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ENCUENTROS CON JESÚS

JESÚS
y
el PARALÍTICO

MIRADA A LA VIDA

En todas las culturas, la


relación del ser humano
con las fuerzas
superiores y con la
divinidad ha tenido una
significación especial y
una importancia que no
es posible olvidar. Así se
comprenden la
importancia de los ritos,
muchos de ellos de
expiación, ya que el
caminar humano está
marcado por el
SENTIDO de la
CULPABILIDAD; de
ahí que el hombre intenta
“estar a bien” con esas
fuerzas superiores.

Aquí descubrimos la importancia que adquieren las celebraciones


solemnes y rituales de todo tipo, con el fin de expresar la religación para
con esas fuerzas superiores y con la divinidad. Además, el sentido de
fragilidad de la criatura se destaca en las diversas culturas, y cada una
de ellas busca una “explicación” determinada que clarifique tanto la
situación personal como el modo de “salir” de ese “pozo” donde la
criatura se encuentra.

En la cultura y religiosidad del pueblo judío, estas dimensiones del bien


y del mal, de la amistad con Dios y el pecado como algo que aleja e,
incluso, enemista con el “Dios de nuestros padres”, es un hecho muy
destacado y que marca profundamente la historia de este pueblo. La
ALIANZA es la que regula la relación de Dios con su pueblo, pero en
tantas y tantas veces es quebrantada a causa de la infidelidad del
pueblo. De ahí que “recuperar” esa relación, renovando la Alianza, es un
objetivo de las grandes figuras del pueblo de Israel a través de los tiempos.

Pero también la dimensión personal y la responsabilidad individual se


irán abriendo paso en el caminar de Israel, aunque sea poco a poco.
Especialmente, con los Profetas se irá abriendo camino esa dimensión
personal, y de una manera singular según se vaya acercando a la
“plenitud de los tiempos” con JESÚS DE NAZARET, quien además de
ofrecer un mensaje de salvación (en nombre del mismo Dios), también
ofrece al hombre la liberación de cuanto le esclaviza y le impide
desarrollar el proyecto de vida del mismo Dios.

Algo que esclaviza y bloquea al ser humano es lo que en la


espiritualidad judía se denomina “PECADO”, algo que rompe la
relación con el Dios de la vida; una situación de la que el hombre por sí
mismo no puede salir. Además, una casuística endiablada, que se había
creado y fomentado, hace prácticamente imposible el “camino de vuelta”,
para la criatura, a ese Dios que ofrece un proyecto de salvación.

Hasta tal punto se llevó a cabo esta dimensión, que toda enfermedad era
consecuencia del pecado personal y, cómo no, oculto. De ahí que sólo
Dios podía liberar de esta situación. Cuanto peor fuera la enfermedad o la
limitación que fuere, tanto mayor era el pecado oculto que lo “explicaba”.
De ahí que los maestros de la Ley lo tenían claro: sólo Dios puede
“perdonar los pecados” y nadie puede arrogarse ese poder liberador de
Dios.

Aquí llegamos al relato evangélico que hoy se nos propone para nuestra
contemplación y donde descubrimos los diversos elementos que vemos a
través de la historia de Israel. Lo que ocurre es que aquí, Jesús de Nazaret
se identifica con Dios y su proyecto, y, por lo tanto, asume el poder de
perdonar en nombre de ese mismo Dios. ¡Algo grande y profundamente
diferente está ocurriendo en estos momentos!

Pero los maestros de la Ley, que están presentes en este relato y, además,
en un clima de discusión con Jesús sobre este poder de perdonar los
pecados, enseguida llegan a la conclusión de que aquí se está
produciendo una terrible BLASFEMIA, porque ese poder sólo lo tiene
Dios o… ¿acaso es que Jesús se atribuye algo que no le corresponde
para nada y se presenta como la presencia del Dios que desbloquea al
hombre y le libera de sus “parálisis” más vitales y profundas? He aquí
la cuestión de fondo.

Ellos están tan bloqueados que no son capaces de descubrir en el


Maestro de Nazaret esa NOVEDAD de la que es portador en nombre del
mismo Dios. Ahora bien, aquel pobre paralítico y los que lo llevan a
Jesús están ABIERTOS a esa novedad, y un nuevo horizonte se abre en
su vida, no precisamente por la curación que se produce, sino porque
Jesús CURA al hombre desde la misma raíz de su ser, allá donde se
producía el bloqueo y la parálisis que le impedía aceptar el proyecto de
vida de Dios y caminar en la nueva propuesta.

Nos acercamos al relato mismo y tratamos de intuir cuanto ahí se nos


está ofreciendo e, incluso, proponiendo para nuestra vida. Sin ideas
prefijadas y con una actitud abierta, nos unimos al grupo que participa de
este relato evangélico.

