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Cuando los fenómenos sociales llegan a trascender las fronteras geográficas de una o
varias naciones se convierten en referencias históricas muy definidas, al grado de que en
ocasiones han llegado a considerarse como etapas de la civilización humana. Durante el
segundo milenio, el Occidente pasó por el período feudal, la etapa del comercio, el Estado
republicano y por último la sociedad industrial.
Aún cuando estas etapas históricas solo se realizaron en una región del Planeta, los
verdaderos motivos de su relativa parcialidad fue la falta de comunicación entre las
diferentes regiones del planeta, la diversidad de lenguajes, mitologías y conocimientos
científicos, aunados a los prejuicios raciales, culturales y religiosos.
Quizá el único denominador común de todas las etapas históricas de Occidente haya sido
la presencia del capital y de los poderes fácticos que genera, de donde se derivan la
mayoría de los factores que han conducido a la civilización humana desde el momento
mismo en que surgió la primera cultura sedentaria y con ella la posesión física de la tierra
y de los satisfactores básicos que genera.
A pesar de que el fenómeno de la economía criminal derivada del uso de las drogas es
relativamente reciente, el hecho más sorprendente e incomprensible es que se ha
convertido en el único fenómeno social de la historia de la civilización que ha trascendido
al 100% de los países de la Tierra y está propiciando una transformación total en la forma
de vivir de la sociedad humana, cada vez más insegura, más atemorizada y con una
destrucción creciente del tejido político y social que se había construido en gran parte de
los estados modernos de Occidente.
Según la ONU, las operaciones del narcotráfico son tan rentables que en la última década
los organismos criminales más poderosos han ido monopolizando la comercialización de la
droga, alcanzando cifras superiores a los 500 mil millones de dólares anuales en los últimos
diez años. Esto significa mucha mayor ganancia que la de toda la industria petrolera
mundial, sin que existan inversiones considerables y riesgosas en activos fijos.
De hecho, las únicas inversiones de la empresa-narco son en armas para la defensa de sus
territorios (de otras mafias) y para la administración de su particular forma de justicia. La
otra inversión importante es en la contratación de servicios de alto nivel para manejar las
finanzas, los estudios fiscales, la mercadotecnia, la comunicación con el público y los
mejores despachos de abogados y contadores de clase mundial.
Son muchas las secuelas que genera el fenómeno del narcotráfico, sin embargo, uno de
sus principales efectos es la coexistencia del tráfico de drogas y armas que produce una
simbiosis de ferocidad, muerte, dolor y desestabilización que se advierte como una
situación bélica o de terrorismo que resulta muy difícil de controlar en las naciones débiles,
donde no se cuenta con un Estado con suficiente fuerza política y económica que pueda
financiar y capacitar a las redes de inteligencia y policiales que enfrenten a este complejo
fenómeno social.
Otra grave secuela, en particular de las naciones pobres, es que por lo general son
productores de la materia prima agrícola de la droga, de modo que se está realizando una
rápida desaparición de las tierras que producían alimentos básicos para ser sustituidas por
parcelas operadas por los carteles donde se originan las drogas más comunes.
Al igual que cualquier otra empresa de la economía formal, las empresas de la droga han
creado sus propias escuelas que enseñan a sus empleados la forma idónea de vender la
droga con correos y sicarios. Poco a poco se introducen en la vida política y social de las
comunidades, llevando a cabo las labores políticas y sociales que correspondían a los
organismos del Estado legalmente constituidos. Compran y dirigen periódicos y otros
medios de comunicación masiva, proporcionan diversiones, fomentan el deporte, dan ayuda
económica a sus miembros y a sus familiares y poco a poco se van legitimando en el tejido
social, introduciéndose en la estructura del Estado hasta que llegan a tener sistemas
policiales y de justicia en paralelo a los del Estado, pero más eficientes y por lo mismo más
costosos para el usuario.
Son enormes y muy complejas las secuelas del fenómeno de la droga, ya que van desde
la economía y las finanzas de una región hasta los efectos sociales que genera la enorme
riqueza acumulada en una elite que contrasta con la pobreza extrema de los campesinos
que cultivan la droga, los bajos salarios de las fuerzas policiales y castrenses y el elevado
poder de corrupción a todos los niveles de las estructura del Estado.
DECIFRANDO LA NARCOECONOMIA
Con la ayuda de algunos parámetros que proporciona la DEA al público se puede intentar
comprender un poco este complejo fenómeno que por razones geográficas se ha limitado
al mercado más importante del mundo que es el de los Estados Unidos y de la zona
europea.
– Un barril de éter, para refinar cocaína en EUA cuesta 1500 dólares, mientras que en
Colombia cuesta 12,000 dólares.
Aun cuando estas cifras de la DEA parezcan incoherentes, se puede lograr una idea de la
complejidad de este fenómeno internacional y del alto grado de dificultad que tienen los
países para enfrentarlo con redes de inteligencia y de espionaje financiero que además
tienen que enfrentar el secreto bancario de algunos países y la desregulación total que
imponen las autoridades financieras internacionales.
Es obvio que el resto del mercado de drogas baratas en los EUA es enorme e
indeterminado, pero el Gobierno no hace ningún esfuerzo policial para controlarlas, sino
que trata de frenarlas con redes de inteligencia que vigilan las instituciones financieras, los
bancos y naturalmente el aspecto fiscal de las empresas.