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precedente, cuando sería maravilloso que ola tras ola añadiera su ímpetu, su

fuerza a la próxima, haciéndose un gran crescendo en que toda la humanidad


se pudiera encontrar cara a cara con su propia divinidad.
¡Hoy estamos al cierre de los ciclos de tiempo! Frente a la abertura de otro
ciclo de dos mil años cuando la entrada del Rayo Ceremonial que así se le
llama al séptimo rayo, comienza a hacerse sentir por las vidas. Este rayo será
la religión de las masas.
El Cristo no es un cuerpo, es una conciencia. Ya saben lo que les enseñé, que
las conciencias tienen vida e inteligencia. La conciencia crística o el Cristo
nuestro existe porque en el comienzo de nuestra creación por el Creador, lo
que funcionaba en nosotros era esa conciencia pura y bella. Ella ha quedado
en las altas esferas, esperando que nosotros lleguemos a reunirnos con ella. Se
llama el Cristo; y todos estos Cristos se dirigieron al Tribunal Kármico, que
está compuesto por siete entidades de sabiduría; y le pidieron permiso para
hacer presión en cada uno de nosotros; limpiándonos de todas las
cristalizaciones para poder evolucionar rápidamente, quitando y barriendo del
mundo todo lo negativo y estableciendo el reino de los cielos en la tierra lo más
pronto posible, pues la tierra está en un peligro grande de destruirse por falta
de luz como ustedes ya saben. La tierra está, en lo que llaman los maestros, un
estado recalcitrante y es que los humanos no hacen caso, no quieren cambiar
por más que hacen nuestros guías y seres de luz y los ángeles y nuestros Cristos
están sufriendo, cosa insólita, como ustedes comprenderán. Ese es un estado
de caos universal que amenaza. El tribunal Kármico primero dio permiso para
que 2.000 Cristos hicieran la prueba. Somos diez billones de seres humanos
entre los encarnados y los no encarnados que pertenecemos a la evolución
humana y no más de tres billones están encarnados a la vez en la tierra. La
prueba dio resultado y el permiso fue aumentado a 200.000, luego a un millón
y luego a diez millones.

LA VIDA
Uno de los aspectos de Dios, o de “aquello que llamamos Dios”, es Vida.
Dios es Vida; entre tantas otras cosas, Dios es nuestra vida y la de todo lo que
existe.
La vida toda es una sola, la tuya, la mía, la de la planta, el insecto, el ave, etc.
Nos pertenece individualmente. Es una inmensa vida en la cual estamos
nosotros flotando. Somos cada uno una esponja en un océano de vida.
Estamos acostumbrados a pensar que cada uno aisladamente posee una
cantidad de vida, y que ésta, como el agua en un pocito, rodeado de tierra, se
va evaporando y secando, y que le puede caer sucio o algo que le infecte y le
contamine. No. A ella, a ese manantial inmenso, inagotable e indestructible, no
le puede ocurrir absolutamente nada. Ella no puede morir. Es un chorrerón de
energía que fluye a través de nosotros, que nos penetra y que por lo tanto, nos
mantiene vivientes, o sea que nosotros somos seres vivientes porque estamos en
ella.
Como la raza íntegra cree que el ser humano es un pocito de vida separado y aislado, que
es susceptible a la enfermedad, al desgaste por los años, y a la muerte, toda la raza
manifiesta esa creencia; pero cuando se borre esa opinión, a fuerza de negarla y afirmar
la Verdad, dejarán de enfermarse, de envejecer y de morir. Mientras más se piense y se
medite la verdad, más pronto se librará el ser humano de esas falsas creencias, porque la
verdad es acumulativa; “Conoced la verdad y ella os hará libres”, dijo Jesús, y también
dijo: “El reino de los cielos es semejante a la levadura, que una mujer tomó y escondió en
tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado”. Más claro no puede estar. El reino de
los cielos no es

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