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299-324
el género en la antropología.
una aproximación desde
la trayectoria intelectual
de mara viveros vigoya
E
ste texto tiene dos objetivos fundamentales. En primer lugar,
busca reconstruir algunos de los principales aspectos de la tra-
yectoria académica de la antropóloga Mara Viveros Vigoya1 a la
luz de las condiciones contextuales y disciplinares que han delimitado la
producción del conocimiento durante las dos últimas décadas y, específi-
camente, la configuración de una especialidad como la Antropología del
hace unos diez o quince años, su lugar es aún periférico, y una aproxi-
mación a las trayectorias que han alentado este proceso nos permite
descubrir la especificidad de una historia del conocimiento, marcada
por múltiples facetas. Y quisiera destacar esta particularidad para evitar
interpretaciones “difusionistas”, es decir, para escapar a las limitaciones
de una visión que no acertaría a decir nada distinto a la “perspectiva de
género llegó tarde al país” y, por tanto, a la antropología. Es cierto que
los llamados “estudios de mujer y género” comenzaron a tomar fuerza
en Estados Unidos y Europa desde la década de los años setenta —entre
otras cosas, gracias al impulso de la teoría feminista y de la crítica cul-
tural— y en diferentes lugares de América Latina se consolidaron hacia
finales de los años ochenta (Arango, León y Viveros 2004; Morcillo 2005;
Viveros 2004), alcanzando apenas, hacia mediados de los noventa, como
en el caso colombiano, una moderada estabilidad en el mundo académi-
co (Bonder 1998; Meertens 1998). Esta situación no se debe sencillamente
a una llegada tardía de las ideas, sino que, por el contrario, responde a
dinámicas y condiciones locales que han afectado la incursión del géne-
ro tanto en el ámbito de las ciencias sociales como en el de la disciplina
antropológica en el país.
Cabría considerar, de entrada, la institucionalización de los estudios
de género en la academia colombiana, y la trama de logros y resistencias
que le ha dado forma. El caso de la Escuela de Estudios de Género de la
Universidad Nacional de Colombia es especialmente revelador en este
sentido, pues, además de ser hoy líder en la formación y en la investiga-
ción en este campo (Puyana 2007; Wills 2007), su estatus actual pone en
evidencia el carácter ambivalente de su presencia en el ámbito académi-
co (Gómez 2010). Con exitosos programas de posgrado en mujer, género
y teoría feminista, un cuerpo estudiantil cada vez más numeroso, un
trabajo investigativo consolidado a través del Grupo Interdisciplinario
de Estudios de Género (GIEG) —categoría A1 en Colciencias— y una
persistente labor de extensión, la Escuela no solo ha logrado tender
puentes con otros sectores, disciplinas y centros académicos; también
se ha hecho merecedora de un reconocimiento institucional que hace
posible que hoy tenga a su cargo dos importantes proyectos de inclusión
y educación superior en la UNAL5. Un protagonismo, podría decirse, bas-
tante claro, aunque apenas suficiente, tras veinte años de historia, para
garantizar tan solo ahora los primeros puestos de la planta docente.
¿Qué podría decirnos lo anterior del vínculo entre antropología y
género en Colombia? Por lo pronto, y sin profundizar en el itinerario
mismo de la institucionalización de los estudios de género en el país,
puede indicarnos un aspecto preliminar de esta relación: la posibilidad
de construir diálogos locales sobre el tema y de promover discusiones
con un cierto nivel de coherencia que trasciende las iniciativas parti-
culares y solitarias; posibilidad creada, en gran medida, por el grado
de visibilidad alcanzado en los últimos años y por la constitución de
una especie de tradición académica con identidad propia (aunque no
tanto disciplinar como transversal)6.
Pero esta no es más que una aproximación parcial al problema. Para
lograr una comprensión integral, sería necesario, por lo menos, tener
en cuenta las lógicas de construcción del dominio de la antropología
colombiana, reconociendo que este, pese a remitir a un contexto socio-
histórico común, está lejos de ser un escenario uniforme y que, por el
contrario, ha estado marcado por enfoques, intereses y prácticas diver-
gentes (Pérez 2010; Restrepo y Cunin 2004). Esto implica que, además
de ponderar los rasgos distintivos, los énfasis temáticos y metodológi-
cos y las tendencias teóricas, el análisis de los ritmos y requerimientos
propios de la disciplina, en cada momento de su desarrollo, habría de
enfrentarnos igualmente a una peculiar concepción de la realidad so-
cial colombiana y de lo que esta exige del conocimiento antropológico;
a pugnas de poder en relación con la validación de una manera espe-
cífica de entender el quehacer profesional; a la interlocución, explícita
y tácita, con corrientes críticas de pensamiento de las diferentes ramas
de las ciencias sociales; a prejuicios de género que delimitan espacios de
acción diferenciados y dan predominio a ciertas voces sobre otras; a los
esfuerzos de investigadoras e investigadores comprometidos, por diver-
sas razones, con el estudio de problemas y enfoques poco ortodoxos;
Figura 1.
