Sei sulla pagina 1di 18

LA DEFENSA MORAL DEL CAPITALISMO POR AYN RAND

María Blanco González1

Introducción.

Ayn Rand es conocida por muchas cosas: guionista, escritora, filósofa, pero no tanto como
pensadora económica. Sin embargo, su defensa del capitalismo es, desde mi punto de vista, una
de las más sólidas, precisamente debido a que acusa a los pensadores económicos de haberle
hecho un flaco favor centrándose en los aspectos exclusivamente económicos de este sistema,
en lugar de haberlos asociado a la filosofía subyacente a la sociedad que vive bajo el
capitalismo. Es por ello que la defensa que ella hace es una defensa moral, y no de otro tipo.
En este ensayo pretendo analizar las ideas económicas de Rand, sobre todo su defensa del
capitalismo, y su relación con los economistas de la época, en especial con los austriacos, a los
que les unió una relación de amor/odio a pesar de ser sus compañeros de viaje más cercanos.
En el primer apartado se esboza una pequeña biografía de la autora, que en realidad se llamaba
Alisa Rosembaum. Se destacan sobre todo aquellos aspectos que influyeron más en su obra.
A continuación, se analiza su defensa del capitalismo como sistema social mejor desde un punto
de vista moral.
En el tercer apartado se estudia la relación de Ayn Rand con los economistas de la Escuela
Austriaca en especial. El que se hayan publicado sus comentarios a algunas obras de Mises,
Hayek y Hazlitt, así como su relación con Murray Rothbard y el que entre sus lecturas
recomendadas estuvieran obras de maestros austriacos y de ninguno más, explica que este
apartado se centre en esta escuela.
A continuación se dedica un epígrafe a considerar las opiniones que los economistas de su época
y de la nuestra han expresado acerca de las ideas económicas de Ayn Rand.
Por fín, en el último, se recopilan las conclusiones generales.

Biografía

Ayn Rand, cuyo nombre real era Alisa Rosembaum, nació en San Petersburgo en 1905 (cuando
aún no era Leningrado). Desde pequeña demostró su capacidad para el auto aprendizaje,
aprendió a leer sola a los seis años, y a los nueve, después de leer novelas de ciencia ficción,
decidió dedicarse a escribir relatos fantásticos.
Su madre le enseñó francés y fue quien le empezó a comprar novelas para chicos con héroes de
marcado carácter. El primer ídolo que tuvo fue Cyrus Paltons, un oficial indio del ejército
británico, protagonista de una novela de segunda escrita al estilo de Rudyard Kipling. Más
adelante, se hizo seguidora de Walter Scott, Alejandro Dumas (padre) y Victor Hugo, su escritor
favorito. Este detalle es relevante porque explica que le marcaran tanto los personajes heroicos
que luego encontraremos en sus propias novelas. Además, muestra cómo, a pesar de la literatura
rusa de la época que le tocó vivir, se formó a sí misma como escritora europea.
Vivió la Revolución de Kerensky y la Bolchevique en 1917. Para evitar conflictos y revueltas
tuvo que acabar sus estudios escolares en Crimea. La victoria comunista supuso la confiscación
de la farmacia de su padre. Los siguientes años fueron muy duros, sufrieron muchas penalidades
económicas y pasaron hambre. No es extraño que, cuando le enseñaron Historia de los Estados
Unidos en su último años de instituto, aún en Crimea, decidiera que ese era el país en el que
cualquier ser libre querría estar. A la vuelta, se graduó en Filosofía e Historia en la universidad

1
Agradezco los comentarios y sugerencias de Juan Fernando Carpio.

1
de Petrogrado, donde descubrió a Rostand, Schiller y Dostoievsky, desde un punto de vista
literario, y terminó un programa de tres años de Pedagogía Social, en el que estudió entre otros a
Nietzche. En la universidad, también vivió cómo desaparecía la libertad investigadora, cómo el
espíritu del Partido Comunista Soviético manipulaba y censuraba y, en lugar de doctorarse, en
1924 se matriculó en el Instituto Estatal de Artes Cinematográficas. La razón era clara: las
películas occidentales eran para ella la única ventana a la libertad. Un año después, justo con 20
años, obtuvo permiso de las autoridades soviéticas para realizar una corta visita a unos parientes
en Estados Unidos y no volvió más.
Fue la casualidad la que hizo que al segundo día de estar en Hollywood, Cecil B. DeMille la
viera y le ofreciera un papel de extra en Rey de Reyes. A partir de ahí, consiguió entrar en el sub-
mundo del cine, trabajó de extra, en guardarropía, en la RKO, etc., y en ese mundo conoció al
actor Frank O’Connor con quien se casaría en 1929 hasta la muerte de él cincuenta años
después.
Su primera novela, We, the Living!, la más autobiográfica, como suele pasar, la terminó en 1935
y tardó un año entero en encontrar editor. Después vinieron El Manantial (rechazada por doce
editores antes de ser publicada en 1943) y La Rebelión del Atlas (escrita en 1946 y publicada en
1957). Tres años después de ser escribir El Manantial, la Warner Brothers la llevó a la gran
pantalla con Gary Cooper en el papel de Howard Roark, el arquitecto innovador que se niega a
rendir su obra a los burócratas. Su rival es Ellsworth Toohey, el arquetipo del parásito que no
soporta contemplar el éxito de los demás pero cuyos frutos reclama para sí en nombre de la
sociedad. Entremedio hay una serie de personajes, principalmente el mediocre arquitecto Peter
Keating, el editor populista Gayl Winnand y la bella Dominique Françon que se debaten entre el
bando de los creadores y el de los aprovechados. Este tipò de dicotomías será muy común en las
novelas de Ayn Rand.
A pesar de ser una escritora de ficción, como deseaba desde niña, Ayn Rand se dio cuenta de
que su héroe, sus tramas de ficción, tenían que estar dotadas de una idiosincrasia, de una
filosofía que las sustentara. Es entonces cuando crea la filosofía Objetivista, muy arraigada en el
individualismo, que (en sus palabras) es una filosofía “para vivir en la Tierra”.
Su escuela filosófica tuvo cierto éxito, publicó revistas filosóficas objetivistas entre 1962 y 1976
y escribió seis libros de filosofía. Y es a partir de aquí cuando Ayn Rand se interroga por el
sistema capitalista y analiza qué razones hacen que sea mejor y, de serlo, porque no está
implantado en todo el mundo, sino que, al contrario, tiene tantos detractores.
Ayn Rand murió en Nueva York en 1982, hace relativamente poco. Pero su influencia en los
Estados Unidos y fuera es aún en nuestros días enorme, no solamente por las novelas, o por sus
películas. Sino como filósofa individualista fundadora de la corriente objetivista.
El éxito de Rand en los Estados Unidos, donde fue un verdadero fenómeno de masas, le vino en
primer lugar como la escritora que pintó al capitalista innovador como un héroe, pero no
cualquiera, sino un héroe americano. Si en El Manantial retrata la frustración del creativo, en
La Rebelión del Atlas, este hombre se aparta de la mediocridad y consigue que emerja una
nueva sociedad individualista, donde se premia la excelencia y no el parasitismo. Estas ideas
plasmadas en sus personajes, el ambiente tan típicamente americano, el tono épico, explica el
éxito de la autora rusa en los Estados Unidos.
Más adelante, con un nombre conocido, no le resultó muy difícil crear una escuela filosófica en
el sofisticado ambiente bohemio del Nueva York de los años 50. Mujer, inmigrante, judía 2, atea,
famosa, casada con un actor, guionista de Hollywood y defensora del capitalismo: reunía lo
necesario.
Lo malo fue que ella se lo creyó. Su actitud de diva, jaleada por los snobs neoyorquinos del
momento, no solamente le restó credibilidad intelectual y le apartó de economistas y filósofos
serios. También tuvo como consecuencia que, a su muerte, sus escritos más serios quedaran
relegados y se hiciera hincapié en la parte más excéntrica de su personalidad.
La filosofía objetivista
2
Es curioso que siendo tan exageradamente atea, nunca renunciara a defender el judaísmo y los derechos
de Israel. Para más información, ver el artículo de Schwartz y Brook publicado en la página web del Ayn
Rand Institute en el 2004: http://www.aynrand.org/site/News2?
page=NewsArticle&id=5314&news_iv_ctrl=1021

