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Cuando nos acercamos a Dios en oración, muchas veces traemos una lista de peticiones que
deseamos sean respondidas tan pronto como sea posible. Esto es porque la enfermedad de
nuestra era es la prisa. Tan pronto como hemos terminado de orar volvemos a nuestras labores,
pero un momento… ¿qué sucede si Dios tenía algo que decirnos en ese momento?
La oración meditativa se centra en el aspecto de la oración que se relaciona no tanto con hablar,
sino con escuchar a Dios. En la oración meditativa no solamente oramos a Dios, sino que oramos
con él.
“Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a
su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que
pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.” (1 Juan
5:14-15)
Dios ha prometido en su palabra que si pedimos conforme a su voluntad, él nos oirá. En este
mismo momento Dios nos está gritando: “¡hijo, pídeme aquello… yo quiero concedértelo!” – la
invitación que nace de este principio, es aprender a escuchar la voz de Dios, y oír acerca de qué
son aquellas cosas que él desea que entreguemos en oración.
puede dar buen resultado acoger tranquilamente en nuestra oración a las personas y
acontecimientos a los que aquellos nos remiten sin cesar, volviendo de este modo, pacientemente,
al punto de partida de la meditación” (Dietrich Bonhoeffer. Vida en comunidad)
Taller de ministración Hernán Rojas – Aprendiz ministerial
1) El recogimiento: En el recogimiento nos presentamos delante del Señor tal como somos.
Preparamos nuestro corazón, “ponemos la mesa” para sentarnos y deleitarnos en la
presencia de Cristo. Es útil tomar un versículo bíblico que nos ancle hacia Cristo. No
hacemos exégesis bíblica del versículo, más bien lo meditamos, lo decimos como una
oración, nos alimentamos de él. También es útil usar nuestra imaginación. En este punto
puede ser bueno escuchar el consejo de Richard Foster:
3) La oración oyente: En este punto de la oración, nos hemos deleitado en la mesa del Señor,
y ahora viene la sobremesa. Jesús habla y “mientras sirve el té”, ríe con nosotros y nos
muestra su corazón. Y lo que sucede es que oír a Dios no siempre es oír palabras
específicas, a veces viene como una transmisión de su corazón, de su sentir, es el palpitar
del corazón de Dios en el nuestro: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra
debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo
intercede por nosotros con gemidos indecibles.” (Rom 8:26). En este punto estamos
orando con Jesús; Él nos enseña a orar. Puede llevarnos a clamar por los perdidos, por
cierta persona que no teníamos en mente para orar, etc. Podemos oír a Dios de diversas
maneras; de lo cual hablaremos más adelante.