ya mencionados, de que el sexismo, el poder,
como proyectar sobre el otro todo aquello
actúa desde el núcleo de la persona, es un
que no podemos soportar en nosotras mismas.
efecto del poder. El sujeto de la acción, es el
De ahí que se les atribuya a las mujeres cier-
sexismo, no los hombres o las mujeres. Por
tas cualidades que se les niegan a los hombres
tanto, resulta imprescindible considerar qué
y viceversa. ¿El enemigo es el otro? Sumán-
papel tienen los miembros de los grupos
dome a Kristeva (1979/1995) sugeriría que el
dominados (sean las mujeres o los hombres
sexismo está en cada una y cada uno, y que la
con masculinidades subordinadas) en la orga-
lucha es contra el patriarcado y el sexismo,
nización del consentimiento. En este punto
no contra sus productos, las mujeres y los
hay que tomar nota de los planteamientos de
hombres. Esta autora propone que se desdra-
Ernesto Laclau y Chantal Mouffe (1987), para
matice la lucha entre los sexos, pero no en
quienes ―la hegemonía es esencialmente
nombre de la reconciliación, sino para que la
metonímica: sus efectos surgen siempre a
violencia de esta lucha opere con la máxima
partir de un exceso de sentido resultante de
intransigencia en el interior de la propia iden-
una operación de desplazamiento (…) ninguna
tidad, y no en el rechazo del otro. El antago-
lógica hegemónica puede dar cuenta de la
nismo mujer/hombre es un antagonismo
totalidad de lo social y constituir su centro ya
estructural. No se trata de luchar contra ese
que en tal caso se habría producido una nueva
enemigo, sino contra un sistema de relaciones
sutura y el concepto mismo de hegemonía se
que lo configura como enemigo. Ahí es donde
habría autoeliminado. La apertura de lo social
el efecto de poder se convierte en sujeto,
es, por consiguiente, la precondición de toda
cuestión sobre la que volveremos unas pági-
práctica hegemónica‖ (1987, p. 163). Inter-
nas más adelante. Indicadores de esas pro-
preto que ni el poder ni la hegemonía son
yecciones imaginarias son la atribución de
totales y esa falla es la que permite el surgi-
agresividad a los hombres, negándola en las
miento del sujeto, que como el poder y la
mujeres, o de ternura a las mujeres negando
hegemonía, no es definitivo, ni completo,
que los hombres puedan experimentar ese
sino que está abierto y por tanto es inestable.
sentimiento.
El riesgo de lo imaginario en los discur- Al adoptar este planteamiento se analiza el
sos sobre el hombre y la mujer sexismo en tanto que sistema de relaciones
Un riesgo de los discursos críticos, y en el que daña al opresor y a la oprimida. El paso
fondo de todo discurso construido con la de la posición de objeto del sexismo a sujeto
voluntad de orientar las acciones es confundir activo, se evidencia precisamente por la
lo imaginario con lo real. Lo imaginario es la capacidad de reconocer el grado en que no se
representación mental de algo que no existe o es sujeto, al identificar cuánto de lo que
que no está presente –no está aquí o no está hacemos, de los deseos que se manifiestan en
ahora–. Obviamente, no estoy suponiendo que nuestras conductas y de los deseos que aspi-
existan discursos capaces de dar cuentan de ramos a realizar lleva la marca de las condi-
la realidad última, todos los discursos surgen
desde una posición de sujeto, y van precedi- 2 Utilizo las nociones de conocer e imaginar como
dos por un orden de representaciones, lo que conceptos, y que en toda actividad mental lo uno y lo
otro están presentes en algún grado.

