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Francine Masiello
University of California, Berkeley
265
fue movilizada frecuentemente por una v1s1on genérica* de la
política, la sociedad y la cultura, como lo sugieren repeti-
damente los escritos de Echeverría, Mármol y Sarmiento. Pero
junto a este tipo de reconocimiento ideológico de la virtud
femenina al servicio de los objetivos políticos, se volcaron
incontables restricciones sobre la "vida real" de las muje-
res que habitaban en la Argentina. Algunos autores -como
Linda Kerber- se han referido al concepto de Maternidad
Republicana, por el cual se pensaba que las mujeres otorga-
ban legitimidad institucional a los proyectos de construc-
ción temprana de la nación, a través de sus actividades
doméstic~s. Al refor~ar su obligación hacia el hogar y al
enfatizar su capacidad emocional, los líderes intelectuales
modelaron la imagen de la esposa y madre argentina para que
se ajustara a sus proyectos de Estado. De este modo, se
pensaba que estaban entrenando a los futuros ciudadanos de
la nación. Este tipo de mitología circuló activamente entre
los pensadores argentinos en los años de la dictadura y los
posteriores, al ofrecer una leyenda de domesticidad necesa-
ria para la contención de la familia, mientras se apropiaban
de las virtudes femeninas en función del debate público.
266
público al construir sus propias redes intra-domésticas.
Estas fueron marcadas por los diálogos sostenidos en perió-
dicos culturales, en revistas de moda, en libros de cocina y
en los programas de cursos propuestos para incrementar el
conocimiento femenino sobre la ciencia y la filosofía.
Finalmente, a través de una comunidad cada día más amplia de
autoras y lectoras, las mujeres revelaron su amplia discon-
formidad con los roles asignados en el hogar.
267
de lectores femeninos, la cual estaba dedicada a informarse
sobre la vida nacional mientras se aseguraba tratamiento
médico y ayuda domé~tica.3
268
Argentino", notable tanto por su apar1c1on temprana corno por
su contenido fuertemente dogmático, ofrece el primer ejemplo
de un intento femenino de entrar en la arena pública para
abordar la polémica del género. Su directora, Petrona Rosen-
da de Sierra, muy posiblemente miembro de los sectores
privilegiados y de quien se sabe muy poco, insiste en una
posición reflexiva en defensa de los derechos de la rnujer.S
La militancia de esta publicación de cuatro páginas ya está
sugerida desde el título: la "aljaba" sostiene las flechas
que harán blanco en los enemigos de la sociedad. La publica-
ción también lleva un mensaje agresivo dirigido a los adver-
sarios de las rnuj eres en sus ambiguos encabezami.entos: "Nos
liberaremos de las injusticias de los demás hombres, sola-
mente cuando no existamos entre ellos". De acuerdo a esto,
la directora dirige su atención a tres áreas de discusión:
la primera, la organización de la misión patriótica; la
segunda, la defensa de la instrucción moral proporcionada
por las mujeres en la familia¡ la tercera, la demanda de la
educación formal para la mujer. Al mismo tiempo, el periódi-
co expresaba su preocupación por la forma en que estaba
estructurada la sociedad y cuestionaba las leyes naturales
utilizadas para sostener la inferioridad femenina. Enfren-
tándose a la lógica discursiva por la cual se mantenía a las
mujeres en una pos1c1on subordinada, LA ALJABA sugerí~ que
aún las mujeres del común podían contribuir con la nación.
