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Resumen.
En la antigüedad la filosofía era apreciada como un saber terapéutico, cuya finalidad consistía
en el alcance de la sabiduría. Para los griegos “el amor a la sabiduría” integraba una parte
conceptual que influía en el ser con una forma de afrontar la vida por medio de las reflexiones
sobre el mundo, buscando también una vida plena y llevadera. A través del tiempo, la labor
filosófica ha sido relegada y medida a partir del conocimiento teórico, permeando una
conducta del ser hacia la transformación de su forma de vida, finalidad concebida desde los
inicios de este saber. Por ello, este trabajo exalta desde los antiguos (Heráclito y Epicteto) y
filósofos de nuestra era (A. Schopenhauer y F. Nietzsche) una visión de mundo que expresa
un conocimiento en pro de afrontar la vida. Este camino hacia la sabiduría se expresa no
solamente para el campo entendido en filosofía sino también como un saber para aquel en
busca de una transformación espiritual y un despertar interior.
Heráclito y Epicteto donde se evidencia una concepción para la vida. También, se siguen los
comprender el camino de la transformación del ser humano, siendo este un aporte importante
Varios son los cuestionamientos que han motivado esta investigación: ¿Es posible
hablar de una filosofía como saber universal? ¿Se puede pensar actualmente la filosofía como
selecto grupo de estudiosos? ¿La labor de la filosofía debe ser meramente conceptual? ¿puede
concepto de filosofía como ejercicio espiritual cuyo fin es la sabiduría expuesto por Pierre
Hadot a lo largo de su texto “Ejercicios espirituales y filosofía antigua” donde esboza una
reducción de la materia a ser un saber meramente teórico. De esta manera, puede considerarse
que la filosofía tomada como ejercicio espiritual conservaba una labor no solamente
conceptual, sino también de transformación del ser, de despertar. “La filosofía era
considerada de este modo ejercicio del pensarniento, de la voluntad y del ser entero, con el
cuyo trayecto permite al ser forjar su visión de mundo. “[…] supone una manera de estar en
el mundo, una manera que debe practicarse de continuo y que ha de transformar el conjunto
de la filosofía por medio del acercamiento hacia la visión filosófica de los antiguos y la
manera en que esta era concebida y según su finalidad, se permitirá reconocer la importancia
del saber filosófico encaminado hacia la transformación y a forjar el carácter del ser humano
Teniendo en cuenta lo anterior, hay que dejar claro también que la búsqueda a lo largo
de la historia de una filosofía para la sabiduría, es también encontrarse con un saber común
o universal, destinado a todos los seres humanos, es decir, que se ve reflejado en las
situaciones presentes a lo largo de la existencia en el mundo. Esta labor hacia un saber común
o universal, desprovista de la jerga compleja y elitista con la que actualmente cuenta el campo
que son comunes en la existencia; como la existencia es algo común al ser, es extraño
entonces comprender el por qué a partir del lenguaje los saberes universales son reservados
para el ámbito de los intelectuales en filosofía. “La Antigüedad entiende la filosofía como un
En Heráclito puede identificarse una filosofía mística, cuya afinidad con los
Heráclito conlleva a un despertar del ser, a una reflexión individual y a la comprensión del
mundo por medio del Logos. Lo que comparte Heráclito a la sabiduría además de la
en su forma de vivir, reafirma la concepción de filosofía como saber común y universal, que
enaltece el sentido común de los filósofos griegos. Es para Heráclito un ejercicio espiritual,
y teniendo en cuenta los preceptos estoicos, tiene una visión ética del mundo, aportando
también una filosofía relacionada con la forma de vivir. Su filosofía es relevante para este
antigua.
Para Hadot a lo largo del tiempo el concepto de filosofía como saber terapéutico iba
hipótesis sobre determinado tema. “La filosofía antigua propone al hombre un arte de vivir,
al contrario que la moderna, que aboga en primer lugar por la construcción de: un lenguaje
filosofía vitalista, donde sus ideas se encuentran ancladas a lo que observan en su contexto y
Teniendo en cuenta la explicación anterior, este trabajo se sigue del siguiente orden:
la filosofía del despertar comenzando con Heráclito, luego, máximas para ser feliz a partir de
filosófico transformador.
1. Capítulo tercero. Más allá del pesimismo: Schopenhauer
El ser humano se rige por la voluntad, donde las acciones de este están determinadas
por los motivos generados por dicha voluntad, es decir, nuestros actos no son libres ya que
se encuentran atados a lo que la naturaleza establece. En esta concepción filosófica
influenciada por la filosofía kantiana y la visión de mundo de religiones originarias del
mundo oriental, lo que concebimos como cosas del mundo, vienen a ser meros fenómenos,
es decir, lo que en realidad existe es una representación del mundo.
Como la voluntad es la cosa en sí, la sustancia, la esencia del mundo y como la vida, el mundo
visible, el fenómeno no es más que el espejo de aquella, infiérese de ahí que la vida
acompañará a la voluntad tan inseparablemente como la sombra al cuerpo. La vida está, pues
asegurada al deseo de vivir por todo el tiempo que éste exista en nosotros, y no debemos
apenarnos por nuestra existencia, ni aun bajo el aspecto de la muerte. (Schopenhauer, 1985,
págs. 98, 99)
La parte que prima en este capítulo tiene que ver con los escritos posteriores de
Schopenhauer y la recopilación de aforismos realizada por los estudiosos de su filosofía. En
este caso, su obra Parerga y paralipómena, El arte de ser feliz, sin discriminar algunos puntos
clave de su obra capital (El mundo como voluntad y representación), los cuales brindan los
insumos para reconocer el valor espiritual de esta filosofía, permitiendo una lectura general,
donde sea posible encontrarse con ideas que van más allá de la jerga filosófica y que traten
cuestiones que son comunes a todos los seres humanos.
