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Visto así, en el OT el espacio pierde el carácter pasivo propio de la visión sectorial, para
convertirse en estructurante de los objetivos, las políticas y las acciones públicas y
privadas, tanto sectoriales como territoriales. Se trata, en este caso, de articular los
objetivos económicos, sociales, ambientales y administrativos con el territorio, racionalizar
las actuaciones sobre éste y orientar previsoriamente su desarrollo y aprovechamiento
sostenible, basado, especialmente, en estrategias de uso, ocupación y manejo del
territorio y de desarrollo territorial (Ortíz y Massiris, 1993) -Figura 1-.
Actualmente, está vigente el plan de desarrollo "El Salto Social", formulado por el
Gobierno de Ernesto Samper Pizano (1994-1998), orientado a consolidar el modelo de
apertura económica, basado en el libre juego de las fuerzas del mercado, en el contexto
de globalización de la economía. Este modelo se fundamenta en las teorías neoclásicas
de crecimiento y de movilidad espacial de factores que busca, a través del mayor
equilibrio interregional, una paulatina superación de las disparidades del desarrollo
regional. Uno de los postulados de esta estrategia plantea que el libre juego de las
fuerzas del mercado con unas buenas condiciones de intercomunicación interna, favorece
el desplazamiento del capital y del trabajo, en función de la dotación de recursos naturales
(capital natural) y del desarrollo del capital social.
El ordenamiento pasivo, por su parte, se asocia con políticas de uso y ocupación del
territorio, predominantes a escalas subregional y local. Su carácter pasivo se relaciona
con el uso de zonificaciones o regionalizaciones como estrategia para inducir nuevos
escenarios de uso del territorio. Las zonificaciones se basan en categorías espaciales
para las cuales se establecen los usos permitidos, prohibidos o restringidos,
acompañados de instrumentos coercitivos o estimulantes y normas que dan soporte legal
a los planes y definen mecanismos para resolver los conflictos generados por la
intervención.
1.2 CUALIDADES
A escala nacional, los planes de OT dan orientaciones y directrices las cuales constituyen
términos de referencia para los niveles inferiores. En este nivel, también se ejecutan
planes de ordenamiento, con predominio de instrumentos de tipo activo, a partir de la
construcción de grandes obras de infraestructura y la realización de políticas de desarrollo
urbano, de desarrollo regional, reforma agraria, colonización y desarrollo rural que buscan
equilibrar las relaciones campo-ciudad, la estructura urbano regional, el desarrollo social
de las entidades territoriales y el aprovechamiento sostenible de los recursos naturales,
entre otras metas (Figura 5).
1.2.2 Multidimensionalidad
Este carácter se evidencia en el énfasis de largo plazo que tienen los planes de OT y en
el interés por el diseño y construcción de escenarios futuros, concebidos en un horizonte
de tiempo determinado (15 a 30 años), hacia los cuales se orienta la política ordenadora.
Alrededor de la construcción de estos escenarios se formulan los planes de desarrollo
territorial y/o de uso y ocupación del territorio, buscando siempre una coordinación
vertical, horizontal y temporal. La coordinación vertical hace referencia a la acción
concurrente y armónica entre los distintos niveles territoriales que tienen jurisdicción
administrativa sobre el territorio. La coordinación horizontal, se refiere a la concurrencia y
armonía de las distintas políticas sectoriales que se desarrollan en el territorio. La
coordinación temporal, tiene que ver con la continuidad en el tiempo de la política
ordenadora aunque cambien los gobiernos, de modo que la construcción de los
escenarios prospectivos o futuros sea posible.
En el Valle del Cauca, el Plan Valle 2000 puede considerarse como precursor en la línea
de Prospectiva, sin embargo, es el programa "El Cali que Queremos", liderado por la
Cámara de Comercio de Cali, el esfuerzo más consistente hasta 1990 por introducir la
metodología Prospectiva en el Valle del Cauca, a nivel municipal (Mazuera, 1990:7). La
conceptualización que ha realizado el IGAC en torno al Ordenamiento Territorial involucra
elementos de la prospectiva en sus diseños metodológicos (IGAC, 1996).
1.3 INSTRUMENTOS
1.3.2 Normas
Los planes de ordenamiento territorial enfrentan diversos problemas: interés público vs.
interés privado, interés conservacionista vs. interés desarrollista, objetivos sectoriales de
desarrollo vs. objetivos regionales/territoriales y presiones de poder frente a la toma de
decisiones ordenadoras. Para enfrentar tales problemas y efectuar exitosamente los
planes, es indispensable disponer de medios instrumentales que permitan a los
organismos planificadores realizar exitosamente su gestión. La expresión más común de
estos medios se da a partir de normas donde se establecen los procedimientos,
incentivos, sanciones, fuentes de financiación, etc.
1.4 REQUERIMIENTOS
En el caso de las normas legales, son mumerosas las leyes existentes que dan soportes a
las diversas acciones que involucra el OT, especialmente en lo pertinente al ordenamiento
urbano, rural, ambiental y de áreas marinas (ver Tabla 2).
a. El uso sostenible de los recursos naturales, apoyado en el control riguroso del uso de la
áreas protegidas o de manejo especial establecidas en el país y en la zonificación
territorial ambiental para asignar usos basados en la aptitud productiva, el contexto social
y cultural de cada zona o entidad territorial y en las condiciones económicas presentes.
