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FACULTAD : Gestión Pública y Desarrollo Social

ASIGNATURA : Instituciones Políticas y Administrativas

TEMA : Administración de Justicia: Relaciones con la


Iglesia en la Etapa Medieval

DOCENTE : Abog. Kuong Cornejo Guillermo Santiago

INTEGRANTES : Aytite Cabeza Navy Luzbelia

Chahua Huanca, Brandon Bagner

Ccopa Ramirez Fredy Ruben

Condori Corimayhua Patricia Pilar

Mamani Rodriguez Nelly Magali

CICLO : IIl

Perú – 2017

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ÍNDICE
1. La Administración de Justicia .......................................................................................... 6

1.1. La jurisdicción ordinaria en Castilla ......................................................................... 7

1.1.1. Etapa altomedieval: curia y concilium .............................................................. 7

1.1.2. Institucionalización de la justicia y Tribunal de la Corte .................................. 9

1.1.3. Chancillerías y Audiencias .............................................................................. 10

1.2. La jurisdicción ordinaria en el reino de Aragón: jueces locales, Tribunal de la


Corte y Justicia Mayor....................................................................................................... 13

1.3. La jurisdicción ordinaria en Navarra ...................................................................... 16

1.4. Las jurisdicciones especiales: la jurisdicción señorial, la jurisdicción eclesiástica y


la jurisdicción mercantil .................................................................................................... 16

1.4.1. La jurisdicción señorial ................................................................................... 17

1.4.2. La jurisdicción eclesiástica .............................................................................. 17

1.4.4. La jurisdicción municipal ................................................................................ 19

1.4.5. La jurisdicción mercantil ................................................................................. 19

1.4.6. La jurisdicción universitaria ............................................................................ 20

1.4.7. Otras jurisdicciones ........................................................................................ 20

2. La iglesia y el Estado ...................................................................................................... 20

2.1. Diócesis, iglesias propias y monasterios ................................................................ 20

2.2. Conciliarismo y conflictos de jurisdicción .............................................................. 22

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INTRODUCCIÓN

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La Administración de Justicia. Relaciones con la Iglesia
en la Etapa Medieval

1. La Administración de Justicia

La administración de justicia en la Alta Edad Media en un primer momento presenta


dos órdenes de actuación junto a la acción pública, aparece la acción punitiva de
los particulares y utilización de la venganza privada. Los primeros años de la
reconquista prevalece la venganza privada, donde lo esencial es la autoayuda como
forma de actuación, ya que la monarquía era incapaz de asegurar el orden. Será a
partir del siglo XI – XII cuando prevalezca la justicia pública.

La justicia en la primera época medieval se entendía como reparadora de la paz


perturbada, pues se consideraba que existía un cierto orden jurídico que se
englobaría genéricamente bajo el término de paz. Justicia y mantenimiento de la
paz iban unidas, de forma que quien quebrantaba la paz dejaba de estar bajo la
protección de la justicia. Para lograr una eficaz garantía de seguridad, se acudió a
la creación de las paces especiales.

Ciertas zonas, actos, cosas o personas como pueden ser la vivienda del rey , el
camino, las iglesias, mercados, etc. estaban protegidos por una paz esencial,
hablándose así de la paz del mercado, paz del camino, etc.

Los jueces altomedievales no tenían una preparación jurídica, sino que eran jueces
legos que procedían del pueblo, en ocasiones se encontraban con ausencia de
normas, por lo que tuvieron que “crear” un derecho a partir de la costumbre. Así
ocurrió en Castilla donde los jueces dictaban sentencias (fazañas) en virtud de su
albedrío dando lugar al juicio de albedrío y utilizándose esas sentencias como
derecho de referencia para pleitos posteriores.

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La organización judicial de la Baja Edad Media presentaba las siguientes
características:

1. El rey era la fuente de jurisdicción. Uno de sus deberes primordiales es dar


coherencia a sus súbditos. Pero en esta etapa el rey hubo de delegar en
instituciones diversas y en funcionarios parte de esa facultad para que la
ejercieran en su nombre.
2. Sin organización específica, la función judicial formaba parte de las funciones
de índole gubernativa o administrativa, pero en la Baja Edad Media tuvo lugar
su institucionalización mediante la creación de órganos judiciales y mediante
la progresiva implantación de jueces técnicos.
3. las numerosas jurisdicciones especiales, reflejo de la fragmentación
jurisdiccional medieval y reducto de privilegios, quedaron en esta etapa aun
sin desaparecer, limitadas y ordenadas, dentro del organigrama general de
la justicia real.

