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MI MEJ OR Y O

G a n a r versus é x i t o

El éxito es la paz interior que resulta de la satisfacción de saber


que te esforzaste al máximo de tus capacidades.
John Wooden, coach de baloncesto en la UCLA

John Wooden, conocido por entrenar por más de 27 años al equipo de balon-
cesto de la UCLA y considerado el mejor entrenador de la historia de la NCAA,
gracias a los 10 campeonatos conseguidos por su equipo, decía que hay dos
principios fundamentales para alcanzar el éxito: no tratar de ser mejor que
otros y tratar de ser lo mejor que tú puedas ser.
Algunos de los jugadores que él entrenó no llegaron a ser los más famosos,
pero los consideró igual de exitosos porque, aunque no tenían todas las capa-
cidades físicas o habilidades extraordinarias, consiguieron hacer lo que debían
en el momento indicado, gracias a su trabajo y esfuerzo. Ellos lograron sacar lo
mejor de sí mismos.
Puedes ganar cualquier cosa, un partido de baloncesto, dinero, una mayor
posición social o de trabajo pero, según Wooden, el verdadero éxito “es la paz
interior que resulta de la satisfacción de saber que te esforzaste al máximo de
tus capacidades”.
Ver el éxito como la simple consecución de recompensas extrínsecas, es una
fórmula miserable de estructurar la vida. De la misma manera, percibir el éxi-
to como una competición que te permitirá estar por encima de los demás, en
términos económicos o sociales, evidencia una pobre visión del mundo y de ti
mismo. Sobre todo porque estás dejando que sean otros quienes califiquen tu
éxito; es decir, permites que alguien más determine cuánto vales o quién eres.
En cambio, si piensas en el éxito como resultado de tu mayor esfuerzo para
alcanzar tu propósito y plan de vida, te darás cuenta que el único juicio válido
será el tuyo. Desde esta perspectiva, aun habiendo perdido el juego pudiste ha-
ber sido exitoso o por el contrario puede que a pesar de haber ganado estés fra-
casando. Más importante que lo que diga el marcador es la convicción de que
estamos dando el máximo de cada uno por alcanzar todo nuestro potencial.
No debemos confundir el logro con el éxito. Sólo cuando tienes la convic-
ción de que tu esfuerzo sacó lo mejor de ti, es que efectivamente te sentirás
exitoso. Sólo cuando te enfrentas a tu zona de stretch, esa que está entre el con-
fort y el pánico, es que efectivamente te encuentras dando todo aquello que
puedes dar.
Si alcanzas tus metas pero en el interior sabes que no diste todo lo que pu-
diste haber dado o que no fuiste la persona que esperas ser, no tendrás una
sensación de éxito, sino más bien de fracaso.

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El éxito es subjetivo, es un estado mental, una interpretación de tus logros,


los cuales sólo los entendemos cómo “exitosos” cuando éstos calzan con nues-
tras expectativas y con lo que esperamos de nuestro comportamiento y de
quien queremos ser. Ser el mejor no es la meta, lo que buscamos es siempre
hacerlo mejor. Si constantemente trabajamos dando lo máximo de cada uno,
tarde o temprano veremos los frutos de este trabajo.
Por eso sabemos de tantas personas supuestamente exitosas o que lo tienen
todo y aun así son infelices.

É x it o m a t e r ia l y fe lic id a d

La felicidad no depende de hacer lo que uno quiere,


sino querer lo que uno hace.
Jean Paul Sartre

El actor Jim Carrey dice que ojalá todos puedan ser ricos y famosos lo más
rápido posible para darse cuenta que ése no es el camino. En una variedad
de investigaciones se ha confirmado que la felicidad se deriva principalmen-
te del ser, no del tener. En estudios científicos acerca de la correlación entre
la riqueza y la felicidad se encontró que a partir de un nivel básico, aquel en
que cubrimos nuestras necesidades principales de alimento, casa, educación,
salud y suficiente entretenimiento, existe una correlación indirecta entre ri-
queza y felicidad, en la que si no se cumplen estos niveles se establece una
correspondencia con mayores niveles de infelicidad. Pero se encontró tam-
bién que a partir de este nivel, el tener más riqueza no se relaciona con ex-
perimentar mayores niveles de felicidad. Por supuesto que la riqueza ayuda a
generar un sentimiento de seguridad y es indudable que la mayoría prefiere
tener más que menos, el punto es que la riqueza por sí misma no nos hace
más felices.
Los logros materiales no son la llave de la felicidad. La felicidad es la llave
del éxito.
Gandhi decía que la riqueza sin trabajo es tóxica. Nos envenena la inseguri-
dad de saber que no la merecemos. Así vemos cómo tantos niños que heredan
fortunas son infelices, ansiosos y muchos caen en la depresión o drogadicción.
Lo que da la felicidad, lo que genera orgullo es la certidumbre que aquello que
somos, que aquello que tenemos, lo hemos ganado.
En un ejercicio en el que un sociólogo le explicaba a un grupo de banqueros
el perfil psicológico, en muchos casos disfuncional, de familias de extraordina-
ria riqueza, se explicaba cómo la dinámica de satisfacer todas las necesidades

