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La filosofía de la sabiduría: Del despertar a la transformación

Resumen.

En la antigüedad la filosofía era apreciada como un saber terapéutico, cuya finalidad consistía
en el alcance de la sabiduría. Para los griegos “el amor a la sabiduría” integraba una parte
conceptual que influía en el ser con una forma de afrontar la vida por medio de las reflexiones
sobre el mundo, buscando también una vida plena y llevadera. A través del tiempo, la labor
filosófica ha sido relegada y medida a partir del conocimiento teórico, permeando una
conducta del ser hacia la transformación de su forma de vida, finalidad concebida desde los
inicios de este saber. Por ello, este trabajo exalta desde los antiguos (Heráclito y Epicteto) y
filósofos de nuestra era (A. Schopenhauer y F. Nietzsche) una visión de mundo que expresa
un conocimiento en pro de afrontar la vida. Este camino hacia la sabiduría se expresa no
solamente para el campo entendido en filosofía sino también como un saber para aquel en
busca de una transformación espiritual y un despertar interior.

Palabras clave: Filosofía, sabiduría, transformación, despertar, forma de vida,


introspección.
Introducción:

El eje central del trabajo en curso se enfoca en la búsqueda de evidencias de la de una

filosofía encaminada hacia la sabiduría, través de un análisis de los filósofos de la antigüedad:

Heráclito y Epicteto donde se evidencia una concepción para la vida. También, se siguen los

pasos de los filósofos alemanes Friedrich Nietzsche y Arthur Schopenhauer, en aras de

comprender el camino de la transformación del ser humano, siendo este un aporte importante

hacia una filosofía como ejercicio espiritual.

Varios son los cuestionamientos que han motivado esta investigación: ¿Es posible

hablar de una filosofía como saber universal? ¿Se puede pensar actualmente la filosofía como

un ejercicio espiritual? ¿Es necesario concebir la filosofía como materia perteneciente a un

selecto grupo de estudiosos? ¿La labor de la filosofía debe ser meramente conceptual? ¿puede

ser pensada una filosofía con un lenguaje común o universal?

La visión de lo que se tratará a lo largo de este trabajo se encuentra anclada al

concepto de filosofía como ejercicio espiritual cuyo fin es la sabiduría expuesto por Pierre

Hadot a lo largo de su texto “Ejercicios espirituales y filosofía antigua” donde esboza una

concepción sobre el saber en mención teniendo en cuenta la intencionalidad de la materia

desde el mundo antiguo, haciendo a su vez crítica a la utilidad presente de la filosofía y la

reducción de la materia a ser un saber meramente teórico. De esta manera, puede considerarse

que la filosofía tomada como ejercicio espiritual conservaba una labor no solamente

conceptual, sino también de transformación del ser, de despertar. “La filosofía era

considerada de este modo ejercicio del pensarniento, de la voluntad y del ser entero, con el

fin de alcanzar ese estado, la sabiduría…” (Hadot, 2006, pág. 236)


Es entonces entendida la filosofía como un conducto hacia la sabiduría, un camino

cuyo trayecto permite al ser forjar su visión de mundo. “[…] supone una manera de estar en

el mundo, una manera que debe practicarse de continuo y que ha de transformar el conjunto

de la existencia. El término philo-sophia, <<amor a la sabiduría», utilizado por los antiguos

bastaba para expresar esta concepción de la filosofía.” (pág. 236)

La filosofía consistía en un método de progresión espiritual que exigía una completa


conversión, una transformación radical de la forma de ser. La filosofía constituía, pues, una
forma de vida, y su tarea y práctica iba encaminada a alcanzar la sabiduría, aunque ya lo era
en su objetivo, sabiduría en sí misma. Pues la sabiduría no proporciona sólo conocimiento;
ella hace «ser» de otra manera. (Hadot, 2006, pág. 236)

A través de la recopilación de conceptos que permitan reafirmar la labor terapéutica

de la filosofía por medio del acercamiento hacia la visión filosófica de los antiguos y la

manera en que esta era concebida y según su finalidad, se permitirá reconocer la importancia

del saber filosófico encaminado hacia la transformación y a forjar el carácter del ser humano

para afrontar la vida.

Teniendo en cuenta lo anterior, hay que dejar claro también que la búsqueda a lo largo

de la historia de una filosofía para la sabiduría, es también encontrarse con un saber común

o universal, destinado a todos los seres humanos, es decir, que se ve reflejado en las

situaciones presentes a lo largo de la existencia en el mundo. Esta labor hacia un saber común

o universal, desprovista de la jerga compleja y elitista con la que actualmente cuenta el campo

de la filosofía, pretende exaltar un conocimiento que le pertenece a ser humano, cuya

finalidad es la de fortalecer los lazos de lo conceptual llevado a la aplicación de los problemas

que son comunes en la existencia; como la existencia es algo común al ser, es extraño
entonces comprender el por qué a partir del lenguaje los saberes universales son reservados

para el ámbito de los intelectuales en filosofía. “La Antigüedad entiende la filosofía como un

ejercicio a practicar constantemente; invita a concentrarse en cada instante de la

existencia…” (pág. 246)

En Heráclito puede identificarse una filosofía mística, cuya afinidad con los

conceptos de oriente tiene como finalidad un ejercicio introspectivo. La visión interior de

Heráclito conlleva a un despertar del ser, a una reflexión individual y a la comprensión del

mundo por medio del Logos. Lo que comparte Heráclito a la sabiduría además de la

invitación a la introspección que se evidencia no solamente en su pensamiento sino también

en su forma de vivir, reafirma la concepción de filosofía como saber común y universal, que

enaltece el sentido común de los filósofos griegos. Es para Heráclito un ejercicio espiritual,

de encuentro consigo mismo. En Epicteto, siguiéndose también de un ejercicio introspectivo

y teniendo en cuenta los preceptos estoicos, tiene una visión ética del mundo, aportando

también una filosofía relacionada con la forma de vivir. Su filosofía es relevante para este

trabajo ya que continúa con el valor espiritual y de transformación digno de la filosofía

antigua.

Para Hadot a lo largo del tiempo el concepto de filosofía como saber terapéutico iba

perdiendo su valor, manteniéndose en la época helenística, con algunos vestigios en la Edad

Media. Con la entrada de la razón, iniciando la edad moderna, la filosofía se fundamenta en

un saber meramente conceptual y de corrientes filosóficas que defendían cada cual su

hipótesis sobre determinado tema. “La filosofía antigua propone al hombre un arte de vivir,

al contrario que la moderna, que aboga en primer lugar por la construcción de: un lenguaje

técnico reservado a especialistas” (pág. 245)


Pero, entre los filósofos posteriores a la edad antigua, es posible encontrarse con una

filosofía vitalista, donde sus ideas se encuentran ancladas a lo que observan en su contexto y

a su visión individual de mundo, recurriendo a la manera de ver la filosofía los griegos: F.

Nietzsche y Arthur Schopenhauer. Su filosofía es revolucionaria y reveladora, haciendo

crítica de su época y profundizando siempre en la necesidad de la transformación y el cambio

de visión de mundo. “Las filosofías de Schopenhauer y Nietzsche suponen, por su parte,

auténticas invitaciones a la transformación radical de manera de vivir. Son éstos, además,

pensadores inmersos en la tradición de la Antigüedad” (págs. 244, 245)

Teniendo en cuenta la explicación anterior, este trabajo se sigue del siguiente orden:

la filosofía del despertar comenzando con Heráclito, luego, máximas para ser feliz a partir de

la filosofía de Epicteto, posteriormente encontrar en la filosofía de Schopenhauer consejos

para el buen vivir y la búsqueda de la felicidad, finalizando con Nietzsche y un concepto

filosófico transformador.
1. Capítulo tercero. Más allá del pesimismo: Schopenhauer

Desde la óptica de Schopenhauer, cuyo puesto en el ser saber filosófico se ha


denotado como segundo, el punto de partida de la existencia es el dolor. Desde que se
comienza a estudiar al alemán se observa el pesimismo como la máxima de su visión de
mundo; “pero Schopenhauer era pesimista sólo en cuanto a que afirmaba que el mundo es
indiferente a nuestro destino, es decir, no nos malogra adrede” (Strathern, 1999)

Es pertinente ahondar como introito a lo que se tratará a lo largo de este trabajo, la


idea principal de Schopenhauer: la voluntad. Se puntualiza con claridad la visión sobre el
mundo de este filósofo alemán, explicando someramente un concepto importante en toda su
filosofía: la voluntad.

El ser humano se rige por la voluntad, donde las acciones de este están determinadas
por los motivos generados por dicha voluntad, es decir, nuestros actos no son libres ya que
se encuentran atados a lo que la naturaleza establece. En esta concepción filosófica
influenciada por la filosofía kantiana y la visión de mundo de religiones originarias del
mundo oriental, lo que concebimos como cosas del mundo, vienen a ser meros fenómenos,
es decir, lo que en realidad existe es una representación del mundo.

La voluntad, como cosa en sí, produce el fenómeno de la vida por la necesidad de


manifestarse en el mundo. Se puede entender entonces a partir de la anterior afirmación que
la existencia atada a la voluntad independiente del ser humano, demuestra que como lo que
observamos es representación del mundo, lo que queda por hacer es entregarse a la
resignación, a vivir en el mundo con lo que determine la voluntad. Teniendo en cuenta lo
anterior puede decirse que, en Schopenhauer al hacerse una lectura minuciosa de sus textos
puede observarse una filosofía para la vida, encaminada a develar la manera en que la
voluntad domina al ser humano, para luego ofrecer al lector máximas que puedan servir para
que el influjo de la voluntad sea llevadero.

