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Capitulo III.

- MARCO REFERENCIAL

FACTORES EMOCIONALES DE LA OBESIDAD

Descripción

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la obesidad se define como una


acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud.
Una forma simple de medir la obesidad es el índice de masa corporal (IMC), esto
es, el peso de una persona en kilogramos divididos por el cuadrado de la talla en
metros. Una persona con un IMC igual o superior a 30 es considerada obesa. La
obesidad es un factor de riesgo de enfermedades crónicas, principalmente diabetes,
enfermedades cardiovasculares y el cáncer.

El instinto del hambre

Según Perls, el hombre necesita cortar, rasgar su alimento por completo para
poderlo digerir apropiadamente. El morder se identifica como hacer o recibir daño,
cuanto hemos inhibido esta necesidad más temeremos el ser heridos, el morder es
una forma de dar salida a nuestra agresión (Perls, 1975, pp. 140-141).

Los diferentes estadios del desarrollo del instinto del hambre pueden clasificarse
como: prenatal, pre dental, incisivo y molar. Muchos adultos tragan el alimento
sólido “como si” fuera líquido, algo que se debe pasar a tragos. A esta gente la
caracteriza siempre la impaciencia, exigen la satisfacción inmediata de su hambre
–no han desarrollado interés por destruir el alimento sólido-. Su impaciencia se
combina con voracidad e incapacidad para lograr satisfacción (p. 142). Cuando los
adultos tienen mucha sed se comportan en forma parecida sin ver nada malo en
ello. Pero la gente que engulle alimentos sólidos confunde lo sólido con lo líquido,
el resultado es que ni desarrollan la capacidad para masticar, para hacer un trabajo
completo, ni la capacidad para permanecer en suspenso. Permanece sin
gratificación la tendencia destructora, que debería tener su salida biológica natural
en el empleo de los dientes. La función destructora, aunque en si no es un instinto,
sino un instrumento muy poderoso del instinto de hambre, es “sublimada” –apartada
del objeto “alimento sólido”. Se manifiesta en forma nociva: matar, hacer guerra,
crueldad, etc. O por medio de retroflexión, como auto tortura y hasta
autodestrucción. En las neurosis obsesivas y en otras se puede, por ejemplo,
advertir que un deseo de hacer algo prohibido es tratado y castigado por la
conciencia de una forma similar a como las autoridades legales castigan la mala
acción real (p. 143). En la psicosis la confluencia de imaginación y realidad con
frecuencia conduce al paciente no solo a esperar, sino a infligir castigo real por
acciones imaginarias. El hambre de alimento mental y emocional se comporta como
el hambre física. K. Horney observa atinadamente que el neurótico vive
permanentemente ávido de afecto, pero que su avidez nunca se ve satisfecha. Un
factor decisivo en este comportamiento del neurótico es que no asimila el afecto que
se le ofrece. O se niega a aceptarlo o lo implora, de tal forma que le resulta molesto
o sin valor en cuanto lo ha obtenido (Perls, 1975, pp. 144).

La concentración en la comida

La asimilación apropiada del alimento sólido requiere la concentración continua y


consciente en la destrucción, el gusto y la “sensación” del material ingerido,
continuamente cambiante. Carece de utilidad tratar de corregir el propio comer en
tanto que no se comprenda perfectamente esta diferencia fundamental. No debería
ser difícil, ya que en cierto momento uno debe haber visto a algún voraz, impaciente
devorador que comportándose como un niño de pecho, manifestando interés real
por el alimento solo antes de la comida; en cuanto se sienta a la mesa, su
comportamiento manifiesta las características del mordisco de dependencia, se
concentra sólo en el primer gusto y mordisco, luego como un niño de pecho, cae en
un estado de trance, al menos por lo que se refiere al proceso de comer, invirtiendo
su interés en pensar, sueños diurnos, la conversación o la lectura. El alimento sólido
desciende por su garanta “como si” fuera una bebida y su incapacidad para producir
un cambio en la estructura y sabor de su alimento (exactamente como no se realiza
un cambio de estructura o sabor de la bebida) se refleja en su actitud básica hacia
la vida. Tiene miedo o es incapaz de producir cambios en sí mismo o en su medio
ambiente, aun cuando sería deseable. No puede decir “no” ya que teme que la
benevolencia podría transformarse en antagonismo. Nunca conseguirá
independencia, por resultarle la confluencia con su medio ambiente tan deseable
como la confluencia con su madre para el niño de pecho (Perls, 1975, pág. 249).

Su agresividad biológica tiene que encontrar salida en algún lugar y de alguna


forma; aún detrás de la máscara de la persona más suave, una persona con un
carácter dulce, que perdona, acecha una naturaleza agresiva latente que de una
forma u otra debe encontrar salida, como proyección o moralización o asesinato con
amabilidad. Cuanto más nos permitamos emplear la crueldad y al ansia de
destrucción en el lugar biológicamente correcto –es decir, los dientes- menor peligro
habrá de que la agresión encuentre su salida como un rasgo de carácter. También
disminuirán mucho esos miedos patológicos que podríamos tener dentro: porque
cuanto más se invierte la agresión en morder y masticar, menos agresión quedará
para la proyección. El resultado inevitablemente será una disminución del número
de miedos (fobias). Ibid., p.253. En casos graves de frigidez oral el alimento existe
tan sólo mientras está en el plato. Una vez que está en la boca ya no se siente,
mucho menos se paladea. Naturalmente esto es un caso extremo de introyección.
Este comportamiento se da la mano con beber en exceso. El empleo intenso de
especias y llenarse de alimento sin jamás estar satisfecho, se alternan periodos de
voracidad irresistible y otros de rígida disciplina alimenticia. El cuadro se completa
del lado mental con voracidad perpetua de afecto, poder, éxito y emociones que sin
embargo nunca proporcionan un placer o satisfacción genuinos.

Como la ingestión física y mental obedece a las mismas leyes, su actitud hacia el
alimento mental cambiará al progresar en los ejercicios de concentración. Una frase
bien masticada y asimilada tiene más valor que todo un libro simplemente
introyectado (Perls 1975, pp. 257-258).

Emociones y obesidad

La psicología cibernética ha mostrado que todo sistema con vida es regulado por la
realimentación, un flujo inverso de información que permite que los sistemas
funcionales realicen adecuadamente sus acciones y alcancen sus metas. Al
equilibrio que se llega en los sistemas psicofuncionales se le denomina
homeostasis, estado que permite la realización biológica y psicológica del sistema
estudiado. Al hacer referencia a la obesidad o aumento de peso anormal deben
considerarse varios sistemas o subsistemas que concurren en la regulación entre el
metabolismo, las necesidades energéticas y la reposición de la materia-energía que
consume el organismo. Así, los mecanismos homeostáticos modularán la pérdida y
la reposición de energía como costo funcional de la vida, la reposición de la materia-
energía mediante el hambre y la saciedad, y los elementos de cambios metabólicos
que influyen en la ganancia de energía metabólica y anabólica y la pérdida
catabólica. El equilibrio anabolismo-catabolismo permite que el organismo se
encuentre en el estado de salud, que cambia de acuerdo con la actividad orgánica
y las necesidades impuestas por la edad.

“Cuando se ingieren más alimentos, o demasiados carbohidratos y grasas de los


que el cuerpo requiere para funcionar correctamente, este se desequilibra y tiende
a guardar lo que no puede eliminar, generando así el excedente de peso (sobrepeso
u obesidad)”.

El anabolismo, ganancia de alimentos para su trasformación, se inicia con la ingesta


determinada por el hambre de acuerdo con el equilibrio de adquisición y gasto de
energía-materia (Guillen, 2014, p.3).

La degradación de los elementos de la nutrición adquiridos por la ingesta para


obtener energía y material básico de reconstrucción orgánica y los procesos de
transformación de los elementos metabólicos comprende la provisión de energía y
su aprovechamiento para proporcionar estructura a los elementos celulares. De lo
anterior, se concluye que no sólo es suficiente el conocimiento de la toma de
alimentos controlados en un sistema de hambre-saciedad, sino además explicar
que ese binomio se mantiene equilibrado de acuerdo con las características
fisiológicas y psicológicas del organismo sano (Ibid., p. 4).

Hemos creado una cultura extraordinariamente sedentaria y consumista, donde los


recursos para manejar los conflictos emocionales, el estrés y las perdidas consisten
precisamente en consumir objetos que nos hacen sentir bien, como los
carbohidratos y otros alimentos o bienes asociados al bienestar, los cuales junto al
consumo de fármacos prohibidos y/o permitidos, inciden violentamente sobre los
mecanismos del sistema autónomo de regulación de la actividad y el de la
acumulación de grasas.

La falta de sueño y/o de la calidad de sueño, así como otras adicciones, como el
tabaquismo, el alcoholismo, también genera el aumento de peso en una primera
etapa y pueden transformarse en el origen de una obesidad crónica cuando la
alimentación normal y necesaria sustituye una adicción original. Considerar a la
obesidad como una forma de adicción ha dado resultados positivos al sustentar la
terapéutica en la reconstitución y el reforzamiento de vínculos socio afectivos que
modifican la auto imagen y contienen las intensas ansiedades, mediante grupos
terapéuticos altamente cohesivos y estables, como los de alcohólicos anónimos.
(Ibid., p. 20).

Tratamiento psicológico y abordaje sociocultural

La atención psicológica de la obesidad desde el enfoque conductual resalta la


modificación de los hábitos alimentarios o el cambio de la conducta alimentaria de
las personas obesas. Otros enfoques, como el psicodinámico, el cognitivo-
conductual o el sistémico consideran, además de la conducta, otras variables, tales
como las emociones, la personalidad, las cogniciones y el contexto social del obeso
para la comprensión de su estilo de vida.

Psicopatología asociada a la obesidad.

