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LA UNIVERSIDAD NACIONAL EN LA ENCRUCIJADA: 1964 - 1966

Gabriel Restrepo, profesor UN 1970 - 2002

1. Las rondas de la memoria.

Mirando al pasado con la serenidad de los años, la Universidad Nacional mereció por un milagro
una rectoría como la de José Félix Patiño que la libró de una decadencia segura en una crisis como
pocas. Patiño, un “hacedor” de instituciones de ciencia, medicina, cultura y educación en Colombia,
en América Latina y en América, vino a ser salvador de la Universidad Nacional como se expone en el
libro de Magnusson y como se muestra en su contexto en este prólogo. Su figura ha sido exaltada y
merece ser reconocida en toda su dimensión en la historia de la Universidad Nacional 1.
Ingresé en febrero de 1965 a la Universidad Nacional a menos de cumplir un año de haberse
posesionado José Félix Patiño como rector, el 1 de junio de 1964. Pensaba seguir ingeniería química,
pero ésta era la profesión de mi hermano mayor. Y pronto encontré que no sería la mía. De modo que
en el segundo semestre fui alumno sin clases: activista raso del Frente Unido y comensal en tertulias
literarias de café en la Facultad de Derecho con Francisco Sánchez Jiménez y otros, a las cuales se
uniría en luego Rafael Humberto Moreno (Q.E.P.D.). Había decidido estudiar sociología, imantado por
las figuras de Camilo Torres Restrepo y Orlando Fals Borda que calaban en propias preocupaciones
sociales. Éstas derivaban del compromiso con la caridad a tenor del Concilio Vaticano II que
resonaron por experiencias vitales y por estudios en el seminario diocesano. Muchos ex - seminaristas
seguimos la vía de las causas sociales pero luego las sendas se bifurcarían de modo dramático como
ocurrió con Álvaro Fayad.
El mismo día de inicio de clases, el 15 de febrero de 1966, se anunciaba la muerte de Camilo
Torres Restrepo ocurrida a una semana de la renuncia de Fals como decano de Ciencias Sociales. De
las figuras que me habían llamado a distancia no quedaban más que un fantasma y una ausencia. Nada
sabía yo del Rector José Félix Patiño ya retirado de la Rectoría en octubre. Y aunque luego oiría que la
llamada integración representó para algunos sociólogos más pérdidas que ganancias (endechas de toda

1
Los lectores podrán ver con mucho provecho el discurso de posesión de José Félix Patiño como presidente de la Academia
Nacional de Medicina en los 125 años de su fundación y el discurso de ofrecimiento pronunciado por Efraín Otero Ruiz, en
http://anm.encolombia.com/disc-jfp.htm, consultado en marzo 25 de 2006 y tomado de Medicina, Bogotá, v. 20, número 1,
mayo de 1998. Para una revisión más actual de l a trayectoria, ver http://www.iime.org/committee/patino.htm, consultado en
marzo 25 de 2006
2

reforma y pese a que Sociología abanderara la integración) para mí fue inolvidable entrar a una
Facultad de Ciencias Humanas recién constituida y cursar un ciclo de estudios comunes con
estudiantes de antropología, sociología y psicología que marcó una inclinación interdisciplinaria.
¿Por qué tal experiencia pedagógica fue efímera? Es una de las preguntas que formulo en este
prólogo y que he reiterado en muchos escritos. Aunque señalados como objetivo de la Reforma Patiño,
los estudios comunes a una Facultad no fructificaron porque la administración comprometió sus
esfuerzos en reducir con relativo éxito los feudos de 28 Facultades a las 11 que hoy subsisten con
algunas modificaciones2. Sin ello la Universidad hubiera naufragado en pensamiento, organización y
finanzas, pese a que el proceso acarreara consecuencias no previstas. Pero, ¿por qué luego la idea de
estudios comunes a cada Facultad aparece como si fuera la propuesta del mismo demonio pese a haber
sido argumentada en distintas ocasiones 3?
A mi modo de ver la respuesta apunta a mentalidades que pese a la relativa integración formal no
desbordan todavía la gravitación de profesiones concebidas como fueros. Bajo la persistencia en
nuestro país del dilema de Hobbes (si libres e iguales, entonces lucha y destrucción; de lo contrario,
resignación frente a un estado leviatán), la competencia no halla alivio en la gracia de la cooperación,
porque ésta no nace en la desconfianza recíproca. Se diría que en asunto de imaginarios anclamos en la
picaresca de El Carnero. O en el dicho ancestral: “Se obedece, pero no se cumple”. Y que pese al
avance impresionante en múltiples dimensiones podría aplicarse a la Universidad Nacional el lema tan
repetido para el país: que ha experimentado una modernización sin modernidad 4.
Indicio de ello: las mejores dinámicas de cooperación interdisciplinaria, bastante intensas por
cierto, ocurren por lo general fuera de los ámbitos de las disciplinas y de la vertebración en distintos
niveles curriculares de los primeros años a las maestrías y a los doctorados. Suceden en institutos,

2
La propuesta original consistía en fusionar 28 facultades en 7 o 9. Las Ciencias de la Salud nunca se integraron, y es lástima
que el libro no exponga las razones. Tampoco Agronomía y Veterinaria en la Facultad de Recursos Agropecuarios.
Economía, unida a Ciencias Humanas, volvió a separarse hacia 1979, época en la cual se suprimió el Departamento de
Educación, antigua Facultad de Educación, de la Facultad de Ciencias Humanas.
3
Por ejemplo, en noviembre de 1966 un excelente ensayo de Lauchlin Currie: “Estudios Sociales en la Universidad
Nacional. Ponencia presentada al Comité Permanente de Trabajo de las Ciencias Económicas de la Asociación Colombiana
de Universidades”. Universidad Nacional, Facultad de Ciencias Económicas. Mimeografiado. También en: Rectoría de la
Universidad Nacional, (1985), Diagnóstico para una reforma académica y administrativa de la Universidad Nacional de
Colombia. Bogotá, Universidad Nacional. Por mi parte, presenté la propuesta muchísimas veces, sin eco alguno.
4
Ver en este sentido el excelente ensayo de Jaime Eduardo Jaramillo Jiménez, (2006), “La rectoría de Gerardo Molina en la
Universidad Nacional (1944-1948): el primer diseño de una universidad contemporánea en Colombia”. Bogotá,
Mecanografiado. Agradezco al autor el generoso obsequio de un trabajo que merece mucha difusión y que, de paso, permite
corregir un gran error en el que incurre Magnusson al caer atrapado en parte en “el complejo adánico” que él mismo critica
como rasgo de la tradición universitaria de América Latina y del que no escapaba el Rector Patiño.
3

escuelas, algunas maestrías o grupos de investigación tales como género, cultura, estudios políticos o
culturales, cerebro, ecología, territorio y otros. Con lo cual se arriesga una situación análoga a la que
afrontaba José Félix Patiño: sólo que ya no son muchísimas Facultades de una carrera, sino múltiples
grupos, con excelencia la mayoría, pero sin el crecimiento orgánico necesario para el surgimiento de
maestrías y doctorados en una escala y con visión de conjunto que corresponda a lo que llaman “masa
crítica”. El asunto es que en cierto momento la densidad y diferenciación no pueden generar un salto
crítico si no hay una transformación en la complejidad institucional de conjunto. Esto puede
desprenderse de una información nítida: en 2004 se graduraron en Colombia 31 doctores en los 78
programas que se ofrecen en el país, mientras que en ese mismo año lo hicieron 104 en Chile; 273 en
Cuba; 553 en México; 893 en Argentina; 3,976 en Canadá; 5.871 en España; 6.492 en Brasil; Estados
Unidos 58.747 5.
Tal vez la mejor expresión del contraste entre un inmenso cambio y algo que permanece
inamovible es la frase casi musical acuñada por el ex - rector Otto de Greiff a quien cita Magnusson en
el epígrafe del capítulo último de su libro:

Hoy en día nadie recuerda a los rectores de ayer, excepto por el hecho de que el ungido
nunca completó los cuatro años de su periodo legal...pero la Universidad continuaba y continúa
en la destrucción y en la construcción. Como el telar de Penélope, va hacia adelante y hacia atrás,
pero dentro de todo hay un progreso lento y favorable.

Exacta aplicación al caso, porque aunque la reforma Patiño pase en la sucesión de profesores
como fórmula retórica en los discursos, pocos pueden dar razón de lo que significó como punto de
construcciones, pero también como reverso nocturno del telar legendario porque a su paso dejó limos
de deuda y olvido.
La rememoración distante es tan nebulosa como el contorno de la Ciudad Blanca que en la
vertiginosa remoción de escombros emerge como irrecuperable palimpsesto. La Ciudad Universitaria
como toda ciudad renace entre ruinas aunque conserve el perfil del Búho, uno que quizás “levanta su
vuelo al atardecer”.
De los cambios físicos que ocurrían en la Universidad el autor de este prólogo no posee memoria
visual. Nuestra generación no fue fotogénica. Fue una cohorte casi invisible como si se hubiera
mimetizado con la ausencia de registros previa a la cámara oscura. Por lógica la llamada plaza Che
(Santander en su designación inicial) debió trazarse poco después de Patiño con recursos obtenidos por
5
“Posgrados, inversión costosa pero necesaria”. El Tiempo. Bogotá, domingo 26 de marxo de 2006. Página 3-12.
4

él. No tengo más fotografía en la Ciudad Universitaria que la tomada por mi padre hacia 1953 en un
paseo dominical: sin presentir lo que vendría yo sonreía, ingenuo de mí. Y aunque alguna memoria
insta a doblar una y otra vez por las arboledas próximas a la Facultad de Derecho sembradas por el
botánico Pérez Arbeláez, no hallo en estos años más evidencia de esos arcos floridos que algunos
restos frente al Edificio de Ciencias (antiguo Geología, antiguo Botánica, antiguo lago), junto al
monumento que se levantara a Alexander Humboldt en el IV Centenario de Bogotá. Pero la vida es
ese sentimiento de devenir como esos árboles que se desvanecen hasta ser lago.
Pasé muchos lustros en la Universidad Nacional. Como estudiante de 1965 a 1970; como
profesor desde entonces al 2002 cuando me pensioné. Y aún ahora con esta traducción y prólogo sigo
rondando fantasma por recodos que ya no existen aunque intento mantener la vista al frente.
Interrumpí mi actividad universitaria por ensayar responsabilidades técnicas en el Estado:
Planeación Nacional y Consejería de Paz. Pude contemplar la Universidad por dentro y fuera como
cinta de Mebio. En 1987 experimenté un vuelco radical en muchos planos y revisé la Universidad de
arriba y de abajo. ¿Por qué, se dirá, estas confesiones como exordio a la presentación de este libro La
Reforma Patiño? Simple y llano: para justificar algunos puntos de vista excéntricos del prólogo. Por
experiencia creo que dispongo de The Spectacles, los lentes de larga vista que, a tono con el relato de
Poe, permiten atisbar en el cambio la permanencia y en las continuidades sus rupturas.
Encontré el libro de William Lee Magnusson en 1977 cuando emprendía una revisión histórica de
las instituciones científicas de Colombia. Me apuraba también la historia de la sociología. Y exploraba
con obsesión los archivos del Departamento y de la UN porque me asaltó una pregunta que deshizo
certezas: ¿cómo era posible que el fundador de la sociología, Orlando Fals Borda, a quien habíamos
expulsado en fetiche cerca de diez años antes por imperialista, según la consigna del movimiento
estudiantil, fuera el mismo a quien diez años después el Estado denunciaba como insurgente? A
muchos no les inquietaría el interrogante. A otros les produciría cosquillas. La vida sigue y se acomoda
al vértigo. Pero para mí, con la enfermedad del escrúpulo, aquello fue el principio de un espinoso
camino de búsqueda de alguna conciliación ética y racional.
Desde entonces propuse a COLCIENCIAS y a la UN traducir este libro, porque además en esos
años náufragos que fueron los setentas, en sus páginas encontraba orientaciones para seguir y no
pocas para diferir. Sin respuesta, quince años más tarde insistiría en la publicación cuando ocupó la
rectoría Antanas Mockus. Entonces él emprendía una crucial reforma. Una que, si excepcional por
muchos aspectos, eludía en otros lo inacabado de la propuesta de Patiño. La flexibilidad curricular y
5

los cursos de contexto iniciados entonces eran afines a la idea de estudios comunes. Al menos
descongelaban el monopolio disciplinario de la enseñanza e introducían una cierta libertad de
aprendizaje. Aún recuerdo de qué modo los departamentos juzgaban con extrañeza y censura una
propuesta que, ampliada en la rectoría de Guillermo Páramo con la Cátedra Manuel Ancízar, abrió
avenidas a la cooperación interdisciplinaria. Como yo había coordinado un seminario de política de
doctorados en 1990 6, sabía que en algún momento tendrían que confluir en un mismo sentido la idea
de graduar la enseñanza de lo básico a los doctorados con los estudios generales.
Persistí diez años después, en marzo de 2003 ante el rector Marco Palacios, porque suponía que
esa convergencia podría figurar en el horizonte de su política y que en el libro podrían encontrarse
referentes de lo que puede o no hacerse. No hubo respuesta. La traducción del libro de Magnusson me
llevó a comprender la enorme razón de las reticencias personales de Palacios, a las que aludiré luego,
pero me refrendaron la importancia del libro para trazar un panorama de la UN.
Cuando reiteré la solicitud de traducción en medio del tránsito actual hallé acogida entusiasta, en
especial por parte del vicerrector Alexis de Greiff, que he recibido como señal del despertar de la
conciencia histórica de la UN 7. Y uno sabe, con paciencia campesina, que las cosas algunas veces
tienen su tiempo. Basta llamar la atención en torno a lo que Magnusson indica en un pasaje de este
libro acerca del liderazgo: un ejercicio de poder carismático requiere de historia y de recreación de
mitos. La historia ahí está en este libro y en otros. El mito será inevitable: una visión de corta,
mediana y larga vista, como en el relato de Poe. Una visión que por fuerza esforzará el papel de la
Universidad Nacional en la celebración refundadora de nuestro Estado Nacional, sea que se considere
el bicentenario de la declaración de independencia en julio 20 del 2010, sea que la mirada salte al siete
de agosto de 2019, sea que, como prefiero, conjugue el 20 de julio con el 15 de febrero (1819-2019),
fecha del discurso premonitorio de Bolívar en el Congreso de Angostura, esa tremenda lettre en

6
Restrepo, Gabriel (1991) " Contexto, función y propuesta de los doctorados en una nueva estrategia de desarrollo del país y
de la universidad". En: Cárdenas, Jorge Hernán Cárdenas (Editor): Doctorados: Reflexiones para la formulación de políticas
en América Latina. Bogotá, Tercer Mundo, páginas 337 a 371.
7
Aparte del texto citado de Jaramillo, ver: Restrepo, Gabriel, 2002, Peregrinación en pos de Omega, Sociología y sociedad
en Colombia, Universidad Nacional de Colombia. Quiróz, Ciro (2003) La Universidad Nacional de Colombia en sus
pasillos. Bogotá, Universidad Nacional. Universidad Nacional: 2004. Las Reformas Académicas en la Universidad Nacional
de Colombia. Proyectos y realizaciones, 1935 - 1955. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia. Atcon, Rudolph P,
(2005), La Universidad latinoamericana. Clave para un enfoque conjunto del desarrollo coordinado social, económico y
educativo en América Latina. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia. Ver también El Tiempo , 11 de Marzo de 2006
http://eltiempo.terra.com.co/REVISTAS/lecturas/2006-03-11/ARTICULO-WEB-_NOTA_INTERIOR-2783465.html el
anuncio del libro: Relatos de la década prodigiosa de los sesenta en la Universidad Nacional. Pero quizás el signo más
importante es la reorganización de los archivos de la Universidad Nacional. Cuando los consultaba hacia 1977 apenas hacía
poco habían comenzado a reunirse en el sótano del actual edificio de Enfermería en la plaza de la Universidad y estaban
sometidos a inundaciones en épocas de lluvias. Hoy da gusto consultar archivos en instalaciones muy bien organizadas.
6

soufrance, carta que espera la llegada a su destino: la constitución de la educación como poder público.
Y sin saber a ciencia cierta por dónde y cómo se encamine la inevitable recomposición de los nexos
entre el Estado y la Nación, la Universidad Nacional debe transitar la encrucijada del presente con la
serenidad del filósofo que proponía “hallar la rosa de la razón en la razón de la cruz”.