2
La filosofía objetivista tal y como la describía la autora se basaba en los siguientes cuatro
pilares:
1. Metafísica: la realidad objetiva
2. Epistemología: la razón humana
3. Ética: el propio interés
4. Política: el capitalismo
5. Estética: romanticismo realista

Su explicación era la siguiente. Para manejar o dominar la naturaleza, en primer lugar has de
obedecerla. No vale solamente con desear las cosas, hay que ceñirse a la realidad. En segundo
lugar, la razón es la herramienta privativa del ser humano, la que nos lleva a realizar elecciones
asumiendo riesgos, como dice el refrán “No puedes comerte el pastel y conservarlo” o el más
castizo “No se puede nadar y guardar la ropa”. El tercer punto, se refiere a que el hombre es el
protagonista de su vida, es un fin en sí mismo, no debe ser empleado como medio. Y finalmente,
explica el cuarto punto con la famosa frase “Give me liberty or give me death”3.

Los principios básicos del Objetivismo se pueden resumir analizando y centrando el discurso en
esas bases, de la siguiente forma:

- Metafísica
La realidad, el mundo exterior, existe independientemente de la conciencia del hombre,
independientemente de cualquier conocimiento, creencias, sentimientos, deseos o miedos del
observador. Esto quiere decir que, siguiendo la Ley de la Identidad, A es A, que las cosas son lo
que son, y que la tarea de la conciencia humana es percibir la realidad, no crearla o inventarla.
Así, el objetivismo rechaza cualquier creencia en lo sobrenatural, y a cualquiera que reivindique
que los individuos o los grupos crean su propia realidad. Una cosa es percibir la realidad y otra
interpretarla.

- Epistemología
La razón humana es perfectamente competente para conocer los hechos de la realidad. La
Razón, la facultad conceptual, permite identificar e integrar el material provisto por los sentidos
humanos, y es el único medio que tiene a su disposición el hombre para adquirir conocimientos.
De esta manera, el objetivismo rechaza el misticismo, es decir, la aceptación de cualquier fe o
religión o sentimientos como medios de obtener conocimientos. Rechaza también el
escepticismo, es decir, pensar que es imposible obtener un conocimiento cierto.

- La Naturaleza Humana
El hombre es un ser racional. La Razón, como único medio de obtención del conocimiento
humano, es también, su medio básico de supervivencia. Pero el ejercicio de la razón depende de
la elección de cada individuo. El hombre es un ser con conciencia volitiva. Lo que llamamos
alma o espíritu es la conciencia, y lo que llamamos libre albedrío o libre voluntad es la libertad
de tu mente de pensar o no, que es la única libertad que tienes, la única voluntad. Esa es la
elección que controla las demás elecciones que hacemos y que determinan el carácter y la vida
de cada cual. Por eso, el objetivismo rechaza cualquier forma de determinismo, la creencia de
que es el hombre es una víctima de fuerzas que le superan y que están fuera de su control (como
Dios, el destino, los genes, o las condiciones económicas)

- La Ética
La Razón es el único juez de valores y la única guía de acción correctos. El estándar ético
adecuado es la supervivencia del hombre como lo que es, un hombre. Es decir, entendiendo por
necesidades de supervivencia lo que el hombre demanda de la naturaleza humana para vivir
como un ser racional (no su supervivencia física momentánea como un bruto sin mente). La

3
La traducción más correcta sería “Libertad o muerte”.

3
Racionalidad es la virtud básica del ser humano y sus tres valores fundamentales son la razón,
la intención y la autoestima. El hombre sabe que es un fin en sí mismo, no debe dejarse utilizar
como si fuera un medio para los demás; debe vivir por su propio interés, buscando su bien, ni
sacrificándose por los demás ni sacrificando los demás a sí mismo. Debe trabajar por su propio
interés racional, para alcanzar su propia felicidad como la más alta meta moral de su vida. De
ahí que el Objetivismo rechace cualquier forma de altruismo parasitario y coactivo, la
reivindicación de que la moralidad consiste en vivir para los demás o para la sociedad.

- La Política
El principio básico social de la ética objetivista es que ningún hombre tiene derecho a buscar los
valores de otro por medio de la fuerza física. Es decir, ningún hombre o grupo de hombres tiene
derecho a iniciar el uso de la fuerza contra otro u otros. Los hombres tienen derecho a usar la
violencia en defensa propia y solamente contra quienes iniciaron el ataque. La forma en la que
deben los hombres relacionarse con los demás es el intercambio, el comercio, cambiando valor
por valor libremente, obteniendo mutuo beneficio consentido por ambas partes.
El único sistema social que bloquea la fuerza física en las relaciones humanas es el capitalismo
de laissez-faire. El capitalismo es un sistema social basado en el reconocimiento de los derechos
de los individuos, incluyendo derechos de propiedad; es el sistema en el que la única función del
gobierno es proteger los derechos individuales, es decir, proteger a los hombres de aquellos que
intenten iniciar el uso de la fuerza física contra ellos. Por eso, el objetivismo rechaza cualquier
forma de colectivismo, como el fascismo o el socialismo. También rechaza la noción tan común
de “economías mixtas”, como en la que vivimos, que son aquellas economías en las que el
Estado regula y redistribuye la riqueza y controla las transacciones libres, por lo que el mercado
no es un mercado libre sino semi-libre o regulado.

- La Estética
El arte, para Ayn Rand, es una re-creación selectiva de la realidad de acuerdo con los juicios de
valor metafísicos del artista. El propósito del arte es concretar la visión fundamental del artista
respecto a su existencia. Su aproximación al arte la llamó Realismo Romántico. Se declaraba
una romántica en cuanto que presentaba al hombre como debería ser. Pero también se
consideraba una realista en el sentido de que emplaza a ese hombre en el aquí, ahora, en este
planeta. El objetivo de sus novelas no era didáctico sino artístico: se trataba de la proyección del
hombre ideal. En sus palabras:

Mi objetivo, causa primera y fuerza motriz es el retrato de Howard Roark o John


Galt o Hank Rearden o Francisco d’Anconia mostrando a cada uno de ellos como un
fin en sí mismo, no como medio para un fin futuro.

Estos principios filosóficos marcaron todo el mundo de Ayn Rand. Desde su defensa del
capitalismo hasta su relación ideológica con economistas como Mises y su relación personal con
discípulos austriacos como Murray Rothbard. La rigidez en la defensa de sus principios,
heredada por sus sucesores en la escuela objetivista, principalmente Leonard Peikoff, unido a su
carácter un tanto excéntrico, le dio la fama de sectaria y radical.

