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ANALOGÍAS SOBRE EL MINISTERIO CRISTIANO

(2° Timoteo 2:1-7)

1. FORTALEZA EN LA GRACIA (vv.1-2)

“Tú pues, hijo mío, fortalécete en la gracia que es en Cristo Jesús. Lo que oíste de parte mía mediante muchos
testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros”.

Realmente, Pablo es un hombre preocupado por la vida y ministerio de Timoteo. En el caso anterior,
trayendo a la memoria a Onesíforo, es como si fuera un suave codazo para que Timoteo preste atención a lo que
significa la fidelidad y costo del ministerio.

Ahora, con un tono paternal, le dice: “Tú pues, hijo mío”. No sé ustedes, pero he tenido el gozo y el
privilegio de ser llamado por mi padre espiritual: “hijo”. Vaya que eso da seguridad. Tampoco sé que tan
emotivo era Timoteo, pero tal vez estas palabras causaban que unas lágrimas corran por sus mejillas. Porque
sabiendo que su padre espiritual está preso (y en lugar de preocuparse por sus propias cadenas), este “hijo”
sigue siendo objeto de su preocupación.

Pues bien, antes tratar sobre las analogías (vv.3-6), el apóstol quiere introducir el tema con palabras de
ánimo, consejo y encargo: “fortalécete en la gracia que es en Cristo Jesús”. El verbo “fortalécete” es un
imperativo presente griego; lo que se entiende como un mandamiento a realizar una acción constante. Sólo que,
se encuentra en la voz pasiva (podemos llamarlo pasivo teológico); es decir, otro es el agente que ejecuta la
fortaleza en Timoteo, a saber, Dios.

Estas palabras dichas por Pablo, están cargadas de experiencia, porque el mismo apóstol las recibió de
parte del Señor: “y me ha dicho: Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en tu debilidad”
(2°Corintios 12:9). Cierto cantante en una de sus canciones escribió: “Tu gracia me sostiene, tu amor que me
contiene. Nadie lo comprende. Vivo seguro… mi vida es una prueba que, puedo confiar en que tu Gracia
siempre me sostiene”. Y respecto a la fuente inagotable de esa gracia, Pablo dice: “es en Cristo Jesús”. No hay
forma de hallar gracia si estamos fuera de Él.

A continuación viene el encargo: “Lo que oíste de parte mía”. Curiosamente, hay un gran parecido con
palabras anteriores (1:13) donde se trata del evangelio. Así que, esto debe referirse también al evangelio.
Timoteo escuchó frecuentemente el evangelio en los labios de Pablo (desde su conversión y todos los viajes
misioneros). Así que, me dirijo a todos los que ejercemos el liderazgo: ¿Qué es lo que más escuchan nuestros
discípulos de nuestros labios? ¿La doctrina del evangelio? Si no fuera el caso, es necesario meditar sobre
nuestra responsabilidad para quienes nos escuchan.

Como puede darse cuenta, aquí hay una serie de sucesos en cadena. Empezó con Pablo, y ahora sigue:
“mediante muchos testigos”. Estos son los que daban fe y testimonio de las palabras de Pablo. Y volvemos a
insistir con el liderazgo de la iglesia: ¿Qué dicen los otros acerca de tus palabras? Por supuesto (no hay que salir
del contexto), no se trata de la conducta a través de tus palabras, sino, del evangelio a través de tus palabras.

No debemos olvidar que Timoteo es un eslabón más en esta cadena que contiene, transmite y trasmite
(el primero tiene la idea de comunicar, divulgar; el segundo es más enfático: transferir, traspasar) el evangelio.

Continuando con la cadena, ahora Pablo dice: “esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para
enseñar”. Esto es una gran responsabilidad, y la premura del tiempo ejerce presión sobre el encargo. Es decir,
Timoteo tiene que salir de Éfeso para darse encuentro con Pablo (antes de su muerte). Por tanto, le urge delegar
las responsabilidades en la iglesia. Una pregunta más para el liderazgo: ¿Hay miembros fieles e idóneos en su
iglesia para colocar sobre sus hombros la responsabilidad del evangelio? Si no estamos enseñando para delegar,
nuestra enseñanza es casi una pérdida de tiempo.