Un tipo particular de obesidad es de “trastorno por atracón”, causado por la sobre


ingesta: es común entre los pacientes obesos y se presenta hasta en 30% de los
pacientes que asisten a clínicas de reducción de peso y en los candidatos a cirugía
bariátrica. Los criterios para el diagnóstico del trastorno por atracón son:

• Presencia de atracones recurrentes. Un atracón se caracteriza por la ingestión


de grandes cantidades de alimento en un periodo corto (dos horas), sensación
de pérdida de control sobre la ingestión de alimento (sensación de no poder
parar de comer o no poder controlar la cantidad o el tipo de comida que se
ingiere).
• Los atracones se asocian con tres o más de los siguientes síntomas: ingestión
mucho más rápida de lo normal, comer hasta sentirse desagradablemente
satisfecho, ingestión de grandes cantidades de alimento a pesar de no tener
hambre; comer a solas para esconder su voracidad, sentirse a disgusto con uno
mismo (depresión y culpa); profundo malestar al recordar los atracones; que
ocurran al menos 2 días a la semana durante 6 meses consecutivos; no se
asocia con conductas compensatorias inadecuadas, como el caso de la bulimia
nerviosa (como provocarse el vómito, ayunos prolongados, ejercicio excesivo,
uso de laxantes, diuréticos o enemas).

Para asociar el trastorno del atracón con la presencia de obesidad en la persona es


necesario considerar el contexto donde se da el atracón, el ambiente, las conductas
mal adaptativas (Español y De la Torre, 2006).

Diversos estudios abordan los aspectos psicológicos asociados con la obesidad,


referidos a la visión integral del individuo, sus creencias, emociones y
comportamiento (Guillen-Riebeling, 2001), y desde la perspectiva cognitivo-
conductual y cultural, también se han explorado las normas sociales asociadas con
la evaluación del auto concepto de imagen corporal y la competencia social en
mujeres con obesidad mórbida, así como las dificultades psicosociales de imagen
corporal. Campos (1993), identifico las siguientes características psicológicas de
obesos adultos: pasividad, sumisión, preocupación excesiva por la comida,
ingestión compulsiva de comidas y drogas, dependencia e infantilismo,
insatisfacción de la imagen corporal, miedo de no aceptarse o quererse, dificultades
de adaptación social, agresión bloqueada, sentimientos de abandono, inseguridad
e intolerancia (Guillen, 2014, pág. 33).

La emoción en las mujeres.

Es muy común que las mujeres se resfríen o se enfermen de colitis, gastritis,


faringitis o alguna otra enfermedad después de un evento estresante en sus vidas,
con una pelea con un ser querido, enterarse de una noticia triste, la muerte de un
ser querido, una amistad, o bien, cuando han estado bajo un periodo de estrés
excesivo. No es de sorprender que, en México, las abuelas recomienden beber té
de boldo después de un disgusto con el fin de proteger al hígado (Vasconcelos,
2013, p.17).

A lo largo de la historia, la mujer aprendió a reaccionar de manera pasiva, es decir,


negó, se tragó o reprimió su enojo, obedeciendo a las normas introyectadas o
interiorizadas, producto de los valores de la sociedad. … La transformación del
exterior demanda cambios internos que muchas veces no podemos realizar a la
misma velocidad en la que el mundo cambia. Una gran parte de las personas creen
que su felicidad depende totalmente de los cambios externos, aun no se han dado
cuenta que pueden transformar su vida si realizan cambios en su interior, como
replantear sus creencias, actitudes y conductas (Ibid., pág. 19).

A un gran número de mujeres se les dificulta tolerar las emociones intensas que
experimentan, lo que se produce en un gran malestar y se sienten impulsadas a
hacer algo, lo que sea con tal de no sentirse así. Pueden gritar, pelear, inclusive
llegar a golpear o aventar objetos para descargar la ira. También es común
culpabilizar, dramatizar o insultar de manera agresiva-pasiva. O bien, pueden elegir
conductas de evitación para no sentir la soledad, ansiedad, tristeza, ira o culpa, tales
como comer, tomar alcohol, drogarse, fumar, comprar compulsivamente, ser infiel o
pasar horas en internet. Ante emociones dolorosas, las mujeres por lo general
comen compulsivamente, en menor proporción toman alcohol o recurren a las
drogas ilegales, a diferencia de los hombres…. las adicciones. Sobre todo, las
calificadas como propias del siglo XXI, internet, ciber sexo, teléfonos inteligentes, o
video juegos, tienen su origen en un intento desesperado por sofocar el dolor, los
sentimientos de soledad y falta de sentido, producto de la era del vacío (Lipovetsky,
2010) que prevalece en la sociedad actual. Existe una gran diferencia entre afrontar
de manera eficaz las situaciones problemáticas y evitar las sensaciones
desagradables de las emociones intensas mediante el uso de estupefacientes,
actos violentos o internet. El bienestar emocional depende de hacer frente a las
emociones de manera apropiada y no de evitarlas. Darles vuelta o evadir los
problemas es muy común, pero esto solo disminuye la ansiedad a corto plazo,
porque a la larga traerá mayores consecuencias negativas a la salud psicológica, y
muy probablemente en la física (Ibid., pág. 24).

“Cuando la gente está insatisfecha, o tiene algún sentimiento desagradable que no


sabe canalizar, por alguna situación de su vida presente o pasada, para no sentirse
de esa manera, cae en adicciones (cigarros, drogas, comida, etc.) para tratar de
ocultar, o borrar las heridas emocionales”

Neuropsicología de las emociones

Los avances de la neurociencia han arrojado hallazgos interesantes que nos ayudan
a comprender mejor la relación de las emociones con nuestro cuerpo. Desde hace
mucho tiempo, los médicos saben que el sistema endocrino actúa con el sistema
nervioso para coordinar las actividades de nuestro organismo y así mantenerlo en
funcionamiento. Ambos sistemas son fundamentales para asegurar nuestra salud
física y psicológica. Se comunican entre sí a través de mensajeros químicos, los
neurotransmisores, que corresponden al sistema nervioso y las hormonas del
sistema endocrino (Vasconcelos, 2013, pp. 28).
Varios estudios muestran como las personas obesas utilizan la comida como refugio
para compensar sus frustraciones, tristezas, necesidades y temores (Cabello,
2010). Otros han hecho alusión a los efectos de la burla acerca del cuerpo obeso y
cuentan de la insatisfacción por la imagen corporal y algunos desórdenes
alimenticios (Fabián y Thompson 1989; Lunner et al. 2000). Se ha documentado
también que valores familiares, tales como vínculos de relación adecuados y
expectativas positivas de los padres, se constituyen en “factores de protección” para
las personas obesas y se establecen a la vez como un soporte emocional
fundamental para hacerle frente a los discursos negativos de la obesidad que
generalmente predominan en el contexto social. El propósito final fue entender el
contexto particular en el cual estos eventos ocurren y anticipar qué pensamientos,
ideas o sentimientos se manifiestan en lo participantes en relación con el estatus de
peso. Siguiendo con este enfoque teórico, el principio de cambiar el significado
personal para reducir la aflicción por una determinada problemática, se aplica a los
estados emocionales como ansiedad, culpa, vergüenza y depresión, que son
emociones presentes en la imagen negativa de la obesidad, no obstante, existen
otras emociones hacia su cuerpo de auto aceptación, siendo personas alegres,
positivas, que gozan y disfrutan de la comida: así las ideas, emociones y
comportamientos que surgen alrededor de la obesidad, pueden ser ambivalentes y
paradójicas de acuerdo a las construcciones sociales que de manera individual y
social se presenten en una cultura determinada.

El padre fundador de la fenomenología, el filósofo Edmund Husserl, creía que, bajo


el flujo cambiante de la experiencia humana, había ciertas estructuras invariables
de la conciencia, las cuales podrían ser identificadas a partir del método
fenomenológico. Por su parte Polkinghorne (2004), señala que el mundo de la vida
se refiere al mundo cotidiano como es vivido por todos nosotros, a priori de las
explicaciones e interpretaciones teóricas de cualquier tipo. El mundo de la vida
comprende emociones (Cabello Garza & Arroyo Rueda, Revista internacional de
Trabajo Social y Ciencias Sociales N°6Julio 2013).

Factores psicosociales asociados al paciente con obesidad

Para comprender el modelo biopsicosocial, señala que la exposición al agente


patógeno, por ejemplo un virus o bacteria no tiene necesariamente que desembocar
en la infección y desarrollo de enfermedad por parte del individuo expuesto, sino
que dependerá del grado de vulnerabilidad inmunológica que se presente; y a su
vez, esa mayor o menor vulnerabilidad estará relacionada con los hábitos de salud
(dieta, tabaco, alcohol, práctica deportiva, horas de sueño, etc.), el ajuste
psicológico (niveles de estrés) y social (disponibilidad de apoyo social, entre otros
de cada individuo). El surgimiento de esta “nueva forma” de conceptualizar a la
salud, llevó a la psicología, también a re conceptualizar y replantearse las tareas
que venía desarrollando en el campo de la salud, específicamente respecto a la
“Psicología de la Salud”, que tiene como objeto de estudio al comportamiento
humano, que incluye las cogniciones, respuestas fisiológicas o biológicas no
observables en sí mismas y las conductas manifiestas u observables (Guzmán, Del
Castillo y García 2010 pág. 206-207).

La ansiedad consiste en el conjunto de reacciones físicas y psicológicas que ocurren


ante la presencia de un peligro. La respuesta de ansiedad se encuentra presente
desde el nacimiento, siendo un mecanismo natural con el que nacemos. La
ansiedad no solo aparece por peligros externos y objetivos, e incluso por miedos
inconscientes. Si la reacción de ansiedad es muy intensa, ya sea porque la amenaza
realmente sea enorme o porque nuestros mecanismos de respuesta ante los
peligros estén desajustados, la reacción física y psicológica lejos de ayudar a hacer
frente a la amenaza, se transformará en un peligro agregado. La alarma interna que
supone la ansiedad, no debe alcanzar niveles excesivamente elevados, si así lo
hiciera hay que reducirla. La mejor forma de reducir la ansiedad es eliminar el peligro
que la ha provocado, pero no siempre es posible, en especial cuando el peligro es
interno, subjetivo o inconsciente. El comer, o más exactamente masticar, al suponer
un gasto de energía y al implicar una forma de desgarrar y triturar (actividad un tanto
agresiva) se transforma en una forma de reducir la ansiedad, forma rápida y
pasajera, pero al alcance del paciente. Si el comer como recurso anti ansiedad se
transforma en algo habitual con el tiempo se engordará, incluso estableciendo en
algunas personas un círculo vicioso donde la ansiedad se reduce comiendo, por
ende, engordando, y este aumento de peso genera un motivo de alarma, de
preocupación, por lo que nuevamente aparece la ansiedad y una vez más se come
como mecanismo compensador. Cuando la causa que motiva la ansiedad no se
identifica, la persona entra en un estado de ansiedad continua, que de forma muy
frecuente alivia comiendo. Las causas que más frecuentemente despierta una
ansiedad crónica son el miedo a: ser abandonado, a no controlar los propios
impulsos agresivos, a no controlar impulsos sexuales, a perder la estabilidad laboral
y económica, a la despersonalización, a perder el control de la propia vida, a no
alcanzar metas personales o estándares sociales, a la repetición de
acontecimientos traumáticos.