El capitalismo para Ayn Rand

Cuando Ayn Rand se enfrenta a los problemas del comportamiento económico, a las cuestiones
económicas, lo hace desde una posición crítica hacia el tratamiento que los economistas pro-
capitalismo le han dado a la defensa del sistema. Precisamente, la queja de Ayn Rand es que los
economistas políticos estudian los sistemas sociales sin tener en cuenta el comportamiento
humano. Esa es la causa, para ella de que hayan fallado a la hora de defender el capitalismo
como sistema económico. Al definir su propia ciencia como el estudio de la gestión,
organización, dirección, o manipulación de los recursos de una comunidad o una nación,
especialmente quienes defienden el capitalismo, caen en la mayor de las trampas y entregan sus

4
armas al enemigo: el colectivismo socialista que genera una sociedad contraria a la naturaleza
del hombre.
Porque la naturaleza de esos “recursos” no está definida y además la propiedad comunitaria de
los mismos simplemente se asume como dato del problema. Y sin embargo, supuestamente la
función de los economistas es emplear esos recursos para el bien común. Desde esta
perspectiva, el hombre no es nada más que un factor de producción más, un medio y, además,
según Rand, no siempre se contempla como el más importante ya que muy a menudo se dedican
más estudios económicos a analizar a la calidad e influencia de otros recursos como minas,
bosques, etc. que al papel desempeñado por el trabajo. Este punto, probablemente ha cambiado
en las postrimerías del siglo XX y el comienzo del siglo XXI, y sí se le da actualmente la
importancia que tiene a la aportación y el desarrollo del trabajo humano en la producción. Sin
embargo, incluso la denominación de capital humano indica que sí es cierto que el hombre
aparece como un medio no como un fin, en cierta medida al menos. Pero sigue siendo un punto
confuso.
Después de hacer una exégesis de la definición de “capitalismo” por la Enciclopedia Británica,
que toma como punto de partida, Rand se da cuenta de que en ella hay dos características
básicas:

a) no se diferencia entre expropiación de riqueza mediante impuestos y riqueza producida


industrialmente; de esta forma
b) era el “excedente de riqueza” de su época lo que los capitalistas pioneros demandaban y
elegían invertir, y eran finalmente esas inversiones la causa de la enorme prosperidad a la que la
era capitalista había dado lugar, y no la riqueza expropiada mediante los impuestos.

El error de base para Rand de la perspectiva más difundida (la de la Enciclopedia Británica)
consiste en que no existe tal cosa como “excedente social”. El objetivo de la economía no es
aumentar ese excedente social, no se trata de un objetivo tribal. Toda la riqueza está producida
por alguien y pertenece a alguien. La virtud especial que permite al capitalismo aventajar a otros
sistemas económicos es la libertad, que no lleva a la expropiación sino a la creación de riqueza.
La raíz de esta visión tribal del sistema social por el hombre del siglo XX es múltiple. La
primera es la moral altruista. La segunda es el creciente estatismo de los intelectuales del XIX.
Tiene también que ver la dicotomía (debida en última instancia a Descartes) entre cuerpo/alma
que se ha traducido, en nuestra tradición occidental judeocristiana, en un rechazo o
minusvaloración de los trabajos manuales frente a la superioridad del intelecto. Estas bases son
las que se van a explicar a continuación.
Aunque la esclavitud y la servidumbre medievales aparentemente se abolieron para Rand
únicamente se sustituyó al amo. Se abolió políticamente gracias al capitalismo, pero no supuso
una desaparición de la esclavitud “real”. No hay que olvidar, en primer lugar, que la institución
de la propiedad privada en la era pre-capitalista existía de facto aunque no de iure, es decir, no
estaba reconocida por ley como un derecho. En Europa, la idea de “emancipación” consistió,
básicamente, en sustituir el concepto del hombre como esclavo de un estado absoluto
representado por un rey, por el concepto de un hombre esclavo de un estado absoluto
representado por “el pueblo”, que no es sino una ficción. Es decir, en vez de ser esclavo del jefe
de la tribu, eres esclavo de la tribu.
Los pensadores europeos hablaron entonces de “egoísmo antisocial de los industrialistas, que
sacan tanto de la sociedad sin devolver nada a cambio”, asumiendo el supuesto, aún no
cuestionado inexplicablemente, de que la riqueza es un producto anónimo, social, tribal. Este es
el supuesto sobre el que, de acuerdo con la autora, se edificaban la mayor parte de las políticas
económicas de su época. Y es el supuesto que aún prevalece en los distintos niveles de política
económica: autonómico, nacional o europeo.
La premisa tribal, curiosamente, prevalece tanto en los detractores como en los defensores del
capitalismo. Y en éste último caso, les dota de un aura de hipocresía que hace que el error, por
quedar difuso, poco claro, resulte aún más nocivo. Los pro-capitalistas pueden defender el
capitalismo basándose en el “bien común” o en la “mejor asignación de recursos sociales”, sin
atender a la pregunta relevante, la más relevante… ¿los recursos de quién?

5
La mayoría de los economistas asumen una metodología que consiste en estudiar un sistema (la
sociedad) y las interrelaciones entre las entidades que lo componen (los hombres) sin haber
identificado o estudiado realmente esos agentes individuales. El hombre se adecua a las
ecuaciones; de ahí que los economistas ortodoxos, curiosamente, sean incapaces de relacionar
sus abstracciones con las cuestiones concretas de la existencia actual. Esta metodología, para
Ayn Rand, genera, además, desconcertantes perspectivas duales en su manera de contemplar a
los hombres y los hechos que les acontecen.
Por ejemplo, los economistas pro-capitalistas cuando se enfrentan a la doctrina comunista según
la cual toda propiedad debe pertenecer al Estado, la rechazan de pleno y sinceramente sienten
que combatirían el comunismo hasta la muerte; pero en política económica hablan del deber del
Estado de ofrecer una “justa redistribución de la riqueza” y se refieren a los hombres de
negocios como los más eficientes depositarios de los “recursos de la nación”. Y aquí Ayn Rand
ve un despunte de colectivismo, o al menos una puerta abierta muy peligrosa al socialismo.
Para desmontar la premisa tribal que tanto daño hace lo primero que hay que hacer es identificar
la naturaleza del hombre: su facultad racional. Esta facultad es individual, no hay tal cosa como
“cerebro colectivo” como órgano decisor colectivo. Un hombre puede aprender de otro, los
hombres pueden cooperar en el descubrimiento del nuevo conocimiento, el hombre puede
transmitir y expandir su almacenaje de conocimiento de generación en generación, pero esto
requiere procesos mentales individuales. La cultura, las tradiciones se transmiten de uno a uno,
y se comparten siempre teniendo en cuenta que la interpretación de las mismas es individual.
Un aspecto importante que marcará las ideas económicas de Ayn Rand y su defensa del
capitalismo es que para ella la acción necesaria para sustentar la vida humana es la intelectual:
la producción no es sino la aplicación de la razón al problema de la supervivencia. El hombre
necesita de su capacidad intelectual para sobrevivir pero también puede elegir no pensar y
sobrevivir por imitación de los que sí lo hacen.
En cuanto que el conocimiento, el pensamiento, y la acción racional son propiedades del
individuo, en cuanto que ejercer esa función privativa de los humanos es una decisión
individual, la supervivencia humana requiere que los que deciden pensar por sí mismos estén
libres de interferencias de quienes deciden imitar o parasitar la capacidad intelectual de los
demás. Además, dado que el hombre no es infalible ni omnisciente, debería ser libre para
coincidir o discrepar, cooperar o seguir su propio rumbo, de acuerdo con su propio juicio
racional. La libertad es el requisito fundamental de la mente humana.
Es gracias al trabajo y a la inviolable integridad de las mentes que no se doblegan (los
innovadores intransigentes) que se han alcanzado el conocimiento y los logros a los que ha
llegado la humanidad.
La novela El Manantial refleja el espíritu de estos innovadores intransigentes, mientras que en
La Rebelión del Atlas describe hasta qué punto la supervivencia de toda la humanidad depende
de estos creadores. Pasados los años, Ayn Rand preparó una presentación en la que se planteaba
si esta obra era profética intencionadamente, tratando de responder a los lectores que la
acosaban con esa pregunta4.
La progresiva nacionalización de grandes empresas de su época, la intromisión del Estado en la
empresa privada, la fuga de cerebros, la moral parasitaria y la penalización de la excelencia que
implican los sistemas socialistas y que era la tendencia en los Estados Unidos en los que vivió
Ayn Rand lleva a pensar que la novela se anticipó a la realidad.
En la base de las ideas implícitas en estas novelas está el hecho irrefutable, para Rand, de que,
en la medida en que el hombre se guía por su juicio racional, está actuando de acuerdo con las
necesidades de su propia naturaleza y, por tanto, tendrá éxito en hallar una manera de sobrevivir
y de obtener bienestar.
El reconocimiento social de la naturaleza racional del hombre se materializa en el concepto
clave de los derechos individuales. Para Ayn Rand, los “derechos” son un principio moral que
define y sanciona la libertad de acción del hombre en un contexto social, que se derivan de la
naturaleza del hombre como ser racional y representan una condición necesaria de su modo de

4
Esta presentación salió publicada bajo el título “Is Atlas Shrugging?” en su libro recopilatorio
de ensayos Capitalism: The Unknown Ideal.

