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Es preciso aclarar, en primer lugar, desde qué punto de vista entendemos la identidad.
Así, si nos apegamos al concepto de identidad en la sociología, podemos ver que esta se
forma desde la “internalización y apropiación de herramientas culturales como el lenguaje”
(Guía literatura e identidad III medio electivo, Concepto de identidad (sociología), p.6) y,
de este modo, la llegada de los españoles a Latinoamérica en el siglo XV fue un factor de
cambio en la identidad indígena. Este cambio reafirmará el carácter heterogéneo de
Latinoamérica que ya existía gracias a la gran diversidad de pueblos que habitaba la
región.
Comencemos por el final del siglo XV, período en el cual ya existía una identidad integral
en Latinoamérica, un conjunto de similitudes y diferencias entre los pueblos aborígenes
que podían ser reunidas en una misma noción. Junto con el descubrimiento de América
en 1492 y a la posterior conquista, vino a gestarse una mezcla de dos culturas que se
encontraban mutuamente, la indígena y la española.
Con la gran mayoría de los indios ya sometidos, los españoles con considerable frialdad e
indiferencia, procedieron a implantar sus ideas de manera dominante. En modo de
respuesta los indígenas mostraron una aparente adaptación. Un ejemplo de esto fue la
adaptación a la doctrina católica, sin embargo, a pesar de esto la fe en sus propias
creencias no desapareció. Como bien explica Jorge Bengoa (1988), la evangelización
ritual de las viejas estructuras indígenas no cambió la matriz religiosa y societal de las
culturas prehispánicas. Es así como va a nacer una cultura híbrida a partir del encuentro y
la combinación “algo” forzada de estos dos mundos.
Posteriormente, en la época colonial, entre los siglos XVII y XVIII, el mestizaje fue un
agente clave que no solo comprendía una mezcla a nivel cultural, sino que también a nivel
social y genético a través de las relaciones que se sostuvieron entre los indígenas y los
colonos.
El hijo ente un español y una indígena era a quien se le llamaba comúnmente mestizo.
Generalmente, en los estamentos sociales, el mestizo se encontraba por sobre el
indígena puesto que, a pesar de ser escasa, tenía un vínculo genético con los europeos.
Jorge Larraín considera que con este nuevo pensamiento, las formas de estratificación
que existían en Latinoamérica dejaron de depender tanto de los criterios sociales y las
nuevas repúblicas comenzaron a considerar la instauración de la libertad educacional y
religiosa o también la eliminación de la esclavitud (Guía literatura e identidad III medio
electivo, La Conquista y la construcción del “otro” por los españoles: La primera síntesis
cultural, p.29).
Si bien los indígenas y mestizos comenzaban a ser más aceptados en la sociedad esto
era a costa de reemplazar su cultura por el nuevo pensamiento traído del viejo continente,
lo que nos demuestra que no se estaba reconociendo la cultura indígena sino que solo se
estaba supliendo. A pesar de todo, la cultura originaria se mantuvo resistente y no logró
disiparse por completo.
Todo esto nos demuestra que el intelectual latinoamericano no cuestionó las nuevas
corrientes europeas, sino que sólo las cogió como bien dice Alberdi (1852) “En América
todo lo que no es europeo es bárbaro”.
Como conclusión, podemos reparar en que todos estos procesos históricos compartidos
nos hacen sentirnos parte de un grupo y nos dan sentido de pertenencia. Esto explicaría
el carácter dinámico de la identidad latinoamericana que intentamos plantear en este
ensayo. También podemos explicar el carácter heterogéneo que le damos a la identidad
latinoamericana desde el punto de vista de dichos procesos históricos pues con ellos llegó
la mezcla de razas. Pero la heterogeneidad que le adjudicamos a la identidad
latinoamericana no viene solo de la presencia de un factor indígena y uno europeo, viene
además de la diversidad de pueblos que existen en América Latina. Apoyándonos en lo
dicho por Wilmer Zambrano Castro “el hecho de que existan identidades regionales no
significa una contradicción con la conformación de una identidad nacional; una no
contradice la presencia de la otra sino que ambas pueden coexistir entre sí y con otras al
mismo tiempo, sin problema, como de hecho ocurre” (Guía literatura e identidad III medio
electivo, La lengua: espejo de la identidad, p.17), una identidad puede estar formada de
muchas variantes pero no por eso deja de ser una concepción cohesionada.