2. La ironía como guión de una mirada retro - prospectiva.

Este prólogo pudiera cumplir su cometido si sirviera como preámbulo a una discusión en torno a
lo peculiar de nuestra ironía a propósito del devenir de la UN y del país. Porque la ironía responde a
cierto carácter nacional. Se puede afirmar que la ironía italiana es tierna como se percibe en El Sistema
Periódico de Primo Levi. El wit inglés es escéptico, más inteligente que estético, al revés de la ironía
italiana y consonante con la tradición empirista. La alemana es sarcástica. Refleja el poder impotente
de una aristocracia de espíritu doblegada a terratenientes, príncipes o al estado prusiano. La eslava es
amarga pues es un humor que confiesa su nulidad frente a lo insondable del hombre, de la naturaleza o
del poder. La ironía francesa es graciosa, sutil como su saber vivir. La española es jocunda, irreverente,
nacida en El Quijote con delicia de anacronismo y con registro burlón de picaresca. La ironía de los
Estados Unidos es tan floja por directa como el pragmatismo vulgar, pero en algunos escritores lúcidos
como en Henry Adams, el talante pragmático no encuentra igual como auto rectificación de la acción
por la educación incesante de sí mismo 8.
Nuestra ironía debe provenir del carnaval o del relajo. Si deriva carnaval será tan variopinta como
esas fiestas que ocurren de Oruro, Río de Janeiro, Bahía, Barranquilla, Santiago de Cuba, Trinidad a
Nueva Orleáns. O se elevará a canon literario en Macondo. O se expresará de modo estético con
grosores a lo Botero. Es una ironía con raigambre popular, rica en retóricas: retruécanos, juego de
contrarios, aporías, hipérboles, paradojas, remedos, caricaturas, anacronismos.
Que nuestra ironía sea más estética que conceptual enuncia un problema. Porque quizás el
pensamiento de América Latina y el Caribe se toma demasiado en serio. Tiende a ser sublime,
religioso aunque no pretenda, incluso en catecismos ateos o en proclamas ideológicas neoliberales,
neoconservadoras o neocomunistas. Nuestro estilo de pensamiento aún no discierne lo complejo de
nuestra existencia. Acusa su perplejidad pero la niega con fórmulas; sutura el vacío con prisa por

8
Adams, Henry (2001), La Educación de Henry Adams. Barcelona. Alba Editorial.
7

absolutos 9. No hemos cumplido el tránsito de la perplejidad a la complejidad porque el inmenso


ovillo entre una y otra se resuelve con espíritu de todo o nada; sin humor para hallar lecciones en lo
imperfecto; la gracia del pensar en la aporía; lo abierto en el fragmento; ciertas verdades en el fracaso.
Por ello alguien que medite en estos asuntos podría recetar a la academia tomar medicina de
10
carnaval . Y ya veremos que esto se aplica al libro que presentamos y a la UN. No por azar, como
observaba irónico Gabriel García Márquez en junio de 1950, y así ocurriría también en 1966 con el
último carnaval universitario celebrado en la rectoría de Patiño, esta festividad fue sustituida por
concursos de retórica. A lo cual añadía con mucha sorna: “es decir, de balas”.
Por lo pronto observemos el otro polo en el cual naufraga como en remolino la ironía de América
Latina y el Caribe: el relajo. La observación fue trazada con escalpelo por el mejicano Jorge Portilla en
Fenomenología del Relajo. El relajo, dice, es la negación gratuita de un valor. Gratuita, porque la
negación no añade plusvalía de pensamiento o de acción. Negación por negación. Conjugación pasiva
que mantiene intacto el valor que niega. El autor tipifica una oposición en la cual “tenidos” y
“relajientos” se encargan en dialéctica nula de mantener todo como antes en un purgatorio sin fin
tensado entre el autoritarismo y la anarquía. Siguiendo el rastro de Jorge Portilla, el relajo es la
entropía inacabable de la picaresca, que al menos entregaba el oro del humor entre tanta escoria
arrojada por el declive de un Estado y de un pueblo.
Carlos Monsivais acometió luego una tarea que Portilla no pudo cumplir. Al escapar en un acto
de libertad del Escila del “tenido” y del Caribdis del relajo, ha trazado una etnografía literaria sin
igual de nuestra condición social.
Es la ironía que se propone como razón crítica al revisar la historia de la UN. Y aunque no toda
actividad contestataria deriva en relajo ni todo orden ha sido impostura de “tenidos”, uno experimenta
la tentación de mirar las oscilaciones a partir de los extremos. Y hallará muchas ocasiones para

9
Ya lo indicaba José María Samper en uno de los clásicos del pensamiento colombiano: “Más y más me iba penetrando de
(…) grandes verdades: (…): que todos los errores del espíritu humano habían provenido y provendrían siempre de una
desacordada aspiración a lo absoluto…” Samper, José María (1971), Historia de un Alma. Medellín, Bedout. Página 573.
10
Esto puede ocurrir por múltiples vías. Una, la asimilación del potente pensamiento de Bajtin, que es en el mundo
contemporáneo una de las más imaginativas avenidas hacia el pensamiento de la complejidad, fundándose en el laboratorio
del carnaval como fuente de figuras epistemológicas. Una segunda, la Investigación Acción Participativa y Expresiva, tal
como la formulamos en el proyecto ParticipArte, como una suerte de saber y saber hacer mediante la práctica y la reflexión
del carnaval. Una tercera, la que reseña Manuel Guzmán Hennessey del Centro de Pensamiento y Aplicaciones de la teoría
del Caos, en El Tiempo, artículo “Ciencia y Carnaval”, en la que muestra cómo en el carnaval de Río la Escuela de Sambajka
Unidos da Tijuca escenificaron en 2006 el tema El sueño de la creación y la creación del sueño con motivos de ciencia y
tecnología, apoyándose en físicos y en expertos universitarios. Para quienquiera consultar, ver la siguiente dirección
electrónica: http://eltiempo.terra.com.co/opinion/colopi_new/columnas_del_dia/ARTICULO-WEB-_NOTA_INTERIOR-
2787934.html. Son modos de aliar el arte y la ciencia, que en Colombia ya encuentran precedentes en el uso del juego en la
enseñanza de la ciencia.
8

celebrar el método. Con patente evidencia los terribles años setentas. Basta remitir al lector al Anexo
A con la lista de rectores 11: luego de la experiencia alocada de un co-gobierno entre 1971 y 1972, la
UN debió sufrir la sucesión de lo que en mis diarios llamé la dinastía de los tres Luises: Luis el Cruel,
Luis el Demagogo y Luis el Indiferente. Tres ejercicios del desgobierno: autoritarismo sordo el uno;
relajo de botarates, el otro; el tercero de una estudiada mediocridad. Pero los indicios de relajo
abundarán antes y después. Ocurre siempre que se arruma el pensamiento con barricadas de pupitres.
O siempre que se remeda la oratoria de Olaya, Abadía o Laureano en la lucha contra Reyes 12.

3. La re-flexión contra el espejo narcisista.

Soy poco ducho para comprender estados sólidos. O el agua, o el aire. La incertidumbre de una
atmósfera. Licuefacción a altas temperaturas. Fermión antes que bosón. Me revelo incapaz para las
definiciones. A cada signo imperativo opongo una interrogación. Confrontado a las clasificaciones
prefiero el intersticio. Más que nota redonda, el silencio de corchea. Antes que mapa, croquis. Pasando
por distintos estados, tendencia a la fuga. Quizás nací también fuera de lugar. Y fuera de tiempo.
Confieso espanto por haber vivido en época de militantes. Padezco de lo que se reputaría como el mal
de mimesis: no puedo dejar de adherirme al argumento del contrario, pero como no hay reposo la
contemplación de la tesis me lleva a los puntos suspensivos o al paréntesis, sin réplica absoluta que
pueda oponer en antagonismo como presunción de una verdad. Todo cuanto queda como firme en el
paso por contrarios son las dudas. Más que la sorpresa, la vacilación misma. En cada definición
descubro una hipótesis. Y tiemblo al pensar que he sobrevivido allí donde un hacha de matadero taja
conceptos como destazar carnes vivas. No es que la duda o las ambigüedades me estropeen la
capacidad de actuar. Es más grave: debo actuar en papeles antagónicos para sospechar otra actuación
posible. Parezco retardado porque debo moverme en medio del estupor con rapidez de doble vía.
También para mí antes del principio todo lo sólido se había disuelto en aire.
Para el entusiasta la dialéctica servirá como fórmula. Tesis. Antítesis. De ahí se derivará una
síntesis. Pero el fermión no hallará quietud en tránsitos felices. Espectros electromagnéticos. Hay allí
dos mundos y no podrá fabricar con magia uno nuevo de mitades. Aporía de la indeterminación.

11
En los años sesentas y setentas hubo cerca de 16 rectores, pero en los setentas la rutina se agravó porque gobierno y
universidad ensayaron toda clase de maromas y de piruetas de gobierno, desde el co-gobierno desastroso o el rector marxista,
hasta “el rector de miércoles”, como lo llamaba en los diarios porque pasaba más tiempo en Medellín que en Bogotá.
12
Ver Quirós, páginas 62 y 63.
9

Quizás los antagonistas se refieran a dos asuntos inconmensurables. Quizás habría que escarbar en los
discursos órdenes de referencias distintos y sin embargo complementarios si se adoptara una
perspectiva que escapara a los bandos en contienda.
Si afirmo estas debilidades de un carácter parecido a una partícula elemental es porque de ellas
no he derivado consuelo distinto a un método. Un camino y a la vez meta a ras de piso, no deducido
de ninguna epistemología, mucho menos de un credo. Y el método para sorpresa puede producir al
menos ciertos efectos eufóricos en medio de la disforia. Y daré un ejemplo.
Supóngase a alguien que afirma que la sociedad colombiana es violenta. Y a un contradictor que
alega que es una sociedad feliz. Y en los argumentos de uno y otro las polaridades se multiplican. El
pueblo más feliz y el Estado más trágico; una Nación de enorme religiosidad y con el más alto
predominio en América Latina de uniones de hecho; un ostensible amor a la familia y 52% de hijos no
deseados; ética del trabajo y del ahorro convive con el espíritu de azar y desafío; tradición pragmática
por finanzas sanas y más de 30% de economía ilegal; Estado democrático y civilista con permanentes
estados de excepción; puntillosas urbanidades de modos y ausencia de urbanidad pública.
Estadísticas vienen a socorrer a uno y a otro. Perplejidad. Estupor. Desdoblamiento. Doble
razonamiento. Doble duda. El enigma de Jekyll y Hyde (libro publicado por algún azar el mismo año
de la Constitución de 1886, suerte de doble carta por descifrar). Porque si son el mismo, ¿cómo y por
qué aparecen diferentes?
Sólo después de años de desentrañamiento de tesis contrarias en el atanor de la propia vivencia se
me revelaría una hipótesis: el de adentro domesticado a medias es la faz pacífica. El de afuera
extrañado es el rostro asesino. Trivial se diría. Pero ¿cómo se urden las máscaras no tanto en la misma
conciencia, como en el umbral entre conciencia e inconciencia? Expuse tras años la filigrana de las
13
metamorfosis en el libro La Arqueología de la Urbanidad de Carreño como aquello que quise
llamar con señas de carnaval el síndrome de “Póngame a bailar ese trompo en la uña”: maximalismo
de credos en la plaza pública, minimalismo de la ética encerrada en espacio domésticos. Astete y
Carreño, con todas sus variantes. Felicidad recluida por no argumentar una ética de plaza, cerrada en
imaginarios agorafóbicos, vida pública entregada a credos maximalistas sin brida de autodisciplina.
El ejemplo se podría multiplicar por millones. Retóricas enfrentadas usuales en un país teñido por
ese estado de lucha de todos contra todos, sólo que constituido por clientelas y corporaciones en

13
Restrepo, Gabriel (2005), Arqueología de la Urbanidad de Carreño. Los oficios de un baqueano y rastreador de la
cultura. Bogotá, Universidad Autónoma de Colombia.
10

servidumbres ancestrales: desconfianza recíproca; escenario agónico de todo o nada; juegos de suma
cero; poco espacio para la cooperación; oscilación entre la rienda suelta y el cobijo autoritario. Y la
Universidad Nacional es un espacio privilegiado como potencia de estos juegos nulos.
La Universidad Nacional como el país quizás no podría comprenderse, dice el método a ras de
piso, sino como quintaesencia de aporías. Del país se ha dicho que se caracteriza por una
14 15
“modernización sin modernidad” , por una modernidad postergada , por una modernidad
16 17 18
inconclusa , por una modernidad tradicionalista , por una modernización gradualista , por una
modernización refleja 19incluso para unir la expresión de Otto de Greiff en torno al ir y venir con una
frase perversa que acuñan los gringos cuando nos juzgan, como aquel caminar cómico de un paso
adelante y dos atrás 20.
Pero es aquí el momento de burlar al burlador y de aplicar la ironía a los (as) académicos(as) que
ironizan en torno al país. De te fabula narratur. De tí también habla la fábula. No mires la paja en el
ojo ajeno para ocultar la viga en tus propios ojos. La Universidad también ella misma, impulsada por
sus pies, sin nadie más que la empuje, solita, autónoma como se dice, se enrosca en esos conceptos
que se aplican pontificales y como deux ex machina a un país lejano, situado allá abajo, en la llanura.
La Universidad, como hemos sugerido, ha sufrido una modernización sin modernidad.
Y esta auténtica re-flexión es todo lo opuesto de la cómoda teoría del espejo (“no se puede
cambiar la universidad sin cambiar el país”), tan narcisista, lo mismo que de la muchedumbre de
seudo dialécticas que pululan en nuestras conversaciones de café: una teoría del espejo cuya retórica
es tan recurrente (en el libro de Magnusson es uno de los ritornelos) que casi termina por atrapar al
autor, a quien yo no acusaría nunca de obrar como necio, sino a quien exculpo como lo hago muchas
veces conmigo mismo como ingenuo 21, aquel que se equivoca de buena fe.

14
La expresión fue acuñada por la economista Consuelo Corredor hacia 1991, pero no hemos podido precisar la fuente.
Citada en Jaramillo, Jaime Eduardo, 2006.
15
Jaramillo Vélez, Rubén (1995), Colombia: la modernidad postergada. Bogotá, Argumentos. Citado en Jaramillo, Jaime
Eduardo, 2006.
16
Cuellar, María Mercedes (2000), Colombia, un proyecto inconcluso. Bogotá, Externado, dos tomos.
17
Melo, Jorge Orlando (1991), “Algunas consideraciones globales sobre modernidad y modernización”, en Colombia: el
despertar de la modernidad. Bogotá, Carvajal. Citado en Jaramillo, Jaime Eduardo, 2006.
18
Jaramillo, Jaime Eduardo, 2006.
19
Ribeiro, Darcy (1982), La universidad necesaria. México, Universidad Nacional Autónoma.
20
Las distintas acepciones son consideradas de modo extenso en el excelente ensayo de Jaime Eduardo Jaramillo Jiménez, ya
citado.
21
Necio deriva de ne scio, el que no sabe, pero no sabe porque no quiere saber debido a la arrogancia. En cambio ingenuo
proviene de in genuus, no nacido, aquel que por alguna circunstancia no puede acceder a un plano de intelección de la cultura
o de una de sus dimensiones. Los necios van al infierno, los ingenuos al purgatorio o al limbo.
11

Porque si no queremos adormecernos con las escopolaminas de: “no se podrá cambiar la
universidad hasta que…” (con el corolario de 1972: “il faut detruire l`université”, “hay que destruir a
22
la universidad” ), es preciso elegir de una vez por todas la libertad y la responsabilidad: coraje,
coraje, coraje para transformar la universidad porque con un cambio en el libreto de la cultura se
puede apresurar el advenimiento de la refundación de un Estado renovado en un compromiso con la
nación y con el pueblo en la plenitud de su existencia. Lo cual demanda la osadía de atreverse a pensar
con audacia en la creación o re-creación de instituciones de educación, universidad y cultura con el
mismo valor, originalidad y autocrítica que ensayara Simón Bolívar al inaugurar esa casa en el aire
que fuera el Congreso de Angostura.