Hoy, la región es quizás uno de los conceptos utilizados con mayor diversidad de criterios
e imprecisión, en lo concerniente tanto a su contenido como a su valor científico y
aplicado. Casi todas las disciplinas científicas hacen uso del término para indicar áreas o
zonas de dominio, localización o características homogéneas de algunos elementos. En
anatomía, por ejemplo se habla de la región abdominal, en otras disciplinas se habla de la
región fitogeográfica, zoogeográfica, biogeográfica, climática, económica, etc. En las
relaciones internacionales se habla de región para significar un conjunto o bloque de
países diferenciado de los demás por condiciones geográficas, geopolíticas o por
intereses económicos comunes.
Es prácticamente imposible dar una definición de región que sea de aceptación universal,
mas bien se pueden considerar los enfoques más generalizados, los cuales se pueden
clasificar en: geográfico-regional, funcional y político-administrativo, cada uno con
aproximaciones y valoraciones distintas de la cuestión regional. A continuación se realiza
un examen de cada uno de estos enfoques.
Sin embargo, el valor de la región natural se mantiene hoy gracias al interés que ha
despertado, en las últimas décadas, la racional explotación de los recursos naturales y la
conservación de las condiciones de habitabilidad del planeta. El medio natural es uno de
los patrimonios más valiosos de las sociedades presentes y futuras y como tal se busca
preservar, proteger, recuperar y aprovechar de manera sostenible.
Toda región funcional se estructura a partir de uno o varios centros, nodos o polos que
constituyen núcleos de impulsión. Estos pueden ser una o varias industrias motrices o uno
o varios centros urbanos a partir de los cuales se organizan espacios polarizados.
El concepto de región polarizada fue elaborado por el economista francés Perroux, en
1955. En su teoría éste concede a la industria el papel de polo de la organización
regional, a partir del cual se estructuran redes, por las cuales se difunde el desarrollo
hacia otras áreas de la región. Con base en la teoría de Perroux, se desarrolló en la
década de los setentas, la política de los polos de desarrollo o de crecimiento que
posteriormente fue abandonada por sus escasos logros en el equilibrio del desarrollo
regional y porque al dar un papel dominante a la industria, no era suficiente para explicar
la organización de espacios funcionales en países subdesarrollados donde son la
actividad terciaria e, incluso, la agricultura, los motores del crecimiento.
a. Regiones territoriales
Las regiones territoriales son entidades autónomas que hacen parte de la organización
territorial de los estados. En algunos casos pueden estar al nivel nacional, como ocurre en
España y Bélgica o en el nivel siguiente a la nación como ocurre en Italia. En los países
latinoamericanos la región ha alcanzado rango constitucional en Perú, Chile y Colombia.
En Perú, a partir de la Constitución de 1979 y de la Ley de Regionalización de 1987. En
1988, se produjo en el Perú el primer caso de región territorial en países
latinoamericanos, al crearse la Región Grau, con personería jurídica de derecho público y
dotada de autonomía. En Chile, a partir de la Constitución de 1980 y su modificación en
1991 y, especialmente, a partir de la Ley Orgánica de Gobierno y Administración Regional
de 1993. En Colombia, a partir de la Constitución de 1991 y está en proceso su
reglamentación por la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial y la Ley de Regiones que
se discuten actualmente en el Congreso de la República.
"a pesar de que cada una de las regiones de Chile tiene su propio perfil económico, las
variaciones culturales entre ellas son pequeñas. En términos generales los chilenos
constituyen un pueblo bastante homogéneo y su apego al terruño natal es bastante débil.
Por esto las regiones del país son más bien artefactos económicos que entidades
orgánicas históricas y culturales y carecen de toda expresión política. Las provincias que
son las unidades que las forman, no son sino subdivisiones administrativas conformadas
siguiendo el modelo del sistema prefectorial francés" (Friedman, 1969; citado por Boisier,
1988).
b. Regiones administrativas
c. Regiones internacionales
El término región también es usado para indicar bloques de países que se unen en torno
a algunos propósitos económicos, geopolíticos, culturales, etc. La naturaleza, objetivos y
dimensiones de estas regiones varían mucho. Se mencionan entre otras, la Unión
Europea UE (reemplaza a la antigua Comunidad Económica Europea), la región NAFTA
(E.U., Canadá y México) o Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte, la región
MERCOSUR o Mercado Común del Sur integrado por Brasil, Argentina, Paraguay y
Uruguay, la región del Pacto Andino integrado por Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y
Venezuela, La Región del Golfo Arábigo, organizada por el Consejo de Cooperación
Regional de los Países del Golfo (con sede en Arabia Saudita), la Liga Arabe, la
Asociación de las Naciones del Sudeste Asiático, la región de la OTAN (Organización del
Tratado del Atlántico Norte), etc.