6
supervivencia particular. El derecho a la vida es la fuente de todos los demás, incluido el de
propiedad5.
Estas consideraciones, llevadas a la Economía política tienen ciertas implicaciones, en especial,
cuando se cuestiona qué sistema social es el más apropiado para el hombre. Para determinar la
naturaleza de los sistemas sociales, Rand considera que hay que plantearse dos preguntas:
1.- ¿es un sistema que reconoce los derechos individuales?
2.- ¿elimina la fuerza física (la coacción) de la relación entre las personas?
La primera plantea el problema de la soberanía individual: el hombre es propietario de su
mente, su capacidad, su vida, su trabajo y el resultado de su esfuerzo, o, por el contrario, es
esclavo de la tribu (léase estado, colectivo o sociedad) que puede disponer de él, dictar sus
ideales, prescribir la trayectoria de su vida, expropiar su trabajo y expropiar sus productos.
En este sentido, el capitalismo es el único sistema que reconoce la propiedad privada, y los
derechos individuales en general de forma irrenunciable.
La respuesta a la segunda pregunta está relacionada con la primera, en realidad, ya que los
derechos individuales solamente pueden ser violados mediante el uso de a fuerza. Y, en un
sistema capitalista, ningún hombre o grupos de hombres pueden iniciar la violencia contra otro
(u otros). El gobierno, Para Ayn Rand debería defender los derechos individuales y proteger al
hombre de la violencia de los demás. El propio gobierno, solamente puede utilizar la violencia
como represalia contra los infractores, contra los violentos. Este tema es ampliado en el ensayo
“The Nature of Government”. En él explica que, aunque la sociedad es el mejor entorno para
que el hombre asegure su supervivencia, no siempre es así. Solamente si se pueden obtener
beneficios para cada cual del comercio y del conocimiento (intercambio de bienes e
intercambio de ideas) merecerá la pena vivir en sociedad. Mejor vivir en el desierto que bajo un
sistema nazi o soviético. Ella sabía muy bien lo que decía al respecto, no en vano creció en un
régimen totalitario.
Pero, el tema del papel que debe desempeñar el gobierno es ambiguo en Ayn Rand, como se
discutirá más adelante cuando se estudie su relación con la Escuela Austriaca.
Además, hay que destacar que en una sociedad capitalista las relaciones humanas son
voluntarias y se manifiestan pacíficamente, empleando la razón: la persuasión, la discusión y la
firma de contratos, voluntariamente y siempre para obtener un beneficio mutuo. El problema en
la sociedad no es el estar de acuerdo, sino la discrepancia, y en este sentido la institución de la
propiedad privada, que protege y representa la implementación del derecho a discrepar del resto,
deja el camino abierto a la mente creativa, que es el atributo de mayor valor de la persona. Esta
es la principal y más rotunda diferencia entre la sociedad capitalista y la sociedad colectivista.
La justificación moral del capitalismo, como ha quedado demostrado, no está relacionada con la
reivindicación altruista de que representa la mejor manera de llegar al “bien común”. La noción
tribal del “bien común” ha servido de justificación moral de la mayoría de los sistemas
socialistas y tiranías a lo largo de la historia. El grado de esclavización o de libertad de una
sociedad corresponde al grado en el que ese slogan tribal se invoca o no.
El “bien común” o “interés público”, de acuerdo con Ayn Rand, es un concepto tramposo
porque está sin definir y, además porque carece realmente de definición. No hay tal entidad
como la tribu o el público, sino un número de personas que viven más o menos
coordinadamente, porque así lo decide cada uno de ellos. De modo que nada es bueno o malo
para algo como “la tribu”. Pero, además, lo bueno y lo malo, lo valioso, pertenecen al ámbito
de los organismos vivos de manera individual, no a un agregado de relaciones desencarnadas,
que no se personifican en nadie en concreto. Precisamente, este concepto tiene tanto
predicamento porque es elástico, indefinible, y aporta un carácter místico que sirve, no
solamente de guía moral, sino más bien como escape a la moralidad; se convierte en un cheque
en blanco para aquellos que pretenden encarnarlo.

5
Este punto llevó a cierta controversia con algunos economistas y filósofos austriacos
seguidores de Rothbard, quien considera que el derecho básico es el de propiedad, siendo el
derecho a la vida una manifestación del respeto hacia la propiedad privada que cada cual tiene
sobre su cuerpo.

7
Cuando el bien común se contempla como algo aparte y superior al bien individual de los
miembros de esa comunidad, quiere decir que el bien de algunos hombres va por delante del
bien de los otros: el “bien común” significa “el bien de la mayoría” enfrentándose con el bien de
la minoría o del individuo.
Pero ese “bien de la mayoría” es también una pretensión y un espejismo porque, de hecho, la
violación de los derechos de un individuo implica la abrogación de todos los derechos. Significa
la entrega de la mayoría desprotegida al poder de una banda que se auto proclaman “la voz de la
sociedad”, y procede a gobernar empleando la fuerza física, hasta que es depuesta por otra
banda que emplea los mismos medios. La Unión Soviética fue el perfecto ejemplo de país
dedicado de manera profesional al “bien común”.
Pero ¿por qué las víctimas y los testigos de semejante realidad no hacen nada? La respuesta es
de tipo filosófico: tiene que ver con las teorías filosóficas de los valores morales.
Estas teorías son principalmente tres: la teoría del valor intrínseco, la teoría del valor subjetivo y
la teoría del valor objetivo.
La primera mantiene que lo bueno es intrínseco a algunas cosas o actos, con independencia de
las consecuencias de los mismos, y desvincula, por tanto, el concepto de bueno del beneficiado,
y el concepto de valor del evaluador y de la intencionalidad.
La teoría subjetivista, en cambio, defiende que lo bueno es una creación de la mente, y que no
tiene relación alguna con los hechos de la realidad, ya que se genera a partir de los sentimientos,
deseos, caprichos e intuiciones de la persona. Lo bueno, entonces se acepta como tal por
compromiso emocional, pero no es sino un postulado arbitrario.
Finalmente, la teoría objetivista que defendía Rand considera que lo bueno es el resultado de
una evaluación de los hechos de la realidad por la conciencia del hombre de acuerdo con el
estándar racional de valor. Y aquí, racional significa validado por un proceso de razonamiento,
es decir, empleando la razón.
De todos los sistemas sociales solamente el capitalismo está basado en una teoría de los valores
objetivista. La teoría objetivista no consiente separar valor del bien del objetivo de los
beneficiarios. Cuando un subjetivista trata de perseguir un bien social se siente moralmente
autorizado a forzar a los demás hombres por su propio bien, ya que “siente” que tiene razón y
que los demás tienen sentimientos desviados que él puede corregir o guiar. La actitud de quien
cree en el valor intrínseco, en realidad es muy parecida. Se siente en conocimiento de lo que es
bueno y debe mostrarlo a los demás y obligarles a buscar ese bien que él conoce y los demás no.
El reconocimiento de los derechos individuales implica el reconocimiento del hecho de que el
bien no es una abstracción inefable situada en una dimensión sobrenatural, sino que es un valor
que pertenece a esta realidad, a la vida de los seres humanos considerados individualmente.
Implica, en otras palabras, que el bien no puede separarse de sus beneficiarios, que los hombres
no son intercambiables, y que ningún hombre o tribu debería poder intentar conseguir un bien
para algunos al precio de la inmolación de otros. Esta es la razón del empecinamiento de Rand
contra Mises y su teoría subjetiva del valor, si bien, el problema es que Rand no entendió que
Mises hablaba de valor económico en el sentido en que lo definió Menger, el fundador de la
Escuela Austriaca.
El libre mercado representa la teoría objetivista porque nunca pierde de vista la pregunta
“¿valioso para quién?”. El valor de mercado de un producto no representa su valor filosófico
objetivo, sino solamente su valor socialmente objetivo, es decir la suma de los juicios
individuales de las personas involucradas en el intercambio en un momento dado. Estos juicios
individuales se aúnan en el mercado cuando los individuos expresan sus preferencias eligiendo,
y su primera elección es innovar o imitar.
El libre mercado es un proceso continuo que no puede permanecer inmóvil, sino un proceso
ascendente que demanda lo mejor de cada hombre, en el sentido de lo más racional, y le
recompensa como corresponde.
La pequeña minoría de adultos que no puedan (no que no quieran) trabajar tendrán que
depender de la caridad voluntaria. Pero para Ayn Rand, la desgracia no justifica el trabajo
esclavo; no hay tal cosa como derecho a consumir, controlar y destruir a aquellos sin quienes
seríamos incapaces de sobrevivir. El desempleo masivo y las depresiones económicas no están
causados por el libre mercado sino por las interferencias del gobierno en la economía.

