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Del individualismo a la solidaridad: Javier Muguerza

Muguerza considera la solidaridad como heredera de la antigua fraternidad, aunque


su suerte fue muy distinta de la de los otros dos pilares de la justicia moderna:
libertad e igualdad. Así es, después de las revoluciones liberales se recogerá en las
diversas declaraciones que los hombres nacen libres e iguales, pero nada dicen
acerca de que deban ser solidarios o fraternos. Eso ha sido así hasta el punto de
que se ha entendido que la solidaridad es una cuestión secundaria, un simple
complemento de los otros dos fundamentos o virtudes, tan importantes al menos en
la teoría. La solidaridad parece que se ha relegado al plano de la sociedad civil o,
para ser más precisos, de la comunidad. Si el término comunitarismo resulta más
bien ambiguo, difícil de precisar, no lo es menos el individualismo. Lo que propone
Muguerza es un individualismo ético, por lo que la cuestión de la solidaridad no sería
asunto del Estado, tampoco de la sociedad civil ni de la comunidad, sino de la
capacidad moral de los sujetos. Para ello, se recuerda la importancia que la
solidaridad tiene en la tradición anarquista recogido en el nombre del periódico
ácrata Solidaridad Obrera. Por cierto, esa cabecera fue secuestrada por el régimen
fascista de Franco y transformada en un periódico llamado Solidaridad Nacional.

La solidaridad, no solo es tan importante como los otros dos pilares de la justicia, la
libertad y la igualdad, sino puede decirse que cobra un mayor peso al considerarse
el fundamento de cualquier otra obligación social. La teoría de la justicia de John
Rawls, aparecida en 1971, se consideró un recambio filosófico para legitimar el
Estado del bienestar con más perspectivas de éxito del simple utilitarismo. Como es
sabido, los utilitaristas buscaban un criterio para decidir la maldad o bondad de
nuestros objetos de deseo y creyeron encontrarlo en la utilidad para el mayor
número. Por supuesto, y a pesar de que nos encontramos con uno de los factores
clave de lo que llamamos sociedades civilizadas, se encuentran grandes
dificultades en este criterio. Por ejemplo, la utilidad social de la esclavitud para una
gran parte no la haría aparecer como buena bajo ningún concepto. Frente a estas
objeciones, los utilitaristas ofrecieron una reformulación del concepto de utilidad, de
tal manera que acabarían demostrándose perniciosas ciertas cosas, como es el
caso de la esclavitud. Muguerza habla, confrontado con las tesis utilitaristas, de
cierto concepto intuitivo de la justicia que considere perniciosa sin más determinada
cuestión. En cualquier caso, se trata de un tema espinoso, en el que se vuelve una
y otra vez al hecho de que lo que importa es la justicia y no tanto la utilidad social.
Rawls ofrecerá un concepto de la justicia, alejado del utilitarismo, como la principal
virtud de las instituciones sociales; para ello, reformulará la teoría del contrato social
clásico de Locke, Rousseau y Kant con una hipótesis según la cual unos individuos,
considerados agentes racionales que persiguen sus propios intereses, se
encuentran reunidos para pactar la constitución de una sociedad bien ordenada
(una sociedad justa). La originalidad de Rawls está en la llamada "hipótesis del
velo de ignorancia", de acuerdo con la misma los eventuales negociadores del
contrato permanecerían cubiertos de ese velo ignorante de su situación particular y
de la de sus semejantes; esa ignorancia sería perfectamente compatible con unos
conocimientos generales de todo tipo (sociales, políticos, económicos...). El objetivo
de esta hipótesis es que nadie, adquiera el rol que adquiera, puede beneficiar sus
intereses frente a los de los demás a la hora de instaurar los principios de la justicia.
Se trata de una justicia como equidad, distributiva, en la que el símil más elemental
es el reparto de un pastel en el que se deja que quien reparte sea el último en
escoger su trozo, de tal manera que tratará de ser lo más justo posible por miedo a
quedarse con la porción más pequeña.

Tracimaco : seria excluida por la situación hipotética de Rawls

Para Rawls, los principios de justicia a los que se adherirían los integrantes de su
hipótesis serían dos: el principio de libertad, solo restringida por el deseo de proteger
la libertad de los demás (es decir, distribución equitativa de la libertad), y el principio
de libertad que garantice una oportunidad igual a todos de acceso a los bienes
sociales (la desigualdad solo sería tolerable, precisamente, para favorecer a los
menos aventajados en el reparto). Rawls es un autor liberal, no socialista, aunque
en un sentido cercano al partidario del Estado del bienestar y de un capitalismo de
rostro humano, y no de lo que hoy llamamos neoliberalismo. Por supuesto, nos
encontramos con la teoría de Rawls con una formulación muy débil de lo que se
entiende por los dos principios de la libertad y la igualdad, a pesar de que insiste en
primar siempre la libertad por encima incluso del factor distributivo de la igualdad o
precisamente por ello, ya que acaba justificando la existencia de desigualdades. La
versión neoliberal de las tesis de Rawls hablaría de un Estado mínimo que
garantizara el derecho a la propiedad, entendiendo que cualquier intervención
económica sobre las personas sería inmoral, dejando la cuestión distributiva a
ciertas organizaciones de carácter privado. En cualquier caso, hablemos de un
capitalismo salvaje o más o menos humano, nos encontramos ante un evidente
desequilibrio entre los dos pilares de la justicia: la libertad y la igualdad.