Los temas a tratar en este capítulo son de orden común o universal, demostrando la
intención transformadora de la filosofía y la unidad teórico – práctica, donde lo conceptual
pueda verse reflejada en sucesos en los cuales participan los seres humanos en general y que
son relevantes para algo que pertenece a todo ser humano: la vida.
3.1. La sabiduría de la vida
Aunque, para el filósofo alemán hablar de estos temas va en contra de su obra capital
(El mundo como voluntad y representación), Schopenhauer reconoce que al haber hablado
sobre el mundo basado en el dolor, en sus anexos, es posible dar algún consejo sabio sobre
la manera en la cual puede hacerse soportable la existencia, por ello, son provechosos estos
aforismos, cuya utilidad permitirán forjar un carácter ante la vida. Sobre el tema en cuestión
afirma Schopenhauer:
[…] yo digo que la diferencia en la suerte de los mortales se puede reducir a tres
determinaciones fundamentales:
Lo que uno es: es decir, la personalidad en sentido más amplio. Luego se concibe ahí la salud,
la fuerza, la belleza, el temperamento, el carácter moral, la inteligencia y su formación.
Lo que uno tiene: es decir, propiedades y posesiones en todos los sentidos.
Lo que uno representa: con esta expresión se entiende, como es sabido, lo que uno es en la
representación de otros, es decir, cómo es representado por ellos. Consiste, por lo tanto, en
su opinión sobre él, y se divide en honor, rango y fama. (pág. 333)
Estos serán los puntos a tratar a lo largo de este capítulo, siguiendo una a una las
indicaciones y razonamientos de Schopenhauer. Desde que se comienza a realizar la
clasificación anterior, el filósofo alemán expone que tales bienes son los determinantes de
nuestra conducta ante la vida y que pertenecen al contacto que es natural entre los seres
humanos y que se basa a su vez en las posesiones, en el rango, en la inteligencia y otros. Aun
así, la recomendación de Schopenhauer es clara:
[…] y desde luego, está claro que lo principal para el bienestar del hombre e incluso para
todo el modo de su existencia es lo que reside y sucede en sí mismo. Aquí, en efecto, se halla
inmediatamente su interno bienestar o malestar, que es ante todo el resultado de su sentir,
querer y pensar; mientras que todo lo que se encuentra fuera tiene ahí un influjo meramente
indirecto. (2009, pág. 334)
Cada ser humano llevado por ese influjo indirecto del exterior, forja su visión de
mundo; cada quien afronta la vida de manera distinta, teniendo en cuenta la capacidad en que
afronta los acontecimientos de la existencia además de cómo los interpreta. A partir de esto
algunas personas llaman a los otros “afortunados” juzgando por las circunstancias que se le
han presentado en la vida, haciendo juicio por lo beneficioso de esto y no por el carácter con
el que dicha persona ha afrontado la situación presentada. “El mundo en que cada uno vive
depende ante todo de cómo lo conciba, y por eso se ajusta a la diversidad de las mentes: en
función de ella resultará pobre, trivial y superficial, rico, interesante y significativo”.
(Schopenhauer, 2009, pág. 334) Por ello la forma en que se afronte la vida y la visión de
mundo del ser, serán fundamentales para el aprovechamiento de las situaciones, como
también a la superación de los obstáculos presentes en la existencia. Ese carácter con que se
afronta la vida se rige por lo empírico es decir, el contacto con el exterior, además del
razonamiento individual y los motivos que existan de por medio para la toma de una decisión,
donde es posible hacer una elección correcta e incorrecta teniendo en cuenta la estructura y
agudeza de este carácter.
Mientras que, por ejemplo, alguno envidia a otro por los interesantes acontecimientos con
que se ha topado en su vida, más bien debería envidiarle por las dotes de captación que dieron
a aquellos acontecimientos la relevancia que tienen en su descripción: pues el mismo
acontecimiento que en una mente aguda se presenta tan interesante, captado por una trivial
mente vulgar, no sería más que una insulsa escena de la vida cotidiana. (pág. 334)
Explicado lo anterior, se analizará cada uno de los bienes materiales que determinan
la visión de mundo y la manera en que se afrontan las circunstancias de la existencia, en el
siguiente orden: lo que uno es, lo que uno tiene y lo que uno representa.