Este abordaje ha contribuido directamente al aumento en la comprensión del papel


de diversas variables comportamentales sobre la etiología y la progresión de la
enfermedad, a través de la influencia de factores como el estrés sobre los sistemas
nervioso, inmunitario, endocrino y del efecto de técnicas como el biofeddback y la
relajación, entre otros.

Debido a que la mayoría de los padecimientos resultan de un estilo de vida poco


saludable y no infecciosos, el interés desde una perspectiva conductual cobra gran
relevancia, donde la intervención psicológica toma un papel preponderante, pues el
padecer enfermedades crónico degenerativas cobra gran relevancia al implicar la
presencia/ausencia de diversas variables psicológicas, comportamentales y
actitudinales que dan lugar a valoraciones especificas en la calidad de vida de los
individuos que la padecen. Por otro lado, es importante señalar que las
enfermedades crónico-degenerativas afectan a todos los grupos socioeconómicos
de la sociedad e imponen dos tipos de cargas: por una parte, afectan la
productividad de los individuos y su capacidad de generar ingresos y, por la otra,
originan un mayor consumo de servicios sociales y de salud, generalmente de alto
costo. Por tanto, la enfermedad crónica degenerativa puede ser definida como aquel
trastorno orgánico de funciones que obliga a una modificación en el modo de vida
del paciente y que es probable que persista largo tiempo. Una gran variedad de
factores ambientales (entre los que incluyen los hábitos y estilos de vida, la
contaminación ambiental, el estrés, la accidentalidad, etc.), junto con los factores
hereditarios, pueden estar implicados en la etiología de estas enfermedades.
(Guzmán, Del Castillo y García 2010, p. 205).

Según los mismos autores, en la obesidad están mezcladas variables psicológicas


(estrés, depresión tristeza, ansiedad etc.), comportamentales, de actitud, así como
herencia, o el tratar de dar una imagen ante la sociedad, con sus nuevos patrones
de belleza, y a la vez el ritmo acelerado de vida que a veces nos lleva a comer
chatarra o comida rápida.

La obesidad ha aumentado de manera alarmante en el mundo y particularmente en


México, representando altos costos individuales, familiares y sociales, evidenciados
en el perfil epidemiológico de morbi-mortalidad en la salud pública nacional. La
obesidad es en sí misma un factor de riesgo de enfermedades cardiovasculares y
dislipidemias, tanto en la niñez como en la edad adulta. Es por ello que la definición
y profundización en el estudio de los factores biológicos, psicológicos y sociales
relacionados con esta problemática cobran gran relevancia.

Cabe resaltar la trascendencia y determinación que tienen los aspectos psicológicos


en la producción y mantenimiento de la obesidad. Estos factores precipitan y
perpetúan el consumo exagerado de alimentos, por la que deben contemplarse si
se pretende mantener un peso adecuado.

Según Guzmán, Del Castillo & García (2010), la atención de las características
psicológicas es de fundamental importancia, de lo contrario la persona difícilmente
será capaz de comprometerse adecuadamente con el tratamiento, y por
consecuencia, tendrá mayor dificultad para bajar de peso y/o mantenerlo.
Ante tales razones el presente capítulo tiene como objetivo principal profundizar en
el análisis de los principales factores psicológicos relacionados con la obesidad: sin
pretender “psicologizar” el problema, por lo que no minimiza ni deja de considerar
como concomitantes los factores genéticos, constitucionales, metabólicos,
ambientales y sociales que la generan.

El capítulo contextualiza el problema de la obesidad realizando un breve recorrido


epidemiológico, desde la perspectiva mundial y nacional; posteriormente
conceptualiza a la obesidad, para dar pauta al abordaje de los factores de riesgo, y
finalmente se ahonda en más factores sociales relacionados con la obesidad, tales
como la discriminación, la personalidad, ansiedad, entre otros.

Conductas adictivas relacionadas en la ingesta de alimentos

Al intentar explicar a la gordura a partir de una personalidad específica, se han


tratado de equiparar factores comunes entre los obesos y los adictos. Ravenna
(2004), describe a la personalidad adictiva como aquella que no solo tiene
necesidades fisicoquímicas, sino también un estado emocional particular
relacionado con factores químicos (neurotransmisores y neuroreceptores)
conectados a los sentimientos y a las necesidades biológicas de cada individuo. Esa
dependencia hace que el obeso adapte su estilo de vida al mantenimiento de la
conducta adictiva la cual, si se mantiene en el tiempo seguirá con la negación de
los efectos agresivos, minimizando, justificando y auto-engañándose; es en esta
etapa cuando se involucra el entorno. Ya en una última etapa las conductas son
automáticas y manejadas por las emociones. La comida no es adictiva, sino la
conexión del individuo en ella. Algunos ejemplos de lo antes descrito se presentan
al vincular la conducta de sobreingesta con la dependencia al alcohol, ya que ambas
se ven como adicciones. El síntoma primario de la adicción a la comida, el comer
compulsivamente, es decir consumir toda clase de alimentos en cantidades que
resultan dañinas para el organismo y la mente, sin embargo, no todos los sujetos
con obesidad son comedores compulsivos. Así mismo, al respecto de la obesidad
y las adicciones, se ha tratado de establecer un vínculo relacionado con la adicción
a ciertas sustancias, como por ejemplo los azúcares u otros carbohidratos. El azúcar
es una sustancia psicoactiva y tal como afirma Virtue (1990), el trasfondo
psicopatológico subyacente corresponde al de los trastornos adictivos…. Para el
caso de la adicción al chocolate (uno de los carbohidratos más adictivos) se
describe el mismo proceso: a) sensación de ansiedad o angustia producida por una
frustración que inicia con el consumo. Del chocolate; b) un “pico” de excitación,
donde la persona puede alejar de su conciencia por un instante ese problema y
comienza a sentirse mejor; c) una caída de tipo ansiosa o depresiva que favorece
la reiniciación del ciclo adictivo. Cabe aclarar que los efectos de los azúcares son
de corta duración y la escala del efecto eufórico es menor a la de otras sustancias
como, por ejemplo, la cocaína (Ibid., p. 213).

Trastornos psicológicos

Se han descrito dificultades en la maduración psicológica y en la adaptación social


significativamente mayor en los niños obesos, sobre todo en niñas, como
consecuencia de la discriminación precoz y sistemática que sufren por parte de sus
compañeros, familiares y la sociedad en general, y que afecta a muchos aspectos
de su vida. Este rechazo tiene su origen en factores culturales que identifican la
delgadez como perfección, mientras que la obesidad se valora como imperfecta,
indicativa de debilidad, abandono y falta de voluntad. Esta estigmatización es causa
de intimidación en la escuela y favorece la aparición de trastornos psicopatológicos
relacionados con escasa autoestima, depresión, distorsión de la imagen corporal y
trastornos del comportamiento alimentario. La compleja relación entre obesidad y
depresión, distinguiendo factores moderadores: gravedad de la depresión, grado de
la obesidad, género, situación socioeconómica, interacciones entre la genética y el
ambiente, experiencias en la infancia y factores medidores: como la ingesta
alimentaria y la actividad física, burlas, trastornos alimentarios y estrés. La
depresión no sólo es consecuencia de la obesidad, sino que a veces puede
antecederla. Las publicaciones de los últimos años sobre aspectos psiquiátricos de
la obesidad en niños y adolescentes concluyen que los profesionales de la salud
mental deberían ayudar a los niños obesos a potenciar su autoestima para llevarlos
a una vida plena, independientemente de su peso.

En lo que se refiere a la obesidad como factor de riesgo de los Trastornos del


comportamiento Alimentario (TCA), según la teoría de un origen multifactorial
aceptada en la actualidad, son varios los factores implicados en su etiopatogenia;
la obesidad desempeña un importante papel, no sólo del paciente, sino también la
de sus familiares cercanos. El exceso de peso es uno de los factores
predisponentes, tanto para la anorexia nerviosa como para la bulimia nerviosa.
Además, la obesidad está muy relacionada con la baja autoestima, conductas de
ayuno y trastornos afectivos que actuarían a su vez como factores predisponentes
o de mantenimiento del trastorno. Todo ello se ha confirmado en diferentes estudios
comunitarios de casos y controles. Se ha encontrado cierta especificidad en el
sentido de que la obesidad en los padres sería el factor de riesgo más claro frente
a la bulimia, lo que podría sensibilizar a la persona hacia su figura corporal y reforzar
las conductas de ayuno. Este efecto, se encuentra con mayor probabilidad en un
entorno de presión social hacia la delgadez. Otros factores de riesgo son
determinados rasgos del carácter, como la escasa autoestima y el perfeccionismo,
frecuentes antecedentes de la anorexia nerviosa (Ibid., pág. 213).
Trastornos por atracón (atracón alimentrio-binge eating)

La existencia de atracones en pacientes obesos fue identificada por primera vez por
Stunkard en 1959 como patrón distintivo de esta población. Describió consumos
episódicos de grandes cantidades de comida seguidos de sentimientos de culpa,
malestar e intentos para hacer dieta, todo ello sin conductas compensatorias
(vómitos, laxantes, diuréticos, ejercicio físico)… de manera general, el trastorno por
atracón se caracteriza por: a) episodios recurrentes de atracones (ingesta en un
corto periodo de tiempo, de una cantidad de comida superior a la que la mayoría de
las personas consumen; además de la sensación de pérdida de control sobre la
ingesta durante el episodio) b) los episodios de atracón se asocian a tres o más de
los siguientes síntomas: ingesta mucho más rápida de lo normal, comer hasta
sentirse desagradablemente lleno, ingerir grandes cantidades de comida a pesar de
no tener hambre, comer a solas para esconder su voracidad, sentirse a disgusto
con uno mismo, depresión, o gran culpabilidad después del atracón, c) profundo
malestar al recordar el atracón, d) los atracones tienen lugar al menos dos días a la
semana durante seis meses, e) el atracón no se asocia a estrategias
compensatorias inadecuadas (ayuno, purgas, ejercicio excesivo) y no aparecen
exclusivamente en el transcurso de una anorexia nerviosa o bulimia nerviosa (Ibid.,
p. 214).