Y por si fuera poco, Pablo añade: “también a otros”. Es decir; la cadena no termina. Es una
continuación de por vida durante todo el tiempo que la iglesia exista sobre esta tierra. Amados consiervos; una
iglesia con buenos programas y actividades en ejecución, sólo nos dice que nuestra iglesia está bien organizada
(y esto es importante). Pero, una iglesia que se enfoca primordialmente en el evangelio para rescatar a los
perdidos y edificar a los creyentes, es una iglesia que cumple la Gran Comisión. Si está en desacuerdo, repase el
único mandamiento en Mateo 28:19-20: “haced discípulos”. Los demás, son las pautas que el Señor dejó para
cumplir con el mandamiento: (1) Yendo. (2) Bautizando. Y (3) Enseñando.

Tal vez no te llames Timoteo, pero tienes el mismo encargo de parte de Dios.

2. UN SOLDADO DE JESUCRISTO (vv.3-4)

“Tú, pues, sé partícipe de los sufrimientos como buen soldado de Cristo Jesús. Ninguno en campaña militar se
enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo alistó como soldado”.

A partir de este versículo y el siguiente (vv.3-4), Pablo escribe la primera, de tres, analogías. Y es
contrastar el ministerio cristiano con el servicio militar. ¿Recuerdan lo que hablamos sobre cobardía en el
capítulo anterior? Pues bien, ahora el desafío cristiano se pone realmente difícil.

Para ser sinceros, lo que Reina-Valera ha traducido del textus receptus: “Tú, pues”, no se halla en los
mejores manuscritos. Sin embargo, está implícito en el verbo siguiente. No obstante, sabemos que esta carta es
altamente personal y que tiene la idea de confrontar a Timoteo. Así mismo, en los años de compartir el
ministerio con mi padre espiritual, hubo muchas ocasiones en que ciertas responsabilidades cayeron sobre mis
hombros. Es como escucharlo decir: “tú, pues, ¿Quién más?”. No me malinterprete, no me refiero a que sea el
único calificado, sino que me enseñó a que no debo eludir mis responsabilidades.

Entonces, Pablo escribió: “sé partícipe de los sufrimientos”. Tal vez, le sorprenda saber que esta frase
de 5 palabras en español, es una sola palabra (verbo) en griego, y comporta la idea de: “únete conmigo en los
sufrimientos”. ¿Qué invitación poco apetecible verdad? Y por si fuera poco, el aoristo imperativo griego
trasmite la idea de “prontitud, sin demora”. Por tal motivo (comentario 1:1): Todo obrero cristiano debe estar
seguro de cuál es la voluntad detrás de su llamamiento… quien entra al ministerio porque lo ve como una
cuestión entretenida y popular, no ha entendido la voluntad de Dios.

Luego, aparece la figura comparativa: “como buen soldado de Cristo Jesús”. Bueno, es lógico; ¿Cuál de
todos los oficios es el que lleva mayor experiencia en sufrimientos? Pues, un soldado. La diferencia es que esta
milicia es de carácter espiritual (pero, vaya que los dolores son realmente físicos también). Donde el capitán es
“Cristo Jesús”, y se demanda del militante un calificativo apropiado: “buen soldado”. Porque la mediocridad
suele ser insultante contra el capitán.

Si por un momento nos miráramos en el espejo de nuestra conciencia y tendríamos que evaluar nuestro
servicio a Dios, ¿Cuál sería nuestro calificativo?

Ahora, Pablo describe que la insubordinación o distracciones son una deshonra para el ministerio
cristiano: “Ninguno en campaña militar se enreda en los negocios de la vida”. Hay quienes piensan (católico-
romanos) que el matrimonio viene a ser una distracción para el ministerio. ¡Por supuesto que no! Recuerde que
el v.3 mantiene la idea de estar dispuestos a pagar hasta el más alto costo por servir a Cristo, y Pablo no quiere
que Timoteo se aparte de ese enfoque. Le daré un ejemplo: ¿Ha visto cuán imponente se ve un tren al recorrer a
gran velocidad? Pues bien, quite al tren de los rieles, y ¿Qué es lo que tiene? Una inmensa máquina, con un
tremendo motor, pero que no puede ir a ningún lado.

