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autores clásicos como; Platón, Aristóteles o Tomás Moro. Sin embargo, tradicionalmente esos
antecedentes se consideran más como parte de la teoría social que de una primitiva sociología.
Por ello Ritzer (1993) y otros autores consideran pertinente situar el origen formal del
pensamiento sociológico en dos momentos históricos particulares: La ilustración y la
Revolución Francesa.
Por tal razón, y apoyándonos en la concepción tradicional, hemos de encontrar el origen del
pensamiento sociológico derivado de una cadena de acontecimientos que se desarrollan a lo
largo del siglo XVIII, de ahí que resulte importante explicar, ¿qué es la Ilustración? Así como
intentar rescatar las influencias que la sociología tomó de esta corriente de pensamiento.
Primeramente, es necesario entender que la Ilustración emana de dos corrientes filosóficas que
dominaron el continente europeo a mediados del siglo XVII. El racionalismo francés, iniciado
con la obra de Descartes, que proponía la Razón y el método lógico-matemático como los
medios para llegar al conocimiento, planteaba la existencia de ideas “universales innatas” y que
las ideas que llegan a través de nuestros sentidos pueden estar distorsionadas. Por su parte el
empirismo británico, cuyos máximos exponentes fueron John Locke y David Hume, se oponía a
la idea de que existían en ideas innatas. El propio Locke sostuvo que la mente humana es
como una “hoja en blanco” que se va llenando a través de experiencias en la vida, por ello la
mente no está sino llena de ideas asociadas a experiencias sensoriales previas.
El empirismo y racionalismo poco, quizás nada, tienen que ver con la sociología, sin embargo
ambas posturas ideológicas son importantes ya que fueron punta de lanza para la Ilustración,
por ello no es raro encontrar historiadores que arrastran los inicios del Iluminismo al siglo
diecisiete, otros en cambio optan por llamar a esa etapa “Era de la Razón”. Como quiera que
se vea, no se puede negar el hecho de que el racionalismo (como se llamó al conjunto
sintetizado de ideas emanadas de los racionalistas y empiristas) sienta las bases de lo que
será el Siglo de las Luces.
La Ilustración no tiene una fecha precisa de inicio, pues es difícil rastrear la gran cantidad de
pensamientos emanados en el siglo XVIII y más complicado resulta situar cronológicamente
cual de esos pensamientos dio inicio formal al periodo, sin embargo sabemos que se desarrolló
en una era de relativa calma política y social. Las guerras entre protestantes y católicos habían
cesado en Europa, en Inglaterra la guerra civil había terminado, el absolutismo se robustecía
en el continente, mientras que la ciencia newtoniana avanzaba rápidamente y la cartografía del
mundo estaba por terminarse. Fueron precisamente el conocimiento del Nuevo Mundo y los
adelantos en la ciencia las causas más importantes en la consolidación del pensamiento
ilustrado.
La Ilustración nace entre los nobles y burgueses (clase social que comenzaba a sobresalir) del
siglo XVIII, quienes se interesaron en conocer y sobre todo en comunicar sus conocimientos.
Europa (pero sobretodo Francia) se vio sumergida en un interés por el saber, respaldado por la
filosofía racionalista y de la mano de una nueva ciencia que pretendía llevar a la humanidad
hacia el progreso. El pensamiento ilustrado tuvo como fundamento principal acabar con el
oscurantismo, el fanatismo y las supersticiones que tanto habían atrasado a la humanidad, por
ello se pretendía "iluminar" al hombre mediante la Razón.
Una de las primeras características en los pensadores ilustrados fue que dejaron de lado el
estudio sobre Dios y el alma, propusieron en cambio una sociedad laica y enfocada en el
individuo. Se encargaron de definir al hombre en todos los sentidos posibles, especialmente
por el descubrimiento de otras razas y sociedades que se alejaban del modelo social conocido.