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ciones estructurales a los que nos vemos rabia y el desprecio con el que a veces nos
sometidas y sometidos. En la práctica impone referimos a ellos, las miradas cómplices entre
dos tareas, la primera es estudiar el peso de mujeres cuando los ridiculizamos, no son sino
las condiciones estructurales en la conducta la manifestación de la rabia y desprecio que
de los implicados, lo que nos lleva a eviden- sentimos hacia nosotras mismas por compartir
ciar que entre la posición mujer y la posición la cama y la mesa con alguien que supuesta-
hombre se dan relaciones de explotación, mente tiene las características que le atri-
dominación, marginación, imperialismo cultu- buimos. Esas construcciones fantasiosas,
ral y violencia.3 además de que no ayudan, nos impiden plan-
tear en términos políticos lo que por encima
La segunda tarea es analizar la medida en que
de todo es un problema político.
nuestros deseos y la traducción de éstos en
prácticas, son manifestaciones del sexismo. Cuando en foros públicos alguien toma la
En el caso de las mujeres, cabe preguntarse palabra para decir que el principal enemigo
por qué permitimos que sean los hombres de las mujeres son las propias mujeres, puede
quienes los que conduzcan el coche, o elijan captarse en el ambiente el disgusto que
el vino en una cena, o los prefiramos más genera esa afirmación, ―¡otra vez haciendo
grandes y poderosos que nosotras, o tomen la culpables a las víctimas...!‖. No voy a decir
palabra, o gastemos tanta energía y recursos que desde el punto de vista estructural las
en gustarles, o necesitemos su reconoci- mujeres sean enemigas de las mujeres, nues-
miento, o esperamos que sean detallistas con tro enemigo es el hombre, la posición estruc-
nosotras, o les preguntamos más veces si nos tural hombre. Pero generalmente se aprende
quieren de las que le decimos que les quere- más de nuestro peor enemigo que de nuestro
mos. Por qué hemos visto tantas veces Pretty mejor amigo, porque el primero señala nues-
Woman, la historia de una trabajadora sexual tras fallas mientras que el segundo las mini-
de barrio marginal que se queda con el rico, y miza o justifica sin explicarlas. La afirmación
llega al éxtasis cuando éste pone a su disposi- de que las mujeres son enemigas de las muje-
ción la Visa Oro, una trabajadora sexual que res, tiene la virtud de cambiar la dirección
en definitiva, lo que quiere del chico es que del foco, de mirar hacia otro lugar para
se case con ella y la rodee de comodidades y encontrar la clave del problema. No somos
ventajas sociales, dejando de cobrar en di- nuestras enemigas, pero si buscamos el pro-
nero sus servicios para pasar a cobrarlos en blema en nosotras, descubriremos que somos
especies. Qué dice de nosotras el éxito que ha el fruto de las entrañas del monstruo, del
tenido esta película, que la volvamos a ver sexismo, y es precisamente de ahí de donde
una y otra vez cuando la reponen en la tele. surge la fuerza para aniquilarlo. No conozco
Todas estas conductas hallan su complemen- al monstruo porque viví en sus entrañas –como
tario en los hombres. No se trata de escanda- decía José Martí refiriéndose a los Estados
lizarse porque un juez dicte que una mujer en Unidos– sino que el conocimiento del
minifalda se busca problemas, sino que se monstruo está en el conocimiento de su pro-
reinterprete la sentencia del juez, planteán- ducto, que soy yo. El monstruo no está fuera,
donos cómo conseguir que al ponernos una no es el entorno en el que vivo, es mi propio
minifalda un hombre no pueda abusar de ser mujer que hace posible la existencia del
nosotras porque se lo hacemos imposible, hombre.
porque aún intentándolo no lo consigue, y no
El primer enemigo que tenemos las mujeres
porque ―no debería hacerlo‖. O lo que es más
es nuestra manera de ponernos ante los hom-
importante, porqué en un sistema que nos
bres, más que los hombres mismos. Muchas
define como objetos sexuales, confirmamos
veces proyectamos sobre la superficie hombre
esa posición poniendo tanto ahínco en conse-
las cualidades desearíamos que el hombre
guir ser deseadas.
tuviera o los defectos que no soportamos en
De lo que se trata, es de hacernos responsa- nosotras mismas: que sea así de fuerte, de
bles de nosotras mismas en lugar de desplazar viril, de poderoso, que me abrace con tanta
la responsabilidad a los hombres. Me ronda la fuerza... que me aplaste contra su fornido
idea de que las críticas a los hombres, la pecho… y me mata, ¡claro!, frágil Jean de un
Tarzán que la lleva entre sus brazos de liana
en liana. Nos indignamos porque en casa
3 Tomo estas expresiones de Iris Young (1990/2000).