Transición epidemiológica-nutricional

Al analizar la evolución de la transición epidemiológica nutricional en México, se


puede constatar que históricamente el principal problema de salud relacionado con
la nutrición hasta principios y mediados del siglo XX, era la desnutrición, el
padecimiento del hambre era un problema médico epidemiológico. El objetivo
principal de la «Declaración de Milán» es hacer llegar a los gobiernos de las distintas
naciones europeas la gran preocupación que existe en el mundo científico en
relación con el problema de la obesidad. En el preámbulo de este documento, tras
hacer algunas consideraciones sobre el problema sanitario de la obesidad y sobre
la preocupación que produce el aumento de su prevalencia, se señala que pocos
países europeos tienen establecida una estrategia racional para la lucha contra la
obesidad. Asimismo, se señala que esta tendencia al incremento de la prevalencia
de la acumulación adiposa en Europa, y que se observa también en la edad infantil,
parece relacionada con cambios en el estilo de vida en el entorno europeo, lo que
obliga a establecer una estrategia racional en la prevención de la obesidad a través
de la promoción de un estilo de vida más sano con reducción del sedentarismo y
mejora de los hábitos alimentarios.
Alimentación tradicional-industrial

Otros factores asociados con la adopción de estilos de vida poco saludables son los
acelerados procesos de urbanización en los últimos años, coincidiendo con
modificaciones con el perfil epidemiológico y de los patrones alimentarios;
advirtiéndose que el incremento de la obesidad tiende a desplazarse hacia los
grupos con nivel socioeconómico bajo. El acelerado proceso de urbanización queda
de manifiesto al considerar que a mediados del siglo XX la población rural
(localidades de menos de 2500 habitantes) del país era del 56.8 por ciento del total;
para 2005 ese tipo de población sólo representaba el 23.5 por ciento del total
nacional (Anzaldo C y Barrón EA, 2010) y según los resultados preliminares del
censo 2010 ha disminuido a 23.1 por ciento (INEGI, 2010). El caso de Jalisco es
todavía más marcado, ya que en 1950 se tenía que el 52 por ciento de los habitantes
vivían en localidades rurales, (Gutiérrez Pulido et al, 2008), para 2010 se calcula
que sólo el 13.5 por ciento de los habitantes del estado vivían en zonas rurales y,
por ende, lejos de la industrialización (INEGI 2010).

En la sociedad urbana, orientada por procesos mercantiles dirigidos a estimular la


economía consumista, la industria alimentaria interviene a través de diferentes
instrumentos entre los que destaca la publicidad, para introducir un concepto nuevo
de alimento y dieta (Foladori, 1992 y Osegueraa, 1996). Esta industria segmenta la
oferta y comercialización de productos alimentarios de consumo masivo, en función
de la capacidad económica de los consumidores. Los productos de baja calidad son
dirigidos a los sectores con menor poder adquisitivo. Cuanto más bajo es el poder
de compra del público al que se dirige, más alto es el contenido de grasas, azúcares
y aditivos. Generalmente los productos industrializados que se consumen en
circunstancias de antojo se dirigen a la población con menor capacidad económica
y son relativamente más caros y menos recomendables desde el punto de vista
nutricio que otros similares. El modelo alimentario industrial que se propone a través
de la publicidad, rompe el vínculo cultural entre el lugar y alimento. Lo anterior
produce el paso de la cocina tradicional, constituida por platillos típicos diversos,
ligados a la capacidad de auto abastecimiento y a lo rural, a la cocina industrial,
homogénea, extranjera y rápida. Revista Sobrepeso y obesidad (2010, p. 20).

El desarrollo humano es un proceso continuo y dinámico, y los modelos que ofrecen


las familias y la escuela serán importantes, ya que dentro de ellos los individuos
desarrollan su personalidad y autonomía. La alimentación constituye uno de los
principales caminos de encuentro y relación en este sentido de la vida, y la conducta
alimentaria es la llave de esta dimensión. Por todo esto, la educación nutricional es
fundamental para el desarrollo personal, familiar y escolar de todos nosotros (Dr.
Barriguete, 2013).
Las experiencias previas relacionadas con la enfermedad dan lugar a la percepción
de amenaza o gravedad del padecimiento, de tal modo que los factores
comportamentales y actitudinales, así como las características individuales
implicadas en el estilo de vida, lograrán el manejo o control de la enfermedad. Por
otro lado, como ya se ha señalado, entre las consecuencias más negativas de la
obesidad se encuentran las psicosociales.

Particularmente los niños y niñas con obesidad son rechazados convirtiéndose


fácilmente en objeto de discriminación. En la medida en que el niño madura, los
efectos de la discriminación se van agravando: así mismo, se observa una influencia
cultural muy marcada, y la sociedad establece un patrón estricto de aceptación
dentro de ella. A continuación, se abordan algunas de las principales problemáticas
que viven las personas con obesidad tales como discriminación. En la medida en
que el niño madura, los efectos de la discriminación se van agravando; así mismo,
se observa una influencia cultural muy marcada, y la sociedad establece un patrón
estricto de aceptación dentro de ella. A continuación, se abordan algunas de las
principales problemáticas que viven las personas con obesidad, tales como
discriminación, problemáticas con la imagen corporal, trastornos de la personalidad,
conductas adictivas, carencia de habilidades sociales, entre otras. La imagen
corporal se define como una configuración global o conjunto de representaciones,
percepciones, sentimientos y actitudes que el individuo elabora con respecto a su
cuerpo durante su existencia y a través de diversas experiencias, debidas a cambios
psicológicos, sociales y culturales (Guzmán, Del Castillo y García, 2010, p. 207).

Las personas que tienen problemas relacionados con la alimentación viven


problemas de autonomía e independencia, problemas interpersonales como
introversión, inseguridad, dependencia, ansiedad social, falta de aserción, dificultad
para relacionarse con el sexo opuesto, sensación de ineficacia, fracaso y falta de
control en el ámbito escolar, laboral y social (Ibid., p. 209).

Ansiedad

La ansiedad consiste en el conjunto de reacciones físicas y psicológicas que ocurren


ante la presencia de un peligro. La respuesta de ansiedad se encuentra presente
desde el nacimiento, siendo un mecanismo natural con el que nacemos (pág.214).

La ansiedad puede adoptar diversas formas, pero aquella más relacionada con la
obesidad es la ansiedad generalizada, es decir aquella que está presente a niveles
no muy elevados, pero es casi permanente. Este tipo de ansiedad al no ser muy
elevada, consigue un porcentaje de reducción importante con el acto de comer. Al
ser constante su presencia y su reducción con el comer provocan aun aumento de
peso. Al respecto, un grupo del Centro para el Control y Prevención de
Enfermedades de los Estados Unidos ha evaluado la asociación entre obesidad,
ansiedad y depresión en un grupo de 200 mil personas aproximadamente. Además
de incluir a un gran número de sujetos, el estudio considera las posibles
enfermedades asociadas a la obesidad (diabetes o dolor articular), así como
factores relacionados con el estilo de vida (hábito de fumar, consumo de alcohol,
actividad física) y factores psicosociales (apoyo de la familia). Los resultados del
estudio demuestran que existe una relación entre la ansiedad, depresión y obesidad
independientemente de los factores acompañantes, ya sean enfermedades, hábitos
de estilo de vida o factores psicosociales. Esta asociación no es igual en hombres
y en mujeres. En los varones, es la obesidad grave (aquella con un índice de masa
corporal superior a 40 kg/m2) la que se asocia a ansiedad y depresión. Sin embargo,
en las mujeres este aumento se observa ya a partir del diagnóstico de sobrepeso
(IMC superior a 25 kg/m2). Este estudio no permite establecer una relación de
causalidad entre obesidad y trastorno emocionales; sin embargo, plantea una
relación bidireccional, en donde la ansiedad y la depresión pueden distorsionar la
conducta alimentaria y facilitar un patrón de sedentarismo. Ambas conductas
favorecen que se gane peso. Así mismo, en diversos estudios con muestras
clínicas, se ha observado un incremento de la ansiedad y la depresión en pacientes
con obesidad, comparado con iguales con normo-peso. Los síntomas de ansiedad
en jóvenes con obesidad están relacionados con una disminución de la actividad
física y un aumento de la ingesta como respuesta al estrés (Ibid., pp.214-215).

Comer como forma de reducir la ansiedad

La ansiedad, no solo aparece por peligros eternos y objetivos, sino también por otros
de carácter interno y subjetivo, e incluso por miedos inconscientes. Pero si la
reacción de ansiedad es muy intensa, bien porque la amenaza realmente sea
enorme o bien porque nuestro mecanismo de respuesta ante los peligros esté
desajustado, entonces la reacción física y psicológica que supone, lejos de
ayudarnos a hacer frente a la amenaza, solo va a suponer un peligro añadido.
Cañamares (2002, p.95). Si ante la amenaza de un coche que no respeta el paso
de peatones, nuestra reacción, más que de afortunada y útil ansiedad, es de pánico,
y empezamos a movernos de un lado para otro, sin coherencia, lo más probable es
que el coche termine por atropellarnos,… La alarma interna que supone la ansiedad,
no debe alcanzar unos niveles excesivamente elevados; si así lo hace es urgente
reducirla. Esta necesidad se debe a dos razones: una, a que como todas las
personas han experimentado alguna vez, el mantenimiento de la ansiedad es
profundamente aversivo, desagradable, y otra, a que nos deja agarrotados y por
tanto más indefensos. Además, está comprobado que la salud de una persona
habitualmente ansiosa se resiente, por ejemplo, a nivel cardiovascular… La
ansiedad supone una preparación para la acción ya sea para huir o para atacar.
Pues bien, comer, o más exactamente masticar, al suponer un gasto de energía, y
al implicar una forma de desgarrar y triturar, es decir, una actividad un tanto
agresiva, se constituye en una forma de reducir la ansiedad. Una forma ligera y
pasajera, pero siempre a nuestro alcance. Si una persona está, por el motivo que
sea, ansiosa de manera habitual, y utiliza como forma “anti ansiedad” el comer,
naturalmente que con el tiempo engorda. Es más, puede establecerse en algunas
personas, un círculo vicioso, cual es que reduce su ansiedad comiendo, luego
engorda, y estos kilos sobrantes le suponen un motivo de alarma, de preocupación,
por lo que nuevamente se pone ansioso y vuelve a comer (Cañamares, 2002, p.
96).