1.1. La jurisdicción ordinaria en Castilla


1.1.1. Etapa altomedieval: curia y concilium
El organismo jurisdiccional para la administración de justicia fue la Curia Regia, que
presidía el mismo rey, o el Conde en Cataluña. En los distintos territorios presenta
características similares por cuanto actuaba tanto en primera instancia como
tribunal de apelación, además de ser el único tribunal competente para intervenir en
los pleitos entre nobles, delitos más graves y causas civiles importantes. De igual
manera, en Cataluña el Conde de impartía justicia rodeado de boni homines.

Desde el siglo XI la organización se perfeccionó en todos los reinos. Así aparecen


en la Curia Regia de León y Castilla los jueces palatinos (iudices palatinii),
normalmente clérigos y monjes que sólo se ocupaban de algunos asuntos que
directamente les atribuía el rey. En Aragón aparece el juez de palacio (iudex Palatii)
y en Navarra la justicia de Curia (iudices curiae). Desde el S. XII existe en todas las
ciudades o villas importantes un juez llamado iudex, iustitia o alcalde, nombrado por
el rey y con jurisdicción sobre un territorio determinado. Estos son los inicios de la

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tecnificación de la administración de justicia y de la casi completa asunción de la
función judicial por parte de los jueces, dado que era fruto de una evolución de los
jueces de prueba, presentes en la asamblea vecinal o tribunal condal, cuya finalidad
esencial era dirigir la prueba y valorarla a los efectos de la sentencia.

La jurisdicción ordinaria era ejercida asimismo por los oficiales reales locales o
territoriales y por las autoridades municipales. La asamblea vecinal o concilium.

En los territorios reales cabía la posibilidad de que el rey convocase una asamblea
vecinal de hombres libres dirigida por alguien que él designase (normalmente el
conde, imperante o potestade, que actuaba como delegado real y quien a su vez
podía nombrar delegados). Esta asamblea vecinal administraba justicia en los
territorios era un tribunal de carácter popular. En esta asamblea judicial o concilium
se dirimían las causas, bien contando con la participación de todos, bien mediante
jueces elegidos. Estas reuniones se realizaban normalmente a la puerta de la
iglesia, del mercado o en el campo. Para los casos de pleitos entre personas que
pertenecían a dos territorios la reunión se hacía en un lugar limítrofe llamado
Medianedo.

No existió jerarquía entre la Curia Regia y el concilium ya que ambos tenían las
mismas funciones y el procedimiento utilizado era idéntico para ambas instituciones:
un procedimiento público y oral, en el que intervenían algunos miembros de la
asamblea, llamados boni homines, en la determinación de las pruebas a realizar y
en valorar los resultados de las mismas.

Cuando la vida local empezó a tener mayor relieve, ante el desinterés de los
habitantes por participar en la asamblea, los condes dejaron de asistir a la misma,
y los reyes se encargaron de nombrar jueces en las principales ciudades y villas,
para sustituirlos en las asambleas. Los jueces de prueba también fueron sustituidos
por unos alcaldes de carácter asesor que elegían los vecinos. Jueces y alcaldes
pasarán a ser los primeros responsables de la administración local.

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1.1.2. Institucionalización de la justicia y Tribunal de la Corte

La organización castellana en la Baja Edad Media tuvo su origen en el siglo XIII y


se desarrolló a lo largo de los dos siglos siguientes. El monarca al consolidar su
poder, desarrolló una política centralizadora también en el terreno de la
administración de la justicia. Se instituyeron unos órganos judiciales, únicamente
dependientes del rey, y se generó un aparato judicial preparado para aplicar un
derecho cada vez más tecnificado.

Se irán creando unos cuadros de oficiales cada vez más complejos.

En las ciudades y villas, por su parte, se encargaban de la administración de justicia


en un principio los alcaldes , que fueron desplazados a partir del S. XIII por
delegados regios: alcaldes de salario y, posteriormente, veedores o pesquisidores
y corregidores.

En las Cortes de Zamora de 1274 Alfonso X organizó la administración de justicia,


creando su estructura orgánica funcional. Estableció un tribunal de Corte compuesto
por 23 jueces oficiales llamados alcaldes de Corte que actuaban por delegación
entendiendo de los llamados casos de Corte, es decir, de aquellas causas que por
su naturaleza quedaban exclusivamente reservadas a la comparecencia del
Tribunal de la Corte. Esas 23 alcaldías, que se repartirían los asuntos de Castilla,
León y Extremadura fueron dotadas con elementos auxiliares como escribanos,
monteros, porteros, etc.

Las Partidas establecen una reserva se supuestos en favor de la jurisdicción real,


estableciando incluso los distintos tipos de jueces: ordinarios, nombrados por el rey;
delegados, nombrados por quien tiene la facultad delegada por el rey; arbitros,
nombrados por las partes.