4. Las lecciones de los trompos y de los tromps d´oeil.

No es que no haya cambio en el país o en la universidad: lo hay inmenso como puede colegirse
de la lectura de La Reforma Patiño. Tampoco se trata de validar la lapidaria expresión de un personaje
en la película El Gatopardo “todo cambia para que todo siga igual”. No es el eterno retorno de lo igual,
pero tampoco el progreso a secas. Ni el mantenimiento del statu quo a rajatabla ni la destrucción
inmanente y permanente del Estado como predica la hidráulica del seudo marxismo. El asunto es más
sinuoso y en este prólogo no nos interesa resolverlo, algo a lo que apuntamos en muchos ensayos.
Se trata en todo caso de algo así como de un pretérito imperfecto, de un pasado que no ha
pasado. Es una cinta de Mebio extrañísima entre cambios vertiginosos de superficie y resistencias
profundas de mentalidades. Es como si se viviera una relación de vivos con fantasmas en un ámbito
que, como en la Comala de Rulfo (esa inmensa forma de humor pánico) conviven muertos y vivos,
pretérito y futuro, un limbo poblado de fantasmas, de almas en pena y de cartas en sufrimiento,
también a veces del sentimiento de cartas muertas definitivamente extraviadas o de cartas, como en la
película brasileña de Walter Selles, Estación Central, que se pierden entre el envío y el destinatario. En
todo caso no son las nuestras esas Cartas a García, esa modalidad performativa propia de
corporaciones y milicias en las cuales se reflejó el afán postal del pragmatismo del destino manifiesto
de Estados Unidos en el momento de devenir imperio. Y cuando hablamos de cartas nos referimos a
las cartas constitucionales o a las cartas de intención cifradas en estatutos, reglamentos, planes,

22
En “Los profesores Independientes tenemos la palabra”, número 3, 1 julio 1975.
12

reformas, como La Reforma Patiño o como la carta enviada por Bolívar en el discurso inaugural del
Congreso de Angostura. Es decir, a la destinación en la historia.
Para salir de este estado de duermevela se impone una vigilia histórica que eluda los extremos de
la peste del olvido y la obsesión rememorativa de Funes el Memorioso. Una vigía que pueda ensayar
una historia retro-prospectiva o una recapitulación progresiva. Que se aproxime al Melquíades cuando
lee la historia de Macondo al revés y al derecho. Y es aquí donde cobra una vigencia inusitada el libro
mesurado de William Lee Magnusson.
De entrada se impone con la lectura una conclusión: sin la reforma Patiño la UN se hubiera
encogido hasta ser una universidad de menor rango que una cualquiera de Bogotá. En un momento de
vida y muerte, Patiño empoderó la Universidad Nacional mediante cambios orgánicos (integración,
aunque parcial), propuestas nuevas (estudios generales, fallido), nuevos estilos (diálogo, planeación,
comunicación) y un fortalecimiento financiero. Con ironía inglesa Magnusson se pregunta si el éxito
de la reforma no acarreó un fracaso subsiguiente por altos precios pagados en la forma como se
realizó.
Pero al atravesar el cuadro que traza Magnusson de la época uno no puede menos que sonreír a
distancia por las ironías: el empoderamiento de la Universidad Nacional ocurrió en el gobierno ultra
conservador del laureanista Guillermo León Valencia. Paradojas y aparentes contrasentidos se
corroborarán antes y después en episodios de la Universidad Nacional: fogosos Abadía, Olaya y
Laureano que combaten la dictadura de Reyes en su juventud y que en su madurez… Un gobierno
conservador, el de Pastrana, ensayó con Luis Carlos Galán una reforma muy liberal de la Universidad
Nacional que terminó en el desastre de los Luises. Un gobierno liberal como el de López Michelsen se
arriesgó a nombrar un rector marxista (uno de los Luises, el demagogo) con rotundo fiasco hasta
hallar un relativo punto de equilibrio con Emilio Aljure Náser. Un gobierno liberal de nombre pero
autoritario como pocos, como el de Turbay Ayala, ensayó en la UN con no poco éxito el estilo de
negociación de arabescos que impidió que la toma de la Embajada de la República Dominicana se
resolviera en un baño de sangre, en el caso de la Universidad con rectores que rectificaron años de
desastres como fueron Ramsés Hakim, Guillermo Sicard y Eduardo Brieva.
Aporías, sorpresas, paradojas. Para no alargarme en estas sinuosidades sonrío cuando en el
palimpsesto de espacios y nombres contemplo desde la ingenua foto de la infancia que la plaza Central
construida con dineros de un préstamo blando de la AID y del BID y que sirvieron para engrandecer a
la Universidad Nacional será escenario de una lucha simbólica por los nombres de Santander y el Che.
13

Cuando recuerdo el contrasentido de asistir en un primer acto a la expulsión fetichista de Orlando Fals
Borda acusado como imperialista y al segundo cuando el Estado lo condena por subversivo. A la
mascarada que descubre al arzobispo (el mismo que acusara a la sociología de la Nacional como
protestante y comunista) bendiciendo el edificio de sociología construido con dineros de la Ford.
Cuando leo superpuesta en la placa de agradecimiento a dicha Fundación por la construcción del
edificio la dedicatoria de los estudiantes a Camilo Torres, quien había recibido él mismo apoyo de la
Ford. Cuando advierto que los “cultural studies” y los estudios post - coloniales surgieron en los
mismos “area studies” a los cuales con lupa de Watson atribuíamos con algo de razón el designio
imperial en la época de guerra fría post - Truman y post - revolución cubana. Cuando recuerdo la
precisión que me formulara Orlando Fals Borda en torno a una interpretación histórica que parecía
obvia: no fueron los militares quienes se opusieron a que una Comisión de Paz negociara con
Marulanda antes de la operación Marquetalia de la que emergerían las FARC, sino la Iglesia que negó
el viaje de Monseñor Guzmán y de Camilo Torres Restrepo. Cuando miro con ironía la parábola de no
pocos cuerpos de paz que venían con maletas imperiales y volvían con atados de yerba y discursos de
cambio radical. Cuando recuerdo el episodio del hijo del fabricante de registradoras y tragaperras, el
gran escritor Bourroughs que vino al Putumayo en busca de yahé, refugiándose en Colombia del
asesinato de su esposa en México, llevando de vuelta el gift (don con veneno) de la maldición de
Monctezuma 23 a la generación beatnik de los Estados Unidos. Cuando contemplo al paso de los años a
tantos revolucionarios convertidos en manzanillos o en burgueses o a otros como Julio César Cortés y
Jaime Arenas que murieron en purgas de la misma guerrilla. Cuando al repasar con Guillermo Páramo
la historia de quienes iniciáramos el año común de Estudios Básico evocamos a un compañero
asesinado por rivalidades de bandas de narcotráfico, involucrado en ellas. A otro empresario de
transporte intermunicipal asesinado por las FARC. A un tercero muerto en el Palacio de Justicia como
uno de los comandantes de la toma. A un cuarto acribillado como guerrillero del M-19 en una redada
tendida por la inteligencia del Estado y favorecida por algunos celos. A un quinto asesinado en su
oficina de la Universidad de Antioquia al parecer por los paramilitares. A un sexto asesinado en
violencia callejera. Y a un séptimo, el compañero de generación Jesús Antonio Bejarano abaleado no
se sabe por quién en los predios de la Universidad.
El relajo. ¿O el carnaval? ¿Cinta de Mebio?

23
Este nombre fue al parecer acuñado por Alberto Lleras Camargo para referirse a la droga, pero no hemos podido hallar la
fuente.
14

5. El espíritu de la época del fantasmal Rudolph Atcon.

El autor más citado en La Reforma Patiño es Rudolph Atcon con ocho referencias, aunque no es
el más seguido por Magnusson. Magnusson toma mucha distancia frente a él, pero en la época de la
escritura del libro el neo-catecismo de Atcon, como lo llamaremos, era tan irresistible que de
inmediato polarizaba el pensamiento. Y aún se lo sigue citando y contra recitando en muchos
documentos que pululan en la red digital.
Descifrar la figura de Rudolph Atcon parece tarea imposible luego de una búsqueda juiciosa en
internet por el servidor Google. Diremos que es fantasmal. Sabemos por él mismo que entre 1951 y
1961 se empeñó en la transformación de algunas universidades de Chile y de Honduras, aunque la
información del libro es sumaria24. Todo hace suponer que entre la escritura de su Nuevo Testamento,
quizás a partir de 1958 y su primera publicación en 1961, el escrito cobró antagonismo y urgencia por
efecto de la Revolución Cubana y el lanzamiento de la Alianza para el Progreso (1961 a 1970), según
se nota en la parte final25.
Sabemos que se lo clasificaba como el perverso agente de la Agencia Internacional de Desarrollo
o aún del mismo Departamento de Estado o de la CIA involucrado como demiurgo en un designio
neoimperial, incluso asociado al Plan Camelot. Y así era como se lo presentaba en el movimiento
26
estudiantil en mi época de estudiante, con malicia que debía provenir de la KGB y apoyándose
27
quizás en las típicas reglas de tres de mentalidades maximalistas . Se lo involucraba en la
transformación autoritaria de la universidad brasileña bajo el régimen militar siguiente al
derrocamiento de Joao Goulart en 1964 como creador del Consejo de Rectores de Brasil de 1966 en
adelante. Y aún en muchos registros de la década pasada y hasta ahora en Brasil y en muchas partes se
lo sigue denunciando desde “la izquierda” como el Maquiavelo de la orientación de la universidad
latinoamericana hacia designios neoliberales.
Estas pistas son insuficientes aún si añadimos algunas informaciones retrospectivas halladas en
Brasil en 1984 que muestran su grado de compromiso con el coloso lusitano de América Latina mucho
antes de su participación en el rediseño de la universidad bajo el régimen militar instaurado en 1964,

24
Atcon, 2004: 117-118.
25
Páginas 98 a 100.
26
Ribeiro, Darcy (1982),
27
La operación de la regla de tres consiste en decir que si hay alguna afinidad entre A y B y entre B y C, entonces por fuerza
A es igual a C. La regla de tres hace que todo sea homogéneo, niega fisuras, iguala por una operación casi psicótica.
15

pues ya en 1953 figuraba como adjunto encargado del diseño universitario brasileño por tres años28. Lo
hallamos en 1984 en un seminario sobre el trópico discurriendo sobre la “brasileidade” junto a Gilberto
Freyre y otros destacados intelectuales de Brasil y publicando un libro, A Síndrome da Densidade
prologado por Gilberto Freyre, al parecer en torno a los riesgos planetarios causados por la explosión
demográfica, el crecimiento industrial y la amenaza atómica.
Pero después se borran las pistas. Ni una fotografía. No se sabe dónde estudió ni cómo terminó.
Es como si no permanecieran más que el apóstrofe de izquierda o el encomio de pocos. Entre éstos
hallamos la nota curiosa de un rector de la Universidad de Guadalajara que, dice, se formó bajo la
tutoría de Rudolph Atcon, “un verdadero ciudadano del mundo, medio griego, norteamericano,
brasileño y polaco” 29. Hé aquí a un fantasma globalizado, nómada, ciudadano de muchos países. Un
enigma porque no sabemos ni su principio (nacimiento, estudios), ni su fin: en suma, los datos
elementales según los estoicos para juzgar una vida. En alguna página volátil de la red creímos ver un
destello de conexión espiritista de Atcon pero pronto se desvaneció el rastro de la página.
A falta de estas informaciones no queda más remedio que surcar las páginas del libro clásico de
Atcon. Y al releerlo, si se ignora el grado de compenetración previa de Atcon con América Latina el
uso del pronombre de primera persona plural causa fastidio: molesta el “nosotros” que emplea de
modo pontifical. Es más, irritaría si se supone que su discurso fluye como designio de un imperio que,
en la superposición de la doctrina Monroe (1824) - Truman (1948) y a tono con la creciente inversión
de posguerra de Estados Unidos en América Latina, ordenaría todo en beneficio de la expansión
norteamericana. Algo de ello hay por supuesto y negarlo sería ingenuidad, como lo sería también
reducir el neo-catecismo de Atcon a un designio imperial sea que (nótese la ironía) ese diseño se
estime anglosajón o se repute como brasileño, pues no se olvide que por historia y destino Brasil lleva
el sello del trono de Pedro, sin Lula o con Lula.

28
“Rudolph P. Atcon, 63 anos, americano de nascimento, está no Brasil há 33 anos. Em 1952 ajudou o professor Anísio
Teixeira a estruturar a Caps (Campanha de Aperfeiçoamento de Pessoal de Nível Superior), da qual foi diretor do Programa
Universitário durante 3 anos. Depois, a convite da Unesco, reoranizou a Universidade de Concepcion, no Chile. Na década
de 60 ele cricou e organizou - como seu primeiro secretário executivo - o Conselho das Universidades Brasileira. Em
seguida, durante uma década, foi o primeiro e até hoje único especialista principal em Educação Superior da Organização dos
Estados Unidos, em Washington. Em 1980 retornou ao Brasil e desde então vem documentando seus conhecimentos e suas
experiências, num paciente trabalho de reflexão, do qual "A Síndrome da Densidade" é um dos mais importantes resaultados.
Ver: file:///Users/powerg3/Desktop/UNLibro/Atcon:Atcon/Freyre:Atcon.html, consultado el 19 de marzo de 2006. El
artículo es escrito en 17/1/1984 y reseña el lanzamiento de un libro de Atcon sobre el problema nuclear, con elogios y
prólogo de Gilberto Freire, con quien luego aparece Atcon en un seminario de tropicología escribiendo nada menos que en
torno a la “Brasileidade”, en:
sofile: Users powerg3 Desktop UNLibro Atcon:Atcon FGF 20 7C 20Seminário 20de 20Tropicologia.html
29
http://www.uag.mx/nexo/marzo05/humanista.htm, consultado en marzo 18 de 2006.
16

En una lectura nueva sería demasiado cómodo dejarse arrastrar por la polarización de la guerra
fría (toda la propaganda FIDE de lado y lado) o por la polaridad subsiguiente a la caída del muro de
Berlín. Y muchos matices han de emplearse aún si se toma el período de la guerra fría porque es muy
distinta la visión de “palomas” propia de la Alianza para el Progreso en su primera fase (1961 a 1965)
de la etapa guiada por lo “halcones” (1965 a 1970) más propia de la intensificación de la guerra de
Vietnam con el presidente Johnson. Aunque supongamos que las fronteras entre la una y la otra hayan
sido porosas.
Las mismas advertencias se precisan para juzgar el período llamado “neoliberal” iniciado por
Tatcher (1979) y Reagan (1989), pues a tiempo que éstos exhiben el catecismo del mercado como
supremo auto-regulador, arrastra la época, no lo olvidemos, aunque en forma ambivalente, el legado de
Carter y de toda la renovación que en su mandato se hizo de los derechos humanos en el marco del
bicentenario de la Revolución de 1776. La historia como las partículas elementales no es nunca
unívoca.
La interpretación teórica del espíritu de la época de la Alianza para el Progreso podría remitirse a
Talcott Parsons en un ensayo poco advertido, pero iluminante de 1958: “Algunas Reflexiones sobre el
30
marco institucional del desarrollo” . El enfoque de los halcones en cambio se formularía de modo
31
teórico en un libro de Huntington publicado una década después , el mismo autor que ahora ha
suscitado un debate mundial con El conflicto de las civilizaciones32.
Parsons había participado en los grupos asesores de los Estados Unidos consultados por
anticipado por el Departamento de Estado para que el curso del “post-conflicto” de la segunda guerra
mundial no repitiera los errores del Tratado de Versalles. En tres ensayos había trazado diagnósticos y
pronósticos sobre Alemania y Japón, conducentes al Plan Marshall y a la estrategia para incorporar a
Japón a la órbita de “occidente”33. Con el enfoque sistémico propio del teórico incluía en ellos el papel