Asimismo, en una escala planetaria, es común señalar como región a un país o conjunto
de países contiguos que presentan una homogeneidad fisiográfica, cultural o en la
combinación de variables físicas y culturales. Basados en criterios de nivel de desarrollo,
sistemas político-económico, herencia histórico-cultural y condicionamiento ecológicos,
Méndez y Molinero (1984) dividieron el mundo en 10 regiones, a saber: Europa, Unión
Soviética (hoy fragmentada), China, Japón, Asia meridional, Asia sudoccidental, Africa,
América del Norte, Iberoamérica, Australia y Nueva Zelanda.
d. Regiones competitivas
Dentro del modelo de globalización económica, la región se configura como un soporte de
la estrategia de competitividad de los países, la cual se orienta a generar una nueva
dinámica regional a través de la plena utilización y el crecimiento del potencial endógeno
de las regiones (recursos económicos, humanos, naturales, institucionales y culturales), y,
en consecuencia, generar el entorno y las condiciones necesarias para el desarrollo
potencial de las empresas, de los sistemas de producción y la creación de nuevas fuentes
de trabajo productivo (Presidencia de la República, 1995) -Figura 12-.
Las regiones pivotales las define como un territorio organizado complejo, identificable a la
escala de región política histórica (departamentos, municipios), el cual posee una
identidad cultural. Las regiones asociativas, como regiones mayores construidas a partir
de la unión voluntaria de regiones pivotales adyacentes. Las regiones virtuales, como
resultado de arreglos cooperativos tácticos o acuerdos contractuales (alianzas
estratégicas) entre regiones pivotales o asociativas para alcanzar ciertos objetivos de
corto y mediano plazo (Boisier, 1995a).
Sin embargo, en las regiones virtuales, esta territorialidad desaparece para dar lugar a un
concepto en el cual la región se concibe como una empresa en cuya conformación obran
decisiones puramente económicas, sin participación activa de la sociedad civil. En estas
regiones, lo espacial o territorial se reduce a firmas que usan y ocupan un espacio
delimitado administrativamente, el cual proyectan a espacios más extensos que pueden
no ser geográficamente continuos, para realizar alianzas estratégicas con fines
esencialmente económicos, cuya valor para el desarrollo regional es dudoso.
Asimismo, las regiones funcionales cobran mucha importancia cuando se desea realizar
una labor de administración y planificación territorial más efectivas. Puede, incluso,
construirse espacios regionales con base en la combinación de distintos criterios, tales
como los históricos, administrativos y funcionales. Para la construcción de regiones no
existen recetas. Los criterios a utilizar dependerán de los objetivos que se buscan, de los
determinantes de la organización espacial, sean estos físicos o culturales y de la escala
espacial en que nos movamos.
Otros presentan solo dos niveles administrativos, tal es el caso de los Principados de
Liechtenstein (160 km2) en Europa Occidental y Mónaco (1.9 Km2) en el Sureste de
Francia, así como la República de Nauru (21 km2) en Oceanía, los cuales dividen su
territorio en comunas, los dos primeros y distritos el tercero.
En otros países, además del nivel nacional y local, se agrega un nivel intermedio que
algunos llaman departamentos, otros provincias, otros cantones, otros distritos. En los
países regionalizados o federales, además de los niveles anteriores se agrega el nivel
regional o estatal.
Los departamentos están gobernados por un prefecto, agente político y administrativo del
gobierno y siempre han constituido una instancia muy importante de la organización
territorial. Sin embargo, dentro del proceso de descentralización administrativa y de
reorganización territorial implementado en este país, estas unidades no eran eficientes
para atender los problemas que trascendían los límites departamentales, por lo que se
optó por institucionalizar la región, como una entidad administrativa intermedia entre el
gobierno nacional y los departamentos. Inicialmente la función de la región era la de
desarrollar planes regionales de desarrollo en concordancia con el plan nacional. En
1972, se convierten en establecimiento público al que se le asignan otras funciones de
tipo administrativo y financiero. A partir de 1982, la región adquiere también funciones
políticas.
2.2.4 Italia
2.2.5 Alemania
El siguiente nivel administrativo es el de los distritos, de los cuales existen 543. Estas
entidades, tienen una asamblea elegida popularmente y un jefe de distrito, el cual es
también elegido popularmente en muchos estados. Los distritos se conforman a partir de
la agrupación de municipios y su función se relaciona con la prestación de servicios
públicos y sociales. El último nivel administrativo es el de los municipios, de los cuales
existen en la actualidad 16.175. Los municipios tienen un concejo municipal elegido
popularmente cuyo número puede llegar hasta 80, dependiendo del número de
habitantes. El jefe de la administración municipal es de elección popular en muchos
estados, en otros la elección la realiza el Concejo Municipal. El nivel municipal es
reconocido como el más importante de la organización administrativa, debido a su
proximidad a los ciudadanos.
Una de las características del presente siglo en Colombia ha sido la recurrente discusión
en torno a la organización territorial del país, aspecto que han cobrado un gran impulso al
promulgarse la Constitución Política de 1991. El fuerte de la discusión ha sido la crítica a
la división territorial vigente por considerarse ineficiente para los propósitos de desarrollo
equilibrado y administración territorial eficiente.
El trabajo de Fornaguera y Guhl puede considerarse como el primer esfuerzo por lograr
una regionalización del país con criterios diferentes a los físico-naturales. Quizás por eso,
a dicha regionalización se le encontraron fallas diversas. Gilberto Jurado plantea, por
ejemplo, que la definición de las comarcas y regiones se hizo a priori- basado en la visión
global de Guhl-, con la hipótesis de que cualquiera variable del medio tiene siempre un
límite, el cual coincide con el "espacio cajón" preestablecido. Estos autores ven la
metodología manejada por Fornaguera y Guhl, como digna de Vidal de la Blache, pues "el
espacio queda fijo, sin movilidad geográfica, por falta de jerarquización de los factores"
(Jurado y otros, 1977:6).