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dicen que nos ayudan, pero ni nos pasa por la hombres aumentan de valor con la edad
cabeza que nuestra actitud es la misma res- mientras que las mujeres lo pierden.
pecto de la aportación de ingresos al hogar de
Las mujeres transfieren a los hombres los
la que la mayoría de mujeres no se siente
recursos de los que carecen ellas mismas,
responsable, sino que ayuda. Son condiciones
añaden un valor a los hombres que tiene
estructurales las que determinan que las
como consecuencia su propia devaluación, o
mujeres obtengan ingresos inferiores a los
cuanto menos la necesidad de tener un hom-
que obtienen los hombres, y son condiciones
bre para tener valor. De ahí el chascarrillo
subjetivas las que facilitan que lo toleremos,
―cambio una mujer de 50 por dos de 25‖, dos
mientras no nos sintamos principales respon-
de 25 años valen más que una de 50, mientras
sables de aportar ingresos a casa, la lucha por
que dos hombres de 25 valen menos que uno
un salario digno para las mujeres no será un
de 50. En el trayecto de los 25 a los 50 años,
tema prioritario. Hay un enemigo exterior, no
la mujer ha sido explotada y el hombre se ha
hay duda, pero dónde está el sujeto de cam-
beneficiado de la explotación a la que está
bio, qué hace de nosotras sujeto de cambio.
sometida la mujer. Este chascarrillo nos
Beneficios y costes de la masculinidad: ayuda a reconocer la relación estructural y
la explotación que la naturaleza de esta relación es de
explotación. Si con el paso de los años tú
La masculinidad se define por su relación con vales más que tu mujer es porque tu mujer ha
la feminidad. La sustancia de esa relación, perdido valor al relacionarse contigo, es una
consiste en una transferencia sistemática de relación de transferencia, que no pérdida de
recursos de quien los produce, las mujeres, a valor, ya que el valor perdido por la mujer
quien no los produce, los hombres. Su princi- enriquece al hombre. Indudablemente son las
pal consecuencia es el poder de los hombres mujeres quienes realizan la trasferencia, pero
sobre las mujeres, poder al que contribuimos lo hacen bajo el peso de condicionantes
con nuestro trabajo. Este concepto nos per- estructurales en cuya construcción no han
mite entender la subordinación de las muje- intervenido, si bien reproducen ellas y ellos,
res a una luz distinta. En primer lugar, sitúa porque la explotación requiere dos términos.
la subordinación de las mujeres en la esfera
de las relaciones económicas, las cuales son Los condicionantes estructurales no tienen
la raíz de la desigualdad de las mujeres. Adi- vida propia sino que se alimentan y persisten
cionalmente, no se atribuye la subordinación mediante el sometimiento consentido de las
de las mujeres a que carezcan de recursos, mujeres y de los hombres, lo cual es como
sino a que transfieren a los hombres los recur- decir que la estructura social adquiere vida
sos que producen. La diferencia entre caren- con la vida de los hombres y mujeres que se
cia y transferencia no es precisamente de ma- someten a sus leyes, chupándoles la sangre.
tiz, sino que es radical. Utilizo el concepto de La estructura social es el momento de un pro-
carencia en sentido descriptivo, y el de trans- ceso de acciones reiteradas. Mientras el
ferencia en sentido analítico. Con el término sujeto de la acción son las distintas posiciones
carencia se describe un estado mientras que en la estructura, la acción es estructurante,
con el de transferencia se analiza una rela- reitera la estructura. Pero toda estructura es
ción. La noción de carencia nos centra en el fallida, la estructuración nunca es total, la
objeto del que se carece, sea educación, estructura no es perfecta y por tanto es provi-
vivienda trabajo, empleo, poder político. La sional, por más duradera que resulte. Sus
de transferencia lleva la atención a la acción desajustes producen despertares de un nuevo
por la que se produce la pérdida del objeto, sujeto, momentos en que el sujeto ya no es la
por el que se produce la carencia. En ambos posición social sino deseo y conciencia que ni
casos estamos hablando de carencia, solo que cabe ni colma la estructura. Un sujeto que es
en el segundo caso el estado de carencia es la determinación de poner en juego la propia
considerado como el resultado de una rela- vida porque la estructura no la hace posible,
ción mediante la que el sujeto de la acción se tal vez sea compatible con la supervivencia,
desposee. El concepto de explotación, que es pero no con la vida. Por amor a la vida nos la
una forma particular de transferencia de jugamos. La supervivencia deja de ser la meta
recursos, nos ayuda a entender por qué los para pasar a ser una condición de posibilidad
de la vida.