30
Fue una conferencia pronunciada en un Simposio en Jerusalén, con el tema: “El reto del desarrollo”, celebrada en 1957. El
ensayo”Algunas reflexiones sobre el marco institucional del desarrollo económico”, figura en el libro de Parsons, Talcott
(1966), Estructura y procesos en las sociedades modernas, Madrid, Instituto de Estudios Políticos y fue reproducido en el
Departamento de Sociología de la Universidad Nacional como lectura adicional número 402 de circulación interna en
1967.
31
Huntington, Samuel P. 1968. Political Order in Changing Societies. London, Yale University Press.
32
Huntigton, Samuel P (1997), El Choque de Civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial. Paidós. Barcelona.
33
Parsons, Talcott (1942), “Some sociological aspects of fascist Movements”. (1945), “The Problem of controlled
institucional Change: an Essay in applied Social Science”. (1946), “Population and the Social Structure of Japan”, ensayos
reimpresos en Parsons, Talcott (1949), Essays in sociological Theory Pure and Applied, New York, The Free Press, edición
revisada y ampliada en 1954. Hay traducción española.
17

de los intercambios intelectuales para modificar no sólo las condiciones económicas sino las
configuraciones culturales.
En el ensayo de 1958 Parsons se movía entre muchos dilemas. Un programa de cambio debería
promover una modernización democrática de los países “sub-desarrollados”, que evitara el
mantenimiento del orden tradicional pero también la atractiva opción del comunismo. Para ello ofrecía
un marco de cambio institucional que superara tanto el determinismo económico como el cultural. Se
procedería a un programa de transformaciones en todos los frentes apoyándose en elites empresariales
e intelectuales proclives a los valores “modernos”, que transformaran el tradicionalismo rural, político
y cultural. La intervención externa debía proceder con mucha cautela para evitar que a estos agentes
internos se los tachara de antinacionalistas.
A diferencia de Parsons, el giro de Huntington reflejaría el cambio de política que ya se había
anticipado en la crisis de los misiles (octubre 1962); en la caída de Joao Goulart en 1963; en la
intervención en República Dominicana en 1965; en el golpe militar contra Allende en 1973; y en el
siguiente apoyo a las dictaduras militares en el cono sur. Todo ello en el contexto de la intensificación
de la guerra fría, los conflictos universitarios de los años sesentas y el fin de la guerra de Vietnam.
No hay que olvidar que el fin de la guerra fría con la perestroika y la caída del muro (1989) fue
decidido no tanto por el sólo poder de demostración del mercado abierto, ni por los rezos de Juan
Pablo II, ni por el puñetazo certero de Walessa, como por el éxito estratégico de los Estados Unidos en
la supremacía tecnológica. La gran partida de ajedrez se había iniciado con la apertura rusa de la
explosión de la bomba atómica en 1952 y con las tremendas complicaciones del juego medio en la
colocación del primer sputnik ruso en el espacio (1957). Esto representó un inmenso desafío para los
Estados Unidos sorteado con una enorme demanda militar y tecnológica a las universidades que
derivaría en la crisis de la universidad norteamericana de los años sesentas, tan bien descrita en un
análisis clásico de Parsons, The American University 34.
Al cabo tanto la nueva fase de globalización iniciada con internet (1992), como su carácter
relativamente poli-centrado y trans-dependiente se deben a la densidad de la sociedad del
conocimiento, así se aplique a la seguridad (1.000 millones de dólares al año en los países post-
industriales) o a la producción, distribución, consumo. Enormes éxitos de Irlanda, Finlandia, China,
India, Australia, Corea, Brasil y Japón obedecen a la investigación y desarrollo tecnológico, el cual

34
Parsons, Talcott (1974), The American University. Massachusetts, Harvard University Press.
18

depende en muy alta proporción de la configuración de las universidades y de su correspondencia con


el aparato productivo. Sin este alfabeto del mundo contemporáneo nada se podrá descifrar.

6. El nuevo manifiesto o el neo-catecismo de Rudolph Atcon.

Todo Cristo necesita un San Pablo. El mismo Marx ofició en El Manifiesto como redentor y
portavoz de la palabra, aunque contara con su Engels. En el caso de América Latina la nueva cruzada
con el evangelio del Desarrollo y de la Planeación y amenaza de Apocalipsis, fue presentada por el
prestidigitador Atcon con un estilo elegante y contundente. La mimesis con El Manifiesto, irritante
para “la izquierda”, es sorprendente aunque con toda probabilidad sea casual, dictada como en toda
prédica por el espíritu militante de los tiempos. Así como el clásico inicia con “Un fantasma recorre a
Europa…”, el texto de Atcon abre con expresiones fuertes y también sombrías:

Latinoamérica está resuelta a industrializarse. Nada puede detener este proceso. Pero
muchas cosas pueden salir mal cuando todo un continente busca a ciegas mecanismos nuevos
que le permitan a un pueblo dividido, de 200 millones de habitantes, transformar una sociedad
tradicional no muy uniforme en una comunidad moderna de crecimiento económico dinámico. 35

Quizás impregnado en parte del espíritu de suma-cero propio de América Latina pero también
por el todo o nada de la guerra fría, el estilo de Atcon adopta el tono catequístico y docto propio para
la remisión de renovados indígenas. Nuevos catecismos de Astete: no hay que olvidar que el arquetipo
de los catecismos fue publicado en 1599 inficionado por un espíritu militante en tres flancos:
protestantes, turcos e indígenas remisos.
¿Cómo reducir una región tan compleja y diversa como América Latina y el Caribe a un sólo
patrón? ¿Cómo trazar un solo corte para universidades tan distintas? Por más que Atcon experimentara
en Brasil, Chile o Santiago, el vestido saldrá con mangas de menos. Aunque se pretenda mirar desde
abajo por inducción, el discurso aparecerá por fuerza como deducción de una mirada tan lejana como
la de un Dios. El imperio no admite vacíos. El discurso es tajante. No hay como en los catecismos
sombra de duda. Como en El Manifiesto la verdad está allí como dogma infalible. Se demuestra en una
oratoria carente de condicionales y preguntas esa aburrida pretensión moderna de ocupar el lugar que
dejó la muerte de los dioses.

35
Atcon, 2004, p. 7.
19

Y no obstante, al pasar más allá del fastidio por el tono y por el mandato, un lector sereno no
dejará de hallar no pocas sorpresas. Como Parsons, Atcon critica el determinismo económico que así
sea aquí determinismo económico de “derecha” hallará su equivalente vulgar en el economicismo de
“izquierda”. Aunque no cita a la CEPAL pudiera referirse al canónico modelo, como también a la
planeación que provenía del Banco Mundial, uno de cuyos primeros modelos fue el de Colombia por
medio de Lauchlin Currie, ejemplo de esos milagros raros de aclimatación que suceden en este país.
Con un enfoque sistémico aunque menos refinado y cuidadoso que el de Parsons, Atcon
argumenta la importancia de un enfoque estructural del desarrollo. El autor menciona en su apoyo al
36
profesor de economía de la Universidad de Chicago Theodore W. Schultz (1902-1998 ) para
37
sustentar la importancia concedida al “factor humano” . La cita, que es crucial en el argumento de
Atcon es sorprendente para la época, porque aunque entonces Schultz tuviera 59 años su nombre sólo
ganaría panorama cuando se le concediera el premio Nóbel en 1979 por un libro publicado ocho años
antes donde ya se acuñaba la teoría del “capital humano” 38. Pero más aún, salvo excepciones su teoría
sólo circularía en los organismos internacionales después de que su discípulo Gary S. Becker
39
obtuviera el premio Nóbel en 1992 por un libro de 1975 . Atcon resultó profeta.
Una segunda sorpresa es hallar en el libro de Atcon una analogía heurística que Talcott Parsons
40
apenas comenzaba a balbucear entonces . En Parsons, se expresará con mucho más sutileza que en
Atcon: los valores culturales son al cuerpo social como el código genético al cuerpo físico 41. En Atcon
se ofrece con la síntesis propia de todo evangelio:

Supongamos que la universidad es al organismo social lo que el sistema genético es a un


organismo vivo 42.

No disponemos de tiempo para seguir en detalle todo el razonamiento de Atcon. Basten unas
cuantas anotaciones dirigidas a provocar interrogantes, admiraciones, confusiones y quizás protestas.
La crítica a la universidad tradicional de América Latina pese a ser una caricatura, es atractiva para

36
http://www.econlib.org/library/enc/bios/Schultz.html, consultada el 20 de marzo de 2006.Ver también: Schultz,
Theodore 1971. The Human Capital. The Free Press.
37
Lo mismo, p. 12, expresión usada a lo largo de todo el texto.
38
Ver también: Schultz, Theodore 1971. The Human Capital. The Free Press.
39
http://www.econlib.org/library/enc/HumanCapital.html, consultada el 20 de marzo de 2006.
40
Parsons, Talcott (1979) Autografía Intelectual. Bogotá, Tercer Mundo (Traducción de Gabriel Restrepo).
41
Parsons, Talcote, (1966) Societies. New Jersey, Prentice Hall.
42
Atcon, 18.
20

quien ve a distancia superposiciones. Y sería lapidaria si el lector no identificara a Atcon como un


outsider y no como cualquier outsider. Porque una cosa es decir una verdad en casa y otra de fuera. En
muchos aspectos su diatriba a tono con el lenguaje catequístico sería equivalente a lo que los
43
estudiantes de la Reforma de Córdoba habían denunciado en 1918 . Sólo que con un grandísimo
“pecado” y es que Atcon se atreve a criticar también a los críticos, a los herederos (¿el “movimiento
estudiantil¨?) de la Reforma de Córdoba. Todo el andamiaje colonial y las pelucas virreinales
camufladas en sastres republicanos con sus títulos, bártulos, mamotretos, cátedras, autonomías,
doctores, facultades, escuelas, protestas, alzamientos, grandilocuencia, politiquería, cachifos, cachacos,
pepitos, patanes, mochuelos y demás explota en las páginas de Atcon, irritantes por referirse a hechos
incómodos pero meridianos. Quien lea Historia de un Alma de José María Samper, uno de nuestros
clásicos, y luego de ello el libro ya citado de Quiróz quizás comience a tomar distancia de tanta
picaresca estudiantil.
Muchas páginas de Atcon son ejemplares y deberían releerse. Ponerse en la pesa del cerebro más
que en la del corazón. Por ejemplo las referidas al éxito y al fracaso del Instituto del premio Nóbel
argentino Bernardo Houssay, O las dedicadas a indicar que el aprendizaje requiere disciplina,
constancia, coraje. O las sugerencias que permiten arriesgar una hipótesis: que el deporte preferido del
“movimiento estudiantil¨ en América Latina es la política con minúscula y que por ella se sacrifican la
ciencia, la creatividad e incluso la crítica en cuanto demanda fundamento sólido y disciplina de años.
No es fácil discernir el grano de la paja en Atcon. El libro es tan escurridizo como el autor. Vale
la pena en todo caso releerlo. Por mi parte encuentro que las soluciones propuestas, por ejemplo los
estudios generales, son sustentadas de un modo tan flojo que quizás causaron más daño que beneficio,
por el tono dogmático, el carácter de receta, la presentación gratuita y la falta de fundamento histórico.
No obstante, si uno relee el libro de Atcon junto al de Magnusson y, más allá de ellos, con algunos
44 45
libros históricos sobre la universidad en el mundo y en los Estados Unidos , podrá atreverse a
formular una pregunta que tal vez pareciera a muchos ingenua, pero en la cual el autor de este prólogo
encuentra un diagnóstico clarividente: ¿por qué tanto amor profesado de modo supuesto por tantos
estudiantes y por el llamado “movimiento estudiantil” a la Universidad Nacional a lo largo de la
43
Cuneo, Dardo (s.f.), La Reforma Universitaria. Caracas, Ayacucho.
44
Por ejemplo, en la obra de Joseph Ben -David.
45
El libro citado de Parsons; el excelente de Morison, Samuel Eliot (1963), Three centuris of Harvard. 1693 - 1936,
Cambridge, The Belknap Press of Harvard Unhiversity Press, un libro que está en la Biblioteca Central de la Universidad
Nacional y que en marzo 15 rescaté de los libros de baja consulta, pues sólo figuran tres préstamos, dos al autor de este
prólogo el 16 de octubre de 1975 y el 27 de junio de 1977 y una a un discípulo, en 1999. Ver además el libro ya citado de
Henry Adams.
21

historia no se ha representado en monumentos que los exalumnos hayan erigido como agradecimiento,
en ninguna creación de cualquier fondo para investigación o para becas a estudiantes pobres, en casi
ninguna devolución a la Universidad Nacional de algún tributo efectivo de reconocimiento por la
educación recibida?
Si los enojados responden que esto sería descargar al Estado de su obligación de ofrecer
educación gratuita no podría argumentar nada en contra distinto a una carcajada.

7. La recepción del modelo de universidad de Estados Unidos en Colombia y la posición de


Magnusson frente a Atcon.

Es posible que los modelos de la universidad colombiana sean una especie de palimpsesto muy
inconciente de referentes españoles y franceses. Y en mucho menor medida ingleses: no hay nada
parecido a Oxford o Cambridge, ni al culto por los clubes y deportes, ni al ocio para la indagación libre
que el historiador sigue en Newton o el crítico literario en el elogio de Mallarmé a estos centros de
“nada” por consagrar el ocio del puro pensar; y muy poco de los alemanes: escasos indicios de
seminarios, ausencia de esa disciplina casi enfermiza; y muy, pero muy poco de los norteamericanos.
De todas las posibles influencias, la de Estados Unidos es la menor y no sólo la menos
comprendida sino la más resistida. Y ello pese a que desde mitad del siglo XIX como lo señala Franz
Safford la elite comenzó a formarse en universidades de Estados Unidos, por alguna razón en
46
California . Pero esto se asimiló apenas en forma parcial en la ingeniería y en la creación de la
Escuela de Minas y no como modelo integral de educación superior 47. Los filtros son conspicuos.
Se necesitaría esperar hasta la creación de la Universidad de los Andes en 1948 para vislumbrar
una mimesis de la Universidad de Estados Unidos. Una mimesis imperfecta porque como lo señalan
con no poca ironía Magnusson y algunos autores citados por él es tanta la gravitación parroquial que
incluso una institución nueva sin cadenas de fantasmas termina desvirtuando los principios del modelo
para acomodarse a tradiciones criollas. Como se puede comprobar hoy.
En cambio la influencia de los Estados Unidos en otras órbitas, como la industria o los servicios
ha sido „inmensa, lo cual muestra una notable asimetría entre la realidad económica y la cultural.

