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JESÚS
y
el PARALÍTICO
MIRADA A LA VIDA
Hasta tal punto se llevó a cabo esta dimensión, que toda enfermedad era
consecuencia del pecado personal y, cómo no, oculto. De ahí que sólo
Dios podía liberar de esta situación. Cuanto peor fuera la enfermedad o la
limitación que fuere, tanto mayor era el pecado oculto que lo “explicaba”.
De ahí que los maestros de la Ley lo tenían claro: sólo Dios puede
“perdonar los pecados” y nadie puede arrogarse ese poder liberador de
Dios.
Aquí llegamos al relato evangélico que hoy se nos propone para nuestra
contemplación y donde descubrimos los diversos elementos que vemos a
través de la historia de Israel. Lo que ocurre es que aquí, Jesús de Nazaret
se identifica con Dios y su proyecto, y, por lo tanto, asume el poder de
perdonar en nombre de ese mismo Dios. ¡Algo grande y profundamente
diferente está ocurriendo en estos momentos!
Pero los maestros de la Ley, que están presentes en este relato y, además,
en un clima de discusión con Jesús sobre este poder de perdonar los
pecados, enseguida llegan a la conclusión de que aquí se está
produciendo una terrible BLASFEMIA, porque ese poder sólo lo tiene
Dios o… ¿acaso es que Jesús se atribuye algo que no le corresponde
para nada y se presenta como la presencia del Dios que desbloquea al
hombre y le libera de sus “parálisis” más vitales y profundas? He aquí
la cuestión de fondo.
En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue
a su ciudad. Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla.
Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico:
- «¡Animo, hijo!, tus pecados están perdonados».
HOY Y AQUÍ
Con las anotaciones que se nos han ofrecido en esa “Mirada a la vida”, no
nos va a resultar complicado descubrir lo que está en la base de este
relato y de este ENCUENTRO para con el enfermo, y de
“desencuentro” para con los maestros de la Ley, aquellos que se
consideraban los portavoces de Dios. ¡Paradojas de la vida!
Por eso, Jesús le ofrece, antes que nada, lo que según la Ley, le margina
del todo: “¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados”. Todos los
presentes saben que este poder sólo pertenece a Dios. Pues Jesús se lo
ofrece al enfermo, como respuesta a su fe y la de los que lo llevaban.
Dios, ante la criatura que se abre con sincero corazón a su don, le ofrece
siempre lo mejor. Pero “CURA” desde la misma raíz, porque lo que
realmente paraliza y bloquea al ser humano es ese “pecado” que le
impide aceptar el proyecto de Dios y seguir su camino.
Y otro dato más: es curioso que lo que los maestros de la Ley no son
capaces de percibir, la gente sencilla sí que lo capta: “La gente quedó
sobrecogida y alababa a Dios”. Una vez más, se repite la historia: los
sencillos, los que no cuentan están abiertos y desean lo que los
“oficialmente piadosos” ni lo huelen. Efectivamente, el Evangelio es
Buena Nueva para los marginados (por tantas cosas), mientras que a
quienes les “tocaba” estar atentos para con ese Dios… están profundamente
despistados y quedan al margen.
Por otro lado, sólo quien se ha ENCONTRADO con él, podrá hacer de
“camillero” (como en el relato evangélico) que lleva a Jesús a quienes se
sienten paralíticos, bloqueados por cualquier causa. ¡He aquí el secreto!
Si no hay encuentro, no sabremos lo que significa y supone y, por eso
mismo, no lo ofreceremos a los demás, acaso aquellas personas que
también lo desean, pero que no aciertan en el “modo”.
ORACIÓN
PLEGARIA
CANTO