En 1971, Rubén Utria califica, también, como obsoleta la división administrativa del país,
basándose en cuatro aspectos a saber: Primero, la división no se basa en el concepto de
unidad geográfica y socioeconómica; y sus fronteras demarcatorias constituyen
generalmente trazados imaginarios a partir de hitos artificiales, o cauces de ríos que unen
en vez de separar. Segundo, el tamaño de las unidades no es siempre el más adecuado
para los fines de la administración y de las estrategias de desarrollo. Algunos municipios
son muy grandes y otros demasiado pequeños. Tercero, la división actual no responde
adecuadamente al fenómeno de los centros de atracción y las zonas de influencia.
Cuarto, como resultado de diversos factores hay departamentos ricos que pueden
enfrentar con facilidad las tareas administrativas y otro que carecen de capacidad para
ello.
"Cada región necesita disponer de recursos fiscales propios y suficientes, así como de
capacidad decisoria en asuntos administrativos y políticos. El centralismo deteriora la
democracia y estorba el progreso equilibrado de las regiones. Sin régimen federal la
descentralización no funciona, y será siempre un anhelo frustrado" (Syro y otros, 1974,
citado por Vidal, 1981:43).
Tarcisio Siabatto, por su parte, defiende la metodología empleada por Fornaguera y Guhl
para lograr una regionalización nueva del país y considera que tal regionalización debe
ser el punto de partida para llegar, por aproximaciones sucesivas, a una regionalización
funcional para una acción coordinada más efectiva (Siabatto, 1976:41).
Luis Lorente también critica la división administrativa del país por considerar que, por un
lado, los departamentos ya no tiene el carácter de unidad más o menos homogénea que
pudieron tener en 1886 y son en realidad un obstáculo para la eficiencia de la
administración pública; y por el otro, que el proceso de modernización de las
comunicaciones ha llevado a que el municipio deje de ser la célula básica de la sociedad
colombiana, apareciendo en su lugar la comarca, entendida ésta como la agregación de
municipios, cuya actividad económica los lleva a gravitar sobre algunos de ellos. Este
autor ve en la región y en la comarca, los dos niveles naturales de una posible división
espacial del sistema administrativo colombiano (Lorente, 1976).
Arvids Kalnins, por su parte, llega al país invitado por el Departamento de Planeación
(DNP) para realizar estudios relacionados con el régimen departamental y municipal. En
su trabajo, Kalnins, al igual que los autores anteriores, reconoce la irracionalidad de la
división político-administrativa del país y la necesidad de modificar los límites de los
departamentos para crear unidades más funcionales, sobre la base de factores
geográficos, humanos, económicos, administrativos y políticos. El reconoce la importancia
de la localización espacial de la capital de los departamentos y considera que dicha
localización debe coincidir con el centro del espacio jurisdiccional del departamento. En
cuanto a la división municipal, Kalnins reconoce la disparidad demográfica y territorial del
municipio colombiano y la necesidad de fusionar los municipios débiles para consolidarlos
en unidades fuertes, con la población numerosa y superficie extensa (Kalnins, 1976).
En 1977, se presentan los planteamientos de Carlos Lleras Restrepo, Alfonso López
Michelsen, Luis Córdoba Mariño, Luis Villar Borda y Roberto Pineda.
Lleras Restrepo rechaza la consideración de los departamentos como inútiles, artificiales
y costosos intermediarios entre la nación y los municipios; y acepta que por su raigambre
histórica, se deben conservar con funciones de tutela administrativa, sin descuidar el
fortalecimiento del régimen municipal. Además, critica la creación de regiones
administrativas sobre la base de los departamentos y apoya la creación de corporaciones
regionales para ciertos desarrollos concretos. Textualmente afirma:
"No pienso que la creación de las regiones como entidades administrativas, cada una de
las cuales englobaría varios de los departamentos actuales, sea una buena solución. Si
se conservan los departamentos y simplemente se trasladan a las regiones algunas de las
competencias administrativas que ellos tienen hoy, seguramente nos tocaría contemplar
una tremenda proliferación de la burocracia y una más laxa tutela administrativa de la
región sobre el municipio. Cosa bien distinta es la creación de corporaciones regionales
para ciertos desarrollos concretos... De otro lado, la experiencia de la CVC muestra hasta
qué punto resulta difícil que los departamentos deleguen funciones a esas entidades"
(Lleras, 1977, citado por Vidal, 1981:58).
Luis Córdoba Mariño presentaba ideas similares. El planteaba que el problema de los
departamentos no está en su supresión, lo cual acrecentaría el centralismo y se
preguntaba: si los departamentos no han podido contrarrestar las fuerzas centrípetas del
Estado, cómo podrían hacerlo entidades más pequeñas, tales como la provincia y el
cantón que se han propuesto como alternativa? (Vidal, 1981:72-73).