3.1.1. Lo que uno es
Este apartado hace mención sobre lo que es el ser humano, teniendo en cuenta que
este posee una individualidad, en la cual, considera Schopenhauer se puede concebir una
existencia llevadera. Cuando se hace alusión a esa individualidad es posible entender aquello
que por medio de la introspección se sabe que brinda felicidad y en las circunstancias
escabrosas de la existencia permite tener un carácter definido y claro sobre dichas
situaciones. “[…] Lo que uno se encuentre y suceda en la vida importa menos que el modo
en que lo sienta, es decir, el tipo y el grado su sensibilidad en todos los respectos”
(Schopenhauer, 2009, pág. 341)
Así pues debemos abrir las puertas a la alegría allá donde se presente, pues nunca llega en
mal momento, en vez de, como hacemos a menudo, vacilar en permitirle la entrada porque
queremos saber primero si tenemos en todo respecto causa para estar contentos […] la alegría
es una ganancia inmediata. Sólo ella es, por así decirlo, el dinero en efectivo de la felicidad
y no, como todos los demás, la simple letra de cambio; porque solo ella hace inmediatamente
feliz en el presente. (pág. 342)
Los medios para ello son, como es sabido, evitar los excesos y desórdenes, todas las
emociones violentas y desagradables, como también todo esfuerzo intelectual excesivo o
demasiado sostenido; dos horas diarias de movimiento rápido al aire libre, muchos baños
fríos y medidas dietéticas parecidas. […] la vida consiste en el movimiento y tiene su esencia
en él. (pág. 343)
Otro de los factores por los cuales la alegría en el ser humano se ve troncada, es el
aburrimiento; esto se debe al anteponer la posesión de bienes materiales, aquello que es
sensorial, sobre la búsqueda de la tranquilidad espiritual, aquella energía interior que se
encuentra en cada ser. En el exterior el ser humano consigue entretenimiento, saciar el
aburrimiento, lo cual conlleva en la mayoría de los casos al derroche y a la pobreza interior;
cuando se es pobre internamente, es necesario el consuelo y la búsqueda de iguales. “El vacío
de su interior, lo insustancial de su conciencia, la pobreza de su espíritu, les impulsan a la
sociedad, que está formada por otros como ellos; porque a lo igual le complace lo igual”
(pág. 339)
Así pues, lo que uno tiene en sí mismo es lo esencial para su felicidad en la vida. Solo porque
eso es de ordinario tan exiguo, es por lo que la mayoría de quienes están más allá de la lucha
contra la necesidad, se sienten en el fondo tan infelices como los que están aún envueltos en
ella. […] Entonces se realiza una persecución común de la diversión y el entretenimiento,
que se busca ante todo en los placeres sensoriales, en el esparcimiento de todas clases, y,
finalmente, en los vicios. […] Un joven fue traído al mundo rico por fuera pero pobre por
dentro, y se afana en vano por suplir la pobreza interior con la exterior, pretendiendo recibirlo
todo de fuera. (pág. 339)
Por último, en cuanto a la belleza, Schopenhauer considera que esto ayuda mucho en
cuanto a lo que se refiere la opinión de los otros y la acogida de la sociedad; con ella hay una
apertura hacia el ser agraciado, donde la alegría tendría que ver con el grado de aceptación
por parte de los demás. En la belleza también puede darse el derroche y el vicio, donde la
preocupación estética puede llegar a tomar decisiones extremas y que atentan contra la salud
y la integridad de este ser humano. No es conveniente entonces pensar en la belleza como
una forma para llegar a un buen estado de ánimo, debido a que al ser una cuestión de
aceptación externa, requiere siempre de un reconocimiento independiente a nuestra
interioridad, lo cual llevará a la alimentación del ego.
a. La riqueza interior es la máxima para una existencia alegre, aquel que se conoce
internamente tendrá la capacidad de afrontar las situaciones presentes en la existencia
con sabiduría y prudencia.
b. La felicidad debe ser comprendida como momentos alegres. Ser feliz en el mayor
grado posible significa comprender que no hay felicidad completa; el
aprovechamiento de los momentos alegres determinarán el humor y su manera de
afrontar las circunstancias del presente.
c. Es conveniente abstenerse de las cosas exteriores con el fin de evitar malestares
innecesarios, al igual que la soledad, con el fin de no dejarse influenciar de la opinión
de algunos que son pobres internamente.
d. El presente es la máxima de la existencia, el paso y el futuro hacen parte de lo que se
fue y será; es por esto que debe prestarse atención a lo momentos alegres que brinda
el día a día, evitando remordimientos y sufrimientos por cosas que sucedieron o que
no hay certeza de que sucedan.
e. El aburrimiento es la razón por la cual el ser humano cae en el vicio, en la desgracia
y el derroche. Por las ganas de saciar el malestar recurriendo al entretenimiento
excesivo, no hay una medida de los actos.
f. La salud es un punto clave para el disfrute alegre de la vida. . De ella, en la mayoría
de los casos surge el buen ánimo y la disposición para habitar en el mundo.
g. La belleza brinda momentos alegres, pero, requiere siempre de la opinión de los otros,
es decir, de lo externo, de la aprobación.
Lo anterior tiene que ver también según la condición social del ser humano, donde
las posesiones y el deseo por la adquisición de otras cosas exteriores, se presenta mayormente
en aquellos de buena familia. En cambio, aquel que vive en la pobreza se preocupa por lo
necesario, que le permitirá subsistir y es conforme con ello. Aquel que es rico no es conforme
con lo que posee, por ello basa su existencia en la persecución de lo que desea agregar a sus
posesiones. Busca todos los medios posibles (los cuales pueden ser inmorales en algunos
casos) para alcanzar sus fines. La alegría en este surge con la acumulación de bienes. Como
dice Schopenhauer: “La riqueza se parece al agua de mar: cuanto más se bebe de ella, más
sediento se está”. (Schopenhauer, 2009, pág. 364)
Por medio de la riqueza el ser humano obtiene respeto y admiración; siendo esta una
máxima para la humanidad, los esfuerzos por obtener de manera constante posesiones, es por
esto que aquel que es rico vive siempre insatisfecho ya que busca siempre un motivo para
pretender nuevas cosas, lo cual lo hace sentir poderoso e importante. Sobre esto hace mención
Schopenhauer: “la fuente de nuestra insatisfacción se halla en los intentos siempre renovados
de elevar el factor de las pretensiones dentro de la inmovilidad de otro factor, que lo impide”
(pág. 364) En el caso de que el rico pierda lo que posee, le costará reponerse; abrumado por
el destino que le ha tocado, pensará siempre en lo que tuvo y en tenerlo nuevamente
descuidando el presente.