Prioridad de la libertad sobre la igualdad: constituye ya de hecho una nueva ruptura


del equilibrio libertario entre ambos

Cuando se viola el derecho de la propiedad privada en una redistribución de bienes


se viola el derecho al disfrute de este bien

El estado no tiene otra misión que velar y respaldar los derechos adquiridos por
justo título y cualquier extralimitación a sus funciones seria un atentado injustificable.
En el estado de bienestar atentaría la libertad, hablaría de democtesis que es la
dictadura sobre la población

En ese desequilibrio es donde la solidaridad viene a entrar en juego. Muguerza cita


a otro autor, Habermas, que realiza una crítica al llamado Estado del bienestar.
Para Habermas, existiría en el moderno capitalismo un desarrollo tecnocrático y una
despolitización de las personas que conducen a una dependencia del Estado y de
la democracia electiva. Otro foco de crítica a la teoría de Rawls lo realiza Habermas
en el concepto de racionalidad estratégica, según la cual cada uno logra sus
intereses en detrimento de los demás o incluso en contra de ellos; en definitiva,
Habermas crítica la ausencia de unos verdaderos intereses comunes enfrentando
la racionalidad estratégica rawlsiana a una razón práctica. Es cierto que Rawls trata
de sacar conclusiones éticas, una sociedad justa, a través de premisas estratégicas
basadas en intereses particulares; a pesar de ello, parece que Rawls ha llegado a
reconocer que sí existe cierta premisa ética en sus tesis y es el tratar de establecer
un diálogo racional frente a la elemental imposición a los demás. Habermas realiza
una interesante crítica, tanto al individualismo posesivo del capitalismo como a las
restricciones estatalistas en aras de una (supuesta) igualdad, ya que ambas
conllevan una restringida concepción de la razón. Habermas apuesta por una
comunidad regida por un lenguaje racional, por el diálogo accesible a todos, por lo
que saldrían a la luz los verdaderos intereses comunes. Se trata de una ética
comunicativa, una razón práctica, que presida auténticamente la praxis humana.
Esa ética comunicativa debe descansar en la solidaridad o fraternidad, es decir, en
el mutuo reconocimiento de las partes dialogantes; esa visión amplia de la razón
nos convertiría en solidarios, además de en libres e iguales. Se trata de una visión
anticipatoria, utópica, pero sin la cual ninguna comunidad podría ser
verdaderamente humana.

Es la de Habermas una visión ilustrada, propia de una modernidad con sus


premisas pendientes hoy en día. Es precisamente un filósofo posmoderno, Richard
Rorty, el que se opone a la tesis de Habermas desde un punto de vista
comunitarista, a priori, pero rechazando la solidaridad considerándola como propia
de un concepto abstracto y universalista de la humanidad. La visión posmoderna,
demasiado especulativa, parece negar la necesidad de extender la fraternidad más
allá de una comunidad limitada siempre por unas u otras fronteras. En su propuesta
final, Muguerza habla más de individualismo ético que de comunitarismo, ya que
solo los sujetos pueden ser verdaderamente morales. Entramos así en el terreno de
lo libertario, en la crítica a todas las instituciones que estrangulen las
potencialidades del individuo. El punto de vista libertario desconfía de toda instancia
intermedia entre el individuo y su acción efectiva. Solo por la resistencia a todo
poder establecido, el individuo puede ser libre y expresarse. Así, el anarquismo
instaura unas nuevas relaciones sociales en las que se construye la solidaridad
mediante la ruptura de las definiciones tradicionales de la obligación social para dar
paso a nuevas concepciones de las relaciones humanas basadas en la
individualidad, la espontaneidad y la creatividad. Todo ello puesto al servicio de las
necesidades humanas. El anarquismo no es hoy un movimiento de masas, tal vez
lo sea mañana, pero su influencia y herencia resultan innegables. Muguerza
identifica el individualismo ético con el anarquismo, con un mundo en el que el
liberalismo y el socialismo puedan crecer juntos.