La ansiedad que a efectos de su relación con la obesidad más nos interesa es la


ansiedad generalizada, es decir, la que está presente a niveles quizá no muy
elevados, pero que es casi permanente. Este tipo de ansiedad, al no ser muy
elevada, consigue un porcentaje de reducción importante con el acto de comer, lo
que hace que esta forma de reducción se estabilice, y al ser constante su presencia
y su reducción mediante el comer provocan que se acumulen las calorías extras
ingeridas. También puede provocar otras conductas distintas al comer que la
pueden reducir, como el masticar chicle, el consumo de alcohol (que al inicio de su
consumo alivia momentáneamente la ansiedad, lo cual es una peligrosísima
trampa), o determinados movimientos estereotipados (repetitivos). Naturalmente, es
fundamental que la persona que amortigua (nunca que elimina) su ansiedad
comiendo aprenda a hacerlo mediante medidas que no supongan un aumento
innecesario de las calorías ingeridas (Ibid., p. 103).

La identificación con un obeso en otra acepción, quizá más difícil de entender, y que
produce obesidades más resistentes a los regímenes. La identificación con otra
persona es estudiada en psicología como un mecanismo de defensa, es decir, como
una especie de “truco” que una persona puede hacerse a sí misma, con el objetivo
de soportar mejor la ansiedad, el miedo, la angustia, el malestar que le sobreviene
con ocasión de una fuerte carencia o de una grave pérdida (Ibid., p. 110).

Si la madre es obesa, y si el proceso de identificación es intenso, la obesidad será


muy resistente, pues la necesidad de este acercamiento mágico e inconsciente a la
persona fundamental es superior a la necesidad de adelgazamiento. Una vez más,
sería necesario dar el paso para poder desentrañar y superar estos mecanismos.
También podríamos buscar otros motivos de resistente proceso de identificación,
como es el caso de aquellas personas que sufren malos tratos, psíquicos o físicos,
y necesitan sentirse más cerca del agresor, ser más como él o ella, más de su grupo,
para obtener así cierta sensación de seguridad. No estaría mal que todas las
personas que tienen dificultad para mantenerse en el peso correcto hicieran
memoria de qué personas son o han sido importantes para su vida, ya sea porque
hayan recibido de ellas cantidades importantes de cariño, guía, consuelo,
protección, etc., o bien porque, debiendo haberlo dado, no lo hicieron, es decir, que
dejaron una gran sensación de carencia, de “hambre” de afecto y cercanía. Si
alguna de estas personas, de manera regular, como algo consustancial a su ser,
son o han sido obesas, y especialmente si era el progenitor del mismo sexo, este
mecanismo de la identificación no solo afecta a niños y niñas dependientes de sus
progenitores, sino también a personas adultas, el mecanismo se mantiene, aunque
la persona con la que se produjo la identificación haya fallecido (Ibid., Pág. 112).

El estado de ansiedad

Entre los muchos síntomas de expresión inhibida, el ataque de ansiedad merece


una discusión especial. Ningún otro síntoma demuestra tan convincentemente la
necesidad de una descarga adecuada de la energía aprisionada como el ataque de
ansiedad, y aún más, la neurosis de ansiedad (reacción habitual de ansiedad). Es
comparativamente fácil comprender la dinámica de la ansiedad y reconquistar el
control de las específicas contracciones musculares, con tal que se preste atención
a dos puntos. Primero, se debe dar libre campo de acción a la excitación que
subyace al ataque de ansiedad. Se puede lograr una descarga suficiente por sí
mismo. Pero a la persona no le debe preocupar estar loco durante media hora, si
se pertenece a los que consideran toda explosión emocional como un síntoma
preciso de locura. Aunque sirve de gran alivio llorar a gusto en los brazos de un ser
amado, o solo en su propia habitación. Se podría hacer caras frente a un espejo, o
volverse loco furioso, golpear una almohada hasta quedarse agotado. Como
segundo paso, se tiene que trasformar el armazón del pecho en una parte viva del
organismo completo: la persona tiene que restaurar su respiración (Perls, 1975, pág.
343).

Hambre-saciedad, registro de las emociones y sed-hidratación

Todos tenemos una aliada de por vida. Si la conocemos bien y escuchamos


podemos evitar problemas de peso o incluso protegernos contra los trastornos de
la alimentación. Nos han hablado tan poco de ella, que por consiguiente no hemos
desarrollado la capacidad de observación sobre nosotros mismos ni la
correspondiente educación y enseñanza a nuestros hijos o alumnos. Me refiero a la
conducta alimentaria. Esta es una de las primeras opciones para manejar la tensión
interna cuando nos sentimos tensos, nerviosos, preocupados o inquietos. Esta
conducta se convierte en un modelo al que acudimos cuando tenemos necesidad
de equilibrio. Pero cuando nos sentimos estresados y no identificamos el origen de
la tensión, corremos el riesgo de comer para tranquilizarnos. Todos lo entendemos
porque lo hemos hecho más de una vez, y lo seguimos haciendo, si no lo
registramos y buscamos las fuentes de tensión física o emocional.
La conducta alimentaria tiene dos pilares para funcionar adecuadamente y
mantenernos sanos. Los registros personales que nos protegen son dos: 1) La
identificación del hambre y de la saciedad; 2) La identificación de las emociones, es
decir, ¿Cómo me siento?, estoy alegre, triste, enojado, cansado, tengo miedo,
etcétera. A estos dos registros que todos tenemos, le damos muy poca atención y
no la importancia que se merecen.

En la sociedad mexicana, por lo general, tenemos el hábito inconsciente de resolver


nuestros problemas a través de la ingesta de comida, e incluso le damos gusto a
nuestros seres queridos obsequiándoles alimentos con alto contenido calórico.

A veces los registros de hambre-saciedad y de los afectos se complican cuando los


confundimos, por ejemplo, cuando en nuestra casa nos expresan amor y cariño a
través de la comida, de tal manera que se complica su ubicación en nuestro registro
y se trastoca el aspecto emocional con algo material. Es decir, si cuando nos
portamos bien nos dan un dulce, todo se complica porque la comida se convierte en
el canal para decirnos cuánto nos quieren nuestros padres, abuelos o amigos, y
nosotros podemos llegar a creer que querernos equivale a alimentarnos, en especial
de cosas dulces. En el otro extremo, nos obligan a comernos todo sin respetar
nuestro registro de hambre-saciedad (Dr. Barriguete, 2017, Pág. 71-72).

Registro de emociones

Será básico y contundente, poder identificar con frecuencia las emociones, los
sentimientos con los que convivimos al despertar, al dormir, al leer, los que nos
despiertan ciertas personas, situaciones, momentos, etc. Las emociones son un
canal fluido para conocernos al instante e ir descubriéndonos durante la vida.

Igualmente sabemos, que, ante la tensión emocional, la mente humana tiene


muchas funciones importantes, entre las que destacan, la función de equilibrio,
frente a la tensión. En los momentos de tensión emocional, el funcionamiento mental
busca diferentes canales para descargarla; desde repetir ideas, palabras, gestos o
modelos obsesivos que nos ofrezcan control, hasta la liberación de estrés por medio
de muletillas al hablar, movimientos de las manos, o los pies, o hacer gestos, hasta
que al final, llega el momento de comer algo sin tener hambre, solo con el objetivo
de distraernos de la tensión. Debido a un bajo registro de nuestras emociones, la
búsqueda de solución a dicha tensión con frecuencia la dirigimos a la conducta
alimentaria (Ibid., p. 74).

La obesidad y el sobrepeso son condiciones que siempre han existido en la


humanidad, sin embargo, se convierten en enfermedad porque 1) son resultado del
desbalance entre la ingestión de energía proveniente de la comida y la energía que
necesita el cuerpo 2) el desbalance diario, en el adulto común, lo que genera una
ganancia de peso de 2.5 kg por década, o 10 kg durante la vida adulta. 3) es un
constructo mental, como toda enfermedad.

Con el paso del tiempo se descubrió la asociación de la obesidad con problemas


del sueño, como la apnea, así como su asociación con el hipotálamo. De esta
manera queda claro que el tratamiento o prevención de la obesidad sólo puede
suceder en la medida en que podamos trabajar en forma integral con los aspectos
culturales, familiares, psicológicos y biológicos de los pacientes (Ibid., Pág.81).

Según el mismo autor, en México y otros países en desarrollo se ofrecen postres


(con alto contenido calórico, grasa y azúcar) como recompensa o consuelo, ya que
nos premian por algún comportamiento adecuado o quieren mitigar alguna mala
emoción (de cualquier índole). Por lo que relacionamos la comida con amor y
bienestar. En cambio, en países europeos, los postres están reservados para
ocasiones especiales, por eso los países latinos son los que presentan más alto
índice de obesidad.

Obesidad y emoción

Un aspecto directo de la emoción sobre la motivación hacia la comida se ha


relacionado con la activación del sistema neuronal de respuesta al estrés, que
incrementa la actividad emocional y perjudica el funcionamiento cognitivo. El estrés
aumenta la secreción de flucocorticoides que genera, a su vez, un incremento de la
motivación hacia la comida; también de insulina que promueve la ingesta de
alimentos y la obesidad (Dallman, 2010). El estrés por tanto, como proceso
psicológico que se origina ante una exigencia al organismo frente al cual no se tiene
información para darle una respuesta adecuada (Fernández-Abascal & Palmero,
1999), suponen en las personas obesas un aspecto relevante y a tener en cuenta
en tratamientos preventivos y de pérdida de peso, sin embargo, la relación entre el
estrés, la conducta de ingesta alimentaria y la obesidad es todavía complicada y
debe ser dilucidada para conseguir técnicas de manejo que puedan ser utilizadas
por profesionales involucrados en el tratamiento de esta enfermedad (Moore &
Cunningham, Mesta, Gordillo, Arana y Cruz. Revista mexicana de trastornos
alimentarios, 2012). Bresh, 2006, afirma que la obesidad protege a las personas de
un mundo que parece amenazante por la baja autoestima y la expectativa de
fracaso: protege de los riesgos de afrontar una vida laboral, social y afectiva, pero
a un elevado costo emocional. Por lo que muchas personas refieren que comen,
cuando están angustiadas, deprimidas, cansadas o se sienten solas, de manera
que una razón posible de la frecuencia de comer sea en respuesta a estas
sensaciones, ya que desde hace mucho tiempo existe la creencia de que la ingesta
de alimentos reduce la ansiedad, depresión, etc. (p.116).