[…] El hecho de que tras haber perdido la riqueza o el bienestar, y una vez superado el dolor
inicial, nuestro ánimo habitual no resulte muy diferente del anterior se debe a que, después
de que el destino ha disminuido el factor de nuestra posesión, nosotros mismos reducimos en
gran medida el factor de nuestras pretensiones. Pero esa operación es lo realmente doloroso
en un caso de desgracia: una vez ejecutada, el dolor se hace cada vez menor y al final deja de
sentirse: las heridas cicatrizan. A la inversa, en un caso de fortuna, el compresor de nuestras
pretensiones se levanta y estas se extienden: ahí se encuentra la alegría. Pero esta tampoco
dura más hasta que esa operación se ha efectuado por completo: nos acostumbramos a la
medida incrementada de nuestras pretensiones y nos volvemos indiferentes hacia la posesión
correspondiente a ella. (pág. 364)
Finalmente, Schopenhauer clarifica que aquellos que han contado con la buena
fortuna del dinero y de las posesiones alcanzará su máximo valor en la buena utilidad que se
le dé a estos bienes; es natural que se presente el derroche y el desorden cuando se tiene
riquezas, empero, una mente lúcida, cuya interioridad prima ante los influjos de la voluntad
y sus fenómenos, podrá vivir de su genialidad y dedicarse a buscar aportar algo al bien
común, a crear una gran obra, pues saciadas todas sus necesidades, es posible dedicar la
mayoría de su tiempo al trabajo intelectual. En cambio, aquel que ha tenido que existir en
medio de la pobreza, teniendo en cuenta que su necesidad es mucho mayor que aquello que
desea, está forzado al trabajo, con el fin de sostener en la mayoría de los casos a su familia,
y por ende, en igual medida de casos está privado de la labor intelectual.
[…] pero, la fortuna de la familia alcanzará su máximo valor cuando recae sobre alguien que
está dotado de capacidades espirituales de tipo superior y tiene aspiraciones que no se llevan
bien con el lucro: pues entonces está doblemente dotado por el destino y puede vivir de su
genio: pero saldrá centuplicada su deuda con la humanidad produciendo o que ningún otro
puede y creando algo que la beneficia en su conjunto y que redunda en su honor. (pág. 368)
La opinión es la máxima para entender lo que uno representa. El ser humano se basa
en lo que los otros tienen que decir sobre él, donde la alegría surge a partir del criterio que se
tiene sobre la manera de obrar, si es bien parecido, por las posesiones y otros. Siente la
necesidad de los halagos, de ser reconocido.
Con frecuencia los signos de aprobación ajena le consuelan de la desgracia real o de la escases
con la que con la que fluyen para él las dos fuentes principales de nuestra felicidad de las que
hemos tratado: y, a la inversa, es asombroso cómo toda ofensa a su ambición en cualquier
sentido, grado o respecto, todo menosprecio, humillación o falta de respeto, le mortifican de
manera indefectible y con frecuencia le duelen hondamente. (2009, pág. 370)
En cuanto a la asimilación de la opinión en tanto positiva o negativa, es recomendable
“moderar aquella sensibilidad ante la opinión ajena, tanto cuando halague como cuando
duela: pues ambas cosas penden del mismo hilo” (pág. 371), esto evitará que nuestro estado
de ánimo alegre esté determinado por las palabras de los otros. El criterio individual se ve
trancado por la percepción de los otros; aquel que cohabita con lo que es para los otros, adopta
estos conceptos y los hace parte de lo que es.
[…] En cambio, el lugar de lo que somos para los demás es la conciencia ajena: es la
representación bajo la cual nosotros aparecemos en ella junto a los conceptos que se le
aplican. […] pues nuestra naturaleza animal es en general la base de nuestro ser y, por lo
tanto, también de nuestra felicidad. (págs. 371, 372)
3.1.3.1. El rango
A partir del rango, el ser humano busca ser reconocido, ser premiado por sus acciones,
por lo que en apariencia es. Las condecoraciones, los elogios y el aplauso son para él
evidencia de este reconocimiento. Entre mayor sea el número de condecoraciones y adeptos,
mayor será el respeto de las masas para con este individuo. “Las condecoraciones son letras
de cambio libradas a la opinión popular: su valor se basa en el crédito del librador”
(Schopenhauer, 2009, pág. 378)
Su conducta es intachable al igual que sus ideales; éste se siente mejor que los otros
y para aquellos éste es el mejor. La persona que se rige por el rango para ser feliz, en el
momento en que cometa un error, será juzgado gravemente por la sociedad que lo adulaba,
llegando difícilmente a recuperar su posición aun cuando conserva dichas condecoraciones.
“Ahí encuentro yo totalmente acuerdo gritar a la masa con una cruz o una estrella en todo
tiempo y lugar: ¡Este hombre no es igual a vosotros: él posee méritos!”. (pág. 378)
Cuando se cuenta con un rango superior, existe la necesidad de presentar siempre una
evidencia de las acciones que dan valor a dicho estatus. Es por ello que el portal cierto
símbolo lo hace diferente a los otros; por lo tanto este es enaltecido a partir del peso de sus
condecoraciones. Al igual que las posesiones existe la necesidad de maximizar ese honor, y
cuando no se logra, la impotencia lleva a la infelicidad, como también a la inmoralidad por
cumplir su deseo de crecimiento.
Comprendido este punto, se hablará del significado del honor, como la medición de
nuestro valor y la manera en que es asimilado el calificativo que se le da a éste. “Mucho más
difícil y extensa que la del rango, es la dilucidación del honor”. (pág. 378)
3.1.3.2. El honor
Se entiende por honor, desde un punto de vista objetivo como el calificativo que se le
otorga al valor de una persona. Es decir, la observación de sus acciones honorables
determinará su grado de valor. Desde un punto de vista subjetivo, el honor representa el
interés que produce lo que los otros piensen de él. Por lo tanto, aquel que posee el honor es
respetado y representa para los otros un modelo a seguir. En la práctica de los actos
honorables, existe para Schopenhauer de por medio un “empeño por ser considerado un
miembro idóneo de la sociedad, es decir capaz de participar como hombre apto” (2009, pág.
379).
De las distintas relaciones en las que se puede encontrar el hombre con los demás y
con respecto a las cuales ellos han de profesar confianza en él, es decir, una cierta
buena opinión, nacen distintas clases de honor. […] A ellas corresponde el honor
civil, el honor de cargo y el honor sexual, cada uno de los cuales tiene a su vez nuevas
clases. (págs. 379, 370)
Cuando se refiere al honor civil, tiene que ver con los derechos de los demás, es decir,
aquel que posee este tipo de honor basa el alcance de sus fines en medios que no sean
ilegítimos y que atenten contra dichos derechos. A partir de este honor es posible tener una
relación sana y amena con los demás. Este se pone en tela de juicio en el momento en que se
atente contra el ideal del bien común.