269
LA ALJABA además aconsejaba dar una educación formal a las
mismas mujeres, explicando que el aprendizaje permitía la
maduración de las leales ciudadanas para llevar adelante sus
responsabilidades morales con la familia y el Estado:
270
En aquellas instancias en las cuales se defiende la educa-
ción en el hogar, la editora de LA ALJABA se arregla para
ampliar el marco de la discusión reflejando el tema en la
importancia de la cultura nacional. En su ensayo "Educa-
ción", aconseja a las madres que tomen una responsabilidad
directa en la formación moral de los niños.8 En lugar de
dejar que sus hijos asistieran a la escuela en Europa -la
práctica de rigueur de la élite argentina de esos años- se
argumentaba que los jóvenes prosperarían más bajo la tutela
directa de sus padres, de quienes recibían consejos, bondad
y afecto. La sugerencia subyacente es que las mujeres pueden
sostener principios éticos en una época en que los hombres y
la moral son corruptos, pero el artículo tamb!én llama la
atención sobre la división de opiniones entre los miembros
de la burguesía argentina del período respecto a la forma-
ción de una cultura nacional. La autora no cuestiona tan
sólo el modelo europeo -como un objeto de deseo forjado por
los nativos-, sino que protesta por la forma en que los
intereses cosmopolitas afectan la vj da famíl i.ar de la
nación. Emergiendo de este tipo de discusión, había un
tímido reconocimiento de las diferencias entre los sexos.~ en
el cual las virtudes femeninas eran opuestas a los propósi-
tos masculinos de ascenso de clase y de adquisición de
prestigio. De este modo, mientras que el proyecto educativo
masculino era identificado con modelos extranjeros, la
autora puede ser considerada como la fuente principal de una
visión revisionista de la virtud nacional.
271
ción mostraba las consecuencias destructivas de la lucha
civil. En "Rasgo de amor filial", un capitán del ejército
mata a los rebeldes de su propio país, pero también asesina
a su madre accidentalmente.lO No se sugiere que la guerra
sea,mala en sí misma, sino que los excesos en las acciones
.militares deben ser frenados por la educación en el hogar.
En este sentido, la familia y el Estado son redefinidos para
expresar una relación estrictamente moral. Y lo que es
quizás de mayor importancia, las divisiones que separan a
los federales de los unitarios se derrumban en el nombre de
la compasión: "Federales y unitarios quedan desarmados por
nuestras súplicas; y ~or nuestras lágrimas, sean enmohecidos
los filos de sus espadas¡ todos llenos de un mismo senti-
miento".ll Esta. convergencia evocada de las pos1c1ones
políticas antitéticas, en el nombre de la familia unificada,
se transformaría en el tema del discurso femenino para una
generación entera.
II
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raban las denuncias políticas como discusiones sobre estilo-
una hueste de publicaciones emergió en los años siguientes,
dedicada de una forma u otra a los proyectos de reforma
política con atención al estilo y la cultura.12 Desde la
caída de Rosas hasta bien entrada la década de 1870, en la
víspera de la consolidación nacional, florecieron los perió-
dicos escritos por hombres sobre el estilo de las mujeres;
entre ellos, LA FLOR DEL AIRE (1864), EL ALBA (1868), LA
MODA HISPANOAMERICANA (1874), EL CORREO DE LAS PORTEÑAS
(1876), DOÑA MARIQUITA (1877), EL ALBUM DE LAS NIÑAS (1877),
EL ALBUM DEL HOGAR (1878) y LA ONDINA DEL PLATA (1875-1879).
Estos periódicos a menudo proyectaba<> una imagen femenina
dedicada a la domesticidad y a los asuntos del vestido; en
algunos casos, se transformaban incluso en un medio para
examinar las vidas privadas de las mujeres. En EL CORREO DE
LAS PORTEÑAS, por ejemplo, un editor anónimo (identificado
sólo por su seudónimo 11 Flauta 11 ) esperaba explorar las iüli-
midades de las vidas femeninas. Estableciéndose como un
espía, pero en realidad más como un voyeur, la voz masculina
del periódico pretendía extractar los sectores femeninos
especulando con las formas en que las mujeres pasaban su
tiempo privado en el hogar. Como si frenara algún exceso de
pasión o de impensable placer, el editor aconsejaba pruden-
cia y fidelidad a la mujer con el tiempo ocioso.