46
Safford, Frank (1989), El ideal de lo práctico. El desafío de formar una élite técnica y empresarial en Colombia.. Bogotá,
UN y Ancora.
47
Ver en este sentido los magníficos libros de Alberto Mayor.
22

Colombia no se ha limitado a imitar. Aunque parezca sorprendente el país fue pionero en muchos
programas a escala de América Latina y el Caribe y en algunos casos del mundo, menos en la
educación superior. Ejemplos: la educación por radio de Acción Cultural Popular en 1948; la
planeación económica del Estado con Lauchlin Currie en 1950; la planeación educativa de la cual fue
primera a escala mundial en 1957 como está bien comprobado; la educación laboral por la creación del
SENA en 1957; la escuela nueva entre sesentas y setentas; la organización del crédito educativo a gran
escala con la visionaria fundación del ICETEX en 1950, una historia muy apasionante que he esbozado
en un libro poco reseñado donde examino estos temas 48.
En particular habría que destacar allí el papel visionario de Gabriel Betancur Mejía, un
conservador (el padre de Ingrid Betancur) que mucho antes que se hiciera corriente la teoría del capital
o del factor humano había apostado por la transformación del país a través de la educación. Muchas de
las soluciones mencionadas se remontan al plebiscito por la paz del primero de diciembre de 1957 que
concedió el voto a la mujer y ordenó elevar a 10% el gasto en educación del presupuesto nacional:
hecho crucial que demuestra que una voluntad colectiva puede traducirse en creación de instituciones
nuevas que realizan una revolución de fondo sin sonajeros, pancartas, ni efusiones sangrientas.
Todo ello explica por qué el libro de Atcon haya sido publicado en Colombia en la Revista Eco
en 1966. Había resonancias. Suponemos que en esa decisión ejerció influencia Pedro Gómez
Valderrama, protagonista como Ministro de Educación de la reforma Patiño y puente entre la elite
culta de Mito y los cambios en la Universidad asociados también a la figura de otro integrante de Mito
y que fuera jefe de planeación de José Félix Patiño y luego director de COLCULTURA, Jorge Eliécer
Ruiz. El libro de Atcon debió servir en algunas dimensiones para plataforma de la política de cambio
de la Universidad pese a que en muchos puntos Patiño se separara de los diagnósticos y de las
soluciones.
Por su parte, Magnusson se apoya en muchos temas de Atcon pero difiere no poco. En las
páginas iniciales del libro zanja terrenos con una expresión contundente referida de modo explícito a
Atcon como “predicador experto”:

En realidad, los aspectos compartidos por las universidades de América Latina son muchos
y son ampliamente lamentados. Pero para alguien preocupado por la reforma institucional, esta
observación no nos lleva más allá de un diagnóstico de “resistencia natural al cambio”. Y lo que

48
Restrepo, Gabriel y otros (1998). Saber y Poder. Socialización política y educativa de los colombianos. Bogotá, ICFES,
tres volúmenes.
23

ha hecho este diagnóstico es alimentar una especie moderna de predicador experto que de gira
en gira revolotea sin fin denunciando los mismos pecados pero sin ofrecer mayor cosa en cuanto
a un programa para el futuro. No sin sorpresa entonces la universidad errante como el borracho
de pueblo en un encuentro de curación exhibe periódicamente su arrepentimiento público, pero
con frecuencia se la encuentra al día siguiente en recaída.

Allí mismo Magnusson expone el diseño teórico de su examen: la construcción institucional. Se


trata, como insiste en reiterarlo, de una teoría probable, por ello mismo falible; un ensayo de
interpretación, que por fuerza es incierto. Magnusson asume la complejidad y lo aleatorio del mundo y
de las instituciones. Se comporta como un científico que enarbola la duda y no el dogma. Así lo señala
en el primer párrafo de las conclusiones:

Al terminar este recuento de la reforma de la Universidad Nacional de Colombia, ¿qué


conclusiones se deducen? La primera es que cualquier esfuerzo por encajar las lecciones de esta
compleja experiencia en recetas administrativas probablemente derive en declaraciones tan
generales que serían pueriles y por tanto inútiles. Se mantiene la esperanza de que “pueda
desarrollarse una teoría de construcción institucional que ayude a explicar, predecir y en último
término, controlar la acción en algunas las circunstancias que afronten los innovadores” 49. Y tal
vez este estudio contribuya al objetivo. Sin embargo, si la teoría intenta abarcar la atmósfera
volátil del denso mundo de la construcción institucional, entonces su promesa será de nunca
acabar. En el mejor de los casos podríamos vislumbrar refinamientos muy graduales en aquellas
ciencias que sirven de auxiliares a nuestro propósito.

8. La interpretación de Magnusson en torno a la reforma Patiño.

Estas expresiones ya develan el método cauto y mesurado de Magnusson. Cuando en una frase un
autor emplea el “tal vez”, el “quizás” y los condicionales estamos en barbecho de pensamiento. Hay
una teoría pero es provisional, siempre falible. Se trazan un panorama y un problema general, el
cambio institucional de las universidades, pero el autor muestra una atención concentrada en casos
específicos mediante un análisis de relojero de los engranajes de la Universidad Nacional. Ni
deducción del cielo como en Atcon, ni empirismo chato, sino movilidad de la imaginación para hilar
del caso hipótesis y sugerencias generales o para derivar del modelo perspectivas de indagación.
Atmósferas más que cristales. Probabilidades y no leyes absolutas. Caminos múltiples, inciertos e
indecisos evitan recetas. Formulaciones tentativas antes que fórmulas tajantes. No por azar Magnusson

49
Esman, Una Evaluación Transitoria, pág. 62.
24

cita en una ocasión al filósofo Whitehead y en particular su “falacia de la concreción mal puesta” que
fuera decisiva para configurar el sistema del joven Parsons.
Todo lo anterior guía también el estilo, uno que enlaza el cultivado wit de los ingleses con la
mejor ironía del pragmatismo educado. Y por simpatía con el medio colombiano añade una picardía
ladina propia de la ironía de carnaval, como cuando se refiere a los dichos colombianos: “Se obedece,
pero no se cumple”; cuando emplea el retruécano en el refrán “donde manda capitán no mandan
marineros” para aludir a situaciones de cogobierno como unas en la cuales “donde mandan marineros
no manda capitán”; o cuando aludiendo a los riesgos de un diálogo sin exigencias con los estudiantes
emplea el fraseo popular: “el que con niños se acuesta amanece mojado”. O cuando retoma frases muy
propias del humor colombiano, entre ellas una de Jaime Sanin: “Todos en la Universidad son
autónomos, menos la Universidad misma.” Pero nunca emplea este saber para derivar condenas o
alabanzas absolutas.
La teoría de la construcción institucional es sistémica como se aviene a una época signada por la
estatura de Talcott Parsons. Lo cita de hecho en una ocasión. Pero su principal fuente es el sociólogo
Philip Selznick de la Universidad de California en Berkeley desde 1952, universidad donde culminó el
doctorado Magnusson. Discípulo de Selznick fue Amitai Etzioni. Selznick había estudiado en
Columbia y fue incluido un ensayo suyo en la Biblia de las ciencias sociales de la era de apogeo de
Parsons: una presentación de la sociología del derecho, campo en el cual alcanzó hace poco una
distinción de excelencia 50. Pero por aquella época era un autor en su madurez media. Y aunque había
desarrollado dos estudios pioneros en sociología aplicada a las empresas y a la administración muy
citados, no era una figura dominante. En realidad en los sesentas la mayoría de sociólogos, no sólo de
Estados Unidos (Mills, Coser, Gouldner, el neoparsonsiano Alexander, el antropólogo Clifford Geerz),
sino también de Europa (Habermas, Luhmann, Giddens, Bourdieu) debíeron empeñarse a fondo con y
contra el Santo Tomás de la sociología moderna, como se lo llamó, para alcanzar una posición propia
relevante.
Y aquí una anécdota: gracias a la genial visión del profesor Darío Mesa al proponer una
sociología “Científica, Nacional y Política” debí ocuparme por una década en luchar con un pensador
que fue un auténtico sparring a distancia, pues mi función en la asimilación del pensamiento universal,
clásico y contemporáneo en el Departamento de Sociología de la UN consistió en enseñar la teoría del

50
Selznick, Philipp (1978) “Sociology of Law¨, en Sills, David, ed (1972), Internacional Encyclopedia of the Social
Sciences. New York, Macmillan, Free Press, Tomo 9, pp. 54-59..
25

funcionalista de quien traduje un libro. Para mondar mi orgullo en esa década terrible del setenta
compartí esta misión con la enseñanza de la sociología rural en agronomía, veterinaria y zootecnia. Y
aunque consideraba enojosos y difíciles ambos asuntos, hoy debo agradecer aquella destinación porque
me afincó un pié en lo raizal, el dramático campo de Colombia, y en lo global por ese inagotable
pensador que fuera Parsons. Con la dificultad que entrañaba exponer en años de catecismos la teoría de
quien era reputado como artífice intelectual del neo-imperialismo. Por aquel “azar” he llegado a
comprender dos de los problemas más cruciales del Colombia: el campo y la educación.
Magnussons cita a Selznick en cinco ocasiones. Aunque la teoría de la construcción institucional
era entonces acuñada por una gran cantidad de científicos sociales y de universidades en esa “masa
crítica” propia del sistema universitario de los Estados Unidos, las directrices provienen de Philip
Selznick y de Chester I. Barnard, el autor que en la teoría de la administración inició una época muy
distinta al taylorismo.
No vamos a resumir lo que el lector hallará en estas páginas. Lo principal es que Magnusson y
otros acuñan una perspectiva para observar con mucha atención dimensiones como el liderazgo, la
“doctrina”, el programa, los recursos, la estructura institucional y los vectores internos y externos
relacionados con una propuesta de cambio estructural.
Selznick es un autor que hoy en su plenitud ha ganado enorme reconocimiento nacional e
internacional con evoluciones que lo han llevado, como a Alain Touraine, a hallar un campo
intermedio, ni ecléctico, ni simple, entre el neo-liberalismo y el neo- comunitarismo. Dos dimensiones
de Selznick son cruciales en la teoría de la construcción institucional que usa de modo creativo
Magnusson: el liderazgo, aquí con el sesgo sugestivo de la capacidad carismática del líder para
movilizar la fuerza de los mitos (en Patiño, integración y desarrollo, pero además, como se ha
indicado, una personalidad magnética, con enorme carácter, persistente) y las reflexiones en torno a la
negociación y cooptación en procesos de cambio institucional. Esto está presente en el análisis de la
UN cuando examina el desfiladero que transitó José Félix Patiño entre el abismo de un gobierno
precario como el de Guillermo León Valencia y el despeñadero de un “movimiento estudiantil” inflado
por la esperanza de revolución inmediata, con muy precaria “gobernabilidad” externa e interna.
El lector hallará en estas páginas un tratamiento muy delicado de la reforma Patiño, de las cuales
emerge la conclusión de un gran cambio inicial. Hay por supuesto vacíos como en cualquier libro. No
se nos dice por qué la integración falló allí donde el rector era un líder: las ciencias de la salud. No se
indica por qué los estudios generales comunes a una Facultad nunca prosperaron. Magnusson cae
26

también en el complejo adánico que observa en José Félix Patiño: la relativa ignorancia de la historia
previa. Por fortuna, como hemos sugerido, el profesor Jaime Eduardo Jaramillo ha escrito un
magnífico ensayo en torno a la reforma que afrontó con éxito uno de los rectores de mayor duración
en la Universidad Nacional, Gerardo Molina.
Faltarían libros como el de Magnusson para otros períodos previos y siguientes. Un ejemplo
podría ser la figura de Julio Carrizosa Valenzuela, un rector que junto con Víctor Manuel Moncayo ha
sido de los más duraderos en la UN. Julio Carrizosa fue rector en un gobierno liberal y pasado un
tiempo en uno ultra conservador51: un estudio de su rectoría quizás mostraría la capacidad de maniobra
de la Universidad Nacional para sobrevivir a conflictos políticos agudos. En otro sentido la historia de
la UN en los años más oscuros de los setentas merecería un cronista titánico porque la simple
indicación de un calendario es tarea casi imposible en años de cierres, cortes, expansiones,
contracciones, penurias: fue la época en la cual la UN en verdad se halló al filo de la desaparición. Si
no naufragó fue porque una buena parte de los profesores de tiempo completo por cuyo nombramiento
había abogado José Félix Patiño y posible gracias al empoderamiento financiero, mantuvo con
madurez y denuedo un rumbo en medio de la tempestad .
Hoy se puede comparar la UN en perspectiva con mucho provecho en relación a la época de José
Félix Patiño. Ha ganado en estabilidad; en autonomía real; en diferenciación; en reconocimiento; en
calidad académica como se muestra en los resultados de los ECAES; en asidero nacional con sedes en
las fronteras y programas para estudiantes indígenas y de municipios pobres; en relevancia
internacional; en planeación de mediano plazo; en conciencia histórica; en producción intelectual,
publicaciones y medios de difusión; en estudios interdisciplinarios; en crecimiento de maestrías; en
estudio crítico y plural del país; en investigación; en extensión universitaria; en administración; en
generación de recursos propios en una proporción importante de su presupuesto; en el fortalecimiento
de lo que Parsons llamó el sector académico: las ciencias puras y las ciencias sociales 52; en formación
de profesores. En parte todo ello se debe a que en uno de los muchos momentos de vida o muerte José
Félix Patiño encarnó un programa de cambio muy bien descrito con todas sus ambivalencias por
William Lee Magnusson y a la estabilidad en la dirección universitaria desde 1978 y con mayor razón
desde 1988, posible en buena medida por la madurez del cuerpo docente.

51
Ver el anexo con la lista de rectores desde 1935.
52
Parsons, 1974.
27

Con todo, como hemos indicado y examinaremos adelante, en medio del inmenso cambio hay
una permanencia que no es sólo del orden de la vocación, sino también del impedimento. Lo que
subsiste realizándose cada vez con mayor intensidad es el ideal que inspiró su creación: servir como
medio de integración cultural de una Nación con un alto grado de complejidad y de diversidad
regional. El impedimento radica en la resistencia a adoptar de modo creativo fundamentos ineludibles
de la universidad del siglo XX que, gústenos o no, fueron establecidos en los modelos de universidad
de Estados Unidos.