En cuanto al honor de cargo, consiste a la labor a la que una persona se dedica, siendo
medido su honor en cuanto cumpla con sus labores. Está atado a la opinión de sus jefes,
compañeros de trabajo o la familia siendo estos lo que pueden determinar si en realidad una
persona es laboriosa o no.
Como conclusión, el honor al tener que ver con la opinión tienen los demás sobre
nuestras acciones, no es un camino para alcanzar la felicidad, ya que, se requiere de la opinión
de los otros, determinando siempre lo que representa a través del juicio ajeno, de una
conciencia que no le pertenece. “El honor no tiene absolutamente nada que ver con lo que el
hombre es en y para sí mismo” (pág. 389)
3.1.3.3. La fama
Se dice de una persona famosa aquel que es reconocido por sus logros u obras
realizadas. El ser famoso está anclado a la opinión de los otros y en “lo que uno es en
comparación con los demás (Schopenhauer, 2009, pág. 413). Al igual que los otros tipos de
lo que uno representa, este tampoco aporta hacia la verdadera plenitud, hacia el estado alegre.
De esta se desprenden sentimientos como la envidia, y el deseo ansioso de ser cada vez más
popular. Cuando se es famoso, no hay paso para el conocimiento interior, ya que la
personalidad y el estado de ánimo dependerán en gran medida del aprecio de los otros. Pero,
aun así, el famoso no siente la necesidad de brindar un bien a los otros, por el contrario, ellos
le deben pleitesía por su talento.
Así pues, mientras que el honor por lo regular encuentra jueces justos y ninguna envidia lo
ataca, siendo incluso adjudicado de antemano a crédito, la fama, a pesar de la envidia, ha de
alcanzarse luchando; y el laurel lo otorga un tribunal claramente desfavorable. Pues el honor
podemos y queremos compartirlo con todos: la fama es restringida y obstaculizada por todos
los que la alcanzan. (pág. 412)
A diferencia del honor, aquel que es famoso tiene como preocupación la preservación
y crecimiento de su fama, sin importar sus acciones posteriores a la fama; en cambio, el que
posee el honor puede perder fácilmente su condición, teniendo en cuenta que a este se le
enjuicia por cualquier acción que atente contra su condición honorable. A esto dedica las
siguientes palabras Schopenhauer:
La fama es tan difícil de alcanzar como fácil de conservar. También aquí se opone al honor.
Este se concede a cualquiera, incluso a crédito: él solo tiene que preservarlo. Más ahí está la
tarea pues una sola acción indigna hace que se pierda de forma irrecuperable. La fama en
cambio, nunca se puede perder: pues el hecho o la obra por los que se alcanzó se mantienen
firmes para siempre y su fama permanece ligada a su autor aunque no añada ningún otro.
(pág. 413)
La fama entonces está anclada a un grado de popularidad, pero aquel que la posee
conservará el reconocimiento por aquello que lo llevó a ese estado. Aunque, habría que
distinguir entre la fama duradera y aquella que es pasajera. Como la fama se mide por grado
de popularidad y el reconocimiento, hay algunos que logran acciones brillantes que perduran
y logran ser populares para un gran número de personas que transmiten la idolatría hacia ese
que es famoso entre aquellos que integran su contexto; esto se conoce como fama duradera;
en cambio, algunos hacen acciones cuya relevancia es momentánea, donde se reconoce su
talento por unos cuantos, y estos no tienen preocupación alguna en seguir subiendo el grado
de su popularidad, se le conoce como fama pasajera.
Para concluir este punto, es suficiente con decir que aquello que uno representa puede
proporcionar una felicidad superflua, que no depende del individuo en tanto a sí mismo, ya
que está determinado por aquello que los otros consideran sobre él, el grado de popularidad
y de reconocimiento. La labor introspectiva tiene los matices de una conciencia ajena,
dejando de lado la relevancia de aquello que uno es.
Ahora, se tratará la manera de pensar y actuar a través del paso de los años, sobre el
apartado escrito por Schopenhauer titulado: “De la diferencia de las edades en la vida” (pág.
491)
3.2. De la diferencia de las edades en la vida
En la niñez las necesidades son pocas al igual que las relaciones, en esta edad la
interacción con el mundo tiene un sentido exploratorio, es en esta edad donde el cerebro
comienza a desarrollarse y para este las cosas que se aprenden cada día lo sorprenden y
son novedosas. Cada acontecimiento de la vida se presenta como nuevo ante los ojos del
niño. En esta etapa se va desarrollando la visión de mundo, la cual se va fortaleciendo
con la edad, como se ha dicho, el temperamento a medida que pasan los años se va
transformando.
En efecto, la vida, en toda su significación se presenta ante nosotros aún tan nueva, tan fresca,
sin que sus impresiones se hayan embotado por la repetición, que nosotros, en medio de
nuestra actividad infantil, de forma callada y sin una clara intención estamos siempre
ocupados en captar las escenas y acontecimientos individuales la esencia de la vida misma y
los tipos fundamentales de sus formas y representaciones. (pág. 492)
Schopenhauer llama a su obra los “anexos”, donde escribe tanto para el lector de
filosofía como para cualquiera que se interese por buscar algún consejo para ser feliz y
tener una vida plena. Se conserva en cierta medida la tradición griega de que la filosofía
tiene a su vez una función transformadora, ya que busca la sabiduría y el ser sabio
significa prudencia, conocimiento de sí mismo, plenitud.
Esta filosofía es para la vida presta a quien quiera informarse sobre una manera
de pensar con relación a la existencia, a las razones por las cuales se es infeliz y la manera
en la cual la introspección brindan la mayor tranquilidad de todas: lo que uno es y en la
medida en que se conoce sabrá asimilar las situaciones presentes en el mundo.