El estudio del Nuevo Mundo trajo profundos cambios en la mentalidad europea, sobre todo con
respecto a los nativos de aquellas tierras, que para la época no eran sino “salvajes” o
“bárbaros”, y que bajo la óptica de la Ilustración se transformaron en “buenos salvajes” cuya
única diferencia respecto a los europeos era su “inocencia”.
Con relación a las sociedades la Ilustración inicio una severa crítica de las viejas costumbres,
la iglesia fue uno de los focos principales del ataque, debido a que muchos pensadores
ilustrados fueron deístas, agnósticos o simplemente ateos. Para varios de estos intelectuales la
iglesia no era sino una fuente de atraso en la humanidad, que durante siglos había llenado a
las personas de ideas equivocadas sobre el mundo y lo que debía ser el hombre. Por ello los
ilustrados defendían una religión natural que no necesitara de intermediarios así como una
moral laica, ideas que comenzaron a restar poder a la iglesia, específicamente a la iglesia
católica.
Con respecto a la monarquía, otra institución de gran fortaleza en la Europa de aquel siglo,
ocurrió que los ilustrados fueron, primeramente, moderados en la crítica contra el absolutismo
pero a finales del siglo criticaron el despotismo en los reyes. Dadas las convicciones de que los
seres humanos eran todos iguales, resultaba imposible que los ilustrados fuesen moderados
con respecto a la figura del monarca, ese primer momento de moderación puede entenderse
en virtud de que diversos reyes, arrastrados por la moda, implementaron ideas del
pensamiento ilustrado en sus reinos esperando revitalizar su poder, pero sin llegar a realizar
concesiones importantes.
Una frase que sintetiza la postura de los llamados “déspotas ilustrados” con respecto al
momento histórico en que se hallaban, fue aquella que afirmaba: “todo para el pueblo, sin el
pueblo”. Estos monarcas dieron especial interés en modernizar las ciudades y algunas
cuestiones del sistema social (aboliendo viejas prerrogativas del feudalismo) pero realmente
hicieron poco por atender a las clases menos favorecidas.
No hay que olvidar el hecho de que en su mayoría los ilustrados fueron nobles y/o burgueses
con la vida resuelta, lo cual nos ayuda a comprender en cierta manera su forma de ver el
mundo y la sociedad de su tiempo, quizás por ello también resulta utópico que hablasen de
igualdad y libertad viviendo precisamente a expensas de circunstancias que no favorecían esos
valores. Varios de los pensadores ilustrados coincidieron en que los seres humanos eran todos
iguales y por ello tenían el mismo derecho de transformarse y progresar, sin embargo en la
práctica algunos de estos filósofos miraban al “pueblo” como aquello contra lo que luchaban (la
ignorancia y el atraso).
En los ideales de la Ilustración la luz de la razón afirmaba ser para todos, pero en una
perspectiva más realista solamente unos cuantos se hicieron de ella, esto debido al espíritu de
la época y a que el medio en que se comunicaban los nuevos ideales era la palabra escrita
(70% de la población era analfabeta), lo que derivó en que solamente unos cuantos se
acercasen a estas ideas y que muchos otros tergiversaran el mensaje de la Ilustración.
Cada país de Europa recibió el pensamiento iluminista de manera diferente; en Francia, por
ejemplo, la Ilustración trataba de exponer los abusos y grandes desordenes de la sociedad, en
Inglaterra (donde entró tardíamente) el nuevo pensamiento se centró en realizar los primeros
análisis sociológicos y económicos, los británicos se preocuparon en comprender como la
sociedad funcionaba y como la economía era el medio del que se valía dicha sociedad para
funcionar. Alemania fue un caso aparte, ahí la ilustración aconteció meramente en el terreno de
las ideas, los filósofos alemanes de la época se ocuparon de explicaciones específicas sobre el
pensamiento y la razón.
