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¿Es tiempo de volver al

corazón de la adoración?
13 / septiembre / 2018 #musica
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Me había perdido en una especie de ensoñación y de pronto volví a la


realidad consciente de que había estado cantando «The Heart of Worship»
(El corazón de la adoración). Me sorprendió darme cuenta de que me sabía
la canción de memoria, y dado que ya había avanzado bastante, seguí
cantándola. Tal vez recuerdes el coro: «Vuelvo al corazón de la adoración, y
todo se trata de ti, Jesús».

Matt Redman compuso esta canción hace 20 años, lo que significa que fue
hace 20 años que el movimiento de adoración moderna emergió desde el
Reino Unido y se extendió por el mundo. El fundamento puesto por el
movimiento de Jesús en la década de 1970 y el millón de coros de la década
de 1980 condujo a la aparición de Redman, Tomlin, Delirious?, Sonicflood, y
muchos otros en la década de 1990. No hay una forma objetiva de definir
exactamente cuándo comenzó el movimiento, pero yo digo que fue el día en
que Mike Pilavachi, pastor de la iglesia Soul Survivor, en Watford, Inglaterra,
desenchufó su banda.

Esta es la historia: a la iglesia Soul Survivor le estaba yendo bien, atrayendo


gente, disfrutando del éxito. Se reunían como iglesia cada semana, cantaban
en alta voz, y lo pasaban bien. Pero los líderes no podían deshacerse de la
convicción de que, pese a todo lo bueno que estaban viendo y toda la
diversión que tenían, se habían desviado totalmente de lo que significa
adorar. Así que una semana Pilavachi desenchufó el sistema de sonido y le
pidió a la banda que saliera del escenario. Por un momento se sentaron en
un incómodo silencio, hasta que finalmente comenzaron a alzar las voces sin
ser acompañados por instrumentos, amplificación y luces.

Más tarde, Redman reflexionó sobre esa experiencia y escribió «The Heart of
Worship», que de inmediato se convirtió en todo un éxito y una canción
esencial de la adoración en el mundo. Por cierto, no es una de las grandes
canciones de la historia, pero fue la canción de un momento. Fue un canto de
confesión, un canto de compromiso, y en cierta medida un canto de
esperanza. «Cuando se apaga la música, despojado de todo, y simplemente
vengo, anhelando traer algo de valor que bendiga tu corazón, vuelvo al
corazón de la adoración, y todo se trata de ti, Jesús». Fue el comienzo de un
movimiento que pretendía regresar a Jesús al centro de nuestra adoración.
Cantar «todo se trata de ti, Jesús» era admitir que «todo se ha tratado de
mí», y proclamar «ya no será así».

Si piensas en el estado de la adoración moderna de hoy, cuesta creer que


comenzó con el silencio, con incomodidad, y con voces titubeantes sin
acompañamiento. La adoración moderna de hoy se asocia con excelencia
musical, producción profesional, y coros majestuosos. ¿Qué sucedió en el
transcurso?

No lo sé con certeza, pero tengo una teoría. El movimiento de crecimiento de


la iglesia comenzó a surgir a mediados de la década de 1990 con la
publicación de su libro de texto primordial Una iglesia con propósito. Este
movimiento tenía como premisa la convicción de que si las iglesias son lo
bastante atractivas para la comunidad circundante, los incrédulos llegarán
en masa. Las iglesias son responsables de examinar la comunidad, escuchar
lo que la gente de afuera quiere, y proveérselo. El movimiento dio por
sentado que los incrédulos exigen música nueva y novedosa y dirigida solo
por bandas de máxima calidad. Ciertamente no vendrán a iglesias que
cantan himnos anticuados acompañados por piano u órgano. Después de
todo, su eslogan popular era «No es la iglesia de tus padres», o mejor aún,
«No es la iglesia de tus abuelos». El movimiento de adoración moderna se
mezcló rápidamente con el movimiento de crecimiento de la iglesia, de modo
que en poco tiempo la mayoría de las bandas de adoración moderna estaban
asociadas con las grandes iglesias del movimiento de crecimiento. Las
congregaciones se hicieron conocidas por sus bandas tanto como por sus
pastores. Las iglesias contrataban líderes de adoración así como habían
contratado predicadores.