En el otro capítulo es posible encontrar también una filosofía para la vida, para la
transformación. La recuperación de lo que es natural en cada ser, la libertad y la decisión
por sí mismo. Es una manera de ver el mundo, que promueve el movimiento, el cambio
constante. La filosofía nietzscheana será tratada teniendo en cuenta conceptos
primordiales que permitan identificar también una visión de mundo que se presta a todos
los seres humanos.
2. CAPÍTULO CUARTO: La filosofía como transformación: Nietzsche.
Contiene una simbología universal, que se atreve a mostrar el hastío de aquello que
se ha establecido como verdad en el mundo; “La verdad es el error, sin el que no puede vivir
ningún ser viviente de determinada especie. El valor para vivir es lo que decide en último
término” (Nietzsche, 2000, pág. 48)
Nietzsche, destacado filósofo alemán a lo largo de sus obras, abre paso al “Nuevo
Hombre”, el cual se enfrenta a lo que ha sido conservado como verdad a través de los tiempos.
La conservación de una visión de mundo al servicio de la vida requiere de un conocimiento
interior, de un esfuerzo por abandonar aquello que no permite avanzar, una barrera
conceptual cuya estructura se vuelve frágil cuando se le da un valor al consejo que brinda el
ejercicio de la introspección.
El filósofo del futuro es al mismo tiempo el explorador de los viejos mundos, cimas y
cavernas, y sólo crea a fuerza de recordar algo que fue esencialmente olvidado. Ese algo,
según Nietzsche, es la unidad del pensamiento y de la vida. (Deleuze , 2000, pág. 24)
La pretensión de Nietzsche es inspirar hacia la transformación, teniendo en cuenta
que la vida es movimiento constante e impredecible, el ser humano debe adaptarse al cambio,
exigiendo además la voluntad hacia el poder, es decir, una actitud hacia la acción… “un
nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma” (Nietzsche, 2003, pág. 55)
Lo que queda por decir entonces es que este capítulo tiene como intención encontrarse
en la filosofía nietzscheana con una filosofía universal o común que sea de interés para el ser
humano en general, es decir, saber vitalista; esto es válido solamente con decir que la filosofía
de Nietzsche reafirma una concepción vitalista, lo cual permite llevarlo a un saber que no se
queda solamente en el campo filosófico. En el desarrollo de esta parte del trabajo se verán
tres fundamentos claros sobre la filosofía vitalista de Nietzsche: El espíritu libre, las
transformaciones del espíritu y la voluntad de poder.
4.1.Del espíritu libre.
La libertad del espíritu es un tema del que se ha tratado desde el inicio de este trabajo,
teniendo en cuenta que el espíritu requiere de una transformación y de la acción (voluntad).
Se ha resaltado también la importancia de la filosofía nietzscheana como sabiduría para la
vida, un pensamiento vitalista que enfrenta la visión tradicional que se tiene de la existencia,
la cual se encuentra anclada a la moral y al establecimiento de verdades absolutas que se han
conservado sin ser puestas en tela de juicio.
Con humano demasiado humano, Nietzsche presenta un escrito para espíritus libres.
Representa un cambio de pensamiento, un nuevo modo de pensar; el abandono de algunos
ídolos. Aquello que se convierte en su filosofía se ve reflejado en su vida, donde iba dejando
atrás lo que pasa su visión de mundo y sus ideales era contrario. Ese movimiento y renovación
constantes hacen válida lo que se profundiza en este trabajo: Los saberes al servicio del ser
humano, de su transformación. “Humano demasiado humano, es un monumento de una
rigurosa cría de un ego, con la que puse bruscamente fin en mí a toda patraña superior, a todo
<<idealismo>>, a <<todo sentimiento bello>> y a otras debilidades…” (Nietzsche, 2005,
pág. 94)
La libertad del espíritu está determinada por la forma en que se afronte la vida. La
individualidad no está presta a ninguna pretensión. Vivir, con eso es suficiente, enfrentando
como se ha dicho antes la adversidad, anteponiéndose y aprendiendo de ella. Es un
acercamiento a la vida, una recuperación de su ser natural, una liberación de las ataduras de
la moral y los sentimientos de los que se hacen llamar “fuertes”. “La señal de la gran salud,
superabundancia que da al espíritu libre el peligroso privilegio de vivir a título de experiencia
y correr aventuras, el privilegio del espíritu libre” (Nietzsche, 1986, pág. 10)
Hay aquí una propuesta encaminada a una búsqueda interior, a un reconocimiento del
ser que acepta su naturaleza y que recrea aquellos sentimientos determinados por su
individualidad. La invitación Nietzscheana al ser humano es siempre hacia la superación de
los límites, a la aceptación del presente y sus eventualidades aprendiendo de las experiencias
y sobreponiéndose a dichos sucesos.
Cuando se pierden las riendas de ese camino lineal, el ser humano se ve afectado por
los acontecimientos de la existencia, no hay un carácter para afrontar la vida; por ello busca
refugio en los otros, necesitado de la compasión y de otros sentimientos que para Nietzsche
son débiles, ya que han sido causantes del estancamiento del accionar individual del ser
humano. “No hay en la Naturaleza ni línea exactamente recta, ni círculo verdadero, ni
grandeza absoluta” (Nietzsche, 1986, pág. 25)
El carácter hacia la vida, como se ha dicho, ha sido infundado por el idealismo y por
entes sectarios que han representado a lo largo del tiempo la verdad absoluta. No lo ha decido
el ser, su preocupación ha sido hasta ahora la de la conservación en sociedades que
constantemente lo juzgan por sus acciones y que acomodan estas a los fines del rebaño, por
ello que la filosofía nietzscheana es una revelación ante la supresión del ser a intereses ajenos
con el fin de reclamar lo que es suyo: su Naturaleza, su libertad.
