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DERECHOS HUMANOS
INTRODUCCIÓN
Cuando nos referimos a los derechos humanos tenemos como idea inmediata que son todos
aquellos que son innatos al ser humano, por su calidad como tal; esta idea no es errada, pues
en realidad abarca de manera simple lo que son los derechos humanos; pero no es del todo
completa. Para la comprensión de los derechos humanos tenemos que hacer un estudio
detallado desde sus inicios y su evolución a lo largo del tiempo.
Los derechos humanos no son una excepción; por el contrario, tienen una dimensión en la
historia moderna, una función y una influencia ideológica y emotiva ampliada por el poder de la
comunicación, que tienta a la manipulación pluriforme y que exige, como contrapunto, un gran
esfuerzo de comprensión.
Cuando se habla de comprensión de los derechos humanos se trata, de explicarlos desde su raíz
y en todas sus dimensiones para entender su origen, su fundamento, su estructura y su función
en la sociedad, en el poder político y en el Derecho. Es una tarea que compete en primer lugar
a la filosofía moral, política y jurídica, esta última, tanto en su dimensión de teoría de la justicia
como de teoría del Derecho, y que se completa con la acción de diversas ramas de la ciencia
jurídica, como el Derecho Constitucional, el Derecho administrativo, el Derecho procesal, el
Derecho del trabajo e, incluso, el Derecho privado, civil o mercantil.
Se ha dicho que la función del pensamiento es integrar y, en este supuesto, esa verdad aparece
muy nítidamente. Cualquier intento de fundamentar o de explicar los derechos humanos
exclusivamente desde alguno de esos puntos de vista, que son todos necesarios pero ninguno
suficiente, conduce a reduccionismos que impiden la comprensión.
Un reduccionismo de la comprensión, que se agota en el análisis del Derecho positivo sin
ahondar en sus fundamentos ni en sus orígenes, sólo se describe la función. Se contesta al «para
qué» pero no al «por qué».
No cabe duda de que el desinterés por el fundamento filosófico y por la finalidad de ese Derecho
positivo de los derechos humanos les vacía de contenido y les puede reducir a una mera técnica
de control social.
Así, en una posición extrema, Luhmann, que limita a los derechos humanos a ser un elemento
del sistema, imprescindible para su dinámica, una técnica operativa, alejada de cualquier
connotación ética. En Luhmann el para qué se transforma en por qué. Se confunde la función
con la fundamentación. Los derechos quedan reducidos a una fuerza sin conciencia.
Por otra parte, está muy presente en la cultura jurídica actual un reduccionismo, de signo
totalmente diferente, que circunscribe el análisis para la comprensión de los derechos humanos
al punto de vista de la filosofía moral o de la teoría de la justicia, a abstractos razonamientos.
Sostiene que el fundamento de los derechos humanos es alcanzable sólo por la razón, y que
comprensión y fundamentación, tal como ellos lo ven, son sinónimos.
Por otra parte, como veremos al distinguir los diferentes sentidos del término «libertad», es
difícil considerar a la libertad jurídica, es decir, a los derechos humanos, como innatos o previos,
lo que es imprescindible para su calificación de derechos morales. La única libertad previa,
veremos, es la libertad de elección que es un dato de la condición humana. La fundamentación
moral de los derechos humanos tiene otra raíz distinta, basada en una necesidad para la
realización de la moralidad en el hombre que pasa por la posibilidad del dinamismo que va de la
libertad de elección a la libertad moral, que no es previa, sino un objetivo a alcanzar.
Con los derechos humanos fuerza sin conciencia y con los derechos humanos espíritu sin fuerza,
de nuevo parecemos condenados a no traspasar el círculo agotado y estéril del positivismo y del
iusnaturalismo. La superación sólo puede venir de la integración entre el espíritu y la fuerza, de
un análisis en la intuición de Pascal, que ponga juntos la reflexión de la filosofía moral, política y
jurídica, como teoría de la justicia, y que nos descubra el fundamento del espíritu de los
derechos humanos y la reflexión de la Filosofía jurídica, como teoría del Derecho,
complementada por las diversas ramas de la ciencia jurídica, que nos descubra la estructura y la
función de la fuerza jurídicamente organizada en derechos fundamentales integrados en el
Derecho positivo.
Cuando hablo de comprensión de los derechos humanos me refiero a esta compleja actividad
intelectual que lleva a integrar lo que llamo la filosofía y el Derecho positivo de los derechos
humanos. Es un punto de encuentro entre -Derecho y Moral, quizás el más relevante de todos,
o dicho de otra manera, el que se sitúa en el Derecho en el nivel superior del ordenamiento y en
la Moral plantea los problemas centrales.