Así, la adoración moderna emergió junto con el crecimiento de la iglesia y


proveyó la música nueva y renovada que el movimiento necesitaba. Fue
impactada por la obsesión del movimiento de crecimiento por la excelencia,
de modo que las voces aficionadas y sin entrenamiento tenían que ser
ahogadas por los músicos profesionales. El volumen debía ser lo bastante
alto para que las voces de la congregación no interrumpieran la perfecta
presentación de la banda. Las bandas tomaron «The Heart of Worship»,
pero sobrepasaban las voces de la congregación mientras cantaban detrás de
máquinas de humo y luces perfectamente sincronizadas. Algo se perdió en el
camino. De alguna forma la música cambió de ser un medio para adorar a
Jesús a un medio para impresionar a los incrédulos (los que, irónicamente,
no estaban tan impresionados).

Al pensar en los primeros 20 años de la adoración moderna y la canción que


lo inició todo, no puedo evitar preguntarme cuándo fue la última vez que las
iglesias desenchufaron sus instrumentos para permitir que su gente
simplemente cantara. No puedo evitar preguntarme cuántas iglesias podrían
hacerlo realmente. El momento orgánico y nada profesional que contribuyó
al comienzo del movimiento dio paso a una obsesión por la excelencia y el
profesionalismo. Lo que se perdió en el camino es que el corazón de la
adoración no es una gran banda, un perfecto cambio de nota, o un coro
ascendente, sino las voces humanas unidas elevadas a Dios. Los
instrumentos, las luces, el humo y la producción profesional pueden ser
buenos, pero solo en la medida que sirvan al pueblo de Dios mientras cantan.
Si lo único que se escucha es la banda, hemos confundido totalmente la
cuestión.

Quizá deberíamos tomar un desafío. Escoge un domingo en el futuro


cercano, y ese domingo dirige los cantos con nada más que un solo
instrumento y un solo vocalista. Dales prioridad a las canciones más
conocidas y fáciles de cantar. Canten juntos. Levanten sus voces. Vuelvan al
corazón de la adoración, o quizá vengan a él por primera vez.
¿Qué perdería si perdiera
la adoración?
10 / septiembre / 2018 #iglesia
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¿Te imaginas tu vida sin adoración? ¿Te imaginas tu vida sin reunirte
regularmente con el pueblo de Dios para adorarlo juntos? La adoración
congregacional es uno de los grandes privilegios de la vida cristiana. Y quizá
sea uno de esos privilegios que con el tiempo damos por sentados. Cuando
me detengo a pensar al respecto, no puedo imaginar mi vida sin ello. Ni lo
quiero. Pero supongo que vale la pena considerarlo: ¿qué perdería si
perdiera la adoración?

Vivimos en una cultura consumista donde tendemos a evaluar la vida en


formas muy egoístas. Incluso lo hacemos con la adoración. «El sermón no
me habló hoy realmente. No pude involucrarme en las canciones de esta
mañana. Esa lectura de la Biblia fue un poco larga en mi opinión». Cuando
hablamos de esta forma, tal vez estamos demostrando que venimos a la
iglesia como consumidores, personas que quieren ser servidas en lugar de
servir.

No obstante, el sentido y propósito primordial de adorar a Dios es su gloria,


no la satisfacción de nuestras necesidades. Adoramos a Dios con el fin de
glorificar a Dios. Dios es glorificado en nuestra adoración. Él es honrado. Es
engrandecido a la vista de aquellos que nos acompañan.

De esta forma, la adoración contraría totalmente el consumismo y exige que


yo adore por causa de él y para su gloria. He oído decir que «la adoración es
el arte de perderse uno mismo en la devoción hacia otro». Y así es
precisamente. Olvido todo acerca de mí y le doy a él todo honor y gloria.

¿Qué perdería al no tener adoración? Perdería la oportunidad de crecer al


escuchar un sermón y experimentar el gozo de cantar grandes himnos.
Perdería la oportunidad de unirme a otros cristianos en oración y de recitar
grandes credos con ellos. Pero más que cualquier otra cosa, perdería la
oportunidad de darle gloria a Dios. Si dejara de adorar, descuidaría un medio
por el cual puedo darle gloria.
¿Lo ves? La adoración no se trata de ti o de mí. La adoración se trata de Dios.
Y esto realmente lo cambia todo.