Con la Ilustración Europa entera encontró un modelo cultural a seguir; Francia. Lo francés se
puso de moda a pesar de que pensadores ilustrados de aquel país, como Rousseau, delataron
los profundos vicios y los severos defectos en la sociedad de su época, llegando a considerar
al hombre bondadoso por naturaleza pero corrompido por una sociedad que lo transformaba en
un animal que no se solidariza con otros. Con todo y eso, las grandes urbes europeas se
llenaron de aires franceses y toques grecorromanos.
A pesar del valor aparentemente positivo que la Ilustración trajo para la humanidad esta generó
un profundo rechazó, sobre todo en las clases conservadoras cuyos intelectuales criticaban el
afán insaciable y casi caótico por el conocimiento que tuvieron los ilustrados. La queja más
lapidaria contra la Ilustración va en ese sentido, debido a que existía un continuo cambio en los
intereses e ideas, el pensamiento iluminista se volvió demasiado volátil. Sí bien la Ilustración
representó un siglo de ruptura con respecto de lo viejo, vulgar y oscuro también es cierto que
no pudo digerir la cantidad enorme de conocimientos e ideas que comenzó a aglutinar sin un
criterio unificador.
No es fortuito que muchos historiadores consideren a la Ilustración como una era de profundos
adelantos, tanto científicos como culturales, pero con una gran cantidad de preceptos e ideales
que se extraviaron en revueltas que tuvieron todo menos aire de progreso. El ambicioso ideal
de sacar al hombre de las tinieblas, para situarlo en una nueva esfera de vida, no llegó más
que a mero ideal, sobre todo porque la humanidad no estaba tan sumida en las tinieblas como
los ilustrados consideraban.
En perspectiva, los años que siguieron a la Ilustración se caracterizaron por la incesante voz de
intelectuales que señalaron ese periodo como generador de grandes revueltas y cambios
innecesarios, por lo que se esmeraron en proponer un regreso a la tradición ya que el progreso
no había traído ninguna llave para la felicidad. A mediados del siglo XIX muchos intelectuales,
sobre todo franceses detractores de la Ilustración, vieron la oportunidad perfecta para enfatizar
que el pensamiento iluminista quedó en deuda con la humanidad y que la filosofía emanada
durante ese periodo solamente había servido para traer todo lo que rechazaba.
La revolución francesa inicia a mediados de 1789, si bien los problemas financieros de Francia
y una severa crisis del campo fueron sus principales causas, no se debe negar el papel que las
clases sociales bajas (burguesía, campesinos y proletarios) tuvieron en su desarrollo.
En aquel tiempo en Francia existía una división social y política de tres Estados; un primer
Estado donde se acomodaba el clero, el segundo Estado donde se aglutinaba la nobleza y un
tercer Estado para la burguesía y el pueblo llano. Fue la inclusión de la creciente burguesía en
el tercer Estado lo que llevó, de una u otra manera, a la precipitación de muchos de los
sucesos de la revolución.
La burguesía como una clase social ascendiente con intereses políticos, económicos y sociales
diametralmente opuestos a los otros Estados, y empapados de la filosofía Ilustrada, solamente
necesitaban de ciertos sucesos para alzarse contra el sistema. Algunos de esos sucesos
fueron el rechazo a la sociedad desigual que se vivía, incluso nobles que no tenían acceso a la
corte y clérigos pobres también compartían ese disgusto por la situación social prevaleciente;
resentidos por la excesiva suntuosidad y el dominio de la vida pública por ambiciosas clases
sociales.
El rey Luis XVI convocó a los Estados Generales para intentar controlar un clima de tensión
dentro del país, suscitado a causa de severos problemas administrativos. La reunión de los tres
Estados no vino sino a acrecentar los conflictos, pues se pusieron de manifiesto tanto los
problemas económicos como las graves limitaciones de un sistema político en decadencia. El
tercer Estado (burguesía) consciente de su creciente participación en la sociedad y del poder
que acumulaba se mostró abiertamente cansado del viejo sistema de votación que les daba
una clara desventaja contra los Estados menos participativos. Por ello buscaban el voto por
cabeza, que haría prosperar su proyecto político.