8
El significado moral de la ley de la demanda y la oferta, por tanto, es que representa el rechazo
total a dos doctrinas viciadas: la premisa tribal y el altruismo coactivo 6. El altruismo coactivo
implica que los más competentes e inteligentes deben trabajar para quienes no lo son. La
premisa tribal niega la diferenciación y, por tanto, la inteligencia o capacidad superior de
algunas personas.
Los principales ataques al capitalismo se centran en dos argumentos: el libre mercado es injusto
hacia los genios y es injusto hacia las personas mediocres.
La primera cuestión, que plantea fenómenos como por qué los científicos cobran menos, por
ejemplo que los cantantes famosos o los futbolistas, olvida la pregunta crucial respecto al valor
de las cosas ¿Valioso para quién? Resulta que quienes compran espectáculos deportivos los
valoran más que quienes adquieren los servicios de los científicos, por poner un ejemplo. Las
valoraciones de cada persona no son justas o injustas, es un problema diferente, de valores
individuales.
La segunda acusación, que es más habitual en nuestros días es la que responde Ayn Rand con su
novela La Rebelión del Atlas. En ella, explica que en una sociedad libre, donde hay libre
mercado, son las mentes medianas, mediocres e incapaces de crear, quienes salen más
beneficiadas ya que pueden adquirir y emplear inventos que facilitan su trabajo, mejoran su
rendimiento y su forma de vida 7. De lo contrario, el inepto se vería abocado a una vida mucho
peor en términos de facilidades materiales. No existe explotación en la competencia del
mercado, ni compiten injustamente fuertes y débiles intelectualmente.
En La Rebelión del Atlas plantea, precisamente qué pasaría si las mentes brillantes, los
innovadores, se declararan en huelga y emigraran a un lugar secreto. El título hace referencia a
Atlas quien, en la mitología griega, era el gigante que sujetaba la Tierra sobre sus hombros. En
un pasaje, uno de los personajes, Francisco d’ Ancona, uno de los cerebros que se fuga para irse
a vivir con John Galt, le pregunta a otro qué le diría al Atlas, al personaje mitológico si pudiera,
el otro personaje no sabe qué decir e interroga a su vez a Francisco, quien simplemente
responde “To shrug”. Este verbo en inglés significa encogerse de hombros como señal de
conceder poca importancia a algo. Por eso, lo que dice Francisco tiene doble significado. Por un
lado, si el Atlas se encoge de hombros, deja de sujetar la Tierra, por otro lado, le transmite la
idea de que le quite importancia o que “pase” de mantener el equilibrio del planeta.
Y lo que sucede cuando los “atlas” del mundo se declaran en huelga y desaparecen para no ser
forzados a seguir manteniendo la sociedad parasitaria con sus innovaciones, es que el mundo
guiado por mediocres colapsa, como colapsó el panal rumoroso de Mandeville. Es muy
interesante que, como he mencionado, al cabo de los años, Ayn Rand explicara que mientras
escribía la novela, mantenía un archivo de noticias en las que basó los hechos de ficción, lo
llamo The Horror File. La fuga de cerebros, las situaciones extremas a que llevan las economías
basadas en principios morales tribales, altruistas, colectivistas, estaban en los periódicos
(incluso el apagón de Nueva York de los años 50 fue anticipado en la novela) 8. Como ella
misma dice, lo que muestra la trama es que el conflicto principal no es ya la política económica
sino la filosofía y la moral en las que descansa la sociedad occidental. Estas bases morales y
filosóficas van contra el hombre y su naturaleza, suponen un ataque a la razón, y una de sus
manifestaciones superficiales aunque se le dé tanta importancia, es la redistribución de la
riqueza. En ese sentido, la novela no es profética incluso si anticipa hechos. Simplemente
cuando se estudia en profundidad la base del comportamiento humano y de la sociedad en la
que está inmerso es más fácil prever el siguiente paso (Rand, A. 1964, pp.180-183).

6
Altruismo para Ayn es adoptar escalas de prioridades ajenas, puede ser perfectamente
voluntario y autoinfligido, como en sectas o religiones o ideologías, donde uno coloca la propia
felicidad por debajo de las metas de otros, de forma que le perjudica a uno mismo pues va
contra la propia naturaleza en el sentido en que Adam Smith nos enseñó. El origen esta en
Comte: Quienes aceptan como ideal una meta irracional que no podrían alcanzar, nunca
vuelven a erguir su cabeza - y nunca descubren que sus cabezas agachadas eran la única meta
que se buscaba (Ayn Rand en Réquiem por el ser humano)
7
Es lo que Rand llama la “pirámide de las habildades”.
8
Ver en la nota 2 la referencia al ensayo “Is Atlas Shrugging?”

9
Para reforzar su defensa del capitalismo como sistema moral, lo compara con la sociedad tribal
por excelencia: la Unión Soviética, que conoció bien. Como ella misma cuenta, muchos años
atrás, tras la Revolución, los líderes comunistas pidieron un ímprobo esfuerzo al pueblo
soviético en aras de la industrialización, y, mientras que los sacrificios fueron mucho mayores,
los resultados fueron mucho peores que los de las sociedades libres. Y lo que es peor, al ser la
industrialización un objetivo dinámico, que queda obsoleto enseguida, la lentitud de los
procesos productivos, políticos y sociales de la sociedad soviética, con su filosofía tribal,
resultaba demasiado rígida e impedía una rápida adaptación. De manera que, en los estados
populares (o populistas) el avance científico y tecnológico es una amenaza para el propio pueblo
porque lo paga con su sacrificio, al tener que concentrar recursos en ello.
Al compararlo con los Estados Unidos, Rand se da cuenta de que los industrialistas no
sometieron coactivamente a sacrificio alguno a los americanos, sino que fue la búsqueda de su
propio interés lo que permitió que se consiguieran mejores trabajos para los menos favorecidos
y un nivel más alto de vida para todos.
Lo relevante, insiste, no es el efecto sino la causa: el derecho de cada cual a buscar su propio
interés.
Finalmente se pregunta, con toda la razón ¿y por qué un sistema como el capitalista, que genera
riqueza y que es el único sistema social moral, se destruye en lugar de prevalecer?
La respuesta es siempre la misma: lo que alimenta en última instancia todo sistema social es la
filosofía dominante en esa cultura. Y ese es el fallo del sistema capitalista. Aunque las bases del
capitalismo sí se asentaron sobre el terreno filosófico, durante el siglo XIX esa filosofía se fue
vaciando y el capitalismo se fue sustentando cada vez más en una suerte de misticismo. De ahí
que los economistas políticos no implementaran realmente el capitalismo, sino que las
economías eran mixtas, se defendía el laissez-faire y la premisa tribal a un tiempo, y el
capitalismo no puede sobrevivir sin una filosofía que lo respalde, y menos si la filosofía de la
cultura capitalista se basa en la dicotomía alma-cuerpo, el comunitarismo, el altruismo coactivo
y el misticismo.