En las Cortes de Zamora se distingue entre:

 Pleitos foreros: a resolver por las instancias locales.

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 Pleitos del rey: incluyen por un lado los Casos de Corte, reservados al rey y
sus jueces, con aplicación del Derecho real, y por otro todos los demás
supuestos que deberían ser resuletos tanto en primera instancia por el
tribunal local como en apelación por el Tribunal de la Corte, de acuerdo con
el fuero local en cuestión.

Ante el rechazo por la aplicación del Fuero Real en tierras de fuerte tradición local,
quedó éste reservado para su aplicación en la Corte, llevando a la producción de
las Leyes Nuevas y las Leyes de Estilo. Según García Gallo, el Derecho derogado
por la reacción popular no fue el Fuero Real, sino el Espéculo.

La justicia real fue consolidándose paulatinamente, aumentando sus facultades de


actuación. Como jurisdicción intermedia, los adelantados y merinos eran jueces de
apelación de las sentencias dadas por los jueces locales, hasta que en el S. XIV
pierden sus facultades judiciales.

1.1.3. Chancillerías y Audiencias

A lo largo del siglo XIV ese Tribunal de la Corte, que se llamaría finalmente
Audiencia, fue reorganizado en varias ocasiones y poco a poco acentuó su
vinculación y su independencia respecto a otro organismo bien distinto como era la
Chancillería. Entre ambas instituciones en origen diferentes, se establecería una
relación jerárquica de subordinación a favor de la cancillería.

El carácter de la Audiencia como organismo auxiliar de la chancillería queda patente


en detalles como que tanto alcaldes de corte como escribanos cobrasen sus
soldadas en la chancillería, o que las sentencias habían de ser autentificadas con
el sello de la poridad (o del secreto) custodiado en la chancillería de Toledo. Esto
motivó que pese a su condición de jueces reales los alcaldes hubieran de dejar de
acompañar al rey en sus desplazamientos y se establecieran de manera fija y
permanente allí donde el sello se encontraba, en la chancillería, también que el
tribunal del rey fuera designado con demasiada frecuencia como chancillería, pero

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también como Audiencia, ya que ambos nombres hacen referencia a un cuerpo
colegiado de jueces, estable y dependiente del monarca.

Los orígenes de la Audiencia han sido fijados por una parte de la doctrina, en unas
cortes reunidas en Toro en 1371, durante el reinado de Enrique II, pero otros lo
remontan años atrás, y sostienen que su nombre obedece no al hecho de “oír y
escuchar pleitos”, sino a la imitación del modelo romano –canónico de la Audientia
episcopal.

La Audiencia fue el órgano supremo dela administración de justicia integrado, según


las Cortes en las que fueron por primera vez regulado por 7 oidores (3 eclesiásticos
y juristas) que se reunían tres veces por semana para administrar justicia.
Orgánicamente estaban presididos por un gobernador o presidente, nombrado por
el rey, con funciones fundamentalmente representativas. Los oidores eran los
jueces delegados (no ordinarios) que actuaban individualmente (como los alcaldes
de Corte); a su cargo estaba la aplicación del derecho y solían ser licenciados en
leyes. La Audiencia se divide en salas: la de hidalgos (para asuntos de nobles), la
de Vizcaya (para la población de esos territorios), etc. Contaba con otros oficiales
como secretarios, relatores, preceptores y alguaciles. Juan II la reorganizó
aumentando los oidores a 10 (que luego se incrementarían a 16) y creando la figura
del procurador fiscal, encargado de oficio de las denuncias y de la acusación.

La Audiencia tiene caracter primero itinerante, luego fija (en Segovia) y de nuevo
itinerante, hasta fijarse finalmente en Valladolid. Se dividía en tres salas, dos
encargadas de los Casos de Corte y de las suplicaciones civiles y otra de las
suplicaciones y apelaciones penales.

A este alto tribunal al que judicialmente correspondía la apelación en material civil y


criminal de los órganos jurisdiccionales inferiores y en primera instancia los casos
de Corte se le concedió sede en 1442 en Valladolid, recibiendo a fines del XV de
los Reyes Católicos una reforma de sus primeras ordenanzas, que habían de
prestarle configuración fija y asentamiento definitivo. Los mismos monarcas
establecieron en 1494 otra Audiencia y Chancillería en Ciudad Real, que había de
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ser trasladada a Granada en 1505 en virtud de un criterio de distribución geográfica
que facilitaría el acceso a esa función desde todos los puntos de la Península. A
partir de entonces la Audiencia de Valladolid, atendería las alzadas de pleitos
procedentes del norte del Tajo, mientras que la de Granada se hacía cargo del sur
del Tajo. Se creó asimismo una Audiencia en Santiago de Compostela con
competencia en Galicia, pero sin constituírse Chancillería.