La visión de mundo de cada ser humano debe ser desprevenida, presta al cambio
constante, en eso consiste la libertad del espíritu, en la capacidad del ser de poder concebir
la existencia como la persistencia del movimiento que sorprende en cada vuelta.
El que quiere solamente, dentro de cierta medida, llegar a la libertad de la razón, no tiene
derecho durante mucho tiempo para creerse sino un viajero, y no como el que hace el viaje
hacia un fin último, porque no lo tiene. Pero se propondrá observar bien, tener los ojos muy
abiertos para todo lo que pasa realmente en el mundo; por esto no puede vincular su corazón
con demasiada estrechez a nada particular; es necesario que exista en él algo del viajero que
encuentra su goce en el cambio y en la mudanza (Nietzsche, 1986, pág. 342)
Se han descrito aquí con claridad las actitudes del espíritu libre teniendo en cuenta la
filosofía nietzscheana. En el próximo apartado, será posible conocer a fondo cómo se llega a
ser un espíritu libre, dando a conocer los ciclos por los que pasa este para lograr su
individualidad: las transformaciones del espíritu.
4.2.De las transformaciones del espíritu
Según Nietzsche, estas tres metamorfosis significan, entre otras cosas, momentos de su obra,
y también fases de su vida y de su salud […] de este modo la historia de la filosofía, desde
los socráticos a los hegelianos, sigue siendo la historia de largas sumisiones del hombre y de
las razones que se aplica para legitimarlas. (Deleuze , 2000, págs. 9, 30)
4.2.1. El camello
El camello es el animal que carga: carga con el peso de los valores establecidos, con los fardos de la
educación, de la moral y de la cultura. (Deleuze , 2000, pág. 9)
Los sentimientos del camello están determinados por algo ajeno a él, sin permitirse
para sí el cambio, la decisión individual. El enfrentarse a los preceptos preestablecidos
significaría poner en tela de juicio en aquello que ha tenido fe ciega, temiendo que se
derrumbe toda la pirámide del <<yo debo>>. “…la más pesada de todas, carga el espíritu de
carga: semejante al camello que corre al desierto con su carga, así corre él a su desierto”.
(Nietzsche, 2003, pág. 54)
La comodidad del camello consiste en que debe ser guiado, debe ser cargado. Se
siente seguro cuando se le impone, cuando se le somete. Puesto que se le ha inculcado un
concepto de bien y mal, tiene temor a afrontar la vida por sí mismo recurre siempre a un
guía, siempre presto a la labor ardua de la carga. Su espíritu aferrado a la entrega ciega no le
permitirá considerar jamás la idea del cambio ya que, Hay muchas cosas pesadas para el
espíritu, para el espíritu fuerte, de carga, en el que habita la veneración: su fortaleza demanda
cosas pesadas, e incluso las más pesadas de todas. (pág. 53)
Nietzsche dice que primero el espíritu se convierte en camello, es el espíritu que admira, que
tiene grandes ideales, grandes maestros. […] el camello es el espíritu sufrido, el espíritu que
busca una comunidad con cualquier cosa. (Zuleta, 1982, pág. 3)
Los sentimientos con los que carga el espíritu del camello han sido traídos a través de
la historia, una tradición impuesta cuyas verdades absolutas determinan lo que es fuerte y lo
que es débil, donde las instituciones religiosas (principal crítica de Nietzsche a lo largo de
sus obras) ha permeado la actitud crítica del ser y ha enaltecido conductas ligadas a sus
intereses. La intención del camello es ser virtuoso haciendo siempre lo que se le ha impuesto.
Pero, aunque exista tal espíritu, hay una esperanza para la transformación; tal transito reposa
en El león. “Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: en el
león se transforma aquí el espíritu, quiere conquistar su libertad como se conquista una presa
y ser señor en su propio desierto” (Nietzsche, 2003, pág. 54)
4.2.2. El león
El espíritu del león es un claro ejemplo de aquel que se revela ante lo impuesto,
enfrentando al dogma prefiriendo para sí consultar a su yo, siguiéndose del ejercicio
introspectivo permitido en su soledad, que lo lleva al auto-conocimiento y que le ha otorgado
la capacidad de la negación, actitud tal relegada en el camello por su inclinación hacia la
resignación. De por medio está una propuesta de cambio constante, de movimiento, donde el
transformarse contiene en sí la superación y el olvido dando paso a un nuevo comienzo, uno
saludable al espíritu.
En otro tiempo el espíritu amó el “tú debes” como su cosa más santa: ahora tiene que
encontrar ilusión y capricho incluso en lo más santo, de modo que robe el quedar libre de su
amor: para ese robo se precisa el león. (Nietzsche, 2003, pág. 55)
La promesa en Nietzsche desde la óptica del espíritu del león es abrir las puertas a
una nueva forma de considerar la existencia, reforzando el pensamiento antiguo de una
filosofía vivida, una invitación a un saber universal, donde el carácter del ser está
determinado por la fuerza de sus sentimientos. Un espíritu dotado de libertad, deambula por
el desierto buscando para sí lo que le es conveniente según su criterio, sin rencor alguno con
lo que ha designado la naturaleza, creyente en el cambio y el movimiento. Aun así, el león
no tiene la capacidad de crear nuevos valores, solamente escoge entre los que a su
individualidad le parece, entendiendo entonces que se requiere de otra transformación. “Crear
valores nuevos – tampoco el león es aún capaz de hacerlo: más crearse la libertad para un
nuevo crear – eso sí es capaz de hacerlo el poder del león” (pág. 54)
El esfuerzo que hace el león por no remembrar lo que fue (camello) lo lleva en algunos
espacios de su soledad a sentir temor de retroceder en su transformación. Perseguido por el
fantasma de su actividad anterior (la carga) no le ha permitido superar su pasado, conserva
aún cierto rencor con aquel espíritu dogmático. Es entonces donde se habla de la última
transición del espíritu, ese sagrado por fin: la transformación del león a niño. “Pero decidme,
hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha podido hacer? ¿Por
qué el león rapaz tiene que convertirse todavía el niño?” (pág. 55)
4.2.3. El niño
Ha llegado el por fin, donde el espíritu pierde su seriedad, donde llega a la verdadera
madurez. El niño es el transito final del espíritu, donde existe el verdadero olvido de quién
se ha sido. Sus acciones inocentes están concentradas únicamente en el juego. El niño se
permite para sí el mundo, lo disfruta, goza de él. Se impresiona fácilmente, no oculta sus
sentimientos.