Las ideas capitalistas de Ayn Rand y la relación con la economía de su época

Siendo una emigrante en un país extraño y después de vivir una vida tan intensa, desde sus años
de hambre emigrada en Crimea, hasta el éxito de sus novelas de ficción, su sueño de niña, o la
fundación de una escuela filosófica, que algunos consideran una secta por la fidelidad de los
adeptos y la radicalidad de los presupuestos, no es raro que Ayn Rand se creara una opinión de
los acontecimientos económicos y de las corrientes económicas que afloraban a su alrededor, e
incluso que tuviera contacto con algunos de ellos.
La escuela de pensamiento económico con quien tiene más relación su visión de la economía es,
sin duda, la Escuela Austriaca, que se centra en la acción humana, en la importancia de los
procesos de mercado, la visión de la competencia como un fenómeno dinámico y de la
economía como un sistema en permanente cambio, cuyos resultados no se pueden predecir, ya
que sería tanto como predecir la voluntad humana. De hecho hay una recopilación de notas que
Ayn Rand escribió en los márgenes de libros como La Acción Humana y Burocracia de Ludwig
von Mises, Camino de Servidumbre de Friedrich Hayek y La gran idea (el tiempo pasará) de
Henry Hazlitt.
En sus notas, Rand era muy crítica y bastante ácida, especialmente con Hayek, quien le parecía
errado en sus bases filosóficas que le conducirían sin remisión al infierno socialista, debido a
que su argumento supuestamente defensor de la libertad, partía de la moral altruista que
considera tan perniciosa. Pero esa crítica a Hayek hay que sumarla a las acusaciones de
comunismo moral a Hazlitt (lo que resulta un poco melodramático) y su rechazo absoluto a la
idea de soberanía del consumidor. Este es uno de los escollos teóricos de Rand más importantes
y ha sido señalado por algunos economistas actuales. Ella pone todo el énfasis en la producción
(que como hemos visto es el resultado de la racionalidad, la facultad más elevada del hombre) y
reniega de los empresarios pendientes de la demanda de los consumidores, como veremos más
adelante.

10
En sus notas a La Acción Humana, Rand pone de manifiesto que sus diferencias con Mises no
son definitivas, sino más bien de corte filosófico, y probablemente en alguna de ellas tiene
razón, por ejemplo, cuando achaca a Mises poco rigor en sus definiciones filosóficas. También
es bastante acertada su crítica cuando Mises encuadra su libro fuera de disciplinas como la
psicología, la ética o la filosofía, y coincido con ella en que detrás de toda obra económica seria
subyace una forma de entender los valores de los hombres, su comportamiento y, por tanto,
todas tienen unas bases filosóficas, psicológicas y éticas.
Otra de las críticas repetidas a lo largo de las notas en el margen de la obra de Mises es el
énfasis en la distribución en el mercado y las pocas referencias de Mises a la producción, que es
donde se crea valor para Rand, donde el hombre creativo se luce.
No coincido con su crítica a la teoría subjetiva del valor, que considero que parte de una mala
comprensión por parte de Rand del significado de valor económico. Probablemente es en este
punto donde aflora su desconocimiento de la economía como un factor limitativo del alcance de
sus teorías económicas (Mayhew, 1995, pp. 105-170)
Actualmente se sigue cuestionando la relación entre Rand y los austriacos. No hay que olvidar
que una de las figuras más prominentes de esta escuela durante el siglo XX, Murray Rothbard,
fue discípulo de Ayn Rand. El propio Rothbard escribió duras palabras dirigidas hacia Rand
cuando ella le apartó del “círculo de elegidos” por casarse siguiendo un rito religioso 9. Rothbard
explica hasta que punto los randianos se convirtieron en una secta cuyo libro sagrado era La
Rebelión del Atlas y con todas las características de cualquier secta, en especial, las negativas
(Rothbard, 1972). Incluso satirizó las reuniones de los randianos en una obra de teatro (la única
que se conoce a Rothbard) en la que además de atacar a Ayn Rand, ataca duramente el
servilismo del principal discípulo de la filósofa, Nathaniel Branden.
Sin embargo, tras un análisis estricto de las ideas económicas de ambas corrientes, se mantiene
la coherencia de la comparación entre ellas. Tal y como explicó Walter Block en un artículo
escrito con ocasión del centenario del nacimiento de la autora, las diferencias son “como
guisantes en la misma vaina” 10. En concreto, Block destaca las leyes antitrust, el dinero y el
papel del gobierno como puntos de conexión.

Respecto a las leyes antitrust, la regulación y los negocios hay que diferenciar, dentro de la
propia Escuela Austriaca a quienes, como Mises y Kirzner, piensan que mercado y monopolio
pueden ser compatibles desde el punto de vista lógico, que se trata de un fallo del mercado, pero
no reclaman ninguna intervención estatal para remediarlo, como leyes antitrust, de otros autores
como Rothbard que consideran el monopolio como una criatura más del Estado. Hayek se
desmarca de ambos grupos y defiende que el Estado haga que la competencia sea lo más
efectiva y beneficiosa posible, allá donde y cuando el mercado no sea capaz de asegurarlo.
Ayn Rand en este punto se alinea con la postura de Rothbard en la manera de enfocarlo en sus
novelas. Es notable el desprecio que transmite en La Rebelión del Atlas cuando explica la
“Disposición Anti-perjuicio Propio” que se vota para ser aplicada a los ferrocarriles 11. Ningún
orador de los que presentan la nueva normativa de autorregulación nombra directamente a
ninguna compañía, votan su aprobación incluso aquellos empresarios que van a ver seriamente
perjudicado su negocio, los oradores hablan de bienestar público y de cómo la quiebra de una
compañía ferroviaria sería una catástrofe nacional como argumento para aprobar una norma que
iba a llevar a la quiebra a varias compañías (Rand, 2003, pp.98 y ss.). En toda la obra no hay
una sola palabra favorable a la intervención del gobierno, las leyes antitrust, o la regulación de
los negocios. Es más, al igual que Rothbard hace, denuncia cómo los grandes empresarios se
ponen de acuerdo con el gobierno para obtener privilegios atentando contra la libertad
individual.

9
Su mujer era presbiteriana. Ayn Rand y los randianos le instaron a que buscara una compañera
no religiosa, por lo que Rothbard prefirió, en lugar de ello, cambiar sus amistades intelectuales.
10
La expresión inglesa empleada por Block, que titula el artículo, es “two peas in a pot”. Se
refiere a luchas paralelas y casi hermanas.
11
En realidad el nombre es Anti Dog-eat-dog Rule. Esa expresión significa competencia
despiadada, por lo que de lo que se está hablando es de una ley anti-competencia, corporativista.

11
Sin embargo, en este último punto no termina de aclararse. En Capitalism: the Unknown Ideal,
publica un ensayo12 en el que pone como víctima a los grandes empresarios y distingue a
aquellos que hacen dinero de los que se apropian del dinero. Es contra éstos últimos contra
quienes dirige su crítica. Esta ambivalencia de Rand fue criticada por el propio Rothbard que,
irónicamente, se preguntaba si Rockefeller o el dueño de AT&T, etc. se sentirían “perseguidos”.