Las competencias de Audiencias y Chancillerías resultaron recortadas respecto a


las primitivas, al limitar las facultades de los oidores a la justicia civil, excluyendo la
criminal, que quedaba preservada al entendimiento de unos Alcaldes de Corte
específicos, llamados por ello alcaldes del crimen. La Audiencia fue el máximo
tribunal de apelación de la justicia del rey, aunque a partir de finales del siglo XV,
con la reorganización de los Reyes Católicos en las Cortes de Toledo, la última
instancia sería el Consejo Real de Castilla.

La organización judicial institucionalizada en las Cortes de Zamora de 1274 y


perfeccionada en las Cortes de Valladolid, de 1307 aparte de los alcaldes oficiales
del rey residentes en la corte (alcaldes ordinarios) estableció los alcaldes de alzada,
que con precedentes en los Adelantados mayores y en número de tres, entendían
las apelaciones contra las sentencias delos alcaldes ordinarios en sus respectivas
demarcaciones, materializando las instancias intermedias. Fueron órganos
unipersonales que actuaban subordinados al rey aunque estaban integrados en la
Audiencia y perdieron importancia al constituirse éste como institución integradora
de todo el organigrama de la administración de justicia.

Otros tipos de jueces fueron los alcaldes de los hijosdalgo dedicados a resolver
litigios entre personas con un status jurídico privilegiado. Lo que en principio una
magistratura única, pronto se desdobló en dos, actuando cada uno de los alcaldes
la mitad del año por turno. Representan estos alcaldes de hijosdalgo una fórmula
transaccional entre el poder nobiliario y monárquico en el terreno judicial.

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El juez de suplicaciones actuaba en caso de súplica o instancia jurisdiccional que
remitía al supremo juicio del monarca la revisión de sentencias dictadas por los
jueces o incluso por el mismo rey.

Desde el reinado de Juan II, tras la incorporación a Castilla del Señorío de Vizcaya
quedó establecido como órgano unipersonal el juez de Vizcaya, que dirimían las
causas de los vizcaínos oyendo asimismo sus apelaciones. También en 1351 surgió
un tipo de juez especial para entender en pleitos habidos en la sede regia y en el
distrito circundante de cinco leguas llamado alcalde del rastro cuya designación (en
número de dos) resolvía la ausencia de alcaldes en el ámbito próximo al rey cuando
la corte era itinerante y la chancillería (donde permanecían los alcaldes) se habían
ubicado en un lugar fijo.

La vertiente material de la administración de justicia corría a cargo de los justicias,


que auxiliaban en su tarea a los alcaldes. El justicia era por tanto el encargado del
mantenimiento del orden y de la ejecución de las órdenes del juez. En la Corte
aparece primero como alguacil, pasando al final a denominarse Justicia mayor.
Tenía funciones de policía y de ejecución de sentencias, contando con alguaciles
menores a sus órdenes.

1.2. La jurisdicción ordinaria en el reino de Aragón: jueces locales,


Tribunal de la Corte y Justicia Mayor

Jurisdicción ordinaria inferior en la Corona de Aragón:

 El Justicia en Valencia tiene un carácter local, y está auxiliado por notario,


escribano, asesor y sayón. Llegaron a existir dos, uno con jurisdicción
criminal y otro civil, con competencias hasta 100 millas marinas de la costa.
El Corte, por otro lado, es un juez local real o señorial de carácter
extraordinario que actuó en Valencia, Cataluña y Mallorca.
 La figura local en Aragón es el Zalmedina, en cuya designación intervenían
los concejos, aunque los reyes terminaron vendiendo el cargo. Existió

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además el sobrejuntero, órgano ejecutivo de las sentencias de jueces y
tribunales.
 El Veguer en Cataluña es más bien un juez de distrito, nombrado por el rey
al frente de la veguería. Tiene jurisdicción en mero y mixto imperio, civil y
criminal, además de mantener el orden público. Por encima de él existirá el
sobreveguer, que entenderá de las apelaciones de las sentencias de aquel.
Por su parte el Bayle, aunque con competencias más de tipo económico,
tiene jurisdicción sobre su propio personal, manumisiones, pleitos civiles y
criminales de esclavos y libertos y cierta jurisdicción marítima.

