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Viktor Frankl comienza la narración aclarando que su obra, a diferencia de otras, está enfocada en

la mente del prisionero más que en los horribles hechos del holocausto que ya tantos autores han
retratado. Partiendo desde esta base, el autor divide el texto en tres fases de acurdo a las
reacciones mentales de quienes eran prisioneros en los campos de concentración: La primera fase:
internamiento en el campo, la segunda fase: la vida en el campo y la tercera fase: después de la
liberación.

Ahora comenzaré con el verdadero análisis de cómo se va desarrollando el narrador-personaje, a la


vez autor, a lo largo de la historia y para estructurar bien el ensayo lo haré por medio de las fases
ya indicadas en el libro:

Primera Fase

En un principio podemos reparar en que Viktor es un hombre mesurado pues a pesar del miedo y
la incertidumbre que se respiran en el ambiente no reacciona de manera desesperada o
compulsiva ante los primeros hechos desequilibrantes como la llegada a la estación de Auschwitz,
la primera selección o la desinfección. Sin embargo al inicio, el personaje entra en un estado de
shock que luego se va camuflando en un aparente optimismo que surgía en los prisioneros, como
él mismo indica “…nosotros nos agarrábamos a los jirones de esperanza y hasta el último momento
creímos que no todo sería tan malo.” (Página 13).

Más tarde el narrador pierde las ilusiones y esperanzas que aún conservaba puesto que se da
cuenta de que ya no tiene nada que perder más que su “ridículamente desnuda vida”. Al tiempo
que ocurre esto, nace en Frankl y en el resto de los prisioneros una fría curiosidad por lo que les
sucederá a continuación y en esto afirman su estado de ánimo. Pero al pasar los días la curiosidad
se torna en sorpresa, el personaje se ve asombrado por lo que es capaz de soportar.

Segunda fase

En esta segunda etapa Frankl, como todo el resto de los prisioneros, usa como recurso de
protección la apatía. “El cadáver que acababan de llevarse me estaba mirando con sus ojos
vidriosos; sólo dos horas antes había estado hablando con aquel hombre. Yo seguía sorbiendo mi
sopa.” (Página 25), en este fragmento se ve reflejado el grado se insensibilidad al que llegó el autor
del libro, al no inmutarse por el hecho de ver el cadáver de alguien con quien había estado
interactuando poco antes.

Otro cambio en el narrador es el florecimiento de los deseos más primitivos. La comida, el dormir,
la supervivencia en sí eran lo único importante. A pesar de esto el prisionero también tiende a
llevar una vida espiritual profunda pues así puede refugiarse en su riqueza interior, y es así como
por medio de cavilaciones y pensamientos, y recordando a su esposa nuestro protagonista
concluye que “…la salvación del hombre está en el amor y a través del amor.”(Página 39)

También reflexiona acerca de que si todo este sufrimiento tiene algún sentido y acaba por decir
que “El modo en que un hombre acepta su destino y todo el sufrimiento que éste conlleva, la
forma en que carga con su cruz, le da muchas oportunidades para añadir a su vida un sentido más
profundo.”(Página 66)

Tercera fase

En la fase final, cuando Viktor ya es liberado, habla de cómo le costó tener conciencia de su
libertad puesto que se había “despersonalizado”. Todo le parecía irreal, como un sueño, y no tenía
ya la capacidad de alegrarse. Pero poco a poco vuelve a sentirse como un ser libre y comienza su
vida otra vez, aún cuando con la desilusión de no encontrarse con su vida anterior y con la cual
había soñado durante el largo tiempo de encierro.

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