Como la voluntad es la cosa en sí, la sustancia, la esencia del mundo y como la vida, el mundo
visible, el fenómeno no es más que el espejo de aquella, infiérese de ahí que la vida
acompañará a la voluntad tan inseparablemente como la sombra al cuerpo. La vida está, pues
asegurada al deseo de vivir por todo el tiempo que éste exista en nosotros, y no debemos
apenarnos por nuestra existencia, ni aun bajo el aspecto de la muerte. (Schopenhauer, 1985,
págs. 98, 99)

La parte que prima en este capítulo tiene que ver con los escritos posteriores de
Schopenhauer y la recopilación de aforismos realizada por los estudiosos de su filosofía. En
este caso, su obra Parerga y paralipómena, El arte de ser feliz, sin discriminar algunos puntos
clave de su obra capital (El mundo como voluntad y representación), los cuales brindan los
insumos para reconocer el valor espiritual de esta filosofía, permitiendo una lectura general,
donde sea posible encontrarse con ideas que van más allá de la jerga filosófica y que traten
cuestiones que son comunes a todos los seres humanos.

[…] La publicación de los Parerga supone un cambio de rumbo definitivo en la filosofía de


Schopenhauer. […] por otra parte, la notoriedad no sólo se extendió en el mundo erudito y
filosófico, sino al público en general. […] Se trata de los <<Aforismos sobre la sabiduría de
la vida>>: todo un compendio de sentido común y de lúcidos análisis acerca de la vida
práctica del común de los mortales. Es un tratado totalmente asequible, que no exige ningún
tipo de conocimiento filosófico o científico y que trata de temas y situaciones en las que todos
nos podemos ver reflejados. (Schopenhauer, 2009, págs. 12, 26)

Los temas a tratar en este capítulo son de orden común o universal, demostrando la
intención transformadora de la filosofía y la unidad teórico – práctica, donde lo conceptual
pueda verse reflejada en sucesos en los cuales participan los seres humanos en general y que
son relevantes para algo que pertenece a todo ser humano: la vida.
3.1. La sabiduría de la vida

Schopenhauer en la introducción del apartado “aforismos sobre la sabiduría de la


vida” que puede leerse en los Parerga y paralipómena I, es claro al precisar que cuando hace
mención a la sabiduría pretende aportar algunos apuntes de sus lecturas y puntos de su visión
de mundo que permitan alcanzar una existencia lo más feliz posible; Se interesa por tratar
sobre la eudemonología o el arte de ser feliz.

Tomo aquí el concepto de sabiduría de la vida en sentido totalmente inmanente, a saber: en


el arte de llevar una vida tan agradable y feliz como sea posible, cuya instrucción podría
también llamarse eudemonología: sería, por consiguiente, la indicación para una existencia
feliz. (Schopenhauer, 2009, pág. 331)

Aunque, para el filósofo alemán hablar de estos temas va en contra de su obra capital
(El mundo como voluntad y representación), Schopenhauer reconoce que al haber hablado
sobre el mundo basado en el dolor, en sus anexos, es posible dar algún consejo sabio sobre
la manera en la cual puede hacerse soportable la existencia, por ello, son provechosos estos
aforismos, cuya utilidad permitirán forjar un carácter ante la vida. Sobre el tema en cuestión
afirma Schopenhauer:

“Como es sabido, mi filosofía responde negativamente, mientras que la eudemonología


supone su respuesta afirmativa. […] la exposición que aquí se va a ofrecer se basa en cierta
medida en una acomodación, por cuanto se queda en el usual punto de vista empírico...” (pág.
331)

Aquí se esboza una percepción individual, la cual no está fundamentada en ningún


texto antiguo; es un ensayo personal que expresa lo que según este filósofo debe realizarse
para poder alcanzar cierto grado de felicidad en la vida. “el compilar no es cosa de mi
incumbencia; y tanto menos cuanto que con ello se pierde la unidad de visión, que es el alma
de las obras de esta clase” (pág. 232)
Se sigue de la explicación de Schopenhauer sobre una clasificación fundamental para
tratar la filosofía de la sabiduría haciendo una división de los bienes de la vida humana.

[…] yo digo que la diferencia en la suerte de los mortales se puede reducir a tres
determinaciones fundamentales:
Lo que uno es: es decir, la personalidad en sentido más amplio. Luego se concibe ahí la salud,
la fuerza, la belleza, el temperamento, el carácter moral, la inteligencia y su formación.
Lo que uno tiene: es decir, propiedades y posesiones en todos los sentidos.
Lo que uno representa: con esta expresión se entiende, como es sabido, lo que uno es en la
representación de otros, es decir, cómo es representado por ellos. Consiste, por lo tanto, en
su opinión sobre él, y se divide en honor, rango y fama. (pág. 333)

Estos serán los puntos a tratar a lo largo de este capítulo, siguiendo una a una las
indicaciones y razonamientos de Schopenhauer. Desde que se comienza a realizar la
clasificación anterior, el filósofo alemán expone que tales bienes son los determinantes de
nuestra conducta ante la vida y que pertenecen al contacto que es natural entre los seres
humanos y que se basa a su vez en las posesiones, en el rango, en la inteligencia y otros. Aun
así, la recomendación de Schopenhauer es clara:

[…] y desde luego, está claro que lo principal para el bienestar del hombre e incluso para
todo el modo de su existencia es lo que reside y sucede en sí mismo. Aquí, en efecto, se halla
inmediatamente su interno bienestar o malestar, que es ante todo el resultado de su sentir,
querer y pensar; mientras que todo lo que se encuentra fuera tiene ahí un influjo meramente
indirecto. (2009, pág. 334)

Cada ser humano llevado por ese influjo indirecto del exterior, forja su visión de
mundo; cada quien afronta la vida de manera distinta, teniendo en cuenta la capacidad en que
afronta los acontecimientos de la existencia además de cómo los interpreta. A partir de esto
algunas personas llaman a los otros “afortunados” juzgando por las circunstancias que se le
han presentado en la vida, haciendo juicio por lo beneficioso de esto y no por el carácter con
el que dicha persona ha afrontado la situación presentada. “El mundo en que cada uno vive
depende ante todo de cómo lo conciba, y por eso se ajusta a la diversidad de las mentes: en
función de ella resultará pobre, trivial y superficial, rico, interesante y significativo”.
(Schopenhauer, 2009, pág. 334) Por ello la forma en que se afronte la vida y la visión de
mundo del ser, serán fundamentales para el aprovechamiento de las situaciones, como
también a la superación de los obstáculos presentes en la existencia. Ese carácter con que se
afronta la vida se rige por lo empírico es decir, el contacto con el exterior, además del
razonamiento individual y los motivos que existan de por medio para la toma de una decisión,
donde es posible hacer una elección correcta e incorrecta teniendo en cuenta la estructura y
agudeza de este carácter.

Mientras que, por ejemplo, alguno envidia a otro por los interesantes acontecimientos con
que se ha topado en su vida, más bien debería envidiarle por las dotes de captación que dieron
a aquellos acontecimientos la relevancia que tienen en su descripción: pues el mismo
acontecimiento que en una mente aguda se presenta tan interesante, captado por una trivial
mente vulgar, no sería más que una insulsa escena de la vida cotidiana. (pág. 334)

Explicado lo anterior, se analizará cada uno de los bienes materiales que determinan
la visión de mundo y la manera en que se afrontan las circunstancias de la existencia, en el
siguiente orden: lo que uno es, lo que uno tiene y lo que uno representa.
3.1.1. Lo que uno es

Este apartado hace mención sobre lo que es el ser humano, teniendo en cuenta que
este posee una individualidad, en la cual, considera Schopenhauer se puede concebir una
existencia llevadera. Cuando se hace alusión a esa individualidad es posible entender aquello
que por medio de la introspección se sabe que brinda felicidad y en las circunstancias
escabrosas de la existencia permite tener un carácter definido y claro sobre dichas
situaciones. “[…] Lo que uno se encuentre y suceda en la vida importa menos que el modo
en que lo sienta, es decir, el tipo y el grado su sensibilidad en todos los respectos”
(Schopenhauer, 2009, pág. 341)

El conocimiento individual permite claridad en los sentimientos del ser humano, en


su manera de afrontar el mundo, en las metas propuestas, en la superación de las barreras de
la vida. Esto tiene que ver con la manera en que sea concebida la existencia, en el valor que
se le otorgue a cada momento que representa el existir. Como se habla de lo que el ser humano
es, es decir su individualidad, el disfrute de las cosas externas no estará definido por las
acciones del exterior, sino por la comodidad que este presente a la hora de la interacción con
las situaciones del mundo. Tiene que ver entonces con una concepción del individuo, lo que
uno es. Lo importante es entonces el sentir, la capacidad de recepción de la alegría y la
tristeza, un bien o un mal.

Lo que uno es en sí y tiene en sí mismo, en suma, la personalidad y su valor, es lo único


inmediato de cara a su felicidad y bienestar. Todo lo demás es mediato; de ahí que pueda
impedirse su acción, pero nunca la de la personalidad. […] El que está contento tiene siempre
causa para estarlo, precisamente esa, que lo está. (pág. 342)

El significado que se le otorga a los acontecimientos de nuestra existencia será


relevante para logar o no una existencia llevadera. Al ser invariables dichos acontecimientos
presentes en el mundo, la personalidad y el carácter son el arma del ser humano para darle
sentido a la vida, dando valor a cada circunstancia a partir de la manera en que el ser se ve
afectado ya sea positiva o negativamente. Esta conducta va ligada a vivir en el aquí y el
ahora, ya que el futurizar y el retornar al pasado, el ser humano se mortifica por cuestiones
que posiblemente no sucedan y en el caso del pasado, retornar a los momentos felices de
aquellos tiempos; el ser humano atado al pasado y al futuro al confrontar la vida en el presente
prefiere el refugiarse en aquellas vivencias pasajeras y que posiblemente no sucedan. La
felicidad pertenece al presente, teniendo en cuenta que somos mortales y por ello, el
aprovechamientos de los momentos alegres de la vida, dependerán de la manera en que el ser
humano se apodere de estos, es decir, en vez de pensar en ser feliz totalmente, debe
aprovechar al máximo los momentos felices que se presentan en el instante en que vive.
Como comenta Schopenhauer:

Así pues debemos abrir las puertas a la alegría allá donde se presente, pues nunca llega en
mal momento, en vez de, como hacemos a menudo, vacilar en permitirle la entrada porque
queremos saber primero si tenemos en todo respecto causa para estar contentos […] la alegría
es una ganancia inmediata. Sólo ella es, por así decirlo, el dinero en efectivo de la felicidad
y no, como todos los demás, la simple letra de cambio; porque solo ella hace inmediatamente
feliz en el presente. (pág. 342)

En cuanto a lo que es conveniente a la alegría, aquello que el ser humano tiene en sí


mismo basta como insumo para un buen estado de ánimo en la vida. El problema de la
humanidad reside en que, además del deseo de las cosas exteriores y el dejarse llevar de la
opinión de los otros, es también la creencia en que las alegrías no bastan debido a que lo que
debe buscarse es la total felicidad; Por esta razón, optan por pensar que el futuro es la salida,
anhelando un porvenir distinto al que su presente le ha brindado y en otros casos, como se ha
dicho, recrea momentos del pasado y los concibe como los tiempos felices, desacreditando
los instantes alegres del aquí y el ahora. Para Schopenhauer la felicidad consiste entonces en
el disfrute de las alegrías inmediatas. Lo que se busca es una existencia indolora y al igual
que en la filosofía de los antiguos la plenitud ejercicio introspectivo que permitía la calma a
espiritual, el conocimiento de sí le da valor a nuestra existencia.
La salud representa un punto clave para el disfrute de las alegrías del presente. El ser
sano tiene vitalidad que es visible en su anatomía y en su parte afectiva. Esta parte del estado
de ánimo alegre es posible lograrlo llevando una vida en la cual los excesos, el mal humor,
la generación de ambientes violentos, el desorden como también la constante inmersión en
los asuntos intelectuales; entre otras recomendaciones que permitirán una existencia
saludable, Schopenhauer recomienda el ejercicio: el movimiento y el aire libre, que permitan
un buen funcionamiento del organismo. “En consecuencia, deberíamos esforzarnos ante todo
por mantenernos en el mayor grado de plena salud, como florescencia de la cual se produce
la alegría”, (pág. 343)

Los medios para ello son, como es sabido, evitar los excesos y desórdenes, todas las
emociones violentas y desagradables, como también todo esfuerzo intelectual excesivo o
demasiado sostenido; dos horas diarias de movimiento rápido al aire libre, muchos baños
fríos y medidas dietéticas parecidas. […] la vida consiste en el movimiento y tiene su esencia
en él. (pág. 343)

El estado de ánimo es directamente proporcional a nuestra salud; esto se observa en


el diario vivir, donde cuando una persona se encuentra enferma su ánimo estará predispuesto
al mal humor y al malestar; en cambio, aquel que goza de buena salud estará mucho más
presto a la alegría, como también afrontar ciertas circunstancias negativas. Una persona poco
saludable tendrá mayor dificultad para tener un estado de ánimo alegre, además de que sin
esta sería posible el disfrute de los bienes externos, es por eso que la salud es parte primordial
del estado de ánimo de todo ser humano por la predisposición que brinda ésta a la hora de la
realización de una acción. Esto también tiene que ver con la salud mental a la vez que
emocional, como reconoce Schopenhauer a la hora de citar con estas palabras de Juvenal:
“Mente sana, cuerpo sano” (pág. 342)

Otro de los factores por los cuales la alegría en el ser humano se ve troncada, es el
aburrimiento; esto se debe al anteponer la posesión de bienes materiales, aquello que es
sensorial, sobre la búsqueda de la tranquilidad espiritual, aquella energía interior que se
encuentra en cada ser. En el exterior el ser humano consigue entretenimiento, saciar el
aburrimiento, lo cual conlleva en la mayoría de los casos al derroche y a la pobreza interior;
cuando se es pobre internamente, es necesario el consuelo y la búsqueda de iguales. “El vacío
de su interior, lo insustancial de su conciencia, la pobreza de su espíritu, les impulsan a la
sociedad, que está formada por otros como ellos; porque a lo igual le complace lo igual”
(pág. 339)

Así pues, lo que uno tiene en sí mismo es lo esencial para su felicidad en la vida. Solo porque
eso es de ordinario tan exiguo, es por lo que la mayoría de quienes están más allá de la lucha
contra la necesidad, se sienten en el fondo tan infelices como los que están aún envueltos en
ella. […] Entonces se realiza una persecución común de la diversión y el entretenimiento,
que se busca ante todo en los placeres sensoriales, en el esparcimiento de todas clases, y,
finalmente, en los vicios. […] Un joven fue traído al mundo rico por fuera pero pobre por
dentro, y se afana en vano por suplir la pobreza interior con la exterior, pretendiendo recibirlo
todo de fuera. (pág. 339)

Por último, en cuanto a la belleza, Schopenhauer considera que esto ayuda mucho en
cuanto a lo que se refiere la opinión de los otros y la acogida de la sociedad; con ella hay una
apertura hacia el ser agraciado, donde la alegría tendría que ver con el grado de aceptación
por parte de los demás. En la belleza también puede darse el derroche y el vicio, donde la
preocupación estética puede llegar a tomar decisiones extremas y que atentan contra la salud
y la integridad de este ser humano. No es conveniente entonces pensar en la belleza como
una forma para llegar a un buen estado de ánimo, debido a que al ser una cuestión de
aceptación externa, requiere siempre de un reconocimiento independiente a nuestra
interioridad, lo cual llevará a la alimentación del ego.

Parcialmente afín a la salud es la belleza. Si bien esta ventaja subjetiva no contribuye a


nuestra felicidad de forma inmediata sino simplemente mediata, a través de la impresión
sobre los demás, es de gran importancia […] La belleza es una abierta carta de recomendación
que nos hace ganarnos de antemano los corazones. (pág. 346)
Se concluye este apartado haciendo una conclusión general de los aspectos
importantes que permiten entender el significado de lo que uno es:

a. La riqueza interior es la máxima para una existencia alegre, aquel que se conoce
internamente tendrá la capacidad de afrontar las situaciones presentes en la existencia
con sabiduría y prudencia.
b. La felicidad debe ser comprendida como momentos alegres. Ser feliz en el mayor
grado posible significa comprender que no hay felicidad completa; el
aprovechamiento de los momentos alegres determinarán el humor y su manera de
afrontar las circunstancias del presente.
c. Es conveniente abstenerse de las cosas exteriores con el fin de evitar malestares
innecesarios, al igual que la soledad, con el fin de no dejarse influenciar de la opinión
de algunos que son pobres internamente.
d. El presente es la máxima de la existencia, el paso y el futuro hacen parte de lo que se
fue y será; es por esto que debe prestarse atención a lo momentos alegres que brinda
el día a día, evitando remordimientos y sufrimientos por cosas que sucedieron o que
no hay certeza de que sucedan.
e. El aburrimiento es la razón por la cual el ser humano cae en el vicio, en la desgracia
y el derroche. Por las ganas de saciar el malestar recurriendo al entretenimiento
excesivo, no hay una medida de los actos.
f. La salud es un punto clave para el disfrute alegre de la vida. . De ella, en la mayoría
de los casos surge el buen ánimo y la disposición para habitar en el mundo.
g. La belleza brinda momentos alegres, pero, requiere siempre de la opinión de los otros,
es decir, de lo externo, de la aprobación.

Se ha explicado someramente lo que uno representa, ahora se analizará aquello que


pertenece al ser humano, es decir, de lo que uno tiene.
3.1.2. Lo que uno tiene

En este apartado, Schopenhauer habla de lo dificultoso que es definir los límites de


los deseos del ser humano entre aquellos que son necesarios y lo que son posesiones,
entendiendo este último como el agregado de aquellas cosas que se tienen, estás más allá de
lo que justo para subsistir. Se está alegre cuando los límites de aquello que desea alcanzar
se adaptan a su condición; en el caso contrario se sufre cuando no es exequible
inmediatamente. Esto está anclado a la influencia en el carácter del ser humano de aquellas
cosas deseadas. Aquí surge el concepto de lo innecesario. Aquello que es ajeno a lo necesario
y que resulta ser un agregado de lo que se posee. Del deseo de lo innecesario surge la
ambición, la envidia y la insatisfacción.

Lo anterior tiene que ver también según la condición social del ser humano, donde
las posesiones y el deseo por la adquisición de otras cosas exteriores, se presenta mayormente
en aquellos de buena familia. En cambio, aquel que vive en la pobreza se preocupa por lo
necesario, que le permitirá subsistir y es conforme con ello. Aquel que es rico no es conforme
con lo que posee, por ello basa su existencia en la persecución de lo que desea agregar a sus
posesiones. Busca todos los medios posibles (los cuales pueden ser inmorales en algunos
casos) para alcanzar sus fines. La alegría en este surge con la acumulación de bienes. Como
dice Schopenhauer: “La riqueza se parece al agua de mar: cuanto más se bebe de ella, más
sediento se está”. (Schopenhauer, 2009, pág. 364)

Por medio de la riqueza el ser humano obtiene respeto y admiración; siendo esta una
máxima para la humanidad, los esfuerzos por obtener de manera constante posesiones, es por
esto que aquel que es rico vive siempre insatisfecho ya que busca siempre un motivo para
pretender nuevas cosas, lo cual lo hace sentir poderoso e importante. Sobre esto hace mención
Schopenhauer: “la fuente de nuestra insatisfacción se halla en los intentos siempre renovados
de elevar el factor de las pretensiones dentro de la inmovilidad de otro factor, que lo impide”
(pág. 364) En el caso de que el rico pierda lo que posee, le costará reponerse; abrumado por
el destino que le ha tocado, pensará siempre en lo que tuvo y en tenerlo nuevamente
descuidando el presente.