9. Ambivalencias del legado de la Reforma Patiño.

No hay legado que no sea ambivalente. Una palabra indoeuropea resume los dos significados de
cualquier herencia como Gift, que en inglés es regalo y en alemán veneno. De la reforma Patiño quedó
muchísimo don y algo de daño. El regalo fue el empoderamiento institucional cuando se corría el
riesgo de perecer. Lo que fue posible por medio de una organización que todavía es, con virtudes y
defectos, el fundamento de la UN expresado en Facultades que integran cada una múltiples
departamentos.
El defecto se manifestó en dos formas: un modelo de negociación que rozó lo venial con el
llamado movimiento estudiantil, inevitable entonces como emulación civil con el modelo casi
irresistible de Camilo Torres Restrepo, pero que en la sucesión, a falta de un carisma semejante de los
rectores siguientes, derivó en una suerte de chantaje permanente a las autoridades de la universidad
hasta llegar al colapso del cogobierno y a la dinastía de los Tres Luises. Esto está muy bien sugerido en
el libro de Magnusson: Patiño estaba forzado a un toma y dame con los estudiantes para realizar los
cambios, pero ello entrañaba no pocos riesgos.
Un comentarista citado en el libro de Magnusson se pregunta qué hubiera pasado si la Iglesia
hubiera concedido licencia para que Camilo Torres Restrepo fuera rector de la Universidad. Pero
también cabe imaginar qué hubiera ocurrido de haber convergido en un mismo sentido el reformismo
carismático de José Félix Patiño en la rectoría, la abogacía por el cambio social de Camilo Torres
Restrepo con su programa de extensión MUNIPROC dirigido a la lucha contra la pobreza y el
activismo ilustrado de Orlando Fals Borda.
La segunda consecuencia negativa no prevista provino de las simplificaciones culturales
derivadas de la promoción del modelo universitario norteamericano sin tomar en cuenta diferencias
28

culturales. Tanto Atcon como Magnusson pecaron por falta de historia comparativa. Ausencia
gravísima por muchas dimensiones a las cuales nos referiremos en la siguiente sección. Por ahora basta
citar un equívoco resultante de ello. Una de las fórmulas felices tanto de Atcon como de Magnusson
recetaba: residencias y comedores en el mismo campus para hacer vida plena en la Universidad.
A quienes esto postulaban se les olvidaban dos cosas: primera, que el agonismo y antagonismo
juvenil en la vida universitaria en Estados Unidos se resuelve en estudio, deporte y una moderada
francachela, mientras que en América Latina el mayor entretenimiento suele ser por tradición la
algarabía militante y la fiesta. Segunda, que en un país con extremos grados de pobreza, pero también
de corrupción y fanatismo, ofrecer mínimas condiciones de vida para los estudiantes deriva fácilmente
en demagogia para que la universidad solucione lo que no puede hacer por sí misma: inmensas
ausencias de comida y de cama para una buena proporción de la población.
El resultado en ambos casos fue una picaresca no imaginada en el Guzmán de Alfarache.
Negocios por debajo de cuerda en el subarriendo de cuartos a población no universitaria con usos
inimaginables; francachela y robos por muchos costados en la compra y distribución de alimentos;
demagogia para reclamar comida gratis o a precios irrisorios. En suma, falta de autorregulación para
usar con libertad y seriedad beneficios que no pueden recibirse sin responsabilidad a cambio.
La reticencia quizás inconsciente que mostró Marco Palacios a apoyar la traducción del libro La
Reforma Patiño debió ocurrir porque a él le correspondió bailar con la más fea: acabar en su primera
administración con este legado no previsto de la Reforma Patiño en una operación donde no eran
posibles diálogos o transacciones. Asumió costos personales a un gran precio siendo él uno de los
historiadores más lúcidos y críticos de la cultura política colombiana.
Aquí debo confesar que estuve a un paso de cometer un gran error. Cuando un grupo de
estudiantes se tomó el bloque de residencias del Edificio Santander en febrero de 1993, la primera
residencia desde la construcción de la ciudad universitaria, yo llegaba de una “salida de campo” que
había hecho con un grupo de estudiantes de sociología de la cultura al carnaval de Barranquilla.
Ingresé al edificio y ofrecí quedarme allí en un gesto de solidaridad. Pero bastó poco tiempo para
apreciar que había una distancia enorme entre la visión de los ocupantes y mi propuesta del carnaval
53
como remedio al sectarismo . De haber permanecido hubiera puesto en grave riesgo la estabilidad

53
De ello hay constancia en un escrito en mis archivos, titulado “La llave, una vez más”, de 1 de agosto de 1993: “Pero es
que el „movimiento estudiantil` parece encandilado por el fracaso. De fracaso en fracaso, hasta el fracaso final. ¿Hubo
organización? A quienes tendieron la mano, rechazaron. Si las capillas de los académicos o de los administradores muestran
una proclividad por la endogamia o por el incesto, no menos ocurrió con los `últimos mohicanos‟ de residencias. Se
29

que la Universidad Nacional ha obtenido con mucho empeño en su dirección desde Ricardo Mosquera
hasta Ramón Fayad, una continuidad que es semejante a la que ha producido una transformación en la
administración de Bogotá. Y de paso me hubiera impedido participar en una obra que hicimos
entonces con el grupo de estudiantes de sociología de la cultura: trabajar en sentido teórico y práctico
los temas de carnaval y fiesta y derivar fundamentos para una experiencia que en parte seguía los
mismos caminos abiertos por Camilo Torres Restrepo con MUNIPROC y que ensayé en el proyecto
ParticipArte, para entresacar luego innovaciones y conceptos pedagógicos que estimo inéditos. Aunque
conté con no poca incomprensión, en retrospectiva agradezco a la UN la relativa tolerancia para
soportar caminos disidentes.
Pero para retomar los saldos de la reforma de José Félix Patiño, digamos que de su propuesta
inicial nunca prosperaron los estudios básicos comunes a una Facultad, algo que debe pensarse en
razón de una diferencia enorme en la evolución de la universidad colombiana y latinoamericana y el
camino inédito que abrieron los Estados Unidos en la organización compleja de la educación superior a
en el último cuarto de siglo antepasado. En la brevedad de un prólogo no se puede suplir el vacío de
Atcon y de Magnusson relativo a la ausencia de una historia comparativa de las universidades sujetas a
los programas de cambio dirigido (las de América Latina) y de las universidades que ambos toman
como modelos sin estudiar su génesis y desarrollo (las de los Estados Unidos). Pero es ineludible
trazar al menos algunos hitos para esta comparación.

10. Hitos para un examen comparativo de sistemas universitarios diferentes.

El año de 1918 fue significativo para el continente americano en el plano de las ideas porque
ocurrieron dos hechos cruciales y de un signo muy diferente: en América Latina se produjo la
Reforma de Córdoba y en Estados Unidos al cierre de la primera guerra mundial se había configurado
un modelo universitario propio. Influido por tradiciones inglesas, francesas y alemanas, tal modelo
introdujo principios y modos de organización del todo nuevos. Aunque este modelo surgió en muchos
frentes (Chicago, Yale, Princeton, Columbia entre otras), la Universidad de Harvard marcó muchos
derroteros decisivos.

enconcharon luego fue fácil que les quitaran la colcha. ¡Así no! ¿Se sacarán algunas lecciones de ello? ¿Se aprenderá por
fin?”
30

El cambio se había iniciado en 1869 con la rectoría del Presidente Eliot, un químico entonces de
54
35 años que había viajado por el continente europeo examinando distintas universidades . Eliot
impulsó con tenacidad cambios decisivos contra muchas resistencias ¡durante un período de 40 años
hasta 1909 55, que sería seguido por Abbot Lawrence Lowell entre 1909 - 1933! En casi dos tercios de
siglo sólo dos Presidentes, en tanto que en la UN en un período de 61 años contados desde 1936
hallamos 67 rectores.
La innovación más importante lograda por Eliot consistió en el sistema electivo que es el que con
muy poca explicación histórica propusieran en un tiempo la Universidad de los Andes, Atcon y el
mismo José Félix Patiño como estudios generales. La principal contribución del sistema electivo en la
historia mundial de la universidad consistió en conciliar el ideal de la libertad de enseñanza de los
maestros con la libertad de aprendizaje de los discípulos.
Para comprender esta innovación debería recordarse que los cambios en la filosofía y estructura
de la universidad desde su creación han sido en muchas ocasiones resistidos. Y no se producen con
facilidad. Por ejemplo tomó seis siglos armonizar la función más tradicional de la universidad, enseñar
la tradición, con otra emergente en la modernidad significada en romper la tradición por medio de la
investigación. La investigación sistemática y crítica, una invención moderna, debió refugiarse en
Academias antes de ser incorporada en la universidad gracias a la visión de los ilustrados alemanes. No
obstante ello ocurrió allí en institutos y no fue fácil vertebrar orgánicamente la docencia con la
investigación, como no lo es en ninguna parte, salvo que también en los Estados Unidos los doctorados
ofrecieron un medio de potente sinergia.
Otro tanto ocurriría con otros saberes y prácticas que surgieron en la modernidad decimonónica
como las ingenierías, las profesiones auxiliares de la salud, el trabajo social: en Francia y Alemania
debieron crearse fuera de la universidad en politécnicos o en institutos separados, hasta que por la
impronta pragmática de los Estados Unidos hallaron legitimidad académica. Proceso que no fue
empero fácil porque la tradición clerical de la universidad norteamericana sospechaba de las
actividades prácticas, lo mismo que de la investigación crítica. A Eliot se lo acusaba de reducir la
universidad a un politécnico (como se ve, la sospecha no ha sido sólo tropical). Superando la tensión

54
Para este pasaje, ver la obra ya citada de Morison, lo mismo que las obras de Joseph Ben-David. La parte relativa del libro
de Morison es The Olimpian Age: 1869-1933 los capítulos XIV, President
Eliot, y XV The harvest season. El capítulo de Eliot va de páginas 321 a 399.
55
El Presidente siguiente de Harvard sería Abbot Lawrence Lowell, quien profundizaría los cambios de Eliot y ejerceria de
1909 - 1933. ¡En 64 años, casi dos tercios de siglo, sólo dos presidentes!
31

entre lo clásico y lo moderno, el modelo que propuso Eliot amplió el concepto de universidad en el
sentido de universalidad de saberes y de prácticas.
Con ello se profundizaba también el principio electivo pues la universidad se ofrecía como
albergue a todas las vocaciones en todos los ámbitos fueran científicos, tecnológicos, humanísticos,
religiosos, estéticos o profesionales. Pero el principio electivo entrañó otras dos innovaciones
extraordinarias. La primera establecer un equilibrio entre la competencia y la cooperación.
Competencia porque al ofrecer a los estudiantes la posibilidad de organizar su plan de estudios dentro
de múltiples opciones y bajo algunos parámetros, las distintas unidades de docencia debían empeñarse
en atraer a los mejores estudiantes rivalizando entre ellas. Algo que no ha ocurrido por lo general en
las universidades de América Latina donde los estudiantes se amarran desde el comienzo a una
profesión determinada y a profesores y clases en un plan de estudios con poca flexibilidad.
Pero la competencia se morigeró en la innovación de Estados Unidos con la gracia de la
cooperación. Dado que los estudios iniciales son de un carácter relativamente general en el marco de
un conjunto de saberes agrupados en una Facultad, profesores de distintos departamentos se obligan a
acordarse para brindar perspectivas integradas más allá de las especificidades de la disciplina o
profesión, que se reservan a los estudiantes luego de los dos años de estudios iniciales en el ciclo
profesional. A lo mismo contribuye la ductilidad que existe entre saberes y disciplinas, que en algunos
casos, como en el experimento de Talcott Parsons al establecer un Departamento de Relaciones
Sociales en Harvard en el cual se aliaban la sociología, la antropología y la psicología, sirvió de
laboratorio para la génesis de su teoría de un sistema social integrado 56.
La segunda innovación correlativa al principio electivo consistió en conciliar dos funciones que
no siempre son fáciles de armonizar, por lo cual en muchas ocasiones reaparecen como dilemas:
educar en términos de un saber general, lo que los alemanes llaman Bildung, o formar especialistas en
una disciplina o en un campo limitado del saber, lo que ellos denominan Beruf. La conciliación se
realizó mediante la graduación de la aproximación al saber: en los dos primeros años con el sistema
electivo predomina la formación general; a ésta sigue una etapa de dos años de aprendizaje del
fundamento de una disciplina o saber. Luego los estudiantes optan por la maestría o, en el caso de
vocación académica y de investigación, por los doctorados y aún por los post-doctorados.
Ahora bien, este sistema tal como fue concebido y realizado con la persistencia y visión de Eliot
demandaba que la articulación entre los distintos componentes mantuviera equilibrio, por lo que las

56
Parsons, 1979.
32

Escuelas de Posgrados debían proyectar su saber en los pregrados ya que la calidad de todos los
escalones dependía de los fundamentos. Al mismo tiempo, Eliot, lo mismo que muchos rectores de la
época, se preocuparon no sólo por mejorar los sistemas de selección para el ingreso a la universidad
mediante pruebas, sino además por proyectar la universidad para elevar la calidad de la educación en
su conjunto mediante múltiples estrategias como el fortalecimiento de las Facultades de Educación, la
preparación de maestros, la edición de textos, la discusión de los planes de estudio y la administración
escolar. No debe olvidarse que de James y Dewey a Howard Gardner la pedagogía ha experimentado
en Estados Unidos un gran desarrollo, basado en los comienzos en la asimilación de los distintos
paradigmas clásicos de Rousseau, Herbart, Froebel, Pestalozzi y otros y nutrido por una perspectiva
interdisciplinaria apoyada en la investigación masiva.
Cuando se examina la historia de la universidad de Estados Unidos dos hechos sobresalen. Uno,
también la potencia del norte fue durante mucho tiempo dependiente y atrasada tanto en capital
financiero como en el llamado “capital humano”. Hasta la creación de doctorados durante el período
de Eliot las universidades dependían de estudiantes que se formaran en Alemania, Inglaterra o Francia.
El autor que consideraremos en la siguiente sección, Henry Adams, no había sido formado en historia
y menos en historia medieval, cargo que le fue ofrecido por Eliot en 1870 venciendo las objeciones al
decirle que si sabía de alguien que supiera de historia medieval en Estados Unidos desistiría de retarlo.
Hoy, por supuesto, la situación es distinta: 35% de los estudiantes de doctorado son extranjeros. La
capacidad de absorción de inteligencia global ha sido asombrosa en el siglo XX y de nuevo ello
explica el predominio de Estados Unidos en la era digital.
El otro hecho sobresaliente es una gran lección de historia: ningún Estado ha accedido a la
modernidad o a posiciones dignas en la modernidad tardía sin crear instituciones de educación y
cultura nuevas partiendo de la asimilación crítica y creativa de distintas tradiciones. Fue el caso de
Inglaterra y Francia en el siglo XVII; de Alemania en el XVIII; de Estados Unidos y Japón en el XIX;
de Corea, China, India, Australia, Finlandia, España y otros en el XX.

11. La bifurcación de caminos.

Un estudio comparativo señalaría que en 1878 quizás las universidades de Colombia y de Estados
Unidos no debieron diferir en la proporción que hoy las distancia de modo asombroso. El punto de
referencia puede ser el “Informe relativo a las enseñanzas universitarias, escrito por Antonio Vargas
33

57
Vega . El escrito presentaba la concepción del autor sobre la Escuela de Literatura y Filosofía que
constituía el eje de la UN a modo de bachillerato, ya que de 400 estudiantes sólo una quinta parte
pasaba a estudiar carreras profesionales. Como lo hará medio siglo después y a mayor profundidad
58
Diego Mendoza en un libro que merece nueva edición, Apuntaciones sobre Instrucción Pública y
como lo hiciera Eliot antes de asumir la Presidencia de Harvard, Vargas Vega repasa con juicio las
experiencias de Francia, Escocia e Inglaterra. Proponía una formación integral que combinaba lo
clásico y lo moderno. Incluso se podría decir que en algunos aspectos la UN, a diez años de iniciada,
era más abierta a la investigación en algunos campos pues se nutría del legado de la Comisión
Corográfica, mientras que en Estados Unidos, como señala Magnusson y como se desprende de Adams
y del libro de Morison sobre la historia Harvard, la tradición clerical oponía muchas resistencias a la
investigación, a la apertura a profesiones aplicadas y no pocas a la reforma de derecho y medicina.
Empero había diferencias protuberantes en el contexto social que incidían en diferencias en el
enfoque de la educación. La tradición puritana había elevado los grados de alfabetismo y los hábitos
de lectura, a tiempo que talaba el carácter del pueblo con disciplina59.
En nuestro medio Bolívar había previsto en el discurso de Angostura que sin extensión de la
educación y temple de la ética y del carácter la Nación seguiría la rutina de las guerras, esta vez contra
sí misma. Propuso conjurar esta amenaza con la propuesta formidable de erigir la educación como un
cuarto poder público. Aquello quedó en el aire, disuelto en pólvora, trizado entre los geniales diseños
de Simón Rodríguez desoído y burlado como loco (“Aquí se han erigido repúblicas sin ciudadanos”)
y la rutina empobrecedora del método de Lancaster que, si bien contenía dimensiones magistrales
como la educación mutua, se asimiló a tradiciones coloniales de neo-catecismos, memoria servil y
recitaciones de loros.
Como ya hemos señalado, en lugar de ética pública nos contentamos con etiquetas. Moralinas por
moral. La gran dificultad del siglo XIX y la que justificó ese remedio quizás peor que la enfermedad
que fuera la Regeneración, se debió a que ni el liberalismo ni el utilitarismo pudieron concebir y