273
"las evoluciones de la civilización en el tiempo y
en el espacio determinan su esfera de acción a la
mujer en el hogar doméstico. Si sale de ahí retro-
grada al estado pastoril; es decir se convierte en
oveja descarriada •••
Hemos visto cómo la naturaleza, las evoluciones de
la civilización y la división del trabajo, que es
la base del orden y del bienestar en toda socie-
dad, le dicen a la mujer, señalándoles el hogar,
esa es tu esfera de acción!
Pues .bien ¿quiere más? Ancho campo tiene abierto a
la actividad de su espíritu en los estantes de las
Bibliotecas. Sature su inteligencia con conoci-
mientos sólidos para mejor cumplir su misión, sin
bulla y sin estrépito, con la abnegación que es de
esperar de su noble corazón, y entonces .•• enton-
ces enseñe la virtud, no con la pluma, sino con su
conducta en el hogar!"l4
274
miembros de su sexo. Preguntándose cómo estaba forma,da ,la,
sociedad, cómo las mujeres podían encontrar una iden'il,d'!d,.,'
las editoras de revistas feministas como ésta hici.er-e~,
añicos la ilusión de la mujer como un sujeto obediente y cqn.,
un único objetivo en el período post-rosista. .,,,
275
social, explicando que el modo de percepción de la mujer y
sus estructuras inteligentes no sólo la separaban del hom-
bre, sino que en realidad la hacían más fuerte.18 Esto abría
el sendero para un estridente reclamo de mayor instrucción
de la mujer, de cultivo de su ingenio y de su destreza
verbal y de realce de sus fuerzas morales. En efecto, se
introdujo una preocupación concomitante por las especifici-
dades de un lenguaje femenino, fundada en el discurso parti-
cular que emanaba del cuerpo de la mujer. Como anticipándose
a la écriture féminine teorizada por algunas feministas
fracesas recientes, como Clement e Irigaray, las mujeres
argentin;o.s inj ciaron su "rítica al lenguaje considerando al
cuerpo femenino como si dejara un rastro en la sociedad.
276
derecho a defender la diferencia sexual basada en un único
lenguaje que ellas propagaban y controlaban. Pero esta
estrategia también proporcionó una forma de nublar las
distinciones entre las esferas pública y privada; ahora las
conversaciones privadas entre mujeres venían a ocupar el
espacio público del periódico.20
277
Como parte de la regulación y control de las vidas femeni-
nas, los periódicos ·de autoría masculina emitían un llamado
a las lectoras a respetar la composición de actividades
consideradas tradicionalmente para ellas. Como hablando en
contra de esto, las editoras de revistas se negaban a con-
tribuir al debate masculino; en cambio, compartían el cuerpo
femenino contra las injurias o agresiones de los hombres,
creando un léxico propio para fomentar un diálogo entre
mujeres. En LA ONDINA DEL PLATA, María del Pilar Sinués, una
feminista española cuyos ensayos aparecían con frecuencia en
los periódicos argentinos, impulsaba la autoestima femenina,
mientras aconsejaba m~iereción y buen gusto en razón de la
dignidad individual.¡~ En su ALBUM DE SEÑORITAS, Juana Manso
denunciaba con mayor ímpetu la obediencia de las mujeres al
estilo y, especialmente, notaba su esclavización con respec-
to a fuerzas fuera de su control:
278
III
279
EDUCACION:
280
"No sabemos porque a nuestro secso, siendo más
perspicaz y persuasivo~ así como más dispuesto a
los grandes progresos que los hombres ambicionan,
les esté prohibido los conocimientos de varías
ciencias y circunscripto a una enseñanza mezquí-
na".32
281
En estos términos, el espíritu científico estaba aliado
claramente con el pensamiento europeo, mientras que el
énfasis en el materialismo insensible era visto como una
preocupación exclusivamente americana. El paradigma de la
civilización y la barbarie, como parte de una distinción
metafórica utilizada ampliamente para identificar los males
de la nación, sirvió para reanimar la demanda de educación
para las mujeres; según estas feministas precoces, la Argen-
tina languidecería en el terreno bárbaro, en los márgenes de
la civilización, hasta que se alteraran sus tradiciones de
educación femenina. Con respecto a esto, Juana Manso com-
prendió las funcionrs de la educación como una vía para
superar el atraso de ia Argentina, tal como lo afirmaba en
su ALBUM DE SEÑORITAS:
282
rine Beecher, emitieron un coro de defensas en favor de la
educación de la mujer.37 Por ejemplo, Rosa Guerra hacía la
siguiente aseveración en su periódico LA EDUCACION:
11
Comunmente se cree que una muger que se ocupa de
una contraccion de esta especie pierde el precioso
tiempo que la madre de familia, la hija y la
hermana deben dedicar a los que-haceres domésti-
cos. Esto es un error! Una madre puede escribir en
ausencia de su esposo y al lado de la cuna de su
niño, pensamientos llenos de interés y de ternura
que dejará olvidada sobre el lecho de la infan-
cia . ..