El pobre en cambio, se remonta a aquello que requiere solución inmediata: si divaga


en el futuro, nuevamente la necesidad lo trae al presente. No tiene tiempo para pensar en el
pasado; por ello aprovecha cada momento alegre alegre que le brinda la vida. Al convivir
con la adversidad, el infortunio y la pobreza, nada es sorprendente, es decir, la necesidad al
ser siempre consonante con su existencia, hace parte de ella y por ello, no hay temor en caer
de nuevo en esas circunstancias, considerando que este es su estado natural; cuando tiene un
golpe de suerte, le es fácil el derroche debido a su naturaleza pueril, por lo tanto “la riqueza
que después le ha recaído de cualquier manera le parece, en cambio, algo superfluo,
simplemente apropiado para disfrutar y dilapidar; pues cuando la vuelve a perder se las
arregla sin ella igual que antes, y además se le quita una preocupación”. (pág. 366)

[…] El hecho de que tras haber perdido la riqueza o el bienestar, y una vez superado el dolor
inicial, nuestro ánimo habitual no resulte muy diferente del anterior se debe a que, después
de que el destino ha disminuido el factor de nuestra posesión, nosotros mismos reducimos en
gran medida el factor de nuestras pretensiones. Pero esa operación es lo realmente doloroso
en un caso de desgracia: una vez ejecutada, el dolor se hace cada vez menor y al final deja de
sentirse: las heridas cicatrizan. A la inversa, en un caso de fortuna, el compresor de nuestras
pretensiones se levanta y estas se extienden: ahí se encuentra la alegría. Pero esta tampoco
dura más hasta que esa operación se ha efectuado por completo: nos acostumbramos a la
medida incrementada de nuestras pretensiones y nos volvemos indiferentes hacia la posesión
correspondiente a ella. (pág. 364)

Finalmente, Schopenhauer clarifica que aquellos que han contado con la buena
fortuna del dinero y de las posesiones alcanzará su máximo valor en la buena utilidad que se
le dé a estos bienes; es natural que se presente el derroche y el desorden cuando se tiene
riquezas, empero, una mente lúcida, cuya interioridad prima ante los influjos de la voluntad
y sus fenómenos, podrá vivir de su genialidad y dedicarse a buscar aportar algo al bien
común, a crear una gran obra, pues saciadas todas sus necesidades, es posible dedicar la
mayoría de su tiempo al trabajo intelectual. En cambio, aquel que ha tenido que existir en
medio de la pobreza, teniendo en cuenta que su necesidad es mucho mayor que aquello que
desea, está forzado al trabajo, con el fin de sostener en la mayoría de los casos a su familia,
y por ende, en igual medida de casos está privado de la labor intelectual.

[…] pero, la fortuna de la familia alcanzará su máximo valor cuando recae sobre alguien que
está dotado de capacidades espirituales de tipo superior y tiene aspiraciones que no se llevan
bien con el lucro: pues entonces está doblemente dotado por el destino y puede vivir de su
genio: pero saldrá centuplicada su deuda con la humanidad produciendo o que ningún otro
puede y creando algo que la beneficia en su conjunto y que redunda en su honor. (pág. 368)

Ahora, se procederá a clarificar en qué manera influye lo que uno representa en el


buen vivir.

3.1.3. Lo que uno representa

La opinión es la máxima para entender lo que uno representa. El ser humano se basa
en lo que los otros tienen que decir sobre él, donde la alegría surge a partir del criterio que se
tiene sobre la manera de obrar, si es bien parecido, por las posesiones y otros. Siente la
necesidad de los halagos, de ser reconocido.

La aprobación ajena sobre el yo interior, es el significado de la pobreza espiritual, se


deja de lado la auto-aceptación. Desde esta perspectiva aquel que vive de lo que representa
para los otros estará frágil ante cualquier comentario negativo ya que son ajenos a sus
pretensiones. Como dice Schopenhauer:

Con frecuencia los signos de aprobación ajena le consuelan de la desgracia real o de la escases
con la que con la que fluyen para él las dos fuentes principales de nuestra felicidad de las que
hemos tratado: y, a la inversa, es asombroso cómo toda ofensa a su ambición en cualquier
sentido, grado o respecto, todo menosprecio, humillación o falta de respeto, le mortifican de
manera indefectible y con frecuencia le duelen hondamente. (2009, pág. 370)
En cuanto a la asimilación de la opinión en tanto positiva o negativa, es recomendable
“moderar aquella sensibilidad ante la opinión ajena, tanto cuando halague como cuando
duela: pues ambas cosas penden del mismo hilo” (pág. 371), esto evitará que nuestro estado
de ánimo alegre esté determinado por las palabras de los otros. El criterio individual se ve
trancado por la percepción de los otros; aquel que cohabita con lo que es para los otros, adopta
estos conceptos y los hace parte de lo que es.

[…] En cambio, el lugar de lo que somos para los demás es la conciencia ajena: es la
representación bajo la cual nosotros aparecemos en ella junto a los conceptos que se le
aplican. […] pues nuestra naturaleza animal es en general la base de nuestro ser y, por lo
tanto, también de nuestra felicidad. (págs. 371, 372)

Por lo anterior, con lo negativo de la opinión de los demás se reactiva la idea de la


felicidad a través de la tranquilidad espiritual, la salud y lo necesario para vivir. El criterio
de los demás puede en ciertos casos ser una manera para obtener un fin, un favor, un
beneficio. Muchas veces suele ser una cuestión aparente a sabiendas que en algunos casos
las personas dicen lo que el otro desea escuchar siendo en algunos casos un acto de
hipocresía. Aun así algunas personas basan su existencia en el qué dirán, en la visión que
tiene el otro sobre las conductas, sentimientos, posesiones, belleza y otras.

El ego se alimenta de la percepción de los otros, el reconocimiento hace parte de la


tranquilidad espiritual de aquel que concibe el pensamiento del otro como su máxima para
alcanzar la felicidad. Su interacción con la sociedad se basa en la necesidad de aprobación
del conjunto. Pero, dicha aprobación se sigue de ciertos criterios y se encuentra relacionada
a tres ítems importantes: rango, honor y fama.

3.1.3.1. El rango

A partir del rango, el ser humano busca ser reconocido, ser premiado por sus acciones,
por lo que en apariencia es. Las condecoraciones, los elogios y el aplauso son para él
evidencia de este reconocimiento. Entre mayor sea el número de condecoraciones y adeptos,
mayor será el respeto de las masas para con este individuo. “Las condecoraciones son letras
de cambio libradas a la opinión popular: su valor se basa en el crédito del librador”
(Schopenhauer, 2009, pág. 378)

Su conducta es intachable al igual que sus ideales; éste se siente mejor que los otros
y para aquellos éste es el mejor. La persona que se rige por el rango para ser feliz, en el
momento en que cometa un error, será juzgado gravemente por la sociedad que lo adulaba,
llegando difícilmente a recuperar su posición aun cuando conserva dichas condecoraciones.
“Ahí encuentro yo totalmente acuerdo gritar a la masa con una cruz o una estrella en todo
tiempo y lugar: ¡Este hombre no es igual a vosotros: él posee méritos!”. (pág. 378)

Cuando se cuenta con un rango superior, existe la necesidad de presentar siempre una
evidencia de las acciones que dan valor a dicho estatus. Es por ello que el portal cierto
símbolo lo hace diferente a los otros; por lo tanto este es enaltecido a partir del peso de sus
condecoraciones. Al igual que las posesiones existe la necesidad de maximizar ese honor, y
cuando no se logra, la impotencia lleva a la infelicidad, como también a la inmoralidad por
cumplir su deseo de crecimiento.

Comprendido este punto, se hablará del significado del honor, como la medición de
nuestro valor y la manera en que es asimilado el calificativo que se le da a éste. “Mucho más
difícil y extensa que la del rango, es la dilucidación del honor”. (pág. 378)

3.1.3.2. El honor

Se entiende por honor, desde un punto de vista objetivo como el calificativo que se le
otorga al valor de una persona. Es decir, la observación de sus acciones honorables
determinará su grado de valor. Desde un punto de vista subjetivo, el honor representa el
interés que produce lo que los otros piensen de él. Por lo tanto, aquel que posee el honor es
respetado y representa para los otros un modelo a seguir. En la práctica de los actos
honorables, existe para Schopenhauer de por medio un “empeño por ser considerado un
miembro idóneo de la sociedad, es decir capaz de participar como hombre apto” (2009, pág.
379).

Existe entonces la necesidad de mostrarse como un hombre valeroso y virtuoso, una


responsabilidad para con la sociedad, y en función de esa utilidad, éste se considera
honorable, teniendo entonces primordialmente una preocupación moral: demuestra que es
bueno, y esa bondad debe verse reflejada en las acciones para con los otros, queriendo al
igual que en las posesiones y el rango, el aumento del aprecio por parte de la sociedad siendo
reconocido por la cantidad de actos de virtud que entran en la escala de la honorabilidad,
aprovechándolos además para que los otros confíen en él.

Schopenhauer hace una distinción del honor clasificándolos de esta manera:

De las distintas relaciones en las que se puede encontrar el hombre con los demás y
con respecto a las cuales ellos han de profesar confianza en él, es decir, una cierta
buena opinión, nacen distintas clases de honor. […] A ellas corresponde el honor
civil, el honor de cargo y el honor sexual, cada uno de los cuales tiene a su vez nuevas
clases. (págs. 379, 370)

Cuando se refiere al honor civil, tiene que ver con los derechos de los demás, es decir,
aquel que posee este tipo de honor basa el alcance de sus fines en medios que no sean
ilegítimos y que atenten contra dichos derechos. A partir de este honor es posible tener una
relación sana y amena con los demás. Este se pone en tela de juicio en el momento en que se
atente contra el ideal del bien común.

En cuanto al honor de cargo, consiste a la labor a la que una persona se dedica, siendo
medido su honor en cuanto cumpla con sus labores. Está atado a la opinión de sus jefes,
compañeros de trabajo o la familia siendo estos lo que pueden determinar si en realidad una
persona es laboriosa o no.

Por último, se encuentra el honor sexual el cual se clasifica en femenino y masculino.