Primer Congreso de la Cultura Negra de las Américas, 1977
Fuente: archivo de Mara Viveros.
Figura 2.
Durante el trabajo de campo en Villeta, 1982
Fuente: archivo de Mara Viveros.
[…] una cosa importante, fue el trabajo que tuve justo antes de
viajar a Francia, en la Javeriana. [Ahí] soy asistente de investigación
de Soledad Ruiz, y trabajo también con Mercedes Borrero. Estamos
haciendo un proyecto sobre sistemas sociales en Villeta, y es mi
primera experiencia etnográfica. A posteriori, me doy cuenta que
es una experiencia etnográfica como experiencia de vida, digamos,
porque debo irme a vivir a Villeta. Yo tengo prisa porque tengo la
inscripción para la maestría en Francia, entonces tengo el tiempo
limitado y debo avanzar en mi trabajo de campo. Resulta que el
programa PASOS [Programa de Administración de los Sistemas
Sociales]7 de la Universidad Javeriana había alquilado una casa en
Villeta y la estaba adecuando. Pues a mí me tocó pasarme a vivir a
Villeta sin que la casa estuviera adecuada, simplemente guindar una
hamaca, pero a mí me pareció delicioso; vivía sola en la casa de la
Universidad Javeriana […] y fue, digamos, como la manera de apro-
piarme como del lugar, de conocer la historia de Villeta, de querer
entender, bueno, qué era Villeta, cuál era su historia. Teníamos un
Tras concluir esta práctica, Mara viajó a Francia para iniciar sus es-
tudios de posgrado. Primero la maestría en Estudios Latinoamericanos
con énfasis en Sociología, en el Institut des Hautes Etudes de L’Amérique
Latine (IHEAL) de la Université de Paris III y, luego el doctorado en la
École des Hautes Études en Sciences Sociales, del cual se graduó con
la Especialidad de Antropología en 1990. Como ella misma lo dice, fue
dando “pasos graduales” hasta llegar propiamente a la disciplina:
Cuando llego a Francia, al principio estoy estudiando
Sociología y muchas de las materias que yo escojo al inicio de mis
estudios de maestría tienen que ver con la economía social... quie-
ro guardar como cercanía pero poco a poco me voy alejando.
Figura 3.
Escuchando clase en la EHESS, París, 1985
Figura 4.
De regreso a Bogotá, abril de 1990
Fuente: archivo de Mara Viveros.
10 En ambos casos estuvo con régimen parcial desde 1990, pero acabó primero el
contrato con el ifea en 1992.
11 Algunos de los proyectos realizados fueron: “Determinantes sociales de la sa-
lud de las mujeres. Estudio de caso sobre sectores populares urbanos en Bogo-
tá”, “El papel del empleo doméstico como factor de inserción urbana para mu-
jeres migrantes”, “El debate sobre el aborto y el movimiento social de mujeres
en Colombia (1975-1994)”.
12 Sobre algunas de las principales ideas promulgadas por Vasco en relación con
la antropología en Colombia, cfr. Restrepo y Cunin (2004).
13 Cfr. por ejemplo, la perspectiva de Vasco, al respecto, en Cunin y Vasco (2004).
14 Sobre la preponderancia de la “cuestión étnica” en la historia de la antropología
en Colombia y la tendencia a “indianizar” constantemente al otro, vale la pena
destacar la reflexión de Restrepo (2007) en “Antropología y colonialidad”.
Figura 5.
En la plaza Che, UN, Bogotá, 2009
Fuente: archivo de Mara Viveros.