La importancia de los factores psicológicos en el desarrollo y el tratamiento de la


obesidad es evidente, por lo que el terapeuta u otro profesional a cargo del paciente
obeso deben brindar apoyo, información y educación, fortaleciendo y facilitando la
catarsis y expresión de los conflictos por parte del paciente, principalmente porque
en el paciente obeso se manifiestan comúnmente problemas en las áreas afectivas
y cognitivas, como una baja autoestima y pobre autoimagen, especialmente en lo
referente al propio esquema corporal (representación psíquica consciente e
inconsciente del propio cuerpo), observándose una deteriorada imagen de sí mismo
y de su cuerpo y una baja expectativa respecto de la autoeficacia y el logro. Un
tratamiento integral del paciente obeso debe facilitarle no sólo herramientas que le
hagan posible un cambio de hábitos alimentarios y de estilo de vida, sino también
los elementos básicos para que logre un fortalecimiento interno que le ayude a
obtener resultados óptimos (en este caso, la reducción de peso) y también algunos
bastones que, al igual que cualquier paciente adicto, le otorguen la seguridad y
confianza necesarias para enfrentar posibles recaídas. Dentro de este último punto
se pueden mencionar, el uso de técnicas de discriminación de emociones y estados
internos, técnicas para el manejo de ansiedad y técnicas conductuales de
desfocalización.

El tratamiento de los trastornos afectivos en los pacientes obesos es de fundamental


importancia, pues de lo contrario no será capaz de comprometerse adecuadamente
con el tratamiento y en general, tendrá considerable dificultad para bajar de peso.
Gutiérrez (2005), propone que la autoestima sea considerada como un factor
relevante en el pronóstico de los trastornos de la conducta alimentaria, establece
que una mejora de la misma en los pacientes obesos proporciona un seguro a la
capacidad para que desarrollen más formas de afrontamiento de los conflictos y
reducción de peso (pp.118-119).

A lo largo de la historia se han establecido diferentes estereotipos que describían a


la persona con obesidad. En este sentido, se puede hacer referencia a algunos de
ellos como “el gordito feliz” o la descripción de la persona obesa como “floja, fea y
perezosa”. Un ejemplo en la actualidad de estos estereotipos se puede observar en
un estudio realizado en estudiantes universitarios y pacientes con trastornos de la
conducta alimentaria (TCA) acerca de la percepción que tienen de las personas con
obesidad, utilizando los siguientes tipos de personalidad para describirlas:
introvertidas, inhibidas y sensibles.

Además de existir ciertos estereotipos, los ideales de belleza y la preocupación por


el cuerpo varían entre culturas, siendo diferentes, dichos estereotipos. Este aspecto
se extiende a la percepción que las propias personas con obesidad tienen de sí
mismas. Por otra parte, en un recopilatorio de adjetivos asociados a la obesidad se
puede ver que los pacientes obesos son calificados como menos atractivos,
carentes de autodisciplina, perezosos, impopulares, poco atractivos e inteligentes o
malos deportistas, entre otros.

Si se trata de mujeres, el juicio es más negativo. Por tanto, el entorno cultural y la


presión social crean esquemas cognitivos sobre la forma de ser de las personas
obesas que influyen incluso en las mismas personas obesas al definirse.
Sin tener en cuenta los aspectos psicológicos que influyen en la persona obesa, los
tratamientos no son efectivos, lo que provoca sentimientos de frustración e
incapacidad a la persona con obesidad, dando lugar a una disminución en la
motivación que le lleva a perder peso.

Aunque no existe un prototipo que defina a todas las personas que padecen
obesidad, sí es cierto que pueden compartir algunos rasgos de personalidad.
Existen numerosos artículos publicados sobre las cirugías, las dietas, el ejercicio o
los fármacos para el tratamiento de la obesidad, sin embargo, son escasos aquéllos
que tratan sobre los aspectos psicológicos que influyen en dicha patología y su
tratamiento. La finalidad de esta revisión es evaluar aquellos rasgos psicológicos y
de comportamiento que caracterizan a las personas con obesidad (Ruiz, Fernández
y Bolaños, 2010 p.5).

Aspectos psicológicos

Rasgos de personalidad

Se aprecia alexitimia en un 42,9% de las personas que padecen obesidad, que es


la incapacidad para identificar, distinguir y expresar emociones. Este rasgo, puede
correlacionarse con otras características tales como anhedonia, locus de control
externo, impulsividad y dependencia interpersonal (Ruiz., Fernández y Bolaños,
2010, p. 7).

Se observa un mayor nivel de anhedonia en personas con obesidad extrema, en


parte provocado por las limitaciones vocacionales que causa la obesidad por
motivos de salud y por la discriminación social. Contemplándose un aumento de la
capacidad para disfrutar de determinados aspectos de la vida con la pérdida de
peso.

Se menciona la presencia de locus de control externo, por lo que la persona con


obesidad, en ocasiones, percibe que el origen de eventos, conductas y de su propio
comportamiento es externo a él. Todo ocurre como resultado del azar, del destino,
la suerte o el poder y las decisiones de otros. De este modo, no cree poder controlar
nada mediante su propio esfuerzo y decisión.

Parece haber relación entre el grado de obesidad y el nivel de impulsividad, siendo


mayor en personas con obesidad extrema, aunque existen estudios que indican lo
contrario, y vinculándose al sexo femenino.

Se ve una disminución de la dependencia interpersonal tras la disminución ponderal,


además de asociarse la pérdida de peso con un aumento en la fuerza personal.

Según los mismos autores, se contemplan rasgos comunes en la mayoría de


personas que presentan obesidad, observándose baja autoestima, insatisfacción
corporal y pobre autoimagen global. Se aprecia relación de la autoestima con el
peso, a mayor grado de obesidad menor nivel de autoestima, que mejora con la
disminución de peso. Asimismo, se observa un menor nivel en el sexo femenino,
que disminuye al aumentar la edad. Sin embargo, no hay diferencias en el nivel de
autoestima de aquellas personas con obesidad que han sufrido abuso sexual en
comparación con aquéllas que no lo han sufrido.

Junto a un bajo nivel de autoestima las personas con obesidad tienen una
percepción de su imagen corporal negativa y evitan situaciones sociales en las que
exista comparación de la figura corporal. Aunque el aumento de la insatisfacción
corporal aparece fundamentalmente en adolescentes de sexo femenino, dicho
aumento también puede deberse a la existencia de algún trastorno del
comportamiento alimentario, síntomas depresivos, perfeccionismo o restricción
dietética crónica, especialmente en mujeres. Se puede comprobar que la
satisfacción corporal aumenta con operaciones estéticas que mejoran la figura
corporal o con algún cambio corporal que la sociedad califique como positivo, sin
embargo, este aumento es pasajero, de modo que reaparece con el tiempo.

Las personas con obesidad son menos felices consigo mismas, un 40% de ellas no
se aceptan y no se consideran autónomas ni integradas en la sociedad. A esta
percepción de sí mismos afecta negativamente el grado de obesidad, la existencia
de síntomas depresivos y la asistencia a determinados eventos sociales. Sin
embargo, ayuda a mejorar la autoimagen global de las personas con obesidad la
disminución de peso y el apoyo familiar (Ruiz., Fernández y Bolaños, 2010).
.
Según la Dra. Myriam Muñoz-Polit (Julio, 2012), en el documento, una hipótesis
humanista sobre la emoción:

Sentir es estar implicado en algo, es estar involucrado, interesado. Por lo


mismo sentimos más intensamente cuando algo nos importa. En ese sentido,
nuestras sensaciones y nuestros sentimientos, en general, nos hablan de lo
que nos importa tanto en sentido positivo como en sentido negativo. Cuando
el enojo es muy intenso, o la tristeza muy grande quiere decir que ahí hay
algo que nos importa, que valoramos. Por otro lado, es importante tomar en
cuenta que casi siempre estamos sintiendo, pero no necesariamente nos
damos cuenta de ello porque nuestra atención está puesta ya sea
percibiendo, elaborando o haciendo algo (pp.10-11).

LA VIVENCIA EMOCIONAL

Se solía creer que la experiencia emocional era algo individual donde poco tenía
que ver con el entorno, y era, en mayor medida, producto de nuestra propia
experiencia pasada. Aunque, en ese sentido, es verdad que la vivencia emocional
en una parte va a depender de nuestras experiencias anteriores, siempre que
sentimos algo, está relacionado de alguna manera con el entorno. En los momentos
en que recordamos algo, es el entorno presente el que dispara ese recuerdo.
Sentimos al relacionarnos con el entorno, no existe ninguna emoción que no esté
en relación con el ambiente. En este sentido, la vivencia emocional es siempre una
co-creación entre el entorno y la persona.

Esa relación que co-crea la experiencia emocional, genera diversas implicaciones:

1. La persona no es totalmente responsable de lo que siente, es corresponsable con


aquello que ayudó a provocar su reacción emocional.

2. Cuando otro siente algo en donde hemos estado involucrados somos co-
responsables de su sentimiento.

Por lo tanto, no soy totalmente responsable de lo que siento y soy de alguna forma
responsable de lo que el otro siente en mi presencia. No hay una experiencia
emocional individual propiamente dicha. Por supuesto que esto no quita
responsabilidad, sino que nos hace conscientes de la importancia de la relación con
el otro en nuestro vivir cotidiano. Siempre está puesto lo mío, pero también siempre
está puesto lo del otro en lo que estoy sintiendo (Ibid., pág.11).

IMPORTANCIA DEL SENTIR EN LA EXISTENCIA

Me parece que durante mucho tiempo la emoción fue vista como un estorbo y como
algo que había que reducir o quitar para responder más adecuadamente, más
fríamente. Esta visión era un reflejo de la idea tan fragmentada y desconfiada que
se tenía sobre el ser humano, que fue cuestionada con el surgimiento de distintas
corrientes de pensamiento y que, en el ámbito de la psicología, surge con la
aparición de la Psicología Humanista.