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En este punto conviene hacer una precisión, respecto de las personas poseedoras del capi-
la relación de explotación entre las posiciones tal sean hombres o mujeres. Habida cuenta
mujer y hombre, no se circunscribe a las cua- de la creciente participación de las mujeres
tro paredes del hogar. Las relaciones sociales en el trabajo asalariado, deberíamos referir-
replican las personales en la misma medida nos a su situación como de doble explotación
en que las relaciones personales replican las y tiende a ser la más generalizada.
sociales.
La explotación en cuanto coste de la masculi-
En su vertiente social, la relación de explota- nidad no se puede considerar como el simple
ción entre las mujeres y los hombres se evi- reflejo de la explotación en cuanto beneficio.
dencia en la segmentación del mercado de Detengámonos en esta afirmación por unos
trabajo, por la que las mujeres ocupan el momentos. Para la mayoría de los hombres, la
segmento laboral peor retribuido y en el que posición masculina es dependiente de un tra-
se abocan menos recursos sociales. Afirmo bajo remunerado, la masculinidad, en su ver-
que se da una transferencia de recursos de tiente económica, conlleva adquirir y conser-
unos sectores a los otros, de modo que las var un trabajo remunerado. Explotar econó-
personas que ocupan los segmentos masculi- micamente a las mujeres en las relaciones
nizados, se benefician de las malas condicio- personales, exige su propia explotación en las
nes de trabajo de los feminizados, sean hom- relaciones de mercado. Sólo consiguen los
bres o mujeres quienes los ocupen, de una recursos que permiten la relación de depen-
manera similar a como las empresas naciona- dencia económica de las mujeres, sometién-
les transfieren recursos a las transnacionales. dose a una explotación previa. El beneficio de
Según el modelo dominante se pretende que la masculinidad es de la misma naturaleza
la supervivencia no es posible sin producción que su coste: explotadores en una relación,
de bienes sean materiales o inmateriales, por explotados en la otra. Pueden explotar por-
lo que el cuidado de las personas se subordina que son explotados, los pueden explotar por-
a la producción de medios de vida. Los fines, que explotan.
la vida humana, quedan subordinados a los
Esto es particularmente cierto en buena parte
medios de vida. En cuanto a la administración
del proceso de desarrollo del capitalismo, en
de lo público, el cuidado de la vida pasa a ser
que la constitución de una clase asalariada,
una actividad residual, en el sentido en que
debe resolver dos requerimientos, la incorpo-
se privatiza mediante su asignación a las mu-
ración consentida a unas ciertas relaciones de
jeres en relaciones de producción familiares.
producción, por tanto, la construcción del
Tanto las relaciones económicas de mercado, consentimiento, dado que el trabajador es
como las relaciones económicas no mercanti- legalmente libre de vender o no su fuerza de
les, y por añadidura las relaciones de adminis- trabajo. La subordinación de las mujeres a los
tración de la cosa pública, hacen posible la hombres ocupa un lugar central en la cons-
posición de dominación de los hombres sobre trucción del consentimiento, en la cons-
las mujeres, mediante la explotación de las trucción de unas relaciones de explotación
primeras. Crean un sistema de transferencia consentidas. Siendo este el caso, deberíamos
del trabajo de las mujeres a los hombres en tomar la actual tendencia a que los salarios
que la familia, el mercado y el Estado se no cubran más allá de las necesidades indivi-
refuerzan recíprocamente. duales, como una manifestación del grado en
que la posición de proveedor de la familia
No debe olvidarse que la masculinidad se
deja de ser un instrumento garante de la ex-
refiere a una posición, y no a quienes la ocu-
plotación consentida por parte de los traba-
pan, sean hombres o mujeres. Es claro que tal
jadores. La definición del trabajo remunerado
posición la ocupan generalmente hombres,
como derecho individual, reivindicación cen-
pero también algunas mujeres, de donde la
tral del movimiento feminista, desestabiliza
relación de explotación mujer/hombre, se
el patriarcado al atacarlo en sus cimientos
puede dar entre mujer y mujer o entre hom-
materiales, y al mismo tiempo facilita el
bre y hombre, cosa que no se niega en los
sueño de todo empresario, nuestro sueño si
planteamientos precedentes. Por añadidura,
ocupáramos la posición de empresarios: dis-
las mujeres no sólo pueden ser explotadas
poner de mano de obra o mente de obra, sin
como mujeres sino también como trabajado-
tener que cubrir los costes de su producción
ras. Esta segunda relación de explotación es

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cuando todavía no es productiva o cuando ha trol social que alimenta estas pretensiones, es
dejado de serlo. Porque si la tendencia es la asociar el cuidado con el amor, y subordinar
individualización del salario, se está igno- los servicios a las personas respecto de la
rando que el salario de una persona adulta producción de bienes, desdibujando de este
nunca puede ser individual, ya que ha de modo el carácter económico de las relaciones
permitir el acceso a los recursos suficientes entre las mujeres y los hombres.
para cubrir la parte de las necesidades de su
La queja del desamor se recoge en aquellos
familia que le corresponde como persona
productos culturales, como son las canciones
adulta, no como cabeza de familia. La reivin-
o los chistes, mediante los que desvelamos lo
dicación de un salario por parte de las muje-
que no tiene cabida en la vida cotidiana:
res, por tanto, no debe hacerse sólo en nom-
emociones y deseos. Me vienen a la cabeza
bre de la autonomía, sino también en nombre
canciones como la de Arrebato, donde el
de la responsabilidad.
hombre le dice a la mujer ―Búscate un hom-
Beneficios y costes de la masculinidad: bre que te quiera, que te tenga llenita la ne-
el deseo vera‖ —el mensaje de la canción es: ―si te
vienes conmigo más vale que sea porque me
Es el deseo y no la razón lo que nos mueve a quieres a mí, porque otra cosa no vas a tener,
actuar, a veces las razones nos ayudan a mo- y a mí tampoco me tendrás porque no estoy
dificar los deseos, pero es más cierto que el dispuesto a renunciar a mi vida por ti, quiero
deseo orienta el pensamiento de modo que tenerte y no que me tengas‖— o una canción
parezca razonable y por tanto digno de ser mexicana en que un hombre relata las de-
satisfecho lo que ansiamos. Reflexionar sobre mandas de la mujer que quiere, la luna, las
el deseo nos lleva al ámbito de la economía estrellas, para concluir ―eres una intere-
libidinal, del cómo y para qué usamos nues- sada‖, o ese chiste sobre lo que la mujer
tras energías psíquico-somáticas. El deseo y el quiere del matrimonio, cualquier cosa menos
modo en el que se persigue su realización son su compañero, la mujer en los chistes se
a mi entender los dos aspectos fundamentales queja de que le dan gato por liebre, el hom-
en la definición de la subjetividad, lo que es bre de que no le desean, de que no tienen
como definir el tipo de sujeto que actúa ganas de hacer el amor con él.
desde una cierta posición social. Ahora bien,
la estructura psíquica y la social funcionan El deseo se estructura libidinalmente en
con sus propias leyes, no podemos suponer forma del complementario hombre-mujer. En
una relación mecánica entre la una y la otra. el hombre es deseo de la mujer4 y deseo de
Sin embargo, la estructura social –económica– poseerla y conseguirla, de poner en juego su
sería altamente inestable sin una estructura- vida para tenerla, no hay más que recordar
ción psíquica que le fuera afín, mientras que los terroríficos avatares por los que pasan los
la existencia de una relación de afinidad faci- héroes de las películas y los cuentos antes de
lita la organización del consentimiento. conseguir a la chica... a la bella princesa. En
la mujer es deseo de ser deseada. Como nos
En el ámbito económico las mujeres son ex- advierte Sigmund Freud en Introducción al
plotadas por los hombres. En cambio, la narcisismo (1914/1974) la otra cara del deseo
manera como se estructura el ámbito del femenino es que las personas que se ajustan a
deseo facilita la explotación libidinal de los este tipo sólo sean capaces de quererse en la
hombres por parte de las mujeres. La queja medida en que son queridas. Quedan sujetas,
de los hombres a las mujeres es de desamor, por tanto, a las leyes de la aprobación y el
como si fuera el interés lo que principalmente reconocimiento, lo que se traduce en que en
las mueve. Su correlato social es que las mu- el ámbito laboral busquen ser valoradas, y en
jeres dependen de los hombres para sobrevi- el educativo aprobadas, objetivo éste que
vir, su supervivencia, en tanto que mujeres, como sabemos, alcanzan.
depende de conseguir una pareja que les
permita ejercer de cuidadoras. Y su posición
social es la extensión de la posición social de
los hombres. Mientras que en el caso de los
hombres, el correlato social es conseguir a al- 4 Con la referencia en cursivas al hombre y a la mujer, se
busca señalar que en el deseo se trata de posiciones
guien que cuide de ellos, que les atienda, y generalmente asociadas con el sexo, pero no
que lo haga por amor. El dispositivo de con- necesariamente asociadas al mismo.