Con ese trabajo se hizo evidente, en sus propias palabras, “la im-
portancia de problematizar los lugares de dominación, es decir, la perti-
nencia de estudiar no solamente a los grupos dominados, sino también
a los dominantes”. Aunque hoy el análisis de las relaciones sociales
presupone un cuestionamiento del poder, y de su naturaleza relacional,
y por eso esta frase pueda parecer obvia, no hay que olvidar que en la
historia de los conocimientos que surgieron con el objetivo primario de
“visibilizar” y, con ello, de reivindicar el carácter político de la enuncia-
ción, la educación y del saber, como lo fueron los estudios de género,
esto significó, en un principio, iluminar las condiciones de vida de
quienes habían sido silenciados. Visibilizar a los grupos minoritarios,
marginales. En el caso de Mara, si bien en su carrera investigativa dio
cabida y enfatizó en distintos momentos las circunstancias de vida de
mujeres de diferentes sectores, su énfasis rápidamente se volcó sobre la
idea clave de iluminar los “lugares de dominación”, que implica tener
en cuenta las múltiples pertenencias en esa jerarquía. Y eso es claro
para ella desde que comenzó a investigar sobre masculinidades, pero
no evidente dentro del entonces naciente campo de género en el país.
Desde mi perspectiva, diría que la interseccionalidad se ha
convertido desde hace algunos años en la expresión para designar
la perspectiva teórica y metodológica que busca dar cuenta de la
percepción cruzada o imbricada de las relaciones de poder. Este
enfoque no es novedoso dentro del feminismo y de hecho existe
actualmente un acuerdo para señalar que las teorías feministas
habían abordado el problema antes de darle un nombre. Pero lo
que sí es relativamente nuevo es la forma en que esta perspectiva
ha circulado en los últimos tiempos, en distintos contextos acadé-
micos y políticos, como uno de los enfoques clave de los debates
contemporáneos en torno a la “diferencia”, la diversidad y la plura-
lidad. En mi trabajo posterior a De quebradores y cumplidores me
he interesado por la interseccionalidad como problemática an-
tropológica y como problemática política. Como problemática
antropológica, en el sentido en que he trabajado sobre la articu-
lación concreta de las formas de dominación de género, clase y
raza, experimentadas de acuerdo con las características sociales
de las(os) agentes y grupos concernidos. Es decir, teniendo en
cuenta que cada agente social es producido por la imbricación de
consideraciones finales
Ya Mara se refería a los cambios que han afectado este contexto
en el transcurso de los últimos 14 años y que, en términos generales,
corresponden a ese sentido de renovación y ampliación que se supo-
ne ha llevado a la disciplina a reconocer problemáticas antes inéditas
en las investigaciones sociales y etnográficas locales, pero también a
acoger voces diversas en la construcción misma del conocimiento y
de la comunidad antropológica. Con el tono que nos da su especial
interpretación de esta historia, es posible rescatar algunos de los hilos
que han reconfigurado dicha apertura. Mara considera, por ejemplo,
que la antropología colombiana se ha hecho un poco más flexible y
atenta a nuevas propuestas, y que eso se ha debido, en gran medida, a
los cuestionamientos de todo tipo que ha sufrido en los últimos años:
de sus fronteras, del método, del compromiso con la investigación y
el trabajo social, de lo que implica estudiar contextos de conflicto.
De hecho, el discurso de la violencia política, de la guerra y del des-
plazamiento se ha comenzado a “sexuar” (a través de investigaciones
como las de Donny Meertens). Pero la cuestión de género es un tema
relativamente reciente en la historia de la antropología en Colombia
y esta aún “funciona un poco con una lógica defensiva”, orientada a
resguardar su especificidad y sus fronteras de empeños como los de los
estudios culturales que han amenazado el monopolio de su “terreno de
predilección”: la cultura (cfr. por ejemplo, Restrepo 2007; Rojas 2011).
Lo cierto es que de ser casi por completo inexistentes, hacia finales
de los noventa, la perspectiva de género y sus progresos en relación con
la teoría feminista —incluyendo el desarrollo del debate interseccional
y de su relevancia para la investigación social—, tanto en los análisis
antropológicos como en la situación profesional, han pasado a tener
hoy un lugar más o menos visible, aunque todavía no central, en la
historia del Departamento de Antropología de la UNAL, en particu-
Figura 6.
En la Dirección de la Escuela de Estudios de Género, 2012
Fuente: archivo de Mara Viveros.
referencias bibliográficas
Arango, Luz Gabriela, Magdalena León y Mara Viveros. 2004. “Estudios de
género e identidad: desplazamientos teóricos”. En Género e identidad:
ensayos sobre lo femenino y lo masculino, compilado por Luz Gabriela
Arango, Magdalena León y Mara Viveros, 21-35. Bogotá: Universidad de
los Andes.
Barreto, Juanita. 2005. “El pensamiento feminista y los estudios de género en los
debates sobre la transdisciplinariedad”. En Cultura, identidades y saberes
fronterizos. Memorias del Congreso Internacional: Nuevos Paradigmas
Interdisciplinarios en las Ciencias Sociales, vol. I., comp. Jaime Eduardo
Jaramillo, 275-586. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.