La jurisdicción ordinaria superior la detenta la Curia Regia, que se organizó como


Tribunal de la Corte desde el S. XIII. A partir de este siglo existió una Audiencia que
actuaba como Tribunal de la Corte en Cataluña y Aragón, regulada primero por el
Ordenamiento de Huesca de 1286 y después en las Ordinacions de 1344. En el S.
XIV se crea una Audiencia en cada territorio de la Corona. Junto a las Audiencias
estaban el Procurador general, que se erige en juez de apelaciones, y el
Gobernador general o juez ordinario, como delegados del rey.

En Aragón la figura de la justicia mayor representa una pieza clave de la constitución


aragonesa. En su origen fue un funcionario encargado de ejecutar las órdenes del
juez y de hacer cumplir su mandato, pero su papel se interpretó cada vez más
ampliamente dentro del reino de Aragón, donde se le acabaría considerando un
personaje mítico y legendario, intérprete de los fueros y juez de los contrafueros,
que podía invocar el proceso de reparo de agravios.

A partir del siglo XII tuvo jurisdicción propia y competencias judiciales propiamente
dichas, como quedó definido en las Corte de Egea en 1265, en que la oligarquía
logró de Jaime I el acuerdo de que ese funcionario fuese siempre designado de
entre los caballeros como juez intermedio para juzgar los pleitos habidos entre el
rey y la nobleza y de entre los propios nobles para defender, frente al poder real, las
libertades aragonesas.

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Posteriormente se acrecentaron sus competencias cuando el rey aceptó la
capacidad de estos jueces para oír causas en la primera instancia a cualquier lugar
del reino y para revisar en apelación las sentencias de jueces locales. En el
Privilegio de la Unión de 1287 la nobleza aún lograría que sólo tras la sentencia del
Justicia mayor de Aragón, pudieran ser impuestas por el rey determinadas penas a
los nobles aragoneses. A mediados del siglo XIV aumentaron los poderes del
Justicia mayor, al convertirse en intérprete del derecho aragonés y en el máximo
juez de contrafuero. Así el Justicia mayor irá asumiendo facultades del juez
intermedio entre el rey y los súbditos cuando se den controversias entre ambos.

El Justicia mayor era nombrado por el rey y actuaba auxiliado por dos
lugartenientes, pero sólo podía ser controlado, removido y juzgado por las Cortes
mismas.

Contaba con personal auxiliar: seis notarios y algunos “vergueros” encargados de


la ejecución.

N.A.: Pérez-Prendes analizó cinco procesos forales aragoneses que constituyen el


contenido fundamental de la actuación del Justicia Mayor de Aragón. Estos
procesos estuvieron en realidad dirigidos a configurar sentencias interlocutorias (es
decir, únicamente resolutorias de las fases previas de un proceso que preparan,
ayudan y facilitan el cumplimiento de la justicia), aunque no tenían nada que ver con
la sentencia definitiva que correspondía al juez que juzgaba.

Los mal llamados “procesos” forales aragoneses son:

1. El proceso de firmas de derecho, consistente en la facultad del Justicia de


tomar prendas, en calidad de fianzas, pero sin llevar implícita la decisión
sobre el fondo del asunto.
2. El proceso de manifestación, como acción encaminada por el Justicia a
garantizar la integridad de los sujetos y de los bienes inmuebles involucrados
en un proceso.

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3. El proceso de aprehensión o defensa de una situación que normalmente
consistió en la custodia de bienes inmuebles encaminada a mantener un
orden determinado, en tanto el tema principal se resolvía.
4. El proceso de inventario o acto por el que el Justicia se ocupa de los bienes
muebles involucrados en un proceso.
5. El proceso de emparamiento, o embargo de aquellos bienes que pudieran
resultar afectados con alguna responsabilidad y que el eventual deudor
pudiera tratar de separar dolosamente de su patrimonio para mantenerlos
alejados del ámbito del acreedor.

1.3. La jurisdicción ordinaria en Navarra

La Cort o Curia actuó en Navarra como Tribunal de la Corte, con competencia en


pleitos concernientes a la nobleza o del rey con la nobleza. En el S. XI aparecen
unos jueces específicos llamados justicia de curia (iudices curiae). A finales del S.
XIV aparecen al frente de dicho Tribunal cuatro alcaldes de corte, cuatro notarios y
personal auxiliar.

Existió una Cort general para los asuntos más graves,encargándose dese el S. XV
el Consejo Real de las apelaciones.

La jurisdicción ordinaria era detentada en las villas por los alcaldes municipales,
pudiendo apelarse sus sentencias ante los alcaldes mayores o de mercado,
ubicados en las ciudades más importantes.

Por su parte, el Procurador general, cargo desempeñado por un clérigo,


representaba los intereses del monarca y del reino.

