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LO MUCHO QUE LE DEBE EL MUNDO DEL AUTOMÓVIL A LAS MUJERES

Hasta hace muy poco tiempo, ver a una mujer conduciendo y escuchar frases como “mujer al
volante, peligro constante” o “mujer tenías que ser” era todo uno. Ya sea porque a lo largo de
la historia las mujeres han tenido que demostrar su valía en muchas disciplinas en las que los
hombres, solo por el hecho de serlo, eran considerados mejores o simplemente por ser
mujeres, tradicionalmente a ellas se les ha colgado el sambenito de conducir peor que los
hombres.

Aunque hoy el hecho de conducir nada tiene de especial, más allá de superar unas pruebas
que te permiten hacerlo legalmente y que nada tienen que ver con aprender a conducir, el
mundo del motor sigue siendo un campo en el que las mujeres apenas tienen relevancia, sobre
todo en el de la alta competición. Pero haríamos mal en pensar que ellas poco o nada han
tenido que ver en la historia del automóvil. Algunos ejemplos los tenemos en Louise Sarazin,
que en 1888, tras la muerte de su marido, Edouard Sazarin, tomó las riendas de la compañía
para producir motores Daimler en Francia. Por su parte, tras la muerte de Adam Opel en 1895,
su esposa Sophie Opel y sus hijos convirtieron la fábrica de bicicletas y máquinas de coser en
el germen de lo que hoy es la empresa de automóviles alemana Opel. También pasarán a la
historia la Duquesa de Uzès, que fue la primera mujer en recibir una licencia para conducir y,
asimismo, la primera en ser multada por exceso de velocidad (en 1897 circulaba por París a 13
Km/h cuando la velocidad máx. era de 12) y Camille du Gast, que en 1901 fue la primera piloto
profesional de carreras en 1901, en tanto que la italiana Maria Teresa de Filippis sería, en
1958, la primera mujer en correr en Fórmula 1 —curiosamente, hoy en día ninguna mujer
disputa esta competición—, en tanto que la francesa Michèle Mouton y su copiloto
italiana, Fabrizia Pons, fueron las primeras mujeres en ganar una prueba del Campeonato
Mundial de Rallies (San Remo, 1981).

Sophie Opel
Y aún hay más… Existe en Alemania una curiosa ruta turística conocida como Bertha Benz
Memorial Route, un camino que conmemora el que fue el primer viaje de un vehículo a motor
y que realizó Bertha Benz, esposa del fabricante de automóviles alemán Karl Benz, en 1888. A
pesar de que en 1886 su marido ya había patentado el Benz Patent Motorwagen, habían
pasado ya dos años y aquel vehículo de tres ruedas no se había probado en un trayecto largo
que permitiese verificar sus prestaciones y probar su fiabilidad. Y como las patentes no dan de
comer, la mañana del 5 de agosto de 1888 Bertha decidió liarse la manta a la cabeza y coger el
toro por los cuernos, preparó a sus dos hijos, los subió al prototipo y dejó una nota a su
marido: “Vamos a Pforzheim a ver a la abuela”. ¡Era un viaje de 106 km! Lógicamente, no fue
un viaje fácil ni exento de contratiempos: en más de una ocasión tuvieron que bajar para
empujar el vehículo ellos mismos; se quedaron sin combustible y se vieron obligados a
comprarlo en una estación de servicio de la época (una farmacia); desatascaron el carburador
con una pinza del pelo de Bertha; cambió los forros de los frenos; cubrió un cable pelado con
una de sus ligas… El accidentado viaje terminó felizmente cuando terminaba el día. Al día
siguiente Karl recibió un telegrama desde Pforzheim: “Llegados sanos y salvos”. Aquel viaje
demostró que el prototipo de su marido era capaz de recorrer largas distancias. Con los ajustes
que aconsejó Bertha, el vehículo se hizo más fiable, las ventas de la marca Benz se empezaron
a incrementar y con los años se convirtió en una de las principales empresas fabricantes de
vehículos en todo el mundo.