A LA LUZ DEL EVANGELIO

EVANGELIO: Mateo 9, 1-8

En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue
a su ciudad. Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla.
Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico:
- «¡Animo, hijo!, tus pecados están perdonados».

Algunos de los letrados se dijeron:


- «Éste blasfema».
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo:
- «¿Por qué pensáis mal? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados
están perdonados”, o decir “Levántate y anda”? Pues para que
veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para
perdonar pecados…, dijo dirigiéndose al paralítico: “Ponte en pie,
coge tu camilla y vete a tu casa”».
Se puso en pie, y se fue a su casa.

Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a


los hombres tal potestad.

HOY Y AQUÍ

Con las anotaciones que se nos han ofrecido en esa “Mirada a la vida”, no
nos va a resultar complicado descubrir lo que está en la base de este
relato y de este ENCUENTRO para con el enfermo, y de
“desencuentro” para con los maestros de la Ley, aquellos que se
consideraban los portavoces de Dios. ¡Paradojas de la vida!

De nuevo, lo primero que descubrimos es el ESTILO de Jesús, su


sensibilidad para con los necesitados. Un Jesús que, antes que nada, sabe
descubrir las actitudes vitales de las personas. Así, aprecia una
capacidad singular en el enfermo y paralítico, quien -lógicamente- es
llevado en una camilla. Jesús descubre en aquel pobre un deseo sincero
de ENCONTRARSE con el Maestro de Nazaret, porque está
convencido de que él puede liberarle de cuanto le bloquea y le paraliza,
y es que no es posible olvidar que la enfermedad se “entendía” y
“explicaba” que era como consecuencia del pecado.

Por eso, Jesús le ofrece, antes que nada, lo que según la Ley, le margina
del todo: “¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados”. Todos los
presentes saben que este poder sólo pertenece a Dios. Pues Jesús se lo
ofrece al enfermo, como respuesta a su fe y la de los que lo llevaban.
Dios, ante la criatura que se abre con sincero corazón a su don, le ofrece
siempre lo mejor. Pero “CURA” desde la misma raíz, porque lo que
realmente paraliza y bloquea al ser humano es ese “pecado” que le
impide aceptar el proyecto de Dios y seguir su camino.

Jesús, pues, le da capacidad de acoger a Dios, aunque sea


“trasgrediendo” la Ley, ya que el proyecto de Dios es otro bien diferente, y
Jesús es portador de ese don de Dios y lo realiza con toda su vida y sus
palabras. Aquí está la novedad profunda de Jesús, y la ofrece a cuantos
desean ENCONTRARSE con él.

Pero Jesús también descubre la actitud de los maestros de la Ley,


quienes enseguida emiten el veredicto, llevados por su “ceguera”: “Éste
BLASFEMA”. Así de sencillo. Resulta que el paralítico es liberado de lo
que le esclaviza, y los maestros de la Ley, que se sienten sanos, son los
que realmente están enfermos porque están “ciegos” y no ven esa
presencia de Dios que se da en Jesús y que renueva todas las cosas;
prefieren quedarse anclados en la Ley, en el mero cumplimiento. Al
contrario, el paralítico, con su actitud, se abre al don de Jesús y todo él es
transformado y… ¡de qué manera!

Ahora aquel “enfermo” es capaz de acoger la orden que sale de Jesús y


de su fuerza sanadora, cuando se abre plenamente a él: “Ponte en pie,
coge tu camilla y vete a tu casa”. Todo él esta ya preparado para acoger
el DON EN PLENITUD que Dios ofrece en la persona de Jesús a
cuantos lo desean y le buscan con sencillez de corazón. Dios no sólo
“perdona”, sino que transforma desde dentro al que se abre a Él.

Y otro dato más: es curioso que lo que los maestros de la Ley no son
capaces de percibir, la gente sencilla sí que lo capta: “La gente quedó
sobrecogida y alababa a Dios”. Una vez más, se repite la historia: los
sencillos, los que no cuentan están abiertos y desean lo que los
“oficialmente piadosos” ni lo huelen. Efectivamente, el Evangelio es
Buena Nueva para los marginados (por tantas cosas), mientras que a
quienes les “tocaba” estar atentos para con ese Dios… están profundamente
despistados y quedan al margen.

HOY y AQUÍ, nosotros, tenemos que interrogarnos dónde nos


encontramos, si en el grupo del enfermo y paralítico, de los que le
trasladaban entre la gente del pueblo, o… en el grupo de los maestros de
la Ley. La cuestión no es banal, sino profundamente decisiva: los primeros
se ENCUENTRAN con Jesús y todo queda transformado en su vida;
los segundos, al contrario, quedan bloqueados del todo y envenenados
en su autosuficiencia; éstos no sienten ninguna necesidad de ser salvados,
ni de que nadie les “perdone su pecado”; y no precisamente porque no lo
tengan, sino porque están ciegos y por eso, no ven su propia situación de
bloqueo y de destrucción.

