REPORTAJE
REIVINDICANDO A MEUCCI
Meucci
INTRODUCCIÓN
He seguido con mucho interés los ar-
tículos sobre Graham Bell que ha publi-
cado Francisco Limonche en los pasados
números de la revista Antena. En el últi-
mo, el autor ponía un abrupto punto y fi-
nal dejando, dice él, el camino expedito
para que otros continuasen explorando
nuevas vías. Pues bien, animado por sus
palabras, he querido aceptar el reto de
ofrecer a los lectores mi particular repli-
ca sobre el asunto.
Necesitaría unas cuantas páginas más
de las que ahora dispongo para poder
emitir ciertos comentarios sobre el perfil
humano y científico de Graham Bell; aun-
que no es tal mi propósito en esta ocasión.
Pretendo, más bien, reivindicar la figura
de un ignoto inventor italiano cuyo nom-
bre ha estado a punto de ser engullido por
la enorme dimensión histórica del perso-
naje que representa Graham Bell. Me
refiero, naturalmente, a Antonio Meucci.
La historia, aunque inalterable por el
acontecer de los hechos consumados, no
es una ciencia exacta. Supuesto que se tu-
viera un profundo conocimiento de todos
los documentos habidos, a menudo apa-
recen otros desconocidos que vienen a
remover la concepción que se tenía de los
acontecimientos pasados.
Antonio Pérez Yuste. Director de la EUIT de Telecomunicación.
Universidad Politécnica de Madrid
Francisco Limonche, lejos de mos-
trarse prudente y objetivo frente al cono-
cimiento de la Resolución 269 de la Cá-
mara de Representantes del Congreso de
los EE.UU., aprobada el 11 de junio de
este año, se torna receloso y escéptico
contribuyendo, con su talante, a tender
una sombra de duda sobre el auténtico
beneficiario de dicha Resolución, que no
es la comunidad italo-americana, como
parece insinuar, sino la memoria del
propio Antonio Meucci.
Por eso, quiero objetivar las cosas y
demostrar que la decisión del Congreso
de los EE.UU. no surge, de repente, al al-
bur de un cierto interés político, sino que
el nombre de Meucci ha sido reivindica-
do permanentemente desde el mismo
momento en que éste aún vivía.
BREVIARIO DE SU VIDA
Antonio Santi Giuseppe Meucci nació
en Florencia el 13 de abril de 1808. Des-
pués de trabajar como auxiliar mecánico
en el Teatro de la Pérgola de la misma ciu-
dad, aceptó la plaza de mecánico jefe en el
Teatro de Tacón de La Habana adonde lle-
Antena de Telecomunicación / DICIEMBRE 2002
gó, junto con su esposa, el 17 de diciem-
bre de 1835. En 1849, mientras se encon-
traba realizando experimentos de electro-
terapia con un paciente, descubrió
fortuitamente la forma de transmitir la voz
humana mediante la electricidad. Desgra-
ciadamente, la finalización de su contrato
y el fallecimiento de su única hija inte-
rrumpió los trabajos que estaba realizando
y obligó a los Meucci a buscar nuevos ho-
rizontes. El 1 de mayo de 1850 llegaron a
Nueva York y a principios de octubre del
mismo año se instalaron en Clifton, Staten
Island. Al poco tiempo su esposa recayó
de una artritis reumática que padecía, has-
ta el extremo de tener que permanecer en
cama todo el tiempo. Esta situación esti-
muló en Meucci la reanudación de sus an-
teriores trabajos sobre el «telégrafo par-
lante», como llegó a denominar a su
invento. En 1854, instaló un enlace telefó-
nico entre la habitación donde reposaba su
mujer y los dos locales de trabajo que te-
nía en casa. A partir de ello, Meucci ensa-
yó distintos tipos de teléfono con los que
fue mejorando progresivamente la calidad
de transmisión. Obtuvo los primeros re-
sultados satisfactorios en 1857 cuando
construyó un instrumento electromagnéti-
co que podía ser utilizado, indistintamen-
te, como micrófono y como auricular.
Se sabe que su «telégrafo parlante» fue
descrito en el periódico L’Eco d’Italia, de
Nueva York, a principios de 1861, aunque
se han perdido todas las ediciones del mis-
mo compredidas en el período 1861-1863.
No obstante, sí que se conservan ejempla-
res de fecha 21 de octubre de 1865, donde
Meucci publicó una carta rememorando
sus ensayos telefónicos.
En 1867, Meucci consiguió una nue-
va mejora de su teléfono que quiso pa-
tentar, pero como era muy caro tuvo que
conformarse con una reserva de patente.
El 28 de diciembre de 1871, cinco años
antes de la primera patente de Bell, reali-
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zó su primera inscripción con el nombre:
«Telégrafo de Sonido». Pudo renovar la
reserva de patente tres veces, hasta di-
ciembre de 1874, pero le fue imposible
mantenerla debido a la gran penuria eco-
nómica que atravesaba.
LOS AÑOS DIFÍCILES
Lo que ocurrió durante los quince me-
ses siguientes no está nada claro. Con mo-
tivo de la celebración en Cuba, en no-
viembre de 1999, de la IV Semana de la
Cultura Italiana, el juez de la Corte Supre-
ma del Estado de Nueva York, Dominic
Massaro, aseguró que Antonio Meucci ha-
bía ofrecido su invento a la Western Union
y que había entregado sus prototipos a un
funcionario de la misma. Pero la compa-
ñía no sólo no hizo nada sino que además
dijo haberlos extraviado. Por su parte,
Giovanni Schiavo, en un libro editado en
1958, insinuaba que tanto Graham Bell
como Elisha Gray, a través de sus experi-
mentos de 1875 en los laboratorios de la
Western Union, tuvieron de algún modo la
posibilidad de conocer los prototipos de
Meucci, lo que les permitió orientar co-
rrectamente sus investigaciones.