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Las dos caras de la desigualdad entre mujeres y hombres 125

La imagen por excelencia del hombre, el mito ―—Pero hombre, por qué pegas a tu mujer. —
fundacional del sexismo, es el de un hombre Ah, yo no lo sé pero ella sí‖. El otro límite es
cazador que no sostienen las evidencias cien- la violación, donde el deseo que se activa en
tíficas, sino que se apuntala en imaginario del el hombre es el deseo de sentirse en control,
erotismo. No se basa en una realidad pasada, y en la mujer el horror de no ser ella quien
y sin embargo surge una y otra vez cuando se controla al hombre a través de la sexualidad
pretende explicar el sexismo recurriendo a un sino que es él quien se la impone.
pasado remoto. Hasta donde llegan nuestros
Para los hombres tiene un precio esta organi-
conocimientos, los seres humanos sólo obte-
zación del deseo. La carga de objeto, cuando
nían la proteína animal procedente de peque-
tu objeto de deseo es un objeto exterior, se-
ños roedores e insectos, y de los restos de las
gún Freud, lleva a un empobrecimiento de la
piezas que cazaban otros animales, por lo
libido. ¿Qué quiere decir esto? Que se pierde
tanto éramos carroñeros. Sin embargo, im-
capacidad de proteger la propia vida y los
permeable a toda evidencia, retorna el
propios intereses. Que cuando quieres al otro
valiente cazador de mamuts, para explicar la
—en este caso a la otra—, cuando el otro o la
desigualdad social de las mujeres, ya que
otra es tu objeto de deseo, pierdes la capaci-
supuestamente son los hombres quienes lle-
dad de proteger tu vida. Amar a la otra se
nan la nevera de las mujeres, de ahí que lo
traduce en un empobrecimiento libidinal. Uno
principal que esperan del trabajo sea obtener
de los indicadores que confirman que la mas-
buenos ingresos, el reconocimiento no tiene
culinidad está negativamente asociada a la
tanta importancia como para las mujeres.
supervivencia se muestra por la proporción de
En cuanto a la mujer, la imagen es la pesca- hombres entre las muertes por suicidio y le-
dora, espera a ver quién pica el anzuelo, pero siones autoinfringidas, u homicidio y agresio-
no en una actitud pasiva, pone un cebo, ella nes (ver gráfica 1).
misma, y lo reviste del tipo de atractivo ade-
cuado para pescar al tipo de hombre por el
que desea ser poseída. Se apodera del hom-
bre que elige para ser poseída entrando en él,
dejándose devorar por él. Cómo no va a ser
amenazadora la posibilidad de ser penetrada,
si lo que deseas es penetrar al hombre, me-
terse bajo su piel.
Ambos, mujer y hombre, buscan vanamente
en el otro realizar la promesa del amor ro-
mántico, suturar la herida del deseo, comple-
tarse. No buscan fundirse en uno, la pareja.
Por ello, cuando se divorcian luchan por la
posesión de los hijos en lugar de cooperar en
su desarrollo y educación. Esa cosa llamada
Gráfica 1. Defunciones según causa de muerte en España.
amor, es en realidad una lucha de poder, una (Instituto Nacional de Estadística, 2008, elaboración
lucha por el apoderamiento, que no por el propia)
empoderamiento. El hombre busca controlar
a la mujer, y la mujer busca controlar los de-
seos del hombre, convirtiéndolo en el instru- En ambos casos, la probabilidad de morir por
mento con que dominar la esfera pública, por estas causas es considerablemente más alta
eso los hombres mayores ganan en atractivo entre los hombres que entre las mujeres.
para las mujeres. Hallamos ecos de esa ma- También los condenados por delitos de vio-
niobra en el aforismo ―detrás de todo gran lencia son hombres, y las víctimas de los mal
hombre hay una gran mujer‖, donde interpre- llamados accidentes laborales. Es cierto que
tamos que el sujeto de las acciones del hom- el patriarcado es un modo de relación social
bre es la mujer, ya que ―mueven más dos te- que contiene violencia, pero contrariamente
tas que dos carreras‖. Considerar ese deseo a lo que se predica, las víctimas de la violen-
llevado al límite nos permite entender el sig- cia física no son principalmente las mujeres,
nificado profundo de un chiste como este. sino los hombres (ver gráfica 2).