Luis Villar Borda, al presentar ponencia para primer debate del tercer proyecto de reforma
constitucional, relativa al régimen departamental y municipal, y en representación del
Movimiento Revolucionario Liberal, plantea:
"Es indispensable poner piso a la planificación regional y ello resulta a todas luces
antitécnico sobre la base de la actual división departamental. El proyecto de ley
complementario de esta reforma, que establece la creación de consejos de planeación a
escala departamental y municipal está igualmente inspirado en los mejores deseos, pero
me atrevo a asegurar que carecerá de toda eficacia en la medida en que se siga
encuadrando el criterio planificador dentro de los marcos de las actuales divisiones
territoriales... Bastaría pensar, por ejemplo, en lo que sería la planificación del
departamento del Atlántico, rompiendo arbitrariamente la integridad socio-económica y
geográfica de la Costa, cuyo epicentro es indudablemente la ciudad de Barranquilla. La
planificación regional necesita una base mucho más amplia que la de los departamentos
y, al mismo tiempo, que responda a principios regionales en el orden geográfico, ya
determinados en lo social y lo económico" (Villar Borda, s.f., citado por Vidal, 1981:52-53).
Algo similar sostiene el antropólogo Roberto Pineda Giraldo, al afirmar que si bien debe
mantenerse la estructura tradicional de los departamentos para efectos administrativos y
políticos, resulta irracional insistir en ellas para efectos de planificación. Pineda explica
que al hablar de grandes regiones no se piensa en la creación de nuevas entidades
administrativas, que vendrían a complicar más las cosas y a hacer más costosa e
inoperante la administración, al establecer un nuevo escalón o instancia, sino que las
regiones deben entenderse exclusivamente para la acción económica y social dentro del
marco de la planificación. Pineda considera, además, la necesidad de institucionalizar las
regiones, lo que significaría un paso importante en el proceso de modernización del
Estado colombiano, al abrir nuevas perspectivas y nuevos horizontes al desenvolvimiento
nacional. Para él, ésta sería la única forma de hacer realidad la planificación y ejecutar
sus programas, ya que aquella es utópica dentro del marco de las actuales estructuras
departamentales (Vidal, 1981:55).
En 1978 se publican los trabajos de Roberto Cáceres Bolaños y Manuel José Cárdenas.
El primero defiende, también, la permanencía de los departamentos por considerar que su
ineficiencia se deba a la inoperancia de la nación y que el fortalecimiento del municipio
implica una atomización de la administración que produce inevitablemente despilfarro
económico (Cáceres, 1978).
Manuel José Cárdenas, por su parte, en su estudio sobre reforma del régimen
departamental y municipal, critica la división departamental y propone tres alternativas:
Primera, suprimirla y reemplazarla por una estructura regional. Segunda, mantener los
departamentos, buscándoles una coordinación en el campo económico. Tercera,
mantener los departamentos como parte de una superestructura regional.
Las regiones propuestas por Cárdenas tendrían las siguientes características: Primera,
estar conformadas por departamentos con intereses comunes. Segunda, tener funciones
de planeación regional, pero sometidas a un cierto control político que deben ejercer los
departamentos. Tercera, estar dotadas de consejos regionales compuestos por los
representantes de los departamentos, cuya función sería la de aprobar los planes
regionales. Cuarta, la región no sería una nueva entidad política, aunque sí
independiente, con un presupuesto propio y con la posibilidad de coordinar las inversiones
de la región propiciando estudios para la creación de servicios públicos de interés regional
y, además, prestando algunos servicios por cuenta de la nación (Cárdenas, 1978).
En 1979, Orlando Fals Borda publica el primer tomo del libro Historia Doble de la Costa:
Mompox y Loba, donde la discusión de la región pasa a un plano de reflexión teórica,
ausente en toda la discusión anterior, y alimenta la vieja aspiración de la Costa Atlántica
de convertirse en región.
En 1980, Jaime Castro consideraba que políticamente los departamentos no debían
suprimirse, pero sí era necesario replantear su estructura administrativa, asignándole
funciones que nadie cumple, por ejemplo la regionalización del plan. En cuanto a los
municipios, Castro plantea que éstos perdieron su papel de célula básica para la
agrupación del hombre en sociedad. Por ello considera imperativo proveerlos de los
recursos financieros que permitan cambiar tal situación (Castro, 1980).
Asimismo, Luis Carlos Galán y Belisario Betancur, el primero como orientador del Nuevo
Liberalismo y el segundo como candidato por el conservatismo, asumieron las siguientes
posiciones: Galán consideraba necesaria una reorganización de las unidades territoriales,
en términos de recursos fiscales, dimensiones y demás características, que los capacitara
para atender las necesidades de los grandes centros urbanos y para devolverle a los
medianos y pequeños municipios su capacidad de inversión y la administración de
servicios públicos elementales. Los planteamientos del Nuevo Liberalismo respaldan la
existencia de los departamentos, siempre que se doten de medios para que cumplan con
la función de verdaderos coordinadores de la acción estatal, en un área determinada
(Fundación Simón Bolívar, 1982). Para Belisario Betancur el énfasis descentralizador
debía radicar primordialmente en el municipio, pero con la premisa de habilitar a los
departamentos para que cumplan eficazmente dos funciones esenciales: Coordinación y
apoyo de los esfuerzos municipales, y representación política de la administración central
(Fundación Simón Bolívar, 1982).