Cuando veo la adoración como algo que finalmente existe para mi bien y mi
satisfacción, es fácil tomarse un día libre, pensar que mi presencia no marca
ninguna diferencia. Pero cuando vengo a darle gloria a Dios, entiendo que
nadie más puede ocupar mi lugar. Dios pretende que yo eleve mis manos,
eleve mi corazón, eleve mi voz a él.

Cuando veo la adoración como algo que en realidad se trata de mí, es fácil
saltar de iglesia en iglesia, estar siempre buscando la más adecuada para mí.
Pero cuando veo la iglesia como algo que realmente se trata de Dios, me
encuentro buscando la iglesia que sea más pura y excelente en adorar
exactamente como la Biblia exige: busco la iglesia mediante la cual pueda
darle la mayor gloria.

La adoración es un privilegio, sin duda. Pero también es un deber, una


responsabilidad. Y la mayor responsabilidad y el mayor privilegio de adorar
es darle gloria a Dios.
La característica de los
líderes de adoración más
exitosos
2 / febrero / 2018
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C ada semana, un pastor o líder de adoración escoge las canciones que

su iglesia va a cantar el domingo siguiente. Cada semana repasa las


posibilidades para seleccionar las cinco o seis que mejor se ajustarán al
servicio que está planificando. ¿Cómo puede escoger bien? ¿Cómo puede
servir de mejor forma al canto de su congregación?

Durante la primera mitad de este año he viajado bastante, y adondequiera


que he ido he tenido el privilegio de asistir a servicios de la iglesia. He
adorado con pequeñas congregaciones en lugares aislados y he adorado con
muy grandes congregaciones en el centro de importantes ciudades. He
experimentado la adoración en mi país y en el extranjero, he cantado a
capela y con el acompañamiento de bandas de alta calidad. He cantado en
inglés y he hecho mi mayor esfuerzo por seguir las canciones en otros
idiomas. Y en medio de todo esto, he estado observando en silencio pero
deliberadamente. He estado pensando en cómo adoramos de la mejor forma.

La persona que planifica el servicio enfrenta algunos desafíos complejos. El


primero es el desafío de la elección. Las posibles canciones son casi
interminables, y tenemos decenas de miles a disposición. Tenemos himnos
que han sobrevivido siglos, tenemos la adoración moderna escrita para
ajustarse a nuestro tiempo, tenemos los viejos confiables Salmos, y aparte de
eso tenemos mucho más. El segundo es el desafío de la popularidad. A través
de la radio e internet, los cristianos tienen acceso inmediato a las canciones
más recientes y más grandiosas y muchas personas quieren cantar el
domingo lo que escucharon por primera vez el miércoles. ¡Es escaso el líder
que pueda resistir la presión de los 100 principales de
los rankings cristianos! El tercer desafío es el de la habilidad. No somos una
cultura de canto. No cantamos en público y rara vez cantamos en privado. La
mayoría no tiene una noción de cómo cantar en grupo y son muy contados
los que tienen alguna noción de partes y armonías.

Teniendo en cuenta estos desafíos, esta es mi observación: los líderes de


adoración más exitosos son los que quieren escuchar a sus congregaciones
cantar: cantar de verdad. Los líderes de adoración más exitosos son los que
están más en sintonía con la habilidad musical de sus congregaciones y los
más comprometidos con escoger canciones que su gente pueda cantar. Ellos
priorizan estos factores sobre muchos otros.

La simple realidad es que hay muchas canciones con un sólido contenido y


melodías pegadizas, pero son muy poco adecuadas para el canto
congregacional. Hay muchas canciones que da gusto cantarlas en el auto,
pero son difíciles de cantar con una congregación. Hay muchas canciones
que primero se han escrito para la radio y solo secundariamente para el
canto en la iglesia. Sin duda «Forever» de Kari Jobe suena bonita cuando
ella la canta, pero no va a sonar muy bonita cuando la iglesia lo intente.
«Lead Me To The Cross» de Hillsong puede tener un mensaje inspirador,
pero escuchemos a la iglesia intentar y dominar ese puente. A veces las
canciones tienen un tono muy alto o muy bajo, o toman direcciones
inesperadas, o exigen demasiado rango vocal, o el puente es demasiado
distinto al resto de la canción. A veces simplemente no son adecuadas para
una multitud de cantantes aficionados. Y esa es nuestra realidad: somos
aficionados.