En la Psicología Humanista se valora todo lo que el ser humano es y hace: Aun las
conductas más destructivas son un intento de dar la mejor respuesta posible dadas
las circunstancias ambientales y las posibilidades personales. El ser humano tiene,
de manera innata, una tendencia a lo constructivo, a buscar lo que percibe como
adecuado y como mejor. Dicha tendencia es la que Carl Rogers llama “tendencia
actualizante”, que se manifiesta en una parte importante, a través de nuestras
sensaciones y nuestros sentimientos. En general, los humanistas afirmamos que
entre más sensible se es, más posibilidades de desarrollo se tienen (Ibid., pág.12).

OBJETIVOS DE LAS SENSACIONES, EMOCIONES Y SENTIMIENTOS

Las sensaciones y emociones son parte de nuestro equipo biológico y tienen


distintas finalidades, algunas en función de la sobrevivencia y otras más en función
del desarrollo. Unas de éstas son tan antiguas como el ser humano mismo, otras
son producto del desarrollo de nuestra especie a través de los siglos, pero forman
parte de la riqueza genética que traemos al llegar al mundo.
Según la misma autora (pág. 13-14), las principales funciones que tienen las
sensaciones, emociones y sentimientos son:

1. Informan sobre el estado del campo organismo/entorno. Nos señalan cómo está
siendo vivenciada la relación entre el individuo y su entorno. Son evaluaciones,
automáticas o reflexivas, sobre el significado de las situaciones con respecto a
nuestro bienestar.

2. Proveen orientación en el campo. Nos permiten saber, con más o menos buen
criterio, cómo responder a los acontecimientos, a las situaciones que estamos
experimentando. Este criterio va siendo más certero conforme la persona tiene un
mejor nivel de madurez y de experiencia. Nos informan tanto de lo amenazante,
tóxico y destructivo, como de lo que es atractivo, nutricio y constructivo.

3. Nos señalan la presencia de una necesidad. Así, cuando surge el miedo, nos está
avisando que debemos protegernos; cuando emerge el enojo nos dice que hay que
defendernos; cuando se trata de sentimientos más complejos nos están avisando
de necesidades también más complejas.

4. Nos informan de aquello que nos es significativo, de aquello que nos interesa.

5. Nos organizan para la acción. Nos capacitan para responder con rapidez ante
hechos que nos parecen importantes y que tienen que ver con nuestra
supervivencia -como cuando escuchamos un estruendo, en forma rápida buscamos
alejarnos y protegernos-. Pero aun en sentimientos que no requieren de una
respuesta tan rápida nos permiten encaminarnos a acciones consecuentes con
ellos. Por ejemplo, sentirnos amorosos nos facilita la colaboración y el
acercamiento.

6. Nos motivan. Las sensaciones, las emociones y lo sentimientos nos mueven, nos
disponen a hacer cosas con respecto a lo que sentimos. Nos esforzamos
constantemente para sentirnos mejor o para alargar los estados placenteros. Nos
impulsan a ir hacia aquello que nos hace sentir bien y alejarnos de lo que nos hace
sentir mal.

7. Comunican. Especialmente a través de la expresión no verbal. Es así como otros


pueden captarnos y cómo podemos captar a otros sin palabras. Nos permiten
percibir inconsistencias entre lo verbal y lo no verbal. Las emociones son
terriblemente indiscretas para bien y para mal, ya que nos comunican lo que
realmente nos importa.

8. Le dan sabor a la vida. Si no fuera por la posibilidad de sentir no habría sufrimiento


ni dicha, no existiría deseo, no cabría la tragedia ni la gloria de la condición humana.
Sentir es el proceso de estar siendo.

9. Clarifican al pensamiento y la toma de decisiones. La cognición pura, sin la ayuda


de lo emocional, frecuentemente no es capaz de dar soluciones adecuadas a los
problemas. A menudo, a través de las emociones, se perciben mucho más
perspicazmente ciertos detalles de la situación como no lo haríamos de otra manera.
Los sentimientos son grandes sintetizadores de la experiencia.

10. Son generadores de comportamientos éticos. Si no fuese por sentimientos tales


como el arrepentimiento, el afecto, la solidaridad, la compasión, la simpatía, etc. la
vida social armónica sería imposible. No habría altruismo, ni bondad, ni censura.
Parece que los sentimientos fueron el cimiento necesario para los comportamientos
éticos mucho antes de que los seres humanos empezaran la construcción
deliberada de normas inteligentes de conducta social, que pudo haber comenzado
como parte de un programa global de biorregulación.

CONSTRUCTOS FUNDAMENTALES PARA ELABORAR UNA


TEORÍA HUMANISTA DE LA EMOCIÓN

En los escritos sobre el tema de la emoción hay una gran confusión en el uso de
tres términos que la mayoría de los autores utilizan indistintamente y que colaboran
a generar confusión; es por ello indispensable que se definan y describan cada uno
de estos constructos para partir de una diferenciación semántica sobre ellos. Estos
constructos son: sensación, emoción y sentimiento.

Sensación

Hay varias formas de describirla y definirla; algunas de las más clarificadoras, a


continuación.
• Es la respuesta al proceso inicial de detección y codificación de la energía
ambiental.
• Son aquellas descripciones del impacto de la interacción con el mundo, que
son puestas en términos corporales y sensorios.
• Es el contacto inicial entre el organismo y su ambiente.
• Es el primer paso para sentir el mundo, que se lleva a cabo a través de
células receptoras que reaccionan hacia tipos específicos de energía.
• Es la experiencia inmediata, fundamental y directa, vinculada con el ambiente
físico, se produce a partir de estímulos físicos simples.

En este sentido, las sensaciones básicas son placer y displacer, que se pueden ir
describiendo en términos más concretos y específicos.
Cuadro 1.las sensaciones básicas son placer y displacer. Dra. Myriam Muñoz-Polit (Julio, 2012,
p15),

Emoción

Hay una enorme confusión en cuanto al manejo lingüístico de las palabras emoción
y sentimiento. Muchos autores no hacen ninguna diferencia entre ellas, le llaman a
toda vivencia emocional, “emoción” o “sentimiento” indistintamente. Esto quizás se
deba a que hasta hace unos 30 años el estudio de la vida emocional en la psicología
era muy precario. Ahora hay abundante material al respecto y es muy importante
que los que se llaman “expertos” en estos asuntos se pongan de acuerdo y usen un
lenguaje unificado. A continuación, se sintetizan las nociones de este concepto y
del concepto de sentimiento, que tanto Antonio Damásio (1999, 2001, 2006 y 2010)
como José Antonio Marina (1996 y 2002) han aportado al estudio de la vida
emocional del ser humano (Ibid., p.15).

° Es la reacción más primaria y espontánea ante lo que ocurre en el entorno.


Genéticamente venimos equipados con ellas, es la reacción psicológica más
elemental que busca la supervivencia por encima de todo. En este sentido,
compartimos las mismas emociones con los demás mamíferos de este planeta.

° Las emociones son estructuras funcionales netamente diferenciadas, dan


información sobre el estado de la relación organismo-entorno.

° La emoción es una reacción espontánea del organismo, por lo mismo es amoral.


No podemos dejar de sentir lo que sentimos, ni de necesitar lo que necesitamos. Lo
que si podemos hacer es ejercer nuestra libertad en la elección de lo que queremos
hacer con ello.

° Es también la evaluación de la situación por parte del organismo, que sirve de


fundamento para los mecanismos básicos de la regulación de la vida, y que está
fundamentalmente al servicio de la supervivencia.
Las características más importantes de la emoción son:

1. Precede al sentimiento y depende de las sensaciones y las percepciones.


2. Es la parte del sentir del proceso emocional, que se hace pública en acciones o
movimientos y se puede ver en conductas específicas de tipo no verbal.
3. Suele ser intensa, pero corta en duración.
4. Es el resultado de la evaluación de la situación por parte del organismo.
5. Está al servicio de la supervivencia.
6. Cada una de las emociones primarias tiene un objetivo específico de
supervivencia.

Según Muñoz-Polit (p. 16), diversos autores señalan que estas son algunas de las
emociones

Aceptación Asco Enfado Pesar

Afecto Asombro Enojo (cólera) Odio

Alegría Aversión Envidia Placer

Amor Confianza Esfuerzo Simpatía

Angustia Culpa Felicidad Sorpresa

Anhelo Deseo Ganas de agredir Tristeza

Anticipación Desprecio Gozo Vergüenza

Arrogancia Dolor Inseguridad Miedo

Cuadro 2. emociones, Muñoz-Polit (2012 p. 16).

Siendo las principales: la tristeza, el miedo, la ira, la felicidad, sorpresa, amor,


vergüenza y asco (P.17).

La siguiente pregunta es entonces, si esas son las emociones básicas en todos los
seres humanos, ¿para qué nos fueron dadas genéticamente?, o sea, ¿Cómo sirven
a la supervivencia?, la respuesta es, cada una de esas emociones tiene como
propósito que la persona busque sobrevivir en un ambiente que puede ser más o
menos hostil y no ponga en riesgo la vida.

Sentimientos
Es la elaboración y representación cognitiva de cualquiera de las siguientes
experiencias: la sensación, la emoción, las percepciones, los recuerdos y los
pensamientos.

Los sentimientos son una elaboración humana que se ha hecho para facilitar el
descubrimiento de necesidades psicológicas y necesidades de trascendencia.
Promueven el desarrollo, implican un proceso más sofisticado que la emoción.

“Siempre sentimos, pero no siempre el sentimiento hace <<figura>>, es decir, puede


permanecer en el “fondo” de nuestra percepción por largos períodos”. (Ibid., Pág.
20).

Cuando hay una elaboración cognitiva de la experiencia emocional surgen los


sentimientos, las cinco emociones se convertirán en los cinco sentimientos
básicos al haber una significación cognitiva de las mismas

EMOCION OBJETIVO DE SUPERVIVENCIA

Miedo Protección

Afecto Vinculación

Tristeza Retiro hacia sí mismo

Enojo Defensa

Alegría Vivificación

Cuadro 3. retomado de Muñoz-Polit, (2010, p. 59).

EL PROCESO EMOCIONAL
En el proceso emocional está implicada la persona total como una unidad
indisoluble; por lo mismo, al sentir lo hacemos holísticamente: corporal, psicológica,
cognitiva y espiritualmente, siempre co-construyendo la experiencia con el entorno.

El proceso organísmico.