En cuanto a la cuestión monetaria, Ayn Rand deja entrever sus ideas acerca del dinero por boca
de uno de los personajes de La Rebelión del Atlas, Francisco d’ Anconia en medio de una fiesta
suelta todo un discurso acerca del dinero. En esas cinco páginas de la novela queda claro el
papel tan importante que le concede al dinero:

“El dinero reconoce que el hombre no es una bestia de carga nacida para transportar
el fardo de su propia miseria. (…) El dinero exige vender, pero no debilidad a cambio
de estupidez sino talento a cambio de razón; exige comprar, pero no lo peor, sino lo
mejor que pueda conseguir. (…) El dinero es el azote de quienes buscan reemplazar la
mente apoderándose de los productos de la mente. (…) El dinero no comprará la
felicidad para quien no sepa qué desea; no le dará un código de valores a quien haya
rehusado a adoptarlo ni proporcionará un propósito a quien haya eludido la cuestión.
(Rand, 2003, pp.452-458)

Explica cómo el oro ha sido la forma de dinero que ha circulado más libremente de
interferencias estatales. Era un valor objetivo mientras que el papel es “una hipoteca sobre la
riqueza que no existe” y lo respalda el poder coactivo de quien lo emite: el Estado.
Esta opinión es compartida por Rothbard, que además expresar las ideas, las argumenta. Mises
por su parte, en The Theory of Money and Credit [1912] asocia por primera vez el dinero a la
elección individual. Además, en La Acción Humana considera que quienes atacan el patrón oro
son los intervencionistas o los nacionalistas, porque impide mejor que otros sistemas monetarios
los desmanes de los políticos, pero tampoco lo defiende como único sistema aceptable (Mises
1968, pp. 583-588). Hayek, aunque no defiende el oro como estándar de valor monetario, aporta
la idea de monedas privadas en competencia, y propone el “ducado”, que sería un sistema
fiduciario emitido por el Estado13. En ese sentido, hasta cierto punto, es partidario de la
intervención estatal.
Por lo que se refiere al papel del gobierno, ya se ha señalado que, en principio, Rand se declara
abiertamente partidaria de un estado mínimo que garantice los derechos individuales y proteja a
las personas de los posibles iniciadores de violencia. Sin embargo, se observa una contradicción
en la autora. En sus novelas, especialmente en la principal, La Rebelión del Atlas, no considera
la existencia del Estado. La sociedad ideal que funda John Galt, el protagonista, no tiene una
estructura de gobierno, es una sociedad anarco capitalista al más puro estilo rothbardiano.
Esta misma contradicción aflora en el seno de la Escuela Austriaca, en la que no parece haber
consenso respecto al papel que debe desempeñar el Estado. Mientras que Murray Rothbard y
Hermann-Hans Hoppe defienden abiertamente la anarquía con propiedad privada y libre
mercado, lo que se conoce como anarco capitalismo, hay otros economistas austriacos como
Ludwig von Mises que defienden la existencia de un estado mínimo; y finalmente hay
economistas austriacos aunque no seguidores de la praxeología, como Hayek, que defendieron
un estado algo más grande.
Pero incluso el propio Mises es contradictorio en este tema. Mientras que por un lado defiende
el estado mínimo explícitamente (por el mismo motivo, además, que Ayn Rand, la defensa) por
otro lado, considera favorable el derecho de secesión del individuo. Para Mises, la manera de
evitar revoluciones y guerras civiles, es la autodeterminación. Este derecho implica que cuando
los habitantes de un territorio, sea un pueblo, un distrito, una agrupación de distritos, deciden
mediante un referéndum libre y sin coacción que ya no quieren pertenecer unidas al Estado al

12
El ensayo se llama precisamente “America’s Persecuted Minority: Big Business”
13
En otro momento de su obra, las divisas no serían emitidas por el Estado, sino de manera
privada.

12
que pertenecen en ese momento, sino que prefieren formar un Estado independiente, o incluso
pertenecer a un Estado vecino, se debe respetar sus deseos y permitir la secesión. Aplicado a
una comunidad familiar o incluso a un individuo, podría verse una defensa de la sociedad sin
Estado, forzando un poco el argumento de Mises (Block 2005, pp. 260-263).

Los economistas y Ayn Rand

La recepción de los economistas de su época de las ideas económicas randianas fue bastante
buena al principio. Si bien noveladas y, por tanto, con poca base argumental, los ataques de
Rand a los desmanes de políticos y de empresarios monopolistas contaron con la aceptación de
economistas como Mises, quien le escribió una carta de felicitación tras la publicación de La
Rebelión del Atlas.
Ya se ha comentado la controvertida relación con Murray Rothbard y los comentarios de Ayn
Rand a las obras de Mises, Hayek y Hazlitt. A medida que su fama aumentaba y que su
“escuela” (o secta) crecía, su actitud hacia los economistas era más despótica, e incluso llegó a
afirmar en privado que la obra de Mises no habría tenido difusión de no ser por ella.
A eso hay que añadirle que su crítica hacia el apriorismo y la visión subjetiva de los austriacos
realmente apuntaba a dos de las bases centrales del pensamiento de esta escuela (no secta) y la
respuesta de los economistas llega a nuestros días.
Por otro lado, se ponen de manifiesto las carencias de Ayn Rand en cuanto a conocimientos
económicos.
Otra crítica provenía de autores libertarios, anarco capitalistas, que consideraban incompatible
su visión de la libertad y su defensa del gobierno. Por ejemplo, Roy A. Childs, Jr. le escribió una
carta abierta en 1969 en la revista Individualist. Además de refutar uno por uno los argumentos
de Rand contra la anarquía como sistema abstracto e ingenuo, y de defender la necesidad de
desenmascarar los crímenes y baños de sangre protagonizados por gobiernos a lo largo de la
historia, falsamente en nombre de un pueblo o unos valores, pero simplemente para aumentar el
poder del propio gobierno, Childs termina con una frase pronunciada por el protagonista de la
más famosa de las novelas de Rand, John Galt:

“Así es el futuro que ustedes pueden conseguir. Requiere lucha; como todo valor
humano. Toda vida es una lucha intencionada, y su única elección es la elección de
la meta. ¿Quieren continuar la batalla de su presente? ¿O prefieren luchar por mi
mundo?.. Tal es la elección ante la que se encuentran. Dejen que su mente y su amor
por la existencia decidan”

Y finaliza: Let us walk into the sunlight, Miss Rand. You belong with us. (Childs, 1969).

La tendencia más reciente es la de quedarse con lo que une más que profundizar en lo que
desune, como es patente a la vista de las conclusiones del simposio organizado por The Journal
of Ayn Rand Studies en el año 2005 para conmemorar el centenario de la escritora. En él
participaron destacados economistas austriacos, como Peter Boettke quien destaca sobre todo la
importancia que Rand le confiere a la propiedad privada, los derechos individuales, el beneficio
mutuo en el intercambio, su visión del dinero, entre otras cosas y también su denodado ataque a
cualquier forma de colectivismo e intervencionismo económico. Es cierto que otros tratan de
marcar las diferencias, como Joseph R. Stromberg quien analiza la influencia real que Ayn Rand
tuvo en Murray Rothbard y pone de manifiesto cómo, al tener las mismas fuentes filosóficas y
líneas de investigación paralelas se puede entender que Rothbard sigue a Rand en aspectos en
los que, por el contrario, él venía trabajando desde antes de conocer a la filósofa (Stromberg,
2000).
También hay que destacar a Roderick T. Long quien reivindica que Rand es mucho más
apriorística en determinados planteamientos que Mises y que sus presupuestos también para ella
la acción está motivada psicológicamente y los fines son valorados subjetivamente. Este tema,

13
el objetivismo randiano frente el subjetivismo austriaco es especialmente recurrente y con
frecuencia se intenta reconciliar ambas visiones (Bien Greaves, 2005).
Otro aspecto duramente criticado es su defensa del egoísmo. En realidad, Ayn Rand no defendió
el egoísmo entendido como la búsqueda del interés de uno a costa de otro, más bien, para ella en
eso consistiría la esclavización del hombre (Cathcart, 2006, p.354). Lo que hace es rechazar el
modo de vida que propone el sacrificio como manera de conseguir la felicidad de los otros, por
ser un sistema falso y conducir a la esclavitud y no a la felicidad ajena, lo que llamó
“selfishness without a self”14 (Long, 2005).
Pero tal vez, el resumen más breve pero intenso de los errores puramente económicos de Ayn
Rand es el artículo de Mark Skousen quien señala los siguientes puntos:

- la soberanía del consumidor y la esencia de las empresas: básicamente Rand utiliza a Howard
Roark, el arquitecto creador de El Manantial para expresar su rechazo a la soberanía del
consumidor. El innovador está por encima de la demanda de los consumidores, simplemente se
dedica a crear a su antojo. Pero este aspecto implica renegar de la esencia de las empresas, de la
lógica del capitalismo en sí. Incluso, los arquitectos en la realidad no son, salvo genialidades
contadísimas, como Howard Roark, sino que se dedican a fabricar casas a la medida de la
población que las demande. En realidad al ser un sistema dinámico, sobreviven los oferentes
que les propusieron exitosamente, aunque dependen de la demanda; es un sistema de feedback
doble.