Estoy convencido de que lo que ocurre en muchas congregaciones es que el


líder de adoración elige canciones poco adecuadas para el canto
congregacional, o bien superan la habilidad de su iglesia. Él escucha una
canción nueva, se enamora de ella, y por los mejores motivos quiere cantarla
con las personas que ama y lidera. La practica y la domina, la ensaya con la
banda, y suena genial. Pero cuando la lleva al servicio el domingo, está muy
por encima de la habilidad de su gente. La iglesia intenta, pero la canta mal,
la canta suavemente, o simplemente apenas la canta. Puesto que el canto es
deficiente, el chico del sonido les da todo el volumen a los instrumentos y al
vocalista. El canto congregacional se ha transformado en un concierto. Y
todo se podría solucionar si el líder de adoración se pusiera como meta
realmente escuchar a su gente cantar.

Hagamos una analogía. Me imagino a un papá que le compra a su hijo de seis


años su primer juego Lego. El papá está emocionado porque su hijo
finalmente quiere jugar con Lego, así que derrocha y compra uno de esos
sorprendentes juegos con cientos y cientos de piezas. Es un juguete
sorprendente que se verá grandioso cuando esté listo, pero supera con
mucho la capacidad de su hijo. Así que el papá se involucra para «ayudar».
Él ayuda haciendo casi todo el trabajo: lee el manual, ensambla las piezas, lo
completa mientras su hijo está sentado mirando. Al final el pequeño le lleva
el juego a la mamá y le dice: «¡Mira lo que hice!». Pero en realidad no ha
hecho nada, ¿verdad? Estoy convencido de que esto es lo que sucede hoy en
muchas iglesias. La banda lo pasa muy bien en la iglesia. Cantan bien y
adoran libremente. Pero la congregación no. No puede. La música los supera
y, para ser franco, de partida no fue preparada para ellos realmente.

Un líder de adoración sirve a su congregación de la mejor forma cuando


escoge canciones que la gente pueda cantar y cante bien. Está altamente
sintonizado con la habilidad de ellos. Prioriza la facilidad de las canciones
para ser cantadas por sobre su novedad o antigüedad o compositor o
densidad teológica. Él evalúa su éxito, no por su propia adoración, sino por
la de ellos. Su pregunta no es «¿cómo se sintió la banda?», sino «¿cómo
cantó la congregación?». Cuando da un paso atrás y escucha a su iglesia
cantar, realmente cantar, su gozo está completo.

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Por qué no canté cuando
fui a tu iglesia
2 / octubre / 2017 #alabanza #musica
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M e alegra haber podido visitar tu iglesia finalmente hace un par de

domingos, y adorar con los creyentes de allí. Como sabes, por mucho tiempo
había deseado hacerlo. Tal como prometiste, el pastor es un excelente
comunicador y un hombre que ama la Palabra de Dios. Su sermón fue
profundamente desafiante y ocasionó algunas buenas conversaciones con
mis hijos.

Ahora bien, me preguntaste por qué parecía que yo no cantaba. Sé que quizá
eso fue un poco extraño, así que pensé enviarte una breve explicación.
Fundamentalmente, fue porque…

… no estaba familiarizado con las canciones. Tu iglesia tiene un grupo de


músicos enormemente talentosos que los guía, y me dio mucho gusto
escucharlos tocar y cantar. ¡Suenan tan bien en vivo como en su álbum! Pero
a menos que me haya perdido de algo, aquel domingo todas las canciones
provenían de su propia música. No hubo ningún himno en el servicio, ni
siquiera alguna canción de adoración conocida. Así que no fue que no
quisiera cantar; es solo que no conocía las canciones. Quiero ser justo: cada
iglesia tiene algunas canciones propias, y eso no tiene nada de malo. Traté de
seguir las canciones lo mejor que pude para poder aprenderme algunas de
las suyas, pero aun así…