En 1987, el Instituto Geográfico Agustín Codazzi, plantea como necesario que la división
administrativa colombiana se ajustara a la evolución del país y reflejara su funcionamiento
espacial. Este funcionamiento varía en el tiempo y obedece, entre otras causas, al
desarrollo, funcionalidad e integración de la red urbana, a la jerarquización de los centros
definida por la calidad y cantidad de bienes y servicios que ofrece tanto a los habitantes
urbanos como a los ubicados en su área de influencia, a la disponibilidad y calidad de las
vías y medios de comunicación, a las actividades económicas de las población, etc. La
geografía, afirma Hugo Sánchez, al estudiar la estructura urbano regional de un territorio,
puede proponer una división territorial que refleje este funcionamiento espacial, con el
objetivo final de que la acción del Estado se realice teniendo en cuenta estos espacios
territoriales y, de esta manera, la labor administrativa sea más armónica y equilibrada, en
beneficio del equitativo y justo desarrollo a que tienen derecho todos los sectores del
territorio nacional (Sánchez, 1987:42-43).
En 1988, aparece el libro La Insurgencia de las Provincias, donde Orlando Fals Borda
retoma el análisis de la región y la provincia, dentro de un contexto socio-cultural y
propugna por una nueva organización territorial en Colombia que devuelva a las regiones
y provincias su carácter de entidad territorial y su protagonismo en la construcción de su
propio desarrollo.
En 1991 se proclama la nueva Constitución Política del país, la cual fortaleció a los
municipios y mantuvo la división departamental, cuyas unidades fueron ampliadas a 32 al
convertirse las anteriores intendencias y comisarías en departamentos. Del mismo modo,
se establecen los distritos y territorios indígenas como nuevos entes territoriales y se
establecen como entes administrativos las áreas metropolitanas, las provincias, los
corregimientos y las comunas.
Con la Constitución de 1991, la región adquiere status constitucional, primero como región
administrativa y de planificación y luego como entidad territorial. De este modo, al
constituirse las regiones éstas entrarán a representar el nivel superior, por debajo de la
nación, de la organización territorial del país, lo cual abre nuevas perspectivas en materia
de planificación regional, ordenamiento territorial y proyectos de inversión regionales.
Las RAP podrán convertirse en regiones territoriales -RET-, mediante Ley del Congreso
de la República (Art. 150, No. 4, y 307, CP), después de llenar los requisitos exigidos por
la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial (Art. 307), oído el concepto de la Comisión de
Ordenamiento Territorial (Art. transitorio 38, CP) y obtenida la aprobación popular,
mediante referendo de los ciudadanos de los departamentos interesados (Art. 103 y 307,
CP).
La RET goza de autonomía para la gestión de sus intereses, para lo cual tiene derecho de
gobernarse por autoridades propias, ejercer las competencias que les correspondan,
administrar los recursos y establecer los tributos necesarios para el cumplimiento de su
funciones y participar en las rentas nacionales (Art. 287, CP). Asimismo, cada RET podrá
poseer un estatuto especial y participar de los ingresos provenientes del Fondo Nacional
de Regalías (art. 307, CP), así como recibir recursos de éste para aplicarlos a la
promoción de la minería, preservación del ambiente y a financiar proyectos regionales de
inversión definidos como prioritarios en los planes de desarrollo de las respectivas
entidades territoriales (Art. 361). Del mismo modo, las RET adoptarán una plan de
desarrollo de acuerdo a las disposiciones establecidas en el Artículo 339 de la CP y
poseerán un consejo regional de planificación (Art. 342 CP). Estas futuras entidades
podrán participar en el Consejo Nacional de Planeación (Art. 340, CP) y en la elaboración
del Plan Nacional de Desarrollo (Art. 341, CP).
La primera corporación autónoma regional del país, se estableció en 1954 y hasta 1991
existían 18. Aunque, en principio, su delimitación obedeció al manejo integrado de
cuencas hidrográfica, sus límites tendieron a coincidir con los departamentos existentes,
generando, en muchos casos, duplicidad de funciones con estas entidades territoriales.
Las funciones también se ampliaron hasta abarcar una gran variedad de objetivos,
muchos de los cuales bastante alejados de la concepción hidrográfica inicial. Dentro de
estos objetivos se mencionan algunos referidos a proyectos de colonización, adecuación
de tierras, proyectos de inversión energética, desarrollo urbano, etc.
Las regiones territoriales, en cuanto su capacidad para disminuir las disparidades del
desarrollo regional y las provincias, en cuanto su capacidad para actuar con mayor
eficiencia sobre la problemática local, son quizás las entidades regionales que ofrecen el
mayor potencial de contribución a la búsqueda del nuevo orden en referencia. Un nuevo
orden en el que las entidades territoriales y administrativas puedan tener un mayor poder
de autodeterminación de su desarrollo, la sociedad regional sea más partícipe en la toma
de decisiones y los recursos y la acción del Estado lleguen a las áreas tradicionalmente
abandonadas.
Pero esto depende mucho del camino que se siga en el proceso de construcción de estas
entidades y los criterios que determinen su conformación. Por eso, el momento actual es
una oportunidad histórica de cambio que se debe aprovechar para intentar corregir los
problemas de organización territorial que existen como aporte de nuestra generación al
nuevo país que anhelan los colombianos.
Dentro de este contexto, lo primero que se debe hacer es buscar un consenso sobre cual
es el país que se quiere hacia el futuro. Será un país federalizado?, será un país
descentralizado?, o que todo siga igual?.