Diez o doce renglones escritos al pie de la cuna
de su hijo que mese al mismo tiempo que escribe,
bajo aquella divina influencia de madre, en uno de
aquellos raptos tan frecuentes de amor maternal,
no hacen perder el tiempo a una señora de su casa,
ni la distraen de las sagradas obligaciones en que
está comprendida la madre de familia.
283
La hija y la hermana del mismo modo. Después de
concluidas todas sus tareas y obligaciones del día
que en toda su estension deben llenar: qué hacen
de preciosos ocios? de esos ratos perdidos y de
aburrimiento ••• ? fastidiarse! No sería mejor que
para distraerse abriesen sus portafolios y ya con
pluma o lápiz escribiesen unas cuantas líneas, y
que cuando sus padre o hermanos se acercasen a su
mesa y abrieran sus cuadernos conocieran los
primeros en el corazón y en pensamiento de su hija
y de su hermano?"39
284
"Venga la pluma, el tintero
y de papel un pedazo:
es preciso que comience
a escribir hoy un mosaico,
pero tocan. Quién será?
suelto el borrador y salgo .•.
Es un necio que pregunta
si aquí vive don Fulano.
Vuelo a mi asiento y escribo
tres renglones. Oigo el llanto
de mi última pequeñita
que reclama mis cuidados
acudo a tranquilizar
aún con la pluma en la mano;
vuelvo a la mesa y traigo
un cuartetito ya pensado.
Escribo de él dos palabras¡
y escucho adentro un porrazo
285
Offen como una situacion en la cual las mujeres toman gusto-
samente sus posiciones políticas apoyando a sus esposos e
hijos. Offen argumenta -coherentemente según creo- que la
comprensión pública de la palabra "feminismo" varía a través
de los períodos históricos, de modo tal que un discurso
femenino ligado a los conceptos de matrimonio y maternidad
-como en el caso de las propuestas argentinas- no deben ser
malinterpretados como una evidencia del conservadurismo del
siglo XIX. Al contrario, sería más fructífero comprender
estas representaciones tempranas de la domesticidad como
signos de descontento; ellas también amplían nuestras inter-
pretaciones sobre la . estrechez de las actividades en el
hogar.44 En realidad, las argentinas reclamaban un rol para
sí dentro de los proyectos de nación, a través de sus ocupa-
ciones como amas de casa y madres. Al mismo tiempo, el hogar
les proporcionaba un espacio nuevo para los conceptos de la
independencia femenina, permitiéndoles el derecho de autoría
y de una voz propia emergente.
286
BIBLIOGRAFIA
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SIGNS, próxima a aparecer.
287
NOTAS
288
18. !bid., 9 de mayo de 1852, p. 1.
19. !bid., 11 de abril de 1852, p. l.
20. Otra forma de traer la conversación privada y los temas domésticos a la
esfera pública se daba a través de la publicación de libros de recetas.
Ver, por ejemplo, Juana Manuela Gorriti, COCINA ECLECTICA ( 1877), un libro
de cocina realizado con colaboraciones de mujeres de toda América Latina.