La fundamentación de los derechos humanos está en el primero de los dos niveles, pero no es
una actividad aislada y que se agota en sí misma. Está conectada con la idea de que los derechos
humanos no se completan hasta su positivización, y tiene que contar con esa dimensión de la
realidad.
Fundamentar los derechos humanos es buscar la raíz de un fenómeno que se explica sólo
plenamente cuando está incorporado en el Derecho positivo, aunque su origen se encuentre en
el plano de la Moral. Moralidad y juridicidad o moralidad legalizada, forman el objeto integral
de los derechos humanos y al fundamentarlos se debe tener presente, abarcándolo en toda su
extensión, su contenido integral. No tendrá en este planteamiento sentido hablar de la
fundamentación de un derecho que no sea susceptible después en ningún caso de integrarse en
el Derecho positivo. Si llegamos a la conclusión de que una pretensión justificada moralmente y
con una apariencia de Derecho fundamental en potencia no se puede positivar por su imposible
contenido igualitario, y por consiguiente por no poder atribuirse a todos como titulares en
iguales condiciones, o porque la escasez lo hace igualmente imposible, no podríamos considerar
relevante esa fundamentación, como la de un derecho humano.
La actividad racional es imprescindible para fundamentar los derechos humanos, pero no debe
ser una razón en el aire, que malgaste sus esfuerzos, sólo puede ser razón en la historia, que
intente descubrir las causas de la aparición de los derechos humanos y las razones que tuvieron
los hombres desde el siglo XVI para pensarlos y para impulsarlos en la realidad.
Sólo con esos datos, y partiendo de ellos, podrá hacer los esfuerzos de abstracción y de
generalización propios de un análisis de ese tipo. Desde ese punto de vista, y sin poder
reproducir aquí todos los materiales, algunos de ellos ya publicados, ni todos los procesos de
argumentación que han llevado a estas conclusiones, puede ser útil señalarle las más
importantes.
Los derechos humanos aparecen en el proceso de formación del mundo moderno. Son influidos
en su configuración por los rasgos generales del tránsito a la modernidad y, a su vez, sin duda
influyen en ellos. No son producto abstracto de una reflexión racional sobre el individuo y su
dignidad, sino respuesta situaciones concretas en las que éstos estaban menoscabados o
disminuidos, en el Estado absoluto y en el contexto de las guerras de religión en que desemboca,
en el siglo XVI, la ruptura de la unidad religiosa.
Cuando el profesor Muguerza dice que, negada la fundamentación desde el consenso, hay que
intentarlo desde el disenso probablemente se está pretendiendo decir algo distinto, pero no
cabe duda que, históricamente, los derechos son expresión del disenso fundamentalmente
entonces, de sectores de la burguesía comercial, del funcionariado -nobles se le robe- y de las
minorías religiosas, ante tres dimensiones concretas e la realidad del incipiente Estado moderno
como Estado absoluto:
Cabe además una reflexión racional que busque por qué abstracto de los derechos humanos, su
fundamentación ética, como dice el profesor Fernández, que no puede hacerse de espaldas a
todo el material aportado por la reflexión histórica, que debe tenerlo en cuenta como objeto de
su indagación, aunque pueda reelaborarlo, construir modelos abstractos y generalizar esas
dimensiones de experiencia .
Aristóteles, Kant y Engels se advierte que en la medida que el ser humano fue conociendo que
su vida se desarrolla dentro de ciertos patrones de poder, paulatinamente fue creciendo su ansia
de y ambición de dominio sobre los otros y por supuesto, hasta que estos se lo permitieran.
Hoy, por la evolución de una racionalidad en valores, esa lucha ha pasado al diálogo y consenso
en el seno del poder: los derechos humanos, los que no solo orientan y frenan los diversos
factores de poder, sino, que no se exagera cuando se afirma que se ha constituido en los criterios
de legitimidad del poder en general. Entonces en ese sentido, los derechos humanos son
verdaderas conquistas de parcelas de poder por parte de tales hombres y pueblos frente a un
poder que se resistía a reconocerlos.
Francisco Miro Quesada, se pregunta ¿Si los orígenes del poder esta en la fuerza, el mito, o el
conocimiento científico técnico?; dicha pregunta no tiene respuesta clara, pues si bien es cierto
la fuerza es una manera de tener poder sin control y quien lo posee domina a los demás, el mito
como instrumento de poder y mecanismo e control social ha servido para justificar el poder.
Para Teódulo Santa Cruz el poder absoluto es una discusión de orden filosófico y en cuanto a la
aparición en la historia y encuentra como orígenes del poder, a las concepciones religiosas con
carácter mitológico, las concepciones de la fuerza física y en tercer orden, el descubrimiento
técnico – científico de necesitar un poder.