Asimismo, es necesario preguntarse sobre el objetivo del nuevo orden territorial. Será
para ajustar el territorio a las necesidades que impone el modelo de apertura económica?,
será para lograr un desarrollo humano sostenible?, será para eliminar las disparidades del
desarrollo regional?, será para descentralizar el centralismo y someter a las regiones
marginadas al doble centralismo: Nación-Región?. La respuesta a cada una de estas
preguntas lleva implícita un orden territorial diferente e, incluso, en algunos casos
contrapuesto, lo que plantea la necesidad, de esclarecer la filosofía del proceso de
construcción regional.
La nueva Constitución Política, aunque en esencia es ecléctica, plantea elementos claves
para la interpretación del nuevo orden territorial que quiso el constituyente, el cual refleja
en gran medida las expectativas de gran parte de la población colombiana, especialmente
de aquellos sectores tradicionalmente desconocidos en la toma de decisiones y sometidos
a una situación de abandono y marginamiento. Estos elementos apuntan hacia un Estado
descentralizado y regionalizado con una finalidad social claramente establecida y un
interés en el desarrollo humano sostenible y regionalmente equilibrado. Así se desprende
del análisis de los artículos 1, 80 y 334 de la Constitución, donde, a nuestro juicio, se
sintetiza la filosofía del nuevo orden territorial a construir.
a. Integración funcional
Un primer elemento a considerar en el diseño y construcción de una región, sea esta una
provincia o región administrativa y de planificación es su integración funcional, aspecto
ligado al concepto de región funcional (ver numeral 2.1.2), mediante el cual se delimitan
espacios estrechamente relacionados entre sí, a partir de los flujos de bienes, personas,
información o ideas.
La integración funcional se establece a partir de uno o varios centros, nodos o polos que
constituyen núcleos de impulsión. Estos pueden ser una o varias ciudades las cuales
actúan como polarizadoras de un determinado territorio al cual organizan y sirven,
ejerciendo, por tanto, un papel dirigente en su región. Cuando el espacio polarizado es
amplio, la región funcional puede abarcar varias ciudades, ligadas, también, entre sí por
intensas interacciones.
b. Regionalidad histórica
De este modo, las ocho regiones históricas del país: Antioquia, Bolívar, Boyacá, Cauca,
Cundinamarca, Magdalena, Santander y Tolima que en 1863 constituían los Estados
Unidos de Colombia y que en 1886 fueron convertidos en departamentos, son
paulatinamente divididas, al desmembrar de éstas nuevas entidades territoriales: la región
de Bolívar fue dividida en tres departamentos: Bolívar, Córdoba, creado en 1951 y Sucre
en 1966; la región del Magdalena en cuatro: Magdalena, Atlántico, creado en 1905, La
Guajira en 1964 y Cesar en 1967; la región de Santander en dos: con Norte de Santander
creado en 1910; la región del Tolima en dos con el Huila que se crea en 1905; la región
de Antioquia, en cuatro: Antioquia, Caldas creado en 1905 y Risaralda y Quindío creados
en 1966; La región de Boyacá en tres: Boyacá, Casanare y Arauca.
c. Proyecto político
La existencia de esta sociedad regional evitará que el poder entregado por la Nación a la
región tenga como depositario exclusivo a los grupos políticos dominantes, en detrimento
de los demás sectores sociales, situación que acabaría con todas las expectativas que se
tengan en torno a los alcances de la regionalización colombiana en el nuevo orden
territorial que se busca y en el mejoramiento de las condiciones de vidas de grandes
porciones de territorio históricamente marginados de los beneficios del desarrollo
nacional.
- Construcción cultural
Las comunidades indígenas y negras constituyen espacios culturales muy diferentes a los
espacios donde domina la cultura mestiza. Así mismo, dentro de esta última existen
diferentes subgrupos diferenciados bien por atributos de lenguaje y otros valores
culturales (antioqueño, nariñense, santandereano, costeño) etc. (Figura 17). Aún dentro
de cada uno de estos grupos, puede asimismo distinguirse diversas subculturas como en
el caso de la costa, donde según mapa elaborado por el CORPES de la Costa Atlántica
en 1991, se presentan al menos 10 subregiones culturales (Fals, 1996:48). En este
sentido, Fals (1996), llama la atención en el hecho de que a pesar de ser costeños, se
presentan diferencias culturales, de modo que no pueden considerarse idénticos a un
cordobés con un guajiro, como tampoco puede confundirse a un costeño sabanero (de las
sabanas de Córdoba, Bolívar y Sucre) con el costeño de las ciudades de Barranquilla y
Cartagena; asimismo, se presentan subculturas significativas como la denominada por
Fals (1988,1996) "anfibia" presente en la Depresión Momposina y en la Ciénaga Grande
de Lorica.
- Construcción política
Aunque esto puede parecer simplista o teórico, el tamaño de las unidades regionales y su
forma han sido aspectos importantes en la regionalización de Francia y Estados Unidos.
La ciencia geográfica, por su parte, ha desarrollado una profunda conceptualización en
torno a la interacción espacial y las condiciones de tamaño y forma que favorecen la
movilidad espacial y la administración y control territorial. El tamaño y la forma constituyen
propiedades significativas de las superficies territoriales.
Sanguín (1981:25) refiriéndose a este tema identifica y evalúa las formas más comunes
que los países adoptan, las cuales son válida también para las regiones. Este autor
señala las formas alargadas, compactas, apendicular, fragmentada, perforada,
estrangulada y circundada.