- el rechazo al hombre corriente: por lo descrito en el primer punto, Skousen contempla a rand
como una “artista” más15, en el sentido de que comparte con ellos el odio a someter su talento al
dudoso gusto del gran público, del hombre corriente, olvidando que los gustos artísticos son
subjetivos y no hay una vara de medir la creación artística.

- la fallo de base de La Rebelión del Atlas, que se consiste en suponer que el héroe puede crear
una sociedad idílica partiendo de la soledad, desconectado de la sociedad, sin contar con nadie.
Los empresarios aislados no van a ningún sitio sin un mercado en el que vender. Por otro lado,
los negocios no suelen atraer a creyentes fervorosos en ideologías sino a gente que simplemente
quiere hacer dinero (Skousen, 2001).

De todas formas, la visión de Rand de los sistemas económicos, los supuestos que reclamaba
para sentar las bases de cualquier estudio económico son muy acertados, tal vez más que los de
otros economistas faltos de visión filosófica.

Conclusiones

La aportación de Ayn Rand a las ideas económicas se centra en el apuntalamiento de la defensa


del capitalismo y su denuncia, como filósofa, de las carencias que los argumentos aportados
hasta entonces por los economistas padecían, precisamente por el enfoque exacerbadamente
economicista y, por tanto, sesgado e incompleto, de los procapitalistas del siglo XX.
Curiosamente, desde mi punto de vista, en su origen el liberalismo no adolecía de ese mal.
Desde la Escuela de Salamanca hasta Adam Smith la filosofía económica y la filosofía moral
fueron de la mano en la mayoría de los casos. En este sentido, la profesionalización de la
economía y la parcelación respecto a otras disciplinas ha jugado en nuestro perjuicio. A medida
que los estudios se restringían a aspectos puramente económicos, se aderezaban con el
aprendizaje y mejora de herramientas como la estadística y las matemáticas, se ha ido
abandonando la construcción de los cimientos filosófico-morales de la economía.

14
Fernando Sánchez Dragó me hizo notar que fue Howard Roark, el protagonista de El
Manantial quien expresó el egoísmo randiano con la frase dirigida a su enamorada: Para decir
“te quiero” primero hay que aprender a decir “yo”.
15
Probablemente hoy y en España, les llamaríamos posmodernos.

14
Por otro lado, esta aportación de Ayn Rand no debe exagerarse. Es notorio que le faltaba el
conocimiento profundo de los temas económicos subyacentes a la realidad que observaba. Este
hecho es evidente cuando se analizan las críticas a las obras de los economistas austriacos
detenidamente: son críticas filosóficas, principalmente. Sin embargo, su defensa denodada de
las principales bases del liberalismo en una época en la que triunfaba el keynesianismo es muy
loable y sus argumentos contundentes y valiosos.
Como apuntaba el profesor Roderick T. Long, uno de los problemas para percibir con visos
realistas el legado de Ayn Rand es que a su muerte, en 1982, los críticos se centraron en los
aspectos más irrelevantes: el tono dogmático, su excentricidad, el fanatismo de sus apóstoles,
ridiculizándolo, como hizo Rothbard en su obra de teatro.
Para Long, la principal aportación de Rand es filosófica, y en ese terreno, la evolución de esa
disciplina ha dado la razón a Ayn Rand.
Por otro lado, destaca, y yo estoy de acuerdo, cómo en ocasiones, a lo largo de la historia el
liderazgo intelectual no ha contado con la aprobación de los ambientes académicos, sino que
muchas veces ha recaído en pensadores cuya genialidad justamente ha consistido en cuestionar
la ortodoxia, como es el caso de Ayn Rand.

15
Bibliografía

Bien Greaves, Bettina, (2005), To What Extent Was Rand a Misean?, Ludwig von Mises
Institute(4/11). En:
http://www.mises.org/story/1790
Block, Walter (2005), “Ayn Rand and Austrian Economics: Two Peas in a Pod” The Journal of
Ayn Rand Studies, vol.6, No.2, primavera, pp. 259-269.
Cathcart Chris (2006), “Egoism and Rights”, The Journal of Ayn Rand Studies, 7, No.2,
primavera, pp.351-356.
Childs, Roy A. (1969), “Objetivism and the State: An Open Letter to Ayn Rand”, Individualist
(Newsletter de la International Society for Individual Liberty). Disponible en:
http://www.isil.org/ayn-rand/childs-open-letter.html
Long, Roderick T. (2005), AynRand’s Contribution to the Cause of Freedom, Ludwig von Mises
Institute (2/2). En:
http://www.mises.org/story/1738
Mayhew, Robert (ed.) (1995), Ayn Rand’s Marginalia: Her Critical Comments on the Writings
of over 20 Authors, Second Renaissance Books.
Mises, Ludwig von (1968) [1949] La Acción Humana, Editorial SOPEC, Madrid.
Narveson, Jan (1998), “Ayn Rand as a Moral and Political Philosopher”, Reason Papers 23,
otoño, pp.96-100.
Raimondo, Justin (2006) comentario a la obra de teatro de Murray Rothbard Mozart was a Red
(1960), publicado en Irrepresible Rothbard. Rothbar-Rockwell Report. Ludwig
vonMises Institute. En:
http://www.lewrockwell.com/rothbard/mozart.html
Rand, Ayn, (2003) [1957], La Rebelión del Atlas, Ed. Grito Sagrado, Buenos Aires.
(1964), “Is Atlas Shrugging?” en Capitalism: the Unknown Ideal, Centennial edition,
Penguin Books, (1970).
( 1965), “What is Capitalism”, The Objectivist Newsletter, November and December. En
Capitalism: the Unknown Ideal, Centennial edition, Penguin Books, (1970).
(1970), “The Nature of Government”, apéndice en Capitalism: the Unknown Ideal,
Centennial edition, Penguin Books.
Rothbard, Murray (1970), The Sociology of the Ayn Rand Cult, en
http://www.lewrockwell.com/rothbard/rothbard23.html
Schwartz, Peter y Brook, Yaron (2004), “Israel Has a Moral Right to Its Life”, Indianapolis
Star, 24 de Julio, en:
http://www.aynrand.org/site/News2?page=NewsArticle&id=5314&news_iv_ctrl=1021
Skousen, Mark (2001), “The Troubled Economics of Ayn Rand”, Liberty Magazine, enero.
Stromberg, Joseph R. (2000), Rand vs. Rothbard.En
http://www.lewrockwell.com/orig/stromberg4.html

16
Índice onomástico

Bien Greaves, Bettina


Block, Walter
Boettke, Peter
Branden, Nathaniel
Brook, Yaron
Carpio, Juan Fernando
Cathcart, Chris
Childs (jr.), Roy A.
Childs, Roy A.
D’Ancona, Francisco de
DeMille, Cecil B.
Descartes, René
Dostoievsky, Fedor
Dumas (padre), Alejandro
Galt, John
Hayek, Friedrich
Hazlitt, Henry
Hoppe, Hermann-Hans
Hugo, Victor
Kipling, Rudyard
Kirzner, Israel
Long, Roderick T.
Mandeville, Bernard de
Mayhew, Robert
Mises, Ludwig von
Narveson, Jan
Nietzche, Friedrich
O’Connor, Frank
Peikoff, Leonard
Raimondo, Justin
Rand, Ayn
Roark, Howard
Rostand, Edmond
Rothbard, Murray
Sánchez Dragó, Fernando

17
Schiller, Friedrich
Schwartz; Peter
Scott, Walter
Skousen, Mark.
Smith, Adam
Stromberg, Joseph R.

18

Potrebbero piacerti anche