En cuanto al honor sexual femenino, se habla de aquella opinión que tienen los otros teniendo
en cuenta su reputación, donde va incluido el tema de su virginidad y si es fiel. Entre esto
también si está apta para procrear y la responsabilidad para la atención a la familia. Según
Schopenhauer, el sexo femenino tiene la función de “hacerse cargo del cuidado de todo, y
también de los hijos que nazcan de esa relación: en esa disposición se basa todo el bienestar
del sexo femenino” (pág. 383). Por lo tanto, el honor sexual femenino estará determinado por
el cumplimiento de dichas funciones y por lo cual se le apreciará como buena mujer, y, en el
caso contrario se le despreciará.

En el caso del honor sexual masculino, si la mujer es la encargada del cuidado de


todo, el hombre es el encargado de proveer el hogar, teniendo en cuenta su supremacía
corporal e intelectual, debe buscar las posesiones para la sostenibilidad de dicho hogar,
además para garantizar el futuro de sus hijos. El hombre será juzgado entonces a partir de las
condiciones de su hogar, además también por la conducta de su mujer, ya que en el caso de
infidelidad, significará que hace falta control.

Como conclusión, el honor al tener que ver con la opinión tienen los demás sobre
nuestras acciones, no es un camino para alcanzar la felicidad, ya que, se requiere de la opinión
de los otros, determinando siempre lo que representa a través del juicio ajeno, de una
conciencia que no le pertenece. “El honor no tiene absolutamente nada que ver con lo que el
hombre es en y para sí mismo” (pág. 389)

3.1.3.3. La fama

Se dice de una persona famosa aquel que es reconocido por sus logros u obras
realizadas. El ser famoso está anclado a la opinión de los otros y en “lo que uno es en
comparación con los demás (Schopenhauer, 2009, pág. 413). Al igual que los otros tipos de
lo que uno representa, este tampoco aporta hacia la verdadera plenitud, hacia el estado alegre.
De esta se desprenden sentimientos como la envidia, y el deseo ansioso de ser cada vez más
popular. Cuando se es famoso, no hay paso para el conocimiento interior, ya que la
personalidad y el estado de ánimo dependerán en gran medida del aprecio de los otros. Pero,
aun así, el famoso no siente la necesidad de brindar un bien a los otros, por el contrario, ellos
le deben pleitesía por su talento.

Así pues, mientras que el honor por lo regular encuentra jueces justos y ninguna envidia lo
ataca, siendo incluso adjudicado de antemano a crédito, la fama, a pesar de la envidia, ha de
alcanzarse luchando; y el laurel lo otorga un tribunal claramente desfavorable. Pues el honor
podemos y queremos compartirlo con todos: la fama es restringida y obstaculizada por todos
los que la alcanzan. (pág. 412)
A diferencia del honor, aquel que es famoso tiene como preocupación la preservación
y crecimiento de su fama, sin importar sus acciones posteriores a la fama; en cambio, el que
posee el honor puede perder fácilmente su condición, teniendo en cuenta que a este se le
enjuicia por cualquier acción que atente contra su condición honorable. A esto dedica las
siguientes palabras Schopenhauer:

La fama es tan difícil de alcanzar como fácil de conservar. También aquí se opone al honor.
Este se concede a cualquiera, incluso a crédito: él solo tiene que preservarlo. Más ahí está la
tarea pues una sola acción indigna hace que se pierda de forma irrecuperable. La fama en
cambio, nunca se puede perder: pues el hecho o la obra por los que se alcanzó se mantienen
firmes para siempre y su fama permanece ligada a su autor aunque no añada ningún otro.
(pág. 413)

La fama entonces está anclada a un grado de popularidad, pero aquel que la posee
conservará el reconocimiento por aquello que lo llevó a ese estado. Aunque, habría que
distinguir entre la fama duradera y aquella que es pasajera. Como la fama se mide por grado
de popularidad y el reconocimiento, hay algunos que logran acciones brillantes que perduran
y logran ser populares para un gran número de personas que transmiten la idolatría hacia ese
que es famoso entre aquellos que integran su contexto; esto se conoce como fama duradera;
en cambio, algunos hacen acciones cuya relevancia es momentánea, donde se reconoce su
talento por unos cuantos, y estos no tienen preocupación alguna en seguir subiendo el grado
de su popularidad, se le conoce como fama pasajera.

Para concluir este punto, es suficiente con decir que aquello que uno representa puede
proporcionar una felicidad superflua, que no depende del individuo en tanto a sí mismo, ya
que está determinado por aquello que los otros consideran sobre él, el grado de popularidad
y de reconocimiento. La labor introspectiva tiene los matices de una conciencia ajena,
dejando de lado la relevancia de aquello que uno es.

Ahora, se tratará la manera de pensar y actuar a través del paso de los años, sobre el
apartado escrito por Schopenhauer titulado: “De la diferencia de las edades en la vida” (pág.
491)
3.2. De la diferencia de las edades en la vida

En este apartado Schopenhauer habla de la manera en que los momentos felices


se presentan en cada etapa de la vida. Analiza desde la infancia cuáles son los motivos en
los que el ser humano basa su existencia hasta la llegada a la edad adulta, expresándose
de la siguiente manera: “A lo largo de toda nuestra vida solo nos percatamos del presente
y de nada más. La diferencia es que al comienzo vemos ante nosotros un largo futuro y
hacia el final dejamos tras de nosotros un largo pasado” (2009, pág. 391)

Considera además que el temperamento más no el carácter a lo largo de nuestra


vida pasa por determinadas transformaciones, donde la visión de mundo adquiere cierta
madurez. Cuando se refiere al carácter como algo invariable con el tiempo, hace
referencia a lo que se desea. Los deseos estarán afines a su naturaleza, pero, la intensidad
con la que desea, con el transcurrir de los años adquiere cierta prudencia.

En la niñez las necesidades son pocas al igual que las relaciones, en esta edad la
interacción con el mundo tiene un sentido exploratorio, es en esta edad donde el cerebro
comienza a desarrollarse y para este las cosas que se aprenden cada día lo sorprenden y
son novedosas. Cada acontecimiento de la vida se presenta como nuevo ante los ojos del
niño. En esta etapa se va desarrollando la visión de mundo, la cual se va fortaleciendo
con la edad, como se ha dicho, el temperamento a medida que pasan los años se va
transformando.

En efecto, la vida, en toda su significación se presenta ante nosotros aún tan nueva, tan fresca,
sin que sus impresiones se hayan embotado por la repetición, que nosotros, en medio de
nuestra actividad infantil, de forma callada y sin una clara intención estamos siempre
ocupados en captar las escenas y acontecimientos individuales la esencia de la vida misma y
los tipos fundamentales de sus formas y representaciones. (pág. 492)

Con la pubertad, el influjo de la voluntad aumenta en mayor grado. Desde aquí


surge una pasión de (Schopenhauer, Parerga y Paralipómena I, 2009)senfrenada por
conseguir la felicidad, siendo en algunos casos otra la realidad: al enfrentarse con
circunstancias penosas en la mayoría de casos no sabrán afrontarlas. Desde este punto se
comienza a sentir insatisfecho. Vive a partir del supuesto de que los sueños se harán
realidad, de que el mundo está presto para ellos, que nada podrá contra su ímpetu juvenil
“espera que su vida tenga la forma de una interesante novela” (pág. 495). Cuando se da
cuenta que es el caso contrario, entra en el desespero y la frustración. “De ahí que, en
nuestros años jóvenes, estemos la mayoría de las veces insatisfechos con nuestra situación
y entorno, sean cuales sean” (pág. 494).

Superada esta etapa, lo que se persigue es distinto. El temperamento está ligado


no hacia el ímpetu de los deseos, sino al pensar prudentemente en lo que se desea. En el
caso que no se alcance, podrá asimilarlo de una manera racional, comprendiendo que
aquello probablemente no está destinado para él y por tanto el alcance de estas no lo
desestabiliza. En esta etapa hay cierta sabiduría, las preocupación se basa en una
existencia lo más llevadera posible, esta es la etapa en la cual el ser se encuentra presto a
la introspección, al autoconocimiento. Las experiencias de su vida le han enseñado a ser
prudente, el influjo de sus deseos juveniles ya se encuentra medido por la racionalidad.
“Lo que el hombre maduro consigue con la experiencia de su vida, y lo que le hace ver
el mundo de otra manera que el joven y el muchacho, es ante todo la imparcialidad” (pág.
496).
A modo de conclusión de este apartado, es posible entender de qué manera
influyen las cosas exteriores a través de las edades, donde lo que para el niño es novedoso
y para el joven una ilusión, en la edad adulta es posible tener un menor influjo de los
deseos, permitiendo así una mejor predisposición para alcanzar un estado de ánimo alegre
y una vida tranquila.
3.3. Conclusiones finales de la filosofía para la vida de Schopenhauer.

El análisis del apartado Aforismos para la sabiduría de la vida, reunido en los


Parerga y Paralipómena de Arthur Schopenhauer, tiene un tema abierto, hablando de
cuestiones que no son ajenas a ningún ser humano que habita en el mundo. La labor del
filósofo a la hora de exponer un determinado tema, tiene cierta intención y en el caso de
Schopenhauer es hacer un aporte hacia aquel que desea reevaluar la manera en que
concibe las cosas del mundo y aconsejando la prudencia y la sabiduría para el buen vivir.
Hablar de la felicidad también hace parte de un tema común a todo ser humano, pues
¿quién no desea ser feliz?

Schopenhauer llama a su obra los “anexos”, donde escribe tanto para el lector de
filosofía como para cualquiera que se interese por buscar algún consejo para ser feliz y
tener una vida plena. Se conserva en cierta medida la tradición griega de que la filosofía
tiene a su vez una función transformadora, ya que busca la sabiduría y el ser sabio
significa prudencia, conocimiento de sí mismo, plenitud.