La propulsa del tercer Estado fue llevar a cabo una reforma de fondo, un plan para la mayoría y
no solamente buscar beneficios para al primer y/o segundo Estado, su programa parecía tan
incluyente que muchos miembros de los otros Estados les siguieron y formaron juntos una
Asamblea Nacional Constituyente, cuyo fin era dotar a Francia de una constitución.
Hubo panfletos tan famosos como el de Sieyés, que trataban sobre el poder del tercer Estado
en la vida francesa, ¿Qué es el tercer Estado?, fue el título de esa obra, cuyas ideas
rápidamente se volvieron centro de discusión en toda Francia. La principal idea dentro del
escrito fue sostener que el tercer Estado se encontraba sometido y excluido de la vida política a
pesar de ser la fuerza y motor de la sociedad, por ello se dejaba claro que el tercer Estado
podía funcionar como una nación completa sin necesidad del clero y la nobleza.
Ese tipo de literatura comenzó a incendiar los ánimos, sin embargo la marca histórica de inicio
para la revolución fue la toma de la Bastilla, antigua prisión que simbolizaba el poder del
absolutismo en Francia, ocurrida en 1789. Si bien dicha prisión ya no funcionaba como en
épocas anteriores, la toma en si misma fue un contragolpe a la monarquía por haber destituido
al ministro de finanzas Necker, al cual los burgueses tenían en alta estima. El acontecimiento
de la Bastilla provocó en la sociedad francesa una sensación de poder popular, que
rápidamente derivó en insurrecciones por todo el territorio.
En ese mismo año (1789), la Asamblea consiguió logros importantes en materia política y
social, como fue la abolición del feudalismo y el diezmo, así como privar de ciertos privilegios al
clero y los nobles. Otra de sus grandes decisiones fue la redacción de la Declaración de los
derechos del hombre y del ciudadano, legado de ideas de ilustradas. Dicha declaración
pretendió ser el parte aguas para la constitución de una sociedad al borde de la anarquía, que
desconocía el rumbo a seguir como colectivo social. Esta Declaración fue la primera dirección
de la política francesa, si bien no se siguió al pie de la letra, por lo menos dio una dirección
sobre el tipo de constitución que requería Francia.
La Asamblea Nacional logró transformar el sistema político francés, creando una asamblea
legislativa e imponiendo una monarquía constitucional, con poderes reducidos para el rey,
quien apenas conservó poder de veto y poder para elegir a los ministros. Los bienes y el poder
del clero se vieron severamente afectado por los designios de la Asamblea, quien tomó dichos
bienes para tratar de aliviar la difícil crisis económica, se pretendió además subordinar a los
clérigos a una constitución civil que les haría jurar lealtad al rey de Francia.
La difícil situación de la familia real francesa, ante los constantes intentos del parlamento por
achacar los males de toda Francia sobre ellos, orilló a países como Austria y Prusia a intentar
frenar el curso de los acontecimientos, el intento de entrada de estas potencias en el territorio
francés fue visto como un asunto de violación a la soberanía, algo que suponía un peligro a la
nación entera, lo que provocó un nacionalismo fuera de serie que llevó al mismo pueblo a
levantarse contra los enemigos extranjeros. A fines de 1792 ante el rumbo de la situación al rey
le pareció lo más conveniente intentar escapar, situación que no llegó a concretarse siendo
hecho prisionero, la Convención acusó al rey de traición y lo condenaron a muerte (1793).
La muerte del rey agravó más el escenario en lugar de apaciguarlo. Dentro del seno de la
revolución se crearon dos partidos políticos con ideologías diferentes de lo que era aquel
movimiento:
Por un lado estaban los Girondinos que representaban al republicanismo, así como el deseo
de crear un Estado gobernado por los burgueses y una clase alta media. Para este partido la
revolución tendría que terminar con un parlamentarismo y un Estado que se concentrase en los
males sociales más importantes.