Resumen de la conferencia:

La solidaridad es la versión modernizada de la antigua fraternidad, es la clásica


triada de la revolución francesa , la fraternidad y la solidaridad ( integradas ambas
desde la virtud de la justicia) corrieron una suerte distinta desde el punto de vista
institucional es decir a la hora de verse recogida en las instituciones del estado
nacido de aquella revolución moderna , y es que en efecto , ya en la declaración
de los derechos del hombre y del ciudadano de 1789 reconocía en su articulo
primero reconoce “ los hombres nacen y mueren libres “ pero no dice nada de que
los hombres tengan que ser solidarios ni fraternos , y este eclipse de la fraternidad
y solidaridad dan lugar a instituciones fraternales como la propiedad privada, frente
a la que la solidaridad , bajo a la que forma ahora la invocación de la necesidad
publica , apenas ofrecía mas que un tímido y leve contrapeso como cuando en el
articulo 17 y ultimo de la declaración se advierte que “ siendo la propiedad un
derecho violable y sagrado nadie puede ser privado de ella sino cuando la
necesidad publica legalmente constatada lo exige claramente y con la condición de
una indemnización justa y previa”. Comparada con la libertad , la igualdad y en
definitiva con la justicia, la solidaridad vendría a constituir una virtud secundaria o
de segundo orden , una virtud que habría que entender como condición o como
complemento de aquellas otras , pero en modo alguno parangonarle con ellas en
cuanto a fundamentalidad ,y así es como la describe Víctor en su libro virtudes
publicas donde sostiene que a diferencia de la libertad la igual y la justica , donde
podrían ser mejor atendidas desde el estado en la modernidad , la solidaridad seria
en cambio mas bien un asunto de la sociedad civil , o si no quisiéramos servirnos
de esta expresión , controvertible , porque no hay que olvidar que para Hegel y
también para Marx la sociedad civil podría reproducir en su seno la lucha de todos
contra todos , del mas salvaje estado de naturaleza y vendría entonces a
caracterizarse como insolidaria. La solidaridad, si no es asunto de la sociedad civil
seria más bien asunto de la formación de un cierto etos comunitario, seria por tanto
asunto de la comunidad mas bien que de la sociedad para servirnos de la
celebérrima distinción de entre comunidad y sociedad.

Siempre que tratamos del comunitarismo se trata de un ismo un tanto ambiguo.


Habida cuenta de que toda comunidad el atento bien podría desplazarse desde el
comunitarismo al individualismo que por desgracia no es un termino menos cargado
de ambigüedad que el termino comunitarismo , porque desde luego no es lo mismo
, lo que llamábamos el individualismo posesivo que cimenta según el conocido
análisis de la ideología del moderno capitalismo liberal en sus aspectos mas feroces
y rapaces, no es lo mismo el individualismo así entendido al individualismo ético ,
es decir aquel punto de vista ético que ve el individuo entendido en tanto que sujeto
moral , el protagonista por excelencia de la ética. La solidaridad cabria decir
entonces no es tanto asunto del estado , ni tan siquiera de la sociedad civil, ni tan
siquiera de la comunidad , cuanto a asuntos de la formación moral de los individuos
por lo que no es extraño la atención que ha recibido por ejemplo la tradición
anarquista, la solidaridad obrera , ( periódico de anarquistas catalanes , periódico
que como se sabe el fascismo lo secuestro y lo transformo en “solidaridad
española”) entendido de ese modo , la solidaridad no es por lo menos desde un
punto de vista ético una virtud menos fundamental que la justicia, sino
probablemente más fundamental que todas ellas hasta el punto de constituir la
última justificación de cuales quiera otras virtudes públicas, ( virtudes tiene un
resabio aristotélico que hoy podría pasar por neo aristotélico y eso lo haría
indeseable ) o mejor “ obligaciones morales “ , la solidaridad no sería una obligación
social mas , sino que seria el fundamento de las demás obligaciones sociales de
cualquier otra obligación social , el reconocimiento de esa fundamentalidad de la
solidaridad constituye hoy por hoy un capitulo en curso de la historia contemporánea
de la ética y lo que el profesor se quiere ocupar es de tratar de reconstruir ese
capítulo.

La crisis del estado de bienestar:

John Rawls , la teoría de la justicia se presentó como una teoría de recambia donde
se legitimaba el estado benefactor , con más perspectivas de éxito que la tradicional
legitimación de dicho estado desde el utilitarismo, el objetivo básico del libro de
Rawls era fundamentar una concesión de la justicia que se opusiera al punto de
vista prevaleciente en la filosofía moral y política anglosajona , y como se sabe los
utilitaristas buscaban un criterio mediante el cual determinar la bondad o maldad
absoluta o comparativa de nuestros fines u objetos de deseo, creyeron en la
maximización de ese criterio en el estado de bienestar y de cuantos puedan gozar
de ella , de modo que lo que sea bueno o malo o lo que creamos justo o injusto
,vendría entonces determinado por su mayor o menor utilidad social que ese
principio que hay. Su aplicación podría chocar con el concepto intuitivo de la justicia.
los utilitaristas alegan que la condena del inocente o la esclavitud podrían ser
prohibidas mediante una adecuada reformulación de principios de utilidad.

Rawls: el utilitarismo en tanto teoría ya no se puede limitar a defenderse de sus


críticos por su parte incapaces de ofrecer una teoría alternativa, sino que por
primera vez en mas de cien años, tuvo que enfrentarse a una teoría de Rawls. El
desafío que representa la teoría de la justicia: resucita o reinterpreta la teoría del
contrato social .

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