1.4. Las jurisdicciones especiales: la jurisdicción señorial, la jurisdicción


eclesiástica y la jurisdicción mercantil

La justicia pública, real o justicia del príncipe es la forma ordinaria de reestablecer


el orden roto. Pero junto a la jurisdicción ordinaria del Estado aparecerán las

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jurisdicciones especiales que en esta época serán, esencialmente, la jurisdicción
señorial y eclesiástica.

1.4.1. La jurisdicción señorial

Procedía de los privilegios de inmunidad concedidos por el rey a los señores,


mediante los que se prohibía la entrada en los territorios del señorío a los oficiales
regios.

En virtud del mismo los señores administraron justicia que tenía un marcado
carácter privado. Pero no todos los señoríos gozaron de inmunidad jurisdiccional,
además de que el rey se reservó el conocimiento de los delitos más graves y
notorios, así como las apelaciones. La administración señorial de justicia la ejercían
los señores, igual que lo hacía el rey en las tierras de realengo, rodeados de una
asamblea de personas del señorío. Con la consolidación del régimen señorial los
titulares de los dominios pudieron nombrar a los jueces de los diversos núcleos de
población que integraban sus señoríos y a los sometidos a su jurisdicción. De las
sentencias de esos jueces se podía apelar al señor o al corregidor señorial, y de las
instancias intermedias, ante la chancillería correspondiente. El alcance de la
jurisdicción señorial fue variable según territorios y épocas, permaneciendo
sometida a la supervisión del monarca. En Castilla los reyes reservaron para su
jurisdicción el conocimiento de los casos de Corte, pero en Aragón, los señores
lograron la plenitud jurídica, es decir, el llamado mero y mixto imperio, lo que
equivalía a entender en cualquier tipo de cuestiones civiles y criminales. La
organización de los municipios señoriales era similar a la de los municipios de
realengo, con la diferencia de que en aquellos la elección de los cargos de la
administración municipal (jueces, alcaldes, fundos, etc.) era supervisada o
directamente realizada por el señor.

1.4.2. La jurisdicción eclesiástica

Corría paralela a la anterior, y estaba administrada por los órganos de la Iglesia,


básicamente el obispo o su sustituto el arcediano. De sus sentencias cabía

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apelación al obispo metropolitano o arzobispo, y de las de éste al Primado y en
última instancia al papa, ante el tribunal de la Rota.

Sus competencias se extendían a toda cuestión que afectara a la fe católica, y


desde el siglo X, también a las cuestiones civiles directamente relacionadas con la
religión, como el matrimonio y algunos delitos como la herejía, la hechicería, y la
usura. También era de su competencia el privilegio del fuero (privilegium fori), en
virtud del cual intervenía en las causas civiles y criminales en las que estuviese
implicado un eclesiástico, privilegio que se extendió también a la servidumbre del
mismo o a sus familiares. Pero en los casos penales, sólo tenía facultad de imponer
penas espirituales y si el delito también era sancionable civilmente (como la herejía),
una vez sentenciado pasaba a la justicia ordinaria.

En la Baja Edad Media la expansión y el arraigo de esta jurisdicción especial fue


contenida por la monarquía que se oponía a ceder partes de su poder jurisdiccional.
Desde el principio de este periodo la corona acotó y restringió la justicia común
eclesiástica reduciéndola y sometiéndola a la jurisdicción ordinaria.

El otro principio sobre el que se sustentaba la jurisdicción eclesiástica era el derecho


de asilo, perfectamente configurado desde el siglo XIII, y también limitdo
sistemáticamente por la realeza (no alcanzando a cualquier persona ni a cualquier
delito), aunque no llegara a desaparecer.

Los problemas de la herejía en Europa dieron lugar a la aparición de la Inquisición


o Santo Oficio para la defensa de la fe católica y para inquirir y castigar los casos
de herejía, encargandose la tarea a los dominicos, que utilizaban un procedimiento
inquisitivo (de ahí el nombre). En Aragón y Cataluña la Inquisición penetró mas
fácilmente, mientras que en Castilla no quedó constituido el Santo Oficio hasta 1478
. En Castilla, pese a ser un tribunal eclesiástico, estuvo sometida esta jurisdicción
al inquisidor general, nombrado por el poder real con la aprobación del papa. Esta
nueva inquesición fue introducida por los Reyas Católicos en Aragón, creándose el
Consejo de la Suprema y General Inquisición, con el Inquisidor general a la cabeza.
Pronto hubo tribunales inquisitoriales en todo el territorio.
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1.4.3. La jurisdicción del libro

Algunos autores la consideran una jurisdicción especial o extraordinaria. El Juicio


del Libro, realizado por los eclesiásticos de León, consistía en resolver pleitos de
acuerdo con el contenido de un ejemplar del Liber Iudiciorum. Según Sanchez-
Albornoz, dicha práctica perduró en León durante la Baja Edad Media.