Por tanto, ya que Dios le ha concedido un ministerio (en la iglesia, en su familia o en su sociedad), no
cometa el error de perder el tiempo en lo que no le favorece a su servicio militante. Abrace su ministerio hasta
el punto del sufrimiento si fuera necesario.

Porque esto es lo único para lo que vale la pena sufrir o morir: “a fin de agradar a aquel que lo alistó
como soldado”. Si el activismo en tu ministerio te distrae de tu verdadero propósito (agradar a Dios), es hora
que hagas un examen a conciencia del modo en que sirves a tu Señor. Si Dios fue quien te “alistó como
soldado”, no le debes mayor fidelidad a nadie más que a Él.

Si hay algo que corregir en tu vida… hazlo ahora.


3. UN ATLETA Y UN LABRADOR (vv.5-7)

“Además, si algún atleta compite, no es coronado a menos que compita según las reglas. El labrador que
trabaja esforzadamente es quien debe recibir primero su parte de los frutos. Considera bien lo que digo, pues
el Señor te dará entendimiento en todo”.

Hemos llegado a la sección final de las analogías, y Pablo presenta 2 más: La de un atleta y de un
labrador. Por favor, no pierda el enfoque de las analogías, y esto es: el costo del ministerio cristiano. Un error
en la hermenéutica (interpretación) es pensar que cada detalle de la analogía o parábola tiene que ver con algún
punto doctrinal. Seamos sensatos y dejemos fluir la idea principal en estas 3 analogías.

Entonces, Pablo agrega: “Además, si algún atleta compite, no es coronado a menos que compita según
las reglas”. Aquel participante de los juegos griegos en la época de Pablo, tenía que tener por lo menos 10
meses de estricta disciplina en su preparación. Así que, el énfasis cae sobre la expresión: “según las reglas”. La
metáfora aunque no trae su explicación por parte del apóstol, es clara tanto para Timoteo como para nosotros.
Lo que en palabras criollas diríamos: No se vale hacer trampa en el ministerio. No, si en verdad quieres
conseguir la corona, la recompensa.

Qué vergonzoso es ver a ministros que salen de los principios bíblicos por obtener un poco de fama y
fortuna. De seguro, los tales no serán coronados-recompensados cuando venga el príncipe de los pastores. No
es que hayan dejado el ministerio, simplemente, ya no siguen las reglas del evangelio.

Ahora pasamos a la tercera analogía: “El labrador que trabaja esforzadamente es quien debe recibir
primero su parte de los frutos”. En esta última metáfora, se deja ver una mezcla de las 2 anteriores. La primera
enfatiza la lealtad al ministerio a pesar del sufrimiento. La segunda enfatiza la recompensa por la lealtad al
evangelio. Y la tercera une ambos conceptos: “trabajo esforzado” y “recibir su parte de los frutos”; es decir,
sufrimiento y recompensa, o en otros términos: costo y galardón. Además, notemos que cada una tiene su
tiempo: el sufrimiento es para el presente, el galardón es para el futuro.

Y ahora llegamos a la última línea: “Considera bien lo que digo, pues el Señor te dará entendimiento en
todo”. Aquí hay un llamado a la reflexión: “considera bien lo que digo”. El ministerio cristiano tiene su alto
costo, aún más de lo que imaginas. No es algo que se toma a la ligera, demanda devoción completa, entrega
total, aun a costas de tu propia vida. ¿Entiendes esto? En tal caso, si Timoteo (tú o yo) no podía captar la
intención del apóstol, Pablo añadió: “el Señor te dará entendimiento en todo”.

Han pasado 15 años desde que entré al ministerio, después de todos estos años de entrenamiento, hoy
entiendo más que al principio (y no sólo en cuanto a doctrina, sino al ministerio en general). En retrospectiva,
miro al primer año, y me he dado cuenta que el ministerio es más de lo que imaginaba que sería. ¡Qué gozo es
aprender! Pero también, ¡qué duro ha sido el proceso!

¿Estás empezando el ministerio? O, ya estás en proceso y te das cuenta del costo en estos años. Sea lo
que sea, una cosa es segura: Dios no nos hado de su Espíritu para enredarnos en la cobardía. Nos ha dado de su
amor y de su poder, para atrevernos a tener dominio propio.

Jesús dijo: Si quieres ser mi discípulo, toma tu cruz, cada día, y ven y sígueme.

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