Esta filosofía es para la vida presta a quien quiera informarse sobre una manera
de pensar con relación a la existencia, a las razones por las cuales se es infeliz y la manera
en la cual la introspección brindan la mayor tranquilidad de todas: lo que uno es y en la
medida en que se conoce sabrá asimilar las situaciones presentes en el mundo.

En el otro capítulo es posible encontrar también una filosofía para la vida, para la
transformación. La recuperación de lo que es natural en cada ser, la libertad y la decisión
por sí mismo. Es una manera de ver el mundo, que promueve el movimiento, el cambio
constante. La filosofía nietzscheana será tratada teniendo en cuenta conceptos
primordiales que permitan identificar también una visión de mundo que se presta a todos
los seres humanos.
2. CAPÍTULO CUARTO: La filosofía como transformación: Nietzsche.

Falta el filósofo que descifre la acción, no sólo el que la poetiza.


F. Nietzsche

A propósito de una filosofía como sabiduría, es posible encontrar en la obra de F.


Nietzsche una máxima universal de superación, de cambio y movimiento; es un saber para
la vida que a pesar de contener cierto rigor, presenta una preocupación por el ser como
individuo pensante y dueño de sus acciones, con la capacidad de dar el valor que considera
a lo que se ha impuesto a través de la historia. El estruendo de esta filosofía llega hasta la
tradición conservada por algunas escuelas filosóficas de la antigüedad y que fue dogmatizada
en gran parte por el medioevo con todo el sistema religioso cristiano que impuso las normas
morales.

Contiene una simbología universal, que se atreve a mostrar el hastío de aquello que
se ha establecido como verdad en el mundo; “La verdad es el error, sin el que no puede vivir
ningún ser viviente de determinada especie. El valor para vivir es lo que decide en último
término” (Nietzsche, 2000, pág. 48)

El lector que Nietzsche reclama no es solamente cuidadoso, “rumiante”, capaz de interpretar.


Es aquel que es capaz de permitir que el texto lo afecte en su ser mismo, hable de aquello que
pugna por hacerse reconocer aún a riesgo de transformarle, que teme morir y nacer en su
lectura. (Zuleta, 1982, pág. 12)

Nietzsche, destacado filósofo alemán a lo largo de sus obras, abre paso al “Nuevo
Hombre”, el cual se enfrenta a lo que ha sido conservado como verdad a través de los tiempos.
La conservación de una visión de mundo al servicio de la vida requiere de un conocimiento
interior, de un esfuerzo por abandonar aquello que no permite avanzar, una barrera
conceptual cuya estructura se vuelve frágil cuando se le da un valor al consejo que brinda el
ejercicio de la introspección.

El filósofo del futuro es al mismo tiempo el explorador de los viejos mundos, cimas y
cavernas, y sólo crea a fuerza de recordar algo que fue esencialmente olvidado. Ese algo,
según Nietzsche, es la unidad del pensamiento y de la vida. (Deleuze , 2000, pág. 24)
La pretensión de Nietzsche es inspirar hacia la transformación, teniendo en cuenta
que la vida es movimiento constante e impredecible, el ser humano debe adaptarse al cambio,
exigiendo además la voluntad hacia el poder, es decir, una actitud hacia la acción… “un
nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma” (Nietzsche, 2003, pág. 55)

Lo que queda por decir entonces es que este capítulo tiene como intención encontrarse
en la filosofía nietzscheana con una filosofía universal o común que sea de interés para el ser
humano en general, es decir, saber vitalista; esto es válido solamente con decir que la filosofía
de Nietzsche reafirma una concepción vitalista, lo cual permite llevarlo a un saber que no se
queda solamente en el campo filosófico. En el desarrollo de esta parte del trabajo se verán
tres fundamentos claros sobre la filosofía vitalista de Nietzsche: El espíritu libre, las
transformaciones del espíritu y la voluntad de poder.
4.1.Del espíritu libre.

La libertad del espíritu es un tema del que se ha tratado desde el inicio de este trabajo,
teniendo en cuenta que el espíritu requiere de una transformación y de la acción (voluntad).
Se ha resaltado también la importancia de la filosofía nietzscheana como sabiduría para la
vida, un pensamiento vitalista que enfrenta la visión tradicional que se tiene de la existencia,
la cual se encuentra anclada a la moral y al establecimiento de verdades absolutas que se han
conservado sin ser puestas en tela de juicio.

Con humano demasiado humano, Nietzsche presenta un escrito para espíritus libres.
Representa un cambio de pensamiento, un nuevo modo de pensar; el abandono de algunos
ídolos. Aquello que se convierte en su filosofía se ve reflejado en su vida, donde iba dejando
atrás lo que pasa su visión de mundo y sus ideales era contrario. Ese movimiento y renovación
constantes hacen válida lo que se profundiza en este trabajo: Los saberes al servicio del ser
humano, de su transformación. “Humano demasiado humano, es un monumento de una
rigurosa cría de un ego, con la que puse bruscamente fin en mí a toda patraña superior, a todo
<<idealismo>>, a <<todo sentimiento bello>> y a otras debilidades…” (Nietzsche, 2005,
pág. 94)

En el texto se habla de un espíritu infatigable, que acepta la vida concibiendo la


necesidad del cambio. El ser humano no debe vivir de opiniones, como siempre lo ha venido
haciendo, determinado por la fortaleza de los grandes moralistas, el ser virtuoso, compasivo
y religioso es el que se considera el modelo a seguir. Por ello, tiene permitido el hacer juicios,
opinar sobre nuestras acciones, tanto como para aprobarlas o en la mayoría de los casos
desacreditar los actos que son esencia de nuestra naturaleza como humanos. “La pereza de
espíritu las hace cristalizar en convicciones. Quien se cree un espíritu libre, infatigable, en la
vida, puede impedir esta cristalización por un cambio constante…” (Nietzsche, 1986, pág.
341)

La libertad del espíritu está determinada por la forma en que se afronte la vida. La
individualidad no está presta a ninguna pretensión. Vivir, con eso es suficiente, enfrentando
como se ha dicho antes la adversidad, anteponiéndose y aprendiendo de ella. Es un
acercamiento a la vida, una recuperación de su ser natural, una liberación de las ataduras de
la moral y los sentimientos de los que se hacen llamar “fuertes”. “La señal de la gran salud,
superabundancia que da al espíritu libre el peligroso privilegio de vivir a título de experiencia
y correr aventuras, el privilegio del espíritu libre” (Nietzsche, 1986, pág. 10)

Hay aquí una propuesta encaminada a una búsqueda interior, a un reconocimiento del
ser que acepta su naturaleza y que recrea aquellos sentimientos determinados por su
individualidad. La invitación Nietzscheana al ser humano es siempre hacia la superación de
los límites, a la aceptación del presente y sus eventualidades aprendiendo de las experiencias
y sobreponiéndose a dichos sucesos.

Cuando se acepta la existencia en el modo trágico, el ser humano se encuentra


posibilitado a la aceptación, el aprendizaje y al enfrentamiento de los limitantes; lo que se le
ha ofrecido al ser humano hasta este momento ha sido una felicidad superficial, basada en
deidades y la voluntad de estas, es decir, la obediencia ciega, la resignación y la entrega de
la naturalidad del ser a los intereses sectarios que han creado una forma de vivir al igual que
una moral cuya reputación hasta ahora ha sido absolutamente irreprochable. Es la opinión lo
que ha creado un concepto de vida, lo que se ha impuesto como verdad ha tenido mucho más
valor que la experiencia misma, volviendo a un ser vital por naturaleza en inanimado, lineal.
“Esperemos a que un espíritu, en el cual el tipo de espíritu libre deba madurar hasta la
perfección, haya corrido su aventura decisiva de un cambio de frente…” (Nietzsche, 1986,
pág. 7)

Cuando se pierden las riendas de ese camino lineal, el ser humano se ve afectado por
los acontecimientos de la existencia, no hay un carácter para afrontar la vida; por ello busca
refugio en los otros, necesitado de la compasión y de otros sentimientos que para Nietzsche
son débiles, ya que han sido causantes del estancamiento del accionar individual del ser
humano. “No hay en la Naturaleza ni línea exactamente recta, ni círculo verdadero, ni
grandeza absoluta” (Nietzsche, 1986, pág. 25)

El carácter hacia la vida, como se ha dicho, ha sido infundado por el idealismo y por
entes sectarios que han representado a lo largo del tiempo la verdad absoluta. No lo ha decido
el ser, su preocupación ha sido hasta ahora la de la conservación en sociedades que
constantemente lo juzgan por sus acciones y que acomodan estas a los fines del rebaño, por
ello que la filosofía nietzscheana es una revelación ante la supresión del ser a intereses ajenos
con el fin de reclamar lo que es suyo: su Naturaleza, su libertad.

La visión de mundo de cada ser humano debe ser desprevenida, presta al cambio
constante, en eso consiste la libertad del espíritu, en la capacidad del ser de poder concebir
la existencia como la persistencia del movimiento que sorprende en cada vuelta.

El que quiere solamente, dentro de cierta medida, llegar a la libertad de la razón, no tiene
derecho durante mucho tiempo para creerse sino un viajero, y no como el que hace el viaje
hacia un fin último, porque no lo tiene. Pero se propondrá observar bien, tener los ojos muy
abiertos para todo lo que pasa realmente en el mundo; por esto no puede vincular su corazón
con demasiada estrechez a nada particular; es necesario que exista en él algo del viajero que
encuentra su goce en el cambio y en la mudanza (Nietzsche, 1986, pág. 342)

Se han descrito aquí con claridad las actitudes del espíritu libre teniendo en cuenta la
filosofía nietzscheana. En el próximo apartado, será posible conocer a fondo cómo se llega a
ser un espíritu libre, dando a conocer los ciclos por los que pasa este para lograr su
individualidad: las transformaciones del espíritu.
4.2.De las transformaciones del espíritu

La filosofía nietzscheana se enfrenta a los preceptos dogmáticos de su época,


especialmente los que la religión ha impuesto y ha considerado como verdades únicas; este,
ha sido el estandarte de una actitud de resignación y de repudio hacia la vida. Pero, lo que
interesa a este tema es lo que aporta Nietzsche en pro de una filosofía encaminada hacia la
sabiduría, permitiendo una actitud transformadora: un saber para la vida. Desde Zaratustra,
Nietzsche empieza a forjar lo que significará el “Hombre Nuevo”, explicando las
transformaciones del espíritu. “Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el
espíritu se convierte en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño” (Nietzsche,
2003, pág. 53)

Lo que Nietzsche considera como transformaciones del espíritu hace referencia a la


manera en que el constante movimiento, el cambio y las circunstancias lo han llevado hacia
la revisión constante de su vida a lo largo de su trayectoria como filólogo y filósofo, su salud
y su enfermedad, su cordura y locura. Esto demuestra el modo en que lo conceptual es
adaptado a la manera en que se aprecia la vida, donde se ejerce la filosofía desde un punto de
vista espiritual, enfrentándose al quehacer del filósofo de su tiempo, regresando en la historia
para buscar los vestigios de una filosofía para la vida.