… las canciones no eran congregacionales. Al parecer la mayoría habían


sido escritas pensando más en la banda que en la congregación. Lo que
quiero decir es que eran impredecibles y a menudo excedían mi rango y
capacidad vocal. Eso las hacía difíciles de aprender y costaba cantarlas. A
veces comenzaba a pensar que había captado, pero…

… sus vocalistas improvisaban. Dos veces antes del coro final lo cantaron de
una forma, pero luego en el tercero hicieron algo que no vi venir y
simplemente no pude seguirlos. ¿Se suponía que debía seguirlos en la escala
mientras subían en ese coro final, o debía mantener la melodía original? No
quería echarlo a perder, así que decidí que mejor me quedaría callado.
Podría haber tenido ayuda ahí, pero…

… no podía escuchar a la congregación cantar. Quería aprender de las


personas a mi alrededor, pero no podía escucharlas. Parecía que muchos
estaban cantando, pero a un volumen mucho más bajo que el de la banda. No
me malentiendas, me gusta la música a alto volumen, y a veces la subo a
niveles ridículos cuando estoy en mi casa o en mi auto. (Incluso la tengo a un
nivel desagradable mientras escribo estas palabras). Pero según lo que
entiendo de Colosenses 3:16, un elemento clave de la adoración
congregacional es que se escuche la congregación. El canto está en el ámbito
de la ministración de «unos a otros», lo que significa que debemos cantar
para los otros que están allí. Pero eso era difícil porque…

… parecía un espectáculo. Estábamos en una sala oscurecida sentados en


asientos a modo de teatro. La banda estaba en un escenario totalmente
iluminado al frente de la sala, cantando sus propias canciones a todo
volumen. Eso hacía que el contexto me diera la impresión de un concierto
más que de una iglesia. Realmente disfruté ver la banda y escucharla, pero se
sentía como si estuvieran realizando la adoración más bien
que facilitándola. Así que finalmente me senté y disfruté la presentación.

Ahora, por favor no pienses que estoy reviviendo las viejas batallas por la
adoración. Creo que en la adoración congregacional hay cabida tanto para los
himnos tradicionales como para las canciones de adoración modernas. ¡A mí
me encantan ambos! Pero la forma en que la música estaba estructurada e
implementada en tu iglesia sencillamente no favorecía la adoración
congregacional. Era buena, era profesional, pero ahora que lo pienso, no
puedo evitar preguntarme si tal vez no era demasiado buena
y demasiado profesional. Me pregunto si el deseo de excelencia pudo haberle
robado gran parte de su utilidad. Esto merece una consideración: si tu deseo
de excelencia deja la música fuera del alcance de la congregación, quizá
estamos aspirando a una definición errada de excelencia.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Challies.com.


Breve Biografía

Mi nombre es Tim Challies, y se


pronuncia «Cháliz». Soy cristiano, esposo de Aileen y padre de tres hijos
entre 11 y 17 años. Me congrego y sirvo como anciano en Grace Fellowship
Church en Toronto, Ontario. Soy crítico de libros, cofundador de Cruciform
Press, y he escrito cinco libros, de los cuales están disponibles en español los
siguientes:

 Discernimiento: una disciplina práctica y espiritual (Unilit, 2014)


 Limpia tu mente (B&H Publishing Group, 2016)
 Haz más y mejor (Editorial Mundo Hispano, 2017)

Comencé este sitio en inglés en 2002 y he estado escribiendo desde 2003.

¿En qué creo? Soy…


 Cristiano: afirmo que Jesús es mi Salvador.
 Protestante: afirmo las cinco «solas» de la Reforma.
 Reformado: afirmo las doctrinas de la gracia, principios que algunos
conocen como calvinismo.
 Evangélico: creo en el evangelio (que es el significado original y más
fiel de «evangélico»).
 Inconcluso: aunque encuentro mucha belleza en el protestantismo
tradicional, me doy cuenta de que en algunas áreas las tradiciones
pueden no ser plenamente bíblicas. Allí donde eso sea el caso, estoy
dispuesto a cambiar conforme el Espíritu me convenza a través de la
Palabra.

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