El niño vive en un juego constante, presto siempre a una afirmación de la vida, cuya
intencionalidad no está determinada por ningún precepto, avanzando hacia la plenitud
inocentemente, sin conciencia de sus actos ya que lo que hace esencial al juego es tener la
capacidad de sentirse libre. No hay una obligación para el niño, además, tiene la capacidad
de desarmar y armar a su antojo jugando con las piezas del rompecabezas de la vida,
equivocándose, molestándose, alegrándose, entristeciéndose. El conjunto de sentimientos
que se reflejan en el niño a la hora de jugar demuestran lo poco que se aferra a estos, es capaz
de olvidar, sin rencores, sin miedos. Lo que destaca esta acción infantil del juego es la notoria
presencia del presente, es decir, no hay cabida para recordar ni para futurizar. “Si, hermanos
míos, para el juego del crear se precisa un santo decir sí: el espíritu quiere ahora su voluntad,
el retirado del mundo conquista ahora su mundo”. (Nietzsche, 2003, pág. 55)
La enseñanza a partir del análisis del espíritu del niño está dotada de sabiduría,
mostrando que la verdadera madurez del ser consiste en su capacidad de olvido como también
en la manera en que enfrenta el mundo, no como una cuestión hacia el futuro, sino a través
del juego del día a día donde hay un inicio y un fin distintos en cada amanecer y anochecer;
“inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo”. (pág. 55)
El sabio y el niño sólo pueden jugar y crear; entregarse a cada experiencia –no hay juego sin
pasión- sin perderse en ella-esa pasión no es alucinación, vértigo y paranoia… porque el que
juega sabe que juega-. El juego, la vida del sabio, es pasión desapegada. El sabio es el que ha
abandonado la falsa seriedad de la existencia: los suspiros sacrificados del camello-mártir, el
crispado sentido del honor del arrogante león. (Cavallé, 2006, pág. 227)
Siempre estoy a la altura del azar; para ser dueño de mí he de estar desprevenido.
F. Nietzsche
La voluntad es entonces una entrega decidida por cada ser que acepta su naturaleza
conservando la realidad sin ir en busca de mundos ajenos y reconociendo el presente como
el aquí y ahora. La fiel creencia en el sentimiento trágico, entendiendo que el flujo de la vida
puede ser escabroso, como también dotado de momentos alegres, es la máxima del ser
humano que adquiere para sí la voluntad de poder. No hay un descrédito de los sucesos
difíciles de la vida, los utiliza, los conoce y los enfrenta entendiendo que la naturaleza es tal
y como debería ser. “Naturaleza, quiere decir, atreverse a ser inmoral, como lo es la
Naturaleza (Nietzsche, 2000, pág. 109)
El ideal es, por así decirlo, el tributo que el hombre paga por el desgaste que tiene, que hace
en todas sus verdaderas tareas. Al cesar la realidad empieza el sueño, la fatiga, la debilidad:
el ideal es justamente una forma del ensueño, de la fatiga, de la debilidad... Las naturalezas
más fuertes y las más desmayadas se equiparan cuando se entregan a este estado: divinizan
la disminución del trabajo, de la lucha, de la pasión, de la tensión, de la contradicción, de la
realidad en suma... de la batalla del conocimiento, del descanso del conocimiento... (pág. 241)
El ser humano que ha logrado imponer su voluntad hacia la acción, está dotado de
sentimientos fuertes, a los cuales es fiel, en principio, ya que si estos no son suficientes, los
re-evalúa y crea otros nuevos. Su consideración hacia lo conveniente está determinado por
su manera de observar el mundo, embriagado de vitalidad batalla contra la imposición de los
valores, con una actitud crítica, los destroza y devela su falsedad e intenciones negativas para
con el espíritu. “El vitalmente pobre, el débil, empobrece más la vida; el vitalmente rico, el
fuerte, la enriquece. El primero es un parásito; el segundo aporta algo a ella... ¿Cómo es
posible confundir al uno con el otro?” (pág. 62)
Ya explicada la importancia de la voluntad de poder como parte vital del ser humano, se
concluirá este capítulo haciendo énfasis en la importancia de la filosofía nietzscheana como
saber para la vida.
4.4.¿Contiene la filosofía nietzscheana un saber transformador?
Las razones por las cuales se hace una recolección de los aforismos de Nietzsche
tienen que ver con la búsqueda de los vestigios de una filosofía que siempre ha estado allí,
presta a que el ser humano se apodere de ella, que promueva un cambio, una trasformación.
Es por eso que en este filósofo puede apreciarse una filosofía para el ser, un saber que no es
ajeno a este: común, universal; ya que su preocupación es la manera en que la vida ha sido
considerada a través de los tiempos y las imposiciones que se le han hecho a esta y que han
permeado la libertad individual, una necesidad natural del ser.
La filosofía se hace nuevamente peligrosa con Nietzsche, con una diferencia: en los siglos
anteriores había sido peligrosa solo para los filósofos, pero con Nietzsche lo fue para todo el
mundo. […] Nietzsche, que dio un salto en la helada ráfaga proclamando una ruidosa filosofía
que mantendría por un buen tiempo despierto a todo el mundo. (Strathern, 2014, pág. 5)