Según Nietzsche, estas tres metamorfosis significan, entre otras cosas, momentos de su obra,
y también fases de su vida y de su salud […] de este modo la historia de la filosofía, desde
los socráticos a los hegelianos, sigue siendo la historia de largas sumisiones del hombre y de
las razones que se aplica para legitimarlas. (Deleuze , 2000, págs. 9, 30)
4.2.1. El camello

Un animal que soporta, adaptado a la carga y la intemperie en el desierto, que no tiene


derecho a opinar, llevando lo que le sea puesto en su lomo; este es el camello. Un espíritu de
camello, es entonces aquel que se resigna a cohabitar con lo que se ha establecido como
verdad, que carga con los valores arcaicos que han sido impuestos y son y serán siempre el
soporte para afrontar la vida.

El camello es el animal que carga: carga con el peso de los valores establecidos, con los fardos de la
educación, de la moral y de la cultura. (Deleuze , 2000, pág. 9)

Los sentimientos del camello están determinados por algo ajeno a él, sin permitirse
para sí el cambio, la decisión individual. El enfrentarse a los preceptos preestablecidos
significaría poner en tela de juicio en aquello que ha tenido fe ciega, temiendo que se
derrumbe toda la pirámide del <<yo debo>>. “…la más pesada de todas, carga el espíritu de
carga: semejante al camello que corre al desierto con su carga, así corre él a su desierto”.
(Nietzsche, 2003, pág. 54)

La comodidad del camello consiste en que debe ser guiado, debe ser cargado. Se
siente seguro cuando se le impone, cuando se le somete. Puesto que se le ha inculcado un
concepto de bien y mal, tiene temor a afrontar la vida por sí mismo recurre siempre a un
guía, siempre presto a la labor ardua de la carga. Su espíritu aferrado a la entrega ciega no le
permitirá considerar jamás la idea del cambio ya que, Hay muchas cosas pesadas para el
espíritu, para el espíritu fuerte, de carga, en el que habita la veneración: su fortaleza demanda
cosas pesadas, e incluso las más pesadas de todas. (pág. 53)

Nietzsche dice que primero el espíritu se convierte en camello, es el espíritu que admira, que
tiene grandes ideales, grandes maestros. […] el camello es el espíritu sufrido, el espíritu que
busca una comunidad con cualquier cosa. (Zuleta, 1982, pág. 3)

Los sentimientos con los que carga el espíritu del camello han sido traídos a través de
la historia, una tradición impuesta cuyas verdades absolutas determinan lo que es fuerte y lo
que es débil, donde las instituciones religiosas (principal crítica de Nietzsche a lo largo de
sus obras) ha permeado la actitud crítica del ser y ha enaltecido conductas ligadas a sus
intereses. La intención del camello es ser virtuoso haciendo siempre lo que se le ha impuesto.
Pero, aunque exista tal espíritu, hay una esperanza para la transformación; tal transito reposa
en El león. “Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: en el
león se transforma aquí el espíritu, quiere conquistar su libertad como se conquista una presa
y ser señor en su propio desierto” (Nietzsche, 2003, pág. 54)

4.2.2. El león

En el camino de la búsqueda de la libertad, de la afirmación de la existencia, el espíritu


pasa posteriormente a convertirse en León. ¿En qué consiste esa libertad? Nada más y nada
menos que en la revelación contra lo que se ha impuesto como única verdad a través de los
tiempos: <<tú debes>>. El león tiene la posibilidad de decir No, afirmando así su derecho a
decidir lo que para sí es conveniente o no. Reconoce que el deber posee un contrario que es
el hacer, y lo convierte en la máxima de su existencia. No requiere de ser cargado, anda
solitario porque se siente a gusto así, en su soledad ha encontrado lo que desea en realidad.
“El león rompe las estatuas, pisotea los fardos, dirige la crítica de todos los valores
establecidos” (Deleuze , 2000, pág. 9)

El espíritu del león es un claro ejemplo de aquel que se revela ante lo impuesto,
enfrentando al dogma prefiriendo para sí consultar a su yo, siguiéndose del ejercicio
introspectivo permitido en su soledad, que lo lleva al auto-conocimiento y que le ha otorgado
la capacidad de la negación, actitud tal relegada en el camello por su inclinación hacia la
resignación. De por medio está una propuesta de cambio constante, de movimiento, donde el
transformarse contiene en sí la superación y el olvido dando paso a un nuevo comienzo, uno
saludable al espíritu.

Se puede entender también a partir de la reflexión nietzscheana sobre la


transformación del espíritu en león que el dominio individual tiene como base una
observación personal del mundo, donde la compañía del león es la naturaleza, sin voces que
le impongan, con una nueva fuerza, con un nuevo don: el del no. La cuestión de la negación
hace parte de una sabiduría universal, considerando que el ser humano no ha tenido esta
capacidad, ya que ha entregado su existencia a los sistemas regidos por la solidez de ciertas
normas que se han establecido y mantenido a lo largo de la historia, su voluntad se encuentra
determinada por aquello que dicho sistema ha impuesto y que ha seleccionado entre todos
los valores aquellos que le han servido para mantener el rebaño.

En otro tiempo el espíritu amó el “tú debes” como su cosa más santa: ahora tiene que
encontrar ilusión y capricho incluso en lo más santo, de modo que robe el quedar libre de su
amor: para ese robo se precisa el león. (Nietzsche, 2003, pág. 55)

La promesa en Nietzsche desde la óptica del espíritu del león es abrir las puertas a
una nueva forma de considerar la existencia, reforzando el pensamiento antiguo de una
filosofía vivida, una invitación a un saber universal, donde el carácter del ser está
determinado por la fuerza de sus sentimientos. Un espíritu dotado de libertad, deambula por
el desierto buscando para sí lo que le es conveniente según su criterio, sin rencor alguno con
lo que ha designado la naturaleza, creyente en el cambio y el movimiento. Aun así, el león
no tiene la capacidad de crear nuevos valores, solamente escoge entre los que a su
individualidad le parece, entendiendo entonces que se requiere de otra transformación. “Crear
valores nuevos – tampoco el león es aún capaz de hacerlo: más crearse la libertad para un
nuevo crear – eso sí es capaz de hacerlo el poder del león” (pág. 54)

El esfuerzo que hace el león por no remembrar lo que fue (camello) lo lleva en algunos
espacios de su soledad a sentir temor de retroceder en su transformación. Perseguido por el
fantasma de su actividad anterior (la carga) no le ha permitido superar su pasado, conserva
aún cierto rencor con aquel espíritu dogmático. Es entonces donde se habla de la última
transición del espíritu, ese sagrado por fin: la transformación del león a niño. “Pero decidme,
hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha podido hacer? ¿Por
qué el león rapaz tiene que convertirse todavía el niño?” (pág. 55)
4.2.3. El niño

Ha llegado el por fin, donde el espíritu pierde su seriedad, donde llega a la verdadera
madurez. El niño es el transito final del espíritu, donde existe el verdadero olvido de quién
se ha sido. Sus acciones inocentes están concentradas únicamente en el juego. El niño se
permite para sí el mundo, lo disfruta, goza de él. Se impresiona fácilmente, no oculta sus
sentimientos.

El niño vive en un juego constante, presto siempre a una afirmación de la vida, cuya
intencionalidad no está determinada por ningún precepto, avanzando hacia la plenitud
inocentemente, sin conciencia de sus actos ya que lo que hace esencial al juego es tener la
capacidad de sentirse libre. No hay una obligación para el niño, además, tiene la capacidad
de desarmar y armar a su antojo jugando con las piezas del rompecabezas de la vida,
equivocándose, molestándose, alegrándose, entristeciéndose. El conjunto de sentimientos
que se reflejan en el niño a la hora de jugar demuestran lo poco que se aferra a estos, es capaz
de olvidar, sin rencores, sin miedos. Lo que destaca esta acción infantil del juego es la notoria
presencia del presente, es decir, no hay cabida para recordar ni para futurizar. “Si, hermanos
míos, para el juego del crear se precisa un santo decir sí: el espíritu quiere ahora su voluntad,
el retirado del mundo conquista ahora su mundo”. (Nietzsche, 2003, pág. 55)

La enseñanza a partir del análisis del espíritu del niño está dotada de sabiduría,
mostrando que la verdadera madurez del ser consiste en su capacidad de olvido como también
en la manera en que enfrenta el mundo, no como una cuestión hacia el futuro, sino a través
del juego del día a día donde hay un inicio y un fin distintos en cada amanecer y anochecer;
“inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo”. (pág. 55)

La sabiduría contenida en el niño consiste en la manera en que interpreta el juego, en


el cual crea, propone reglas y cuando estas lo hastían se sirve de la invención para seguir con
su existencia, como ser natural, sin ataduras, sin juicios, sin bien ni mal. A su vez, puede
interpretarse este espíritu como una manera de enfrentarse a la seriedad de los saberes, su
rigor. Por ello, el espíritu de la niñez contiene en sí una sabiduría puesto que no se ha
entregado a la carga ni a la resignación como tampoco contiene dentro de sí dudas que
mortifican la existencia, ha dejado atrás al león y al camello, se ha sobrepuesto sobre las
capas del espíritu de manera espontánea.