Quaderns de Psicologia | 2010, Vol. 12, No 2, 117-129


126 María Jesús Izquierdo

de culminar el proceso de individuación, en-


tendiendo que la capacidad de tomar decisio-
nes racionales no es una cualidad de la colec-
tividad entendida ésta como un todo, o de los
que desde el punto de vista funcional ocupan
la cima de la jerarquía en la familia o en la
sociedad, sino que es de cada persona. No se
puede pretender que alguna entidad, el Es-
tado, o el cabeza de familia, tenga la capaci-
dad de elevarse sobre los intereses particula-
res, desarrollando y poniendo en práctica
propuestas únicamente interesadas en facili-
tar la vida en común, monopolizando la toma
Gráfica 2. Delitos según tipo de delito y sexo del de decisiones. El Estado no es sino el saldo
infractor en España (Instituto Nacional de Estadística, resultante de las fuerzas en conflicto, por lo
2009, elaboración propia)
tanto, no se eleva sobre los intereses parti-
culares proponiendo metas de carácter uni-
versal, sino que expresa el resultado de la lu-
Se me objetará que es todo lo contrario, ya cha de intereses en función de las fuerzas en
que el trabajo de cuidado desgasta física y conflicto. Por su parte, cabeza de familia, es
emocionalmente a las mujeres, porque se po- producto del patriarcado, y se somete a sus
nen a disposición de los demás, dándoles prio- exigencias.
ridad respecto de las propias necesidades. En
una mirada superficial, es cierto, la mujer se El proceso de individuación, es sobre todo, un
agota porque se pone a disposición de los su- proceso por el que la persona desarrolla la
yos, pero lo que interesa es saber cuál es su capacidad de hacerse cargo de sí misma, de
móvil. Sin desdeñar el genuino amor que les producir los medios para que le permiten
pueda tener, el rigor analítico nos obliga a desarrollarse, y de los medios necesarios para
recordar que en una sociedad patriarcal, la las personas situación de dependencia, sean
mujer no es un sujeto, sino un efecto de po- criaturas, viejos, enfermos o personas dismi-
der, y si estamos de acuerdo con esta afirma- nuidas física o psíquicamente, como ella
ción, y con lo que veníamos diciendo, la mu- misma lo fue o lo será.
jer en sus relaciones con los demás busca
Se dice de sociedades como la nuestra que
principalmente amor y reconocimiento que no
son altamente individualistas y a la vez an-
es sino demanda de amor. En este caso, el
drocéntricas. Es como decir que son los hom-
móvil de la acción no es el amor que se tiene
bres quienes alcanzan la posición de indivi-
a las personas objeto de nuestros cuidados,
duo, y que por tanto, el proceso de individua-
sino el que esperamos despertar en ellas
ción no tiene lugar en el caso de las mujeres.
cuando les cuidamos. El sexismo causa daño a
Sin embargo, las tesis que se ha expuesto,
las mujeres y también a los hombres, tienen
pone en cuestión esta idea. Los hombres son
más poder que las mujeres, a costa de prote-
individuos en tanto de cabezas de familia. La
ger mal su vida.
posición de los hombres no viene dada mecá-
En lo que se refiere al poder, una cara es la nicamente del hecho de ser hombres, sino del
posición preeminente de los hombres cuando hecho de ser cabezas de familia, o si se pre-
se compara con la de las mujeres, la otra fiere, ser hombre, implica ocupar una cierta
cara, es el sentimiento de impotencia del que posición social, la de cabeza de familia. No
se alimentan los centenares de correos spam podemos por tanto decir que los hombres ac-
que recibimos a diario, prometiéndoles a los cedan a la individuación mientras que las
hombres potencia sexual, en forma de capa- mujeres no lo hacen. Acceden a esa posición
cidad de erección y tamaño del pene. en la medida en que forman parte de una
unidad –la familia–, y lo hacen en tanto su po-
Hacia una sociedad de individuos igua- sición en la misma es la de cabeza de familia.
les y solidarios Otra cosa es que, como el valor a los solda-
La posibilidad de construir un orden social dos, a los hombres se les supone la posición
democrático depende en muy buena medida de cabezas de familia. Por lo tanto, no se es-