Compartimos con los mamíferos las emociones, pero los seres humanos nos
distinguimos de ellos por nuestra capacidad de significar las emociones, a partir de
la capacidad de simbolizarlas mediante el lenguaje verbal, o sea, de convertir las
emociones en sentimientos. El siguiente cuadro muestra sus fases:
Cuadro 4. Muñoz-Polit (p. 26)

Hay un proceso emocional que nos es natural y que llamaremos “organísmico”, para
el cual venimos equipados, aunque puede sufrir interrupciones y convertirse en
“disfuncional”, debido al cúmulo de influencias que hemos tenido en el transitar de
nuestra existencia. Podemos sintetizar esto en tres fuentes donde se produce la
interrupción o “flexión” del proceso natural de sentir: introyectos, experiencias
obsoletas y asuntos inconclusos.

El proceso organísmico se puede graficar de la siguiente forma:

Cuadro 5. proceso organísmico, Muñoz-Polit (p. 27)

El proceso disfuncional

Está generado por bloqueos o flexiones que surgen ante la amenaza de vivirlos y
por sus consecuencias en su propia experiencia. En grandes rasgos toman tres
formas:

1. Represión. Se permite sentir las sensaciones, las emociones y los sentimientos,


pero, en el momento de reconocer lo que necesita, se desconecta y no se deja sentir
esto, o simboliza que lo que necesita es otra cosa, generándose así una necesidad
falsa. Por ejemplo, una mujer puede decir, al tocar su necesidad sexual generada
por el encuentro con alguien que le es atractivo pero que resulta prohibido, cosas
como: “una mujer digna no puede querer eso, lo que realmente quiero es…”.

2. Negación. Se sienten correctamente las sensaciones, pero la emoción y/o el


sentimiento resultan incompatibles con lo que la persona debería o querría sentir, o
bloquea totalmente el proceso emocional, o traduce lo que siente en un sentimiento
que le sea más adecuado sentir, de esta manera, se generan los sentimientos que
podríamos llamar “falsos”. Por ejemplo, si alguien no puede aceptar que siente
enojo, acaba mintiéndose a sí mismo diciendo que lo que pasa es que está triste.

3. Desensibilización. La persona no tiene un adecuado registro de sus sensaciones,


para no sentirlas deja de respirar profundamente, aprieta sus músculos o se recubre
de grasa que anestesia lo que siente. Se va perdiendo sensibilidad y muchas veces
son personas que afirman: “no siento nada, a veces un poco de tensión, pero nada
más”. (Ibíd., Pág.27).

Cuadro 6. el proceso disfuncional, Muñoz-Polit (p. 28).

INTROYECTOS, EXPERIENCIAS OBSOLETAS Y ASUNTOS INCONCLUSOS

Introyectos

Son mensajes explícitos o implícitos con respecto a la persona misma, la vida y los
demás. Son ideas verbales y no verbales que la persona se “tragó sin masticar”,
generalmente buscando la aceptación de aquellos que le eran significativos, ya que
estas ideas no tienen fundamento en la propia experiencia y se asumen para buscar
aprobación y afecto. Por esto mismo, se convierten en creencias que se viven como
si fueran propias, aunque en algún momento generan conflictos internos cuando la
experiencia de la persona prueba que dichas creencias no eran propias y se
produce una crisis en donde hay confusión e indecisión con respecto a lo que
realmente se quiere. Por ejemplo, me dijeron que no era adecuado odiar y siento un
profundo odio que no puedo controlar. Generalmente, la mayoría de nuestros
introyectos los incorporamos en la niñez temprana, pero podemos seguir
introyectado toda la vida.

Experiencia obsoleta

Es una conducta, una actitud o una postura existencial que fue útil en otra época,
pero que se quedó como un patrón rígido de respuesta. Está fundamentada en la
propia experiencia, pero quedó descontextualizada al pasar del tiempo,
manteniéndose como una respuesta rígida y automática.

Por ejemplo, fue muy bueno que una niña que vivió en un ambiente de violencia y
abuso haya aprendido a “hacerse invisible” pero en la actualidad está en otro
contexto en donde no necesita constantemente “desaparecer”, sin embargo, no
puede “hacerse visible” con la resultante de no ser vista por quien quisiera serlo. La
experiencia obsoleta en algún momento satisfizo una necesidad, pero ya no lo hace.

Asuntos inconclusos

Son asuntos o situaciones relacionales que tienen que ver con una necesidad que
se quedó pendiente. En sentido estricto, han quedado fijas y rígidas la necesidad y
el satisfactor. Interfieren en las relaciones actuales, porque se va al encuentro de
los recuerdos en las relaciones, más que hacia ellas tal y como son ahora. La
persona con asuntos inconclusos se relaciona con la nueva situación con base en
relaciones anteriores. Cualquiera de estas tres fuentes de bloqueos puede generar
obsesiones, anhelos, perfeccionismo, devaluación y, en general, reacciones
emocionales desproporcionadas (Ibid., Págs.28-29).

Según Herman & Polivy (1975) citados por Elizabeth Peña y Lucy Reidi (2015), en
la literatura sobre conducta alimentaria, se han detallado tres componentes
individuales que afectan la elección de los alimentos: cognitivo, conductual y
afectivo. En lo referente al componente afectivo, la relación entre emociones y
alimentación no es simple: los estados emocionales y de ánimo pueden influir en la
conducta alimentaria, y a su vez la alimentación puede modificar las emociones y
estados de ánimo (Gibson, 2006 c.p. por ibid.).

Durante el estudio de las emociones en la conducta alimentaria, se ha identificado


que los comedores emocionales incrementan el consumo de los alimentos en
respuesta a emociones desagradables; en cambio, los comedores no emocionales
no modifican sus niveles de consumo o incluso lo restringen (Schachter, Goldman
& Gordon, 1968 citado por Muñoz-Polit, (2012 p. 29)

Se ha hecho énfasis en estudios previos sobre la influencia de las emociones


desagradables en los comedores emocionales, estudios recientes han generado
controversia debido a que se ha identificado que los comedores emocionales
también incrementan su consumo durante las emociones agradables (Bonguers,
Jansen, Havermans, Roefs, & Nederkoorn, 2013). Por ejemplo, al inducir
experimentalmente estados emocionales, tanto en la condición de emociones
agradables como emociones desagradables, los participantes consumieron más
calorías que los participantes del grupo control. Es por esto que Evers, Adriaanse,
Ridder y Witt (2013) sugieren dedicar mayor atención al estudio de las emociones
agradables durante la alimentación debido a que se ha dado mayor énfasis a las
emociones desagradables como indicadores de la sobreingesta alimentaria.

Adicionalmente, Macht (2008), encontró que los participantes de una muestra no


clínica, reportaron mayores niveles de hambre durante estados emocionales de
alegría y enojo que durante estados de miedo y tristeza.

En estudios sobre trastornos de la conducta alimentaria, se ha identificado que las


personas con dichos padecimientos pueden experimentar emociones
desagradables antes y después del consumo de los alimentos. Como emociones
antecedentes, se han identificado: enojo, sensación de vacío, desesperación,
preocupación e insatisfacción. Como emociones consecuentes se han identificado:
culpa, vergüenza, arrepentimiento, remordimiento y auto desprecio (Whiteside etal,
2007). Sin embargo, actualmente no es clara la influencia de las emociones
experimentadas durante el consumo, tanto en muestras con trastornos en la
conducta alimentaria como en muestras no clínicas.

A pesar de los intentos previos por explicar el efecto de las emociones en la


alimentación, actualmente no es bien conocido el proceso mediante el cual las
emociones afectan la conducta alimentaria. Macht (2008), propuso las siguientes
hipótesis: a) Las emociones desagradables inducen la alimentación para regular
dichas emociones; b) Las emociones intensas suprimen la ingesta de alimento; c)
Las emociones agradables y desagradables dificultan el control cognoscitivo de la
conducta alimentaria; d) El control de la elección de los alimentos depende de las
emociones inducidas por el propio alimento. Págs.3-4

Según el Dr. Antonio Cano en la revista de ansiedad, estrés, emociones negativas


y salud, (2010), los seres humanos tenemos la capacidad de reaccionar
emocionalmente ante un peligro, una amenaza, un daño, una perdida, etc. La
reacción de miedo ante una situación en la que está en juego la propia vida implica
una seria de respuestas (temor, aumento de la tensión muscular, evitación,
expresión facial de miedo, etc.) que nos ayudan a preservar la integridad física.

Las emociones son reacciones que se desencadenan en tres niveles diferentes: la


experiencia emocional, los cambios corporales y la conducta. Dichas reacciones se
vivencian como una fuerte conmoción del estado de ánimo (estado afectivo), suelen
tener un marcado acento placentero o desagradable y van acompañadas por la
percepción de cambios orgánicos o corporales, a veces muy intensos (experiencia
emocional). Los cambios corporales de la emoción se caracterizan por una elevada
activación fisiológica, especialmente del sistema nervioso autónomo y del sistema
nervioso somático. Esta reacción emocional puede reflejarse también en
expresiones faciales típicas, fácilmente identificables por cualquier observador
externo, (expresiones de alegría, tristeza, miedo, enfado, etc.)

Emociones más estudiadas

En la psicología, las emociones que más se han estudiado son las emociones
negativas, llamadas así porque generan una experiencia desagradable. Las más
importantes son la ansiedad (ante situaciones de amenaza), la ira o enfado (ante un
daño o perjuicio), la tristeza (precursora de la depresión, se produce ante
situaciones de pérdida).

La ansiedad es una reacción emocional que surge ante las situaciones de alarma,
ambiguas, o de resultado incierto. En la conducta observamos inquietud motora,
aumento del consumo de comida, bebida, tabaco, evitaciones, etc. (Cano-Vindel,
2002). Nuestra actividad cognitiva está relacionada con la activación fisiológica. Al
evaluar las consecuencias de una situación, se produce incremento de activación
fisiológica, cognitiva y conductual.

Entre los desórdenes físicos que cursan con niveles altos de ansiedad encontramos
algunos trastornos cardiovasculares, como la hipertensión o las arritmias
funcionales, algunos digestivos (gastritis, síndrome de colon irritable),
dermatológicos, respiratorios, musculares, contracturas, dolor, infertilidad,
depresión, también está relacionada con otros trastornos físicos como, trastornos
del sistema inmune (enfermedades infecciosas, cáncer, artritis reumatoide, etc.) y
en algunas dolencias crónicas. A su vez, la ansiedad también está ligada a otros
desórdenes mentales, como los trastornos por consumo de sustancias (adicciones),
trastornos de alimentación, trastornos del sueño y muchos trastornos sexuales.

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