57
Ver Restrepo, Gabriel (1980), ,”Antonio Vargas Vega, informe relativo a las enseñanzas universitarias (1878)”, en: Revista
Colombiana de Educación (Universidad Pedagógica Nacional), Bogotá, número 6, 1980: pp. 105 a 132.
58
Mendoza, Diego (s.f.) Apuntaciones sobre instrucción pública. Valencia, F. Sempere.
59
Darcy Ribeiro en el libro citado lo expresa muy bien: “La universidad surgió alli en un ambiente en el cual se habla
logrado, por primera vez, la hazaña extraordinaria de alfabetizar prácticamente a toda la población. La motivacioón básica de
ese esfuerzo estuvo en la formación protestante del pueblo norteamericano y en el afán correspondiente de que todos
pudieran orar como es debido, esto es, leyendo La Biblia. Cuando en el primer cuarto del siglo pasado la alfabetización en
América Latina no superaba el 8 y en Francia no alcanzaba al 50 , en Estados Unidos, el 85 de la población blanca era
alfabeta. Esta empresa educacional masiva fue llevada a efecto por las comunidades locales, conjugando los esfuerzos y
recursos de la vecindad y se constituyó en la base del sistema educacional norteamericano”.
34

afianzar una ética pública, mientras que por su lado el conservatismo amparado en la religión
predicaba en teoría una ética de absolutos, pero en la práctica una moral acomodaticia muy cercana al
dicho “el que peca y reza empata”: la Regeneración ascendió porque unía dos virtudes a medias y
periclitó porque entrañaba dos defectos combinados. El síndrome de Jekyl y Hyde se cifró allí en la
imposibilidad de integrar en un plano moderno la libertad y el orden, el estado y el mercado, la religión
y la ciencia, la ética y las libertades, la centralización y la descentralización. En disculpa de Colombia
puede decirse que su complejidad por territorio, historia, etnicidad, economía, política y cultura ha
predeterminado un camino de enorme dificultad. Pero no aparece otro horizonte más urgente en el
plano de la educación y la cultura que producir una ética y una educación para la conciudadana, que
respete, como dice Touraine, los dos principios básicos de la igualdad y la diferencia, religados por
tejidos de solidaridad.
Tampoco bastó que Salvador Camacho Roldán, quien hiciera una radiografía de las nuevas
tendencias que se producían en Estados Unidos a un cuarto de siglo de la integración nacional
siguiente a la guerra de secesión 60, advirtiera que “rezagarse en la carrera de las ciencias es morir” 61.
Y aunque de sus clamores se derivara un impulso a la creación de escuelas y asociaciones
agropecuarias y de ingeniería, como la Escuela de Minas, a las que debemos no poco de la
modernización, las sucesivas guerras y discordias mermaron y restan una y otra vez los impulsos.
En Estados Unidos la tradición puritana y pragmática se proyectaba en la educación mediante el
énfasis en la educación del carácter y la disciplina. Y después de la guerra de secesión el pragmatismo
afloró con la creación en masa de instituciones técnicas, entre ellas el MIT.
Las afinidades y diferencias de mentalidades de la época se pueden compulsar muy bien en la
lectura de dos libros autobiográficos: el de José María Samper Historia de un Alma y el de Henry
Adams, La Educación de Henry Adams. Los dos fueron coetáneos, el primero vivió entre 1828 y 1888
y el segundo entre 1838 y 1918. En ambos se registra la misma vocación fáustica por la perfección de
sí mismo mediante el saber y la renuncia a lo absoluto. Una diferencia es empero notable: Samper
distrajo su alma en los demonios de la política y del comercio en un medio donde abundaban como él
lo registra de modo crítico la picaresca, la oratoria, los alzamientos, las volteretas, las guerras, en tanto
que Adams por familia destinado al poder (su bisabuelo había sido el segundo presidente de Estados

60
Camacho Roldan, Salvador (1973), Notas de viaje (Colombia y Estados Unidos de América). Bogotá, Banco de la
República.
61
Camacho Roldan, Salvador (1927), "Discurso leído en la Sesión Solemne de la Universidad Nacional para la Distribución
de Premios a los Alumnos, el 10 de Diciembre de 1882". En Artículos escogidos. Bogotá, Librería Colombiana. 41- 48.
35

Unidos, su abuelo el quinto presidente, su padre embajador ante Gran Bretaña en la guerra de secesión
representando los intereses del Norte), se apartó de la política activa por razones de cambio de época
(predominio de los grandes barones), por azares (haber sido llamado a un cargo como profesor de
historia medieval en Harvard) y por estilo y temple propios (“La facultad de ignorar distingue al
hombre práctico; pero cualquier intento de tratar en serio con hombres prácticos es fatal para la
educación”) 62.
Si Eliot personifica el cambio de la organización de la universidad norteamericana, Adams
prefiguró el arquetipo filosófico y pedagógico que explicaría el pasaporte a la grandeza de la educación
de Estados Unidos. Pese a estudiar en Harvard, una universidad que le era en sentido literal muy
63
familiar , Adams en el libro es bastante crítico de su formación allí: “El principal prodigio de la
educación consiste en que no echa a perder a todos cuantos concierne, maestros y aprendices”, afirma
en frase lapidaria respecto a sus estudios universitarios en Harvard 64.
Luego estudiaría derecho en la Universidad de Berlin que, pese a ser la universidad insignia de la
reforma universitaria alemana, no se salva de la crítica de Adams. Cabría recordar que en el siglo XIX
las mayores transformaciones en áreas decisivas (energía, hierro, acero, el marxismo, el darwinismo),
las que le interesaban a Adams como potencia de un cambio global, ocurrieron entonces por fuera del
panorama de la Universidad. Pese a los avances de la química en Alemania, la universidad como tal no
fue protagonista de primer orden en la segunda revolución tecnológica. Llegaría a asumir el liderazgo
de la tecnología y de la técnica en el primer tercio del siglo XX y con mayor razón en los dos
siguientes.
En su estancia de menos de una década en Harvard, Adams dejó sello en el surgimiento de la
historiografía de Estados Unidos con estudios clásicos de historia medieval y con una monumental
obra sobre los padres fundadores de los Estados Unidos. No obstante su libro principal versó, como lo
dice el título La Educación de Henry Adams, en torno a la educación de sí mismo. Un exigente ideal de
perfección lo llevó a ponderar su experiencia académica como un “fracaso” tanto propio (“Como
profesor se consideraba un fracaso” 65), como institucional (“A pesar de las reformas del señor Eliot y
de su apoyo liberal, firme y generoso, el sistema siguió siendo costoso, desatinado y fútil. La

62
P. 88. A propósito de esta referencia, hallamos expresiones casi equivalentes en las referencias de José María Samper a
Murillo Toro durante su estancia en Europa.
63
El esposo de su tía fue Presidente de Harvard cuando Adams era todavía un niño.
64
Página 96.
65
Página 324.
36

Universidad, en la medida en que la representaba Henry Adams, produjo, a costa de una gran pérdida
de tiempo y de dinero, resultados que no merecían alcanzarse” 66).
Adams decidió tomar como oficio su propia formación al señalar que su educación había sido la
propia del siglo XVIII y era del todo insuficiente para vislumbrar como quería los cambios que
ocurrirían hacia la mitad del siglo XX. Con tenacidad heroica, enseñó que aprender a aprender es
desaprehenderse o desarraigarse año tras año hasta ser ciudadano del mundo como lo fue y tomar la
vida como una formación permanente hasta el fin. El discurso actual de las competencias pedagógicas
haría bien en remitirse a Adams para salir de sus trivialidades y fórmulas repetitivas, por ejemplo a
67
estas expresiones: “Sabe lo suficiente quien sabe cómo aprender ”. O: “¡No es que le inquietase su
68
ignorancia! Sabía lo bastante para ser ignorante ” .
Se encuentran ecos de Adams en todos los grandes pensadores y científicos de Estados Unidos,
como por ejemplo en esta expresión del genial John F. Nash, Jr a quien se mitificara con razón en la
película Una Mente Brillante:

Pasó más tiempo. Después, gradualmente, comencé a rechazar intelectualmente algunas de


las delirantes líneas de pensamiento que habían sido características de mi orientación. Esto
comenzó, de forma más clara, con el rechazo del pensamiento orientado políticamente como una
pérdida inútil de esfuerzo intelectual 69.

Lo cual, es simple decirlo, significa el abandono de una visión militante como la del macartismo
que llevó a Nash a la locura, pero en ningún caso la renuncia a pensar la política con unas
consecuencias tan extraordinarias como la de disputar el principio de Adam Smith en torno a la mano
invisible que regula el mercado por el libre juego de la competencia, lo mismo que las teorías del juego
de suma cero, para abrir campo a un modelo matemático que valida la cooperación.
Volvamos a Henry Adams: su visión de la energía física (carbón, acero, dínamo) como hilo
conductor del mundo se validaría a medio siglo de su muerte con la conformación de la Comunidad
Europea centrada en la explotación conjunta de hierro y carbón. Su perspectiva de la energía personal
y social (carisma en Max Weber, poder de las ideas y de las creencias) abrió el campo de la educación
y de la ciencia como pivote del mundo del siglo XX. Lo que Castoriadis ha llamado el poder

66
Página 323.
67
333.
68
320.
69
http://www.eumed.net/cursecon/economistas/nashvida.htm, consultado el 25 de marzo.
37

constituyente de la imaginación fue plasmado aquí en la gesta de un individuo por educarse a través de
la vida con una peregrinación casi religiosa por la sabiduría.

12. El Tapón del Darién y el Canal de Panamá como metáforas de una incomprensión
intercultural.

Más que una falla geográfica (el Tapón del Darién), o geológica (la juntura de América Latina y
Centro y Norte América), o geopolítica (el designio imperial de Estados Unidos de Monroe a la guerra
70
cubano-española, a Puerto Rico, a Panamá, a la intervención en el Caribe ), lo que separa a América
Latina de los Estados Unidos es una enorme brecha intelectual y cultural. De la Carta de Jamaica de
Bolívar al Ariel de Rodó y a la Raza Cósmica de Vasconcelos, hay un permanente ensayo por afirmar
una identidad partiendo de un antagonismo que, si por ciertas dimensiones es razonable como recelo,
por otras obtura el pensamiento. Lo mismo vale en la otra dirección, como ya lo esbozamos en Atcon o
en el mismo cuidadoso Magnusson.
En Rodó y en Vasconcelos hay no pocos errores de apreciación. En el primero desconocer lo que
Tocqueville había estudiado medio siglo antes o aquello que Max Weber registraba entonces en La
Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo: la fundación de un mundo material en un universo
cultural religioso o filosófico. Y por contraste, Rodó erige una identidad por antagonismo, con
algunos llamados muy importantes, como volver a la paideia, pero con no pocas ligerezas como visión
de mundo un poco adolescente por la exaltación acrítica de la juventud y por una consideración del ser
a partir de meras posibilidades o ensoñaciones. En el segundo, una confusión entre raza, etnicidad y
cultura, con consolaciones que a la larga son muy endebles, como la vocación universal de la “raza”.
Por su parte, de Estados Unidos también se devuelven imágenes falsas, como la que ahora ha dibujado
Huntington en el libro El Conflicto de Civilizaciones.
La bifurcación, como indicábamos, es ya ostensible en el año del fin de la primera guerra
mundial que significó el pasaporte global e imperial de Estados Unidos. En ese año se produjo la
Reforma de Córdoba en Argentina con ondas expansivas hasta el presente en toda la región y se
publicó el libro de Adams en el mismo año de su muerte. Son dos caminos que como las paralelas no
se juntan en ningún punto.

70
Todo ello - el ascenso de Estados Unidos a potencia mundial - se registra como tendencia y economía de acontecimientos
de un modo magistral en el libro de Adams.
38

El lector podrá hacer una consulta rápida en internet por la entrada de la Modern Library para
hallar que en la selección juiciosa que se hizo de los mejores libros de no ficción en el siglo XX figura
La Educación de Henry Adams, por encima de la obra cumbre de William James. Si la elección de la
mejor obra de ficción con toda probabilidad coincida en toda América con el Ulises de Joyce, en
cambio muy pocos en América Latina conocerán el libro de Adams. Signo de ello es que el libro sólo
se tradujo en 2001. Consulté a dos de mis mejores maestros en historia, Darío Mesa y Jaime Jaramillo
Uribe y ninguno lo había leído antes de mi reciente consejo, pese a que uno y otro insistieran hasta el
cansancio en establecer cátedras de historia de los Estados Unidos en la UN y en los Andes, las cuales
han sido típicamente discontinuas y ratifica la diferencia entre un cierto entendimiento (desigual, no lo
dudamos) en industria y servicios y una incomprensión en la cultura, más grave de aquí para allá
porque de la otra vía los cultural studies y otros siguen de cerca los temas de la región.
En nuestra hipótesis, si Idola Fori de Carlos Arturo Torres, un libro más cercano a la
modernidad, hubiera primado en la atmósfera cultural colombiana sobre Ariel y Vasconcelos, nos
hubiéramos aproximado más a un tipo de pensamiento de la modernidad madura como el de Adams y
nos hubiéramos ahorrado tantos errores de “los nuevos” que de generación en generación repiten
manías decimonónicas y gestos coloniales, sin esa conciencia de fracaso que un psicoanalista
junguiano de Caracas estima como umbral de madurez, la misma que revelaba en cada fase de su vida
Henry Adams.
Porque aunque el balance es muy complejo de trazar a pluma alzada (ya se inicia la cuenta
regresiva del centenario para pensar de modo crítico el asunto), si el Movimiento de Córdoba conduce
a cumbres como la de Mariátegui, también termina en el fiasco del último APRA o en las reformas a
medias de una región con una inequidad de las más vergonzosas del mundo. Si algo de esa energía de
la juventud que propusiera Rodó se manifestó en Colombia en la reforma de la Universidad Nacional o
en el movimiento de la séptima papeleta y en otras gestas más bien insulares, también se replica en
una cascada de fracasos del llamado “movimiento estudiantil”, entre otras razones porque se parte de
principios muy discutibles e incluso añadiríamos que pueriles como decir que “la juventud vive
siempre en trance de heroísmo. Es desinteresada, es pura. No ha tenido tiempo aún de contaminarse.
No se equivoca nunca en la elección de sus propios maestros”, expresión citada por Magnusson y que
se halla en el primer manifiestao de los estudiantes de Córdoba. Dogma de infalibilidad de fondo tan
católico y vetusto como el culto a los muertos y las monótonas consignas.
39

13. Atreverse a cambios en el orden de la educación y la cultura

Cuando el Presidente Valencia aseguraba , como se cita en este libro, con retórica tropical que
con la Reforma Patiño la Universidad Nacional pronto ocuparía el primer lugar del mundo, no pocos
debieron sonreír. Pero no hay país que haya accedido a la modernidad plena que no haya transformado
en grado inédito sus estructuras culturales y educativas luego de imitar y de recrear. Colombia posee
toda la potencia para hacerlo y ha demostrado en muchos casos imaginación, audacia y constancia.
Algún día y quizás no lejos la Universidad podrá situarse entre las 200 universidades principales del
mundo. Sólo es necesario atreverse a “ser originales” como predicaba el maestro de maestros, don
Simón Rodríguez, cuando se quejaba de que “aquí se han hechon república sin ciudadanos”. La tarea
de la Universidad Nacional será original, sabiendo resumir lo mejor del mundo y crear ciudadanía y,
más aún, conciudadana local y global por medio del trabajo serio en la cultura.
Como una contribución a pensar en esa utopía de reunir de nuevo a los dos simones (Simón
Bolívar y Simón Rodríguez), el poder y el saber, pues de su divorcio por ciclos se han derivado dos
simones funestos, el bobito de las guerras y el simón de la simonía, como corrupción de los bienes
públicos sagrados, aquí se proponen algunas líneas de acción y cambio en las que la UN pudiera
pensar y actuar, además de proseguir la consulta en relación a una reforma interna que parece suscitar
consenso, pese a las diferencias de modo.
Aquí lo decisivo como idea y método es contradecir el economicismo de derecha o de izquierda
que define los programas sociales y la educación y la cultura como una mera consecuencia de los
cambios económicos. Un pensamiento tan perezoso y conformista de lado y lado no sirve para
producir los saltos en complejidad cultural que se demandan para habitar con dignidad el mundo
contemporáneo. Y lo peor, ambos coinciden en aplazar los cambios sociales, el uno por supeditarlo al
crecimiento económico, el otro por postergarlo hasta una quimérica revolución.