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Las dos caras de la desigualdad entre mujeres y hombres 127

pera que se individúen, sino que adquieran familia. Sin embargo, hay fuertes tensiones
una posición funcional, que les hace repre- entre el imaginario de una sociedad formada
sentantes de los intereses y necesidades del por individuos libres e iguales, y la práctica
todo: la familia. social de una sociedad patriarcal.
Un indicio de la preocupación por los condi- Por añadidura, la propia concepción del indi-
cionantes en la toma de decisiones políticas, viduo es fuente de contradicciones y conflic-
y por tanto por la relación entre derechos po- tos. Thao Le (2005, p. 554-557), contrapone
líticos e individuación, lo ofrecen los plan- dos tipos de individualismo: individualismo
teamientos por los que se excluyeron del de- vertical e individualismo horizontal o auto-
recho al voto, primero a los no propietarios, construcción. Según este autor, el individua-
posteriormente a los negros, mujeres y niños, lismo vertical conceptualiza los individuos en-
más adelante a las mujeres y niños, y actual- fatizando la desigualdad, la competición y el
mente a los niños. La principal cuestión es estatus, mientras que el horizontal enfatiza la
valorar la capacidad de ciertos colectivos autonomía y el igualitarismo. Considera que
para emitir una opinión propia, suponiendo el primer tipo de individualismo está asociado
que duplicaría la de aquellos de los que los al narcisismo y las formas inmaduras de amar
mencionados colectivos dependían5. El hecho y es más frecuente entre los hombres que re-
de que en la actualidad las mujeres tengan flejan menor cuidado y preocupación por la
derecho al voto y a actuar como representan- pareja. Siguiendo las reflexiones que hemos
tes de la voluntad general, podría poner en hecho sobre el deseo, entenderíamos que el
cuestión la tesis de que la condición de indi- individualismo vertical tiende a la posesión
viduo no sólo se le reconoce a los hombres del objeto de amor. Ahora bien, las diferen-
cabezas de familia, sino también a las propias cias entre mujeres y hombres pueden no ser
mujeres. Lo tomamos como indicio de las ten- indicio de una mayor orientación de las pri-
siones entre democracia y sexismo que se meras hacia la práctica de un individualismo
evidencian en la propia Constitución de 1978, horizontal, sino de dos modalidades de narci-
donde el artículo 14 dicta la igualdad ante la sismo, donde los hombres tienden directa-
ley independientemente de cualquier condi- mente a la posesión del objeto de deseo pres-
ción personal o social. Mientras que el ar- cindiendo de que sea un sujeto, y las mujeres
tículo 35, sobre el deber y derecho al trabajo tienden a conseguirlo despertando su amor y
–de los españoles, que interpretaríamos como reconocimiento, por lo que lo reconocen
ciudadanos–, se asienta en un imaginario de como sujeto a la vez que ansían anular su
ciudadanos/cabeza de familia, dado que se subjetividad.
entiende que los ingresos procedentes del
Hasta el momento, la tendencia dominante
trabajo han de ser suficientes para cubrir las
entre quienes estudian las masculinidades, el
propias necesidades y las de la familia. O el
género, el patriarcado o la situación social de
artículo 57 sobre la sucesión al trono, donde
las mujeres, tiene ciertos tintes de mani-
se da prelación al varón sobre la mujer, pen-
queísmo. Su indicio es que se traza el obje-
diente de modificación. O el mismo artículo
tivo de la autonomía para las mujeres, y el
56, donde se define al Rey como Jefe del Es-
reconocimiento de su aportación al bienestar
tado ―símbolo de unidad y permanencia‖, que
colectivo, principalmente mediante del tra-
en su papel simbólico respecto de las relacio-
bajo de cuidado de sus familias. Pese a afir-
nes familiares, se presenta como cabeza de
mar que el sexismo es una cuestión de rela-
una familia, en cuya estructura organizativa y
ción entre los dos géneros, y reconocer en
composición, representa el ideal de familia
muchos trabajos que las mujeres y los hom-
patriarcal. De todo lo dicho se desprende que
bres son efectos de poder y no sujetos, se ha
el hombre, no tiene reconocidos sus derechos
tendido a hacer aproximaciones en que a la
políticos como individuo, sino como cabeza de
mujer se le designa como objeto y al hombre
como sujeto. Lo que hemos propuesto en es-
5 No se ignora que más allá de las argumentaciones tas páginas es considerar las condiciones es-
utilizadas en los debates sobre el derecho al voto, tructurales que hacen de nosotras y nosotros
subyace la preocupación sobre el sentido del voto, por
ejemplo, en el caso de las mujeres se temía que votaran
lo que somos, evitando denunciar el sexismo
a partidos conservadores, mientras que en el caso de los mediante la proyección de la responsabilidad
jóvenes se temía que dieran soporte a planeamientos de sobre un enemigo exterior imaginario.
izquierdas.