Otro caso particular, por las diferentes y variadas aportaciones que hizo en el mundo del
automóvil, es el de la inglesa Dorothy Elizabeth Levitt. Dorothy era una apasionada de la
velocidad, ya fuese por tierra, mar o aire. De hecho, fue una consumada amazona y la primera
mujer en ganar una carrera automovilística, además de establecer en 1906 el primer récord
femenino de velocidad en 146,25 km/h. En 1903 ganó varias carreras de lanchas de motor y
estableció también el primer récord mundial de velocidad sobre el agua al alcanzar 31 km/h, y
aunque no se sabe si consiguió la licencia finalmente, hay registros de 1909 que la sitúan en
una escuela de aviación en Francia. También fue escritora, periodista de automovilismo y, al
contrario de lo que nos ocurre a muchos hombres y mujeres hoy en día, además entendía de
mecánica. La prensa inglesa la llamó The fastest girl on Earth (La chica más rápida de la Tierra).
Aun así, tuvo que pagar un precio por su condición de mujer. En 1909 publicó un libro cuyo
título dejaba poco lugar a dudas en lo relativo a su contenido: The Woman and the Car: A
Chatty Little Handbook for All Women Who Motor or Who Want to Motor (La mujer y el
automóvil: un pequeño manual para todas las mujeres que compiten en automovilismo o
desean hacerlo). Entre las muchas recomendaciones que daba para las féminas que
condujesen, estaba la de llevar un pequeño espejo de mano en un lugar conveniente para que
puedan levantarlo y ver hacia atrás cuando conduzcan en medio del tráfico. Lamentablemente,
muchos interpretaron que aquella idea respondía a la coquetería femenina y que nada
aportaba a la conducción. Habría que esperar algunos años para que los constructores de
automóviles los incorporasen de serie. Había inventado el espejo retrovisor. En su libro
también recomendaba a las mujeres que, si viajaban solas, llevasen un arma.

Dorothy Elizabeth Levitt

A finales del XIX, la estadounidense Margaret Wilcox, una de las pocas ingenieras mecánicas
de su época, patentó el primer sistema de calefacción para los automóviles. Su diseño consistía
en un dispositivo que comunicaba el motor con el habitáculo. De esta forma, se dirigía el calor
emitido por el motor hasta el interior del vehículo y se hacían más llevaderos los viajes durante
el invierno. Es verdad que hubo que esperar unos años y hacer algunos retoques para poder
incorporar de serie este invento, porque aquel primer dispositivo no disponía de un regulador
de temperatura y, si se mantenía abierto durante mucho tiempo, podías pasar de helarte de
frío a achicharrarte. Pero la idea de calefacción de los automóviles también se la debemos a
una mujer.

Otra mujer que aportó su granito de arena en el mundo de la automoción fue la


estadounidense Mary Anderson. Después de una visita a la ciudad de Nueva York en el
invierno de 1902, y comprobar las dificultades que tenían los conductores en los días de lluvia,
contrató a un diseñador para materializar su idea: un dispositivo de accionamiento manual
desde dentro del vehículo que mantuviese limpio y despejado el parabrisas. En 1903 se le
concedió una patente durante diecisiete años de aquel primer limpiaparabrisas.
Lamentablemente, nadie le financió la producción del invento ni nadie le compró los derechos
de explotación. Por extrañas casualidades de la vida (¿?), al poco tiempo de expirar su patente,
los fabricantes de automóviles incorporaron de serie limpiaparabrisas basados en el modelo de
Mary.

Pero no solo en lo referente al propio automóvil han estado presentes las mujeres, también lo
han hecho en lo relativo a seguridad vial. ¿Nunca os habéis preguntado a quién se le ocurrió
eso de pintar una línea en la carretera para separar los dos sentidos de circulación? Pues fue a
la estadounidense June McCarroll en 1917. June vivían en Riverside (California) y trabajaba
como médico en la empresa de ferrocarril Southern Pacific. Aquella línea pintada en la
carretera no fue propia de la inspiración divina, sino fruto de su propia experiencia…

Mi modelo T Ford y yo nos encontramos cara a cara con un camión en la carretera


pavimentada. No tardé mucho en decidir entre la arena de la cuneta y el camión de diez
toneladas. Entonces tuve la idea de una línea blanca pintada en el centro de las carreteras del
país como una medida de seguridad.

June McCarroll
Ni corta ni perezosa, propuso la idea a las autoridades de Riverside, quienes le dijeron que
estudiarían la propuesta. Pasaba el tiempo y, ya fuese por su condición de mujer o porque la
idea no les pareciese oportuna, nadie hacía nada. Así que lo hizo ella misma: pintó una línea
blanca con harina dividiendo la carretera que iba desde su casa al trabajo e inició una campaña
de envío de cartas a personalidades que pudiesen influir en la decisión de las autoridades
locales. Cuando se dieron cuenta de que aquel pequeño detalle había reducido
considerablemente los accidentes en el tramo señalado, la idea de June se convirtió en ley en
las carreteras de California en noviembre de 1924. Y desde allí, al resto del mundo.

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