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Durante las seis clases anteriores hicimos hincapié en el intercambio intelectual entre
el docente y los alumnos y en su importancia en la construcción del conocimiento, en
la participación activa y espontánea, en lo enriquecedor que resulta para hacer
evolucionar los conocimientos y procedimientos que los alumnos ponen en juego al
encarar la resolución de un problema: aciertos, errores, dudas, ideas confusas,
etcétera.
¿Qué evaluar?
Responder a esta pregunta supone reflexionar, en primer lugar, sobre qué queremos que los
alumnos comprendan y, en segundo, qué pretendemos que hagan con el conocimiento adquirido.
Recordemos que el aprendizaje se evalúa en términos de lo que los alumnos adquirieron a partir de
la experiencia educativa que les propusimos, por ello los objetivos brindan criterios para evaluar ya
que establecen los logros posibles: ¿obtuvieron eso que esperábamos que obtuvieran?
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Explicitar estos criterios posibilita poner en discusión qué se considera un buen trabajo. Asimismo,
ayuda a establecer una comunicación democrática con los alumnos y los orienta en sus procesos de
aprendizaje.
Por ejemplo, si pretendemos evaluar la capacidad de defender con argumento matemático ciertas
cuestiones, tenemos que brindar suficientes oportunidades de “intercambio intelectual” (Sadovsky
2005), en las que el alumno pueda desplegar todas sus ideas sin temor a equivocarse, a presentar
cuestiones no pertinentes, confusas, etcétera.
¿Cómo evaluar?
La selección de las estrategias e instrumentos adecuados constituye una de las decisiones más
importantes para garantizar la dimensión didáctica de la evaluación y, por ello, su construcción
debe ser coherente con las habilidades cognitivas que buscamos desarrollar, con los objetivos que
nos hemos formulado y con las situaciones de aprendizaje que propongamos.
Cuando los alumnos evalúan el trabajo matemático de otros, o autoevalúan el propio, utilizan una
comprensión relativamente sofisticada de conceptos y procesos matemáticos. En el proceso de
evaluación los alumnos hacen comparaciones de conceptos, testean soluciones o conjeturas y/o
integran retroalimentaciones provenientes de otras personas para revisar su propio trabajo. La
tabla que sigue lista algunas de estas actividades relacionadas con la evaluación.
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Tipo de actividad Breve descripción
“Es difícil por ejemplo hacer entrar en la prueba las discusiones realizadas en una
clase en la que se debatió acerca de la validez de una cierta conjetura. Es necesario
tener en cuenta que las pruebas sólo pueden ‘atrapar’ una pequeña porción de
aquello que es inherente a un proceso de producción y, en ese sentido, hacer pie
en el control resta automáticamente importancia a un conjunto de prácticas
esenciales del quehacer matemático —ensayos, exploraciones, formulación de
conjeturas, discusiones, etcétera— que podrían ser objeto de enseñanza en la
escuela”.
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Esto da cuenta de la necesidad de disponer de diversos instrumentos que nos permitan acompañar
los aprendizajes de los alumnos en términos del quehacer matemático antes mencionado, ya que
no siempre el sistema a través del cual se acreditan los aprendizajes, encajan bien con los
recorridos necesarios para que los alumnos se involucren en el proceso de producción de
conocimientos.
Cuando un alumno “no aprueba” matemática o “se lleva” la materia, acude a un profesor particular
y ahí sí “aprende” matemática. ¿Qué magia tendrá este profesor? ¿Cuál es el método de enseñanza
que utiliza? ¿Es alguna receta o poción mágica que les suministra a los alumnos?
● Por un lado, que el tipo de instrumento utilizado en esta instancia de evaluación recupera
solo una fracción del quehacer matemático desarrollado en un proceso anual de enseñanza
y aprendizaje,
● y por otro, es probable que recupera lo que tradicionalmente significó “saber” matemática:
resolver ejercicios de aplicación y recitar algunas definiciones, enfatizando en los resultados
alcanzados desde una enseñanza centrada en la institucionalización de los saberes por parte
del profesor.
Como esto es lo que se aprende a hacer con el profesor particular, el alumno “aprueba” la materia.
Lo cual debería movilizarnos en la búsqueda e implementación de nuevas estrategias de evaluación
vinculadas a un proceso de enseñanza y aprendizaje diferente.
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¿Cuándo evaluar?
Para comenzar, es necesario retomar la diferencia entre evaluar resultados y procesos. Ni las
propuestas ni los sentidos serán los mismos si vamos en una u otra dirección, pero ninguna debe
perder de vista que el norte debe estar en promover una evaluación formativa que brinde
información sobre los progresos y dificultades que encuentran los alumnos durante el proceso de
aprendizaje. En este sentido, es importante tener en cuenta la necesidad de evaluar tanto las
actividades parciales que se desarrollan en la secuencia como el trabajo final que se propone como
cierre.
Algunos ejemplos de estrategias e instrumentos que pueden proponerse para diversificar las
situaciones de evaluación:
También es valioso, tanto para la evaluación de procesos como de resultados, incluir otras
perspectivas además de la del docente, tales como la de los alumnos —a través de la
autoevaluación y de la co-evaluación—, la mirada de otros miembros de la comunidad escolar,
etcétera. Sumar la mirada de los alumnos requiere que pongamos en acción un trabajo pedagógico
que les enseñe a tomar conciencia de sus avances y dificultades, reconocer los aportes propios y
ajenos de modo de promover en el aula una cultura de la responsabilidad compartida por los
aprendizajes de todos. Para ello, será necesario generar espacios para poner en discusión los
criterios y puntos de vista sobre qué y cómo se evaluará.