Dentro de este contexto, se han utilizado principios geométricos para hallar las formas
más compactas de unidades territoriales y administrativas, llegándose a las siguientes
conclusiones: Primero, los polígonos regulares son formas más económicas, que los
polígonos irregulares. Segundo, los círculos son los polígonos regulares con mayor
compacidad. Tercero, los hexágonos son los polígonos regulares que permiten la mejor
división de un territorio.
Con base en lo anterior, la forma circular es, geométricamente, la más compacta pero
poco útil para realizar divisiones regionales por los espacios que quedan por fuera de los
límites al unir varios círculos. Esta limitación es superada por las formas hexagonales las
cuales, aunque presentan una menor compacidad, permiten el ensamble de distintas
regiones hexagonales.
Massiris (1987) aplicó estos principios a los departamentos colombianos, utilizando los
polígonos de Thiessen para llegar a una división departamental hexagonal. A la división
obtenida le aplicó una fórmula matemática que medía el grado de compacidad de cada
unidad y la comparó con la compacidad de las unidades departamentales actuales, los
resultados fueron sorprendentes, tanto en la mejoría de la compacidad de las unidades
obtenidas con los polígonos de Thiessen, como en los cambios de tamaño que deberían
tener los actuales departamentos para ser espacialmente más eficientes. Seguidamente,
La regionalización departamental obtenida mediante la aplicación de los polígonos de
Thiessen la comparó con las regiones organizadas funcionalmente por las capitales
departamentales (regiones funcionales) y los resultados también fueron muy
sorprendentes, por las coincidencias encontradas en ambas regionalizaciones.
e. Autonomía
Son muchas las respuestas que estudiosos de la materia han dado a estas cuestiones
cruciales, especialmente a partir de rigurosas interpretaciones jurídica de las normas
constitucionales y de discusiones en torno al contenido de la Ley Orgánica de
Ordenamiento Territorial, así como la prolífica discusión dada en el seno de la Comisión
de Ordenamiento Territorial.
De las definiciones que sobre estos asuntos se presenten en el futuro dependerá en gran
medida el nuevo orden político administrativo del país. Un orden que puede orientarse
hacia una planificación descentralizada, a partir de regiones fuertes por las funciones y
recursos transferidos o cedidos por la Nación y los departamentos; o un orden basado en
el poder absoluta de la Nación que asigna múltiples competencias a municipios sin
recursos suficientes para cumplirlas, con unas entidades departamentales y regionales
débiles, sin funciones significativas; o un orden en el que las entidades territoriales
menores estén sometidas a un doble poder: el central y el regional.
La planificación descentralizada, como soporte del nuevo orden territorial lleva implícita,
entonces, la capacidad de decisión y actuación autónoma de las regiones en sus asuntos,
lo que significa un cambio en el proceso de planificación, tradicionalmente realizado de
arriba a abajo, por un proceso de abajo a arriba, en el cual la Nación ya no impondría la
planificación a las entidades territoriales, sino que armonizaría los planes de éstas en un
plan nacional de carácter indicativo.
Los aspectos de autonomía y perfil regional son tan determinantes para la justificación y
protagonismo de las regiones que los demás pilares señalados antes (integración
funcional, regionalidad histórica, proyecto político, propincuidad, etc.), pasan a un
segundo plano.
3. CONCLUSIONES
De lo expuesto se concluye:
b. La construcción de este nuevo orden implica, por tanto, la formulación de una Política
Nacional de Ordenamiento Territorial, expresada en un Plan Nacional -PNOT-, como
estrategia de manejo integral de la ocupación del territorio, que señale directrices, planes
e instrumentos que coadyuven a la solución de los graves problemas de pobreza,
violencia, deterioro de recursos naturales y de integración y desarrollo económico regional
que afectan, de manera significativa, al territorio nacional. En cuanto a la pobreza, el
PNOT debe incorporar, territorializar e instrumentar programas de desarrollo social
orientados a eliminar las carencias o deficiencias de servicios básicos, saneamiento
ambiental, desempleo y subempleo, desplazamiento de grupos humanos por la violencia,
concentración de la propiedad sobre la tierra, tugurización de ciudades, etc. En cuanto a
la violencia, el PNOT debe incorporar la identificación, caracterización y definición de
planes de manejo especiales para las zonas de conflicto y promover la instrumentación de
procesos de regionales de paz, a partir de comisiones regionales de conciliación,
observatorios de paz y consultas regionales. En cuanto al deterioro de los recursos
naturales, el PNOT debe incorporar la política ambiental contenida en la Ley 99 de 1993 y
buscar la ordenación de la localización de población, actividades e infraestructuras
ubicadas en áreas de riesgos o amenazas por fenómenos naturales o en lugares cuyas
características edafológicas, sociales o ambientales son incompatibles con tales
actividades o infraestructuras. En materia de desarrollo regional el PNOT buscará saldar
la deuda social que la nación y los modelos económicos desarrollistas han contraído con
las regiones deprimidas.
d. Las regiones y entidades territoriales constituyen los marcos de actuación en los cuales
la política de ordenamiento se concreta. En consecuencia, la eficiencia de tales entidades,
en cuanto a su propincuidad espacial, integridad funcional y autonomía son claves para el
éxito de la política de ordenamiento. Esto plantea una relación bastante estrecha entre las
políticas de descentralización administrativa y de regionalización con el ordenamiento
territorial, sin que constituyan el ordenamiento territorial en sí mismo.
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