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de un hijo o de una persona, sin que esto implique un esfuerzo de su parte,


conlleva casi irremediablemente a sentimientos de depresión, ansiedad y falta
de sentido en la vida.
Esto que muchos envidian, eso de tenerlo todo, idealmente gratis o ganán-
dose la lotería es, en realidad, una receta segura para la infelicidad.
A modo de ejemplo, el sociólogo le preguntaba a la audiencia si a ellos les
gustaba el golf. Ante esto, muchos levantaron la mano de manera afirmativa.
Y luego él procedió a preguntar si les seguiría gustando el golf si supieran que
cada vez que le pegan a la pelota, ésta caería en el hoyo.
Pensativos todos concordaron que a ninguno le gustaría el juego si el éxito
estuviese garantizado.
Esto es lo que hacemos cuando esperamos satisfacer las necesidades de al-
guien o las nuestras sin haberlo ganado. Sin un esfuerzo de por medio, lo que
hacemos es garantizarles que la pelota caerá en el hoyo. Con esto, no les hace-
mos un favor, les quitamos el desafío, el sentido a la vida.
Los seres humanos necesitamos desafíos para crecer, esfuerzo para valorar
y necesitamos de la dificultad para sentirnos orgullosos. El camino está en la
lucha, en el vencer los obstáculos y nuestra limitaciones.
Nuestros propósitos se cumplen en este camino sembrado de desafíos y
miedos. Enfrentándonos a ellos es como crecemos y nos medimos no sólo por
las metas que alcanzamos y por lo que obtenemos, sino por la vara que com-
para en quién nos estamos convirtiendo contra la persona que deseamos ser.

Mentalidad de crecimiento

Para la psicóloga Carol Dweck (2014),, pionera de los estudios sobre moti-
vación y logro, existen dos tipos de mentalidad: fija y de crecimiento. Según
Dweck, los individuos pueden ser colocados en un continuo de acuerdo
con sus puntos de vista personales respecto a dónde proviene su capacidad.
Algunos creen que su éxito se basa en la capacidad innata, por lo que se dice
que tienen una teoría “fija” de la inteligencia (mentalidad fija). Otros creen que
su éxito se basa en el trabajo duro, el aprendizaje, la formación y la tenacidad,
entendiendo esto como un “crecimiento” o una teoría de “incremento” de la in-
teligencia y capacidad (mentalidad de crecimiento).
Los individuos pueden no ser necesariamente conscientes de su propio
modo de pensar, pero éste se puede discernir en función de su comportamien-
to. Es especialmente evidente en su reacción frente al fracaso. Los individuos
de mentalidad fija temen al fracaso, porque para ellos es una declaración nega-
tiva acerca de sus capacidades, mientras que los individuos con mentalidad de

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crecimiento no temen fallar, porque se dan cuenta de que es una forma más de
aprender y mejorar.
Para desarrollar la mentalidad de crecimiento, Dweck cuenta el caso de una
escuela secundaria en Chicago en la que los alumnos tienen que pasar cierto
número de clases para graduarse; si no lo consiguen, en lugar de recibir una
calificación reprobatoria se les asigna un “todavía no”. Es decir, esta institución
incentiva a sus alumnos a que entiendan sus logros en un continuo que depen-
de de sus esfuerzos para que sigan trabajando hasta que consigan graduarse.
En uno de sus experimentos con niños de 10 años, la psicóloga descubrió
que los menores con mentalidad fija huyen de las dificultades. Les aplicó una
serie de pruebas con un elevado grado de dificultad y encontró que estos pe-
queños evadían los riesgos por miedo al fracaso; además, en lugar de insistir
en resolver el problema, buscaron compararse con niños a los que les fue peor
para sentirse mejor con ellos mismos.
En cambio, los niños con mentalidad de crecimiento aceptaron el error, lo
procesaron y lo intentaron de nuevo hasta que consiguieron superar la prue-
ba. La actitud de estos niños fue clave para enfrentar sus pruebas y en lugar de
sentirse intimidados por los exámenes, tendían a referirse a ellos como retos.
Hay algunas claves que Dweck sugiere para desarrollar una mentalidad de
crecimiento:

• Elogia con sabiduría. Si le dices a un niño que es inteligente o talento-


so no lo estás ayudando; esto porque cuando cometa un error se sentirá
mal consigo mismo, ya que creerá que no es tan capaz como pensaba. Es
preferible entonces alagar el esfuerzo que hizo para lograrlo, su enfoque
y perseverancia.
• Mantente siempre en versión Beta y usa el “todavía no”. Cuando tu
proyecto, plan o idea no salga como planeabas, en lugar de sentirte fra-
casado elige decirte a ti mismo: “todavía puedo lograrlo” o “todavía no
lo alcanzo, pero perseverando más lo lograré”. Se trata de desarrollar la
capacidad de insistir en las metas que se quieren alcanzar.

Av a n z a r f a l l a n d o

El éxito consiste en pasar de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo.