21. EL CORREO DE LAS PORTEÑAS, 3 de diciembre de 1875.
22. LA ONDINA DEL PLATA, 7 de enero de 1877, p. 6.
23. ALBUM DE SEÑORITAS, 17 de febrero de 1854, p. 59.
24. Ibídem, 1 de enero de 1854, pp. 7-8.
25. LA CAMELIA, 13 de abril de 1852, p. 2.
26. Tal es la opinión de carlos Newland. ver también la perspectiva de
Juan P. Ramos sobre la historia de la instrucción primaria.
27. LA GACETA MERCANTIL, NQ 8418, 28 de noviembre de 1851.
28. En contraste con la publicidad de más escuelas convencionales para
niñas durante los años resistas, Rosa Guerra, una educadora y periodista
líder, puso un aviso en LA GACETA MERCANTIL con relación a sus programas
liberales para jovencitas:
"Rosa Guerra y hermanas, empleadas largo tiempo en servicio del país
dando la educación pública, se hacen un honor en hacer saber a estos
Sres~ Padres de familia, que después de varios trastornos que les han
ocasionado grandes perjuicios, han logrado tomar una casa cuyas
estensas localidades les permiten abrir sus clases endebida forma, y
recibir crecido número de alumnas; pupilas, medio-pupilas y estemas~
Por demás sería repetir lo que por una larga práctica hemos ya
demostrado. Nuestro método es bien conocido: instruir alhagando,
cultivar el espíritu, rectificar la razón, ilustrar el entendimiento,
he ahi nuestros sólidos principios 11 LA GACETA MERCANTIL, NQ 8418, 28
de noviembre de 1851.
29. Sobre las reformas liberales de Manso en el campo de la educación, ver
su propio comentario en ALBUM DE SEÑORITAS y ANALES DE LA EDUCACION COMUN
(1869-1874), un periódico iniciado por Sarmiento pero dirigido por Juana
Manso. Ver también la biografía de Maria Velasco y Arias, donde pueden
encontrarse ejemplos de los programas de cursos de Manso.
30. LA EDUCACION, N21, 24 de julio de 1852, p. l.
31. LA CAMELIA, 29 de abril de 1852, p. l.
32. Ibídem, 27 de abril de 1852, p. l.
33~ !bid., NQ S, 20 de abril de 1852, p. l.
34. Ibídem, NQ 8, 27 de abril de 1852. La metáfora de la civilización y la
barbarie se repite aún desde la perspectiva masculina en función de expli-
car la situación de las mujeres en el hogar. Por ejemplo, Eugenio Mata en
un ensayo titulado 11 La muger11 , explicaba que -a pesar de que la pérdida del
paraíso es atribuible a la mujer- precisamente el hombre, por no ser un
salvaje, tiene obligaciones con respecto al sexo opuesto:
289
La muger, no hay duda, que ella es 1a causa de nuestra perdición,
11
290
42. ALBORADA DEL PLATA, 3 de febrero de 1878, p. 94.
43. Con frecuencia, las mujeres entraron agitadamente a la arena pública,
temerosas de ser el eje de las críticas familiares con discursos anti-
democráticos. En función de esto, un periódico como LA CAMELIA se movía
cautelosamente en su presentación. Conciente de las respuestas hostiles de
parte de sus lectores varones, las editoras manejaron elásticamente una
doble pos1c1on con respecto a los derechos femeninos a participar en el
mundo público de las letras:
"Temeraria empresa es por cierto arrojarse a escritoras en un pueblo
tan ilustrado, y cuando tantas capacedades decían sus plumas a la
redacción de periódicos; más confiadas en la galantería de nuestros
colegas, nos atrevemos a presentarnos entre ellos. --Sentimos que el
pudor nos inhiba darles un estrecho abrazo y el osculo de paz, porque
aunque, segun una celebre escritora, el 'genio no tiene secso 1 ,
nosotras que carecemos de aquel, no queremos traspn~ar los límites
que nos impone este, siñéndonos a estrecharles fuerte, amistosa y
fraternalmente la mano 11 • LA CAMELIA, NO 1, 11 de abril de 1852, p. l.
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