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¿Un nuevo Papa?

- Por Benito Mussolini

(Publicado en 'Correspondencia republicana" 26 de noviembre 1944)

El mundo tiene por lo tanto un nuevo Papa. Y este Papa nada tiene
que ver con el Romano Pontífice, que, en la persona de Pío XII,
hubiera tenido quizás en las circunstancias actuales alguna ilusión. Este
Papa es Franklin Delano Roosevelt, presidente de los Estados Unidos.
Este es mucho más poderoso que aquel otro. De hecho, mientras que el
Papa de Roma representa ante Dios sólo a los católicos, es decir,
algunos pocos cientos de millones de almas, aquel americano, que se
acaba de autoproclamar en ocasión del “Thanksgiving day”, es decir,
en el 'Día de Acción de Gracias'; representa además de a los católicos, a
los protestantes de todos los matices, los ortodoxos y los judíos; algo así
como más de mil millones para las almas.

Para la ocasión 'El Papa Franklin Delano I 'ha lanzado al mundo un


mensaje de estilo mesiánico, en el que invocó e invitó a toda la
humanidad a dirigir al “padre celestial” el más sentido agradecimiento
por las victorias conseguidas por los aliados y las más fervientes
exhortaciones para que la guerra termine pronto con una total ventaja
para los anglosajones. El nuevo Papa, entre otras cosas, así se expresó:

'Yo Franklin Delano, Presidente de los Estados Unidos, de


acuerdo con la decisión aprobada por el Congreso 26 de diciembre de
1941, por la presente proclamo el jueves, 23 de noviembre de 1944,
Día Nacional de 'acción de gracias'; y hago un llamamiento al pueblo
de los Estados Unidos para que este sea celebrado, concentrando cada
esfuerzo posible para apresurar el día de la victoria final y ofreciendo
a Dios, nuestro devoto agradecimiento por su bondad hacia nosotros y
nuestros hijos'.

Esta bondad del dios invocado por el presidente Roosevelt, por


supuesto, es aquella que ha concedido a los aviadores americanos e
ingleses, centrar tan bien sus bombas, como para pulverizar la Abadía
de Montecassino, incontables iglesias en Italia y en el resto de Europa,
ciudades enteras super pobladas, y de masacrar algunos cientos de
miles de ciudadanos impotentes, entre estos, y solo para mantenerme
en la actualidad, esos doscientos niños destrozados en Milán hace
pocas semanas junto con sus maestras. Pero Roosevelt es el verdadero
criminal de guerra número uno y es demasiado lógico que agradezca a
su Dios por el feliz éxito de sus crímenes. También lo hacían los
bandidos de otros tiempos cuando iban a la iglesia para suplicar a algún
santo para que su día fuera fructífero, y, una vez realizado el golpe,
para agradecer al mismo santo por su gran bondad. Si el presidente
estadounidense quiere colocar en el altar de su divinidad alguna
ofrenda, por favor diríjase a nosotros: le daremos las imágenes de todas
nuestras mujeres y todos nuestros hijos masacrados gracias a la bondad
de su dios. Tendrá para abarrotar su altar. Y después terminada la
ceremonia de ofrenda también puede vender estas imágenes, que si él lo
pide, serán de plata y oro, y hará, según la costumbre americana, una
ganancia considerable.
Lo más grotesco es que otros pueblos e incluso otras razas se han
unido a la hermosa fiesta y han celebrado el día de “Acción de gracias”.
Esta celebración tuvo lugar no solo en las ciudades estadounidenses,
sino también en Londres, París, Reims, Moscú, Nueva Delhi y Roma.
Las emisoras enemigas recuerdan que la 'acción de gracias' se celebró
en otras ocasiones, y por diferentes motivos, por George Washington y
Abraham Lincoln. Estas emisoras omiten decir que, en aquellas
circunstancias, la 'acción de gracias' solo era de incumbencia
exclusivamente del pueblo estadounidense. Esta vez se quiso que
incumbiese también a los otros.

Por esta razón, la ceremonia más importante es aquella que tuvo


lugar en Roma.

Roma por lo tanto, no es ya centro sólo de la religión católica, sino


de la nueva religión de la cual es Papa Franklin Delano I, que celebró el
jueves pasado esta gran fiesta de todos los creyentes en el mundo. No
en San Pietro por supuesto (esta basílica se encamina hacia su
irremediable decadencia), sino en la iglesia episcopal estadounidense de
San Paolo en Via Nazionale.

Aquí vinieron cristianos de todas las confesiones, incluidos los


católicos, así como los judíos. Estuvieron presentes las autoridades
militares y civiles de los Cuerpos Invasores. Entre ellos se observa que
también estaba el coronel Poletti, comisario de la cuarta región. La
cuarta región, para quienes no saben, es la de Roma. Roma de hecho
ya no es “caput mundi” (Capital del mundo), sino una región que lleva
un número, como los convictos. La ceremonia fue majestuosa. Fueron
cantados los himnos de la sociedad religiosa de los amigos. Se dio
lectura del mensaje de Roosevelt y luego el Conde Sforza, ministro sin
cartera del autoproclamado Gobierno italiano, pronunció un
discursucho sumiso, en el que, entre otras cosas, dijo que los
estadounidenses, los cuales, ahora conocen muy bien la Europa, quizás
por haberla masacrado y destruido en gran parte, se convertirán en una
aristocracia moral.

Después de esto, todos los participantes en el rito solemne, fundidos,


es más, confundidos en la nueva religión judeocristiana proclamada por
Roosevelt, se aseguraron una paz justa para la humanidad, con la ruina
de nuestro continente.

Todo muy bien. Solo seremos indiscretamente curiosos de querer


saber lo que haya pensado el Santo Padre en ese mismo momento,
aquel por supuesto, que está todavía en el Vaticano.

Benito Mussolini

Nacionalismo Católico San Juan Bautista

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