EN esta MATERIA? ~ PABLO GONZÁLEZ Recuerdo con claridad el día en el que un hermano de la iglesia me dijo: “No he leído el Antiguo Testamento completo porque los libros históricos me aburren, narran puras desgracias”. Probablemente tenía razón, pues en estos libros vemos cómo es que poco a poco el pueblo de Israel es conducido a la perdición. Por lo tanto, ¿qué sentido tiene leer los relatos de cómo el pueblo de Israel fue llevado a la cautividad babilónica y, qué provecho tiene para nuestras vidas? Como si las casualidades existieran, nuestro profesor respondió estas interrogantes al inicio del semestre, al citar a Pablo, cuando dice: “porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron; a fin de que, por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Romanos 15:4). Por lo tanto, concluimos que los Libros Históricos no son meros relatos de la historia judía, sino que – como fue dicho en las primeras clases– tienen un carácter profético. Estos libros hablan a nuestras vidas, o como dice Pablo: “para nuestra enseñanza se escribieron”. Entonces, me pregunto ¿qué me ha hablado Dios en esta materia? Quisiera abandonar por un momento todo este lenguaje académico y presentar este trabajo con las simples palabras de Pablo González. Lo primero que habló Dios a mi vida fue en el oscuro Libro de los Jueces. En el cual analizamos el gran círculo vicioso del que habla todo el libro: Los israelitas cometen apostasía; luego, son castigados por su pecado; por ende, claman a Dios por libertad; en consecuencia, Dios los redime de su castigo; y, nuevamente, el pueblo apostata de su fe. Este es el tema que trata el oscuro Libro de los Jueces. Tan repetitivo es que, en las palabras de nuestro profesor, “parece chacota la cuestión”. Reconozco que más de alguna vez he dicho en mi cabeza: “qué duro fue el corazón del pueblo de Israel, pues, aun viendo la misma gloria del Señor le abandonaron”. Reconozco también que este pensamiento pasó por mi cabeza al analizar el tema de este libro. Sin embargo, este mismo círculo dio un duro golpe en mi vida. ¡Cuántas veces he actuado de la misma manera! Me es imposible enumerarlas. Me aparto del Señor cuando peco y he dejado algunas prácticas piadosas que debo retomar urgentemente. Obviamente en mi castigo no vienen los pueblos vecinos a robar mis cosechas, sin embargo, viene el enemigo y me roba ese precioso gozo que Dios nos ha dado. Es en ese mismo momento que una fuerte angustia golpea en mi consciencia. Sé que estoy mal, debo cambiar. Por lo tanto, oro para que el Señor me fortaleza, para que transforme mi corazón y me haga caminar por el buen camino. En ese momento mi culpa es quitada y el gozo vuelve a mí. Sin embargo, al poco tiempo después vuelvo a lo mismo ¡es un círculo vicioso! Más adelante, en el Libro de Samuel, me identifiqué con el particular Saúl. Aquel hombre que no quería tomar el trono, pero que cuando logró aferrarse no quiso soltarlo más. He visto esa actitud en mi vida. Mis padres nunca han sido parte del liderazgo eclesiástico y yo, hasta el día de hoy, simplemente soy “el hijo de la hermana Ester”. Nunca generé influencias y nunca formé parte de “las personas VIP” de la congregación, hasta hace poco. Mi bendita ventaja intelectual en asuntos bíblicos y el tranquilo carácter que Dios me ha dado, han hecho que de algún modo sea considerado entre mis semejantes. Quizás no tenga cargos ni jineta en la congregación, sin embargo, poseo influencias positivas con los jóvenes. Por primera vez en mi vida –y hablo como hombre– soy alguien “importante” en la congregación, lo cual tiene cierto paralelismo con la vida de Saúl. Es tan así, que cuando algún otro se levantaba, un sentimiento de envidia recorría mi interior. Quizás no trataba de asesinarlos –física o espiritualmente– como Saúl, pero un mal sentimiento me dominaba. Gracias a Dios pude ver esta falencia a tiempo y corregirla; de modo que, si en algún momento dicho sentimiento se asoma, lo puedo controlar y abandonar. Así también, con Saúl, Dios me ha hablado en contra de otra falencia en mi vida. Vimos cómo es que el orgulloso Saúl trataba de mostrarse bien ante el pueblo a pesar de que sucedía todo lo contrario. El Espíritu de Dios se había apartado de él, sin embargo, quería ser honrado ante los ojos del pueblo. De la misma manera, como si las casualidades existieran, mi vida parece ser un paralelo con Saúl (solamente espero no terminar como él). Cuántas veces he estado espiritualmente mal, completamente abatido y acabado, sin embargo he tratado de mostrarme bien ante el pueblo de Dios. Cuántas veces el Espíritu de Dios se ha apartado de mí, pero el orgullo no me ha dejado reflejarlo. Cuántas veces he ocultado mi verdadero estado espiritual, probablemente pensando en el qué dirán. Sin embargo, gracias a estos escritos, he podido ver mi mal y qué sucedería si continúo en él. Lo cual me ha movido a buscar ayuda –con mis pastores y líderes– cuando me encuentro en problemas, con el propósito de encontrar una solución; y, me ha movido a reconocer mi pecado sin importar cuán humillante sea. Hasta el momento este documento ha hablado únicamente de males, pero –para que no le de depresión al leerlo– he aquí algunas bendiciones. La primera de ellas, se encuentra en la “escuela del desierto” de David. Este último había sido ungido como rey, sin embargo, estaba en el desierto escondido porque quería ser asesinado. Alguien probablemente se pregunte ¿qué diantres hace David en el desierto si fue ungido rey? Quizás David, en un momento de incredulidad, se dijo: “¿cómo es que seré rey en esta situación?” Sin embargo, sabemos que todo este tiempo fue un proceso por el cual Dios formó su carácter, a fin de que pueda cumplir con su misión. Curiosamente lo mismo sucede en mi vida. Si bien no he sido ungido rey, ni pastor, he recibido promesas del Señor en cuanto a mi futuro. Y, en más de alguna ocasión me he preguntado: “¿cómo es que se cumplirá dicha promesa?” o también me he hecho la típica pregunta: “¿de verdad Dios me hablo?”. Debo reconocer que es una locura que un joven de 19 años decida estudiar teología en vez de obtener un título profesional que le genere grandes ingresos económicos. Como se dice vulgarmente: “hay que tener dos dedos de frente”. Sin embargo, la promesa de Dios está vigente y confío en que, al igual que con David, Dios está formando mi carácter para que en un futuro no muy lejano pueda enseñar Biblia y Teología. De la misma manera, en los relatos de Elías y Eliseo he recibido la siguiente instrucción: Debes seguir con la misión. Vendrán dificultades, vendrán pruebas, pero ante todas estas debo perseverar. ¿por qué? porque debo terminar la misión, mi misión. Probablemente este ramo me ha dado más “palos” –o acusaciones– que flores. Sin embargo, agradezco esta clase, porque como se dijo en un principio: “estas cosas fueron escritas para nuestra enseñanza”. Agradezco todas estas acusaciones y muchas más, porque por medio de ellas Dios revela mis falencias y estas pueden ser corregidas. Espero en un futuro poder entregar estas mismas enseñanzas para que, así como Dios me hablado en este semestre, hable también a otros hermanos. Con el propósito de que sean edificados y puedan apreciar los Libros Históricos como lo que son: Libros de carácter profético.