13.1. Recuperación del poder instituyente de la Ley General de Educación como


cumplimiento del sueño de Simón Bolívar por la creación de la educación como cuarto poder
público.

Pronto se celebrará en toda la región el bis-centenario de la independencia. Y desde ahora puede


remitirse una vez más a esa carta de intención enviada por Simón Bolívar en el Congreso de Angostura
40

cuando se atrevió a pensar la educación como cuarto poder público. Por uno de esos misterios de la
destinación histórica los fundamentos de la educación como cuarto poder público se establecieron con
el pacto obtenido en la discusión de la Ley 115 de 1994, Ley General de la Educación. Allí se erigió la
educación en buena medida como auto- constituyente o al menos en teoría como auto-instuyente por
medio del gobierno escolar, el foro municipal, los foros departamentales y el foro nacional. Que hasta
el momento dichos foros hayan perdido su norte como espacios de construcción de una educación
para la democracia en el marco de una democracia para la educación, ello no significa que no puedan
recuperar tal carácter, si se lo hace valer. Como ocurrió con la movilización ciudadana para la
elaboración del plan decenal de educación, semejante a la elaboración del plan decenal de cultura,
ambos angostados por falta de continuidad.
La tarea de la Universidad Nacional consistiría en decidirse a comprometerse con la educación
básica y secundaria a fondo, promoviendo, para este caso, la reactivación del movimiento pedagógico,
nutriéndolo, quizás en alianza con otras universidades como Valle, Antioquia, Distrital y Pedagógica,
con una colección de grandes maestros de la historia de la pedagogía en Colombia y América Latina:
Mutis, Caldas, Bello, Simón Rodríguez, Simón Bolívar, Ancízar, Lino de Pombo, los Triana, los
radicales, Salvador Camacho y José María Samper, Diego Mendoza, Luis López de Mesa y tantos más.
Esta idea podría complementarse con algunas de las otras expuestas a continuación.
Esta producción editorial podría acompañarse de un uso de las instalaciones en horarios
nocturnos y del recurso humano de profesores y estudiantes para la formación continua de docentes de
primaria y de secundaria o de gestores culturales locales, en algunos casos con el SENA, en otro con la
transformación del Instituto Arturo Ramírez Montúfar, que hoy naufraga en la rutina, en un centro de
pensamiento y acción pedagógico, una de cuyas líneas debería ser la investigación en torno a culturas
juveniles y el diseño de programas de recreación y deporte, tan descuidados en la Universidad
Nacional. Otra, la capacitación en programas de lucha contra la pobreza mediante la consideración de
“una economía escolar” que fuera paralela a lo que se estableció con la Ley 115 de 1992 como
gobierno escolar.
41

13.2. Transformar la enorme confianza de los colombianos en la educación en un gran


proyecto para la construcción de democracia en la perspectiva de un nuevo pacto social
mediante el establecimiento de un sistema nacional democrático de evaluación, investigación y
promoción y transferencia de excelencia pedagógica.

Como lo registró una encuesta de gobernabilidad reciente el Instituto de Estudios Políticos de la


Universidad Nacional, la confianza en la educación ocupa de lejos el primer puesto entre los
ciudadanos. Ello ha sido corroborado por otras encuestas anteriores y obedece a factores de corta,
mediana y larga duración. En la corta duración, la Constitución de 1991 entrañó un componente
pedagógico e inició en el país un pensamiento muy rico en términos de democracia para la educación y
educación para la democracia. De mediana duración, el plebiscito del primero de diciembre de 1997,
un plebiscito por la paz, contenía dos componentes cruciales en la educación: el voto para la mujer (y
con ello la validación de su educación) y la destinación de al menos 10% del presupuesto nacional para
la educación. De larga duración: los ideales de educación fueron comunes a comunidades indígenas,
proyecto evangelizador colonial y proyecto republicano.
La idea fundamental consiste en canalizar esta confianza en la creación de una institución
estratégica, un sistema nacional de evaluación, investigación y transferencia pedagógica, mediante la
transformación del actual ICFES en una Corporación Mixta que, suscrita por emisión de Acciones por
Colombia, constituya un gran Fondo Fiduciario del Bicentenario destinado a las funciones enunciadas.
Hasta el momento, el ICFES cumple más o menos bien la misión de evaluación desde un punto de
vista técnico, pero falta encuadrar dicha evaluación en un sistema democrático que conjugue la
evaluación múltiple (yo evalúo, tú evalúas…yo soy evaluado, tú eres evaluado..), la metaevaluación
(evaluación de la evaluación) con la investigación pedagógica, una de los más grandes deudas del país
con la educación y la promoción y transferencia de excelencia pedagógica.
Las acciones serían suscritas en un 51% por el Estado a través de sus distintos niveles y poderes y
el 49% por el público, bien en forma individual, bien sea por agremiaciones o fundaciones o empresas,
incluso por entidades similares del orden internacional (ETS, PISA y otros), ninguna de las cuales
podría detentar más de un 3% del total correspondiente a la sociedad civil. A más de democratizar la
evaluación, de profundizarla con múltiples perspectivas, de articularla con la investigación, la
promoción y transferencia de excelencia pedagógica, la transformación institucional serviría como una
suerte de cerebro para el cuarto poder público de la educación y como un plebiscito por la paz.
42

Maestros y maestras no nos podemos resignar a que la educación no figure ni siquiera en el horizonte
del llamado “post-conflicto”, mucho menos en la “inmediatez” de los pasos para la resolución de un
conflicto que si a algo ha herido es al tejido social y a la educación.

13.3. Formar maestros de maestros con la mira puesta en el bicentenario de la liberación de


los esclavos y la publicación de Peregrinación de Alpha.

¿Por qué la Universidad Nacional no puede pensar a largo plazo? Los programas a indígenas y a
municipios pobres, las nuevas sedes en fronteras, el plan de acción estratégico a mediano término que
impulsara Victor Manuel Moncayo, han demostrado que la Universidad Nacional lo puede hacer, si se
decide. Hace casi cuatro años propuse un proyecto UN Alpha y Omega y ahora lo vuelvo a hacer en
este prólogo de modo somero: se trataría de ofrecer estudios de pregrado y doctorado por una vez a los
50 mejores bachilleres que demuestren desear una carrera pedagógica en la educación primaria y
secundaria. Ellos seguirían un programa especial de estudios comunes por áreas de conocimiento,
manejo de medios e informática, prácticas pedagógicas e investigación con la mira en potenciar un
pensamiento de conjunto, que tanta falta hace en la educación en general. Se resarciría la deuda que
dejó la vacilación de la Universidad Nacional de acoger a la Escuela Normal Superior y el desdén o
indiferencia que durante muchas épocas ha sido conspicua de la Universidad Nacional hacia la
educación primaria y secundaria.

13.4. Potenciar el papel de egresados, exalumnos y pensionados mediante una política de


incorporación y benevolencia.

Para ser breve, diré en relación a los exalumnos que su potencial es, como he sugerido en este
escrito, casi nulo: es un factor humano que cuenta muy poco en la construcción de la Universidad. Si
se lee el libro de Morison sobre Harvard, ya citado, se podrá ver de qué modo los exalumnos expresan
su gratitud a la Universidad con edificaciones, monumentos, fondos financieros. Por ejemplo, podría
pensarse que con un llamamiento a los exalumnos pudiera constituirse el fondo necesario para la
segunda parte de la propuesta enunciada en el numeral 13. 1. Aunque a muchos no les guste o incluso
detesten el llamado “neoliberalismo” (un término tan general debería considerarse como un rótulo
vacío en los medios académicos), los estudios sobre distribución del gasto social muestran de modo
43

inequívoco que los estudiantes de educación superior reciben un enorme subsidio. Que las matrículas
permanezcan igual o con una distribución más proporcionada a los ingresos (aumentando los costos de
los altos, aumentando las becas y auxilios a los bajos), no se pone en duda. Pero que exalumnos que
adquirieron una enorme ventaja social por medio de la Universidad no contribuyan en absolutamente
nada a la UN devela, como hemos sugerido, que las declaraciones de pertenencia al Alma Mater
entrañan mucho de retórica.
En cuanto a los pensionados, el tema es de memoria, pero mucho más de benevolencia. Un
pediatra, se dice, se suicidó cuando recibió la fría notificación : “a partir de la fecha cesan sus
funciones en la Universidad Nacional por cumplir el límite de edad”. No se trata de bienestar: el tema
es cómo pensar una universidad hospitalaria con quienes se han dedicado a ella. Y ello más que de
construcciones costosas requiere de algunos gestos que no son de una cuantía exorbitante. Una de las
cosas que me impresionó cuando visité ya como pensionado la Universidad Francisco de Paula
Santander en Cúcuta fue ver una casita republicana en medio de construcciones modernas, que
funciona como un espacio amable para que profesores y empleados mantengan conversaciones con
jóvenes estudiantes y profesores o entre ellos, lean periódicos o revistas o libros, jueguen ajedrez,
narren su memoria a las nuevas generaciones.
Cuando uno observa la película Una Mente Brillante admira esa competencia a muerte entre
estudiantes o colegas cuando es templada más que por la cooperación por la benevolencia: al
desquiciado profesor Nash se le ofrece un espacio en la ventana de la biblioteca y una segunda
oportunidad como maestro y ello antes del reconocimiento significado por el premio Nóbel. Una
Universidad benigna sirvió como asilo para reponerse de una locura que si era propia, también estaba
afectada por la demencia del macartismo. Los profesores de la Universidad en gesto elocuente
inclinaron las plumas (ya no las espadas) como reconocimiento del talento.
Bienvenida la renovación de profesores, el relevo generacional, pero ello debe equilibrarse, como
todo en el mundo, con símbolos de gratitud a quienes, buenos, regulares o malos, han dado su vida a la
institución.

14. Retorno a la fotografía de la edad del uso de razón desde la distancia de la plenitud.

Retorno a la foto de la infancia. En cierto modo aún permanezco todavía allí. Como el hermano a
mi izquierda que es un año mayor, algo en mí nunca superó esa infancia de seis años. En muchos
44

aspectos soy ingenuo, no nacido a la cultura. Como el pais y la universidad también yo me he


modernizado sin modernidad. Hay restos del habitus refractarios que bloquean no sólo el pase de
sabiduría a la plenitud de la vida, ni tampoco el advenir al sapere aude, sino a algo más elemental: el
uso de razón que se dice ocurre a los siete años, bloqueado por los ovillos de desafectos, como sucede
con frecuencia en Colombia. En un fondo de inconciencia muchas dimensiones de la razón no han
aumentado un ápice. Permanezco en un eterno presente. Por mala atención en el parto mi hermano
quedó fijado en la infancia para siempre por falta de oxígeno en el cerebro. Quizás por ello sea feliz en
ese umbral que llaman fronterizo, porque además su inteligencia emocional es prodigiosa.
La hermana en el centro sonríe feliz a sus cinco años. Seguiría mis pasos en la Universidad como
profesora y llegaría a ser vicerrectora. Otra hermana menor también ha caminado el trillo universitario.
Muchas veces me he preguntado por qué inicié una carrera pedagógica un poco inesperada en la
familia. Mi madre huérfana y criada por una viuda pobre y paralítica solo hizo dos años de primaria.
Mi padre, huérfano por partida doble, fue acogido en un hogar putativo a los cuatro años. No cursó
más de tres años. Pobres en sus comienzos y en su fin, educaron a los hijos. Mi padre no halló asidero
en la vida distinto al fútbol. Su relación con la Universidad Nacional fue haber jugado en el equipo
Millonarios en el Estadio Alfonso López, a menos de siete años de iniciarse el campeonato profesional.
El diálogo con mi padre fue siempre con pases precisos. Y de las memorias que más recuerdo de la
Universidad en la infancia son los juegos de fútbol de potrero con Fernando Charry Lara y con
maestros y albañiles de obras. Ya iniciados los estudios jugaría en lo que vino a llamarse el equipo Los
Platónicos, en el cual figuraron Mario Arrubla, Hermes Tovar, Jesús Antonio Bejarano, Abel López,
Vicente Kataraín, Álvaro Camacho, Alberto Mayor y otros.
La tercera generación de la familia multiplicará en más de cinco las personas dedicadas en la
mía a la docencia, la investigación, el desarrollo tecnológico, la creación cultural. Mi hijo mayor y
su esposa trabajan en post-doctorados de punta en matemáticas y física, ella en Harvard en
condensados Bose-Einstein, él en North Eastern University en complejidad. Cuando simplifico sus
trabajos hallo que el amor preside la búsqueda de Ana María por domesticar fermiones para abrir
camino a un computador cuántico que superará en millones la velocidad y memoria actuales; y
confiere sentido al camino de mi hijo que se fuerza por hallar algoritmos de sincronicidad de sístoles
y diástoles y flujos y ritmos de circulación de la sangre.
Otros cuatro hijos siguen o seguirán distintas vías pero todas ellos pasarán por la universidad: las
relaciones internacionales, la música, el cine. El amor mueve al mundo. Y ese amor proviene de
45

Colombia. Amor al saber y saber del amor. Además de sus padres carnales cuentan con muchísimos
padres en el camino de la ciencia, de la música, del arte, del desarrollo tecnológico: de Mutis y Caldas
a Atehortúa, Otto de Greiff, Jacqueline Nova. Gracias a esos fantasmas y a la educación recibida en
Colombia, la nuera fue la primera mujer y la primera Latinoamérica en obtener el primer premio a una
primera tesis teórica concedida a tesis doctorales del año 2005 por la Asociación de Física Atómica,
Molecular y Cuántica de Estados Unidos. Antes de ello ganó a pulso una beca post-doctoral en
Harvard, a la cual ingresaría cuando el rector de dicha Universidad declaró que las mujeres no servían
para la ciencia porque distraían su trabajo con asuntos de amor.
Lo que ocurre en mi familia sucede en muchas otras de egresados o profesores de la Universidad
Nacional. Y se menciona como una señal de cierta confianza en el futuro.
Vuelvo a la fotografía. Sólo hace un año comprendí, torpe, que mi vocación pedagógica que abrió
ruta a la familia obedeció al mandato que ya a los dos años debí asumir para cuidar a mi hermano
“retardado¨. Yo creí haber sido su maestro desde entonces porque me angustiaba por enseñarle oficios
útiles y habituarlo a la ciudad. Pero en realidad él fue mi maestro porque me mostró la vocación
pedagógica para transformar el padecimiento en pasión.
A esta edad mi generación no sólo deja la Universidad Nacional en masa, sino que con señales de
año en año se despide del mundo. La muerte puede venir ahora a la vuelta de la esquina. Más pronto
que tarde seremos recuerdo. Hay muchas noches de insomnio en las cuales uno exclama como en la
cantata de Bach BWV 82: “Ich habe genug”, “Ya es suficiente”. Son noches en las cuales uno
comprende el mal no sólo como condición de la especie, sino criado en propios infiernos. El ángel que
habita en cada cual apenas sí lleva hasta el amanecer al insonme compungido , pero a diferencia de
Jacob no hay piedra consagrada, ni escala al cosmos. Todo luce entonces tan vacío como esas cenizas
que acaso se esparzan en el Alma Máter, en Laguna Negra del Sumapaz y en la laguna de El Tabacal
en la Vega. Pero al otro día se hallará fuerza para burlarse de la propia seriedad.
El relevo está asegurado. Quizás las sombras que por fuerza reciban nuestros sucesores de
nosotros sean menos deletéreas que aquellas que heredamos del mundo, de la nación y de los padres,
ante todo porque las violencias cedan ante una nueva ética pública.

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