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1. INTRODUCCIÓN
Las discusiones que confrontan derecho penal y neurociencia tienen sus inicios
en los años ochenta. Libet, mediante una serie de pruebas, demostró que
aproximadamente 550 ms (milisegundos) previos a la acción de mover un dedo,
en lo que sería una aparente decisión voluntaria; se puede detectar cierta
actividad eléctrica en el área motora del cerebro. Actividad localizada a través
de electroencefalogramas, a la cual se la llamó “potencial de disposición”.
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Actualmente, la teoría cogido mayor valor, debido a que los estudios señalan que
el mal funcionamiento de la amígdala (que es una región del sistema límbico
encargada principalmente de nuestras respuestas emocionales), incrementa el
riesgo de conducta criminal, y hay pruebas de que, mediante la estimulación
adecuada y en un ambiente adecuado, esta puede regenerarse. Aterrizando en
nuestra realidad, en el Perú, actualmente, los reos con características más
peligrosas son enviados a sectores de la prisión donde difícilmente podrán ser
resociabilizados, lo que iría en contra de lo establecido por el artículo IX del
Título Preliminar de nuestro Código Penal.
Otro discutible punto, con respecto a estos avances, es la influencia que tendrían
sobre la valoración de la prueba. Si bien es cierto que, en la actualidad, sería
erróneo ver a un abogado dirigirse al juicio con las resonancias magnéticas de
su patrocinado, alegando que este no tiene bien desarrollada la amígdala y que,
por lo tanto, se le declare inimputable; esta ciencia sin duda servirá en algún
momento para aumentar los criterios de inimputabilidad en nuestro sistema
penal peruano o para aplicar lo que en la doctrina comparada se denomina
como imputabilidad disminuida.
Y por último, también existen estudios que han demostrado cómo nuestros
operadores jurídicos, en diversas horas del día, podrían emitir fallos distintos
en momentos determinados; así como estar predispuestos frente a un caso
por su experiencia propia y fallar en un sentido más drástico. Así por ejemplo el
juez que sufrió tres asaltos en la última semana y tiene un caso de robo, tendría
cierta tendencia a resolver el caso más rápido declarando la culpabilidad del
sujeto.
Es innegable que el derecho penal, a medida que se vayan resolviendo más
interrogantes acerca de nuestro cerebro y la manera en cómo nos dirigimos,
sufrirá un cambio; por lo que derecho y neurociencia deben estar siempre
vinculados respecto los nuevos avances que se presentan. La neurociencia
estudia, básicamente, el cerebro y el derecho penal se encarga de regular las
conductas humanas, conductas que son precisamente generadas en el
cerebro; por lo que es innegable que una y otra se encuentra estrechamente
conectadas.
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2. Aspectos fundamentales del conflicto entre derecho penal y
neurociencia: neuro-determinismo e indeterminismo
La principal controversia surge respecto a la culpabilidad, debido a que, para el
derecho penal, la determinación de responsabilidad penal de la persona por la
comisión de un hecho delictivo se establece previa demostración de
culpabilidad. Además, parte de la existencia del principio de libertad y
autodeterminación del sujeto, asumiendo que la persona estuvo en condiciones
de elegir comportarse o no, conforme lo demanda el derecho.
Los neuro-científicos han socavado durante los últimos años las bases del
derecho penal y han establecido que no es demostrable científicamente el libre
albedrío de la persona.
Por determinismo podemos entender a aquella corriente que dibuja una imagen
del ser humano a partir de las características comunes, que contradicen la idea
tradicional de libertad de voluntad. Corriente que, con el aporte de la
neurociencia, habría retomado valor. Personalmente, considero este
planteamiento muy apresurado por razones que se expondrán más adelante.
De modo que, las decisiones adoptadas, ocurren en el sistema límbico uno o dos
segundos antes que podamos percibirlas de modo consciente.
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Dicho sistema actuaría como un aparato de poder organizado, frente al ser
humano que se percibe, debido a un autoengaño, de un modo aparente
como libre. Wolfgang Prinz entiende la libertad de voluntad como una
institución social que no se corresponde con la realidad científicamente
demostrable, desde el punto de vista psíquico. Para el autor hablar de libertad
de voluntad, desde el punto de vista de la psicología, es como desde el punto de
vista de la zoología hablar del unicornio; es decir, algo que no existe en la
ontología de la disciplina.
Estas conclusiones, arribadas por neuro científicos que solo son algunos de la
inmensidad de autores que se adscriben a esta corriente; cómo podemos ver
niega de una u otra forma la libertad, con ello la imputabilidad, culpabilidad y, por
ende, la imposición de la pena quedaría sin su mayor sustento. Este
fenómeno no es novedoso ya que la psicología en su momento, con Freud a la
cabeza, partió de la existencia de componentes en la vida psíquica que
establecían las motivaciones para actuar con un carácter subconsciente; en
base a esto, no era posible admitir la libertad de acción de quien
decidía conscientemente sus actos. Así, durante el siglo pasado, las ciencias
sociales aportaron muy buenas ideas a partir de esta discusión.
2.2. Indeterminismo
En esta línea, Llobet (2005) afirma que el principio de dignidad humana debe
llevar a afirmar la autonomía de la voluntad de los seres humanos y a rechazar
las concepciones deterministas. Parte de la concepción del ser humano como
autónomo, racional, debiendo actuar siempre del carácter de fin que tiene él
mismo.
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3. Postura crítica sobre la interrelación entre neurociencia y derecho penal
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4. Reflexión final
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6. Bibliografía
Cavero, Percy Garcia. Derecho Penal Parte General. Lima: Jurista Editores,
2012.
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