El sabio y el niño sólo pueden jugar y crear; entregarse a cada experiencia –no hay juego sin
pasión- sin perderse en ella-esa pasión no es alucinación, vértigo y paranoia… porque el que
juega sabe que juega-. El juego, la vida del sabio, es pasión desapegada. El sabio es el que ha
abandonado la falsa seriedad de la existencia: los suspiros sacrificados del camello-mártir, el
crispado sentido del honor del arrogante león. (Cavallé, 2006, pág. 227)

La invitación de Nietzsche al exponer las transformaciones del espíritu es clara: el ser


necesita adueñarse de su voluntad, aquella que le ha sido arrebatada a lo largo de la historia
y a la que se ha entregado con un sentir de rebaño, omitiendo su individualidad, recreando
nuevos mundos que lo han alejado del presente, forjando un modelo de vida que no ha
decidido por sí solo, que le ha sido impuesto, y que seguirá haciendo de él un ser resignado
si no da paso al espíritu del niño.

Luego de haber hecho un análisis de las transformaciones, es necesario ahondar en un tema


que conlleva hacia lo que llamamos la voluntad hacia la acción, esa cuyo impulso depende
de nuestra individualidad y que hace parte esencial de la naturaleza del ser humano y que se
convierte también en un saber común encaminado hacia una actitud ante la vida la cual es
válida para el ser humano en general.
4.3. La voluntad de poder

Siempre estoy a la altura del azar; para ser dueño de mí he de estar desprevenido.
F. Nietzsche

En la concepción filosófica de Nietzsche es posible encontrarse con una definición


clave cuyo alcance está determinado por la individualidad del ser: la voluntad de poder. Es
necesario comprender la importancia de los términos voluntad y poder (o dominio) como
unidad, como acción cuya intención no contiene en sí un sentido político o encaminado a la
posesión de algo. Se puede entender como un impulso, como el motor que genera vitalidad
en el ser humano, buscando perseguir lo que según sus deseos es conveniente, superando las
pretensiones de la historia y de los valores puestos como máximas de la verdad en el mundo.

[…] Nietzsche llama “Voluntad de dominio” a una fuerza unificadora perfectamente


impersonal que confiere una nueva ordenación y una nueva interpretación a los elementos
que estaban hasta entonces determinados por otra dominación. Esta noción es por lo tanto no
sólo ajena a la significación que le asigna la ideología dominante, sino directamente opuesta,
puesto que en ésta se entiende como deseo de dominar, superar, de oprimir a otros dentro de
los valores y jerarquías existentes y por lo tanto de someterse a esos valores y jerarquías.
(Zuleta, 1982, pág. 5)

La voluntad es entonces una entrega decidida por cada ser que acepta su naturaleza
conservando la realidad sin ir en busca de mundos ajenos y reconociendo el presente como
el aquí y ahora. La fiel creencia en el sentimiento trágico, entendiendo que el flujo de la vida
puede ser escabroso, como también dotado de momentos alegres, es la máxima del ser
humano que adquiere para sí la voluntad de poder. No hay un descrédito de los sucesos
difíciles de la vida, los utiliza, los conoce y los enfrenta entendiendo que la naturaleza es tal
y como debería ser. “Naturaleza, quiere decir, atreverse a ser inmoral, como lo es la
Naturaleza (Nietzsche, 2000, pág. 109)

Cuando se habla de la unidad voluntad-poder es posible identificarse con una filosofía


de impulso, de crecimiento constante del ser, donde sus acciones son determinantes para
afrontar la existencia; es un abandono al instinto de rebaño que se ha impuesto desde la
religión y cuyo estandarte ha relegado el espíritu del ser hacia la libertad, hacia la creación,
hacia la reinvención. Por eso, “una vez alcanzado el poder sobre la Naturaleza, puede
utilizarse para conseguir el desenvolvimiento del hombre libremente: la voluntad de poder
como elevación y vigorización del individuo”. (pág. 282) Ese poder sobre la Naturaleza
significa el valor al criterio individual, que promueve el crecimiento y el desprendimiento de
preceptos arcaicos promoviendo la fortaleza del espíritu.

La voluntad de poder contiene en sí una esencia creadora, donde al ser humano se le


ha entregado su libertad, teniendo la oportunidad de tomar del pasado aquello que había sido
ocultado por intereses dogmáticos. Se le es permitido dudar de los valores establecidos, de
lo que se ha concebido como fuerte. Afronta la realidad tal y como es, el presente como lo
único existente, lo real. La invención de nuevos mundos, el idealizar lleva entonces a relegar
la actividad vitalista que da valor a la existencia y refugiándose en lo fantasioso, en lo
imperecedero.

El ideal es, por así decirlo, el tributo que el hombre paga por el desgaste que tiene, que hace
en todas sus verdaderas tareas. Al cesar la realidad empieza el sueño, la fatiga, la debilidad:
el ideal es justamente una forma del ensueño, de la fatiga, de la debilidad... Las naturalezas
más fuertes y las más desmayadas se equiparan cuando se entregan a este estado: divinizan
la disminución del trabajo, de la lucha, de la pasión, de la tensión, de la contradicción, de la
realidad en suma... de la batalla del conocimiento, del descanso del conocimiento... (pág. 241)

El ser humano que ha logrado imponer su voluntad hacia la acción, está dotado de
sentimientos fuertes, a los cuales es fiel, en principio, ya que si estos no son suficientes, los
re-evalúa y crea otros nuevos. Su consideración hacia lo conveniente está determinado por
su manera de observar el mundo, embriagado de vitalidad batalla contra la imposición de los
valores, con una actitud crítica, los destroza y devela su falsedad e intenciones negativas para
con el espíritu. “El vitalmente pobre, el débil, empobrece más la vida; el vitalmente rico, el
fuerte, la enriquece. El primero es un parásito; el segundo aporta algo a ella... ¿Cómo es
posible confundir al uno con el otro?” (pág. 62)

Lo que ha permeado la actitud de acción ha sido la conservación de la actitud de


camello, regido por la pirámide moral impuesta por la religión con la cual aún carga el ser
humano y que no se atreve a dejar por miedo a ser juzgado por el rebaño, temeroso de sufrir
las consecuencias de su desvarío; así juzga la religión al hombre verdaderamente fuerte y lo
desacredita por sus acciones libres.

La vida moralmente juzgada ha sido la imposición más grande conservada a través


de los tiempos, orientando al ser humano hacia una actitud de pasividad ante la existencia,
donde las decisiones sobre lo que es beneficioso para el crecimiento individual se suprimido
por la necesidad del anteponer los deseos del otro sobre nuestra manera natural de actuar;
esto ha dado paso a que sentimientos como la compasión refrenen la individualidad del ser.
“Conquistemos la verdad de manera que no necesitemos demasiado la disciplina de la moral.
En caso de que se juzgue la vida moralmente, rechazarla”. (pág. 282)

La gran importancia que adquiere esta visión nietzscheana promueve el valor de


enfrentar la vida, conservando siempre un espíritu en cambio constante con las circunstancias
presentes en la existencia, siendo esta una concepción válida para todos los seres humanos.
La acción es el estandarte de una filosofía vitalista encaminada al crecimiento del ser humano
y la capacidad de transformación. Es entonces la Voluntad de poder la predisposición hacia
ese cambio, como también un impulso al derrumbe de los límites morales y conceptuales que
han permeado una verdadera preocupación por el ser, por lo que es valedero: el presente
como única realidad que requiere de una actitud vitalista.

Ya explicada la importancia de la voluntad de poder como parte vital del ser humano, se
concluirá este capítulo haciendo énfasis en la importancia de la filosofía nietzscheana como
saber para la vida.
4.4.¿Contiene la filosofía nietzscheana un saber transformador?

Las razones por las cuales se hace una recolección de los aforismos de Nietzsche
tienen que ver con la búsqueda de los vestigios de una filosofía que siempre ha estado allí,
presta a que el ser humano se apodere de ella, que promueva un cambio, una trasformación.
Es por eso que en este filósofo puede apreciarse una filosofía para el ser, un saber que no es
ajeno a este: común, universal; ya que su preocupación es la manera en que la vida ha sido
considerada a través de los tiempos y las imposiciones que se le han hecho a esta y que han
permeado la libertad individual, una necesidad natural del ser.

La filosofía se hace nuevamente peligrosa con Nietzsche, con una diferencia: en los siglos
anteriores había sido peligrosa solo para los filósofos, pero con Nietzsche lo fue para todo el
mundo. […] Nietzsche, que dio un salto en la helada ráfaga proclamando una ruidosa filosofía
que mantendría por un buen tiempo despierto a todo el mundo. (Strathern, 2014, pág. 5)

Se ha dicho que la filosofía Nietzscheana presenta cierta dificultad para el lector no


filósofo, aunque, hay que decir que el lenguaje de esta visión de mundo pertenece a la
restauración de la vitalidad, una invitación a la introspección a la apreciación de nuestro
criterio como individuos aplicables a nuestra existencia. Hay que advertir a su vez que la
filosofía de Nietzsche no debe ser entendida como el disfrute derrochador de la existencia.
Aquella libertad de decisión tiene que ver con el accionar, recuperar lo que es vital, aquello
que al ser humano le ha sido negado por la moral a lo largo de la historia: la libertad a decidir
por sí mismo.

Como se dijo al inicio de este capítulo, la concepción nietzscheana no solamente


revoluciona al campo de la materia filosófica, sino que a su vez viene a ser importante para
el mundo, ya que es una visión que enfrenta la manera en que se ha tomado la historia, tan al
pie de la letra, tan lineal. Es por ello que las intenciones son universales: una reevaluación de
la existencia, de la manera en que actualmente se ha afrontado la vida y en cómo el ser
humano ha tomado la experiencia y opinión de los otros como suya.

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