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Algunos ejemplos de estrategias de evaluación para el área podrían ser:
En síntesis, la mejor orientación para saber cómo, cuándo y a quiénes evaluar será
preguntarnos si la propuesta que estamos poniendo en acción brinda información
valiosa a docentes y alumnos sobre los aspectos en los que cada uno es fuerte y
sobre los que se requiere un mayor trabajo.
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Rebeca Anijovich (2010) plantea que una clave para construir la evaluación como herramienta
potente para la enseñanza y el aprendizaje es fortalecer la retroalimentación, es decir, la
devolución que realiza un otro (ya sea el docente u otros compañeros, en la medida que estén
preparados para hacerlo), sobre las propias producciones. La retroalimentación es básicamente un
proceso de regulación de los aprendizajes y la enseñanza.
Esta autora sostiene que la retroalimentación es más productiva si se centra en la tarea, es decir, en
cómo el alumno resuelve y autorregula su aprendizaje. Sin embargo, un dato interesante es que
habitualmente “la retroalimentación está más centrada en la necesidad del docente que en la
intención de ayudar al alumno a desarrollar conciencia meta-cognitiva como alternativa para
justificar zonas grises en la atribución de calificaciones” (Anijovich, 2010, p. 134).
Panizza (2003), plantea que en la sanción o retroacción (conceptos acuñados por la TSD):
La idea es que la situación debe estar organizada de manera tal que el alumno
interactúe con un medio que le ofrezca información sobre su producción. Que el
alumno pueda juzgar por sí mismo los resultados de su acción, y que tenga posibilidad
de intentar nuevas resoluciones son criterios fundamentales para que —por sí
mismo— establezca relaciones entre sus elecciones y los resultados que obtiene […] la
posibilidad de que la situación “sancione” las decisiones que toma el alumno es
intrínseca a la noción de a-didáctico y está ligada a la importancia de que el alumno
acceda a una información que le permita juzgar por sí mismo la adecuación o
inadecuación de su respuesta. En las situaciones de acción se validan acciones; en las
situaciones de formulación se validan mensajes; en las situaciones de validación se
validan afirmaciones…
Las situaciones didácticas propuestas desde este marco generan instancias de autoevaluación en las
que los alumnos deben encontrar por sí mismos relaciones entre sus elecciones y los resultados que
obtienen. En la fase a-didáctica de la situación didáctica prevalece la no intervención del docente,
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pero a la vez, es el mismo docente el que debe gestionar la entrada del alumno en ella, por medio
de preguntas que lo orienten y acerquen a la situación. Esto dio lugar al concepto de devolución
desarrollado por Brousseau (1998, Cap.V):
Un instrumento muy valioso para registrar la evaluación de los procesos son las matrices de
valoración, que incluyen tanto lo que queremos evaluar como el criterio con el que evaluaremos.
Este tipo de instrumento puede ser elaborado por el docente y compartido con los
alumnos antes de iniciar un proyecto de clase, o bien puede ser elaborado con la
participación de los alumnos. Esto proporciona mayor objetividad al proceso de
evaluación y muchas veces, un mayor grado de compromiso por parte de los
alumnos, especialmente en las tareas grupales.
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Será necesario que el docente incorpore nuevas cuestiones a evaluar y por consiguiente nuevos
instrumentos para hacerlo. Por ejemplo, una matriz de valoración que considere tanto los
conocimientos y procedimientos matemáticos, como los de uso del recurso tecnológico y el trabajo
colaborativo.
Compromiso de los
integrantes del grupo en la
resolución del problema.
Utilización de las
herramientas de construcción
apropiadas.
Posibilidad de exploración de
las construcciones dinámicas
realizadas.
Formulación de conjeturas y
producción de argumentos
sobre la base de propiedades
de los cuadriláteros.
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A modo de cierre
Los invitamos a compartir un video que nos convoca a reflexionar sobre la situación de examen
versus evaluación. En la teatralización el profesor suplente Rivas (Oscar Martínez) interpela a la
doctora Juárez (Bárbara Mujica) sobre de los criterios de evaluación, desencadenando una
discusión en la que se confrontan dos visiones pedagógicas completamente antagónicas que
seguramente ustedes encontrarán también en sus escuelas.
Sus opiniones e intercambios serán el condimento perfecto para comenzar a delinear el trabajo
final.
Actividades
1_ Participar del foro de debate general “Evaluación VS Examen”.
2_ Participar del foro de debate general “Qué y cómo evaluar en las secuencias didácticas
trabajadas”.
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Bibliografía de referencia
● Anijovich, R. (Comp.) (2010). La evaluación significativa. Buenos Aires: Paidós.
● Grandgenett, N., Harris, J., & Hofer, M. (2009, February). Mathematics learning activity
types. Retrieved from College of William and Mary, School of Education, Learning Activity
Types Wiki: http://activitytypes.wmwikis.net/file/view/MathLearningATs-Feb09.pdf
● Panizza, M. (Comp) (2003). Enseñar Matemática en el Nivel Inicial y el primer ciclo de la EGB.
Análisis y Propuestas. Buenos Aires: Paidós.
● Sadovsky, P. (2005). Enseñar matemática hoy. Miradas, Sentidos y desafíos. Buenos Aires:
Libros del Zorzal.
Créditos
Pietrovzki, Patricia Andrea (2018). Clase Nro. 7: La evaluación de los aprendizajes en matemática.
Didáctica de la Matemática. Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación.
Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0
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