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“PRÁCTICA PROFESIONAL PERSONALIZARTE E INNOVADORA PARA UNA

ESCUELA EN PASTORAL”.1

Erich Estuardo García Cotí (1992) es un agustino recoleto


natural de Cantel, Quetzaltenango, Guatemala. Es estudiante
de teología dentro de la última etapa de formación inicial en la
Casa de Formación de los Agustinos Recoletos en Bogotá
(Colombia). Es este espacio nos cuenta las experiencias
significativas de su práctica profesional y pastoral, llevado a
cabo en la parroquia San Agustín de Fontibón. Cl. 88 #11a22,
Bogotá. Teléfono: 310 2626431.

Es gratificante la oportunidad de compartir y trabajar con jóvenes de distintas

edades: Adolecentes entre 13 a 16 años en la catequesis de confirmación y con jóvenes de

17 a 27 años en la pastoral Juvenil (JAR). Ambos grupos con realidades, dificultades y

retos muy distintos. En el caso de los adolescentes descubrimos serios conflictos con la

autoridad, en concreto con sus papas; también descubrimos cierta dificultad para la

relación con el sexo opuesto, muchas veces caracterizado por el morbo, irrespeto y doble

sentido. Chicos muy inteligentes, inquietos y con muchas preguntas existenciales y de fe.

Por otra parte, y, en definitiva, con una carencia grande de identidad. En el caso de los

Jóvenes (17 -27) la realidad es distinta y por ende las dificultades. La mayoría con

problemas económicos, amorosos y de sentido de vida.

Las carencias afectivas en los chicos son evidentes a la hora de abordarlos y al

momento de analizar sus actitudes y comportamientos. Esto se refleja y se pone en

evidencia en los campos de la autoestima y de la inteligencia emocional. La dificultad

para que se abran al otro con trasparencia y generosidad es muy difícil. No obstante, cabe

también mencionar que este no es un artículo que pretende resaltar pesimamente el

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En el desarrollo de esta experiencia significativa se utiliza un método inductivo que parte de la situación: VER, JUZGAR Y ACTUAR.
comportamiento del joven del aquí y ahora, sino más bien, es un artículo que pretende

resaltar la importancia de entender al “Yo” integral del joven, no podemos y no debemos

dar por supuesto la dimensión antropológica en nuestras clases y catequesis. Me atrevería

a decir que uno de los elementos claves para evangelizar y educar a los jóvenes es la

“humanización”, este es el punto de partida y el desafío.

“Ya san Basilio señalaba que la acción es el principio del conocimiento”. Con lo

compartido hasta el momento hemos descubierto algunas actitudes que debemos cambiar

y algunos criterios de juicio que debemos trasformar. En el tiempo que llevo trabajando

con los chicos he descubierto cuánta razón tenía Don Bosco cuando afirmaba que antes

del castigo esta la caridad (sistema preventivo/sistema represivo). A los chicos los he

ayudado muchísimo más haciéndolos sentir importantes y amados, escuchándolos,

orientándolos, en el esfuerzo por comprenderles y hacerlos sentir apoyados.

Como dice Santa Catalina de Siena: “El hombre no sabría vivir sin amor. El

problema es que a veces ama al revés; se ama egoístamente a sí mismo y termina

sintiéndose frustrado, porque sólo un amor autentico es capaz de colmarlo” (Siena, 1996).

Ciertamente trabajar con jóvenes para muchos es difícil, estresante y retador. Y,

muchísimo más cuando de fe se trata. No obstante, he descubierto que educar en la fe no

es solo trasmisión de conocimientos, sino sobre todo testimonio y colocar los medios que

les permita tener experiencia de Dios. Una experiencia de Dios que parte de lo humano.

No hay santidad sin humanización. Del mismo modo, estos chicos no se sentirán amados

por Dios si antes no se sienten amados por ellos mismos y por las personas significantes

que les rodean. Porque el hombre ha sido creado por amor y para amar, y sólo puede

hallar la felicidad amando y siendo amado.

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