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fusilamientos en la montaña de Príncipe Pío (ambos en el Museo del Prado). Estas pinturas reflejan el horror y
dramatismo de las brutales masacres de grupos de españoles desarmados que luchaban en las calles de Madrid
contra los soldados franceses. Ambas están pintadas, como muchas de las últimas obras de Goya, con pinceladas de
grueso empaste de tonalidades oscuras y con puntos de amarillo y rojo brillante. Sencillez y honestidad directas
también se aprecian en los retratos que pintó en la cúspide de su carrera, como Carlos IV con su familia (1800,
Museo del Prado), donde se muestra a la familia real sin la idealización habitual. Las célebres Pinturas negras (c.
1820, Museo del Prado) reciben su nombre por su espantoso contenido y no tanto por su colorido y son las obras
más sobresalientes de sus últimos años. Originalmente estaban pintadas al fresco en los muros de la casa que Goya
poseía en las afueras de Madrid y fueron trasladadas a lienzo en 1873.
Esta emblemática pintura- y su pareja, el 2 de Mayo que se exhibe en la misma sala- fueron pintadas por Goya en
1814, por encargo del Consejo de Regencia que gobernaba España después de la Guerra de la Independencia. Las
pinturas habían de "perpetuar las más notables y heroicas acciones de nuestra gloriosa insurrección contra el Tirano
de Europa", y se colocaron en el arco de triunfo que se erigió con motivo del regreso a España, a Madrid, del rey
Fernando VII. El hecho que refleja Goya en esta obra es la violenta represión francesa contra los patriotas alzados
frente a la invasión de Napoleón el día 2 de Mayo de 1808. El lienzo se ha venido considerando como el gran cuadro
de la independencia y la defensa de la libertad del pueblo español, aunque, sin duda, ha pasado a ser un cuadro
universal sobre la guerra y sus consecuencias. Con la fuerza de la tragedia aquí expuesta, Goya es el más significado
antecesor del movimiento artístico contemporáneo denominado Expresionismo.