Winston Churchill, ex primer ministro de Reino Unido

Así como un barco siempre está a salvo en su muelle, nosotros creemos estar
contentos en nuestra zona de confort. Mas el barco no fue construido para

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quedarse anclado y en nuestra naturaleza está el siempre desafiarnos y las an-


sias de crecer.
Lo que a muchos les impide avanzar no es el desconocimiento de sus sue-
ños, sino su miedo a enfrentarlos. El miedo, al final del día, no es nada más que
un estado mental y el valiente no es quien no lo siente, sino quien lo conquista.
Como dice el escritor Paulo Coelho: “cuántas cosas perdemos por miedo a
perder”.
El miedo a perder, a fracasar, es nuestra principal ancla, pero el fracaso no
es derrota. El fracaso es el obstáculo, la piedra que debemos esperar que sea
parte del camino. Sólo cuando nos damos por vencidos es que caemos en la
derrota.
Dice Tony Robbins, coach ejecutivo, que “el éxito en la vida es resultado del
buen juicio. El buen juicio habitualmente es resultado de la experiencia. La ex-
periencia habitualmente es resultado del mal juicio”.
Es fundamental entender el fracaso como una experiencia útil para triunfar.
Uno de los ejemplos más famosos de la utilidad de fallar una y otra vez es la
historia del inventor estadounidense Thomas Alva Edison, quien creó la bom-
billa incandescente. Cuando consiguió por fin el resultado deseado, después
de intentarlo más de mil veces, se negó a ver las pruebas anteriores como fra-
casos y dijo que ahora conocía “mil maneras distintas de cómo no hacer una
bombilla”.
No existe tal cosa como fallar o triunfar en la vida. Ambas son ideas que
reflejan la manera en que interpretamos la respuesta social a lo que hacemos.
Una vida bien vivida es una aventura llena de obstáculos a vencer, es un cons-
tante desafío a nuestros límites, por conocer de qué estamos hechos. Fallar es
parte necesaria del camino y fundamental del éxito.

Pa g a r e l p r e c i o

Es sólo tu forma de pensar lo que decide


si tendrás éxito o fracasarás.
Henry Ford

El éxito depende de decisiones y todas ellas tienen un costo. El precio del éxi-
to no tiene descuentos, debe pagarse completo y por adelantado. El principal
insumo del éxito es la perseverancia y allí radica su costo. En el proceso para
alcanzar el éxito intervienen muchos factores en los que no se tiene control. El
único factor que se controla es la determinación y el nivel de esfuerzo que se
pone en las tareas.

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El escritor y ex tenista de mesa británico Matthew Syed (2010) dice que cuan-
do alguien es exitoso la gente suele crear la ilusión del iceberg. De la misma ma-
nera que un témpano de hielo sólo puede ser apreciado por fuera del mar en
un 10%, mientras que el 90% restante queda por debajo del agua, invisible a la
vista, así sucede con el titánico esfuerzo que hay detrás de las personas exitosas.
Quienes están a su alrededor, no suelen ver todo el trabajo que les costó alcanzar
el éxito: el esfuerzo, la dedicación, la disciplina, los riesgos, la acción decidida, los
hábitos, las metas, la gran cantidad de fracasos, la decepción, la persistencia y el
trabajo duro. La gente sólo ve lo superficial y tiende a creer que esa persona está
en la cima sólo porque es talentosa, genial o carismática. No caigas en esa trampa.
Syed critica la clásica narrativa del surgimiento del héroe que solemos ver en
las películas de Hollywood, según la cual, un chico talentoso de escasos recursos
que vivía con padres normales en un suburbio logra triunfar a pesar de que tiene
todo en su contra. En cambio, él prefiere contar cómo algunos sucesos básicos
pero significativos en su vida, como que sus padres compraron una mesa de tenis
y su hermano practicó diariamente con él durante años, lo llevaron a ser el juga-
dor británico número uno en tenis de mesa a los 24 años de edad.
Más allá de plantear que su triunfo sucedió “contra todas las posibilidades”,
Syed prefiere decir que fue un conjunto de factores los que lo llevaron a lo más
alto. No es que fuera único y especial, ni que naciera para ser jugador de tenis
de mesa, sino que reunió las condiciones materiales (una tabla y un club en el
cual practicar) y puso el esfuerzo necesario (miles de horas de práctica con su
hermano) para lograrlo.
Todo éxito tiene un costo. Ése es el que pagas por alcanzar tus sueños. Sin
embargo, no hay precio mayor a pagar que el llegar un día, al final del cami-
no y arrepentirse de haber dejado un sueño sin perseguir. El costo del éxito es
siempre mucho menor que el costo del arrepentimiento.

Ta l e n t o

El trabajo duro le gana al talento,


cuando el talento no trabaja duro.

Un mito acerca del éxito es que sólo lo alcanzan quienes tienen talento, pero la
historia de grandes personajes de nuestra época demuestra que hay otras carac-
terísticas que pueden ser más efectivas que el talento natural. Si ya encontraste
lo que quieres de la vida, la rama en la que te quieres desarrollar, seguramente
consideraste qué tan talentoso puedes ser en lo que elegiste. Lo ideal es que
escojas algo para lo que sientas vocación, pero aun cuando no sea así, si sumas

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