Quaderns de Psicologia | 2010, Vol. 12, No 2, 117-129


128 María Jesús Izquierdo

Querría finalizar este artículo señalando que: Connell, Raewyn W. y Messerschmidt, James W.
(2005). Hegemonic Masculinity: Rethinking the
• Un sistema de opresión produce daños Concept. Gender Society, 19, 829-859.
en el opresor y la opresora.
Freud, Sigmund (1914/1974). Introducción al narci-
• La opresión viene dada por el modo sismo. En Sigmund Freud, Obras completas,
en que se estructura la sociedad, principal- Tomo VI. (pp. 2017-2033). Madrid: Biblioteca
mente en sus aspectos económicos, y por el Nueva.
modo en que se estructura la subjetividad. Instituto Nacional de Estadística (2008).
• La opresión es estable y permanece Defunciones por causa de muerte, Resultados
nacionales. Extraído el 23 de noviembre de 2010,
mediante el uso de instrumentos que organi- de
zan el consentimiento que otorga a la mascu- http://www.ine.es/jaxi/tabla.do?path=/t15/p41
linidad una posición hegemónica. 7/a2008/l0/&file=01002.px&type=pcaxis&L=0
• Ni el hombre ni la mujer son sujetos Instituto Nacional de Estadística (2009).
en cuanto tales. Pero las personas desborda- Estadísticas judiciales. Estadística Penal Común.
mos las posiciones desde las que actuamos. Audiencias Provinciales y Juzgados de lo Penal.
Extraído el 23 de noviembre de 2010, de
Tiene poco interés la búsqueda de culpables, http://www.ine.es/jaxi/tabla.do?path=/t18/p42
a menos que nuestro objetivo sea convertir- 0/a2004/l0/&file=02f001.px&type=pcaxis&L=0
nos en el ángel exterminador de la ignominia,
Kristeva, Julia (1979/1995). Tiempo de mujeres,
y tiene un interés relativo el estudio de las Las nuevas enfermedades del alma. Madrid: Cá-
causas del sexismo como no sea para ejercer tedra.
del mejor modo posible la responsabilidad por
nuestras vidas, en sus dimensiones personal y Laclau, Ernesto y Mouffe, Chantal (1987). Hegemo-
política. nía y estrategia socialista. Hacia una radicaliza-
ción de la democracia. Madrid: Siglo XXI.
Referencias Le, Thao N. (2005). Narcissism and immature love
Barret, Michèle (1994/2003). Ideología, política, as mediators of vertical individualism and ludic
hegemonía: de Gramsci a Laclau y Mouffel. En love style. Journal of Social and Personal Rela-
Slavoj Zizek (Comp.), Ideología: Un mapa de la tionships, 22 (4), 543-560.
cuestión. Buenos Aires: Fondo de Cultura Econó- MacKinnon, Catherine A. (1989/1955). Hacia una
mica. teoría feminista del Estado. Madrid: Cátedra.
Bourdieu, Pierre (1998/2000). La dominación mas- Millet, Kate (1970/1975). Política sexual. México
culina. Barcelona: Anagrama. D.F.: Aguilar.
Butler, Judith (1997/2001). Mecanismos psíquicos Rubin, Gayle (1975/1986). El tráfico de mujeres:
del poder. Teorías sobre la sujeción. Madrid: Cá- notas sobre la ―economía política‖ del sexo,
tedra. Nueva Antropología, Revista de Ciencias Socia-
Connell, Raewyn W. (1987). Gender and power: les, 30. 95-135
society, the person and sexual politics. Cam- Young, Iris M. (1990/2000) Las cinco caras de la
bridge: Polity Press. opresión. En Iris Young, La justicia y la política
de la diferencia (pp. 71-114) Madrid: Cátedra.

MARÍA JESÚS IZQUIERDO


Doctora en Economía y Profesora Titular de Sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona y ca-
tedrática acreditada. Su ámbito de investigación es la desigualdad social y sociología de las emociones
y los sentimientos. Entre sus trabajos más representativos se cuenta: Sin vuelta de hoja. Sexismo: po-
der, placer y trabajo (Ed. Bellaterra, 2001), El malestar en la desigualdad, (Madrid Ed. Cátedra,
1998).

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Las dos caras de la desigualdad entre mujeres y hombres 129

DIRECCIÓN DE CONTACTO
MariaJesus.Izquierdo@uab.cat

FORMATO DE CITACIÓN
Izquierdo, Maria Jesus (2010). Las dos caras de la desigualdad entre mujeres y hombres: explotación
económica y libidinal. Quaderns de Psicología, 12 (2), 117-129. Extraído el [día] de [mes] del [año], de
http://www.quadernsdepsicologia.cat/article/view/759

HISTORIA EDITORIAL
Recibido: 01/06/2010

Primera revisión: 02/11/2010

Aceptado: 02/11/2010

Quaderns de Psicologia | 2010, Vol. 12, No 2, 117-129

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