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En este caso, el Ơhombre nuevoơ para los oprimidos no es el hombre que debe
nacer con la separación de la contradicción, con la trasformación de la antigua
situación, concretamente opresora, que sede su lugar a una nueva, la de la
liberación. Para ellos, el hombre nuevo son ellos mismos, transformándose en
opresores de otros. Su visión del hombre nuevo es una visión individualista.
Una vez establecida la relación opresora, esta instaurada la violencia. De ahí que
esta, en la historia, jamás haya sido iniciada por los oprimidos. ¿Cómo podrían los
oprimidosiniciar la violencia, si ellos son el resultado de una violencia? ¿Cómo
podrían ser los promotores de algo que al instaurarse objetivamente los
constituye?
Los opresores, violentando y prohibiendo que los otros sean, no pueden a su vez
ser; los oprimidos, luchando por ser, al retirarles el poder de oprimir y de aplastar,
les restauran la humanidad que habían perdido en el uso de la opresión.
Lo importante, por esto mismo, es que la lucha de los oprimidos se haga para
superar la contradicción en que se encuentra; que esta superación sea el
surgimiento del hombre nuevo, no ya opresor, no ya oprimido sino hombre
liberándose.
Los oprimidos son la patología de las sociedades sanas, que precisan por esto
mismo ajustarlos a ella, trasformando sus mentalidades de hombres Ơineptos y
perezososơ.
Esta concepción bancaria, más allá de los intereses referidos, implica otros
aspectos que envuelven su falsa visión de los hombres.
Ahora, ya nadie educa a nadie, así como tampoco nadie se educa a sí mismo, los
hombres se educan en comunión, y el mundo es el mediador. Mediadores son los
objetos cognoscibles que, en la práctica Ơbancariaơ pertenecen al educador, quien
los describe a los deposita en los pasivos educandos.