1.4.4. La jurisdicción municipal

También gozó de cierta autonomía aunque no fuese ilimitada o totalmente


independiente de la autoridad real, dependiendo del reino, y del momento histórico.
Fue a partir del siglo XIII cuando aparece un juez en cada ciudad que recibió
distintos nombres: juez, justicia, alcalde, zalmedina (Aragón), veguer y batlle
(Cataluña) con jurisdicción sobre los habitantes y sobre su territorio. Dicho Juez era
nombrado en principìo por el rey, hasta que el municipio adquiere importancia,
siendo entonces designado por el Concejo Municipal. Aparecen así en Castilla y
Aragón tribunales municipales que juzgan de acuerdo con el foro de la localidad.

1.4.5. La jurisdicción mercantil

Desde mediados del XIII apareció en los territorios de la Corona de Aragón una
jurisdicción especial para asuntos mercantiles, distinta de la ordinaria,
desempeñada por bayles y veguers. A finales del siglo XIII surgieron en Valencia,
Barcelona y Mallorca unos tribunales mercantiles llamados consulados que
confiaban la resolución de los litigios comerciales en sus propios jueces
denominados cónsules de mercaderes. En un principio esta jurisdicción amparaba
a los profesionales de las empresas marítimas, pero con el tiempo alcanzó a todos
los mercaderes en general, y con ello el derecho marítimo quedaría encadenado al
derecho mercantil. La característica principal del proceso mercantil fue su urgencia
y brevedad. Las sentencias de los cónsules podían apelarse ante un juez de
apelaciones de la jurisdicción ordinaria, ante quien comparecerían tanto las partes
como el juez que había emitido la primera sentencia.

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1.4.6. La jurisdicción universitaria

Las universidades tuvieron su origen en gremios y corporaciones en las que se


integraban maestros y estudiantes. En cada universidad había un juzgado propio
para asuntos referentes a los miembros de la comunidad universitaria. La justicia
universitaria trataba de impedir que la ordinaria alcanzase a ninguno de los
estudiantes ejercitando el derecho de non introito, que impedía la intromisión de
cualquier funcionario judicial en el recinto de la universidad.

1.4.7. Otras jurisdicciones

Así mismo, la organización militar, la Mesta, las Hermandades, etc. constituirán


corporaciones dotadas de facultades jurisdiccionales más o menos amplias,
conferidas en etapas anteriores y que en esta época se reduciría su ámbito de
actuación cediendo parte de sus competencias a la jurisdicción real.

2. La iglesia y el Estado
2.1. Diócesis, iglesias propias y monasterios

La invasión musulmana supuso para la Iglesia quedar dividida en dos: la de los


núcleos de resistencia en el norte, y las iglesias mozárabes en los territorios
musulmanes.

La primera se irá reorganizando con la reconquista. La segunda mantendrá la


disciplina visigoda y sus ritos litúrgicos que se conocen como ritos mozárabes.

Al principio fue preciso que los temas eclesiásticos quedasen subsumidos en los
generales del estado sin distinción. Esta asunción de temas espirituales llegó hasta
el punto de que la misma Curia regia será la que toma las decisiones en materia
eclesiástica: nombramiento de obispos, diócesis, iglesias, clero, etc. Fruto de esta
unión surgirá el regalismo o derecho del monarca a intervenir en aquellos problemas
de la Iglesia relacionados con el estado que puedan suponer un conflicto entre
ambos, como puede ser la elección de los obispos, en la que desde tiempos

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visigodos habían venido interviniendo proponiendo candidatos. Con Alfonso VIII de
Castilla se establece la inviolabilidad de los bienes de la Iglesia y se extiende el
privilegio del fuero eclesiástico a todos los clérigos del arzobispado.

Con el avance de la reconquista del territorio se va restableciendo el sistema


organizativo eclesiástico visigodo consistente en dividir el territorio en diócesis a
cuya cabeza figuraba un obispo, que es la autoridad ordinaria. En el Concilio de
Coyanza de 1055 se restauró el sistema visigodo de forma oficial, al disponerse que
se aplicaron las disposiciones canónicas aprobadas en los concilios visigodos. Este
concilio tomó muy importantes medidas, entre ellas la reafirmación de la jurisdicción
episcopal, decretar la independencia del clero, la necesidad de la reforma monástica
y la corrección de los desórdenes morales.

Desde el Concilio de Letrán en 1139 los obispos habían de ser elegidos por los
cabildos, con la aprobación del monarca. En Castilla desde mediados del S. XIII los
reyes proponían a Roma los prelados electos. En Aragón, a partir de Jaime I el
nombramiento fue potestativo de los papas. Con los Reyes Católicos, hobo diversos
incidentes debido a nombramientos papales.