Este ENCUENTRO nos está sugiriendo muchas cosas y muy concretas


para nosotros, que hemos aceptado la NOVEDAD que ofrece Jesús. El
encontrarse con él, es apostar por una nueva realidad y una nueva
vida, porque él la sigue ofreciendo, también HOY y AQUÍ. Está en
nuestras manos el aceptar o no esa nueva realidad que emana de él.
¿Está claro?

Por otro lado, sólo quien se ha ENCONTRADO con él, podrá hacer de
“camillero” (como en el relato evangélico) que lleva a Jesús a quienes se
sienten paralíticos, bloqueados por cualquier causa. ¡He aquí el secreto!
Si no hay encuentro, no sabremos lo que significa y supone y, por eso
mismo, no lo ofreceremos a los demás, acaso aquellas personas que
también lo desean, pero que no aciertan en el “modo”.

¡Ojalá seamos unos buenos “camilleros” que llevan a sus hermanos/as


a Jesús, aquel que puede transformar sus vidas!

ORACIÓN

Padre, inmensamente misericordioso y bueno.

Si fuéramos conscientes de cuánto nos amas,


estaríamos llenos de felicidad
y la paz nos inundaría plenamente.
Y, además, al llamarte “Padre nuestro”,
nos sentiríamos hermanos y hermanas
de cuantos nos encontramos en el camino,
especialmente de los más débiles y marginados.

Concédenos, Padre, tu mismo Espíritu,


para que cuanto nos revelas en Jesús,
tu misericordia y tu amor,
lo podamos compartir con los más necesitados,
para que te sientan como el Dios de sus vidas,
el Dios que salva y que acoge sin límites.

Así, nosotros nos convertiremos en los “camilleros”


que ayudan a sus hermanos y hermanas
a ENCONTRARSE con Jesús
y con cuanto en él nos concedes, que es mucho y bueno,
de forma que cuanto has hecho con nosotros,
lo podrás realizar, también, en cuantos se encuentran con él.

PLEGARIA

ORACIÓN DESDE LA FRAGILIDAD

Caminaré siempre en tu presencia


por el camino de la vida.

Te entrego, Señor, mi vida, hazla fecunda.


Te entrego mi voluntad, hazla idéntica a la tuya.

Caminaré a pie descalzo,


con el único gozo
de saber que eres mi tesoro.

Toma mis manos, hazlas acogedoras


Toma mi corazón, hazlo ardiente.
Toma mis pies, hazlos incansables.
Toma mis ojos, hazlos transparentes.
Toma mis horas grises, hazlas novedad.

Hazte compañero inseparable de mis caídas y tribulaciones.


Y enséñame a gozar en el camino
de las pequeñas cosas que me regalas,
sabiendo siempre ir más allá,
sin quedarme en las cunetas de los caminos.

Toma mis cansancios, hazlos tuyos.


Toma mis veredas, hazlas tu camino.
Toma mis mentiras, hazlas verdad.
Toma mis muertes, hazlas vida.
Toma mi pobreza, hazla tu riqueza.
Toma mi obediencia, hazla tu gozo.
Toma mi nada, haz lo que quieras.
Toma mi familia, hazla tuya.
Toma mis pecados.
Toma mis faltas de amor,
mis eternas omisiones,
mis permanentes desilusiones, mis horas de amarguras.

Camina, Señor, conmigo;


acércate a mis pisadas.
Hazme nuevo en la donación,
alegría en la entrega
gozo desbordante al dar la vida,
al gastarse en tu servicio.
AMÉN.

CANTO

EL AMOR ES NUESTRO CANTO

El amor es la palabra limpia que hace vivir,


es el fruto de la tierra buena y es sufrir,
es decirle al hermano pobre: sólo no estás.
No dejes que pase tu tiempo sin más.

EL AMOR ES NUESTRO CANTO A LA VIDA QUE SE DA


Y QUE ESPERA UN AMANECER EN LA VERDAD.
EL AMOR ES NUESTRO CANTO A LA VIDA QUE SE DA
Y QUE ESPERA UN AMANECER EN LA VERDAD.

El amor es el regalo eterno que nos da Dios,


es tener el corazón abierto y es perdón.
Es la fe y la esperanza cierta del más allá.
No dejes que pase tu tiempo sin más.

El amor es un camino largo y sin final,


es la luz que inunda sombras en la oscuridad,
es la vida que nos brinda un tiempo de oportunidad.
No dejes que pase tu tiempo sin más.
(Grupo Kairoi – Disco: “Y AHORA, SEÑOR” – Ed. Musical PAX)

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