Con la filosofía cristiana recobra fuerza las concepciones religiosas sobre el origen y poder en la
religión, desde las más diversas corrientes religiosas: doctrinas religiosas paganas, doctrinas de
transmisión indirecta, doctrinas del derecho divino – positivo, doctrina de hechos asociados y
doctrinas de ocupación. Todas ellas con un común denominador que es Dios. El mito ha servido
como instrumento de dominación.
El poder es producto histórico de la acción humana frente a los mecanismos de dominación del
triunfo, de la razón y el descubrimiento científico sobre la naturaleza del mito. El conocimiento
técnico científico, lucha y desentraña las falsedades de corrientes que se apoyan en el mito,
incluso ahora aparecen nuevos mitos tales como el industrialismo, desarrollismo, el cientifismo,
que son combatidos por el conocimiento científico de lo que es el poder en sí.
En torno a la idea de poder tenemos dos acepciones para la teoría de los derechos humanos:
En esta última acepción hace referencia a la transformación, anulación y resistencia a las fuerzas
contrarias. En diferente carácter: político, religioso, ideológico, jurídico y técnico,
La dirección de una escuela está a cargo de una persona que para la colectividad no es la idónea
y por lo tanto tampoco el poder. Y por otro lado, hay un docente que si está capacitado para
serlo y no lo es.
Max Weber define al poder como la probabilidad que tiene un hombre de imponer su voluntad
en una acción comunitaria en una agrupación. La aspiración a poder viene motivada por el honor
social que este produce. Weber distingue tres tipos de poder; el político, económico y el
ideológico.
Vamos a partir de la acepción de - poder social - o formas de poder que tiene la sociedad; se
configura de manera dual a través de relaciones conflictivas o de oposición y de aquellas no
conflictivas o de coordinación (formas básicas).
- Referido al poder a las relaciones conflictivas pueden ser, en un principio, definido como
el dominio o imperio que una persona o grupo social tiene para interponer un tipo de
conducta u otro grupo social. Lo que implica sometimiento.
- Referido el poder a las relaciones de coordinación puede ser definido, en principio como
la capacidad de influencia que los diversos sujetos sociales tienen entre sí para
configurar y realizar conductas sociales comunes o convergentes.
Es una de las dimensiones básicas del proceso existencial humano: el intercambio de
conductas intersubjetivas como instrumento de interacción y comunicación, no se habla
de una determinación sino de mutua influencia.
4. Razones que legitiman la teoría del poder como presupuesto necesario de la teoría de
derechos humanos.
El derecho entendido en todas sus múltiples acepciones no es sino una forma de poder social.
Entendido, en su dimensión objetiva, como norma, el Derecho emana del poder del Estado, o al
menos está condicionado por él (hay normas, como las consuetudinarias que no tiene origen el
Estado) Es, pues, manifestación de un poder social, es una forma de poder social. Ejemplo:
Servinacuy
En consecuencia, los derechos subjetivos, en su aceptación más amplia, son formas de poder
social reconocido y garantizado en las normas jurídicas. (Los derechos fundamentales)
De aquí las normas jurídicas atribuyen garantías: formas de poder por las que actuar y hacer
efectiva esa otra forma de poder que son los Derechos Humanos.
Cuando las normas jurídicas no reconocen ni garantizan es potenciales (poder) del ser humano
inherentes a su dignidad, la misma idea de derechos humanos, como forma de poder social,
implican la necesidad y la legitimidad de su reivindicación y de la lucha por su conquista. La
misma idea de los Derechos Humanos es autogenerados de la idea de sus garantías.
*Reivindicar: Reclamar o pedir [alguien] con vehemencia y firmeza una cosa a la que tiene
derecho y de la cual ha sido desposeído o está amenazado de serlo.
La lucha por los poderes humanos tiene una constante a lo largo de la historia: ser, con muy
diversas formas, y con muy diversos contenidos, una misma realidad básica: la reivindicación
por parte de los grupos y clases dominadas (marginados, minorías, etc.) del ejercicio de su poder
social.
2. Por otro lado, los derechos humanos constituyen una invitación a la profundización de
la naturaleza de la democracia y de la lucha del hombre que por el hecho de ser hombre
tiene dignidad que es inherente, y que lejos de nacer de una concesión de la sociedad
política han de ser consagrado y garantizados por su naturaleza, pues han sido ganados
a través de grandes luchas.
BIBLIOGRAFIA
Manual de los derechos humanos, Francisco Carruitero Lecca, editorial LIBRERÍA Y
EDICIONES JURIDICAS, setiembre 2002, págs. 359.