Al conquistar Toledo las tropas cristianas en 1085 se intentaron volver a establecer


el cargo de Primado de Toledo, frente a los deseos de otras sedes como Tarragona
o Santiago. También se restauraron las iglesias metropolitanas, pero la unidad
básica va a ser la parroquia, cuya influencia fue decisiva en la vida diaria de la
comunidad. La agrupación de parroquias genera un arciprestazgo y la de estos un
arcedianato. La unión de arcedianatos dará como resultado una diócesis. El
arcediano era el ejecutor de las decisiones del obispo, y en muchas ocasiones sería
su sucesor.

El régimen señorial favorecerá la difusión de un fenómeno que se iniciará en la


España visigoda: las iglesias propias, iglesias erigidas por los señores en sus
territorios y en los que ellos ejercían las funciones de los obispos. Este sistema logró
gran difusión debido al avance repoblador llegando a aparecer monasterios
familiares.
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Los centros más importantes van a ser los monasterios, que albergarán monjes, los
cuales vivían fundamentalmente dedicados al trabajo y la oración. Los monasterios
fueron importantes centros repobladores, además de estructuras agrarias y centros
donde florecía la cultura. Tal es así que los monasterios aumentaron paulatinamente
y de forma alarmante, surgiendo a partir del siglo XI la reforma de Cluny, apoyada
por el rey y que introdujo influencias feudales, y la del Cister, como movimiento de
reacción a la estructura señorial que se había adoptado en los monasterios.

Un elemento esencial será el culto a Santiago, que ayudó a difundir las nuevas ideas
europeas, además de potenciar un intercambio y las influencias ideológicas entre
personas. El Camino de Santiago va a ser conocido en todo el territorio, atrayendo
peregrinos gracias a la seguridasd de sus vías, protegidas por la paz del camino.

Conforme nos acercamos a los siglos X-XI son cada vez mayores los contactos con
Roma propiciados por la llegada a la península de los monjes de Cluny que difunden
la reforma de Gregorio VII, que sustituyó los ritos visigodos por los romanos. La
reforma gregoriana también incidió en las iglesias propias, limitando las atribuciones
del señor al derecho de patronato o nombramiento del clérigo o párroco de la iglesia.

2.2. Conciliarismo y conflictos de jurisdicción

El Concilarismo pretendía situar el Concilio por encima del Papa, como suprema
autoridad de la Iglesia. Su reconicimiento en el Concilio de Constanza en 1414
originó una profunda confisión que culminó con el gran Cisma de Occidente (1378-
1417) y la existencia simultánea de varios pontífices. Los reyes de Aragón
reconocieron, por ejemplo, al Papa de Avignon, mientras el resto de la península
permanecía fiel a Roma. Tras la vuelta a la unidad del pontífice, y ante la relajación
moral que favorecía la difusión de la herejía, se hizo necesaria una reforma en
profundidad del clero regular y secular, iniciada en España por el císter y continuada
por Cisneros.

La Iglesia en la Baja Edad Media sufrió una crisis moral. Por lo que se refiere a las
relaciones Iglesia – Estado, la idea de supremacía eclesiástica no fue incorporada

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íntegramente. En Castilla los reyes interceptaron las bulas pontificias permitiendo
sólo las que no perjudicaban al Estado y se beneficiaron de los ingresos que éstas
reportaban. Se prihibió así la circulación de determinadas bulas pontificias, y se
limitó la jurisdicción eclesiástica mediante los recursos de fuerza o apelaciones al
rey. También fue objeto de disputa la designación de los obispos y la jurisdicción
eclesiástica en si misma y los bienes de la Iglesia, cuya acumulación fue
obstaculizada sin éxito por parte del Estado. En Aragón las relaciones con la Iglesia
atravesaron momentos difíciles debido, por un lado, a la infeudación del reino a la
Santa Sede por Pedro II, y la negativa de su hijo Jaime II a reconocerla, y por otro
a la intervención aragonesa en Italia. Jaime II restauró los lazos con la Iglesia, que
vivió así en el S. XIII su mejor momento en Aragón, con figuras como S. Raimundo
de Peñafort o S. Raimundo Lulio.

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BIBLIOGRAFÍA

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Edisofer, ISBN: 978-84-615-97871. Consultado el 24 de Abril del 2017.
- http://derecho.isipedia.com/primero/historia-del-derecho-espanol/parte-6-la-
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- https://www.ecured.cu/Edad_Media. Consultado el 21de Abril de 2017.
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