Los Jacobinos, en cambio, creían que la patria estaba en peligro y se agitaban profusamente
para que el pueblo se alzara en armas, para ellos la revolución era un asunto de moral y virtud,
incluso sectores radicales de este partido como las “Montañas” esperaban continuar la
revolución hasta que esta hiciese un reparto justo de bienes.
Por su parte el sector de la sociedad más pobre (campesinos y proletarios) que sirvieron como
soldados ante la invasión exterior y los levantamientos internos, trasformaron su lealtad por la
revolución en un sentimiento de descontento, ya que la revolución no les favorecía o por lo
menos no lo hacía como ellos habían esperado.
El radicalismo rápidamente se apoderó de los ideales revolucionarios; si bien la igualdad,
libertad y justicia fueron los primeros motivos para la pugna, a medida que avanzaron los
acontecimientos estas ideas se distorsionaron para derivar en otras sumamente violentas.
Fu en esa época de radicalismo cuando se desataron intensas luchas contra el clero, por los
dominios feudales, que derivaron en propuestas como las de volver a los sacerdotes y
representantes eclesiásticos trabajadores del gobierno, situación que sentó un gran
descontento tanto en la sociedad católica como en los altos dirigentes de la iglesia.
La negativa del clero llevó a los revolucionarios al radicalismo de intentar descristianizar toda
Francia. Dirigentes revolucionarios esperaban trasformar a la misma revolución en una nueva
religión con su propio calendario, sus mártires y un culto a la razón. Aquel intento de fanatismo
no era apoyado por todos los participantes de la revolución, sin embargo el movimiento a esas
alturas era una inmensa y pesada máquina que una vez echada andar en alguna dirección
difícilmente daba marcha atrás.
Los mismos propulsores de la revolución se vieron en el camino de esta, varios de los más
poderosos y participativos miembros del movimiento se vieron atrapados en la vorágine de
ideas y descontentos que emanaron de la revolución, fue ese el momento más intenso que es
llamado comúnmente reinado del “Terror” (1793-1794), donde cualquiera podía ser acusado de
intentar conspirar contra la revolución (fuese cierto o falso) siendo presa de muerte por tal
osadía.
Para 1795 fue declarada una nueva constitución, emanada de un poderoso sentimiento
reaccionario, cuyo objetivo fue nuevamente reformular el poder político dentro de Francia. Con
la constitución se puso fin a la Convención como poder ejecutivo, lo sustituyó un Directorio, que
luego de los excesos ideológicos vino a ser la parte moderada de la revolución, sin embargo
los ánimos siguieron exaltados y no pasó mucho tiempo antes de que el Directorio fuese
destituido por un golpe de Estado, que llevaría al poder a Napoleón Bonaparte.
A pesar de los grandes logros en materia social la revolución francesa no tuvo un ideario
profundo, antes bien, se puede considerar limitada a la ideología emanada de la revolución, lo
cual se entiende dado el clima permanente de confrontación y zozobra en el cual muchos
intelectuales vivieron a lo largo de este proceso transformador.
5. Bienestar social para el pueblo. La sociología como naciente disciplina científica se verá
interesada en este particular, el bienestar social también será una de las cuestiones de análisis
más ampliamente discutida por esta naciente ciencia a lo largo del siglo XIX. Aunque cabe
aclarar que la revolución en sí misma no trajo dicho bienestar, si bien los dirigente
revolucionarios tenían en mente llevar a cabo grandes transformaciones para el pueblo,
lamentablemente las continuas luchas por el poder llevaron a que la revolución se olvidase de
ese particular, no fue sino Napoleón Bonaparte quien recogió aquel primer ideario de la
revolución para volverlo parte de su estandarte político, mismo que lo llevaría a hacerse del
poder.