Sea como fuere, el 14 de febrero de
1876 es la fecha histórica en la que Gra-
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ham Bell registró su famosa patente de-
nominada «Mejora en Telegrafía», sólo
unas horas antes de la presentada el mis-
mo día por Elisha Gray. A partir de ese
momento, todo se desarrolló muy rápida-
mente. El 9 de julio de 1877 el suegro de
Bell, Gardiner Hubbard, constituyó la
empresa «Bell Telephone Company» que
muy pronto, de la mano de Theodore
Vail, su primer director general, llegaría a
convertirse en una compañía todopodero-
sa e influyente.
Es cierto que las prácticas monopo-
lísticas de la Compañía Bell no sentaron
nada bien en una economía muy acos-
tumbrada al libre mercado. Pero no es
menos cierto que, a la vista de las expec-
tativas de negocio creadas en torno al
nuevo invento, surgieron un sin número
de compañías oportunistas dispuestas a
utilizar cualquier medio a su alcance para
hacerse con una parte del mercado. Para
lograrlo lo más sencillo era, sin duda,
cuestionar la patente de Bell. Algunas de
estas compañías esgrimieron argumentos
peregrinos, pero otras en cambio fueron
muy argumentativas. Entre éstas últimas
se encontraba la «Globe Telephone Com-
pany».
El 6 de septiembre de 1884, la Glo-
be publicó un artículo en la revista
«Electrical World», donde relataba el
papel jugado por Antonio Meucci en la
invención del teléfono. El artículo vio
la luz pocos días antes de la inaugura-
ción de la «Philadelphia Electrical Ex-
hibition», donde fueron expuestos los
dos principales modelos del teléfono de
Meucci. También el Telegraphic Jour-
nal and Electrical Review de 11 de oc-
tubre de 1884, bajo el título «The Phila-
delphia Electrical Exhibition - First
Notice», reprodujo nuevamente la his-
toria de Meucci. Y otro artículo, muy si-
milar a éste, titulado «The Telephone
Claimed by Meucci» fue publicado po-
co después por la prestigiosa revista
Scientific American, el 22 de noviembre
de 1884.
En 1886 el Gobierno de los Estados
Unidos emprendió un proceso legal
contra la Compañía Bell aduciendo que,
en el momento de presentar su solicitud
de patente, Graham Bell sabía que no
era el inventor original del teléfono y
que, por consiguiente, sus dos patentes
fundamentales debían ser anuladas. En
el fondo, esta iniciativa gubernamental
buscaba una vía de procedimiento para
tratar de amortiguar el poder que estaba
adquiriendo el monopolio de la Bell en
los Estados Unidos. Pero lo más intere-
sante para el propósito de este artículo,
es la postura que mantuvo el Gobierno
admitiendo que el «teléfono electro-
magnético» había sido descubierto por
Meucci.
LA REIVINDICACIÓN
DE SU FIGURA
Después de la muerte de Antonio
Meucci, hubo muchas personas que rin-
dieron tributo a su memoria. En 1923, el
diputado y científico italiano Umberto
Bianchi, publicó una monografía titulada
«La reivindicación de una gloria italiana:
Antonio Meucci, inventor del teléfono».
Pero, acaso, la aportación más relevante
fuese la de Guillermo Marconi. Cuando
fue presidente del Consejo Nacional de
Investigaciones italiano, Marconi encar-
gó a los Laboratorios Galileo de Floren-
cia que reconstruyeran los dos modelos
de teléfono más importantes de Meucci
para enviarlos a la Exposición Universal
«Un Siglo de Progreso», de Chicago, ce-
lebrada durante el mes de marzo de
1933. En el pabellón italiano se exhibie-
ron los dos modelos mencionados,
acompañados con una ampliación foto-
gráfica de un ejemplar del periódico The
Chicago Tribune del año 1885, donde se
relataban los esfuerzos de Meucci para
que se reconociera la prioridad de su in-
vento.
Pero sin duda, quien más ha hecho
por rehabilitar el nombre de Meucci ha
sido el investigador Basilio Catania. En
un colosal trabajo realizado para la
STET italiana, Catania ha recorrido los
lugares donde vivió Meucci, recopilando
toda la información relacionada con el
mismo. El resultado han sido dos volú-
Antena de Telecomunicación / DICIEMBRE 2002
menes ya publicados y dos volúmenes
aún por publicar, editados todos bajo el
título general de «Antonio Meucci - el
inventor y su tiempo». La obra viene
acompañada de un CD-ROM que contie-
ne la mayor parte de la evidencia docu-
mental tal como los testimonios, declara-
ciones juradas, etc., tomados de los
juicios en que estuvo implicado Meucci,
así como citas de libros, revistas, perió-
dicos y otros.
CONCLUSIONES
Espero haber demostrado que la
Resolución del Congreso de los EE.UU.
no es ninguna frivolidad política, sino
que viene respaldada por el trabajo do-
cumental que muchas personas, algunas
de renombre, han venido realizando du-
rante el último siglo. La limitación de
espacio sólo me ha permitido presentar
algunas aportaciones, pero existen mu-
chas otras que cualquier lector interesa-
do podrá encontrar en el excelente tra-
bajo de Catania. No debe quedar la
menor duda, por tanto, de que la base
documental que respalda la figura de
Meucci es tan abundante como la que
sostiene el incólume nombre de Graham
Bell. ●
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